Saco la espada del hombro de Sir Jaradan con fuerza y apoyando mi pie sobre su espalda.
- ¡Eres un viejo! ¡Siempre lo has sido! ¡ya no vales para nada!
Le pego una fuerte patada para que se aparte hacia un lado, cayendo de bruces sobre el suelo con gran estruendo, dejando escapar un grito ahogado por el dolor de las heridas. No le presto atención y vuelvo a levantar mi espada para asestar un golpe definitivo al escudero.
- ¡Muere de una vez! ¡Nunca has sido un buen escudero! ¡No vales para Caballero!
Motivo: Espada
Tirada: 1d20
Dificultad: 20-
Resultado: 9 (Exito)
Algunos de los escuderos se giran para ver a Mangel, pero al oír que Rodric le llama, todos desvían la mirada y siguen a lo suyo.
- Busco et presto, a sir Jaradam et a otros caballeros. Urge.
Drest se afanaba en llamar la atención de Peris.
Corría por delante de él, hacía batir su acero con el suyo. Intentaba dar una via de escape a Sir Jaradan.
No, los otros escuderos lo necesitan sir Jaradan. le razonó Yo detendré a Peris, ¡huya!
Una vez más notó el golpe y el impacto. Sólo esperaba que Mangel llegase a tiempo.
Motivo: Bloqueo
Tirada: 1d20
Dificultad: 20-
Resultado: 5 (Exito)
Vaaaleee... pero entonces la primera la bloqueé!!
Es decir, yo he sacado un exito siempre en todas las tiradas, en la primera por encima de la suya y en la segunda por debajo, ¡no puedo haber fallado ambas veces!
Por lo tanto, ahora hiere a sir Jaradan, pero entonces yo estoy ileso. Por lo tanto, entiendo que aún puedo llevarme algun golpe (como el que NO me he llevado antes) antes de empezar ni a pensar en huir, ¿no?
Intento incorporarme, pero el dolor de la herida me lo impide. Mis piernas flaquean y mis ojos se entrecierran. Aguantar este dolor va a ser imposible. Mi vista comienza a nublarse. Pero tengo que ser fuerte. Consigo ponerme de pie, pero al dar un paso, mis rodillas dan contra el suelo. Apoyo rápidamente mi mano sobre el suelo para no caer de bruces.
Si. El primero conseguiste parar el golpe por eso aún no tienes ninguna herida. Un rasguño sin importancia. No has perdido puntos de vida. Esta vez, has perdido el enfrentamiento, por lo tanto, recibirás una herida. Y otra cosa, tu habilidad con la espada es de 15, no de 20.
Motivo: Daño
Tirada: 5d6
Resultado: 18
Antes de seguir con el post. Lanza una tirada de Destreza (-5) para mantener el equilibrio. Esto se hace siempre y cuando supere el daño tu capacidad de Derribo, que en este caso es 10. El daño recibido es 18. Puedes hacer la tirada aquí o en tu escena personal. Como quieras. Pero solo la tirada. Tenéis una armadura de cuero para los entrenamientos, por lo que tienes 4 de protección y - 5 a Destreza, como bien te he indicado.
De repente, Drest comprendió que no podía ganar aquel combate.
Motivo: DES - 5
Tirada: 1d20
Dificultad: 14-
Resultado: 2(-5)=-3 (Exito)
Ciertooo... yo pensé que tenia 20.... bufff....
Al final no tengo claro si era -5 o -10, pero he sacado un dos, por lo que la paso igualmente.
Sigi en pie, no?
A seguir sudando.
- ¿No habrá descanso, y no he podido ponerse cómodo aún?
- Voy. Contestó a la orden de buscar al alguacil, pero mientras se ponía en marcha preguntó: ¿Qué sucede?
- Un loco caballero esta atacando a Drest, el escudero. Sir Jaradam debe pararlo.
Si la Orden de Caballería era lo que él entendía, y aspiraban a ser caballeros, tenía que salir a ayudar. Le gritó al resto: - Chicos, llamad al Ser Alguacil. Y mientras extraía su arma, salió corriendo para ayudar.
El golpe con mi espada no consiguió derribar al escudero, a pesar de lo profundo de la herida. Observo a los dos heridos. La herida producida tanto a Sir Jaradan como al escudero eran demasiado graves como para que se salvaran, y tampoco podía perder más tiempo. Había revelado sus intenciones de robar el arco y era hora de desaparecer de aquél lugar, y sobretodo, desaparecer del castillo. Le dedico una mirada de desprecio al miserable escudero y escupo en el suelo, cerca de él.
- Ahora si me disculpáis, tengo que irme.
Y preso de la alegría por derrotar a Sir Jaradan, corro para desaparecer del lugar, guardando mi espada ensangrentada y penando en la manera de robar el arco.
Cuando Rodric salió al encuentro de Mangel a la puerta del Gran Salón y llamó la atención de todos los presentes, dudaron de que hacer. El silencio era claro y todos se miraban sin saber si lo correcto era avisar a Sir Jaradan o bien alejarse de los gritos de Rodric. Pero cuando éste salió corriendo en busca de Drest, el ambiente tenso se relajó y todos miraron a Mangel, no sabían si debían de llamar al alguacil o no.
Me dirijo a donde Sir Jaradam o a cualquier otro caballero o persona de peso. Solo o acompañado.
A enemigo que huye puente de plata....
No lo dudé un instánte. Pasándo mi brazo por las axilas de Sir Jaradan, le ayudé a ponerse en pie.
Vamos... ¡arriba! lo animé Esto no ha terminado, sir Jaradan...
Valerosamente, lo guié, heridos ambos, por la dirección en que se había ido Mangel. Mientras caminaba intentaba conseguir ayuda, gritando a pleno pulmón:
¡Sócorrooo! ¡Auxilióoooo! A mi la guardia ¡Ah, del castillo!
Rodric llega corriendo, espada en mano, para ver la triste escena que se sucede tras el combate. Drest sostenía a Sir Jaradan, malheridos ambos, y caminaban en dirección al Gran Salón.
Corres hacia la entrada a la residencia de los caballeros del Conde. El lugar es amplio, una calle llena de casas blancas, limpias, con puertas de madera pulida y ventanas de cristal impoluto. Inmediatamente reconoces a tres de ellos que charlan de forma amistosa y alegre, junto a un riachuelo que corre por la calle, producto de los vertidos de los caballeros. El olor es característico al de una cuadra.
- No te preocupes por mi, Drest, no te preocupes.
Me sujeto la herida del hombro, que me sangra y empapa la ropa que llevo debajo de la armadura. Por los pliegues de esta, caen algunas gotas sobre el suelo. Mi tés pálida es indicio de que he perdido quizás muchas sangre, pero no la suficiente como para estar inconsciente. Intento mantenerme en pie y agradezco con un asentimiento de mi cabeza al escudero.
- Puedo ir yo sólo. Gracias por defenderme. Por defender al castillo, al Conde y al Rey Arturo.
Y comienzo a caminar junto con él hacia el curandero.
- A mi caballeros, a mi. Dadnos la vuestra ayuda, pues la de todos necesito. Sir Peris anda luchando a muerte contra uno de los nuestros escuderos, y conmigo tambien de no haber marchado. Venid en pos nuestro.
¡Rodric! ¡Alabado sea el señor!
Parecía que sir Jaradan se encontraba mejor, así que lo dejé ir sólo. Me situé respetuosamente detrás de él, intentando simular mi dolor como él hacía. Aprendiendo del mejor. Eran tan admirables los grandes caballeros. Me cuadré al oír mencionar al rey.
Gracias, señor. Me honran sus palabras. hice una pequeña reverencia hacia Jaradan con la cabeza. Entonces alerté a Rodric Sir Peris ha perdido el juicio y nos ha atacado. Anda por algún lugar del castillo, armado y peligroso. Alertad a la guardia, por Dios, Rodric.
Ya me dirigía hacia el curandero siguiendo a sir Jaradan cuando pensé que quiza no hiciese falta, pero por si acaso:
No intentes detenerlo por ti mismo y busca ayuda, ¿me oyes, Rodric?
Ese asesino casi termina con ambos.
Maculló entre dientes: - No, si ya sabía yo que ese rufián no se traía nada bueno. Por eso avisé al viejo caballero. Pero esto último quedó en su mente.
- Organicemos a los escuderos, entre todos podremos rodearle y hacernos con él. Si no de una manera, de otra. Era un buen estratega, y si había que cansarlo, para rendirlo, lo haría, y si había que quemarlo donde se atrincherase, no dudaría en hacerlo.
Y salió disparado a movilizar a los escuderos y demás.