Partida Rol por web

Prestó atención al breve resumen hasta que escuchó un dato que la hizo girarse, como si fuera la clave a una importante pregunta que tenían sobre el caso. Arrugó el entrecejo queriendo reformular sus dudas, sacando una libreta para apuntar los datos que le habían dado con los nombres de los padres antes de cerrarla y dejarla en su mano, aprovechando también para apagar la grabadora del móvil.

Lo más seguro es que pidamos charlar con Rose.- Le puso sobre aviso mientras miraba a la sala donde habían llevado al profesor.- Por ahora creo que tenemos lo necesario, ¿vamos? – Entendía que un método de presión era hacer esperar al acusado, pero teniendo en cuenta que el día tenía horas específicas y todavía tenían que hablar con el FBI quería aprovecharlo el mayor tiempo posible.

Había tardo en llegar, pero al menos el mensaje de Becca estaba en su móvil. Jordan sonrió al leerlo y se prometió a sí mismo responderla cuando llegasen a Uncertain o quizás un poco más tarde, para que pudiese dormir al menos ocho horas. Pero lo que tenía claro era que ese mensaje no quedaría sin respuesta.

Con Becca despejada de su cabeza, más que nada por aquella preocupación por si había llegado bien o no casa, Max terminó de meterse de lleno en el caso. Su mente recreó la mirada de la señora O'Hara y sus palabras antes de salir de la casa. Él sabía más que nadie que era eso de esperar las noticias, buenas o malas, de una hija perdida. Sabía lo que la desesperación llegaba a hacer en las personas, pues él mismo lo había vivido.

Miró por el espejo como Addi dormía, tranquila y ajena a los pensamientos de Max. Le había dado su palabra a aquella mujer y a su marido. Era su hija y ellos eran los que primero debían saber que era su hija. Quizás respirasen tranquilos o se pegasen un tiro cada uno, pero esa familia necesitaba olvidar y centrarse en la pequeña que aún vivía y darle lo que no pudieron darle a Theresa. Pero también les había dado su palabra a los Rangers... más, ¿qué le habían dado ellos a él?

El payaso de Scott ni le miraba a los ojos y buscaba provocarle y tocarle las pelotas. La única que parecía un poco despierta era su compañera Moira. Pero ella tampoco había dado nada gratis. A ambos agentes les tocó pagar un precio por la información cuando ellos colaboraron con la pareja de rangers desde el principio. - ¡Joder! ¡Si hasta les di la pauta del asesino y ni las gracias dieron! - Pensó para sí y le tentó subir la radio para dejar de escuchar sus propios pensamientos, los cuales le llevaban directos al plano emocional, no al profesional.

Volvió a mirar a Adele. Se iba a cabrear con él, pero se lo debía a esa familia. Él mismo dijo que les daría la noticia cuanto antes y detenerse en la oficina del sheriff y tener una charla con los rangers explicándoles que estaban juntos en el caso, no era cuanto antes. Además no tenía ganas de verle la cara a Scott, era casi como escuchar la voz de Lisa por el teléfono.

- Lo siento Addi, pero tengo que hacerlo yo mismo. Se lo prometí. Luego podrás hablar de burocracia con los rangers e interrogar con ellos a la familia... pero lo de Theresa O'Hara, es algo mío y personal... - Susurró tan bajo que a penas se oía a sí mismo hablar.

Por fortuna, cruzar Urcentain y llegar a la casa, por llamarlo algo, de los O'Hara era algo que recordaba bastante bien. Sobre todo el camino hacia la casa, pues iba más pendiente de no matarse detrás del coche del sheriff que de otra cosa. Estaba llegando a casa del matrimonio, su cuerpo pedía un café y su vejiga ser vaciada. Pero no tenía tiempo para eso y no quería que Adele se despertase. Lentamente, como si estuviese acunando a su hija Rachel, fue bajando la velocidad del coche hasta llegar a la casa de los O'Hara. Intentó no hacer ruido alguno y optó por dejar el motor en marcha. Así el ronroneo del mismo mantendría a Addi dormida.

Max salió con cuidado del coche, no sin antes sacar del maletín el resultado de las pruebas del ADN y cerró la puerta con cuidado... procurando no despertar a Adele. Era la primera vez que se saltaba las normas y su propia palabra de manera tan descarada. Bueno, la verdad es que su palabra no se la iba a saltar, solo iba a decirles a los O'Hara que los restos eran de su hija, no tenía intención de hacer preguntas a nadie ni de registrar la casa... así que no faltaría con su palabra a los Rangers. Solo unas cuantas normas...

Viendo que no había mucho más que añadir de “preliminares”, cogió todo lo que tenía entre pequeña libreta con anotaciones, los diversos informes o papeles variados sobre Matteis como el dossier que les había leído el sheriff y en un segundo plano los casos de desapariciones por si había que enlazarlos, aunque después de la charla que habían tenido y siguiendo su intención, ambas cosas no procedían de los mismos acontecimientos.

Se acercó a la puerta de la sala de interrogatorios y esperó unos segundos con la mano sobre el pomo, tomando aire para buscar esa calma. Tenía que olvidar lo vivido de ayer, la cena y sobre todo la pesadilla para no desconcentrarse. 3, 2, 1… al turrón. Giró el pomo y entró con el mentón levemente alzado y sin mirar directamente a Matteis, dándole esos segundos extra de saber que comenzaba su interrogatorio.

Dejó sujeta la puerta para que el resto entrara, soltándola poco después para colocar lo que tenía sobre la mesa grisácea. Con una aparente tranquilidad estudiada, buscó una silla para sentarse, cruzando las piernas y cogiendo el dossier.

Richard Matteis. 35 años. Residente en Jefferson desde hace tres años en la calle…- Recitó la dirección exacta de su vivienda, la misma a la que habían asistido el día anterior para buscarle aunque no se encontrara en el domicilio.- Y con diez años de experiencia en la docencia. ¿Es correcto? – Alzó la mirada para fijarse por primera vez en Matteis. Parecía enfadado y no era para menos, puesto que una acusación de tal calibre destrozaba reputaciones y vidas en una milésima de segundo, dejando de lado la presunción de inocencia.- Empecemos con lo básico, Rose Bamford.- Centrada ya en el profesor y la rojez que iba adquiriendo su rostro, dejó las manos sobre el dossier para escuchar con atención a sus respuestas, pero sobre todo al lenguaje corporal que pudiera tener.- ¿De qué la conoce?

A pesar de la hora, el calor seguía siendo afixiante en aquel lugar, más aún con el traje puesto. Max se abrochó la chaqueta y se aseguró de que la corbata estuviese bien puesta antes de acercarse y llamar a la puerta de los O'Hara. La casa no era tan grande como para que tardasen demasido en abrir, así que Jordan no se movió de allí. Tan solo miró hacia atrás, hacia el coche, pensando en la que le iba a montar Adele por lo que estaba a punto de hacer.

Impaciente, volvió a llamar. - Soy el agente Jordan, del FBI. - Dijo esta vez tras llamar de nuevo.

Empezaba a sudar, más que por el calor, por los nervios de como reaccionaría esa familia. Cuando se decía aquello de "no mates al mensajero" era por algo y no se fiaba de la reacción del padre. No cuando a la vista estaba que se le iba mucho la mano a pesar de que su mujer lo ocultase.

Jordan esperó bajo aquel bochorno a que alguien abriese la puerta, mirando de vez en cuando el coche, por si Adele salía de él.

De modo que Rose Bamford era la hija de la actual pareja de uno de los empleados de un pez gordo de Marion. Ahora Bennet entendía el porqué de la premura de Taylor por cerrar el caso, incluso si las evidencias indicaban que Richard Matteis no era el abusador sexual al que buscaban. Los seis niños desaparecidos no habían tenido a alguien como Eliah W. McKnight III para que instara al sheriff Taylor a buscar culpables.

Scott no dijo nada a las palabras de Taylor, entrando en la sala de interrogatorios junto con su compañera, con la extraña sensación de que interrogar a aquel sospechoso, en el mejor de los casos, solo les serviría para descartar a un sospechoso de la desaparición de los niños.

-Señor Matteis -Bennet pronunció el nombre del profesor en tono gélido-, ¿había visitado Jefferson antes de comenzar a trabajar aquí hace tres años? -preguntó el ranger, no queriendo añadir mucho más a las certeras preguntas con las que su compañera había iniciado el interrogatorio. Podía no ser la pregunta más importante para el caso de Rose Bamford, pero sí que era más que relevante el caso de los desaparecidos.

—¿Rose Bamford? —estalló el profesor Matteis— ¿De qué coño va todo esto? ¡Me han traído desde Jefferson hasta otra jurisdicción para preguntarme por una antigua alumna! ¡Los Rangers de Texas, nada menos! ¡Y yo pensando que habían venido desde Houston porque el puto mexicano había apelado la sentencia! ¡Y me salen con Rose Bamford nada menos! ¡Ja!

Moira era incapaz de ver más allá del muro de furia que Richard Matteis proyectaba ante sí y se dio cuenta de que había perdido el control del interrogatorio. Su papel como poli buena iba a ser difícil de desarrollar ante un tipo tan irascible; pero no cabía duda de que la mejor forma de tratar con alguien así era mantener la compostura.

—Sí, señor agente —respondió a Bennet con retintín—. Visité Jefferson un par de veces antes de venir a trabajar aquí. Pero, ¿qué demonios tiene eso que ver ahora con Rose Bamford? —elevó de nuevo el tono de voz—. ¿Qué es toda esta mierda?

Scott se dio cuenta de que Bennet se había puesto muy tenso al descubrir de que no era su agresión pasada al padre de un alumno latino en Houston lo que le había llevado a la sala de interrogatorios. Además, el nombre de Rose Bamford no le era indiferente.

En la puerta de los O'Hara se iluminó un foco halógeno que cegó momentáneamente a Max. Estaba anocheciendo y alguien lo había encendido desde dentro para poder ver con claridad a quien estuviera en el umbral de la puerta.

Gregor O'Hara acudió a abrir y lo hizo ebrio y apestando a sudor. Parecía haber empalmado una curda con otra y debía haberse olvidado incluso del día que era.

—¿Qué quieres? —inquirió molesto; pero cuando distinguió entre los vapores alcohólicos la enorme figura del agente del FBI, hizo un esfuerzo por serenarse. La voz le tembló por primera vez desde que le conociera—. Es usted... Pase, pase... Juliette, ha venido el agente federal.

La casa no había cambiado un ápice desde el día anterior; sin embargo, a Max se le antojó que habían pasados semanas desde la primera entrevista con aquellos padres disfuncionales. En aquellas treinta horas más o menos, todo había cambiado.

Juliette estaba sentada en el desvencijado sofá. Tenía una cerveza en una mano y con la otra trataba de darle papilla a la pequeña Violetta que estaba de pie junto a ella. La niña, impaciente por la impericia de su madre, metía las manos en el plato y se llevaba la comida a la boca. La televisión estaba a todo volumen y retransmitía en las noticias un resumen del funeral de Estado que le habían dedicado esa misma mañana al difunto presidente Ronald Reagan.

Gregor quitó el sonido a la tele sin dejar de mirar a los ojos a Max Jordan. Juliette dejó caer la cerveza en el suelo y soltó un hipido, antesala de las lágrimas y el llanto.

—¿Es ella? —preguntó casi sin aire para hablar—. Es ella, ¿verdad?

Adele despertó de golpe dentro del coche. Aquel alarido parecía haber sido producto del sueño; pero pronto lo escuchó de nuevo. Le costó bastante situarse en el tiempo y en el espacio. Segundos interminables donde el cerebro trabajaba a toda velocidad llevado por el pánico. ¿Por qué habían parado? ¿Dónde estaba Max?

Un llanto desgarrador la hizo girarse y descubrir aquella casucha que habían visitado ayer.

El olor de aquella casa fue de nuevo la bofetada que hizo despertar a Max. - Al menos no les tendré que pedir un café. - Había doblado y guardado en su bolsillo el documento donde ponía que el ADN era el de Theresa O'Hara. No le importaba que tuviesen una copia, de hecho la necesitarían para reclamar el cuerpo, pero esa era la única que llevaba. Aunque claro, siempre podía llamar a Becca para pedirla que le  mandase por fax otra copia del documento y así hablar con ella por teléfono un rato.

El aspecto de la casa no había cambiado, pero la mirada de la madre de Theresa se quedó fija en Max y tras su pregunta, el agente tuvo poco que decir. - Así es. Lo siento. - El grito desgarrador de la mujer casi hace que Jordan se acerque a consolarla. Él sabía mejor que nadie lo que era eso. Pero allí estaba su marido, a quien le correspondía realizar ese acto.

- Se que no les servirá de consuelo, no ahora. Pero al menos ya saben donde está y que descansa en paz. Ya nadie la está haciendo daño y pueden volcar todo el amor que le tenían reservado a Theresa a su pequeña Violett. Yo llevo casi 25 años sin saber que fue de mi pequeña... sigo sin saber si vive o si murió. Me aferro a que está viva y es feliz en algún sitio, pero se a lo que lleva perder a tu familia en una sola noche. Yo caí en el alcohol, pero mis padres y hermanos estuvieron ahí... y aún así todo cambió. No soy capaz de tener una relación duradera y menos aún en pensar en volver a tener una familia.

Miró al padre. - Yo les ayudaré con los papeles para que recuperen sus restos cuanto antes y puedan dar sepultura a su cuerpo y no se si después de tanto tiempo encontraremos algo, pero les juro que haré todo lo posible por encontrar al cabrón que hizo esto.

Luego miró a la madre, estaba destrozada. - Tómese su tiempo. En breve vendrán a tomarles declaración y les necesito enteros a ambos. Se que será duro, pero procuraré que sea la última vez que se les moleste con este tema.

»Yo... les prometí que en cuanto supiese si era ella o no se lo haría saber y me he saltado algunas normas y protocolos para hacerlo. De hecho en nada mi jefa entrará por esa puerta y si no me saca de aquí tirándome de una oreja, poco le faltará. - Les dijo con un gesto en mi rostro que decía claramente que estaba bien jodido.

Y tras esto miró por la ventana. Adele no tardaría en levantarse y le tocaría excusarse delante de ella y explicarle sus motivos, los cuales para el mismo Jordan eran los más nobles del mundo.

Tenía que estar soñando. O que era un chiste de mal gusto.

Sin embargo, la agente Lewis tardó unos pocos segundos en centrar la cabeza y estar segura que, efectivamente, no se trataba de un sueño. Y el grito desgarrador le decía que tampoco era una broma. -Max, ¿qué has hecho?- Murmuró la mujer con enojo. Se limpió el rostro lo mejor posible para no dar apariencia de haber estado dormida hasta el momento, se reajustó la ropa, y salió del coche.

Su rostro era de completa seriedad mientras se detenía ante la puerta, golpeando con los nudillos, y mientras durara la visita procuraría mantener el profesionalismo, pero Max podía estar más que seguro que le venía una bronca. Una muy grande.

-Señor Matteis, primero de todo: cálmese -le pidió Scott, observando al profesor con una mirada gélida.

"Tan volátil como correr con una caja de nitroglicerina en mal estado" pensó el ranger, mientras observaba a Matteis como si fuera un sujeto digno de estudio. Desde luego era un tipo peligroso que, en el mejor de los casos no debería ejercer como docente, pero, ¿le convertía eso en un depredador sexual?

-No ha respondido a las palabras de mi compañera -dijo Bennet, aunque sin dirigir una mirada hacia Moira. Sus ojos fríos seguían clavados en Matteis-. Le tenemos aquí por Rose Bamford y si no responde a nuestras preguntas, tendremos que ponernos en lo peor. Le preguntaré lo mismo que mi compañera y espero que responda como es debido. Quien nada debe, nada teme. ¿No le parece? -No le pasaba desapercibido que el profesor se había alterado demasiado en cuanto habían mencionado el nombre de la alumna-. ¿De qué conoce a Rose Bamford?

Ver entrar a Adele con ese rostro serio, hizo palidecer a Max de golpe. Debía explicarle lo ocurrido antes de que pensase que se había pasado del todo y que había iniciado un interrogatorio o algo sin estar los demás presentes. - Estaré aquí mismo. - Dijo señalando la puerta. Después de la noticia, no quería perder de vista a ningún miembro de la familia. Sabía lo que era aquel dolor y no quería que nadie pegase a nadie o que se pasasen bebiendo, se drogasen o peor aún, se suicidasen.

Jordan se acercó a Adele y habló en voz baja con ella. El matrimonio estaba demasiado destrozado como para prestarles atención. - Lo siento Addi, tuve que hacerlo... no quería que los rangers viesen esto. Creo que Bennet disfrutaría con la situación y al menos ahora se pueden desahogar y podrán hablar después, cuando se calmen... sólo cumplí mi promesa, que les diría si se trataba de su hija o no... y sí, se que debí consultarte, pero... necesitan intimidad... no a un sheriff bobo mirándoles y a ese ranger de fría mirada analizando cada uno de mis gestos...  - Se disculpó Max ante su superior.

- Ahora no puedo dejarles solos, no hablaré con ellos del caso, pero alguien tiene que vigilarles para que no se hagan daño mientras el otro trae a los demás hasta aquí... y como quedaste con el sheriff a una hora indefinida con él y los ranger pues... - Jordan de se encogió de hombros. - Sabes que debía hacerlo, Addi. Es la mejor manera de ganarse la confianza de ellos... además, no pone en ningún sitio quien debe estar presente o quien debe decirles el resultado de las pruebas... mírales. Yo se lo que es eso. He estado en ese infierno demasiadas veces y de vez en cuando lo visito y no por placer... lo sabes... lo ves en mi rostro por las mañanas en la oficina, cuando he dormido mal... sabes que son las pesadillas de esa noche aunque nunca digas nada ni lo hablemos.

La mirada de Adele era fría. Se hizo aún más gélida al escuchar lo que él proponía como acción.

-Agente Jordan.- Dijo, en un tono que delataba que en ese momento no estaba para familiaridades. -Haga el favor de informarle a la familia que los llevaremos a la comisaría. Ahora. Allí, la agente Greenwich y yo nos encargaremos del interrogatorio mientras usted y el agente Bennet volverán aquí y realizarán el registro de la propiedad.-

Levantó una mano para callarlo antes de que se opusiera a su decisión. -No. Me. Contradiga.- Dijo con sequedad. -Y agradece que no lo saque del caso por estar emocionalmente involucrado al mismo. Quiero que piense seriamente en lo que su acción afectará en cuanto a que se confíe en nuestra palabra. En MI palabra, agente Jordan.- Se suponía que eran un equipo. Se suponía que debían trabajar como uno. No pensaba extenderse más mientras estuvieran en la presencia de los O'Hara, pero Adele aún tenía un par de cosas que decir a su compañero.

Gregor abrazaba a Juliette que, presa del llanto desconsolado y del dolor, se había echado al suelo hecha un ovillo. El hombre también lloraba y apretaba los dientes con furia mal contenida. La pequeña Violetta también derramaba lágrimas en silencio, acostumbrada a que en aquel hogar la pena fuera un miembro más de la familia pero sin entender aquello que había afectado tanto a su madre.

—¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?... —repetía Juliette cuando podía contener el llanto—. Era una niña tan buena... Mi angelito... Toda la culpa es mía... Soy una madre horrible... 

—Voy a matarlo... Juro por Dios que mataré a ese hombre aunque me cueste la vida —prometió Gregor a su esposa—. ¿Me oye, agente? Voy a matar a ese hijo de puta, sea quien sea.

- ¿Cómo les vamos a llevar a la comisaría así? Mírales, ya se sienten culpables... - Max se había dado cuenta del enorme cabreo de Adele con él, así que se acabó Addi por ahora. - Agente Lewis, un interrogatorio en la comisaría solo complicaría más las cosas... y revolver este sitio sin ellos presentes para poder preguntarles hace cuanto tiempo lleva una mancha ahí o allá... no nos servirá de nada... Y encima me deja con el sujeto ese que no dejará de provocarme y al cual acabaré cogiendo de la pechera... desde luego que yo me he equivocado, pero usted señora, pérmitame que se lo diga, no lleva mejor camino que yo.

Estaba herido por las palabras de Adele, pero aún había más. - Y sabe perfectamente que todos los casos me afectan emocionalmente, sobre todo cuando hay niños de la edad de mi hija de por medio... son los que mejor resuelvo, pero... ¿sabe qué? Usted es la jefa, si me quiere retirar del caso adelante, pero no les diré que tienen que ir a comisaría a ser interrogados porque son testigos y solo se requiere una declaración de ellos... No trate como culpables a los demás si es a mí a quien quiere castigar, jefa.

Y con esto salió fuera a que le diese un nuevo sopapo de calor el clima del lugar. Tampoco había sido para tanto. Ellos se calmarían y podrían hablar con calma cuando llegasen los demás... Lo de Adele era una locura en la que no estaba dispuesto a participar.

—Pero, ¿qué demonios pasa con ella? —el profesor dio un manotazo en la mesa y se cruzó de brazos—. Fue mi alumna en primaria y no sé qué coño les habrá contado de mí pero esa cría no es normal. Es una mentirosa compulsiva, vive con una madre borracha y con un padrastro con antecedentes penales y todo el mundo sabe que ella, a sus quince añitos, se mete de todo y menudea con pastillas en su instituto.

El sheriff Taylor permanecía muy atento a las palabras de Richard Matteis. Tenía ganas de intervenir, pero había prometido a los Rangers que les dejaría llevar el interrogatorio. El profesor se percató de la mirada del sheriff y le miró desafiante.

—¿Me pueden explicar qué hago en Marshall? Este es otro condado. ¿Por qué no me están interrogando en Jefferson? Esto es algo muy irregular.

Richard Matteis era un tipo culto que ya había pasado por el sistema judicial una vez, de modo que no era fácil tenderle una trampa ni andarse con rodeos. Su temperamento le soltaba la lengua pero en cualquier momento podría negarse a declarar y solicitar un abogado, sobre todo si escuchaba las acusaciones que había contra él.

Adele soltó muy lentamente el aire de sus pulmones. Hubiera salido detrás de él para explicarle que, si quería llevarlos a comisaría era para que él no se quedara con los O'Hara solo. Porque acababa de poner en tela de juicio la confianza que ella tenía en él, al haber decidido sin consultar la que él creía la mejor opción.

Quería decirle que la razón por la cual la agente Greenwich estaría en el interrogatorio sería por su capacidad de empatizar con la familia. Algo que ella hubiera preferido que hiciera Max, pero no luego de haberse comportado de ese modo. Por eso sería Adele quien estaría con la Ranger y no él. Y eso lo dejaba teniendo que lidiar con Bennet. Quería recordarle que ahora iban a estar trabajando con los Ranger de cerca, así que se iba a tener que empezar a tragar al Ranger hasta en la sopa.

Quería decirle muchas cosas, pero él había salido de la casa rodante, y la agente Lewis no iba a dejar a la familia sin supervisión. No iba a armar una escena en ese momento con su compañero. Y quizás, sólo quizás, cuando Max estuviera fuera y pensara en lo que acababa de pasar, se daría cuenta que ella tenía razones para actuar como estaba haciendo. Una vez más, Adele respiró profundo, y sacó el móvil. Marcó un número hasta escuchar que contestaban.

-Sheriff Taylor, nos encontramos en la residencia de los O'Hara. Por favor, traiga a los Rangers aquí para que podamos iniciar la investigación.-

¿No lo sabe?

Durante unos segundos la confusión se apoderó de la Ranger, ¿cómo era posible que no supiera las acusaciones que pendían sobre su cabeza? Había dado por ello que, con el informe, cuando redactaron la acusación hacia Matteis tras la declaración de la joven, habrían denunciado el caso al propio supuesto abusador. ¿Tal vez por eso el sheriff de Marion no quisiera interrogarlo? Nos lo habrían dicho… no, se lo callaría. Parece esa clase de gilipollas. Sin embargo habían sacado un dato importante, una nueva familia desestructurada cuya hija era el reflejo de los errores de sus padres. La chica entraba en el perfil si no fuera por la edad, metiéndola de nuevo en el caso aunque todavía no supiera bien su papel.

Sobre usted pesa una demanda de abuso sexual hacia Rose Bamford.- No sabía cuánto tiempo podrían evitar ese dato y, cuanto antes lo aclararan, antes avanzarían.- Tiene derecho a llamar si quiere a su abogado para alargar el proceso, pudiendo durar hasta años, o responder un par de preguntas para aclarar el asunto esta misma tarde.- A pesar de lo alterado que podía mostrarse Matteis, Moira seguía con la misma tranquilidad que al principio, aunque manteniéndose alerta de cualquier cambio que pudiera mostrar.- ¿Y bien? ¿Quiere cooperar o prefiere que llamemos a su abogado?

—¡Abusos sexuales! ¡Sobre Rose Bamford! —masticó y escupió las palabras una a una, echando el cuerpo hacia delante sobre la mesa, como si fuera a saltar sobre la agente Greenwrim; pero en el último momento se desinfló por completo, se sentó de nuevo y habló con un tono más calmado—. Esto debe ser cosa de Cynthia Mitchum, la directora. Esa zorra menopáusica nunca me ha querido en su equipo docente... —se pasó la mano por la cara, como si quisiera arrancar la máscara de furia—. La última vez que vi y hablé con Rose fue hace dos años. Yo era su profesor de apoyo y le daba clases de lengua en la biblioteca. Rose había repetido curso porque nadie se había percatado de su dislexia. La escuela elemental ni siquiera contaba con un programa pedagógico de detección temprana de problemas del aprendizaje. ¡Qué cojones iban a tener! Esa panda de paletos dedican todos sus esfuerzos a inculcar basura religiosa y patriotera a los críos —miró al sheriff Taylor con rencor y luego a los agentes—. Imagino que ya se habrán dado cuenta dónde han venido; pero al menos tienen la suerte de poder largarse de aquí pronto. A mí me toca pagar la penitencia de lo que pasó en Houston, ¿saben?

A cambio de no ir a juicio, Richard Matteis había tenido que aceptar el destino impuesto por el juez encargado de su caso y este había pensado que un exilio en el profundo este de Texas sería una buena forma de compensar sus acciones.

—En fin, yo le daba clases a Rose y la chica iba haciendo muy buenos progresos. Es inteligente, no cabe duda, pero dado su entorno familiar y socioeconómico esa chica está destinada a utilizar su inteligencia para joderle la vida a los demás y para jodérsela a sí misma. Lo he visto un millón de veces en Houston y aquí... —los agente se percataron de que el circulonquio era más un recurso para evitar llegar al grano que para buscar comprensión—. Esa cría del demonio me besó en la boca un día, mientras corregíamos sus deberes. Me asusté... Ese fue mi error. No actué como un profesional... Debería haber hablado con ella para que no se sintiera culpable de lo que acababa de hacer, pero que entendiera que aquello había sido un error. Pero no lo hice —miró hacia el techo en un gesto de cansancio—. La empujé y la dejé caer de la silla. Fue una reacción violenta injustificada; pero no pude evitarla. Hacía menos de un año que había perdido mi trabajo y que había pasado por todo un infierno judicial. Cuando Rose hizo aquello sentí pánico y rabia. Le grité, no recuerdo qué le dije, y ella salió corriendo. No la vi más. Le pedí a Cynthia que me sustituyera, ella dijo que no había nadie más y comenzó a abroncarme; entonces, renuncié sin más a seguir ayudando a Rose y solamente logré que el odio y la desconfianza hacia mi persona aumentaran en ese maldito colegio.

Richard Matteis se relajó sobre la silla, descansando tras el largo esfuerzo que habían supuesto sus arranques de ira y su declaración.

—Ahora o me dejan marcharme a mi casa o permítanme que llame a un abogado. Pero no pienso contestar ni una sola palabra más. No hay pruebas de mis supuestos abusos; es su palabra contra la mía y, sin embargo, llevo todas las de perder.

Max se paseó unos segundos por el patio, por llamar algo a aquel pedazo de campo y malas hierbas que tenían frente a la vivienda. Aún notaba el bochorno de aquel lugar y se imaginaba que pasaría una noche de perros. Además, con ese calor y humedad aquel lugar estaría lleno de mosquitos. Ya sabía que comprar de regreso a la zona civilizada, si es que había de eso en Uncertain.

Mientras caminaba por su cabeza pasaban las palabras de Adele. - Nuestra palabra. MI palabra. - Él no había faltado a su palabra. Eso le enardeció y miró hacia la casa. Sacó el pañuelo de tela y se secó el incipiente sudor de la frente antes de regresar de nuevo junto a Adele por dos motivos. El primero asegurarse de que Gregor O'Hara no se ponía violento y pagaba con ella su dolor. El segundo dejar claro a su superior que no había faltado a su palabra.

- Yo no he faltado a mi palabra, agente Lewis. Les dije a los Rangers que podrían hablar con la familia y registrar la casa. No les prometí estar presentes cuando se les diese la noticia. Así que mi palabra sigue siendo válida. Otra cosa es que ahora prefieras cambiar de bando y de compañero. - Max hizo una pausa pensativo.

 -¿Qué ocurre? ¿Es por Becca? Tú me dijiste que la invitaste a cenar... - ¿Podría ser eso? ¿Celos profesionales? ¿Que se sintiese desplazada por Becca? - Y es que jamás se había puesto así cuando Jordan se involucraba emocionalmente en un caso. Claro que lo habitual era que tardase más en hacerlo, no cuando el caso no era ni suyo...

Pero él era así y Adele lo sabía desde hacía años. - Si no me quieres en el caso, por mí vale. Llama a la central y que envíen otro agente. Me volveré a Nueva Orleans en su coche y pediré unos días libres. Mejor eso que tener a Bennet sobre mi hombro indagando quién soy mientras les saco el trabajo sin su colaboración. - Dijo dolido a la única mujer que no era de su familia y confiaba. Aunque después de tantos años juntos trabajando, la quería y sentía como a un miembro más de la misma.