Partida Rol por web

Turno 308

Cuando el cervatillo salió huyendo, el beornida temió lo peor. No era normal, los animales nunca huían de su pueblo. Estaban acostumbrados a tratar con ellos, incluso se ayudaban mutuamente, eran tratados como hermanos. Al escuchar los gritos de Erik, el beornida volvió en si, y desconfiado, aferro su lanza con fuerza mientras volvía hacia atrás sin perder de vista el bosque. Cuando creyó estar a una distancia suficiente, se giro y fue hacia sus compañeros a grandes pasos.

RESOLUCION TURNO 308

Cuando el beornida vio marcharse al cervatillo se extraño bastante al no comprender de que huía. Su raza era amiga de los animales y no era normal que huyese de el. Se quedo unos instantes dubitativo, pero los gritos de Erik lo hicieron volver. Haciéndole caso retrocedió unos pasos, sin perder de vista el bosque y con su lanza bien agarrada con ambas manos. Luego se giro y volvió junto a sus compañeros. Su cara no era de miedo, sino más bien de extrañeza y sorpresa.

Una vez juntos, urdieron un plan. Cuchicheando, Erik dio nuevas órdenes. Uno de ellos iría a buscar al ailgratha. A lo que Tulak, sugirió que fuesen el o el bosquimano. Finalmente fue Temudyin iría hacia el lugar donde se fue Freagulf, y después avanzaría por el bosque siguiendo el linde occidental. Trataría de descubrir, con la ayuda de Freagulf, al intruso intuían escondido. A su vez, el resto interpretaría la pantomima de que nada ocurría, y simplemente avanzarían abstraídos, haciendo creer que solo bebían y realizaban tareas comunes.

Pusieron en marcha su treta, y mientras Temudyin se dirigía decidido hacia el suroeste del claro, el resto disimulaba con los quehaceres sin importancia, bebían y apretaban las sillas de los caballos.

RESOLUCION TURNO 308

Cuando el beornida vio marcharse al cervatillo se extraño bastante al no comprender de que huía. Su raza era amiga de los animales y no era normal que huyese de él. Se quedo unos instantes dubitativo, pero los gritos de Erik lo hicieron volver. Haciéndole caso retrocedió unos pasos, sin perder de vista el bosque y con su lanza bien agarrada con ambas manos. Luego se giro y volvió junto a sus compañeros. Su cara no era de miedo, sino más bien de extrañeza y sorpresa.

Una vez juntos, urdieron un plan. Cuchicheando, Erik dio nuevas órdenes. Uno de ellos iría a buscar al ailgratha. A lo que Tulak, sugirió que fuesen el o el bosquimano. Finalmente fue Temudyin iría hacia el lugar donde se fue Freagulf, y después avanzaría por el bosque siguiendo el linde occidental. Trataría de descubrir, con la ayuda de Freagulf, al intruso intuían escondido. A su vez, el resto interpretaría la pantomima de que nada ocurría, y simplemente avanzarían abstraídos, haciendo creer que solo bebían y realizaban tareas comunes.

Pusieron en marcha su treta, y mientras Temudyin se dirigía decidido hacia el suroeste del claro, el resto disimulaba con los quehaceres sin importancia, bebían y apretaban las sillas de los caballos.

El bosquimano desapareció entre los arbustos por el mismo lugar que antes hizo su amigo. No necesito mucho tiempo para encontrar a Ulfer amarrado a un árbol cercano, semioculto. El ailgratha no estaba allí. Según lo planeado, dejo allí al animal y se dirigió al norte en busca de Freagulf y con la intención de sorprender al enemigo.

RESOLUCION TURNO 308

El ailgratha se agacho de inmediato en cuanto sintió la rama partirse y vio el ciervo huir. Era complicado andar por allí sin pisar nada así, y más difícil aun que el cervatillo no pudiese oírlo, eran seres con los sentidos agudizados. También cabía la posibilidad de que no hubiese huido por el crujir de la rama, si no que algo más lo hubiera asustado. Por ello, y temeroso de que lo sorprendieran, el explorador agarro con fuerza su espada y se escondió lo mejor que pudo, presto a saltar sobre aquel que intentase sorprenderlo.

Desde donde estaba, tras el arbusto, no podía ver a sus compañeros, pero si escucharlos. Erik, a grito pelado, pedía a Haelembor que volviese con los demás, y que dejase tranquilo al cervatillo, tachando al animal de simple comida. Seguramente no sentía muy bien al beornida. Freagulf se imaginaba la cara del grandullón enfadado. Después, el enano insto a esperar por el etheod alegando que no había motivos para retrasarse más.

- ¡¡Haelembor!!¡¡Regresa!! ¡No tenemos tiempo para jugar con la comida! - gritaba el enano -¡Esperemos por Freagulf y continuemos la marcha! ¡No hay motivo para demorarse más! - seguía diciéndole al beornida.
Freagulf supuso que el gigantón se dio la vuelta y que volvió con el grupo.
- Si, lo mejor será continuar. Si nos dejamos asustar por un cervatillo, mal vamos!!! - añadió Tulak al poco rato.

No escondían sus palabras, desde luego que si aquello era una emboscada, sus compañeros en lugar de intentar esconderse, proclamaban a los cuatro vientos su posición.

Freagulf, a la espera de acontecimientos, quedo agazapado, si alguien merodeaba era posible que no lo descubriera y caería en sus manos. Atento escuchaba cualquier sonido del bosque, cualquiera que los gritos de los enanos pudieran dejarle oír. Sin embargo, no escuchaba nada…

TURNO 309A

El alto rohir esperó agazapado. Este era el momento ideal para que si querían dispararles, lo hicieran. Ahora que estaban tranquilos, ahora que habían bajado la guardia. Era lo que hacía el cuando investigaba. Esperaba hasta que la guardia quedase baja para iniciar la emboscada. Era lo que hacían los generales buenos, asestar el golpe en el momento oportuno en el momento más inesperado. Siguió expectante.

Turno 309

Al bosquimano le sorprendió la cara de Haelembor cuando se dio la vuelta. Parecía sorprendido porque el cervatillo hubiera salido corriendo, para él le parecía algo normal, pues no conocía al pueblo del beornida ni sabía que ellos y los animales solían tener un curioso vinculo. También era cierto, que la reacción del cervatillo no parecía ser resultado del acercamiento del "gigante de las verduras", si no más bien una retirada de algo que le había asustado desde otro lado. Por un momento pensó en su hermano ailgratha, pero mucho tendría que haber corrido para llegar en tan poco tiempo donde se encontraba el animal.

Obedeció a Erik y se retrasó como para buscar al rohirrim. Cuando se internó entre la vegetación, no tuvo problemas para encontrar a Ulfer. Dejó a Alatoth atado en el mismo árbol, se colgó el escudo en la espalda y orientándose un segundo, avanzó, con la lanza preparada, hacia el noreste, bordeando el claro a una distancia prudente para que no se le viese desde fuera del bosque. Por un momento pensó que su hermano podría estar en peligro y quiso acelerar el paso intentando a su vez que sus prisas en su avance no le delataran.

Otra vez se encontraba buscando a alguien entre la espesura de aquel agobiante bosque. La salvaje vegetación ayudaba bastante a esconderse, pero no para avanzar tan rápido como quería. La adrenalina de nuevo le corría por las venas, haciendo que notase los latidos de su corazón en las sienes.

Turno 309

Kolli no entendía nada de lo que estaban haciendo. Formar un muro de escudos, y avanzar hasta haber pasado el claro, listos para contraatacar a cualquier idiota que los atacase, eso sí lo entendía.

Sin embargo el plan era cuchichear y avanzar como si estuvieran enamorados de la naturaleza y el bosque. Se encogió de hombros. Sabía que en su caso particular su reacción iba a parecer de todo menos una actitud normal y despreocupada...

Se encogió de hombros, no tenía nada que decir pues no encontraba palabras que expresasen unos pensamientos que hasta el momento le eran esquivos. El bosque no era su lugar.

Ocupó su sitio a la derecha y un poco retasado, cubriendo el flanco derecho y la retaguardia, dejando a las monturas en el centro de la compañia. Ya no creía que les atacasen, hasta un mapache habría aprovechado todas las oportunidades anteriores que el desorganizado grupo había concedido, pero como buen naugrim era precavido, y sabía que la pérdida de las monturas harían harto difícil conseguir el objetivo de la misión.

Atento a la derecha y retaguardia de la comitiva, seguía observando la fronda mientras intentaba parecer todo lo despreocupado que podía parecer un guerrero en cota de mallas mirando por encima de su escudo y martillo de guerra.

Turno 309

Avanzábamos despacio a través del delgado sendero de hierba seca.

Mi viejo compañero de viaje, el dolor, habia regresado subitamente, como solia hacerlo, en forma de un aguijonazo intenso e intermitente que ascendia por la cara externa de mi rodilla y trepaba como una marabunta de insectos hasta restallar en la fascia de mi muslo. Pronto llegarian el calor y la quemazon...

Representamos nuestra pantomima como buenamente pudimos, dando tiempo a Chakka para que se reencontrase con el Rohirrim y rodease la posición del enemigo.

No se me escapaba que de haberlos, no estarían todavía preparados para la lucha. De ser así, no habrán esperado tanto en dejarse ver.

Lo que yo pensaba es que nuevamente se trataba de exploradores. 1 o 2 a lo sumo.

Si era así, esta vez no se nos escaparían.

Yo avanzaba al frente, por el margen izquierdo del sendero.
Me apoyaba en mi jabalina mientras cojeaba profusamente y mis grebas traqueteaban contra el escudo.
Vigilaba al frente y a la izquierda con precaución, pero tratando de no deslizar sospechas, seguia hablando con el resto del tiempo y demás asuntos banales.
Lo hacia en voz lo suficientemente clara para que oidos indiscretos pudiesen oírla.

...una vez más, la idea de sufrir una emboscada, erizaba todos y cada uno de los vellos de mi barba.

Barbaros, orientales...todo volvia a suceder en mi cabeza como aquella vez...
La caravana, los chicos pidiendo ayuda...mi hermano...mi padre....el fuego...el dolor....

Deslicé mi mano sobre mi cuadriceps y estiré la pierna a fin de aliviiar un poco la postura.
El dolor no remitia...eso me hizo sonreir. Como decia mi abuelo, "...el dolor es bueno, Kibund... porque nos hace saber que seguimos vivos..."

¿Preparados camaradas?... hagamos que esos hijos de perra se sientan más vivos que nunca en sus miserables vidas

Turno 309

Agarrando las riendas de Zanahoria, escudo aun en antebrazo, me dispuse, protegiendo la posición del poni, en el medio del grupo, a seguir al resto hacia la boca del sendero que se hundía de nuevo en el mar de arboles del Bosque de las Hojas Verdes, con la mano del martillo laxa, dejando balancear la cabeza del mismo en cada zancada. Chaka se había ido ya, y pese a las carencias de nuestra pantomina (pues ninguno habiamos devueltos nuestros pertrechos de guerra a su sitio), empezaba a dudar que, realmente, fuese necesario todo aquello:

- Y si es verdad que solo era el condendo cervatillo...???. pensé, mientras pasaba la lengua por enesima vez por mi labio superior, y la mirada por el vasto follaje que rodeba el claro. Porque, de otro modo, no se entiende que el enemigo no haya atacado ya..., a no ser que, de hecho, fuera un solo rastreador, dispuesto a dar el parte de nuestros movimientos a sus superiores...

- Si están de veras ahí, lamentarán haber decidido seguirnos..., respondí, entre dientes, con voz enlatada, desde dentro del yelmo, mientras discretamente meneaba el martillo, para hacer ver al impedido enano que estaba preparado.

Turno 309

Haelembor permanecía junto a sus compañeros. Tras volver del lugar donde vio huir al cervatillo, la idea de que algo había en el bosque creció en la cabeza del grandullón. El no era un luchador, y a pesar de su falta de destreza, agarro con fuerza la lanza con su mano derecha, dispuesto a lanzarla todo lo fuerte que pudiera. Seguramente fallaría, pero al menos serviría para que otro pudiese acertar.

RESOLUCION TURNO 309

Intentando que pareciese que tan solo pasaban de largo, el grupo comenzó a disimular. Lo cierto es que visto desde fuera, era algo gracioso. Dos enanos con sus armas y sus escudos, un umli parapetado también tras su escudo pero agarrando las riendas de uno de los animales. Y un beornida lanza en mano y con cara de cierto temor. No, no era creíble de ningún modo, el enemigo, si es que  lo había, debía estar cuando menos sonriendo por la escena. Incluían frases banales, solo les falto hablar del tiempo o ponerse a contar historias de cantina. Creyendo que su pantomima surtía efecto, siguieron con lo que estaban haciendo mientras lanzaban furtivas miradas al bosque, tratando de hallar a sus acosadores.

Erik, al frente, escorado al flanco izquierdo, trataba de parecer relajado a pesar de que su escudo colgaba de su brazo mientras se apoyaba contra el suelo con su jabalina. Kolli, en el otro extremo, permanecía en una posición más retrasada, cubriendo el flanco derecho. También se escondía tras su escudo, y se podía ver con claridad el martillo fuertemente agarrado en su mano derecha.

Tulak si que parecía algo más relajado, pero solo porque su arma se balanceaba como si jugara con ella. Su escudo estaba también embarazado y con esa misma mano sostenía las riendas de su poni. Tanto el umli como Haelembor, estaban en el centro, delante de los animales. El beornida tenía su lanza agarrada con fuerza y se le notaba algo nervioso. El no estaba acostumbrado a la lucha y el hecho de verse involucrado en una le amedrentaba.

Sus compañeros estaban en el bosque, no hacía mucho que se habían ido, pero parecía que hubiesen pasado horas. Tan solo esperaban que estuvieran bien. Todos miraban los arboles, esperaban ver entre los arboles al enemigo observándolos, o al menos a sus compañeros informando de que no había nada. Pero no veían ni a unos ni a otros, lo que incrementaba la tensión y el nerviosismo.

RESOLUCION TURNO 309

Freagulf seguía agazapado entre los arbustos, lejos de miradas indeseables. Trataba de escuchar lo que ocurría alrededor tratando de descubrir a sus acosadores y lanzarse a por ellos. Pero no escuchaba nada que le hiciera sospechar que andaban cerca. Si el enemigo acechaba, seguramente estarían escondidos como el mismo estaba haciendo, y limitando sus movimientos, no harían ruidos que los delataran.

Tan solo escuchaba a sus compañeros hablar de temas sin importancia, de cosas banales como la comida o el frio que hacía. Parecían más que relajados.

El ailgratha, bien quieto, ponía todos sus sentidos en lo que hacía. Escondido, cual víbora, esperando el paso de algún incauto oriental que pasara cerca. Su arma nerviosa estaba deseando encontrar y dar caza al enemigo. Pero no detectaba nada, nada escuchaba, nada presentía cerca.

RESOLUCION TURNO 310

Temudyin avanzaba a un ritmo aceptable. Creía hacerlo bastante bien pues esquivaba ramitas y posibles ramas que pudieran hacer ruido y delatarle. Aun así cometió algún que otro fallo, pero nadie salió a su encuentro, por lo que continuo.

Iba hacia el norte, siguiendo el linde unos metros hacia el interior. Cuanto más al norte llegaba, más despacio trataba de ir, y más cuidado ponía en lo que hacía. Entretanto no perdía ojo, y nunca mejor dicho, en lo que le rodeaba. Buscaba a su amigo Freagulf, pero también quería descubrir a algún enemigo acechando antes de que este lo detectara. Solo escuchaba a sus compañeros hablar de temas sin importancia, de cosas banales como la comida o el frio que hacía. Parecían más que relajados.

Al cabo del rato, cuando creía haber caminado suficiente, vio un poco más adelante el camino que salía del claro por el norte. No había rastro de ningún enemigo, pero tampoco del ailgratha. Sus compañeros estarían en el claro, aunque desde allí no podía verlos aun.

Turno 310

El bosquimano avanzaba con cautela. Aquel maldito bosque podría perfectamente confundirle y se podría desorientar. Además era un perfecto entramado de vegetación donde esconderse y pasar desapercibido. Lentamente pero sin pausa llegó hasta el norte del claro. Cuando se encontró con el camino se sorprendió. No había visto ni oído ningún ruido que alertase de la presencia de algún enemigo o de su hermano Freagulf. Extrañado, se dio media vuelta. Miró hacia el claro. No veía a sus compañeros, pero suponía que estarían allí, en el centro, hablando y disimulando.

Pensó que algo se le había pasado por alto y empezó a recorrer el mismo camino pero a la inversa, en dirección a donde dejó los caballos. Esta vez avanzó con más cautela si cabe y buscando algún rastro, con algo de suerte encontraría el rastro del rohirrim.

Turno 310

Ibamos andando despacio, intentando parecer despreocupados, pero lo cierto es que lo haciamos atenazados, como lo hacen los guerreros embutidos en armaduras completas antes de entrar en la batalla, y además el tiempo pasaba lento, dolorosamente lento. Mientras, chistaba de vez en cuando a Zanahoria, que notaba nuestro nerviosismo y bufaba sonoramente, abriendo mucho los ollares, aplastando las orejas y dilatando sus pupilas, hasta que parecían monedas de platino de Gondor.

Ademas, alternaba miradas a la linde del bosque, con miradas furtivas a Kolli. No las tenía todas conmigo en que el voluble enano no acabase harto de la pantomima y sucumbiese a otro de sus ataques de genio, pero, de momento, su cara no denotaba mas nerviosismo que la de cualquiera de nosotros. Quizá era mi sensación, pero hasta los sonidos normales del Bosque habían cesado, esperando el desenlace de esta situación:

- Calmate, alcornoque!!, me dije, secandome con el dorso de la mano con la que agarraba el martillo, el sudor que se acumulaba en el labio superior sobre el bigote. La humedad del lugar, sumada al calor de estar bajo el astro ardiente, sumado al nerviosismo por la supuesta emboscada, habían conseguido que rompiera a sudar profusamente.

Nos acercábamos al final del claro, y no había noticias ni de los enemigos, ni de nuestros compañeros:

- Bueno, espero que este tramo de camino nos sea propicio, y el barro desaparezca por completo!!, dije, falto ya de ideas, mientras miraba la margen del bosque:

- Donde están los demás??!! Y donde están esos condenados orientales??!!, mascullé entre dientes, totalmente en tensión, pues nos estabamos acercando al momento crítico: - Si es, será ya...

Turno 310

Di unos pasos más hasta situarme a la altura de donde creía haber oído el extraño sonido.

Escuché la apreciación de Tulak sobre el camino, y al mirarlo, me dí cuenta de la ridícula estampa que dibujábamos....todos agazapados y sosteniendo nuestras armas, esperando la llegada de un enemigo invisible.

Con cierta resignación, clavé mi jabalina un par de metros a mi izquierda y guardé mi escudo, simulando dar por finalizada la pantomima.

Pronto lo averiguaremos...¡venga!, sigamos adelante, no creo que nadie vaya a atacarnos ya a estas alturas...

Di un paso hacia mis compañeros y entonces como un relámpago furioso, golpeé el suelo con fuerza y me giré hacia la izquierda súbitamente, echando a correr con todas mis fuerzas.

¡AHORAA MUCHACHOS! ¡NO PERMITÁIS QUE ESCAPEN!

En mi carrera, recogí la jabalina que había dejado clavada en el suelo y acto seguido perseguí con la vista a mi objetivo entre la espesura, dispuesto a arrojar mi arma a lo primero que se moviese entre los arboles.

Si Chakka había seguido el plan, ya debería estar en posición, decenas de metros bosque adentro, a una distancia prudencial para evitar el fuego amigo y cerrar la huida de los hipotéticos exploradores. Esperaba que el Rohirrim estuviese con él...si eran más de uno y decidían huir, Chakka podría necesitar su ayuda.

El beórnida no se sentía a gusto, nada en absoluto. A decir verdad, no lo había estado en todo el viaje pero aquello ya era el colmo... Estaba claro que no habían conseguido disimular en absoluto y, si en el bosque había realmente orientales, no les habría servido de mucho, pero en fin...

Haelembor comenzaba a pensar que realmente no habría nadie persiguiéndolos cuando de pronto el enano cascarrabias salió corriendo hacia la espesura, empuñando su lanza y gritando como un poseso. 

En ese momento, el enorme Hijo de Beorn se dio cuenta de que casi todos los caballos andaban sueltos y de que eso podría acarrear la terrible consecuencia de que acabaran desbocados y corriendo cada uno en una dirección si algo los asustaba. Por lo tanto, en cuanto Erik comenzó a gritar, el gigante de las verduras agarró corriendo las riendas de todos los animales que quedaban sueltos, pues ya no merecía la pena disimular, y trató de calmarlos, que sería, al fin y al cabo, lo que mejor se le daría hacer. 

-Shhh... -susurraba mientras los acariciaba con la otra mano, aunque aún sin soltar la lanza- Tranquilos, no pasa nada, tranquilos...

Mientras tanto, se dedicó a buscar fijamente en los alrededores, ya sin ningún disimulo, buscando cualquier  signo de actividad enemiga o sospechosa. 

Turno 310.

Kolli seguía intentando mantener aquella pantonima en la que nadie del grupo creía. - Pues parece que ha quedado un bonito día, sí...- Comenta a sus compañeros arrepintiéndose en el acto, volviéndose rojas sus mejillas debido a la verguenza que sentía en aquellos momentos. 

Después, en un arranque de perfeccionismo táctico, Erik echó a correr como un poseso con todo el peso que le confería su equipamiento, pillando por sorpresa al otro naugrim. Kolli miró con dudas sobre que hacer a sus compañeros restantes, esperando ver cuáles eran sus reacciones. 

El herrero era consciente de sus limitaciones, que compartía con todos los de su raza, de su escasa habilidad para correr por campo a través en un terrero como aquel bosque. Pese a que no tendría duda alguna de lanzarse al combate contra un enemigo, el enano era reticente a salir a la carrera contra lo desconocido y caer en la ignomia de torcerse un tobillo o algo peor, y mucho menos caer de lleno en una trampa.

Así pues avanzó asegurando su paso y mirando atentamente a lo que les esperaba delante, ahora que había confirmado que el gigante se quedaba con las monturas y que estás no saldrían huyendo.

- Un día volveré y te quemaré hasta convertir en piedra tus raíces... Maldito bosque.- Gruñó

RESOLUCION TURNO 310

El viento soplaba calmado, aunque de cuando en cuando una ráfaga hacia recordar que estaban en el crudo invierno. En esa época del año, las temperaturas no superaban los siete grados, y por las noches, podían bajar hasta los menos veinte bajo cero. Alli en el bosque, se suavizaban bastante pues los arboles ofrecían una buena cobertura contra el frio, casi se podia decir que emanaban su propio calor. A la vez, hacían que la humedad creciese, creando una atmosfera lúgubre y fria. Pero allí, en el claro, el frio volvió a golpearlos, contrastando con el calor del sol sobre las caras. Era el crudo invierno.

La escena continuaba. Mientras Tulak continuaba disimulando, Kolli comenzaba a hacer comentarios, en parte, sarcásticos. No era para menos. La visión de un grupo armado y pertrechado para la lucha, en mitad de un claro, hablando de los frio que se había quedado el dia y de cómo se les desgastaban los pantalones en la parte interior del muslo, era cuando menos cómica. Fue entonces cuando Erik, estallo en un arrebato de algo indefinible. Guardo su escudo tras clavar su jabalina en el suelo y de repente, sin previo aviso, se lanzo a correr hacia el bosque. En su carrera recogió la jabalina y profirió arengas a sus compañeros para que lo imitasen. No quedo claro si pedía la ayuda a los que tenia detrás suya, o a los que el suponía en el bosque. De los últimos, ni siquiera sabía si estarían allí, más al sur, o más al norte, pero lo que quedo claro es que los que estaban junto a él, lo ignoraron. Solo el otro enano, Kolli, lo siguió. Lo hizo andando, tranquilo, más atento a lo que pudiera esconderse entre los árboles que en una carga contra ellos. Haelembor, viendo la reacción de Erik, temió por los caballos, y que estos saliesen huyendo por el estruendo y creyendo que realmente estarían en peligro. Pero el beornida, con buena mano para los animales, logro calmarlos con voz suave y segura.

Erik corría, aunque no lo hacía todo lo deprisa que podría haberlo hecho. No sabía bien dónde dirigirse, buscaba con la mirada el objetivo de su ataque. Pero no encontraba nada, muy bien escondidos debían de estar, si es que estaban. Kolli quedo rezagado, y el resto junto a los equinos. Erik se interno en el bosque, aun sin un objetivo al que golpear.