Partida Rol por web

Había estado muy, muy cerca de perder la vida, Lewis estaba completamente consciente de ello. Sin embargo, había funcionado y eso era lo que contaba. -Ya estoy vieja para esto...- Dijo de todos modos, ahora que la adrenalina desaparecía comenzando a sentir en los músculos las consecuencias de la tensión en la que había estado. Observó cómo retiraban a Slater de la escena, negando con la cabeza. ¿Que clase de lavado cerebral les habría aplicado Rumsfeld a sus feligreses? Le costaba creer que simplemente un loco psicópata había logrado reunir tantos locos psicópatas como él bajo una misma "iglesia". Luego, claro, se acordaba que estaba en el Sur.

Todos los putos blancos son psicópatas.

-Buen trabajo, Jordan.- Dijo la mujer, poniendo su mano sobre el antebrazo de su compañero de equipo. Se dio cuenta que le había llamado por el nombre, y hubo un resquemor en su interior. Le había salido tan natural llamarle así... Estúpido Max. No había tiempo que perder, pues algo nuevo estaba pasando. ¿Cántico? Y esos gritos... Adele sacó el arma y se dispuso a avanzar por la casa en busca de la fuente de aquellos sonidos. ¿Acaso habrían secuestrado a alguien más además del pequeño Benjamín?

Guardó su arma sin prestar atención a sus comentarios, aunque apretaba expresamente más las esposas no para su disfrute personal, sino para que saliera esa extraña faceta de la que parecía una “inocente víctima”.

Todo lo que digas puede ser usado en tu contra, así que yo que tú cerraría la puta boca.- No tuvo especial cuidado en agarrarla del brazo y conducirla por la sala, tirando de ella con fuerza. Después de intentar atacarnos, ten cojones de alegar brutalidad.- Vámonos Bennet, no tenemos nada más que hacer aquí.

Iba a llevársela a la comisaría y si podían interrogarla, saber qué hacía allí. Pero por ahora tenía que reunirse con el resto.

Scott no pudo evitar mostrar su sorpresa cuando notó el cambio radical de Delacroix una vez que había sido inmovilizada. Daba la impresión de que, más allá de la frustración de haber sido descubierta y capturada, aquella mujer estaba disfrutando un poco de la situación.

-Llevémosla a comisaría -le dijo el ranger a su compañera. Iba a ser sin duda divertido ver qué cara se le quedaba al sheriff Smith después de ver que habían arrestado a aquella empleada de correos con la que Smith parecía haber tenido algún tipo de relación-. Aunque antes de marcharnos, deberíamos asegurarnos de que estas pruebas están a buen recaudo -dijo, refiriéndose a las prendas de Theresa O'Hara que habían encontrado.

Bennet indicó a los agentes federales que se ocuparan de tomar aquellas prendas como prueba y que pusieran al tanto a DeFuss y Lewis acerca del hallazgo que habían encontrado. Difícilmente podría ya Tim Mortimer continuar con la coartada de que había secuestrado a Benjamin McKnight con intención de que sus padres pagasen un buen rescate. Tras hablar con los agentes, Scott se dispuso a llevar junto a Greenwrim a la detenida a la comisaría.

 La escena se había amenizado, por lo menos momentáneamente. La figura amenazante de Peggy Slater con su arma ya fue sacada del medio y los dos agentes podían enfocarse en revisar la casa ahora que no hacía falta tener una orden de allanamiento. La alocada idea de Lewis había funcionado, pero el coste que podría haber tenido esa maniobra era increíble. Además, si Adele se sentía vieja para todo aquello, que le quedaba a Jordan.

- ¿Qué demonios tienes en la cabeza, mujer? Casi te comes una bala en toda la cara... mierda, y pensaba que la más alocada del grupo era Greenwrim. Pero decirle puta a una loca sureña con arma... Dios, necesito un puto cafe...

 El detective no parecía enfadado, pero definitivamente estaba irritado por la decisión errática de su compañera. Sin embargo, no hubo más tiempo para reproches. Unos extraños gritos comenzaron a provenir del interior de la casa, lo que hicieron que DeFuss desenfundara su arma y siguiese a Lewis avanzando hacia el interior. En profundo silencio.

Los agentes del FBI localizaron con relativa facilidad el origen de los cánticos y de las voces. Procedían detrás de la puerta de una de las escasas habitaciones de aquella modesta vivienda de una sola planta.

Ambos se aproximaron en silencio y con las armas desenfundadas a dicha habitación y apenas habían alcanzado el umbral cuando oyeron un alarido que ponía la piel de gallina y fuerte un golpe contundente, ambos provenientes del interior.

Los dos rangers conducían camino de la ciudad de Marshall, para encerrar a Susan Delacroix en las mismas dependencias donde ya se hallaban Tim Mortimer y los otros. El calor resultaba era insoportable a esas horas y el cielo se estaba volviendo plomizo.

La radio crujió y emitió un mensaje de la patrulla del FBI que acompañaba a los agentes especiales Lewis y DeFuss:

A todas las unidades. Tiroteo en la Carretera de Uncertain, km…

Sin duda se trataba de la dirección de Peggy Slater, la secretaria del sheriff Smith, adonde se habían desplazado sus dos compañeros en busca del reverendo Rumsfeld…

Al escuchar el mensaje de la patrulla del FBI, Bennet se temió lo peor. Lewis y DeFuss habían acudido a la vivienda de Peggy Slater y, a la vista de aquel aviso de la patrulla, todo indicaba que la situación había sido mucho más problemática de lo que cabía esperar. ¿Tal vez habían dado con Rumsfeld, cobijándose en el hogar de la secretaria de Smith?

Pensando en aquella posibilidad, el ranger no pudo evitar pensar que, si Rumsfeld estaba escondiéndose en la casa de Slater, lo normal era que el grimorio también se encontrase allí. Y para Bennet al menos aquel libro era prácticamente tan importante como resolver el caso.

-No podemos dejar tirados a los federales sin saber la gravedad de lo que está sucediendo. Pueden necesitar nuestra ayuda -le advirtió a Greenwrim, con gravedad. Si bien sabía que su compañera no tenía buena relación con los agentes del FBI después de su actuación con el traslado de Seymour Blackman, esperaba que no pusiese impedimentos ahora-. Tomamos un desvío a Smithland para ayudarles -decidió Bennet, sin dudarlo-. Ya habrá tiempo después de interrogar a Delacroix -indicó, mientras intentaba pisar a fondo el acelerador para llegar cuanto antes.

Las palabras de DeFuss habrían dado para iniciar una acalorada discusión entre ambos agentes, algo que dependiendo de como acabara podría dar paso a una relación más cercana entre ambos. ¡Cuántas veces no habían discutido Max y Adele, y que bien habían funcionado los años en que estuvieron como equipo! Claro, que compararla con Greenwrim no le había gustado... Sin embargo, aquellos cánticos, y luego aquel alarido que heló la sangre de la agente del FBI era suficiente para dejar cualquier conversación para otro momento.

-¡Cúbreme!- Dijo la mujer antes de ponerse frente a la puerta, sosteniendo con la mano derecha el arma y con la izquierda puesta en el pomo para girarla, esperando que estuviera abierta y no que tuvieran que abrirla a patadas, porque ya bastante esfuerzo físico se había gastado sobreviviendo a una loca armada...

 DeFuss sintió una fuerte conmoción emocional cuando escucho tan fuerte griterío detrás de aquella puerta. Incluso para un tipo tan parco y experimentado como él, había cosas que todavía lograban sacarlo de lugar y dejarlo consternado. Durante unos segundos sintió incluso un pequeño temblor en sus rodillas, como quien avecinara que se venía una fuerte tormenta (en este caso, en sentido figurado). Pero el detective logró recuperarse en su mayor parte para cuando su compañera pidió su asistencia cuando estaba a punto de abrir la puerta.

- S-Si... te cubro...

Ahora quedaba lo más “fácil”, regresar a la comisaría e interrogar a la sospechosa para poder tener nuevas piezas del puzle que les ayudara a encontrar la respuesta pero, ¿realmente todo iba a ser tan sencillo? La respuesta se la dio el crujido de la radio, prestando atención al mensaje mientras entrecerraba los párpados.

Vamos.- No podían dejar sola a Susan pero tampoco abandonar a sus compañeros. Hubiera rencillas con el FBI o no, sabía que la muerte de los federales sólo supondría a una piedra más grande en el camino… Por no decir una verdadera montaña.- Písale Bennet.- Se aseguró de abrocharse el cinturón a medida que la velocidad aumentaba, observando también de vez en cuando a través del retrovisor a la detenida. No necesito estar en la comisaría para interrogarte.

Los dos agentes del FBI encararon la puerta de la habitación con sus armas desenfundadas y atentos a cualquier amenaza. Pero quizás no estaban preparados para lo que habían encontrado dentro.

En mitad del suelo despejado del cuarto en penumbras, cuyos muebles se habían retirado hacia las paredes, se encontraban de rodillas el reverendo Alan Rumsfeld, una mujer atractiva que pasaba la cincuentena y un hombre de edad parecida y también de aspecto físico agradable. Los tres en actitud orante, rezando en un idioma que parecía latín.

Ante ellos estaban colocadas cuatro figuras de arcilla de aspecto humano, modeladas con mayor o menor habilidad. Las cuatro miraban hacia los tres arrodillados pero una de ellas había sido aplastada hasta hacerla apenas reconocible.

Jordan DeFuss no necesitó ni un segundo más para reconocer lo que estaba sucediendo y un terror supersticioso se apoderó de él, a pesar de su legendario aplomo. De inmediato comenzó a sentir un dolor agudo en sus entrañas, tan fuerte que apenas podía respirar.

Los tres arrodillados también se sorprendieron al ver a los agentes. La mujer trató de ponerse en pie y la agente Lewis, por un momento, creyó que la perdía de vista, como si se desvaneciera ante sus propios ojos. Pero, de repente, el reverendo Rumsfeld comenzó a gritar como un poseso, profiriendo insultos y blasfemias terribles y alzó ambos brazos hacia el techo con rabia.

El sargento Scott Bennet pisaba a fondo el acelerador, aprovechando los tramos rectos y el efecto que causaban las sirenas de su coche y de la escolta del FBI para adelantar a los vehículos, sobre todo camiones, que circulaban por aquel ramal que conectaba a Uncertain con Smithland. Su mirada estaba completamente concentrada en la carretera, sin prestar atención a nada más. Estaba completamente seguro de que llegarían a tiempo.

Moira Greenwrim, por su parte, vigilaba a la detenida que le devolvía la mirada a través del retrovisor.

—¿Te gusta lo que ves? —dijo de repente—. A mí sí me gustas tú, pelirroja. Tu piel debe ser blanca como la leche, cubierta de pecas…, humm. Cualquier golpe o marca se vuelve exquisitamente roja al momento…, joder, me pones realmente cachonda —provocó a la ranger moviéndose lascivamente en el asiento, todo lo que le permitían los grilletes—. Me encantaría azotar tus carnes pecadoras… Oírte suplicar que pare, como suplicaban los pequeños…

Scott Bennet intentaba conducir a toda velocidad para llegar a tiempo. No solo por apoyar a los federales durante el tiroteo, sino también para hacerse con el grimorio que probablemente guardaba Rumsfeld celosamente. Para Bennet, el grimorio era ahora su prioridad por encima de todo, por lo que si estaba en casa de Slater, haría lo posible por hacerlo desaparecer.

Escuchó las provocaciones de Delacroix a su compañera Greenwrim. Carraspeó. Al menos parecía que a la feligresa de Rumsfeld le atraían las mujeres, o eso era una provocadora nata. Sabía que, tal y como estaban las circunstancias, Greenwrim no iba a aguantar mucho a la empleada de correos.

-Diría que te ha salido una admiradora, Greenwrim. Lástima que va a ir derechita a vestir de naranja... -indicó Bennet, en tono más bien cínico, mientras mantenía los ojos posados en la carretera.

 Aquella retorcida y bizarra imagen dejó perplejo al veterano detective, que en todos sus años de trabajo como agente no se había encontrado con algo tan turbio como aquello. Los responsables de una intensa masacre de niños, gritando y rezando en frente de amorfas figuras de arcilla. Era todo tan... punzantemente loco. Sentía que le daba vueltas la cabeza, como si hubiese entrado a un manicomio y no supiese dónde estaba la salida.

 Jordan dio un paso para atrás, sintiendo como se le revolvía el estómago y unas profundas ganas de vomitar le agobiaban la garganta.

- Ugh...

 Sin embargo, quizá por pura fuerza de voluntad propia de un agente de puro servicio y responsabilidad, el hombre se obligó a si mismo a retomar terreno y avanzar hacia el interior del lugar con seguridad. No iba a dejar que tres dementes gritones le hicieran mearse los pantalones. Ya estaba demasiado grande para eso.

 Sacando las esposas de su cinturón y mostrándoselas a los tres beatos, mientras que con la otra mano mantenía firme agarre de su arma reglamentaria, Jordan intenta tomar control de la situación.

- ¡DEJA DE GRITAR, RUMSFELD! ¡Se acabó todo, para de una vez!

Rodó los ojos a medida que Susan hablaba, un cansancio que se superponía a sus provocaciones.- Te la regalo.- Susurró a su compañero mientras apretó el puente de la nariz con un pellizco, usando dos dedos. ¿Hay alguien con un mínimo de cordura en este puto lugar?

Un pensamiento fugaz pasó por su cabeza, y era lo bien que encajaban Susan y Bush. Tal para cual. Una pareja nacida entre las cenizas del húmedo calor del condado y que parecían tener una especie de fijación en la ranger… Estaba deseando terminar el caso y olvidarse de ellos. Todos ellos.

Cuando Susan Delacroix se percató de que sus provocaciones no perturbaban a ninguno de los dos agentes se recompuso en el asiento trasero y se sumió en un incómodo silencio.

Los kilómetros quedaban atrás rápidamente y Smithland estaba cada vez más cerca.

Entonces, la detenida intervino de nuevo:

—Cuando los mil años se cumplan, Satanás será liberado de su prisión, y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la batalla final... Solo los elegidos del Señor gozamos de la fuerza y del valor suficientes para derrotarlos a él y a sus obras…

Al poco de terminar, un olor pungente se extendió por el recalentado interior del vehículo. Susan Delacroix se había orinado encima y sobre toda la tapicería del asiento trasero, llegando el líquido infecto a las alfombrillas del suelo.

En el rostro de la mujer podía leerse una gran expresión de triunfo.