Partida Rol por web

No era cosa juiciosa que un escudero andubiere rechistando ni cuestionando a un caballero, asin que hizose lo que el caballero decia.

Rodric aún era un escudero, y por tanto un sirviente, aunque aventajado, así que la afrenta de tirar el muchacho de las caballerizas, aunque normal, no le pareció bien, y no dudó en hacer algo por ayudarle a levantarse. Tiró de él con fuerzas contenidas y le comentó por lo bajo: - Cuidado, que eso puede doler. Ya vendría más tarde a ver como estaba el chico. También se debía a lo que estaban haciendo, y al caballero ya armado, que aunque compañero, era de un rango superior al él mismo. 

Entonces montó en su caballo asignado. El de los adiestramientos, y mientras lo hacía le comentó al chico: - Cerrad las puertas y que no salga montura alguna de aquí. Resguardaros dentro. Ya montado, les preguntó al personal que allí había: - ¿Falta alguna montura o Sir Peris ha aparecido por aquí?

Prestos y veloces, volvieron al punto de encuentro, donde ninguno de los allí presentes tan solo un momento, estaban. Doy varios paseos, nervioso por la situación y no ver a ninguno de mis dos compañeros aún aquí.

- ¿Donde se habrán metido? ¿Porqué tardan tanto?

Los presentes no se acercaron mucho a Rodric, con miedo en sus ojos respondieron. 

- No ha salido nadie de aquí.

Comentaron en la distancia.

Se quedó pensando.

Desenfundó su arma y miró con desconfianza. Parecía que estaban ocultando a alguien. Se acercó a ellos y susurrando les preguntó: - ¿Y entrado? ¿Ha venido por aquí ese caballero asesino? Si me respondéis, como Dios manda, podréis escapar de aquí antes de que se monte y resultéis heridos. Además, la justicia de Dios caerá sobre ese infame y vosotros estaréis bien visto a ojos de nuestro Señor.

Todos retrocedieron asustados, incluso levantaron las manos para protegerse el rostro y el cuerpo.

- ¡Nadie ha entrado mi señor! ¡Nadie ha entrado ni salido! ¡Se lo prometemos!

 Aunque obedezco primero a sir Lewma, como corresponde a un buen escudero, firme y dispuesto para el combate.o

 Pero sir Lewma tarda demasiado tiempo.

 Me santiguo, encomendándome a Dios antes de entrar a la armería, espada en mano. Debía secundarlo. Sin embargo, se imponía la prudencia, por lo que esta vez entro poco a poco, mirando a todas partes y con cierto sigilo, antes que cargar de frente y llamar la atención.

 Si Sir Peris aún estaba ahí, acabaría por pagar por sus crimenes. No tenía salida.

Sacó un librito, de tapas oscuras. Era un misal, pero por fuera parecía una biblia en miniatura.

- Juradlo con la mano sombre las Sagradas Escrituras y el corazón abierto ante Dios.

Poco a poco, mientras Drest se va acercando a las puertas de la armería, un ruido familiar y característico se apodera del ambiente, apoyado por el eco de sus paredes. Parecían cientos de hombres luchando, pero cuando Drest asomó la cabeza, vio allí a Sir Peris luchando con Sir Lewma, entrechocando las espadas, con movimientos precisos, hasta que en uno de los golpes, Sir Peris derrumbó a su contrincante con un duro golpe. Sir Lewma rodó por el suelo y la sangre comenzó a brotar de su cabeza. Intentó ponerse en pie, pero las heridas se lo impedían.

Sir Peris se rodeo y cogió un arco que había dejado en la pared y se dispuso a salir corriendo por las puertas. Parece que no ha visto a Drestl

Vuelvo a entrar en las caballerizas y veo a Rodric con un libro en la mano, y los mozos de las cuadras asustados y arrinconados. Al trote me acerco a Rodric.

- ¿Que estás haciendo? ¡Tenemos que irnos! ¡Tenemos que encontrar a Sir Peris y detenerlo! ¡Deja a estos analfabetos aquí y vayámonos ya!

Vuelvo a girar mi caballo y salgo al galope de la cuadra. Mientras los mozos de la cuadra miran con ojos asustados a Rodric sin saber muy bien si acercarse y hacer lo que ha dicho, o esperar a que desaparezca, como lo ha hecho Sir Tniconi.

 La sangre hierve en mis venas.

 Me muerdo el labio para no gritar cuando veo caer a sir Lewma. Parece que no me ha visto, eso es una ventaja después de todo. Ese tipo, Peris, ya ha derrotado a dos caballeros ungidos.

 La inteligencia comenzaba a imponerse sobre el músculo.

 Lentamente, me deslizó de la armería detrás de él. Lo sigo discretamente, sin hacer ruido. Tarde o temprano cometerá un error, nos cruzaremos con otros soldados o se dará cualquier otra situación que sea mejor que esta para el enfrentamiento.

 Esperaré.

Le daban igual las órdenes de un superior. Su fe era mayor. - Juradlo. ordenó. - O mentid y arderéis eternamente en el infierno.

Los mozos se acercaron a la biblia, no sin dejar de mostrar miedo en sus ojos y con mucho cuidado, fueron poniendo las manos sobre el libro sagrado y haciendo un juramento de lo que habían visto, que no era otra cosa, que no ver a Sir Peris.

Sin más, y tras dedicarles una mirada severa marchó tras de Sir Tniconi.

Corro hacia la salida de la armería, con el arco sujeto a mi espalda, y la espada en mi mano diestra. Cuando de repente, veo al escudero Drest correr torpemente, girarse y chocarse con una de las hojas de la puerta, haciendo girar con estruendoso ruido sobre sus goznes oxidados. Presto en mi huida, fui derecho hacia mi escapatoria, pasando por su lado, más sin ninguna intención más que la de correr con mi tesoro, pero dispuesto a dar la vida si aquél insensato escudero osara detenerme.

Cabalgaron velozmente al punto de encuentro, Rodric respirando la humareda de polvo que desprendían los cascos del caballo de Sir Tniconi. Cuando llegaron allí, vieron que Sir Rne Liva está dando vueltas nervioso, mientras que el escudero Mangel se mantiene recto y esperanzado. 

Al cabo de pocos minutos, en los cuales Sir Rne Liva no había parado de andar y quejarse, aparecieron al galope de dos hermosos caballos, Sir Tniconi y el escudero Rodri.

Nada más llegar, todo agitado por la cabalgada preguntó: - ¿Donde fueron Drest y el caballero? No se había molestado en desmotar, ya que pensaba salir al galope hacia allí.

Sin bajar del caballo me acerco a mi compañero, Sir Rne, que lo veo nervioso e inquieto.

- ¿Han llegado ya?

La pregunta parecía evidente, pero no lo era, en mi mente pudiera estar la idea de que han llegado y han salido corriendo en alguna dirección, dejando a mi compañero y el escudero para indicarnos el camino. En una parte deseaba que fuese pasado eso, porque quería decir que seguían una pista evidente. De otra manera, podía decir que han encontrado a Sir Peris y no han logrado pararlo. 

La llegada de mi compañero Sir Tniconi fue un alivio para mi. Solté una sonrisa insegura y me arrime a la paz que él se arrimaba a mi con su montura. 

- No, aún no han llegado, y me tienen preocupado. Deberíamos de ir en su busca a la armería. ¿Sir Peris ha pasado por las caballerizas?