Partida Rol por web

La Vicepresidenta estaba sorprendida por lo bien que había manejado la situación la directora Hauk. La tendría presente en un futuro más cercano de lo que ella esperaba. Pero ahora, debía concentrarse en la misión.

-Bien, Comandante. Es todo suyo. Su única prioridad es traer con vida a la Presidenta. Lo que haga para conseguirlo me tiene absolutamente sin cuidado, pero es fundamental para la supervivencia de nuestra raza. Espero que se de cuenta de lo importante que es para todas. El tren está esperándoles en la estación. Si quiere añadir algo más, ahora es el momento. De lo contrario, creo que está perdiendo un tiempo precioso.

La mujer esperó a que la Comandante hablara. Esperaba no haberse equivocado con ella.

La medio sonrisa que antes esbozara, se había ido a la mierda hacía unos segundos...

-Joder... ¿ahora usan, usamos, estos medios?...

Hasta empezaba a darle pena el culeyayo este (por culebra y yayo, obviamente); ya se le imaginaba con el andador intentando llegar a tiempo para que no le reventase la próstata por una explisión interna, si es que no le explotaba antes la vejiga, pues lo mismo ya tenía incontinencia urinaria y todo...

... y es que parecía estar hecho una mierda, la leyenda momificada esta...

No pude evitar llevarme la mano a la cara cuando vi que Snake aceptaba con tanta facilidad. - No cuadra, tan fácil todo no puede ser. - Y la verdad es que no lo era, solo que en aquel momento yo no lo sabía.

No me moví ni un ápice cuando la directora se pegó a mí de aquella manera y continué mirándola desafiante a pesar de sus sobervias palabras la sonreí con malicia.

- Espero que no quiera besarme, señora. No sería la primera mujer con la que me beso ni me acuesto, pero no sería nada especial para mí. Las mujeres no son lo mío. - Y menos las pasas arrugadas como tú. - Sonreí a la mujer con cinismo cuando Irisa intervino. - Tranquila teniente. La directora sabe donde está su límite y yo conozco el mío. No pasará nada... nunca. - Lancé con segundas.

Pero lo que no me gustó nada fue aquel dispare que la mujer dijo. De manera instintiva agarré mi arma y me puse a la defensiva, escuchando como un arma de fuego era disparada y cuyo proyectil impactaba en Snake. Entorné la vista sin entender que coño acababa de pasar.

- Parece que la he subestimado, directora. Es usted más inteligente y cuenta con más recursos de los que esperaba. Se está empezando a ganar mi respeto, señora, pero no mis favores. - Dije a la prepotente mujer con total sinceridad. Me gustaba el estilo que gastaba en aquel momento.

- No se preocupe, vicepresidenta. La traeremos de vuelta. Eligieron a las mejores para esta misión... salvo por el abuelo. - Lo cierto era que el sargento hubiese sido una mujer también, pero después de leer su historial, me quedé bastante conforme con él. A pesar de ser un hombre, sería de utilidad cosa que de Snake dudaba. - Y no es mi tiempo el que pierdo. - Miré con malicia a Snake. - Es el de Plissken el que desperdicio. - Guiñé un ojo a la mujer.

- Espero que contemos con un buen equipo armamentístico en el tren. - Me giré hacia Snake. - Y tirachinas para él... no creo que tengamos tiempo para enseñarle a usar una pistola de verdad... - Miré a mi grupo. - ¡Equipo! ¡Vamonos! ¡No podemos perder más tiempo! - No cuando la Presidenta y Snake tenían el mismo tiempo de vida y a mí solamente me importaba una de esas vidas y no era la que estaba a mi lado.

En cuanto fue así, el tren volvió a ponerse en marcha, en dirección hacia vuestro destino.

Había llegado la hora, las cartas estaban sobre la mesa y ya no podían librarse del carcamal. Llegaba la hora de moverse.

-¡Vamos equipo, habéis oído a la Comandante! ¡¡Moveos!! Miro al viejete. Su mano acariciaba su flequillo compulsivamente sin que ella le prestara atención. Mantente lejos de mí. No quiero quedar pringada con tus tripas si esa mierda falla. En ese cuerpo tan cascado quien sabe que efecto tendrá.

Obedeció con presteza la orden de la Teniente, como no podía ser de otro modo. Las conocía en persona desde hacía prácticamente nada, pero sí que había oído hablar de la Comandante y de la Teniente. Tenían una justificada buena reputación, y daba gracias por poder estar en su equipo; no podía fallar, tenía que estar a la altura....ç

Dió una palmada a Serpiente para invitarle a ponerle en marcha, nada despectivo en esta ocasión, no fuera que fuese a salírsele un hombro o algo así... y al estar más cerca de él, le comentó al oído

-Había oido que habías muerto

Y no esperó respuesta...   este vejestorio era célebre, pero la mayor parte de la población pensaba que se había extinguido hacía mucho tiempo...

- Me lo dicen mucho... - Respondió a Vásquez.

Y ciertamente no podían perder tiempo. De ello dependía su miserable vida y como no, también la de alguien importante. ¿Aunque importante para quién? Desde luego no para Plissken, más allá que su entrega le permitiría seguir arrastrándose sinuosamente por aquella tierra marchita. La única aspiración que le quedaba ya, a un hombre derrotado por los avatares de la vida, pero que no obstante, no se rendía mucho. Al fin y al cabo, él era el puto Serpiente Plissken, una leyenda viva y por mucho que le vejaran con sus insultos, seguía siendo el mismo.

Con Plissken a la espalda, el equipo al completo se movió en dirección a la estación. El tren estaba esperando, protegido por guardias armados, preparado para salir en cuanto estuvierais en el interior. 

Era evidente que aquel transporte no estaba diseñado para transportar personal, puesto que carecía de comodidades, aunque eso no era algo que os preocupara. Todos los vagones eran de carga, salvo el primero, que incluía la "máquina", con media docena de literas y un par de compartimentos abiertos con mesa y asientos. A mano izquierda estaba la zona de control y a la derecha, la zona de "pasajeros". El pasillo terminaba en una puerta por la cual se accedía al exterior o al siguiente vagón.

Su diseño espartano se adaptaba a lo que estabais acostumbrados y cuanto menos cómodos estuvieseis, quizás fuese mejor. No perderíais de vista la razón por la cual estabais allí.

-Bienvenidos. Soy McSimms, el conductor, y este paleto de aquí es mi ayudante, Rodale -dijo, señalando al muchacho que había a su lado y que apenas os estaba prestando atención -. Tardaremos unas diez horas en llegar al Cañón Luminoso. Después necesitaremos otras cuatro horas para cargar los contenedores y regresar, así que los recogeré de nuevo cuando hayan terminado, a la vuelta. Si no les gustan sus aposentos... pueden tirarse cuando quieran.

Rodale parecía más tímido y menos antipático que su jefe.

-Si q-quieren comer, ahí atrás hay una p-pequeña despensa.

-Ya, y si quieren follar, aquí hay también una buena despensa -añadió, agarrándose sus genitales con una mano y apretando ligeramente -, pero no tenemos tiempo para eso. Venga, pon en marcha la máquina y larguémonos de aquí. 

Sin perder más tiempo, McSimms se dirigió hacia los controles y tomó asiento.

- ¿Diez horas? - Preguntó Serpiente con su característica afonía. - No tenemos diez horas... - Aclaró. 

Plissken se acercó a los mandos de aquella cosa. Tras una rápida ojeada agarró la palanca de aceleración y la empujó hacia adelante dándole brío a aquella maquinaria. Su expresión no viró ni un ápice. Siempre concentrado, siempre despreciando a la muerte. El conductor, ese tal MacSimms se acercó con las manos por delante y una expresión de desaprobación.

- ¿Está usted loco? - Preguntó mientras se llevaba las manos a la cabeza.

- Sí... - Afirmó rotunda y tajantemente. - ¿Algún problema? 

El jodido tren... por un momento se preguntó por qué no usarían un medio aéreo para el desplazamiento, aunque calló antes de que la pregunta saliese de su boca.. el plan lo había hecho alguien más inteligente que ella, y no iba a ser quien lo discutiese; al vez había algún tipo de cobertura radar, o quisiesen realizar una infiltración a través de una rutina aparentemente inofensiva...

... en todo caso, hasta dentro de unas horas no habría jaleo...

El tren... bueno, digamos que había estado en antros peores; por lo menos era funcional; y en cuanto al tío que debía menejarlo...

Cuando Serpiente empujó la palanca hacia adelante, ella lo previó, y tenía el peso adelantado respecto al centro de gravedad normal, de modo que lo compensó e inmediatamente hizo lo que tenía en mente desde que el puto maquinista abriese ese sucio pozo que tenía por boca...

Mientras McSimms estiravba los brazos hacia Serpiente, Vásquez se adelantó, se agachó ligeramente, y con la derecha agarró de los cojones al maquinista... sin frivolidades, fuerte, y retorciendo a la par que apretando durante unos segundos... Después, habló, entre dientes...

-Encantada. Yo soy Vásquez, Soldado de Primera Vásquez. Y como se atreva a dirigirse de nuevo en los mismos términos a las oficiales aquí presentes, se puede ir despidiendo de este pendejo.

Apretó un poco más, giró un poco más, y lo soltó con mueca de asco en el rostro, dejando que el pobre gilipollas se lamentase, de rodillas y asiéndose las doloridas pelotas... pelotas que como volviese a faltar el respeto a unas damas, podría dar por arrojadas al cagadero de este tren de mierda.

Nos dirigimos hacia nuestro medio de transporte: un tren de mercancías. Era austero y sin florituras, lo bastante bueno para pasar desapercibido y poder infiltrarnos sin ser detectados en la comunidad rebelde. Una vez dentro, dejé mi petate en una de las literas que había a un lado y estuve fisgoneando el vagón. Mientras, el conductor y su ayudante se presentaban. Nuestra arma secreta no dudó en hacer gala de su premura y nos puso a toda velocidad en un periquete. Vásquez le echó una mano al conductor para que así fuera.

-"Comandante, ¿ya ha pensado cómo vamos a infiltrarnos sin ser vistos? Creo que deberíamos despojarnos de los trajes militares y utilizar otro tipo de ropa que atraiga menos miradas."

La sensación de velocidad se hizo palpable en el mismo momento que Snake llevo hasta el fondo la palanca de aceleración. Grito para animar a la soldado Vásquez en cuanto agarro los testículos de aquel payaso pretencioso - ¡Aprieta! ¡aprieta! jaleaba. - ¿Que dices ahora boca sucia?¿ te quedan ganas de ir a una cama con nosotras? Se mofaba.

- Sargento es usted rápido. Me sorprende que sea hombre... Su mano izquierda jugueteaba con algo, una pelota antiestrés. Irisa la usaba a menudo para paliar su dolencia. - Espero no encontrarme con una sorpresa allí abajo si llega la ocasión. Ríe.

-"Teniente, tendría que conocerme mejor. Así sabría de todo de lo que soy capaz de hacer."

La dije mientras le guiñaba un ojo y ponía cara pícara.

-"Por cierto, también es raro que vean a tres mujeres paseando tranquilamente y haciendo preguntas. Aconsejo que os pongáis un pañuelo o algo para taparos la melena y que hable Serpiente o yo mismo."

Estaba claro que si íbamos a hacer preguntas en una colonia controlada por los insurrectos, seríamos un objetivo bastante fácil de identificar. Deberíamos de pasar desapercibidos si queríamos conseguir información y saber dónde se encontraba Man 0'War.

No habíamos hecho más que subir al tren, cuando ya dimos con el primer tocapelotas sin pelotas, o más bien sin ellas se quedaría, en su interior.

- Soldado, tiene mi permiso para cortárselas cuando lo desee. Pero recuerde cauterizar la herida, le necesitamos para volver con la Presidenta. - Le dije a Vásquez después de tan calurosa bienvenida mirando al maquinista con una sádica sonrisa.

Diez horas eran muchas. Demasiadas hasta para mí, por eso no me sorprendió que Snake pisase a fondo. - ¡Plissken! - Exclamé. - ¡Entiendo su prisa, pero no me apetece morir antes de llegar al destino! Apremie al maquinista si quiere. De hecho le daré un arma para que le encañone con ella si le gusta más, pero no quiero descarrilar en una curva ni llamar la atención por ir más deprisa de la cuenta. - Le dije mosqueada no solo por su acción, sino porque casi acabo en el suelo tras aquel acelerón.

- McSimms, antes de que su situación empeore... que lo hará como siga con esa actitud, ¿han dejado algún dossier o equipo por aquí?* Porque el descanso es importante, pero más lo es saber donde nos vamos a meter. - No me gustaba ir a ciegas y ahora mismo era como íbamos. Solo tenía en la mente el rostro de aquel Man o'War, con su cara de cabrón y el parche más chulo que el de Snake.

Entonces el sargento se dirigió a mí, con su saco de ideas. Le miré de arriba a abajo para luego mirar a la teniente. - Yo también estoy dudando de que sea un hombre. - Respondí ante su observación. - Creo que es más que evidente que entraremos infiltrados, sargento. Ya lo dijo aquel... ser. No quiere vernos cerca y no deberá hacerlo... pero hasta que no encuentre donde nos han dejado la información que nos falta... si es que nos la han dejado... - Bufé mirando a mi alrededor. - Esto tenía que hacer aguas por algún sitio y es demasiado pronto para esto...

- El verdadero problema, sargento, será "la leyenda viviente". Demasiado conocido, sobretodo en el mundo masculino. Le reconocerán enseguida y sabrán por lo que está allí. No es la primera vez que rescata a alguien en una situación similar por lo que leí sobre él. - Miré al viejo chocho para luego mirar al sargento. - Así que, llegado el momento, el peso de hablar y decidir recaerá sobre usted... - No me gustaba la idea de darle tanto control al hombre. - Pero aún queda tiempo para llegar y ver que opciones tenemos...

McSimms volvió a su asiento y reguló de nuevo la velocidad. Una cosa era ir rápido; otra, matarse por el camino. Cuando por fin consiguió recuperar el control del tren, miró a Rodale.

-Esta gente está loca de atar -le susurró -. Veremos si a la vuelta hay algo que recoger.

Después, se giró hacia el grupo.

-Esta bien, señoritas, estamos a diez horas. Tienen tiempo de un tentempié. Pero como alguien más vuelva a tocar mis mandos, será lo último que harán -dijo en voz alta, dejando entrever un revolver que tenía bajo la chaqueta. A continuación, regresó a su asiento de conductor.

Ene se momento, la Comandante se acercó a preguntarle.

-Sí señora. El equipo está allí atrás -le respondió, señalando hacia el fondo del vagón.

Mientras en el interior las cosas se ponían "en marcha", fuera, el tren se desplazaba envuelto en una atmósfera nebulosa que podía ser el comienzo de una tormenta.

Pero aún estaban lejos de su destino y podía desaparecer. En aquel momento, la única tormenta a la vista era lo que podía despertarse en los pantalones de Jericho, o la boca de Grace.

La Comandante fue al final del vagón, en donde había un armario metálico protegido por una rejilla. Al levantar la rejilla, pudisteis ver todas las armas disponibles.

Había en total:

+5 Rifles

+5 Pistolas

+1 Caja con 12 granadas

+1 Lanzagranadas

+2 Ametralladoras de asalto

Notaba que se estaba mojando.... "oh, si, babe, ven con mami...."

-Comandante, con su permiso, sería un placer llevar la ametralladora de asalto.

El maquinista redujo la velocidad del tren. Como respuesta a su acción, Serpiente le dedicó una mirada de desprecio. Arrugó los labios y frunció un tanto el ceño. Negó con la cabeza desaprobando aquello, pero parecía que la comandante estaba de acuerdo con aquel miserable. No iba a iniciar una guerra en ese momento. Le sobraba el tiempo para llevar a cabo la misión. Concretamente le sobraban dos segundos, que era lo que habitualmente le sobraba al llegar ante la persona que le había "contratado", por decirlo de alguna forma, con la misión finalizada.

Snake se acercó a aquel armario metálico y miró sin emoción alguna aquellas armas. Sin abrir la boca ni pedir permiso agarró una de las pistolas, extrajo el cargador, comprobó la munición, volvió a colocar el cargador y municionó el arma para acto seguido apuntar hacia una pared y enfundar el arma. Hizo lo mismo con uno de los rifles. Comprobó el cargador y los elementos de puntería y entonces se lo llevó. Comprobó entonces la munición extra que podían coger cada uno. Aquel problema se iba a arreglar a balazos y necesitaban tener un buen cargamento de plomo para salir victoriosos.

- Descansemos entonces... - Dijo con un hilo de voz mientras se tumbaba en uno de los catres.