Partida Rol por web

-Un asesino es un asesino bajo la circunstancia que sea. - lo miró a los ojos con desprecio. Se había equivocado con él, fue una irresponsabilidad correr hacia su habitacion, pero el motivo por el que lo hizo ahora la hacía sufrir más al conocer la verdad que Martin y sus compañeros ocultaban a todos.

Y por ese hecho se sentía mal, dividida entre lo que su corazón le susurraba bajito y lo que su mente hacia esfuerzos por hacerle entender.. Huye, huye
- una voz resonaba en su interior.-No quiero escuchar tus mentiras ni un minuto más. - tuvo valor para decirlo aún con los ojos llorosos, el miedo la atenazaba pero sabia que no podía quedarse ahí.

Se dio la vuelta muy despacio apoyando las manos sobre el marco de la puerta y... A pesar de sentir la mirada de Martin sobre su nuca alzó la mano para buscar el cerrojo que la separaba quizás de la fina linea entre vivir o morir.

-No quiero escuchar tus mentiras ni un minuto más. - cuando empezó a girarse y perdieron el contacto visual llegó la oportunidad, la función había terminado. Martin frunció el ceño y en un segundo un objeto apareció en su mano.

Con el pulgar deslizó lentamente la fría cuchilla de la navaja, abriéndose en silencio-Nadine, no son mentiras..- masculló. De dos zancadas se plantó detrás de ella, apoyó la palma de la mano sobre su boca con firmeza y pegando su cuerpo al de ella para inmovilizarla con su peso, le mostró la navaja ante sus ojos, acariciando su mejilla con ella-No se te ocurra gritar Nadine-susurró al oído.

-Venga, date la vuelta y no abras la boca-ordenó volviendo a mirarla a los ojos-¿ves lo que has conseguido? No quería hacerlo, pero tú me has obligado-dijo con una sonrisa diabólica mientras movía la navaja ante sus ojos, la sujetó del brazo y la llevó hasta el pequeño sillón-vamos, siéntate y no te muevas- la dejó caer con violencia y empezó a mirar a su alrededor sin quitarle ojo de encima -¿sabes? no siempre tienes cinta a mano para amordazar e inmovilizar a la gente así que tienes que improvisar con lo que tienes a mano y no siempre es fácil-dijo despreocupado moviendo la navaja con habilidad entre sus manos y rápido se le iluminaron los ojos.

Previamente había sacado la ropa del macuto, entre ella varios pares de calcetines separados por parejas, cogió unos y se acercó a Nadine-abre la boca y junta las muñecas y los tobillos- volvió a ordenar metiendo los calcetines hechos una bola empujandolos con dos dedos para luego atar sus manos y pies con dos camisetas haciendo unos fuertes nudos-¿aprietan? Mejor, no quiero que te escapes-respondió mirándola a los ojos y mostrándole una sonrisa traviesa, Nadine estaba aterrorizada y llorosa, pero ella se lo había buscado.

-Mira, te voy a contar una historia Nadine ¿te parece bien? bueno, dada tu situación es obvio que no puedes hablar pero si puedes mover la cabeza, así que puedes asentir-esperó a que Nadine respondiese, la educación era importante y Martín lo era.

Su mano temblorosa apenas logró deslizar unos centímetros el cerrojo. Cuando sintió la presencia de Martin cerca de ella se tensó por completo. Bajó la mano obligada por la hoja de la navaja que acariciaba su mejilla. -Pagarás por esto Martin. - lo dijo más dolida que convencida de su amenaza.

Se dio la vuelta tal y como le ordenó y lo miró aguantandose las lágrimas. No le iba a dar el gusto de verla doblegada si es lo que quería. -Yo te he obligado? Solo quería irme. - bajó el tono de su voz. Martin le pedía que no gritase y la joven claudicó por el momento obedeciendo.

La cogió del brazo y la sentó bruscamente sobre el mismo sillón de antes. Inmovilizarme? - pensó acelerándose su pulso por cada nudo que Martin le hacía en las manos y los tobillos. -No eres más que un asesino, lo estás demostrando. - su actitud podía provocarle más pero Nadine creia lo que decía y si de verdad tenia conciencia como había querido hacerle entender vendiéndole la idea de que habia matado solo por proteger a otra persona, pararía esta locura. Sin embargo estaba equivocada. El criminal la silenció y comprendiendo lo que le esperaba, entonces si, unas lágrimas cayeron por su rostro.

Empezó a respirar rápido, se puso roja por los nervios pero no bajó la mirada, seguía manteniendo una posicion aunque sumisa desafiante. Lo más extraño de todo era que a pesar de sentir miedo algo le decía en su interior que Martin no le haría daño. No al menos uno irreversible. Asintió a su pregunta y esperó a poder negociar de algún modo su situación.

Martin se quedó en silencio, mirando el filo de la navaja, abstraído y rememorando viejos recuerdos de un baúl que creía haber cerrado, hirientes y violentos. La luz del techo, generada por una triste bombilla dentro de un plafón que había conocido mejores tiempos, creaba finos destellos en el filo del arma que Martin movía con la mano. Siempre y por alguna extraña razón eso le había relajado, parecían pequeños y pálidos rayos de sol. Miró a Nadine-Creo que de momento esto ya no será necesario ¿no crees? Espero que no hagas ninguna tontería-comentó con rostro serio, mientras cerraba la navaja y se la guardaba en el bolsillo.

-Comenzaremos la historia. Érase una vez un niño que vivía en una miseria constante, pongamos que tenía unos ocho años, su padre era un delincuente reincidente y su madre una drogadicta que se pasaba todo el día colocada. El padre desequilibrado culpaba de todos sus males al chaval, pegandole constantemente y la madre ciega como iba le daba todo igual, se reía, eso es lo que hacía miraba y se reía. No mucho tiempo después la madre murió de sobredosis quedándose solos el padre y el hijo. El padre cayó en la droga y las palizas pasaron a algo peor, que marcaron al chaval de por vida.-Martin empezó a desabrocharse la camisa, botón a botón, dejando su pecho al descubierto.

Miró a Nadine unos segundos-El malnacido disfrutaba torturándole, pero por suerte, durante un robo trincaron a su padre y lo acribillaron a balazos, quedándose el chico huérfano. Así que lo internaron en un centro de menores, pero no le fue mucho mejor, tenía la estima por los suelos, estaba hundido y lo trataban como a la última mierda ¿te suena la situación verdad?-preguntó mientras se volvía a abotonar la camisa-Pero un día estalló, todo ese resentimiento, odio y furia hacia los que le despreciaban lo descargó contra otro chico que se solía meter con él, dándole una paliza de muerte y ¿sabes una cosa? nuestro protagonista se sintió liberado, se quitó una losa de encima, casi habia matado al chaval, pero no sentía remordimiento. Después de eso ingresó en la carcel por primera vez, pero ése es el siguiente capítulo, tengo la boca seca...-se detuvo un momento y miró a Nadine de nuevo, acercándose a ella y suspiró.

-Mira, te voy a quitar el calcetín de la boca, no está en mis planes que mueras de asfixia, pero no grites, no quiero hacerte daño-dijo con tono amenazante, pero en el fondo Martin no sabía si sería capaz de hacerla daño alguno. Fue al baño y se sirvió un vaso de agua del grifo, bebió y lo llenó de nuevo volviendo al salón situándose de nuevo frente a la asustada chica, su mirada era desafiante, aún estando en esa situación era extraño, pero le gustó.-Cuidado-dijo llevando dos dedos al tejido y sacándolo de su boca-Anda, bebe un poco, ese algodón te habrá dejado la boca como un corcho-dijo con media sonrisa dejando que cogiera el vaso con ambas manos y bebiese.