Partida Rol por web

──Aunque fuera sencillo cruzarlo, yo no lo haría. Es justamente por donde debe haber más espías, ¿no te parece? Me gustaría saber si había más entradas. Debería haberlas. Pero el asunto es cruzar el río, ¿no?

Pensó. ──Yo tengo cuerda, desde luego, y podría intentarlo, de manera que luego se pudiera tender un puente de cuerda para los más torpes. Pero tú conoces mejor el terreno, me deberías decir cuál es, a tu juicio, el mejor lugar para hacerlo. Y lugar menos expuesto para que Karel Drûm se acerce sin descubrirse.

... no, no cabría la posibilidad. El Narog estaba al fondo del abismo y entre las peñas su caudal era fuerte y traicionero. Era demasiado arriesgado. La opción más segura era intentar cruzar por el puente y tender una cuerda, pero debería hacerlo alguien ágil. Probablemente uno de los elfos; serían una opción mejor que el enano o él mismo. 

Daebeg le puso en alerta al hablarle de los posibles espías. - Tienes razón, Daebeg. Si algún lugar está vigilado, sin duda sería precisamente el puente. Pero si no encontramos otra entrada, tendremos que usar el puente, nos guste o no. - El edain se quedó callado, pensando. Al fin, volvió a hablar. - Escucha, vuelve a por el resto del grupo y quedaos aquí. Me adelantaré y trataré de encontrar alguna entrada más discreta. Quizá los orcos que vivían en ese campamento - señaló hacia el lugar que había visto al llegar, aparentemente abandonado. - tenían alguna entrada propia que podamos utilizar. Buscaré un par de horas y quizá la suerte nos sonría. Por lo menos, creo que vale la pena intentarlo. 

Daebeg miró durante un momento al hombre. Jamás había tenido tratos con uno de ellos, y la cosa le parecía extraña, pero no del todo desagradable. Asintió, y se fue sin decir más.

Miraba todavía la puerta de entrada a la gran fortaleza cuando el enano le dio las terribles nuevas. Annienor sintió que se le encogía el corazón y, a pesar de las indicaciones de Drum, se precipitó hacia el caído Ehödil; pero se cuidó mucho de tocarlo, alertado de posibles pestilencias por Drum, aunque no creía que aquello tuviera nada que ver con algo así. El feä de su compañero parecía haber abandonado para siempre su carne. Miró de reojo los cadáveres, con más atención que antes, pero sin aproximarse, pues no podia evitar un supersticioso temor. Pronto siguió los pasos del enano, mirando atrás de vez en cuando...

Al observar debajo de la armadura, te das cuenta que algo se mueve, parece del tamaño de una mano de un niño pequeño. Su caparazón brilla con tonos azulados, mientras su cola luce erizada en señal amenazante. Tras examinar las manos del cadáver de Ehödil observas la presencia de una pequeña picadura en el dorso de la mano, al parecer vuestro compañero molestó al inquilino de los esqueletos y eso le ha costado la vida.

-Rhaich!

Anniennor volvía maldiciendo, y al llegar a la altura del enano le puso la mano en el hombro:

-Puedes quitarte ese pañuelo, maese Drum. No había nada ponzoñoso en el aire, pero sí en el suelo, y has hecho bien en no acercarte demasiado; un escorpión que se ocultaba entre los cadáveres ha acabado con el poderoso guerrero sinda, ¡ay!

Miró en dirección a las puertas de Nargothrond, atisbando cualquier señal de los compañeros que se habían anticipado. Parecía inquieto y desconcertado acerca de si debían seguir esperando una señal o no.

-Démosles unos momentos más antes de seguirles. Luego entraremos.

Y comprobó el buen estado del arco y las flechas que portaba, echando nerviosas miradas ora alrededor, ora a las puertas, como intentando adivinar de dónde podría venir el peligro más inminente; pues aquel lugar y aquel momento y ante todo la fulminante muerte de Ehödil le parecían funestos.

Mientras Annienor y Karel Drum esperaban, Daebag se acercaba sigilosamente hacía la posición de sus compañeros, parecía que quería comunicar algo.

Miraba a Annienor volver de ver el cuerpo de Ehödil y su explicación.

-"¿Un escorpión, dices? Maldita sea su suerte, pobre elfo, sesgada su vida por un pequeño animal venenoso. ¡Mira! Se acerca Daebeg, pero no veo a Saelh. Vayamos a su encuentro."

Saehl vio cómo Daebeg se marchaba con el sigilo típico de los elfos. De hecho, el laiquendi era aún más silencioso que los Elfos con los que había tratado habitualmente. La fama de los laiquendi de Ossiriand estaba justificada.

Una vez se hubo marchado, el montaraz comenzó su búsqueda. Las palabras de Daebeg sobre espías le habían puesto en alerta, y procuró examinar el lugar cuidándose mucho de mantenerse oculto, ya fuera en oquedades del escarpado terreno o en la abundante vegetación que crecía salvaje a las puertas del abandonado reino de Nargothrond. 

Pasó un largo tiempo examinando tanto los alrededores del puente como los caminos que salían del desierto campamento de los Orcos. Sabía que era difícil que encontrara una entrada oculta y que, en circunstancias normales, habría sido casi imposible. Pero la fortaleza estaba abandonada y esperaba que los Orcos, descuidados y chapuceros como eran, hubieran dejado a la vista alguna entrada que pudiera aprovechar.

Un breve análisis te permite distinguir que en vuestro lado del puente hay un trozo de tierra removido que descubre un pequeño orificio, como un pozo, parece seco y un vistazo preliminar te hace sospechar que se ha abierto a causa de la lluvia y el abandono. Al examinar el orificio te parece distinguir el suelo próximo,está embarrado y las paredes parecen abiertas por cantería, es una construcción y no una gruta natural. Al aproximarte sientes una corriente de aire que mana del orificio, eso levante tus sospechas sobre que puedes haber encontrado, lo que está claro es que ese lugar no está hecho por orcos, ni por la naturaleza y el tallado es esmerado y pulcro, podrías afirmar que es cantería enana.

Estuvo tentado de bajar por el pozo para examinarlo, pero al fin decidió que era demasiado arriesgado hacerlo en solitario. Además, la cantería parecía obra de los Enanos, y puede que Maese Drûm pudiera arrojar luz sobre este misterioso túnel mejor que nadie.

Saludó con un gesto casi inexistente y con una también muy contenida mirada al cadáver.

──Saelh se ha quedado buscando un terreno adecuado para que crucemos. Algo que no estén tan a la vista de cualquiera que esté vigilando. Eso y también si pudiéramos cruzar el río por algún sitio que no sea el puente, aunque es difícil y arriesgado. Yo estoy encargado de llevaros hasta el lugar al que hemos llegado él y yo. Creemos que será seguro──. Aquí la mirada a Karel Drûm fue algo más evidente, pues estaba claro que temía que sus movimientos no muy sigilosos les descubrieran. ──Seguidme con mucho cuidado. No habéis alto──, susurró. Debía estar hablando con ambos por pura cortesía. No parecía temer nada del Falatrim.

Apareció Daebeg con nuevas cargadas de incertidumbre. Annienor se limitó a contarle, señalando a Ehōdil, el rápido y triste fin del guerrero, picado por un pequeño escorpión. Se aprestó a seguir a su compañero.

-Vayamos entonces, y veremos cómo podremos cruzar.

Annienor, Daebeg y Karêl Drum llegaron al punto de encuentro fijado. El falathrim y el enano fueron testigos del desierto campamento orco a las puertas de Nargothrond y del puente ruinoso, el famoso puente construido por el orgullo de Turin Turambar que significó la ruina del reino. Esperaron allí cerca de media hora, escondidos, hasta que vieron volver a Saelh que se acercaba con paso firme hacía sus compañeros. La compañía estaba de nuevo reunida.

No habían comenzado y tenían una baja. ¡Por un escorpión! Y el Enemigo ya les había descubierto. Puede que ahora mismo los rastreadores estuvieran tras su pista. Por no hablar de otros espías, como los pájaros de mal agüero.

Vino Saelh, y esperó a ver qué decía, mientras rumiaba todas esas desdichas.

El viejo campamento orco resultaba repugnante. Basura, plantas pisoteadas, tocones ennegrecidos... Era indignante encontrar aquella tierra mancillada a las puertas de uno de los reinos élficos más importantes que había habido en Endor.

Annienor examinó el lugar sin hacerse notar, intentando averiguar detalles como el momento del abandono del campamento. También oteó atentamente el puente, buscando algún indicio que señalase si era mala idea intentar cruzar por allí. El río era tumultuoso en aquella parte, y procuró buscar alguna alternativa al puente...

El montaraz llegó por fin hasta su pequeño grupo. Extrañado al no ver a todos los integrantes de la expedición, preguntó por el destino de Ehödil. Al escuchar las tristes nuevas sobre el destino de su compañero, su rostro se ensombreció. No era ni un buen presagio de lo que podían encontrar dentro, ni un modo aparentemente digno de morir para un guerrero tan poderoso como el sinda. - Que los Valar lo acojan en las Estancias de Mandos. - Saelh había pasado tiempo entre los Elfos y conocía el destino que los Primeros Nacidos corrían después de la muerte. Si esto era realmente así o no, no sabría decirlo, pero había oído el ruego en boca de sus compañeros Elfos muchas, demasiadas veces.

En cualquier caso... la misión debía continuar.

- Escuchad, amigos. He encontrado lo que podría ser una entrada alternativa al puente sobre el Narog. Seguidme, y procurad manteneros ocultos. Siento que los espías del Enemigo podrían detectarnos en cualquier momento.

Todos siguieron al Edain por entre las rocas. Finalmente llegaron a un lugar donde todos pudieron ver un pequeño orificio en el suelo. Realmente parecía una trampa de pozo excavada por un trampero, pero al asomarse por ella pudieron ver que dentro había un suelo y unas paredes abiertas por cantería; no era una gruta natural ni un simple pozo. Una corriente de aire manaba del agujero. 

- Podría ser un túnel de escape de Nargothrond, olvidado y abandonado por todos. Mirad, - señaló a los bordes del orificio. - la lluvia y la falta de mantenimiento puede haber hecho que el techo colapse y deje al descubierto el túnel de abajo. Puede que inicialmente solo fuera un pequeño respiradero que se fue agrandando. - Observó al Enano. - Maese Drûm, ¿no os parece que podría ser obra de los artesanos de tu pueblo? No reconozco el tipo de cantería, pero no me parece obra de Elfos u Hombres... y desde luego, no lo crearon los Orcos. - Miró al resto. - Sea como sea, creo que merece la pena explorarlo. Si lleva al interior de Nargothrond, creo que será un modo de entrar más discreto y seguro que tratar de cruzar el puente.