Partida Rol por web

Una enfermera afroamericana, grandota y de gesto amable, agarró a Moira con suave firmeza para obligarla a tumbarse de nuevo en la cama.

—No, no, no, cielo... No hagas eso. Si te da un mareo acabarás por los suelos. Quédate aquí tranquila. Hemos llamado a la doctora para que te examine.

La joven notó las primeras señales de vértigo y náuseas justo cuando la enfermera empujaba sus hombros hacia el colchón. Se notaba con fuerzas a pesar de los dolores pero los efectos secundarios de los sedantes hacían bailar su cabeza como en una mala borrachera. Obedecer al personal sanitario parecía lo más sensato.

—Estás desorientada, querida —continuó la enfermera—. Es normal. Te encuentras ingresada en el hospital del condado de Marion. Tu compañero te trajo a urgencias hace unas pocas horas, inconsciente y con muy mal aspecto. Parecía imposible que abrieras los ojos en un buen tiempo y ¡mírate! Eres una campeona, mi niña —concluyó con una nueva sonrisa maternal.

Moira vio sus efectos personales metidos en bolsitas sobre una mesilla y, entre ellos su placa y su móvil. No le sorprendió mucho la meticulosidad de su compañero Scott que había elegido llevarle su identificación y un medio de comunicación antes que su ropa...

Intentó hacer uso de su fuerza para luchar contra el agarre de la enfermera, pero en comparación con la afroamericana Moira sólo era un papel que sólo pudo morderse el labio inferior mientras soltaba un gruñido, dejándose caer de nuevo en la cama. Pensó en volver a levantarse, pero el suelo parecía alejarse de su posición y los pendientes de la mujer dar vueltas en espiral, teniendo que cerrar los ojos ante el incesable mareo que sentía.

Controló el sabor de la bilis ascendiendo por su garganta a base de tomar aire y apoyar con una leve suavidad su cabeza en la almohada, dejando mientras tanto que el resto de personas que hubieran entrado hablaran de fondo. Procesaba la información que le daban aunque había tantas preguntas que hacer que ni siquiera sabía por dónde empezar, ¿había sido un golpe de calor? ¿Tal vez alguien con poder quería cortar la investigación eliminándolos?

Por primera vez desde que había despertado optó por abrir lentamente los párpados para buscar a cualquiera de sus compañeros, sintiendo una pizca de dolor al comprobar que ninguno se había quedado. Era un sentimiento inútil y fútil, pero igualmente dolía.

¿Qué hora es? – Ladeó la cabeza para ver la luz que había a través de la ventana, como si fuera alguna especie de boyscoutt que pudiera calcular así las horas del día. Sin embargo en ese recorrido encontró sus cosas sobre la mesita metidos en una bolsa, como si de un cadáver con sus pertenencias fuese.

Pasados los segundos se incorporó sobre la cama pero en esta ocasión con más cuidado, dejando incluso que alguna la ayudara si fuera necesario. Volvió a cerrar los ojos, usando sus manos para apretar el puente de su nariz mientras su cabeza bombeaba todavía entre la inconsciencia y la realidad.

¿Qué ha pasado? – Se giró hacia la doctora, o quién pensaba que lo era por su bata blanca, una mujer cuya jubilación parecía cercana y de cabello cubierto por algunas canas estaba recogido en un moño despeinado.

—Esperaba que usted me contestara esa pregunta, agente Greenwrim —respondió la doctora en un tono mucho menos agradable que el de la enfermera—. Según todas nuestras pruebas usted no tiene nada, señora; pero lo cierto es que mi compañera de urgencias me comentó que había visto algunas anomalías en sus órganos internos. Será mejor que consulte con un buen especialista cuando regrese a casa...

Sin duda, aquella forma de comunicar la situación médica a un paciente no parecía la más empática, pero Moira cada vez se sorprendía menos con el comportamiento de aquellos paletos. No hacía ni un mes que había pasado por los preceptivos exámenes de salud del Cuerpo de Rangers y según los resultados estaba sana como un roble. ¿De qué demonios le estaba hablando aquella doctora?

Adele y Scott recorrieron de nuevo el camino que llevaba hacia la vivienda de los O'Hara pero esta vez, en lugar de desviarse, continuaron por el camino principal pasando los distintos bungalows turísticos hasta llegar a una explanada que formaba un parque de caravanas bastante deprimente. En el mismo se levantaban también algunas casas modestas, más amplias y bonitas que los más comunes tráiles y casas rodantes. En una de ellas, pintada de un color verde desvaído, vivían Debbie y Ron Tillman, los padres de Samuel, el primer niño desaparecido.

El jefe Taylor les había llamado por teléfono para confirmar que estaban en su vivienda aquella tórrida tarde de sábado, por eso, en cuanto oyeron el ruido del vehículo federal que se detenía, ambos salieron al porche a recibir a los agentes. Se veían bastante jóvenes y guapos los dos, iban cogidos de la mano para darse ánimo mutuamente (o tal vez sólo para aparentar estar bien avenidos) e incluso se esforzaron en saludar y sonreír en un gesto que parecía muy bien estudiado.

Algunos vecinos cercanos se asomaron a curiosear a aquella pareja trajeada que bajaba de un coche que apestaba a maderos desde lejos. Todo indicaba que se dirigían a casa de los Tillman y algunos hasta bajaron los escalones de sus casa para ver mejor el encuentro. Por todo ello, Debbie, visiblemente nerviosa, invitó a pasar a la agente especial Lewis y al sargento Bennet.

El interior de la vivienda contrastaba notablemente con la de los O'Hara y con la de las Bamford. Todo parecía nuevo o en buen estado, aunque no se veía nada caro o de diseño. El pequeño salón comedor estaba limpio y ordenado y por todas partes había fotografías de la familia y, sobre todo, del pequeño Samuel. Algunas de ellas formaban una especie de santuario encima de una mesa.

—Buenas tardes, agentes —rompió el hielo Debbie Tillman—. ¿Desean tomar algo fresco? Ron, cariño, ¿te importa traer algunas cocas del frigo? —pidió a su marido de manera informal aunque algo alterada. Su esposo, sin perder de vista a los dos policías, caminó diligente hasta la cocina abierta hacia el comedor y sacó bebidas del mismo.

-Buenas tardes -saludó Bennet a los Tillman, al entrar en la vivienda, mostrándoles su identificación-. Soy el agente Bennet, de los Ranger. Ella es la agente Lewis, del FBI.

No añadió nada acerca de los motivos por los que un ranger estaba trabajando codo con codo con una agente federal. Al fin y al cabo, eso no dejaría de ser algo secundario para aquellos padres que únicamente estarían buscando saber la verdad sobre la desaparición de su hijo.

-No se moleste con los refrescos, al menos de mi parte -dijo Bennet, dirigiendo una mirada a Lewis, por si ella sí que quería tomar algo-. Solo queremos hacerles unas cuantas preguntas.

… ¿Qué? – No dudaba de la palabra de una profesional en la materia, pero sí notó una fuerte confusión por sus palabras. Hace no demasiado tiempo que había hecho las pruebas pertinentes para entrar al cuerpo, sumado a que intentaba cuidarse. ¡Joder, si comió hasta una maldita ensalada al llegar a la ciudad mientras su compañero se llenaba las manos de grasa! – Si está todo bien, ¿puedo irme? -  En cualquier caso sería un problema del cual solucionar más tarde, sobre todo teniendo en cuenta que dijo que las pruebas actuales parecían estar correctas. ¿Pueden equivocarse en urgencias? – Recéteme si quiere cualquier cosa, pero estoy de servicio y no perder el tiempo si “no tengo nada”.- Se levantó por fin para dirigirse hacia la mesita donde descansaba su móvil. No sabía si iban a darle el alta, pero al menos necesitaba ponerse en contacto con su compañero.

Notando la visión todavía un poco borrosa, resopló mientras buscaba su número en la lista de “últimas llamadas”. No podía dejar un mensaje demasiado largo y sinceramente tampoco sabía muy bien qué decir, así que siguiendo su hilo habitual prefirió simplemente avisar de que no había muerto. Todavía.

¿Dónde estás?

Tras escribir el mensaje, volvió a la camilla para sentarse y dejar el móvil en su regazo, aunque aprovechó para comprobar si tenía alguna llamada perdida. Si no había nada es que no avisaron a su padre, eso era buena señal porque no le apetecía dar explicaciones.

Si hace falta pediré el alta voluntaria.- Miró un poco su estado antes de dirigirse de nuevo hacia la doctora.- Gracias por su atención.- Necesitaba una ducha y olvidar sus últimas horas o mejor, todo lo que había pasado desde que llegó.

Antes pensaba que eran los lugareños los que no los querían cerca, pero cada vez tenía la impresión de que era el propio condado quien quería echarla.

La doctora abrió los ojos en un fingido gesto de sorpresa. Miró a la enfermera que sí parecía realmente preocupada por el estado de la joven policía, pero que no podía dar una opinión discordante con su superior jerárquico. Donde manda patrón no manda marinero, había escuchado Moira miles de veces decir a su padre.

—Si rellena todos los documentos puede salir de aquí en cuanto quiera, bajo su propia responsabilidad dejó claro la doctora Knowles (como rezaba en su identificación). Moira no dudaba de que aquella mujer se sentiría gratamente aliviada si lograba deshacerse de ella y sus "extraños problemas".

Solamente había un detalle que frenó en seco a la agente Greenwrim: no tenía ropa. Bennet la había llevado al hospital en ropa interior, tal y como ella se había ido a la cama. ¿Cómo demonios iba a abandonar el hospital entonces? Fue en ese momento cuando se dio cuenta de la ropa doblada que había en el estante de la mesilla: sin duda obra de la agente Lewis, ¿o tal vez del metódico Scott? En cualquier caso podía marcharse en ese preciso momento, sin tener que dar más explicaciones.

Los Tillman se miraron el uno al otro, como si estuvieran esperando este momento. Ambos caminaron hasta el sofá y se sentaron el uno junto al otro, se agarraron las manos y prestaron atención a los dos agentes, a los que habían invitado a tomar asiento en el par de sillones a juego con el tresillo.

¿Sabe cuántas veces hemos pasado por esto? preguntó con evidente cansancio Debbie Tillman. Su marido se llevo las manos de ella a sus labios.

Espera cariño. Oigamos qué tienen que decirnos estos agentes. No son el sheriff Taylor y sus patanes bienintencionados. Los Rangers y el FBI... ¡Joooder! Se ve que mientras nuestros hijos estaban enterrados en la ciénaga no molestaban a los de arriba; pero ahora que la pequeña Theresa ha sido descubierta ya no pueden tapar este asunto por más tiempo, ¿verdad? el reproche de Ron era débil, amargo y resignado; no había en él ni un ápice de la furia de Gregor O'Hara, solamente una tristeza infinita.

Justo en ese momento el móvil de Scott Bennet vibró en el bolsillo:

¿Dónde estás?

¡Era un mensaje de Moira! ¿Cómo era posible?

Entonces perfecto.- Saber que podría abandonar ese lugar y alejarse lo máximo posible de cualquier mecanismo médico le insufló un poco de energía, la suficiente como para volver a levantarse de la camilla, esta vez sin vacilar ni apoyarse en alguna pared para sujetarse, y dirigirse hacia el estante de la mesita donde descansaba un vaquero sencillo y una camiseta blanca de tirantes. Servirá.

Miró su teléfono para comprobar que Scott no había respondido todavía, imaginándose que estaba ocupado con su parte del caso. ¿Dónde se suponía que debía estar ahora? Intentó recordar la conversación que los tres tuvieron en el comedor, cuando planeaban dónde iría cada uno, pero retrotraerse tanto en sus recuerdos le provocó una punzada de dolor en la cabeza. Sin embargo fue en esa comprobación cuando se percató de que tenía que marcharse de allí y volver pero, ¿dónde estaba exactamente?

Tras preguntarles la ubicación a las enfermeras o a la propia doctora Knowles, dedicó unos minutos largos a intentar contactar con el Sherif Taylor para pedirle que fuera a recogerla al hospital y, si pudiera, llevarla al hotel.

Mientras esperaba a que llegara se vistió como pudo aunque sentía todavía en su piel el olor y la sensación de los vómitos y sudor, además de otras sustancias que por suerte sólo había sido fruto de la pesadilla. No podía “volver al ruedo” así, necesitaba ir al hotel, a su habitación, y darse una larga y fría ducha para borrar de su cuerpo toda marca que le había dejado ese episodio.

Intentó no parecer sorprendida al escuchar cómo ya los Tillman se habían enterado de Theresa. Pueblo chico... Aceptó el refresco a diferencia de Bennet, y escuchó mirando con atención a los gestos de aquella pareja, que parecía tan unida. -Siento mucho todo lo que llevan pasando, señor y señora Tillman, y reitero nuestras disculpas por tener que hacerles pasar una vez más por esta situación. Conocemos los datos que nos ha facilitado el Sheriff Taylor, pero nos gustaría conocer su propia perspectiva sobre lo ocurrido.-

Lewis miró un momento en dirección de Bennet antes de continuar. -Nos interesaría saber también sobre la llamada Bruja del Árbol, tengo entendido que han hablado con ella. ¿Cómo podríamos contactarla?-

Ron tomó la palabra aun cuando Debbie hizo ademán de querer hablar ella. Fue un gesto natural, no un intento forzado de acallar a su esposa. Parecía que siempre era así en esta parte de los Estados Unidos, a pesar de años de lucha por la igualdad y de educar y concienciar a las niñas y a las jóvenes de que su papel en la vida era tan importante como el de los varones. Pero a Adele ese problema ya no le quitaba el sueño: ella era mujer y negra, nadie podía venir a hablarle de justicia social ni de derechos civiles.

—Alguien rondaba nuestra casa. Debía saber que a veces nos ausentábamos para acercarnos a los bungalows de Tim Mortimer y dejábamos a Samuel solo un par de horas como mucho... —hizo una pausa para buscar algún tipo de juicio en las miradas de los agentes—. Pero ustedes ya han visto el vecindario. ¿Creen que alguien podría entrar en casa y llevarse a nuestro hijo sin que nadie lo viera? No nos cabe en la cabeza... Si fuera un extraño cualquiera de las cotillas de nuestras vecinas lo habría detectado con su infalible radar —había mucho rencor en sus palabras— y si hubiera sido alguien conocido yo mismo lo habría colgado de un árbol del bayou... No, no tiene sentido... A plena luz del día y en septiembre, con todo el movimiento de gente que hay todavía por aquí en esas fechas...

Ron buscaba ahora respuestas en los agentes, pero la experiencia le había enseñado que la policía siempre mostraba el mismo rostro pétreo, esa especie de escudo de profesionalidad que interponer antes las víctimas, por lo que muy pronto aparto la vista de ellos y miró a su esposa Debbie, a quien no había soltado las manos ni un momento.

—La Bruja del Árbol no tiene nada que ver con las desapariciones —Debbie aprovechó el momento para intervenir—. Esa pobre mujer ni siquiera puede moverse por su casa sin apoyarse en una muleta. Nosotros hablamos con ella porque estábamos desesperados —parecía un poco avergonzada—. Nos dijo que le escuchaba llorar —dos gruesas lágrimas rodaron por las mejillas de la mujer— pero que una espesa niebla no la dejaba ver... —se enjugó las lágrimas con celeridad—. Pero, en fin, no es más que una pobre vieja con la cabeza ida. Fue una mala idea ir a verla, vive en medio del bayou y hay que ir en barca hasta su casa.

Bennet no se sorprendió al escuchar que los Tillman, al igual que los O'Hara, habían sentido la presencia de alguien que había estado rondando por los alrededores de su casa.

-Puede que no anden desencaminados con respecto a que alguien rondaba su casa, señor Tillman -comentó el ranger, pero sin entrar en detalles sobre lo que habían descubierto el día anterior-. Los O'Hara también nos indicaron que se sentían observados. Quien se llevó a su hijo puede que conozca bien el bayou.

En ese momento, recibió un mensaje de Greenwrim. Bennet arqueó una ceja, claramente sorprendido de que su compañera ya estuviera manejando el teléfono móvil.

-Disculpen un momento -le indicó a los Tillman, disponiéndose a responder a Greenwrim, enviándole un mensaje a la ranger.

Estamos en la casa de los Tillman. ¿Cómo estás?

Si no llevaba mucho desde que se había recuperado, tal vez no fuera el mejor momento de informar a Greenwrim sobre lo que le había sucedido al agente Jordan.

El camino de vuelta al hotel transcurrió en un incómodo silencio. Ni el sheriff Taylor ni el alguacil Reeves estaban libres para trasladar a la Ranger, por lo que esta tuvo que viajar con otro agente desconocido, Ori Hayden, bastante circunspecto y que iba pendiente de la carretera todo el tiempo.

—Es una suerte que se encuentre usted bien, sargento —comentó cuando llegaron a la puerta del alojamiento, utilizando el rango de Moira, algo que no era muy común—. Con una desgracia ya era suficiente, ¿no cree? —añadió con cierta timidez, tal vez intimidado por el rango, por el hecho de que fuera una mujer o, los más probable, por ambas cosas.

El trayecto de vuelta lo pasó en silencio, perdida entre sus pensamientos sobre las últimas noticias de Max mientras dejaba que una pequeña franja abierta de la ventana diera aire suficiente como para despejar su cabeza. Mentiría si dijera que estaba afectada por la noticia, sobre todo teniendo en cuenta que le conocía de escasos días y sólo habían entablado un par de palabras, siendo la mayoría de ellas una pedida de silencio para que dejara de discutir y se centrara en trabajar, es más su única preocupación fue saber qué pasaría ahora con el FBI.

Miró su teléfono tras notar la vibración, leyendo por encima el mensaje de Scott y respondiendo algo rápido. Ninguno mencionaba nada del tema de Max y tampoco de Adele, pensando que tal vez hubiera dejado el caso o pedido una ayuda externa.

Hablamos luego

Suspiró. Más problemas. La investigación avanzaba a paso lento pero sentía que ellos retrocedían por un motivo u otro, sobre todo ella que no dejaba de causar problemas o perder oportunidades. Y hablando de oportunidad, al mirar el teléfono se percató de la hora, soltando una maldición en voz baja al saber que había perdido la cita con Yolanda. Más y más problemas.

Se apretó el puente de la nariz mientras el coche se detenía frente al hotel, pudiendo ver por el rabillo del ojo la fachada. En realidad no le apetecía demasiado volver, mucho menos seguir en esa habitación que sólo le había traído pesadillas y un aparente desmayo hospitalario… sí, debería cambiarse de habitación.

Sí, una suerte.- Respondió de manera irónica mientras se quitaba el cinturón de seguridad y dejaba la mano sobre la puerta.- Gracias por traerme agente.- Si le había dicho el nombre no se acordaba o no habría prestado atención. Posiblemente lo segundo.

Se bajó del coche con intención de marcharse cuando cayó en la cuenta de que, técnicamente, Rose Bamford debía de seguir en el hotel*. Muchos más problemas. Volvió a suspirar, esta vez de manera cansada mientras se giraba hacia el agente Ori, esperando que no tuviera nada que hacer por la mañana.

Me temo que voy a necesitar su ayuda. Tenemos una menor a nuestro cargo en el hotel que nos gustaría llevar ante el Sheriff Taylor para su seguridad.- Intentó dedicarle una media sonrisa, sabiendo que iba a delegar en él parte del trabajo. Por ahora ella sólo quería ducharse y recuperar fuerzas, no tener más conflictos con una adolescente. Además, también tenía que pasarse por el restaurante de Yolanda por si todavía estaba esperándoles.- ¿Te importaría echarme una mano?

La señora Watson parecía que acababa de ver entrar un fantasma en su establecimiento cuando las puertas se abrieron y Moira Greenwrim entró junto con el alguacil Ori Hayden.

—Pero, pero, pero...  —era lo único que acertaba a decir mientras seguía a los dos agentes hacia la habitación de Rose Bamford.

La adolescente se encontraba igualmente sorprendida, aunque por motivos distintos. Ella nada sabía de la emergencia médica que había tenido lugar aquella mañana porque los propietarios del Excelsior House no le habían informado de nada; se habían limitado a darle de comer y a pedirle que tuviera paciencia y que esperara allí el regreso de sus custodios. Rose, tal vez agotada de tanto rebelarse, había obedecido sin rechistar; pero al ver a la agente Greenwrim y a un alguacil del condado vecino comenzó a preocuparse de nuevo antes de que Moira y el alguacil Hayden le explicaran que debía acompañar al segundo hasta Marshall por su propia seguridad.

Cuando el ayudante del sheriff del condado de Harrison subió a su vehículo junto con Rose y se despidió con un saludo, Moira regresó al hall del hotel, huyendo del calor asfixiante del exterior y con la mente ya bajo el potente chorro de la ducha. Sin embargo se topó de nuevo con Sue Ellen Watson que la miraba fijamente con gesto extremadamente preocupado.

—Me alegro muchísmo de que se encuentre bien, agente Greenwrim. Cuando la vi salir en brazos de sus compañeros me temí lo peor... —había algo que pugnaba por salir de sus labios y que no tenía nada que ver con el estado de salud de Moiral—. No me he atrevido a ponerme en contacto con ustedes porque no soy una entrometida; pero ahora, al verla a usted, si me lo permite, en actitud relajada, estoy completamte segura de que no está al corriente de lo que ha sucedido... —se agarró sus propios antebrazos en actitud nerviosa—El sheriff Smith no les ha comunicado nada, como era de esperar...

Lewis miró a Scott un momento, y volvió de nuevo su atención hacia los Tillman. -¿Qué les llevó a verse con la Bruja en primer lugar? ¿Son personas supersticiosas?- Preguntó directa. El tema esotérico estaba dentro de aquella investigación, y por mucho que no le gustara la idea, iba a tener que enfocar parte de sus preguntas hacia ese punto, incluso si eso significaba que no le tomarían tan en serio las autoridades.

—Supongo que fue la deseperación... Ron y yo no somos personas muy religiosas —confesó la señora Tillman algo avergonzada, pues en aquel estado no ir a misa podía considerarse casi delito—. Ya no sabíamos a quién acudir para saber algo de nuestro hijo... —las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, incontenibles; Ron también tenía los ojos empañados en lágrimas.

—¿Por qué insisten tanto en esa mujer? ¿No se dan cuenta de que ella no podría secuestrar a nadie? —exclamó Ron elevando un poco el tono de voz.

-No consideramos que esa mujer sea una secuestradora, pero conoce el bayou, por lo que su testimonio podría sernos de utilidad -expresó Bennet, sin entrar en más detalles con respecto a la Bruja del Árbol. Mencionar directamente los detalles que conocían sobre la investigación resultaba poco prudente, por lo que debían tratar de realizar las preguntas a los Tillman sin que estos llegaran a intuir que había un componente místico detrás de los secuestros-. El día en que su hijo desapareció... ¿Recuerdan si se sintieron observados? ¿Dónde vieron a Samuel por última vez?

Ron Tillman se giró hacia el Ranger para decir algo, pero su mujer le interrumpió.

—Fueron tres o cuatro veces, tal vez alguna más —intervino en un tono más conciliador—. Al principio fui yo la que se lo dije a Ron... Cuando estaba aquí sola con Samuel tuve la sensación de que alguien... o algo... nos espiaba. Él no me creyó al principio, pero un día le pasó lo mismo. Estaba a punto de subir al coche, una mañana temprano, quizás una semana antes de que... de que... Entró de nuevo en casa porque había olvidado su cartera y sintió que había alguien más allí dentro. Samuel y yo estábamos dormidos aún, cada uno en nuestra cama...

—Fui corriendo inmediatamente a la habitación de nuestro hijo —prosiguió Ron con el relato—. Mi instinto me dijo que era allí donde debía mirar primero; pero no vi a nadie, ni nada fuera de lugar. Samuel dormía como un bendito y Debbie se despertó al escuchar mis pasos apresurados. Le conté lo que me había pasado y le dije que sentía no haberla creído antes. No volvió a suceder más...

Las pausas y los silencios de los Tillman eran verdaderamente sobrecogedores, provocados por un dolor casi físico al tener que recordar el secuestro de su hijo. Sus manos continuaban apretadas con fuerza y ellos estaban muy juntos como a la espera de recibir algún duro golpe. Los segundos se hacían eternos y en los rostros de los afligidos padres solamente podía leerse desesperación y vergüenza.

—Aquel día Ron y yo salimos al hotel de Tim Mortimer —comenzó de nuevo Debbie, con voz agitada—. Estuvimos allí en el bar, varios emplados nos vieron y algunos hablaron con nosotros... Samuel estaba aquí dentro en casa, viendo la televisión. No tardamos mucho, tal vez una hora y cuarto, una hora y media a lo sumo, ya no lo recuerdo muy bien pero en la declaración al sheriff Taylor tiene que estar todo anotado —Debbie hacía un gran esfuerzo para recordar unos momentos tan duros y se reflejaba en su expresión—. Mi hijo sabía que no debía salir de casa, ni siquiera para jugar cerca...

—Al principio trataron de convencernos de que Samuel se había ido y que se había ahogado en el bayou —tomó el relevo el padre con un tono más duro y furioso—. Querían culparnos a nosotros..., nos acusaron de negligencia paterna, dieron una batida por las orillas de bayou y luego carpetazo al asunto. Pero claro, luego vinieron más casos y el sheriff Taylor regresó a tomarnos nuevas declaraciones —Ron sonrió con ironía—. Ese viejo es un inútil tan grande que no sería capaz ni de encontrarse el culo, ¿cómo va a resolver un caso como este?

—Sabemos que nuestro hijo... —retomó Debbie y miró a su marido con los ojos anegados de lágrimas—. Sabemos que está muerto, igual que Theresa... Solamente les rogamos que encuentren al culpable, para que no pueda matar a ningún otro niño. ¡Se lo suplico, ayúdennos, por favor! ¡Hagan justicia por una vez en esta maldita tierra! ¡Ayúdennos a todos a dejar de sentir esta gran culpa por ser unos malos padres!

Ambos rompieron a llorar de forma contenida, casi sin hacer ruido.

Se quedó apartada mientras terminaban de llevarse a Rose, también aprovechando el aire acondicionado del hotel al colocarse justamente debajo de una de las rendijas y mencionando alguna frase suelta para despedirse o pedir que los llamaran una vez estuviera con el sheriff Taylor para asegurarse de que llegara bien, tal vez sacando esa vena de madre aunque la chica no fuera especialmente de su devoción.

No fue hasta que vio el coche marchar y la cara confusa de la chica a través de la ventana del acompañamiento que se percató de la mirada preocupada de la dueña del hotel. Por desgracia parecía que su “accidente” no había pasado demasiado desapercibido y, si lo sabía ella, ya sería la comidilla de todo el condado.

Un golpe de calor. Todavía no estoy acostumbrada a las altas temperaturas de este lugar.- Intentó sonreír para quitar importancia tras su “pequeña mentirijilla”, aunque había algo en las palabras de la mujer que le causaban cierta curiosidad. No tardó en descubrir sus temores, y como siempre parecían tener nombre y cara de agente de la ley.

Le hubiera gustado decir que pasaba de ese hombre y todo lo que rodeaba, pero por desgracia sus movimientos eran importantes para el caso que estaban tratando, tanto que incluso se olvidó de la presencia de Yolanda y su hijo para priorizar esta información.

¿Qué debería de habernos comunicado?

-Los O'Hara también se sintieron espiados -les indicó el ranger a los Tillman, en tono seco. Sabía que aquello no aliviaría a unos padres que habían perdido a su hijo, pero al menos podía confirmarles que no habían sido imaginaciones suyas. Habían sido espiados, del mismo modo que los O'Hara-. Quien estuvo espiándoles no es un tipo cualquiera. Sabe bien lo que hace y desde luego conoce bien el bayou.

El rapto de Samuel parecía haber sido aún más sencillo que el de Theresa O'Hara. El secuestrador había aprovechado a que los padres no estaban en la vivienda para colarse dentro y llevarse al niño.

-Haremos lo posible por encontrar a los responsables -dijo Bennet, mirando al joven matrimonio Tillman. Pese a la frialdad del ranger, sentía que aquellos padres merecían que se hiciera justicia por la pérdida de su hijo-. Por mi parte solo serán un par de preguntas más -afirmó, dirigiendo una mirada a Adele por si quería añadir algo más-: Han mencionado que al principio "trataron" de convenceros de que Samuel se había ahogado en el bayou. ¿A quiénes se refieren? -Tenía una ligera sospecha y suponía que se trataría del sheriff Smith, aunque valía la pena confirmarlo-. Por otro lado... ¿Alguno de ustedes conocía a Nora Smith?

De momento Adele se mantenía en un segundo plano, dejando que fuera el agente Bennet quien llevara el liderazgo en el interrogatorio. Estaba resultando ser un hombre más empático de lo que había creído al conocerle, algo que le permitió relajarse durante la conversación. Max era quién usualmente conectaba con las víctimas y los familiares... Trató de no pensar en Max, no en ese momento.

Por otro lado, no se encontraba a la defensiva en lo particular relacionado con el color de su piel, pero sí por su genero. Luego de haber visto la manera en que Ron se imponía disimuladamente sobre Debbie consideró que la mejor forma de conseguir un buen resultado era que ella pasara desapercibida.