Partida Rol por web

A cincuenta metros de las puertas de la Academia se organizaba la expedición en torno a tres vehículos. Los coches tenían un aspecto enfermizo por la pintura caída de su carrocería pero los motores gruñían de forma satisfactoria mientras esperaban a que el grupo montara y partiera en su odisea.

El oficial al mando, un hombre algo mayor, de pelo cano y rostro frío, sacó una libreta con notas y, una vez todos reunidos, comenzó a hablar. En su cadera colgaban dos pistolas modificadas, señal de su alto rango en El Mayorazgo.

Grupo de exploradores formado por Rhadis Trent, Ethan Slate, Athan Donnell, Erya Oldfild. Gora Teror y Harold Stern -cada vez que recitaba uno de los nombres el oficial miraba a uno de los congregados. El primero era un hombre rapado, bastante maduro, con facciones duras, un veterano conocido por muchos en la región. El segundo era un hombre de tez blanca, pelo negro y barba que esperaba junto a Rhadis. Athan era un joven que miraba al resto del grupo, inquieto y nervioso. Por contra la mujer que se encontraba a su lado, Erya, mantenía la vista fija en el oficial, sin distraerse ante sus palabras. Tras ellos aguardaba un hombre musculoso, de tez oscura que se protegía del frío y los rayos del sol con un gorro. Por último Harold era otro hombre entrado en años, de barba y bigote blancos, que jugueteaba con un colgante mientras escuchaba hablar al oficial.

Grupo de soldados, dirigidos por la sargento Tara, formado por el primogénito Augusto, la primogénita Mara Mukin, el primogénito Curtis Frost y los soldados Larisa, Wenceslao y Yuri -nuevamente el oficial buscó con la mirada a cada uno de los portadores de los nombres que gritaba. La primera era una mujer hermosa, de aspecto seguro y porte marcial, con el pelo recogido en una coleta. A su lado se encontraban los otros primogénitos, Augusto, un hombre de tez blanca y expresión arrogante, Mara, una mujer de mirada inteligente que estaba algo desaliñada, con el pelo algo desordenado y la ropa manchada por varios lugares, y Curtis, un joven de aspecto estrafalario, con el pelo recogido en hebras. Los soldados se mantenían tras ellos, tratando de mantener una postura rígida, aunque la única mujer, Larisa, no podía disimular su nerviosismo, desplazando el peso de su cuerpo de un lado a otro constantemente. Junto a ella se encontraba Wenceslao, más interesado en observar a las mujeres congregadas allí que en escuchar al Oficial y, por último, un hombre que mantenía con total natural su postura marcial, con ambas manos en los costados, la mirada al frente y el rostro neutro.

La expedición tiene un objetivo marcado por Rhadis Trent pero será dirigido por la sargento Tara. Si alguien desobedece sus órdenes será castigado por rebelión. ¿Alguna pregunta? -terminó el oficial, lanzando una mirada dura a Curtis cuando habló de los castigos.

Tara estaba tranquila escuchando las palabras del oficial Adam mientras en su cabeza tarareaba levemente alguna cancioncilla que nunca reconocería, ni ella ni nadie, porque era malísima con la música e incapaz de interpretar una melodía tal como la había escuchado. De repente, escuchó su nombre.. "dirigidos por la sargento Tara" . Le gustaba como sonaba eso, siempre le gustaba mandar, aunque no era demasiado buena con el trato con los demás, sociabilizar no era lo suyo, o eso pensaba ella.  Fue entonces cuando observó con mayor detenimiento al resto de integrantes del grupo, sobretodo a los soldados. Como ella, habían sido entrenados para situaciones como estas y, excepto por aquella chica que se movía de un lado a otro, todos parecían tranquilos y serenos.

Y.. otra vez su nombre... No me jodas  pensó. Estaba dirigiendo toda la expedición, estaba al mando de un grupo muy numeroso de soldados, científicos y... Curtis. Aquello era una gran responsabilidad, que se vio reflejada en su rostro inmediatamente, en forma de autoconfianza y seriedad. Estaba tiesa como un palo, pero su porte era orgulloso y sereno. Esto va a ser la hostia - volvió a pensar.

Observo uno por uno los rostros y los gestos de quienes me acompañarán en la misión, tratando de memorizar sus nombres y calibrar sus capacidades y su estado de ánimo. Algunos parecen curtidos en este tipo de tareas, pacientes y seguros de sí mismos, pero otros están visiblemente nerviosos... Espero que no supongan un problema.

Asiento a las explicaciones del oficial y me acomodo el petate sobre el hombro, deseosa de partir cuanto antes.

-Sí -dijo Rhadis en respuesta a la pregunta del ofial, al tiempo que se ajustaba a los hombros una desgastada mochila- ¿Cuándo partimos? -preguntó con una sonrisa mordaz.

El oficial atendió a la pregunta del líder de los exploradores y, señalando a la sargento, afirmó -Cuando ella decida.

Tras su corta intervención se alejó de vosotros y se internó de nuevo en los muros de la Academia.

Augusto, uno de los primogénitos, se acercó a la sargento Tara. Andaba con paso firme y seguro, con un rifle muy largo en su espalda, la chaqueta abierta, mostrando su torso desnudo y trabajado y las manos cerca de las armas que guardaba en su cinturón, una pistola y un machete.

Sargento Tara, se presenta el primogénito Augusto. ¿Como nos organizamos? Tenemos tres coches y somos trece personas. Lo mejor sería que en cada vehículo hubiera un soldado y un primogénito, para prevenir problemas, especialmente pasada la frontera.

El famoso explorador Harold se acercó, mientras tanto, a su contemporáneo, Rhadis Trent. En su mano sostenía algún tipo de dispositivo extraño que había sacado de su chaqueta.

Él me habló de ti, me dijo que iríamos juntos y me dio esto. Es una especie de máquina que nos indica la dirección que debemos tomar -dijo enseñándole el aparato, un rectángulo con una especie de pantalla dentro y una brújula plasmada en su interior que se movía indicando siempre, con una flecha roja, la misma dirección.

Me acerque a ver aquel objeto, al parecer las palabras de él eran correctas como esperábamos.

-"Señor Harold, es un placer"- dije ofreciéndole la mano para estrechársela.

Escuche lo que dijo el soldado del rifle.

No esta mal, pero sobra una persona...aunque hay que ver que clase de autos son...

Tara asintió ante las palabras de Augusto. Era una buena idea dividirse de esa manera.

- Está bien, en cada coche debe de haber un soldado, dividamonos así. Una vez nos pongamos en marcha el primer coche se distanciará lo suficiente para avisar de cualquier problema en el camino - ordenó con voz firme - Marchando ! 

Tan pronto la sargento da la orden dirijo mi mirada hacia Curtis Frost y me encamino al vehículo al que pretenda subir él. Se me ha encargado vigilarlo y eso es lo que voy a hacer. Tal vez Tara esté demasiado ocupada encabezando la expedición, pero yo por el momento no tengo nada mejor que hacer.

-Harold -le saludo cuando se acerca-. Me alegro de tenerte aquí. Te presento a Ethan Slate -le digo cuando se acerca-. Me ha estado ayudando recientemente. Es un tipo duro. Bastene competente. Seguro que más que dos carrozas como nosotros -bromeo-. Déjame ver que tienes ahí -digo y permitiéndome sostener aquél aparato lo observo detenidamente.

- Está bien, en cada coche debe de haber un soldado, dividamonos así. Una vez nos pongamos en marcha el primer coche se distanciará lo suficiente para avisar de cualquier problema en el camino

-Quizás lo más sensato sea que cada uno viajemos en un vehículo. Por estar enterados de todo y por si surge cualquier problemas-les comento a Ethan y Harold.

-"Me parece bien- dije a Rhadis- irás tu con la líder de expedición o quieres dejarme esa tarea a mi? Ella dirige toda esta operación, pero tu eres el líder de los exploradores, así que te escucho"- dije tomando mis cosas y preparándome para abordar alguno de los vehículos.

Una vez organizados en los tres vehículos la expedición partió de la capital, dejando atrás los muros de la Academia, una de las pocas edificaciones con la fachada en buen estado y una estructura fuerte.

El tumulto de la ciudad y los campos de alrededor dio lugar al hostil yermo que emergía entre las ciudades de "El Mayorazgo". Su aspecto amenazador y árido quedaba rebajado por las pequeñas torres de vigilancia levantadas cada pocos kilómetros en las que algunos soldados y ciudadanos montaban guardia para proteger a sus conciudadanos.

Los coches daban saltos por las piedras sueltas que obstaculizaban el camino de tierra que El Mayor había mandado construir para comunicar su región. Por suerte el trayecto estaba practicamente limpio y en un día y medio llegaron a "El Paso", tras pasar la noche en la ciudad de la "Custodia", una ciudad con barricadas y bajas murallas alrededor, preparada para defenderse de ataques enemigos.

Finalmente llegasteis al extremo de la zona conocida, a las puertas de "El Paso", en cuyas puertas os detuvisteis antes de continuar vuestro trayecto.

De uno de los coches salió Gora, mirando a la ciudad que os aguardaba tras la espalda, cuna del comercio entre la región y los viajeros y hogar de pandilleros y ventas peligrosas.

Tal vez deberíamos detenernos y obtener algunos recursos más, las raciones que nos han dado están bastante ajustadas -sugirió, haciendo un recuento.

De su mismo coche salió uno de los soldados, Yuri. Tras escuchar el comentario de su compañero de viaje soltó un gruñido y, mirándolo con despreció, se negó -De eso nada, tenemos una misión y unos recursos. No podemos detenernos y mucho menos aquí. No te preocupes, si falta comida yo tengo una solución fácil -sus últimas palabras fueron acompañadas por una de sus manos acercándose a el cinturón donde guardaba las armas de fuego.

Tara bajó del coche, viendo que dos de sus soldados lo hacían.

- Callaos! Ambos. No sé si lo sabéis, pero quién da las ordenes aquí soy yo - su tono de voz dejaba a las claras que trataba de imponerse y mantener organizado al grupo. Ese tipo de disputas eras las que hacían que cualquier grupo se desajustase. Para eso estaban los mandos, para eso estaba ella. Pensó y calculó por si mismas las raciones...

¡Si, sargento! -respondió Yuri en voz alta, colocándose en posición militar, un brazo pegado a su cadera y el otro a la cabeza.

Sin embargo Gora, el explorador, no dijo nada y solo se encogió de hombros.

Militares -pienso mientras bajo del coche.

-No creo que reaprovisionarnos sea tan mala idea -comento mirando a Tara-. No sé qué idea de lo que es una exploración de estas características tienen ustedes, pero hay lugares muy recónditos en los que no se puede disparar a la comida, porque no lo hay -añado mirando a Yuri con media sonrisa-. Salvo, claro que está, que terminemos por comernos unos a otros...