Partida Rol por web

Escape from Innsmouth

Conrad Laeddis, definiéndose

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23/01/2013, 19:48
Conrad Laeddis

 

Conrad Laeddis­

Conrad Smith nació en Inglaterra, como hijo de costurera y de tendero. No eran una familia adinerada, pero tampoco les faltaban los medios. Sus padres eran cariñosos y buenos. Él venía de una familia humilde y trabajadora, mientras que ella se había escapado de su lujosa casa a los quince años con Harold, el amor de su vida.

Durante muchos años vivieron en una pequeña casa de alquiler. Tenía dos pisos y una buhardilla, pero era estrecha a más no poder. Sin embargo, ellos eran felices allí.

http://maps.google.es/maps?q=mapa+oxford&um=1&ie=UTF-8&hq=&hnear=0x48713380adc41faf:0xc820dba8cb547402,Oxford,+Reino+Unido&gl=es&sa=X&ei=CB0AUYeFBoOQhQf4w4HYBA&ved=0CDAQ8gEwAA

 

A sólo dos minutos andando su padre tenía una tiendecita de ultramarinos.

http://maps.google.es/maps?q=mapa+oxford&um=1&ie=UTF-8&hq=&hnear=0x48713380adc41faf:0xc820dba8cb547402,Oxford,+Reino+Unido&gl=es&sa=X&ei=CB0AUYeFBoOQhQf4w4HYBA&ved=0CDAQ8gEwAA

La gente de la zona los conocía y su vida era tranquila. Cuando Conrad llegó al mundo fue adorado por padres, vecinos y conocidos en general, salvo por la familia de ella. Una madre viviendo en pecado, soltera aún, era una inconfesable mancha en la su historia. El día a día que tenían era todo lo que pedían: por las mañanas él trabajaba mientras ella cuidaba de Conrad, y por las tardes los dos estaban en la tienda mientras una niñera de confianza se hacía cargo de él.

Si el incendio de la tienda hubiese sido por la mañana, al menos Shelley habría sobrevivido. Sin embargo fue cuando los dos estaban trabajando, dejando a Conrad completamente huérfano. Conrad tenía por aquel entonces dos años. Ya comenzaba a formar frases completas y a comprender algunas cosas del mundo que les rodeaba, pero eso no lo pudo entender.

Fue enviado a la casa de su familia materna, los Laeddis. Lo primero que hicieron fue cambiar su apellido. Ningún miembro de su familia se llamaría como un tendero. Lo siguiente fue fingir que era un hijo más, que había permanecido enfermo mucho tiempo y que por tanto no era conocido por la gente cercana.

Fue creciendo poco a poco, olvidando las pocas cosas que recordaba pero sin sentirse nunca completo. Sus padres le trataban de una forma diferente, aunque no sabía por qué. Sus hermanos y hermanas se reían de él, le hacían bromas crueles casi a diario y nunca recibían ni un solo castigo. Aunque él no lo sabía, era tratado por los padres como un estorbo. Ellos lo veían como un sirviente, como el hijo de un carnicero, o casi como el de un mendigo.

La vida, mientras fue creciendo, se le hizo cada vez más difícil. Cuando sus hermanos no lo encerraban durante horas en un cuarto a oscuras sus hermanas le hacían cortes en la ropa por la noche para que le riñeran y castigaran. Mientras tanto los señores Laeddis le dieron una educación a la altura, para evitar en la medida de lo posible que deshonrase a la familia.

Henry, el mayor de sus hermanos, era un claro ejemplo de enfermo mental. Era quien dirigía y organizaba las bromas más crueles, y despellejaba animales sólo por placer. Al principio lo hacía con animales pequeños: ratones, y alguna vez una ardilla. Sin embargo, cuando mató a uno de los perros tras drogarlo y torturarlo durante horas, la cosa se le fue de las manos. Como la familia necesitaba un culpable, Conrad fue el elegido.

La paliza por parte de su padre fue tan grande que no pudo salir de la cama en semanas. Y cuando  salió, lo hizo completamente cambiado. Ya no era ese niño inocente del que todos podían reírse. Se había convertido en alguien frío y tranquilo. Cada vez que le hacían alguna nueva jugada la aguantaba sin inmutarse. Podría haber estado días encerrado sin perder la calma, sólo planeando lentamente su venganza. Por cada jugada que le hacían alguien sufría: al principio era la pérdida de algún objeto querido, que tiraba al pozo de la casa, pero después la cosa fue a mayores: cortes de pelo, vestidos completamente destrozados el día antes de ser usados o incluso accidentes premeditados. No se preocupaba por disimular: los castigos y las palizas ya no le importaban.

En cuanto cumplió los catorce años fue enviado a un internado, pero en menos de un mes ya había sido expulsado por “alterar el orden y provocar miedo en los otros internos”. Y eso que no había mostrado prácticamente nada de lo que era capaz.

El chico era listo y, a pesar de todo su entorno, no llegaba a suspender nunca ninguna asignatura. Por eso, cuando a los diecisiete años dijo que le gustaría estudiar en Estados Unidos, toda la familia lo aceptó, tranquila.

Fue cuando se marchó cuando se dio cuenta de que algo iba mal en él. Durante toda la carrera la gente le evitaba y no consiguió hacer un solo amigo. Por su historia pasada no era capaz de relacionarse con alguien sin pensar continuamente en cómo podría hacerle daño, como método de defensa. No tardó en encontrar la solución: tenía que aprender a camuflarse. Dedicó tiempo a observar cómo se comportaba la gente. A estudiar sus gestos y a ensayar, y la cosa dio sus frutos. Comenzó a parecer normal. Cuando miraba a alguien a la cara lo hacía con una expresión amable, mientras evaluaba, gracias a sus conocimientos médicos, cuál sería la forma más o menos dolorosa de hacer daño a esa persona. Qué formas dejarían rastro y cuáles no.

El tiempo fue pasando y fue haciéndose un grupo de gente a la que no espantaba. Incluso consiguió una novia. Pero una noche, discutiendo, ella pronunció las palabras inadecuadas: “Algo está mal dentro de ti”, le dijo. Casi por instinto y por la cantidad veces que lo había pensado, él actuó rápidamente: agarró el cenicero de metal de la mesa y le aplastó la cara con él. Una, dos, cinco veces. Y entonces, el mundo se paró. Por dos días después de aquello pudo respirar tranquilo. Deshacerse del cuerpo, montar una coartada, ser un novio afligido… pero tranquilo. Su mente no funcionaba a todas horas pensando en cómo dañar a la gente. Simplemente… existía en paz.

Cuando el impulso volvió lo hizo más fuerte, y seguía creciendo. Poco a poco ya no era capaz de hablar con alguien sin evaluar su constitución, peso, presión y ritmo sanguíneo…

Por suerte, descubrió que no era necesario llegar al asesinato. Eso era lo que más le calmaba, sin duda, pero también podía obtener cierta paz sabiéndose dueño del dolor de los demás. Fue probando distintos métodos para encontrar de nuevo ese remanso, pero ninguno le aportaba tanto como el asesinato: envenenar filetes y dejarlos en el parque para los perros, por ejemplo, era algo sencillo y que no le exponía en absoluto.

Sin embargo, cada cierto tiempo sentía que no era  suficiente y se veía conduciéndose a sí mismo hacia alguna manera de asesinato, cada vez más limpia. Seccionar la garganta de un borracho por la calle o empujar a un niño desde el puerto si no había nadie mirando eran formas rápidas de terminar.

Por otro lado, Conrad era consciente de que tenía un verdadero problema. La gente normal no actuaba así, y temía que le pillasen. Más por este miedo que por remordimiento, comenzó a estudiar psicoanálisis. Al hacerlo fue descubriendo poco a poco a qué se debían sus problemas, y en más de una ocasión se  propuso combatirlo. Sin embargo, la idea de jugar con la mente de los demás era tan atractiva…

Dado su conocimiento del comportamiento de un enfermo mental no le fue difícil conseguir buenos trabajos una vez obtuvo la licencia en psiquiatría. Entonces se dio cuenta: ese era el trabajo de su vida. Poder profundizar en los horrores de los demás, hacerles revivirlos, conseguir que les atormentaran cada noche… Guau. Eso sí que era un subidón. No tenía que tener ningún tipo de contacto físico. Rozar una hebra aquí, tirar un poco de un hilo allá… y la marioneta se caía y rompía. Arte de magia. Limpio y sin rastro. ¿Cómo mucho de de qué podrían acusarle, de ser un mal psiquiatra? Los resultados que obtenía con los demás pacientes eran brillantes.

Eso le frenaba completamente su ansia. Además era mucho más entretenido que un asesinato. Podía jugar con un paciente semanas, incluso meses, mientras que la vida de los otros se esfumaba en segundos.

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23/01/2013, 23:12
Director

Lo primero decir que la historia me gusta, y tengo curiosidad por ver como te defiendes ante el mundo siendo tan oscuro :)
Ahora las puntualizaciones para la partida.

1. Descripción física actual, incluyendo edad, estilo de vestimenta, algún tick o acento etc...
2. Más o menos describe tus posesiones "especiales", sólo para tener consciencia de tus posibilidades ante ciertas cosas.
3. Si eres psicoanalista, loquero o como prefieras describe un poco su estilo: consulta, hospital psiquiátrico (Arkham Asylum), si tienes recepcionista...
4. ¿Alguna persona con la que tengas contacto constante?
5. Crea la ficha de estadísticas y habilidades ;)

Ya te contaré la segunda parte

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30/01/2013, 11:56
Conrad Laeddis

Conrad Laeddis, 35 años.

Estatura: 1,85 metros.

Complexión fuerte pero sin resultar excesiva. Sin embargo tiene menos fuerza de la que aparenta.

Tiene el pelo de color castaño que lleva siempre bien peinado y ojos verdeazulados.

Suele ir bien vestido: sabe que gran parte del trato que reciba de los demás será por quién aparente ser.

Es un maniático del orden. Se encontraría en un gran problema si se encontrase que es tarde y tiene la camisa sin planchar, por ejemplo. Tener que escoger entre ir desarreglado o llegar tarde sería difícil para él.

Posee acento británico.

Como posesiones especiales: acceso a medicinas (de todo tipo, ya que la psiquiatría no era una especialidad en sí), coche propio, casa de alquiler apartada. Una pistola que lleva "por si acaso" cuando va a hacer un "trabajo". Si se me ocurre algo más, lo aviso. 

 

Trabaja desde hace un tiempo en el Arkham Asylum. Eso le permite no tener que ser demasiado simpático con los pacientes. En una consulta para que vuelvan has de gustarles. No soportaría tener una recepcionista para él solo: alguien que llevase el control estricto de sus citas y pacientes. Por tanto supongo que habrá aceptado la que tengan para varios médicos, pero le habrá dejado sutilmente las cosas claras.

Evita el contacto constante con cualquiera que pueda averiguar suficiente de él o de cómo es realmente. No le gusta estar con gente, pero sabe que es necesario. Por tanto, no creo que mantenga contacto constante con nadie.

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30/01/2013, 14:42
Director

Ok, pues tengo todo lo que hace falta en un principio.
Te voy a decir mínimos y máximos en tu ficha según tu historia:

Como dices que mides 1,85 y eso es muy alto en esa época pues un TAM no menor de 14 si eres largo, y 15 si estás fuerte como dices.
Como tienes carrera y medicina para mí es aún peor una EDU mínima de 17 sólo por haberla estudiado, por tener 35 años tienes un punto extra, a mayores de los que sacaste con dados.
El POD es una medida extraña de fuerza de voluntad y salud mental... Yo lo veo así, si alguien es sociópata pero ver con claridad todo en el mundo tiene un POD normal o hasta alto si quiere, pero si le cuesta no dejarse llevar por ciertos instintos pues el POD tiene que ir más hacia abajo (con POD normal digo 12).

Los profesionales en sus estadísticas de profesión se las apañan con un 60-70, es decir que con Medicina de más 80 eres un médico bueno pero además podrías tener fama por tu práctica, sabes?
Entre 70-80 es lo suyo para alguien cualificado y que además se entrega duro al asunto.

El resto cosa tuya y me comentas a ver :)

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30/01/2013, 14:53
Conrad Laeddis

La verdad es que inicialmente puse 1,75 de estatura, pero creía que era poco para TAM 14, pensando en no cambiarlo. Si te parece bien me vuelvo al 1,75.

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30/01/2013, 14:55
Director

La cosa es que tú puedes mover puntos de las Stats, a tu antojo absoluto mientras cuadren con tu PJ
Entonces si quieres 1,85 tienes que mover, y si no puedes dejarlo así.
Por mi no hay ningún problema!