Partida Rol por web

Tras dos días de preparativos, el grupo se puso en marcha hacia Moria, la ruta elegida fue aquella que rodeaba el bosque negro, justo por el lado norte del mismo.

Los primeros tres días de viaje transcurren sin novedad, el grupo marchaba en dos columnas con Gimli al frente, a su diestra iba Tolgur y a su izquierda Zabralkán, el mago azul. Justo detrás de ellos venían Gwalin, Garamil y su hermano.

En mitad de la columna viajaban Dolil, Stilgur e Imrak, cerrando la línea viajaban Darn y Khazdor. Aunque hasta ahora todo había ido viento en popa, la exploración estaba a punto de enfrentar su primer gran desafío, pues debían cruzar el río del bosque negro y el puente más proximo se hallaba a otros dos días de viaje. Sin embargo, el camino se estrechaba lo que forzó al grupo a dividirse en dos escuadrones.

El primer escuadrón estaba conformado por Darn, Dolil Garamil, Gwalin, Imrak, Khazdor, Stilgur y Tolgur. Al mando de este grupo estaba Khazdor y su misión era la de explorar el terreno para evitar enboscadas, detrás de ellos viajaban Gimli, el mago y el resto de la tropa.

La expedición había comenzado bien, mas sin grandes presunciones. La quincena de enanos nos aventuramos hacia el norte, rodeando el Bosque Negro y evitando sus peligros y maldiciones. El viaje, como muchos, parecía ser aburrido, montando largas horas y viendo extensos paisajes, pero eso jamás fue para mí motivo de tedio. Los jóvenes solían aburrirse con facilidad, cosa que los viejos encontramos extraño. Luego de años enteros realizando las mismas tareas, uno debe encontrarle su encanto a la rutina o morir en el intento.

Mi forma de encantar el tiempo, sin duda, era dejar volar mi mente y mi corazón hacia recuerdos (aunque no totalmente ciertos) del pasado. Una pizca de saga épica, algo de romance por aquí y un toque de emoción, adobado con algo de misterio, hacían de un recuerdo burdo y ordinario una historia digna de ser contada y de ser transformada en un poema mítico.

Fue así como en las noches frescas y perfumadas, donde las hogueras se encendían en la oscuridad como estrellas en el firmamento, mis relatos resonaban entre las crepitantes llamas, abriéndose paso entre los oídos de jóvenes entusiastas (los pocos que había) y los viejos más alegres e inteligentes.

Al día siguiente nos esperaba una jornada singular. Debíamos cruzar un río y el camino cambiaba, tornándose más estrecho y su terreno más accidentado. 

Gimli, jefe de la expedición, ordenó que el cuerpo se dividiera en dos grupos y me conminó a mí el liderazgo del que avanzaría primero. Con honor y agrado tomé el mando y junto con mi hacha, avancé.

-Señores, tendremos que separarnos para cubrir más terreno. Nuestro objetivo es explorar y eso haremos. Dolill y Tolgur vayan por la derecha -dije señalando en esa dirección una ladera de rocas-; Imrak y Darn por la izquierda; el resto avanzaremos por el centro. Abran sus caminos lo suficiente como para cubrir una buena parte del terreno, pero sin alejarse demasiado. Tenemos que poder comunicarnos si escuchan o ven algo. Manténganse a la vista en todo momento.

Gwalin iba detrás del mago azul vigilando en todo momento lo que hacía éste, pues no se fiaba de él. A pesar de elo, también iba mirando el paisaje y escuchando algún que otro comentario, la mayoría improperios y burlas entre sus compañeros.

Como siempre el viejo enano era parco enpalabras y eso que esta aventura ilusionaba más de lo que pudiera admitir, así pasó los tres primeros días con un semblante afable muy aprecido a lo quepudiera ser risueño que Gwalin pudiera mostrar. Tanto el día como la noche era algo que al guerrero le encantaba y disfrutaba.

Cuando Gimli mondó dividir el grupo y para insperccionar la zona, Gwalin quiso quedarse con él para vigilar al mago, pero Gimli que le conocía bien, le miró y negó con la cabeza. No hizo falta decir nada.

Así siguiendo las órdenes de Khazdor a quien Gimli había puesto al mando, los enanos se dividieron para encontrar una posible ruta que atravesara el rio. Nuevamente no hizo falta decir nada. El enano recibió las órdenes y se puso en marcha.

Gracias Máster ya mismo.

Escuchó interesado los cuentos de Khazdor y admiró el estoicismo de Gwalin.  Por su parte, había estado conversando con su hermano gran parte del camino. "Conversar" era eufemismo de "batallar", y este, a su vez, de discutir. Tenían su propio juego, de pensar en batallas pasadas y tratar de "sacar cartas" para mejorar los acontecimientos, el uno, y para empeorarlos, el otro. 

Frarim gustaba de ser franco y mostrarse valiente, mientras que Garamil era más cauteloso y reservado. Así, el hermano mayor tendía constantemente trampas al menor, pero ese salía airoso a pesar de ello. Frarim era el orgullo de Garamil. 

Pero a pesar de parecer desentenderse del mundo alrededor, Garamil se fijaba constantemente en todo lo que lo rodeaba, como si fuera una fiera acechando una presa... O una presa lista para ser cazada...

Zabralkán no había sido sospechoso, y el enano quería confiar en él. Quería tener un mago al lado, como Gandalf. Quería tener una luz más fuerte que una antorcha una vez en las minas, y alguien que tirara de todos ellos y les apoyase. Y Gimli y el Istar parecían poder  hacerlo.

Confió en que Frarim protegería al líder y al hechicero y a los demás compañeros que se quedaban atrás. Él, por su parte, siguió la indicación de Khazdor sin rechistar. Lo respetaba y no tenía molestia alguna por hacerle caso.

Se mantuvo tenso, con los ojos bien abiertos. Los oídos seguían cubiertos, y por encima del casco portaba la capucha. Oír no era una opción, ni lo era hablar. Sólo caminar y vigilar.

Stilgur avanzo en silencio mientras observaba el camino.

El viaje al fin había comenzado, enanos y ponis iban cargados de todo aquello que creíamos poder necesitar en el transcurso viaje y así mismo una vez nos hiciésemos con nuestro objetivo. Ahora cualquier peligro podía acecharnos, aunque quién sería tan loco como para atacar a una compañía de enanos armados. Khazador da orden de que nos despleguemos para cubrir mas terreno y así evitar sorpresas desagradables, aun no tengo rango suficiente como para negarme así que lo hago.

- Como diga señor Maza del Rey.

Los primero días de nuestro viaje pasaban sin peligros por lo pronto, todos comían y reían en comuna e incluso se iban viendo algunos lazos leves de amistad entre unos y otros, Dôlill se dedicó a observar a los demás hermanos y a comparar armaduras, dando incluso algún que otro puñetazo inesperado para alguno de la compañía.."JA..JA ES RESISTENTE LA PLACA JA..JA" comentaba después..

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En alguna parte de nuestro camino Khazdor se quedó al mando y nos mandó a mi y a Tolgur al flanco derecho..."Tolgur, vamos compañero...echemos un buen vistazo" dije con un tono amable al enano..

Nos apostamos en unos arbustos y empezamos a mirar a todos lados por si veíamos alguna presencia extraña u conflictiva.

Notan que un extraño silencio domina el lugar y perciben movimiento en la ladera de la montaña.

Notas que todo el lugar se encuentra en completo silencio.

"No se escucha un alma en estos lares, volvamos con los demás Tolgur" dije extrañado por tanto silencio...

- No me gusta este silencio- comenta por lo bajo el viejo Gwalin a sus compañeros. La experiencia del guerrero le decía que algo pasaba.

El enano miró en su derredor y cuando alzó la vista hacia la ladera de la montaña vio que algo se movía ahí arriba. Gwalin no dudo y alertó a sus compañeros pero sin hacer ruido. El guerrero se quedó quieto, mirando a lo que había visto moverse y levantó la palma de la mano mientras emitía un corto y débil silbido para que sus compañeros le mirasen y se diesen cuenta del posible peligro.

Cuando se dieron cuenta sacó su hacha de guerra y se caló el escudo en su brazo izquierdo y se preparó para lo que pudiera acontecer.

Había percibido movimiento y el silencio no era de su agrado. Comprendía que el astuto Gwalin había notado lo mismo, y ya se le había adelantado a advertir a los demás componentes del grupo. Y la verdad era que aquello parecía una emboscada, cada vez más.

-Emboscada...-apenas susurró, desenfundando su escudo. Seguía usando el martillo como bastón, y pensaba soltarlo en cuanto flechas llovieran, para resguardarse tras su guardia. A esa distancia, de todas formas, el martillo no le servía ni tenía armas de largo alcance. 

Desde la reunión en los salones de Erebor el viejo enano no había tenido ni un minuto de respiro. Se había sumergido en las numerosas bibliotecas de la montaña solitaria, rebuscando en viejos tomos cualquier pista sobre su destino, Moria. Ademas de aquello se había entrevistado con cualquier enano que tuviera recuerdos del reino ancestral, no había pista ni detalle pequeño y no escatimó en gastos para animar a sus congéneres a compartir su sabiduría con él. Por si todo esto fuera poco solicito permiso a Gwaith-I-Mírnethryn para llevar consigo ciertas hierbas curativas, así como una buena cantidad de cram, el viejo pan enano del camino. Una masa densa, espesa y dura poco apetecible pero altamente nutritiva, al ser cara su elaboración no era algo que fuera común dispensar con tanta facilidad, de no haber sido por la mediación del rey jamas una comitiva de quince enanos habría tenido acceso a él.

Un viejo conocido de las caballerizas de la guardia había dispuesto de ponis para todos y en consenso con los demás acordaron deshacerse de un buen dinero para incluir algunos animales de refresco adicionales , dado que el camino sería largo, el equipo mucho y la posibilidad de perder a alguno de ellos elevada. Ello incluiría las sillas, los arneses, algunas herraduras y algo de forraje para los animales para mantenerlos fuertes allí donde no pudieran pastar. Como enano viejo que era la noche antes de partir la pasó repasando sus pertrechos: una buena y recia mochila, sin contar sus viejas armas y armadura que a pesar de llevar mucho en desuso no habían perdido ni un ápice de filo, tal era el poder del Mírnethron, varios porta pergaminos con papel enseres de escritura y los detalles que había obtenido de Moria, una muda de repuesto que incluía guantes y botas gruesas, algunos enseres para parchear la ropa, dos sacos grandes y algunos pequeños, dos botes de metal y un buena polea, varias odres un pico y una pala así como un justillo de cuero curtida donde guardaba los compases y todos sus enseres de ingeniería, yesca y pedernal junto con unos pequeños enseres para cocinar, dos antorchas, un cofrecito acolchado en el fondo de la mochila envuelto en la gruesa manta de invierno acomodaba su material para la curación, un arnés reforzado de escalada y casi un centenar de metros de una buena cuerda de seda.

Era consciente de que se dejaba mucho, pero se había rebanado los sesos para maximizar el rendimiento de la lo transportado con el peso de ahí la importancia de los animales de carga. Lo más importante estaba por llegar, antes de un sueño reparador Tolgur se armonizó con la piedra de Erebor, se hizo uno con la Montaña Solitaria creando un vinculo que muy pocos llegarían a entender. Tras una profunda meditación y los clásicos rezos a Durin el Mírnethron imbuyó parte de la esencia del pueblo de Durin en cinco piedras preciosas. Un diamante en el centro potenciaría los efectos del resto, una amatista protegería su mente, mientras que una turquesa le otorgaría un mayor vigor físico y un ágata junto al engarce le aseguraría contar siempre con fuerza y vitalidad incluso en los peores momentos.

Aquel colgante tenía su propia historia Menu ziramu gamildul, el vinculo con los antepasados, era una exquisita gargatilla de mithril con siete asideros para siete gemas, tal vez el único recuerdo material de la vieja familia de Tolgur. No le entristeció recordarles, ni le entristecieron sus actos, ademas en aquel momento no había espacio en el corazón del enano para la melancolía. Durin le sonreía, le había destinado a algo grande, no pensaba fallarle ni a él, ni a sus antepasados ni a los naugrim. 

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Habían pasado los primeros dos días de camino y aún tenían que conocerse mucho más para compenetrarse, por suerte el viaje era largo y Tolgur esperaba que al llegar a Moria todos pudieran actuar como uno. El enano provocó algunas discusiones pero organizó los turnos de guardia de a tres con cuatro rondas por noche, de tal forma que siempre había un equipo de descansaba la noche entera. Ese equipo era el que se encargaba de montar el campamento, atar y dar de comer y beber a los ponys mientras Darn revisaba las hebillas correajes y herraduras, por supuesto él estaba exento de guardia . El viejo enano insistió mucho en que al final de cada ronda un enano de cada turno pasaría al siguiente y así todos se irían conociendo, Garamil y su hermano refunfuñaron un poco pero al final lo acabaron entendiendo. Por otra lado durante las noches alrededor de la hoguera contribuyó a las canciones e historias que narraba Khazdor.

--Esta me la enseño un viejo capataz, dijo que e la enseñó su abuelo. Un viejo recuerdo de las minas de Moria en los primeros ataques de orcos, los mineros usaron dos ruedas de piedra con una viga central repleta de cuchillas y la empujaban pendiente abajo en los tuneles para controlar los contraataques. Ejem, eje, dice así...--el enano se aclaro la voz y entonó con solemnidad.-¡El pasillo es bajo, el tunel estrecho, corre trasgo corre o quedaras maltrecho!Les cantaban eso mientras les perseguían túnel abajo jojojo- terminó con una abrupta risotada y repartió un poco de estofado caliente a todos, aunque no era muy buen cocinero la comida caliente siempre era de agradecer cerca de las montañas.

Gracias a su experiencia y al vigor que le conferían las piedras era el primero en levantarse y el ultimo en dormirse, si alguien debía cuidar de su pueblo ese era el Custodio del Camino.

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Llegaron pronto al enclave del río, aún si saber que dirección tomar decidieron explorar la zona. Tras las ordenes de Gimli asintió con la cabeza a Dôlill en la dirección que se les asignaba. Antes de separarse mucho Tolgur le rascó la cabeza al cuervo en su hombro y lo dejo libre mientras se embrazaba el escudo de forma adecuada- Flanco derecho Dôlill, Sul ghelekh barkûr ra turg (Todo está bien si tienes tu hacha y tu barba).Mantengamos los ojos abiertos.- se puso en guardia mientras recorrían la zona en esperas de algún problema dado el silencio reinante                        

Stilgur sujeto el escudo.

- ¡Muro de escudos!

He soltado el cuervo para que sobrevuele la zona desde lejos y me avise si hay problemas.El será mis ojos en el aire

Cuando volvíamos, escuchamos unos gritos de nuestros compañeros que gritaban "EMBOSCADA" varias veces y nuestras alarmas saltaron, "Tolgur, ¿has escuchado eso?! ¿NOS ESTÁN ATACANDO? empuña el hacha amigo..." saqué la lanza, el escudo y empecé a correr hacia la posición de mis compañeros

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Cuando llegamos muchos estaban en posiciones defensivas en el medio del camino... por lo que aumenté aún más la velocidad para pegarme rápido al muro, "Tolgur no va lejos de mi, llega en breves..." pensé 

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Cuando llegué, me frené a bastante velocidad con Stilgur que gritaba "MURO DE ESCUDOS" que a su vez y se desplazaba del testarazo varios paso para el otro lado..."QUIEN NOS ATACA STILGUR?!" alcé la voz alterado y levantando el escudo. Miré por un lateral para observar por mi mismo que pasaba y al menos localizaba de donde venían o cuantos eran.

Garamil y Gwalin parecieron escuchar algo. Susurraron advertencias y prepararon sus armas. Hice un gesto al resto de la compañía para que detuviera inmediatamente su marcha y se pusiera en estado de máxima alerta.

Tome mi gran escudo, que colgaba de mi espalda, y empuñé mi hacha. Usando señas dejé en claro que debíamos juntarnos, permanecer a distancia de escudo, y prepararnos para un potencial ataque enemigo. La emboscada se cernía sobre nosotros...

-¿Qué sucede? -susurré a Garamil por lo bajo, tras aproximarme lentamente.