Partida Rol por web

Los días fueron pasando. Laria abrió las puertas de su casa a los Rebeldes de la Plaza Aria, pero ya no eran conocidos por ese apelativo. Ahora, desde que ocuparan los salones subterráneos de la Cafetería Caminolargo, los abundantes partidarios que se acercaban a la Colmena para conocerlos, se dirigían a ellos como Cuervos de Plata. 

Laria usaba todos sus contactos para extender la noticia entre todos los estamentos de la población de Kintargo. Los Cuervos Plateados, aquellos rebeldes que lucharan en la Guerra Civil contra la tiranía de la Casa Thrune habían vuelto para plantarles cara. La emoción y la esperanza volvieron a florecer en una ciudad que había sido golpeada por las proclamas del Inquisidor Barzillai y los ajusticiamientos de la Noche de las Cenizas*.

Muchos eran los que deseaban unirse a la lucha, a la revolución. Por eso, a cada día que pasaba, eran más los parias, prófugos, guardias arrepentidos y mercaderes que se unían a la leal causa de aquellos que en un primer momento buscaron a la legendaria logia de rebeldes.

Pero no sólo aumentaban los hombres y mujeres comprometidos con el movimiento, también se incrementaban las donaciones y recursos monetarios que permitían prosperar en busca de objetivos mayores. Mientras todo eso se llevaba a cabo, Rexus proseguía reflexionando y traduciendo los documentos de la antigua facción de los Cuervos. El joven noble pasaba varias horas a lo largo del día estudiando tales manuscritos.

Todo parecía ir viento en popa, pero una noche, cuando todos dormían, un terrible estruendo consiguió despertarlos. Al abrir los ojos, una densa nube de polvo se arremolinaba en los pasillos y salas de la Colmena, el escondite secreto. Gritos de dolor se sucedían y terror se sucedían en una escena sacada de la peor de las pesadillas...

Nath se despierta sobresaltado. Por un momento, aún dormido, cree estar en el instante en que años atrás, en lo que para él ya es una vida anterior excepto cuando tiene pesadillas como ésta, la explosión de un mágico artefacto arruinó sus manos y su noble destino para siempre. Incluso le parece sentir el dolor de nuevo.

En cuestión de segundos, fregándose los ojos, se da cuenta de que no es así. De despertar rápido, echa un vistazo alrededor a ver qué ve. A su lado, Val se ha levantado como un resorte, presto para la acción.

Mientras dormía plácidamente, la joven ninja siente también el fuerte estruendo, haciéndo que abra los ojos de par en par para luego buscar con la mirada el lugar donde dejó sus hojas gemelas. A buen recaudo, bajo su almohada, rebusca sus armas para blandirlas una vez ante cualquier peligro.

- ¿Pero qué está pasando? - Pensó interiormente.

La mestiza infernal se incorporó ya apuntando y amartillando su pistola como si llevara estas semanas esperando esta situación... por todos era sabido que la muchacha revisaba concienzudamente su arma antes y después de dormir, pero lo que no se esperaba nadie, quizás, es que durmiese empuñando el arma.

Tras el acto reflejo que le proporcionó el repentino despertar se dedicó a buscar sus gafas con la otra mano a ciegas, el resto de sentidos estaban centrados en el punto de mira que se movía oteando la sala donde descansaba.

Todo estaba yendo muy deprisa. Hacía menos de un mes que debería haber salido de Kintargo, ya había cumplido su misión allí y debía regresar a Egorian a recibir la esperada recompensa. En cambio, había permanecido en una ciudad inmersa en una etapa de conflicto más que evidente, y que tenía todos los visos de desembocar en una situación de guerra civil. Y aún más, Eklerion, el matasietes mercenario, se había unido a un grupo de inconformistas que se habían lanzado a la ardua tarea de resucitar una sociedad de rebeldes llamada los Cuervos de Plata.... 

Quién te ha visto y quien te ve, macho....

El espadachín solía ser pragmático en todos los aspectos de su vida y aunque odiase a la casa Thrune con todas sus fuerzas, era consciente de sus limitaciones y jamás se había enfrentado al poder imperante, era un suicidio. Pero en aquella ocasión se dejó llevar, tampoco estaba solo y tras unas semanas organizándose, la semilla de la rebelión estaba plantada.

Un estruendo le sacó de sus ensoñaciones.... Y se alzó presto para enfrentar la situación, estoque en mano.

Mick estaba durmiendo tranquilamente, apestando todavía a cuero. Se levantó y puso la armadura lo más rapido que pudo, cogió su equipo, preparado para salir corriendo en caso necesario desde el primer día. Pero cuando llegó el momento dudó si era una falsa alarma o que narices estaba pasando.

Todos salieron al pasillo central de la Colmena, el lugar que les servía de escondrijo. Una gran humareda se arremolinaba por todo el lugar, impidiendo la visión y dificultando hasta la respiración. Parecía como si algo hubiera estallado, como si la estructura del lugar se hubiera venido abajo.

De repente, en el silencio de la noche, los gritos de dolor y horror se alzaron en la distancia. Procedían de la gran cámara donde se reunían los diferentes equipos de la facción. Un sudor frío recorrió a los integrantes del grupo ¡¿Qué había sucedido?!

Corrieron hasta el lugar cubriendo sus rostros con paños humedecidos. El humo era espeso, pero como detalle atenuante -si algo podía tranquilizar el nerviosismo desatado- no notaron un aumento de la temperatura, con lo que un incendio descontrolado quedaba completamente descartado.

Finalmente llegaron al lugar. Lo que encontraron fue sobrecogedor. Una parte de la estructura del techo y la pared de la cámara sur se había derrumbado, pero lo peor fue contemplar como varios de los mercaderes que trabajaban para la Logia, habían quedado atrapados bajo los pedragosos escombros. Korva y sus hermanas, junto a los mercenarios recién unidos, trabajaban para extraer a aquellos que aunque se quejaban de un dolor insoportable, todavía estaban vivos, pues había varios de aquellos mercaderes que habían pasado a mejor vida...

- ¡¡Todo ha sido muy rápido!!- Exclamó Korva - ¡¡El techo se vino abajo!!...- 

De entre la polvareda reinante y una vez acallado el estruendo del derrumbe, la joven ninja sale de entre el humo poniéndose la mano en la boca y colocándose la capucha a la vez.

- ¡Cof, cof, cof! Maldita sea, ¿Qué es lo que ha pasado? ¿Ha cedido el techo o es algún tipo de ataque? - Pregunta sin encontrar ningún tipo de respuesta.

- ¿Estáis todos bien?

Los miembros del grupo, que descansaban todos cerca unos de otros, parecen estar bien.

No tengo ni idea... responde Nath. Val, busca supervivientes, por favor! Implora a su compañero animal, sabedor que no tiene la capacidad de inferir tal orden al animal, pero quizá en una situación extrema como esta, se active su propio instinto y siguiéndole encuentre algún herido que salvar de la muerte.

Intenta averiguar qué ha pasado, Saeko!

Saeko asiente a Nath y se pone manos a la obra.

- Muy bien, buscaré a ver que encuentro...

Mick se colgó el arco a la espalda y saltó hacia las ruinas buscando lugares seguros para quitar escombros y recordando más o menos donde estaban las camas de los mercaderes.

Vamos, ¡rapido! Con cuidado que no caigan más escombros.

Natharius no solía forzar a su fiel amigo. Normalmente, sus mentes estaban conectadas por algún don difícil de comprender, pero en esta ocasión, el terrible suceso obligó al mendigo a ser algo más brusco de lo habitual. Una vez dadas las órdenes, el muchacho no perdió tiempo y se puso manos a la obra para ayudar a los pobres mercaderes que habían quedado atrapados bajos los escombros. Val, siguió a su amo y le ayudó a tirar de aquellos pobres desgraciados.

Por otro lado, Saeko y Mick revisaron las posibles causa de aquel desplome. Lo que hallaron no les gustó en absoluto. La ninja encontró un pequeño martillo y un cincel oculto bajo las piedras y ladrillos, mientras que el sacerdote de batalla descubrió una serie de marcas en las paredes de la estructura derrumbada que sólo indicaban una cosa...

¡Sabotaje!

Una vez la situación vuelve a estar controlada, y todos los Cuervos Plateados están a salvo, algunos se quedan con la tarea de limpiar escombros y otros de, lamentablemente, hacer desaparecer los cadáveres. Nath, cansado, agradece con especial cariño a Val su ayuda, sabiendo que el lobo ha hecho lo que le pedían sin entender nada de lo sucedido.

Finalmente, horas más tarde, el grupo se reúne en privado. Sabotaje... repite Nath cuando Saeko y Mick explican sus sospechas, generando inquietud en el grupo. Mantengamos esto en secreto. Para los demás, esto ha sido un derrumbe aleatorio de un viejo edificio de Kintargo.

Suspira visiblemente contrariado. Sin embargo... un sabotaje implica que tenemos un traidor entre nosotros. Quién será? Alguno de los miembros que se han unido recientemente? Empezamos a ser muchos como para controlar a todo el mundo... tenéis alguna idea?
 

Aquello no pintaba nada bien. Tras investigar y rebuscar durante un rato junto con Mick, la ninja descubrió la presencia de un martillo y un cincel que, a todas luces, tenían algo que ver con el repentino derrumbe.

- ¿Un sabotaje? - Pensó interiormente.

Saeko no quería creerlo pero allí estaba la prueba. No podía ni deseaba desconfiar de todos los que estaban allí, puesto que se suponía que tenían una causa común contra los que ahora gobernaban Kintargo. Pero lo cierto era que a muchos los conocían de hacía bien poco y puede que tuviesen algun topo entre sus filas. Para colmo, aquello había costado la vida a varios de los allí presentes.

Tras pensarlo detenidamente, la joven ninja se acercó a Nath, que había estado junto a su fiel Val tratando de sacar supervivientes.

- Nath... Creo que es pronto para decirlo, pero creo que tenemos una rata entre nosotros... Tras el último hallazgo esto me huele a que nos han saboteado... - Comentó a su compañero.

Las palabras que escuchó de sus compañeros eran gruesas. Apenas habían iniciado aquella rebelión clandestina y ya sufrían de ataques internos pero.... ¿quién? No tenían la entidad suficiente como para haber llamado excesivamente la atención. Y por otra parte estaba seguro que no era cosa de los Thrune, no serían tan sutiles e indirectos.... o sí? Alguien de dentro buscaba su perjuicio.

Que no salga de aquí. Si el saboteador se confía lo volverá a intentar. No tengo idea de quién puede ser, pero a buen seguro que debemos mantenernos alerta e intentar acabar con él sin demora. Nuestra empresa apenas acaba de empezar, si mostramos debilidades se acabó.  

No lo entiendo, no somos suficientes como para no conocernos, creo que deberíamos pensar en poner guardias y empezar a purgar. Creo que a los mercaderes sí que podríamos decirles lo que ha pasado.

Saboteadores. Un frío recorrió la piel de aquellos que se habían erigido como los nuevos fundadores de los Cuervos de Plata. ¿Era posible que sus enemigos conocieran su posición y hubieran infiltrado espías? ¿Tan pronto?... Apenas eran unas decenas de hombres...

Decidieron mantenerlo en silencio. Se ocuparon de las heridos y se deshicieron de aquellos que tan horriblemente habían perdido la vida. Debían vigilar, pues alguien deseaba ver fracasar a aquellos que decidieron revolverse a las Proclamaciones de la Casa Thrune. La Revolución sería un proceso largo, costoso y duro. Debían estar preparados para pagar el precio que cada situación exigiera.

Volvieron a sus camas, pero no lograron dormir. El temor de que nuevos desplomes los asolara impidió que tuvieran un descanso placentero.

Al día siguiente, tras el desayuno, Rexus Victocora se acercó hasta el grupo. Los animos estaban bastante bajos tras el desgraciado incidente del día anterior, pero el noble no permitiría que sus compañeros se dejaran vencer por la desidia.

- ¡¡Buenos días tengáis, amigos!!- saludó con su habitual pomposidad. - Me gustaría pediros un pequeño favor... siempre que estéis dispuestos a tener un poco de emoción...- sonrió como si allí nada hubiera ocurrido. Rexus intentaba mantener la moral de los pilares fundamentales de la facción y sabía que si tenía ocupadas las mentes de sus amigos, daría un paso importante para que la depresión no se expandiera.

El escondrijo de los Cuervos vuelve a la normalidad por la noche, y durante las horas de vigilia las distintas guardias son tranquilas y silenciosas. Por la mañana los ánimos están un poco más calmados.

Buenos días, querido Rexus! Has averiguado algo más de los papeles? Algo que requiera de nuestra ayuda?
 

Nadie pudo dormir igual ni conciliar de ninguna forma un buen sueño tras lo ocurrido en el derrumbe. Así, la pobre Saeko tan solo tuvo tiempo de dar un par de cabezadas antes de despertarse por la mañana para asearse y prepararse para desayunar algo. Mientras lo hacía, escuchó los saludos mañaneros del bueno de Rexus y atendió a sus palabras.

- Buenos días, Victocora. - Se limitó a contestar.

Aquello de "emoción" llamó la atención de la ninja, que tenía bastantes ganas de algo de acción para variar aquellos monótonos días.

- Habla, Rexus. Los cuervos plateados te escuchan. - Asintió, dando a entender que se ofrecerían para la tarea, fuera lo que fuera.