Partida Rol por web

Scott dejó escapar una sonora maldición cuando advirtió que el correo electrónico de Frank Riley figuraba entre los destinatarios de Millie McCoy. Lo sabía. Joder, Riley estaba al tanto de todo lo que le preguntara a sus compañeros del círculo literario. Le tenía más cogido de las pelotas de lo que hubiera podido creer. Y, para colmo..., ¿estaban pidiéndole que obtuviera el grimorio de Alan Rumsfeld y evitara que se convirtiera en una prueba del caso? ¿Para qué necesitaba Riley un libro de magia de culto herético? Bennet se cubrió la boca con una mano mientras aún miraba el correo electrónico de Riley con evidente pavor. ¿Cuánto más sabía el fiscal? ¿Hasta dónde podía llegar? Si obtenía aquel grimorio para Riley, ¿qué consecuencias provocaría?

Empezaba a estar agotado físicamente, aunque su mente no dejaba ahora de batallar, pensando en si debía hacer lo correcto o, por el contrario, debía llegar hasta Rumsfeld antes que nadie y apoderarse del grimorio.

Incapaz de pensar por sí mismo y como si el espíritu de Max Jordan le hubiera poseído, se aproximó hasta el minibar de la habitación y echó se sirvió un vaso de whisky. Después, un segundo vaso hasta que empezó a notar que los efectos del alcohol se sumaban a los de su cansancio. A duras penas, se desvistió y decidió tenderse a dormir sobre la cama, decidido a intentar reposar la mente.

 Jordan no esperaba que aquel guardia de seguridad fuera un tipo con muchas luces, sino más bien un matón más de la organización de Rumsfeld. Pero el hombre demostró saber crearse una coartada. Una fácilmente desmontable por un buen fiscal, pero una que evitaría que pudiese avanzar mucho más. El deseo del veterano detective de poder avanzar con la investigación se veía trabado por la falta de colaboración de un montón de religiosos derrotados pero obstinados. Y lo peor es que podía comenzar a escuchar alboroto en la otra habitación. No tenía mucho tiempo.

 Golpea la mesa con sus manos mientras se levanta de la silla.

- ¡¿Nada que ver con la gente de la cabaña?! Y si ahora mismo te inspecciono, ¿no voy a encontrar un puto crucifico de rayas cruzadas? ¡¿El mismo colgante que tienen todos los miembros?! Mortimer, Redbear... sabes que ellos han comenzado a hablar, ¿no? Y las cosas que se han dicho... puff, no tienes idea.

 Jordan podía dar fe de que Mortimer ya estaba hablando, incluso aunque dijera mentiras. De Redbear todavía no había podido averiguar nada, y quería hablar con él en algún momento. Pero ahora lo importante era hacerle sentir al Oggie que él era el último con el que estaban hablando. Y que se habían dicho cosas de él.

 El detective comenzó a hablar en un tono más tranquilo. Pero con la mirada fija en el sospechoso.

- Tu decides, Teaspoon, pero el tiempo se te acorta. Seguramente, para cuando ya llegue tu abogado, otro de los sospechosos que tenemos aquí ya habrá llegado a la conclusión de que lo mejor es darnos lo que queremos... ¿por qué no lo haces tu primero? Si no quieres pasar el resto de tu vida tras las rejas... dime. donde mierda. esta Rumsfeld. Créeme que valdrá la pena.

La sargento Moira Greenwrim y el agente especial Jordan DeFuss luchaban contra el sueño sentados en la mesa de la acogedora cafetería cercana a la oficina del sheriff. Era temprano por la mañana y no había casi ningún cliente; además se habían asegurado de sentarse en una de las mesas más alejadas del establecimiento.

El veterano agente federal había alabado el sabor del café a la curvilínea camarera afroamericana que les había servido, mientras Moira guardaba silencio y bebía el suyo contemplando el ir y venir de los lugareños por la calle.

El sheriff Taylor no había sido invitado. Su mirada de resignación y su característica mueca de dolor no habían bastado para hacer cambiar de opinión a los investigadores que necesitaban la mayor confidencialidad posible para la puesta en común de sus averiguaciones.

Tim Mortimer y Oggie Teaspoon habían confesado. Bueno, al menos habían dado alguna información acerca del posible paradero de Alan Rumsfeld, algo que les permitía organizarse de nuevo y volver a la carga.

Teaspoon había dicho que el reverendo podía estar escondido en su casa, al lado de su iglesia en Smithland, aunque Moira dudaba mucho de que Rumsfeld hubiera regresado allí, dado que McKnight andaba tras sus pasos para desollarlo vivo. Como alternativa había dicho que era posible que estuviera en los bungalows de Tim Mortimer, junto a otros dos miembros del culto: Jessica Heldal, una empresaria del norte, una yanqui en sus propias palabras y Peter Mansfield, el abogado neoyorquino que Mortimer quería que llamaran para que le defendiera.

El hostelero coincidió con el testimonio del guardia de seguridad, pero añadió un par de localizaciones más: la vivienda de Peggy Slater, secretaria del sheriff Smith que vivía en una casa solitaria en la carretera de Smithland o la de Susan Delacroix, trabajadora de correos en Jefferson.

Curiosamente ninguno de los dos había mencionado la posibilidad de que el reverendo estuviera con su adepto más poderoso, el alcalde Ralph Fallon o que hubiera huido al pantano, donde Dutch Redbear.

No sabes que necesitas una gran dosis de café hasta que realmente llega el momento.

Una taza bien cargada sin azúcar, queriendo notar el sabor amargo descender por su garganta y despertando los pocos sentidos que le quedaban todavía activos debido al agotamiento. Había sacado algo de información por parte de Mortimer pero no la suficiente, viendo que la lista de lugares donde podía estar Rumsfeld era tan grande que posiblemente les sacaría más de un día verificar todas. Se moverá.

Bien, ¿por dónde empezamos? – Miró directamente a Adele, esperando su respuesta.- Varios lugares, poco tiempo. Si vamos todo a uno, se avisarán entre ellos para mover a Rumsfeld.

-¿Cuál es su opinión respecto a Slater, agente Greenwrim? ¿Cree que pudiera ser íntima de Rumsfeld?- Preguntó Adele, removiendo el azúcar en su café. Se tomó un momento, y continuó. -Pondré al equipo a investigar sobre estas cuatro personas: Heldal, Mansfield, Slater, y Delacroix. Creo que no debemos separarnos de forma individual, por lo que o hacemos dos equipos y elegimos dos locaciones, o cada uno de nosotros va con un agente de refuerzo. Escucho opiniones, pero mi decisión será final. Considero que vayamos de dos en dos, y que nos dirijamos a la casa de Slater y al hotel de Mortimer.-

Alzó una ceja ante la pregunta de Adele mostrando una evidente confusión. 

Que es una beata intensa.- Ella apenas había tenido relación con Peggy más allá de presionarla para obtener información y que posteriormente la llamara ramera.- Ni idea si tiene relación con Rumsfeld, pero tampoco me sorprendería.

-El símbolo que llevaba Dutch Redbear era un amuleto de protección -les reveló Bennet a sus compañeros, sabiendo que Lewis quería saber aquello-. No es el mismo símbolo, aunque todo apunta a que Rumsfeld conocía bien estos símbolos heréticos...

Prefirió no decir nada acerca del grimorio que poseía Rumsfeld. Estaba plenamente decidido a hacerse con él para entregárselo a Riley en cuanto tuviera acceso a él.

-No creo que Rumsfeld se esconda donde Slater, aunque tampoco podemos descartarlo -opinó Bennet, sabiendo que si Slater era una feligresa de Rumsfeld, podía ser cercana a él. No obstante, pensándolo fríamente, Bennet consideraba que si él fuera Alan Rumsfeld no estaría escondido en el sótano de una secretaria beata, sino que apuntaría a lo más alto, al lugar en el que podía encontrarse más protegido. Y ahí entraba el alcalde-. Creo que Rumsfeld tiene todas las papeletas para estar escondido en casa del alcalde Fallon. Es alguien lo suficientemente poderoso como para que nadie se plantee entrar en su casa sin una orden de registro. Mortimer es otra opción, pero si Rumsfeld ya sabe de la detención de su amigo... Es posible que se haya marchado o esté en proceso de ello.

 DeFuss ya se había bajado un par de cafés negros para cuando Bennet y Lewis se reunieron con ellos. El detective prefirió no entrar en detalles respecto a lo sucedido en las interrogaciones. Estaba contento con los resultados, incluso si algún sospechoso había tenido un ataque de pánico. Percances de un trabajo bien hecho. Lo importante era determinar si lo que les habían dicho era útil para localizar de una vez por todas a Rumsfeld.

- Mmm, si tuviera que ir por instinto... coincido con Bennet. El alcalde es el único miembro del culto al que no han nombrado ni Mortimer ni Teaspoon. Incluso en el estado de nervios que estaban los dos, son lo suficientemente ladinos como para evitar nombrar al encubridor. Y también lo bastante idiotas como para no darse cuenta de que no nombrarlo es peor que hacerlo...

  Terminó su tercer café, dejándolo sobre la mesa y alejando la taza de su vista. El hombre estaba recostado en la silla, con las ojeras de un mapache y la espalda encorvada como un adolescente rebelde. No iba a decirlo, pero tenía un cansancio intenso. Seguramente como todos los demás, aunque el factor de la edad y su tobillo lastimado agraviaban la situación.

- Lo que si hay que tener en cuenta es que equivocarnos en este momento puede significar no volver a ver a Rumsfeld. El hombre tiene demasiados aliados libres para que le ayuden y al mismo demasiada gente que le quiere muerto. Antes de que nos demos cuenta, no estará más en el estado. Vamos a intentar cubrir la mayor cantidad de terreno, pero... así como cuando di con la cabaña, vamos a necesitar un poco de suerte.

-Me parece que todos tenemos claro lo que está en juego, DeFuss, aunque gracias por recalcarlo.- Lewis miró a su compañero de agencia y color, antes de volver a hablar a todos. -Justo por eso, ir directamente con Fallon sin estar seguros de que vaya a estar allí, aún de conseguir una orden, sin tener ninguna prueba, puede ser una jugada tan arriesgada como peligrosa que nos pondrá la soga al cuello.-

Bebió de su café. -Pondremos un equipo de vigilancia en las locaciones que no tengamos claras. Averigüemos cuántas propiedades están a nombre de Fallon. Me parece que al hombre le gusta pescar, busquemos casas cerca de lagos, para vacacionar. Igualmente, equipos de vigilancia en las locaciones a las que no vayamos. Mi idea sigue siendo firme, Slater y Mortimer primero. Si queréis iniciar con Fallon, dadme pruebas suficientes para acusarlo.-

No creo que esté con Fallon.- Por supuesto era una corazonada, no había nada que lo sostuviera.- Hemos presionado lo suficiente a lo sospechosos como para que canten y no han dicho su nombre... No, no creo que se haya escondido ahí. 

Me pido buscar donde Mortimer.- No le apetecía volver a encontrarse con la beata.- ¿Vamos? 

-No digo que nos tiremos directamente a por Fallon -indicó, sabiendo que se jugaban mucho yendo a por el alcalde-, pero si alguien necesita protección, optará siempre quien más puede proporcionársela, y ese es el alcalde Fallon. Nadie en su sano juicio tomaría medidas contra él ni pediría una orden de registro para examinar su casa. Taylor no movería un dedo, y sabemos que Smith tampoco. Deberíamos averiguar qué propiedades posee el alcalde Fallon e ir descartando.

Para Bennet no tenía sentido lo que decía Greenwrim sobre la presión que habían hecho a los feligreses detenidos.

-¿Hasta qué punto les habéis presionado? ¿Es Mortimer quien se ha derrumbado? -preguntó, arqueando una ceja. De los cuatro, estaba claro que Mortimer era la mente pensante y Dutch y Carter el músculo-. Esta gente no es estúpida. Harán todo lo posible por proteger a Rumsfeld. No creo que proporcionasen una pista que seguir. Aunque también creo que Mortimer es muy cercano a Rumsfeld. Un registro de sus propiedades puede arrojarnos mucha luz, por lo que si hay que empezar a organizarnos, yo también me pido ir a buscar donde Mortimer.

 Jordan asintió a las palabras de Lewis, mirándola con respeto aunque con cansancio. No sabía si el "gracias por recalcarlo" había sido dicho con algo de sorna o irritación o simplemente buena intención. Ella también debía estar cansada y con los ánimos cambiantes. A estas alturas, era poco importante. Pero cuando estabas más de un día sin dormir, comenzabas a analizar cualquier cosa que se te posara en la mente.

 Jordan volvió a la realidad, analizando luego lo que decían los dos jóvenes rangers. Casi un opuesto entre ellos.

- Diría que los hemos presionado bastante. Ambos han hablado y dado posibles lugares de escondite. Teaspoon, el guardia, quedó muy caído de ánimos luego de que le hice creer que sus compañeros pensaban en traicionar al grupo. Y Mortimer tuvo un ataque de nervios importante con Moira. Cuando salí de la sala de interrogación con Teaspoon, pude ver la camilla y los médicos. No digo que me gusta que las interrogaciones terminen así, pero ha servido de algo. Fue un buen trabajo...

 El veterano detective miró un momento a Greenwrim y casi esboza una sonrisa, aunque rápidamente la disimuló. Haber encontrado al niño y tener a esos cuatro delincuentes nerviosos y acorralados era un pequeño incremento en la moral.

- Ahora mismo no sabemos si el hecho de que los sospechosos no hayan nombrado a Fallon indica algo sobre el alcalde. Lo importante es que tenemos lugares que investigar y gente con la que hablar. Todavía no hemos podido darnos el tiempo de interrogar a Readbear y Carter. Y ahora que se ha dado toda esa tormenta con Mortimer y Teaspoon... bueno, pueden ser interrogaciones interesantes, Lewis. Pero si crees que tenemos que enfocarnos en las localizaciones, nos dedicamos a eso enteramente.

Bennet no tenía idea de cómo habían ido los interrogatorios, por lo que las palabras de Jordan fueron de cierta utilidad para hacerse una idea de cómo se había desenvuelto la situación con los detenidos.

-Mortimer es el más cercano a Rumsfeld de los cuatro. Si ha tenido un ataque de nervios con Greenwrim... puede que sea una buena señal -apostó el ranger, asintiendo. Además, parecía que Teaspoon también se había mostrado afectado y, tal y como él lo veía, aquel hombre era el que más fácilmente podía soltarse de la lengua y revelar lo que sabían-. Creo que deberíamos tratar de interrogar también a Redbear y Carter antes de lanzarnos a la búsqueda. Sus testimonios podrían ser claves y no os negaré que quiero interrogar a Redbear. Pero usted decide lo que vamos a priorizar, Lewis -indicó, dejando que fuera la federal quien decidiera-. Slater, Mortimer y los interrogatorios de Redbear y Carter... ¿Cómo nos organizamos?

Luego de escucharlos, asintió primero en dirección de Moira. -De acuerdo, los Ranger irán a la posada de Mortimer, nosotros a ver a Peggy.- Dijo hacia DeFuss poniéndose de pie. Miro a los dos hombres, y negó con la cabeza. -No más interrogaciones de momento. Tim Mortimer es una especie de mano derecha, si él no ha dicho nada más, es más que probable que Carter sepa incluso menos. En cuanto a Redbear, está lidiando con los agujeros de bala y está sedado. Ya un sospechoso ha sido secuestrado del hospital para ser interrogado.- Sin mirar a Greenwrim, sus cejas se alzaron significativamente. -No vamos a repetirlo. Esas interrogaciones las podemos hacer cuando ya tengamos a Rumsfeld en nuestras manos.-

Sacó su teléfono móvil, con la intención de llamar al equipo para que comenzaran los turnos de vigilancia en Fallon y las otras locaciones mencionadas. -Los veo afuera en cinco minutos, agentes.- Dijo, saliendo del local.

Los sargentos Greenwrim y Bennet llegaron a los bungalows de Tim Mortimer en Uncertain cuando el calor y la humedad comenzaban a enseñorearse del pantano.

Fuera de las instalaciones había un par de coches de miembros de la vigilancia del FBI, pero sus ocupantes habían decidido refugiarse dentro del mismo hotel para no perecer abrasados dentro de los vehículos.

Los dos rangers cruzaron algunas palabras con los cuatro agentes del Bureau en la cafetería, donde les informaron de que no había ninguna novedad. Habían estado monitoreando las cámaras y recorriendo los alrededores con resultado negativo.

Los empleados de Mortimer colaboraron sin reparos y repitieron a los dos policías tejanos lo mismo que habían declarado ante los federales: que su jefe llevaba al menos un día ausente del trabajo y que dos de los huéspedes, Jessica Heldal y Peter Mansfield habían abandonado el hotel de madrugada, juntos y sin dar explicaciones.

Ambos figuraban en la lista de miembros de la iglesia de Alan Rumsfeld y el segundo era el abogado que Mortimer había solicitado para su defensa; de manera que Moira y Scott procedieron a registrar minuciosamente sus habitaciones, sin encontrar nada relevante.

Advirtieron de todo a sus compañeros Lewis y DeFuss y estaban a punto de regresar a Jefferson cuando, al pasar cerca de la oficina del director, Moira se detuvo de repente, al sentir cómo un escalofrío le recorría la espalda.

La puerta del despacho, uno de esos que tenía la típica ventana que daba a recepción cegada con una persiana de lamas metálicas, estaba ligeramente entornada...

El corto trayecto hasta la casa de Peggy Slater en la carretera de Smithland transcurrió en silencio. El sol ardía en el cielo creando ondulaciones espejadas en el asfalto.

La vivienda se hallaba tras un recodo del camino principal. Una construcción modesta pero cuidada. Rodeada de la lujuriosa vegetación del bayou.

Solamente había aparcado un vehículo cerca de la casa, un sedán anodino que pertenecía a Peggy Slater según la información que poseían los agentes.

La vivienda y los alrededores permanecían en un ominoso silencio.

“Ninguna novedad” parecía ser la palabra clave en los Bungalows, algo que la ranger dudaba en demasía.

Tim Mortimer era uno de los más cercanos a Rumsfeld y en ese lugar habían ocurrido demasiadas cosas como para que no hubiera “ninguna novedad”, queriendo verificar ella misma esa respuesta. Preguntó a los encargados de las cámaras, pidió incluso un visualizado rápido o habló con los empleados, sorprendiéndose de que todo estuviera en regla. No, es imposible. Lo único extraño eran los huéspedes que habían abandonado rápido el lugar, pero sus habitaciones dieron el mismo resultado. Ninguna novedad.

A pesar de que era buena señal no tener nada, comenzaba a frustrarse. Por su bien necesitaba encontrar cualquier indicio ya fuera verbal o material que pudieran usar, pudiendo estar dando más y más vueltas hasta encontrar lo que buscaba… hasta que lo sintió.

Sus pasos se detuvo frente a una puerta con la placa de “director” en un lateral. Era una extraña sensación de peligro, una temperatura calurosa que había descendido sin sentido aparente.

Bennet.- Señaló con un golpe de cabeza hacia la puerta mientras acercaba su mano a la pistola del cinto, buscando un poco de seguridad.- Detrás de mí.- Esperó a que su compañero se apartara para tomar el pomo con la mano libre y girarlo lentamente, queriendo saber de dónde procedía ese mal augurio.