Partida Rol por web

La noche estaba gris. El sonido de la ciudad se iba apagando mientras Alexander se volteaba para un lado y el otro de su pequeño rincón en el metro número 5 de la calle principal.

Las luces ya no eran automáticas, tras la uída de esos pequeños insolentes que tiraban piedras a los amarillos faros de la estación, todo quedaba a oscuras muy pronto

Si los hubieras agarrado.

Alexander oyó nuevamente esa voz que le perturvaba en su cabeza cada vez que no pensaba en nada.

El metro era subterráneo y a ambos lados había salidas y entradas indistintamente.
Los empleados cerraban ambas antes de irse. Alexander ya conocía varios caminos alternativos para moverse entre las alcantarillas si era necesario.

Alexander caminó por la estación subterránea, solitaria y con el único murmullo del eco del viento por aquellos frios túneles.
Recogía del suelo trozos de periódico, botellas a medio vaciar, y multitud de basura que la gente despreciaba... para Alex era su vida.
Encontró una botella de bourbon casi vacía... perfecto para calentar su gaznate en aquella fría noche.
Miró a su alrededor, y derrepente el silencio se le hizo desolador...

humgrr... maldito silencio

Tras recojer un par de periódicos usados se sentó en un banco de la estación y, despues de dar algo de sobras a sus perros, se limitó a hacer sonar su viejo violín...

El sonido del violín solía ser agradable para los oídos de los siete canes.
Éstos se echaban a su lado buscando algo del cariño que Norton les brindaba.

El reloj del televisor 13" que se encontraba colgado de una columna y aún prendido marcaba las dos de la mañana.

Un sonido aún más agudo que el del violín se oyó no muy lejos del paradero de Alexander.

Con un respingo, el viejo mendigo miró hacia las oxidadas rejas mientras abandonaba la melodía...
Observó a sus perros buscando un signo de peligro mientras aferraba la botella con fuerza. No era normal que en aquel sitio a esas horas de la noche alguien le hiciese una visita.
Nervioso y con su navaja de afeitar a mano, no despegó su vista de las rejas.

Ven, ven aquí... vamos que no hay nadie...

Alexander escucha la voz lejana sobre las escaleras que conducen al metro.
Al parecer hay al menos dos personas de no muy avanzada edad intentando entrar por el enrejado.
Por lo que escucha ellos estarían intentando saltarla.

No seas chiquilín... además puedo fácilmente defendernos.

Lo que eran los sonidos de las rejas ahora se convirtieron en pasos sobre las escaleras.

Busca un charco de agua Brian o algo húmedo.

Alexander decide buscar cobijo bajo las sombras de los túneles, tan conocidos por él y sus mascotas. Con caricias y susurros calma el nerviosismo de sus canes.
Escondido, intenta observar a los intrusos sin ser detectado...

imagino: ¿Sabes buscar tu equipo? esta en la ficha de pj en el iconito del bolso ahi dice lo que valen las cosas que tienes y lo que pesan. recuerda que puedes tener un máximo de peso qu elo dice tu ficha.

Alex, nervioso por los intrusos coje al viejo mozart en brazos... shhh, silencio viejo amigo, no queremos que nos molesten verdad?
Blandiendo la cuchilla de afeitar en una mano, y el raquitico mozart en la otra se oculta tras una esquina.

Alexander su mueve en la oscuridad y acercándose a las dos personas que ahora sí distinguía, sólo por su voz, como dos niños de no más de 17 años.

Brian, escuché algo.

Los sonidos habían cesado y en ese preciso instante Mozart gruñía a los intrusos con el hocico silenciado segundos después por su dueño.

Mejor nos vamos de aquí... Dijo Brian estándose quieto todavía más.

No seas gallina Brian. Ha sido sólo una rata. Aunque... ven, vamos a alejarnos un poco de aquí.

Se oyen perfectamente los pasos de ambos alejándose por la estación, junto con las goteras que retumbaban en las paredes y el lejano sonido de la ciudad sobre sus cabezas.

Ahora los niños se alejaban poco a poco para tomar un poco de seguridad.

Tengo que mostrartelo, es increíble... Se oyó decir al acompañante de Brian en voz muy baja por haberse ido tan lejos.

Alexander frunce el ceño ligeramente. Interesado en lo que sea que busquen los chavales decide seguirlos desde lejos con sigilo, acompañado del enorme Bach, al que silencia con un shhhhh, cierra esa bocota y ven conmigo...
Alexander, amparado por las sombras de las vias y acompañado por el negro bach, sigue a los chiquillos.

Por aquí... ¡vamos!...
Se oye decir claramente al acompañante de Brian.

El camino que seguí ahora estaba iluminado por pequeñas luces al costado de las vías. Los trenes ya no pasaban a esa hora como era de suponer.
Las lamparitas se separaban por largos metros que dejaban sitios a oscuras completamente.

Aquí hay agua. Espero que estemos lo suficientemente cubiertos.

Norton se para en el sitio oscuro contiguo a la luz en la que se encontraban Brian y su acompañante. Divisa claramente a los niños, como había determinado no tendrían más de 17 años cada uno de ellos.
Estaban vestidos muy bien para ser niños de la calle... pero ¿Por qué estaría allí?

Mira esto. No lo vas a poder creer.
Un silencio acompañó es susurro de adolescente.

Me tienes que jurar que no se lo dirás a nadie.Pide con tono suplicante.

Por supuesto. Eres mi mejor amigo. No diré nada que no quieras que diga.

El desconocido alza sus manos con las palmas hacia abajo directamente hacia el charco de agua.

A primera impresión, nada ocurrió. Pero pasados unos segundos los ojos de éste se vieron inundados de un profundo azul que cubría sus castaños ojos. La conexión con el charco era absoluta.
Norton miró perplejo la situación.

El charco de agua mostró cierta turbulencia seguide de unas pequeñas gotas que saltaban del centro... a la vista de los tres el agua estaba salpicando hacia arriba, no más de unos centímetros.
La obnuvilación del pordiosero desde su escondite lo hizo acercarse aún más logrando un efecto inesperado, él mismo también había pisado un charco.

¿Hay alguien ahí? Gritó Brian volteándose 180 grados.
Los ojos del desconocido se volvieron castaños nuevamente y el agua se tranquilizó. Ahora ambos miraban al rincón oscuro.

El mendigo se descubre con expresión perpleja. Bach empieza a gruñir fieramente, babeante y nervioso. Alexander lo tiene agarrado del pellejo del cuello, y en la otra mano porta una cuchilla de afeitar abierta.
...q... que ha sido eso? Atónito, lejos de querer parecer amenazador, aunque su aspecto dicte lo contrario. Con los ojos como platos da un paso hacia atrás.

La rabia inunda tus sentidos. Bach se escapa de tus brazos y corre hacia la luz.
Esos niños estaban haciendo algo extraño. Ese niño está maldito.