Partida Rol por web

RESOLUCION TURNO 300

La mañana trajo consigo un regalo, había dejado de llover. Aun caían las gotas recogidas por las hojas y todo seguía aun empapado, pero ya no llovía. El sol comenzó a salir en algún lado, tenue por las nubes y sin embargo, su claridad se colaba entre las ramas de los arboles. Tras la noche que habían pasado, aquello les dio un hálito de esperanza. El viento silbaba entre los arboles trayendo consigo el frio de la mañana, que helaba los rostros y atenazaba los dedos.
Desayunaron rápido. Algo de queso, manzanas, nueces y un poco de membrillo. Después cargaron de nuevo los animales y se dispusieron a marchar. En ningún momento dejaban de otear la espesura, como si la luz que iba creciendo, fuese a revelar al enemigo acechando.
Pronto todo estuvo dispuesto para partir.

Turno 301A

Como todas las mañanas, el rubiales se adentraba entre las boñigas equinas para revisar otra vez las monturas y bestias de carga. La noche podía ser sigilosa y mosquitos u otras alimañas podían dañar a los animales, que si se esforzaban sin ser tratados, podrían sufrir mucho; y una buena preparación antes de salir era primordial. - Gente, a ver que hacemos con la mula, que está sufriendo bastante el camino por la carga. Incluso pasó un par de bultos a su montura, para al menos retirarle unos 8 ó 10 kilos de encima.  Desayunó taciturno. Solitario, como solía suceder, pero esta vez entre las monturas. Quería soledad, tranquilidad y tal vez una charla inteligente o un comentario agradable. No estaba en su mejor forma. Igual ha dormido mal.

Turno 301

El bosquimano pensó que su comida no estaba del todo mal, quizás algo picante, pero su paladar acostumbrado a la comida oriental estaba bastante más acostumbrado a las especias que los demás. Para él, fue una comida sabrosa al fin y al cabo. Pero cuando miró a sus compañeros, que tenían las caras rojas y bebían agua como si llevasen dos años en un desierto, reconoció que se había pasado con la guindilla molida. Se acercó al resto y se disculpó. - Lo siento, no soy cocinero y quizás este acostumbrado al picante. No he sabido medir la cantidad a echar. - Cambiando el tono a broma, susurró. - Me temo, que el bosque o los orientales no van a acabar con nosotros, pero lo haremos nosotros mismos autoenvenenándonos. - Poco más añadió y aceptó de buen grado las críticas de sus compañeros, aunque estas sabía que serían comedidas después del altercado de la comida.

La noche se le hizo larga y pesada. Quizás la fuerte cena y la pesada digestión de esta fue la causante, o quizás el poco e incomodo espacio que pudieron encontrar para poder estirarse algo. Se removía bajo la manta y varias veces se despertó para volver a beber agua. La guardia fue larga y tediosa, rodeada de un silencio solo roto por los ruidos naturales del bosque y el gruñir de los ronquidos de sus compañeros. El nervio de esperar un ataque de parte de los orientales le hacía estar alerta y volvía a desquiciarle el que no se produjera. Cuando cambio el turno, tardó en dormirse y cuando lo hizo, fue en un sueño ligero salpicado por pesadillas y recuerdos borrosos y perturbadores.

Cuando se despertó por la mañana, por un momento lo hizo desorientado y estuvo unos cuantos segundos mirando alrededor suyo sin asimilar donde se encontraba. Parecía que todo a su alrededor era un sueño desfigurado y lejano. Su cabeza estaba embotada y aún dormida, pero la sensación de frío fue aumentando para sacarle lentamente de ese estado y llevarle a la cruda realidad. Algo había mejorado, ya no llovía, pero aún así la humedad reinante le hizo ponerse en marcha para intentar salvar algo de leña seca del fuego, como ya hacía todas las mañanas al recoger el campamento.

Freagulf comentó el estado de la mula y el tuerto le ayudó a repartir más peso de está al resto de monturas. Hasta ese momento, todas menos la mula, parecían no sufrir sobrecarga, por eso intentaron distribuir mejor los bultos y pesos, cuidando de no cargar en exceso a ningún animal.

Cuando todo estuvo dispuesto, reanudaron de nuevo la marcha. Lentamente y en silencio, como lo hicieron la tarde pasada. Temüdyin y Tülak volvían a separarse unos cuantos metros del grupo, sin perder el contacto, para ir explorando el entorno e intentar predecir un posible ataque. La paranoia del bosquimano le mantenía alerta y en tensión entre la frondosa foresta. El barro del suelo o el musgo que se agarraba a las raíces que escapaban de la tierra, hacían que el avance no fuese del todo cómodo y esto no ayudaba adelantarse al ritmo que el explorador quería.

La lenta marcha y el monótono entorno empezaba a cansar a Chaka, que ansiaba llegar cuanto antes al supuesto camino que les dirigiría hacia el norte para unirse al Râd Angálalath. Suponía que el cambio de ritmo ayudaría a hacer más soportable las marchas y con ello mejorar el animo de la compañía, el cual se notaba tensó y bajo por los distintos acontecimientos y por el cansancio extremo de algunos de sus compañeros.

Turno 301 Después del altercado con Kolli y contra todo pronóstico, parecía que nuestra suerte empezaba a enderezarse.

La cena que Chakka había preparado la noche anterior, me supo realmente a gloria tras las últimos abortos culinarios practicados por mis camaradas. Especialmente "el Hollín asesino" del herrero, que ya se había tomado sus primeras victimas en forma de enfermedad.

En verdad, el bueno de Haelembor no había resultado más que una carga desde que partimos de Bur-Waldlaes. A buen seguro no era su culpa. Las condiciones no nos habían sido propicias desde que iniciamos la marcha.

El frió, la humedad, y la pésima alimentación, podía haber arrastrado al fango a cualquiera de nosotros. Pero el caso era, que el afable barbudo de la Carroca entorpecía nuestro avance, y estaba bastante convencido de que soló el excesivo esmero que estábamos dedicando a rastrear y asegurar el terreno, permitía al curandero mantener el ritmo.

Empezaba a preguntarme si Faelginor no se habría equivocado al incluirlo en nuestra pequeña comitiva....

tal vez hubiera sido mejor sacrificar algo de cobertura medica a cambio de una marcha más rápida y algo de musculo.

Esperaba sinceramente que las infusiones del Oriental pudieran recuperar al excéntrico hombre de los bosques por el bien de todos. De hecho, desde el momento en que probé las primeras cucharadas de su guiso, tuve claro que volvería a proponerlo para los siguientes turnos de cocina.

En realidad, parecía ser que la comida del oriental presentaba un exceso de picante. Algo realmente afortunado para mí, que acostumbrado a los ungüentos y fuertes Licores de los Chamanes y Druídas Pelarnuv, tenía un paladar difícilmente impresionable. Muy al contrario, agradecía los fuertes sabores y los Licores de alta gradación, siempre que ese fuera el único problema de los preparados.

Por esta razón me apresuré a felicitar a Chakka por su trabajo en los fogones y le quite importancia a sus exagerados intentos de justificarse.

¡Tonterías amigo! exclamé mientras le daba un palmetazo amistoso en la espalda. ¡Es lo mejor que nos llevamos a la boca desde la cena en la tienda del Mariscal! Por fin podremos recuperar algunas de nuestras fuerzas. Sin duda las necesitaremos e los días venideros Mi comentario era rotundo y sincero, y venía acompañado de una amplia y generosa sonrisa.

A la mañana siguiente, la suerte parecía seguir de nuestro lado, ya no llovía. Por fin, alabados sean los Valar

Chakka, despertó bajo la atenta mirada de mis ojos. Ya llevaba unas noches teniendo terribles pesadillas. Lo sabía bien, pues mi turno de guardia era habitualmente el que seguia al suyo, cuando no lo compartíamos. En ambos casos, el Oriental dormía muy cerca de mi posición, desde donde podía percibir como se movía en sueños, murmuraba y sudaba en frío. También había pasado por problemas estomacales los días anteriores y me preocupaba que una de sus excursiones a la fronda lo encontrasen en un momento de debilidad. Por todo ello, siempre animaba a mis compañeros a realizar las batidas en parejas y a permanecer a la vista del grupo.

Aquella mañana, me sorprendió ver a Freagulf y al propio Temudyin reorganizando los aperos de la mula Dali. Creía recordar que yo mismo había aligerado bastante su carga. Y sin embargo, parecía cierto que el animal se mostraba más fatigado que sus congéneres. De modo que una vez hubieron terminado, yo mismo me acerqué para comprobar que todo estaba en orden, y de paso, susurré unas palabras en Khuzdul a la vieja Dali mientras le acercaba unos restos de Zanahoria que no se habían usado en el guiso del día anterior.

Se fuerte pequeña, la luz crece y la oscuridad mengua al igual que tu carga. Pronto te sentirás liviana como las hojas que nos envuelven. Así, con unas palmaditas en su costado, volví a mis quehaceres.

Cuando comenzamos la marcha, reparé en que Chakka volvía a tomarse su tiempo con las batidas, a pesar de que el Montaraz ya le había apremiado a no demorarse tanto la tarde anterior. En realidad, yo veía ya, poco provecho en rastrear y asegurar la zona mientras viajábamos. Lo único que habíamos logrado el día anterior, fue ralentizar excesivamente nuestro avance cuando más lo necesitábamos.

Tulak, Chakka!! Llamé, mientras les hacía señas. Pensé que habíamos convenido en agilizar la marcha les dije a todos cuando estuvimos reunidos. Si en verdad ya hemos sido descubiertos, de poco provecho nos será asegurar el camino. Me apoyé un rato en la jabalina para descansar la pierna (el dolor del brazo había remitido, pero la pierna volvía a protestar)

Si deciden seguirnos nos alcanzarán, poco podemos enmascarar nuestro rastro con este fango. hice ver mientras removía el mango de la jabalina contra el suelo. Y si lo que pretendéis es sorprenderlos antes de ser vistos...bueno, creo que todos entendemos lo infructuoso de tal tarea...

Creía que todos estábamos ya de acuerdo en esto. Si alguna utilidad podían tener ya estas batidas, sería anticipar una posible emboscada, pero anticipada o no, no podremos evitarla...y no creo que merezca la pena sacrificar la mitad de nuestro avance solo por eso. Hice una pausa valorativa para comprobar en que medida mi incidente con Kolli había mellado la confianza del grupo en mis palabras y tras acicalarme modestamente la barba proseguí:

Tengo una idea. Propuse. Puede ahorrarnos estas improductivas batidas en la espesura y tal vez evitar ser presa fácil para sus artimañas.

Escuchad. Como yo lo veo, su mejor posibilidad sería rodearnos aprovechando la cobertura que la espesura les proporciona y cerrar un circulo, o una cuña sobre nosotros. Eso dependerá de su numero.

El bosque no ofrece obstáculos naturales de los que puedan valerse para arrinconarnos, eso juega a nuestro favor...pero somos pocos, y las bestias nos obligan a llevar un paso lento en esta maraña de raíces. Si en verdad están ahí fuera... Dije una vez mas, mientras deslizaba una mirada de sospecha a los alrededores.

...si es así, demorarán su ataque cuanto les sea posible hasta que lleguemos al gran camino. Cuanto más nos cansemos, mejores presas resultaremos. No tardarán en percibir el cansancio y la enfermedad entre los nuestros Continué mientras señalaba con la vista a Haelembour y al Herrero.

Así que esperarán a que el Bosque les haga parte del trabajo... Tomé algo de aliento y continué:

...y cuando finalmente se decidan, lo más sencillo sería jugar la baza de la superioridad numérica. Rodearnos y someternos a un fuego cruzado. Pues bien.. dije dando a entender que se acercaba la conclusión de toda aquella disertación.

...lo que yo digo es: dividamonos en 2 grupos. Delante, deberán ir uno de los exploradores y al menos otros dos, que se sientan fuertes como para abrir camino a través de la maleza. Detrás, irán otro explorador y los que se encuentran más cansados, así como el resto de bestias. Siguiendo el camino que el primer grupo vaya abriendo. Observé como iban recibiendo mi idea.

Entre ambos grupos habrá una separación corta,...lo suficiente como para poder oír nuestras voces, pero lo bastante como para perdernos de vista. De ese modo, al grupo trasero no le costará seguir al delantero, y al menos, si los orientales deciden emboscarlos no podrán encerrarnos como a cerdos en un Corral. Y uno de los grupos podrá acudir en auxilio del otro ganando la espalda de los enemigos.

Confiaba en que la idea hubiese calado en algunos de los miembros de la escolta...y en cualquier caso, si no aceptaban la idea de los grupos, que al menos mi larga perorata les hubiese dejado lo suficientemente desconcertados como para olvidarse de las batidas. No creía que nos pudiésemos permitir más jornadas de un avance tan lento como la del día anterior. Si los Orientales no habían tenido tiempo de organizarse, se lo estábamos brindando en bandeja, por no hablar de que el cansancio y la enfermedad no remitirían hasta que alcanzásemos el Gran camino y pudiésemos avistar el cielo, ahora oculto tras las copas de los arboles.

Turno 301

El beórnida no lo estaba pasando nada bien en aquel viaje... No sólo sus compañeros parecían pelearse entre ellos continuamente y los ánimos estaban que echaban chispas -salvo Chakka y Tûlak, por supuesto- entre todos, cosa que no le hacía demasiada gracia, sino que además, aparte del cansancio que acumulaba encima, la comida del día anterior le había sentado mal... Y el guiso del oriental, por muy rico que estuviese, no fue de mucha ayuda tampoco en lo que a asentarle el estómago se refería... Aunque bien era verdad también que su infusión sí que lo ayudó bastante.

Pero ¿por qué se estaría resignando a comer lo que cocinaban siempre? Con lo fácil que era para él masticar unas cuantas raíces o alimentarse de bayas y setas crudas... Quizás el cambio de alimentación también estaba haciendo de las suyas en aquellos momentos. 

Incluso Gilmor y ¡hasta Dali! estaban aguantando la marcha mejor que él, por lo visto... En realidad le daba igual; al gigante de las verduras poco le importaba lo que los demás pudiesen opinar de su estado o su salud... De hecho, poco le importaba lo que los demás pudiesen opinar de él en general. Otro gallo hubiera cantado si, en lugar de él, aquello le hubiese sucedido, por ejemplo a Kolli... ¡O mucho menos a Erik! Se imaginó al enano en una situación de indisposición como la que él estaba viviendo en aquellos momentos y no pudo menos que sonreír. Aquel pensamiento le dibujó una sonrisa bonachona en el rostro y, aunque no se le escapó ningún sonido, sus hombros se agitaron ligeramente, mientras se reía interiormente de sus propios pensamientos. 

Fue en ese preciso instante cuando Erik expuso su plan, el cual no parecía nada desacertado a su humilde parecer, pero claro, él no era estratega y nunca se había dedicado a pensar como pensaría un ejército, así que dejó la opinión sobre el mismo a los demás; él acataría lo que todos decidiesen.

Mientras tanto, había otras preguntas que le rondaban la cabeza y que le resultaban más interesantes, preguntas que tenía ganas de hacer a sus compañeros, por simple curiosidad, pero se había abstenido hasta el momento, por no encontrar el instante adecuado para pronunciarlas. Varias veces por el camino había abierto la boca, con intención de preguntar alguna cosa a cada uno de ellos, y varias veces la había vuelto a cerrar sin pronunciar palabra, interrumpido por algún comentario más rápido de los demás o por algún movimiento o simplemente por un fuerte retortijón en su castigado estómago. 

Una vez más, la pregunta que esta vez había estado a punto de ir dirigida a Erik, murió en sus labios mientras escuchaba el plan de éste, ya la haría cuando terminasen de debatir... 

Turno 301

Creo que ya se había plantado en algun momento de aquellos dias, pero la verdad es que, algo tan trivial como la comida se estaba convirtiendo en, al menos de momento, nuestro mas implacable enemigo. La cena que hizo el tuerto, con mi ayuda como pinche de cocina, pese a superar con mucho la bazofia cocinada por Kolli, resultó estar sobresaturada de algun tipo de especia que la hizo condenadamente picante. No es que me disgustase el picante, pero la sensación de tener la boca como un trapo, y tener que beber agua como si llevase dias sin hacerlo decidamente me hicieron recordar turnos de otros de nosotros incluso peores. Aun así, cuando el bosquimano se excusó, pidiendo perdon, opté, como solía, por no hacer leña del arbol caido, simplemente desechando sus disculpas con un movimiento despreocupado de la mano.

Las guardias transcurrieron tranquilas aunque el corazón no paraba de martillear en mi pecho en ambas, pues, la falta de claro, pese a ocultarnos mas de la mirada indiscreta de posibles enemigos, también, en caso de haberlos, y ser conscientes de nuestra posición, los llevaría hasta nuestra misma posición sin dejarnos tiempo para reaccionar. También me callé esa reflexión, mientras regueros de agua caian de la capucha de mi capa sobre la barba encrespada por la humedad, que descansaba sobre mi abdomen algo abultado. Hacía frío, eso al menos habían dicho mis compañeros, cuando nos preparabamos para pasar la noche, pero, para alguien criado en el helador paraje de Fordwaith, el ambiente era cálido como una noche de verano en la tundra:- Aunque les doy la razón en que la humedad que se cuela hasta los huesos hace que parezca que hay 10 grados menos...

Otro problema durante la noche, que pude comprobar tras mi primera guardia, fue que el suelo, irregular hasta lo indecible, con raices, piedra, y barro, mucho barro, sumado al poco espacio del que disponiamos, hacía dificil encontrar una postura cómoda para el descanso. Pero, de nuevo, ni una sola queja salió de mi boca, de menor tamaño que el Gigante o el Señor de los Caballos, y a buen seguro, mas acostumbrado a las noches en la interperie. Cuando me despertaron para mi segunda guardia, las pesadillas por la muerte de mi mentor, junto a la tensión acumulada durante los cinco dias de marcha, hicieron que la sensación fuese de acabarme de acostar, amen del dolor de espalda por la piedras y raices que me clavé mientras dormía.

Gracias a los Valar, nada tuvimos que temer de la ultima guardia tampoco, aunque la garganta de Erik, ya de por sí castigada por los licores que solía beber, vio potenciada su friccion por el exceso de picante de la cena, así que sus ronquidos se confundían con los ruidos de algun mamífero de pequeño tamaño al que nuestra llegada había contrariado sobremanera, y así nos lo hizo saber hasta que nos hubimos ido de allí.

Durante el frugal desayuno, ya bajo un cielo plomizo, aunque sin lluvia, que permitía que algo mas de luz natural iluminase las zonas bajo densas copas de arboles, observé a mis compañeros mas castigados por el viaje, esperando que su descanso hubiera sido bastante mas fructifero que el mio, y preguntéal hombre de La Carroca:

- Que tal ese estómago, Haelembor, se asienta??, aunque también echaba frecuentes miradas a Kolli, cuyos resuellos ayer dejaron mas que claro que no andaba, ni mucho menos, a gusto. Pero por supuesto, no se quejaría, y el buen juicio me dijo que preguntarle no serviria de mucho. - Ademas, no se le ha quitado aun ese surco que le salió en la frente desde el enfrentamiento con Erik...

Enseguida recogimos campamento, con la urgencia de no demorarnos, sabiendonos (o sospechando) perseguidos, y enseguida empezamos a movernos, mas rapido que ayer, pero aun demasiado lento, sin encontrar mas que barro, herencia de la lluvia de estos dias, raices, y mas raices, que hacían que las pobres monturas dudaran muchas veces si saltar, o meter el casco en un charco. Fue una bendición, al menos, ahorrarnos la pertinaz lluvia que había caido la noche anterior. Las mas de las veces me sorprendia mirando hacia atras, casi como si pudiese ver a esos Saggath echandose encima nuestro.

En la parada a comer, que agradecí sobremanera, tras la infructuosa noche de descanso, aunque aun no habiamos elegido al encargado esta vez, habiendo preparado todos lamentables platos en los dias previos, Erik planteó, con su forma directa, lo que me había inquietado durante toda la mañana. Cuando acaba su exposición, miro a mis compañeros, y despues digo:

- Te iba a puntualizar la necesidad de llevar a alguien por delante que pudiera descubir una posible emboscada, de cara a que no todos cayesemos en ella, pero segunda parte de tu plan lo evita con éxito, creo, así que, adelante: Como dije ayer, hemos de llegar al gran camino cuanto antes. Será allí donde, si nada sale mal, podremos poner por medio muchas leguas respecto a nuestros perseguidores...

Aprovechando que la atención estaba en el discurso de Erik, agarré el queso, la cecina,un pan, algo duro ya a estas alturas, y un buen puñado de frutos secos y fruta carnosa. Aunque menos sabrosa de lo que podía ser un guiso, creo que nos dará las fuerzas necesarias sin hacer surgir la posibilidad de crear mas polémica entre nosotros. Tras partirme las porciones necesarias para mi, le paso la comida a Kolli, invitandole a que se sirva.

Mientras comía, llevé un puñado de zanahorias, con el mechon de hojas sin quitar, a mi montura, del mismo nombre, mientras le palmeaba en el musculado cuello: - Estás portándote como una autentica campeona, compañera!!, le susurré, cada vez mas compenetrado con ella.

Turno 301

Kolli seguía al grupo como podía con su mezcla habitual de resoplidos, maldiciones y gruñidos a partes iguales. El pobre enano lo estaba pasando mal, acostumbrado como estaba a una vida sedentaria en la forja.

Todavía algo enojado por el capítulo anterior, y receloso de todo lo que le rodeaba, tanto de sus compañeros como del odioso bosque, se guardó mucho de pronunciar ni una palabra, intentando pasar por invisible. Todo lo desapercibido que podía pasar un enano con complejo de ferretería andante con andares de oso borracho.

Agradecido tomó las viandas que le ofrecía Tulak, y casi con lágrimas en los ojos así le expresó su gratitud. Al fin podía disfrutar de un bocado sin peligro por su salud. Con renovada fuerza, y tras una lucha interna por si romper o mantener su silencio, al fin habló, preocupado por la seguridad del grupo.

- Veo un fallo a ese plan, maese Erik . - Comentó intentando endulzar su tono, airado por naturaleza. - Si nos mantenemos fuera del alcance de la vista, ¿cómo diablos esperas que mantengamos la cercanía suficiente para oir nuestras voces? - Preguntó enarcando una ceja mientras sin querer su tono subía un tono- ¡Y más encima en un maldito bosque con su maldita arbolada, su maldita espesura y su maldita manía de hacer que la gente se pierda! - Tras el pequeño despiste, carraspeó un poco tratando de volver al tono neutro. - No soy ningún experto soldado, ni un maldito experto en táctica, ni diablos, un buen lider. Pero la única manera de mantener la fuerza como unidad es mantenernos unidos. Tenemos gente que puede adelantarse y pasar desapercibido en el bosque, haciendo las labores de explorador y ayudándonos a evitar una emboscada, podría llevar el cuerno para dar la alarma. Pero diablos, ¿ir en grupos para que nos eliminen uno a uno? - Y así finalizó, rumiando su pregunta.

Turno 301

Comíamos al refugió de unos arboles en la espesura, apenas un claro para contener al grupo y las monturas sin dispersarnos demasiado.

En el fango, una pareja de Lombrices, se revolvían desorientadas intentando escapar de los esquivos rayos de luz que por primera vez en los días que llevábamos de caminata, habían alcanzado el lecho de Eryn Lasgalen .

Cuando escuché las razones de Kolli, mi bota cayo sobre ellas como una plancha, para ayudarlas a encontrar su camino bajo tierra. Pensaba en lo fácil que resultaría nuestra misión, si al igual que ellas, pudiésemos avanzar por debajo de la tierra, al amparo de la dura roca....

No creas que no lo tengo en cuenta, señor herrero. Dije sin acritud.

Sin duda, la unión es importante...dije mientras masticaba unos mangos ...sobre todo en campo abierto, y cuando el numero de contendientes es mayor...
...No te engañes, yo tampoco soy ningún estratega, si bien he aprendido una o dos cosas de mi Mariscal... Dije tratando de poner las cartas sobre la mesa.

...pero en nuestra situación, en el terreno que ahora nos encontramos....dime: ¿Que ventaja piensas que nos ofrecería luchar los 6 a mano? ... me detuve para observarlo, mientras escurría el zumo que goteaba por mi barba con la manga de mi camisa. Y antes de dejarles intervenir continué.

...Yo te lo diré, ninguna. Dudo que haya espacio para que más de dos hombres luchen hombro con hombro, y mucho menos, para organizar ningún tipo de formación...
Volví a detenerme para mordisquear el mango.

No, si son mayores en numero, intentarán rodearnos y arrinconarnos hasta asfixiar cualquier posibilidad de movimiento. Y si son menos, nos hostigarán con ataques rápidos para desaparecer antes de que podamos organizarnos, igual que hizo el Sagath que Chakka vio la otra noche...en eso no podemos competir con ellos, esta claro rumié con cierto malestar.

Tanto si hacen lo primero, como lo segundo, les costará más si no nos tienen Ubicados...o al menos, eso es lo que pienso.

En cuanto a lo de oír nuestras voces, bastaría con silbar a intervalos de tiempo prefijados... continué sin darle importancia. El otro día, cuando perseguíamos al oriental, me di cuenta que en este bosque, se pierde el horizonte con relativa facilidad. Poco se puede avistar más allá de 10-15 metros...puede que algo más, ahora que el sol se ha dejado ver, y tal vez los pies largos vean hasta una mayor distancia...

Al llegar al corazón del mango, jugué un rato con el entre las manos y finalmente lo introduje en mi boca y empecé a masticarlo también.

20 metros no son espació para perder un rastro, los que abren camino dejarán ramas rotas, huellas , maleza aplastada...incluso tú podrías oír como me tiro un pedo si prestas atención... dije intentando hacer una chanza. En cualquier caso, llevaríamos un explorador en cada grupo, y si uno de los grupos no respondiese a la llamada del otro, sabríamos que algo ocurre...como ya dije antes, no creo que el sigilo tenga ya la menor importancia, lo mismo daría que anduviésemos a gritos por el bosque... apunté ciertamente resignado.

Cuando me levanté de la improvisada bancada, una de las lombrices me siguió pegada al remache metálico de mis botas, mientras la otra, escurría ya su viscosa punta bajo el espeso fango.
La unión hace la fuerza... reconocí, mientras dibujaba una sonrisa conformista

RESOLUCION TURNO 301

Partieron desconfiados, sin dejar de mirar atrás, y a los lados. Oteando lo que les esperaba más allá de uno o dos árboles. Seguían atravesando el bosque sin seguir sendero alguno, abriéndose paso entre raíces y el dichoso barro. La luz apenas traspasaba las copas de los arboles, que repletas ocultaban los rayos del sol. De cuando en cuando, unos hilillos se filtraban para iluminar los arbustos y plantas del sotomonte. Por momentos todo parecía resplandecer en muchos tonos verdosos y marrones. Pero la vuelta a la oscuridad retornaba la visión de un bosque muy castigado en el pasado. Ramas retorcidas, hojas negruzcas y raíces que parecían querer salir del suelo para agarrar a los osados caminantes.

Los animales iban guiados por sus riendas en todo momento.  El grupo discutió sobre el mejor modo de asegurar los alrededores para avanzar seguros. Erik propuso dividirse en grupos, incluso perdiéndose de vista, corría el riesgo de que alguno de ellos se perdiese. Kolli se encargo de contradecir al enano. Era como si la pelea que no acabaron, mostrase aun algunos flecos de enfrentamiento verbal. Pero al final, Erik pareció imponerse cuando a convencer al resto se trato. Tulak y los demás, creyeron conveniente separarse, pues la idea de luchar todos juntos apiñados, no les pareció posible. Se dividieron en dos grupos, uno de ellos iría ligeramente adelantado, unos diez metros, y el otro lo seguiría.  Freagulf, Tulak y Kolli, se adelantaron a los demás, dejando las monturas al cuidado del segundo grupo.  Temudyin, Haelembor y Erik, se quedaron más atrás. Se perdieron de vista, pero como habían convenido hacían señales de cuando en cuando para orientarse entre ellos. El plan, a falta de demostrar su utilidad real, había funcionado. Consiguieron no separarse ni perderse entre sí.

Llego el momento de detenerse. El primer grupo encontró un pequeño grupo de rocas que ofrecían un lugar seco en el que sentarse. Incluso una de ellas, bastante inclinada y de gran tamaño, ofrecía una cobertura idónea si lloviese. Había sitio debajo, para instalarse cómodamente junto a las bestias. Y allí espero al segundo grupo para el descanso de la comida. No encendieron fuego alguno, pese al frio y la humedad. Comieron algo de cecina, carne en salazón, queso y pan. Una triste comida que lleno el estomago y repuso las fuerzas de los caminantes. El ambiente estaba tenso, comían en completo silencio, mirando a todos lados, esperando un inminente ataque que nunca llegaba.

Descansaron lo justo y suficiente para poder ponerse en marcha de nuevo. Como lo habían hecho antes, siguieron con la táctica de dividirse en dos grupos…

La lluvia no hizo acto de presencia a lo largo de la mañana, y parecía que tampoco lo haría durante la tarde. Esto era un gran alivio. No se secaría la tierra, pero al menos ellos lo estarían durante el camino. El bosque no era tan silencioso al paso de los grupos. Los animales huían o silenciaban a su paso. Cambiando los tranquilos sonidos de la naturaleza cuando permanecían quietos y en silencio durante la comida, por el chapoteo de las botas en el agua, el relincho de los animales y las señales que se hacían entre ellos.

La luz comenzó a menguar rápidamente, pronto anochecería y ni la luz de la luna sería capaz de atravesar las ramas. Sin luz, poco podrían avanzar. Buscaron un lugar donde descansar, y hallaron un grupo de arboles algo mas separados de lo normal, cubierto por unas tupidas ramas que parecían tender una tienda artificial sobre sus cabezas. Lamentablemente debajo no había nada que los separase del húmedo suelo.

Turno 302

Nada ocurre…

Cae la noche, me alejo del fuego, bajo por el pequeño terraplén que nos separa del corazón del bosque, y subo a mi pequeño paraíso espiritual.

Al fondo, oigo el lejano murmullo de los hombres y enanos preparados para la guerra, esperan ansiosos un futuro incierto, plagado de enemigos que acechan en las sombras.

Aspiro una nueva bocanada de hierba y entonces, cierro los ojos y me quedo lo más quieto y en silencio que puedo.

Respiro y escucho…escucho los sonidos del bosque: el ensordecedor canto de los grillos y el lejano croar de los anfibios, salpicado por el lamento quejumbroso de las cortezas de los árboles, solo interrumpido, aquí y allá, por el Ulular del Búho solitario y las gotas de humedad que se filtran desde las copas y las ramas altas de los árboles.

Cuando casi puedo ver el contorno de la selva, abro mi mente y observo con ella.

Y muy lejos a lo ancho y a lo largo alcanza mi vista. Veo los trocos, las ramas de los árboles, la espesa cúpula de follaje, y el cielo nublado más allá.

Desde allí, como un ave posada en una de las agujas de los árboles, puedo atisbar el horizonte más allá de la bóveda forestal, donde la civilización se recorta contra la naturaleza.

Entonces, despliego mis alas y alzo el vuelo, atravieso las etéreas nubes de algodón y me encuentro con el sombrío manto de la noche en compañía de la luna y las estrellas. Y allí, flotando inerte, mientras los tóxicos invaden todas mis terminaciones nerviosas, vuelvo a escuchar…y otros no oyen nada…

Oigo los suspiros lastimeros de una vieja mula que descansa a la intemperie; el ruido de un remolino de agua que se forma en un arroyo  tras un pequeño salto; el viento empujando las hojas de los pinos que se niegan a claudicar.

Me centro en mi respiración, y en la lejanía, empieza a crecer el rumor  de voces que suenan, gente normal hablando de cosas mundanas.

Nada ocurre…miró hacia abajo y veo roedores correteando entre las hierbas y las piedras…noto algo que se mueve, intento distinguirlo entre la maleza, pero es inútil…solo hay sombras.

Recuerdo mis años de infante, la oscuridad ¿me daba miedo?

No, no era la oscuridad lo que temía, sino lo que esta generaba, la incertidumbre, lo desconocido…lo que se oculta en ella…la oscuridad total no nos da miedo, sino las sombras que arrojan los fuegos de nuestros corazones….

En esa oscuridad me siento seguro…

Entonces, una tenue luz aparece como un punto flotando en la noche…primero vacilante, pero se va haciendo más intensa a medida que me fijo en ella….es una llama, una antorcha. La forma que los humanos tienen de protegerse a sí mismos de su propia oscuridad  pienso…

Alguien me llama, es tiempo de volver…y hacer guardia… _¡¿Ocurre algo Erik?!_ Me pregunta la voz…respondo: _Ya voy…_

Nada ocurre…

Turno 302

Turno 302

Al final se decidieron por la idea de Erik de separarse y avanzar en dos grupos. En el segundo grupo, junto al enano iba Haelembor, quien gracias a su buena mano guiaba a casi todas las bestias y Temüdyin, quien viendo que era innecesario ir delante pues el rastro que dejaba el primer grupo era fácil de seguir, pasó a ser quien cerraba la marcha y así vigilar la retaguardia.

El avance fue lento y silencioso, solamente roto por los avisos que los dos grupos se daban para confirmar que ninguno sufría ningún percance. El bosquimano avanzaba siguiendo el paso de sus compañeros e iba pendiente de lo que sucedía detrás suyo y a la vez de esquivar las innumerables raíces y charcos de barro que hacían que la marcha fuese especialmente dura.

Cuando pararon a comer, no tenía ganas de hablar. Se notaba que no iba a gusto con el ritmo y que empezaba a notar el esfuerzo. El descanso fue pequeño y para nada reparador, por lo menos para el explorador de aspecto oriental. La marcha de la tarde consiguió hacer resoplar al bosquimano. Nada hablaba pero su respiración lo decía todo. Había sido duro para él.

Una vez encontrado el lugar donde descansarían esa noche, se acercó a Tülak para hacer con él la batida reglamentaría. Observando con atención, reconocieron el entorno que rodeaba el improvisado campamento, intentando localizar cualquier posible amenaza.

A su vuelta, el bosquimano, viendo que nadie se animaba a cocinar, pensó en hacerlo él, no quería dejar pasar la posibilidad de comer caliente. - Tülak, ¿me ayudas con la comida? Necesito que alguien me pare a la hora de echar especias. - Le dijo al umli, sabiendo que en la anterior vez fue una ayuda importante. Erik ya estaba encendiendo un buen fuego, así que directamente fueron donde guardaban la comida y eligieron que cocinar.

Mientras cenaba, pensó en la guardia. Se notaba cansado y necesitaba descansar, pero como él, varios de sus compañeros denotaban por sus caras que estaban en su misma situación o incluso peor. Así que se resignó y volvió a elegir la segunda guardia, la que solía hacer con Erik.

Turno 302

Con cierta sorpresa, y no poca dosis de satisfacción, participé en una conversación en la que ni Kolli ni Erik acabaron vociferándose, o como había ocurrido hace un par de dias, acabaran a puñetazo limpio. Y es algo que agradecí profundamente, pues en estos ultimos día había comprobado, con un dolor sordo de cabeza, por que me gustaba perderme solo en la expesura, sin mas compañía de los ruidos de la fronda, arropado por el sol de mediodía, o el manto de estrellas dispuestas por Eru en el cielo nocturno.

Pese a que Kolli se opuso al plan del portador del mensaje, Erik nos convenció, y enseguida me vi liderando la marcha del grupo de cabeza, abriendo camino en la fronda, entre raices y piedras, barro y jara del sotobosque, que se pegaba a mi barba, dando unos tirones, no dolorosos, pero sí molestos. Tras el tiempo convenido, iba haciendo la señal convenida al grupo mas rezagado, a la vez que asentía a mis compañeros delante, Freagulf y Kolli. Tras el primer par de kilometros, ya empecé a sentir las primeras molestias, en forma de calambres en mis cortas piernas, tal era el desigual caminar por el exigente bosque, pero, a Oromë gracias, no encontramos ningun peligro, ni signo de que los sagath no estuviesen siguiendo: - Aun así, los orientales no son orcos sin cerebro, y buscarán el momento propicio, en que bajemos la guardia..., solo que no la bajaremos!!, pensé, recuperando un poco el resuello, para otear a traves del monte bajo, en busca de algún gesto de peligro.

No obstante, la mañana transcurrió con el único dato reseñable de la ausencia de lluvia, pese al ambiente cargado de humedad, pues la floresta había acumulado todo el exceso del liquido vertido los dias previos. Un breve refrigerio frio fue el único momento de descanso que nos permitimos, dispuestos a salvar, cuando antes, los kilometros que nos separaban del camino, ahora que, gracias a Chakka, teniamos claro que los orientales sabían de nuestra presencia.

Entre los resplidos de Kolli, y mis constantes momentos para recuperar el resuello, la tarde fue cayendo, haciendo menguar la luz bajo la cubierta arborea. Deteniendome, con ambas manos apoyadas en las rodillas, dando profundas bocanadas de aire para recuperar unas fuerzas que iban menguando a vertiginosa velocidad, miré a mis compañeros diciendo:

- La noche llega, y, al menos mis fuerzas, están llegando a su límite, así que, por los benditos Valar, vamos a preparar un buen campamento, una buena cena, y que la noche nos depare el descanso que todos necesitamos... No era prolijo en grandes parrafadas, pero, "a la fuerza ahorcan", como reza el dicho, así que no me costó ni un ápice levantar la voz, reconociendo mi fatiga.

Chakka me hizo un gesto y, tras dejar el equipo en el campamento que el resto iban montando, hicimos la oportuna batida pues, si alguien pensaba emboscarnos, conocer el terreno que teniamos alrededor, podía significar la diferencia entre victoria y derrota, e incluso, entre vida y muerte.

A la vuelta, el fuego ya ardía, majestuoso, en la pequeña hoguera encendida por Erik. Chakka se propuso de nuevo para cocinar y, sin duda, era el que menos había castigado nuestros estómagos, así que, con un palmeo en su hombro, le contesté: - Cuenta conmigo, compañero!! Y, por la bendita Yavanna, permitenos disfrutar de una cena con enjundia!!

Despues de la cena, pese a que le eché varias miradas anhelantes a mi saco, era consciente de mi obligación, así que me coloqué, con cadencia cansina mi cota de mallas, y me embracé escudo y martillo. Si hubiera tenido que apostar, hubiera jurado que pesaban el doble..., pero mi herencia enana me hacía ser pertinaz, así que me levanté pesadamente, diciendo a Freagulf, mi compañero de la primera guardia: - No estaría de mas que confirmaramos, cada cierto tiempo, que el otro está despierto y alerta. Este agotamiento nos pasará factura..., tras lo que me dediqué a hacer los pequeños periplos que hacía para alejar la pesadez de mis parpados.

- Un poco mas, solo un poco mas, y podré descansar..., pensé, dispuesto a aprovechar cada segundo de mi descanso, cuando mis guardias acabasen, pues esta noche haría dos seguidas, además, podré descansar de una vez y, si los hados nos son propicios, eliminar esta pesadez de mis botas. Odio montar, pero no veo el momento de embocar ese condenado Râd Angálalath montado sobre Zanahoria...!!!

Turno 302.

Kolli miraba nervioso a todos lados mientras avanzaban, esperando que los salvajes se les echaran encima ahora que eran más débiles tras separarse.
Pero nada ocurrió. Aquellos demonios verdes estaban jugando con sus mentes, agotando sus ánimos y exiguas fuerzas, lo veía no sólo en él, sino en el resto de sus compañeros.

Estaba claro que su plan era hacerlos desfallecer ante un ataque que nunca se produciría... Hasta que estuviesen tan agotados que sus espíritus no podrían ni levantar el escudo para defenderse.

- El horror... - Susurró febril. - El horror...- Volvió a susurrar más bajo.- Están ahí, delante nuestra, ¿no los ves pedazo de bestia? - Preguntó casi inaudible a su pobre poni.- Tus ojos me dicen que me estás mintiendo... - Continuó, al tiempo que entrecerraba sus ojos mientras miraba el apacible rostro del poni.- Pero no me engañarás, no, no al bueno de Kolli Gyrdson. - Finalizó, contento de poder amenazar a alguien real, aunque le fuese devuelta tan sólo una mirada de indiferencia equina.

Una vez empezaron a montar el campamento, su mirada volvía una y otra vez a los bosques. Se mordía la lengua para evitar gritar y echar juramentos a los que los observaban, pues sabía que sus compañeros no seguían su razonamiento.

Tras el comentario de Tulak, al final una sonrisa volvió a su rostro. Alguien estaba cerca de descubrir el plan de los demonios verdes también.- Toda la razón maese Tulak. Esos malditos salvajes están esperando que caigamos de agotamiento para abalanzarse sobre nosotros. ¡Esta tensión me está matando! - Gruñó

Turno 302B

Freagulf se dedicó como estos últimos días a su rutina equina, y luego charrar un poco con su veloz cuadrúpedo amigo. Se alejaba todo lo que podía de la zona de "cocinas". Estaba claro que la mayor alegría que tenían, en ocasiones era la fuente de discursiones y problemas. En la distancia refunfuñó: - Con lo bueno que sería poder sentarse al fuego con algo calentito entre las manos, comentar los detalles del rio y alegrar las almas en lugar de acumular más penas. Era un sueño que tenía desde tiempo atrás. Aunque sepa a rayos fritos.

Al terminar su ronda de monutras se dio una vueltita por los alrededores. Así daba tiempo a los chefs y también daba espacio al silencio para revisar toda la zona. Unos se sentían acosados, otros tenían miedo ... El Aligartha pensaba que el explorador, que no batidor, era una avanzadilla extrema y simplemente encontró a unos viajeros, no un correo con variedad de razas. Ante las noticias de guerras muchos escapan de la zona afectada, con todas las pertenencias que podían carretar, con la idea de salvar sus vidas. Igual es lo que vio,... bueno o eso esperaba.

RESOLUCION TURNO 302

La noche se fue cerrando y la oscuridad llego. Habían encontrado un lugar lo suficientemente bueno para considerarlo un campamento decente. Mejor hubiera sido un claro, o una cueva, pero en mitad de aquel enrevesado bosque, fue lo mejor que obtuvieron.  Bajo las ramas al resguardo del frio viento, encendieron un buen fuego con los restos secos que guardaban del dia anterior y alguna otra rama que ponían a secar cerca de las llamas. Comenzaron a cocinar, y aunque esta vez el resultado no fue mal, se quedaron con una sensación extraña, echaban de menos un buen guiso cuyo sabor hiciese recordar los fogones del hogar.

Llevaban tan solo tres noches en ese bosque, cuatro de camino, y sabían que tardarían unas cuantas más en alcanzar algún sendero o camino que lograse acelerar sus jornadas. Hasta ahora, el exceso de carga, las dificultades de avanzar sin seguir una senda, y la continua sensación de un ataque inminente, habían conseguido que dia tras dia no pudieran recorrer más de unos pocos kilómetros. Siempre vigilantes, haciendo numerosas batidas de exploración y más atentos a los alrededores que al propio itinerario, les estaba costando un valioso tiempo.  Nadie sabía cuál era la mejor opción. Tal vez continuar aumentando la velocidad y sacrificando seguridad. Quizás ya lo estaban haciendo bien y ese exceso de celo les había librado ya de un encuentro no deseado.

Esa noche las guardias transcurrieron tranquilas, dentro de lo que cabía. Animales nocturnos se acercaban a curiosear, los insectos eran atraídos por el brillo de la hoguera y el viento rachado meneaba las ramas de los arboles. Todo ello creaba un concierto de sonidos melódicos interpretado por la naturaleza, pero también dio algún que otro susto. Durante la guardia de Tulak una rama pequeña llego a partirse en lo más alto de un árbol, y cayo golpeando otras ramas,  produciendo un ruido que alarmo al umli y a su compañero de guardia Kolly. Tras asegurarse de que no fue nada más que una falsa alarma, siguieron con su guardia.

La mañana siguiente llego y, como el dia anterior, se alegraron de ver que el dia estaba despejado. No veían el cielo por la densidad del follaje, pero aun así notaban la claridad de los pocos rayos que conseguían bajar. El sol debía comenzar a iluminarlo todo allí arriba. Animados, se dispusieron a hacer un desayuno rápido y partir cuanto antes. El frio, en cambio, seguía siendo intenso como en días anteriores, Junto a las brasas de la hoguera comenzaron a roer algo de queso y jamón ahumado acompañándolo de un vino fuerte. Prometía ser un buen dia y tenían la esperanza, ya que las condiciones climáticas se lo permitían, de lograr avanzar un poco más que en las jornadas anteriores. Querían llegar cuanto antes al sendero para poder recuperar el tiempo perdido.

Tras el desayuno se dispusieron a partir, recogiendo sus enseres y cargándolos en las monturas. Estas habían sido revisadas, como cada mañana, por Freagulf. El ailgrata sabía muy bien que era imprescindible cuidar aquellos animales para poder llegar a tiempo a su destino, o al menos no retrasarse demasiado.

TURNO 303A

El rubiales continuó con su rutina de revisar las monturas en las paradas y antes y después de los campamentos. Lo consideraba esencial y a parte de su guardia no hizo nada más reseñable, a parte de guardar un poco de yesca seca para poder encender la siguiente hoguera. El hombre aún estaba triste por las diferencias sufridas, pero por suerte no llegó a más. - Si cuando lleguemos quieren atar sus barcas, no pienso meterme.

Como en muchas ocasiones marchaba al frente del grupo, él mismo decidió el lugar donde acampar la siguiente vez.

Turno 303

Pese a un pequeño susto durante la guardia con Kolli, que resultó no ser mas que un trozo de rama que cayó, quebrada, desde las alturas, quizá por un animal nocturno, o quien sabe, por el propio viento, que golpeaba racheado, y por la sinfonía de ruidos que una fronda como aquella albergaba, pudimos dar gracias a los Valar de que la mañana llegara sin sobresaltos, como el dia anterior sin la pertinaz lluvia de los precedentes.

El vaho de nuestra respiración dejaba claro que el calor del sol que debía estar luciendo no nos iba acompañar tampoco aquella jornada, tal era lo tupido de las copas, pero, aunque veia a mis compañeros tiritar, o al menos tener algun que otro escalofrío, a titulo personal, yo lo agradecía, pues hacía mas lo hacía mas llevadero para mi, acostumbrado a las extremas condiciones del Norte.

El descanso me sentó como hacía dias, y me hizo recuperar un poco la perspectiva, así que, durante el desayuno frio a base de fruta, queso, y rebanadas de pan con una generosa capa de miel, aproveché para dar mi opinión: - No se lo que tardaremos en llegar a ese condenado camino de Râd Angálalath, pero cada vez estoy mas convencido de que, a no ser que sepamos a ciencia cierta que nos persiguen, convendría ser cautos a la hora de avanzar. Aun queda mucho mal por limpiar de este bosque, tan dañado por las malas artes del Nigromante, hace ya tantos años, y no me gustaria toparnos con algo de bruces... Dado que ayer no nos fue mal, creo que merece la pena seguir con la idea que pusimos en marcha ayer, acabo, asintiendo a Erik.

Con presteza, ayudé a levantar el campamento, y, preparando a Zanahoria para el viaje, con una palmadita en el cuello y palabras amables, me coloqué al frente del grupo delantero, con mil ojos, martillo en mano, no dispuesto a dejarnos coger desprevenidos. A mediodía, tras cruzar uno de los multiples arroyos, donde aproveché a chequear la calidad del agua, por si podiamos repostar, hicimos parada para comer, ayudando a Chakka con lo necesario para que nos alimentara, al menos, con la calidad que habia demostrado hasta ahora, soso, pero eficaz, muy por encima de lo que habiamos hecho el resto.

Con la tripa ya saciada, y sudando pese al fresco reinante, continuamos esquivando raices y piedras, apartando follaje, acortando, con cada paso, la distancia que nos separaba del camino. Quizá el descanso, quiza el alimento, el caso es que esta jornada me resultó mas fácil seguir el ritmo, mientras que podía escuchar el resoplar de alguno de mis compañeros, que no lo estaban teniendo tan facil. Pocas palabras salieron de mi boca durante el dia, mas allá de las dichas en el desayuno, concentrado como estaba en mi tarea, pero cuando Chakka tomaba la delantera con las batidas, aprovechaba para ver como se encontraba Haelembor. El grandullón lo estaba pasando mal, pero, pese a eso, ni una sola palabra de queja salía de sus labios. Por contra, y pese a los rapapolvos fuera de lugar de Erik, la verdad es que el animista siempre tenía una sonrisa que ofrecer.

Cuando la luz empezó a menguar, y el momento de buscar campamento para la noche llegaba, Freagulf, en una de sus batidas, encontró un sitio que si bien no la comodidad de una posada de cualqueir camino, sí nos ofrecería protección, y algo de intimidad para poder encender un fuego. Una vez llegamos, descargué a mi compañera equina, dandole unos cuantos nabos y zanahorias, y dejandola pastar con lo máximo que daba el la cuerda, y me dispuse a hacer las batidas de la noche, dispuesto a, si había un lugar que nos pudiera poner en aprietos, si lo ganaba el enemigo, encontrarlo, para tenerlo en cuenta en las guardias.

Tras la cena, me ofrecería de nuevo para realizar dos turnos de guardia, como solía. Eran de agradecer las pocas horas de sueño que necesitaba mi cuerpo para tonificarse de nuevo.

Turno 303

El nuevo día llegó, y con él, los primeros rayos de esperanza en cinco días de penosa travesía.

La jornada anterior ya no había llovido, pero la humedad persistía, y el incesante goteo de la lluvia acumulada en las copas altas de los arboles no había variado sustancialmente al panorama de los primeros días.
Sin embargo, hoy sería distinto. El piso comenzaba a filtrar con avidez las aguas estancadas, y el barro y los charcos empezaban a dispersarse. No era un día de primavera precisamente, pero el cambio se agradecía.

Con ánimos renovados, ayudé en la recogida del campamento, y tras disponer mis pertrechos, me dispuse a desayunar con restauradas fuerzas. El pequeño descanso del día anterior y la hierba de los medianos me habían caído de maravilla.

Mientras desayunaba, observé complacido el buen hacer del Ailgratha con las Bestias, y asentí conforme a las indicaciones del Umli sobre la manera en que el grupo debería proceder en aquella jornada.

Sin duda tanto el Rohir como Tûlak, habían sido de gran ayuda al grupo en lo que llevábamos de viaje.
El primero, guiando al grupo y cuidando de los animales. Si todavía no habíamos tenido percances con las bestias debíamos agradecérselo en gran parte al Eorlinga, cuyos conocimiento sobre aquellos extraordinarios animales sobrepasaba por mucho al del resto de la comitiva.
Y el segundo, rastreando y asegurando los campamentos cada noche.
Además, el montaraz había supuesto un gran apoyo para mi, reafirmando frente al grupo mis ideas, en mas de una ocasión. Aunque nunca se lo había hecho saber, le estaba agradecido por ello, y era algo que no olvidaría con facilidad.

Tras el desayuno, emprendimos la marcha en dos grupos, tal y como hiciéramos el día anterior.
Delante Freagulf, Tûlak y Kolli abrían el paso, y a poco más de una veintena de metros, el resto los seguíamos al cuidado de las bestias.

La marcha era todavía demasiado cautelosa para mi gusto, pero no podía estar seguro de que precisamente aquella cautela no fuese la causante de haber evitado mayores complicaciones en el camino.Y habiendo dispuesto tantas cosas ya, no veía prudente atosigar más al resto de mis compañeros de viaje. De modo que no dije nada, y guardé silencio con las esperanza de que la tenue claridad que nos brindaba el nuevo día nos hiciese avanzar más rápido esta vez.

A mediodía nos detuvimos a comer en un pequeño claro, lo hicimos con presteza, pues el reparto de tareas y deberes se había convertido ya en una rutina fluida.
Esta vez le tocaría cocinar a Chakka de nuevo. Mientras el resto nos afanábamos en recoger leña, encender el fuego y acondicionar a las bestias, él se dedicaba por entero a los fogones, liberado de toda carga, para así lograr una buena cocción de los alimentos y su justa condimentación.

Tras la comida, proseguimos la travesía con decisión.
El buen clima parecía haber afectado positivamente a todos. Me interesé brevemente por la salud de Chakka, que aparentaba estar muy mejorado de sus problemas estomacales, y en varias ocasiones, relevaba al Animista en la guía y cuidado de las bestias para ofrecerle un merecido descanso. Haelembour era sin lugar a dudas el que más acusaba la fatiga, pero incluso él parecía tener algo mejor cara tras haber descansado por la noche.

De esta guisa y espoleado por el cambió de perspectiva, me decidí a tararear una vieja canción que había aprendido durante mi estancia en la Montaña solitaria. Una canción del camino, para aventureros en busca de fama y fortuna.

No obstante, y aunque no confiaba ya en la discreción de la comitiva, era consciente que algunos de mis compañeros no pensaban de igual modo, y puesto que no era mi intención molestarlos, sino mas bien, infundirles nuevos ánimos, y quizás hacerles olvidar las penalidades del camino por un rato, no elevé mi voz más allá de un susurro contra el viento...

Far over the misty mountains cold
To dungeons deep and caverns old
We must away ere break of day
To seek the pale enchanted gold.

The dwarves of yore made mightly spells,
While hammers fell like ringing bells
In places deep, where dark things sleep,
In hollow halls beneath the fells...

Tras llegar a esta parte de la tonada, me detuve y se hizo el silencio.
Pues era esta, una cantinela para el camino, y en esta parte, habrían de unirse en coro las voces de aquellos viajeros que se sintiesen con animo de continuarla.

No esperaba que mis compañeros conociesen la balada, si bien era un canción popular ampliamente conocida en el gran camino del Bosque y en las rutas comerciales que llevaban a Erebor, y por lo que sabia de ellos, ambos eran originarios de esa parte de Rhovanion.
De cualquier forma, los observé un instante, y perseveré, entonando una vez más las dos primeras estrofas, esta vez con voz algo más grave y profunda.