Partida Rol por web

Georgia sonríe ante tus ánimos y te despide enérgicamente. A medida que rehaces el camino ves como en este poco espacio de tiempo que echasteis en el despacho de McLeod la redacción empieza a funcionar aún más frenéticamente: griteríos, máquinas de escribir a ritmos vertiginosos, papeles hechos bolas arrugadas en el suelo... Una suerte no andar en estas carreras contrarreloj. 
Cuando ya vas por la planta principal Margaret te dice "chao" con unos papeles que tienen en la mano y una sonrisa en su rostro. Sales del edificio y atravieses el portón de la entrada, situándote en la acera, le lugar más propicio para ser recogida por un automóvil. 
Transcurren poco más de cinco minutos y ves un taxi en la lejanía que se aproxima a buena velocidad hasta parar en seco a tu lado. El conductor, un hombre bajito y regordete con una expresión amable en la cara, sin detener el motor se baja y te abre la puerta acompañado de un educado  "Pase, señorita". Los asientos son cómodos y amplios, teniendo espacio de sobra para acomodarte. El taxista entra y te pregunta el destino.

Bajo pensativa y sonriente hacia el piso de abajo. - Por fin otro caso... Ya no podía esperar más, me estaba muriendo de aburrimiento. Imagínate trabajar como estos pobres... Aquí metida todo el día con todo ese estrés... Y aguantando al jefe todo el día... Tengo que llegar al Sanatorio y convencer a ese hombre de que se deje retratar... Esa foto sería una maravilla para el reportaje.

Con estos pensamientos salgo a la calle a esperar al taxi, y cuando llega, espero a que el taxista me abra amablemente la puerta. Paso dentro y me acomodo en el asiento. Cuando él también entra le sonrío antes de darle la dirección. - Hacia el Sanatorio, por favor.

Durante el viaje me dedico a revisar el dossier que me ha dado Georgia y a analizar y recopilar los datos que contiene. Con un lápiz voy subrayando y tomando notas en los márgenes.

El taxista asiente cuando le mencionas el Sanatorio y arranca de inmediato. De vez en cuando canturrea alguna canción popular sin mucha gracia, pero no lo suficientemente alto como para distraerte de tu análisis. 

En el dossier hay al menos seis hojas de papel, unas escritas a mano por distintas personas y otras a máquina, no tardas en echarles un ojo y descubrir que muchísima información es redundante y que dice lo mismo expresada de otra manera. 
 
"Brian Burnharm, originario de Arkham y de 18 años de edad"
"Vivía con sus padres en un piso en el cruce de Lich Street con Power Mill Street. Portal 4 y piso ... "
"Problemas con la ley durante la adolescencia: sesiones con psicólogo y numerosas detenciones hasta los 16 años ..."
"Actualmente trabaja en un First National Grocery en Innsmouth como encargado. Su supervisor es Arthur Anderson"
"Reside en una casa de Ipswich con ¿?"

En menos de lo que te esperas estáis en frente del Sanatorio de Arkham. El taxista se gira y amablemente te dice. Serán 15 centavos, señorita. 

Oh, vaya mierda de información me han dado, es todo el rato lo mismo... A ver, tenemos que ir a ver a los padres y el lugar de trabajo. Al encargado ya lo vamos a entrevistar ahora... También habrá que ir al piso nuevo y averiguar con quién vivía en los últimos tiempos... Y el psicólogo. Él podría ser la clave. Brian Burnharm... Voy a destripar tu cadáver hasta el fondo.

Me sobresalto ligeramente cuando llegamos pues estaba muy concentrada en mi trabajo. Le sonrío al taxista mientras guardo los papeles en la carpeta y busco el dinero en el bolso. Le pago y le dejo propina antes de salir del coche. - Quédese con el resto, muchas gracias.

Antes de entrar al Sanatorio observo el edificio desde fuera con interés y me coloco bien la ropa, saco un espejo de mi bolso y me aseguro de tener bien empolvada la nariz y de que mi pelo está adorablemente colocado. Tengo un corazón que ganarme. Cuando considero que estoy preparada, me adentro en el Sanatorio.

El Sanatorio de Arkham es un edificio de tres plantas y cada una de ellas enorme en superficie. Por lo que sabes aloja tanto a pacientes fijos, locos, como a heridos y pacientes ocasionales, lo normal para un hospital. El Sanatorio de Arkham tiene bastante prestigio en todo Massachusetts, con fama de inventar y emplear técnicas revolucionarias, en especial en el apartado de los enfermos mentales. 
A tus lados hay unos pequeños espacios verdes y dos especies de cobertizos muy amplios. En la zona asfaltada hay unos cuantos vehículos aparcados, claramente los médicos se pueden permitir esos automóviles y no dudan en exhibirlos. 

Te encuentras a unos metros de la puerta principal, amplia y abierta de par en par, tranquilamente entrarían cuatro camillas a la vez sin problemas con ambas puertas abiertas. 
En el marco de la puerta están apoyados un par de celadores con su uniforme blanco destacando en su negra piel. Están fumando y uno te mira mientras el otro bracea y se ríe.

Una vez lista y perfecta, camino hacia la entrada dedicando una mirada altiva a los hombres que me observan. Estoy en contra de la esclavitud, por supuesto, pero eso no les da derecho a mirarme de esa manera mientras se ríen. - A los pobres les faltan modales. - Trato de decirme a mí misma para justificarlos, pero eso no me hace sentir menos molesta ante sus miradas. - ¿Se creen que son invisibles o es que no les importa parecer unos maleducados? Luego se quejarán de que los tratemos mal...

Con estos pensamientos voy entrando en el Sanatorio con la intención de buscar a un recepcionista o similar.

A medida que te adentras en el Sanatorio local percibes miradas clavadas en ti, desde los celadores negros que algo cuchichean hasta la recepcionista que se haya a varios metros de la entrada. 
La entrada está despejada y hay muy poco tráfico de hombres en bata y en general gente de blanco como enfermeras. No debe haber mucho trabajo a estas horas. 
En una esquina de la sala hay una persona con una lo que parece una camisa de fuerza y el pelo muy revuelto en posición fetal apoyada en una pared. Su edad y sexo casi parecen indeterminables a tu distancia.

Cuando estás lo suficientemente cerca de la recepcionista se fija en ti y te habla.

Está cortada por el mismo patrón que Georgia y Margareth: guapa, arreglada y sobre todo presumida. Juguetea con un lápiz en sus manos y tiene la espalda ligeramente inclinada hacia ti cuando te habla. 

Disculpe, ¿necesita algo? Te dice con la amabilidad esperada de una recepcionsta modélica. 

Me acerco con resolución a la mujer de la recepción y le dedico una sonrisa radiante. - Hola, buenos días. Vengo a ver al señor Arthur Anderson, ¿sería posible? - A pesar de ser una pregunta, mi tono de voz es seguro, como si tuviera todo el derecho del mundo a visitar a ese hombre. 

Espero su respuesta manteniendo la sonrisa y el gesto amable. - Dios, es que son todas iguales. Parecen clones... Cómo me alegro de no haber terminado siendo secretaria. ¿Y de verdad no se aburren de estar así sentadas todo el día?

La recepcionista deja de jugar con el lápiz y toma una pose más profesional. 

Oh, déjeme comprobar... Rebusca brevemente en unos papeles que tenía a mano, parecen típicos formularios que cubren los pacientes. ... Sí, Arthur Anderson, aquí está. ¿Es usted familiar o quizá alguien a su cuidado? Formula con cuidado la pregunta al llegar a lo que parece ser una suposición suya. 

Antes de que me dé tiempo siquiera a urdir un plan, mi boca se abre y trabaja por mí, con la fuerza de la costumbre.

- Sí, soy su sobrina. Me llamo Emily Finster. - Respondo mintiendo con seguridad y aplomo mientras hago que mi gesto se entristezca un poco. - Acabo de llegar a la ciudad para verlo. ¿Sabe cómo se encuentra?

- Lo difícil será meter a Ronnie con la cámara... Tengo que pensar algo... Pero primero me aseguraré mi entrada.