Partida Rol por web

Niego levemente con una sonrrisa ante las palabras de Yuri y luego veo como nuestro compañero vuelve a la mesa. La conversación habia revelado bastantes cosas. Con un trozo de pan terminé la comida que quedaba en el plato y luego consulté el reloj. Dentro de poco tiempo volverían para escoltarnos de vuelta a nuestras celdas. Humm... Gente extraña. ¿No compañero? Le pregunté al arbitre que seguro que se habia formado una opinión bastante acertada de aquellos integrantes de la tripulación.

Pfff, qué se puede decir de alguien que se pasa la vida encerrado en una nave estelar... raros, tu lo has dicho.

El arbites empuja la bandeja con ambas manos indicando que ha terminado de comer.

Parece que lo de custodiar a los pasajeros es bastante frecuente, no se que tipo de incidentes han tenido con anterioridad, perodebieron ser importantes para adopar esa medida. A ver si llegamos de una vez...

Saca un cigarro de iho y lo enciende mezclando mala leche con malos humos, cuando se da cuenta de su falta de amabilidad, ofrece tabaco al resto con la cajetilla abierta en forma de invitación.

Los días pasan muy lentamente, el tiempo se hace eterno y el hecho de estar encerrado y encima en una nave viajando por la disformidad solo acrecienta la sensación de claustrofobia. Sebek aparece tres veces al día para llevaros a la cocina para comer; allí os sentáis apretados entre marineros e ingenieros que os ignoran hasta el punto de haceros el vacío.

Y luego está el ruido, el constante entrechocar de piezas mecánicas que podrían estar funcionando correctamente o a punto de desmontarse, siempre chirriando tras las placas de plastiacero, suficiente para volver loco a cualquiera.

Tras varios días de continuos movimientos y vibraciones, notáis una repentina sacudida y una sensación escalofriante de vértigo que solo puede significar una cosa: el Cielo de Bronce ha salido de la disformidad. Al cabo de unos minutos, el pálido sobrecargo se asoma por la escotilla con ademán ostentoso y os recomienda: Recojan su equipo y preséntense en la bodega de proa 2/DZ015 para desembarcar en Iocanthos. Os espera serio para guiaros por la nave.

Por fin...

Zachariah, sin embargo, no parece contento de llegar al destino. Toca con delicadeza la cubierta de la nave como si se estuviera despidiendo.

Octus se levanta del catre, recoge el petate, el escudo y toda la cacharrería que normalmente le acompaña.

¡Ya era hora! ¿No nos vas a echar de menos Sebek?

- Tanto como ustedes a mi, dice el sobrecargo sin cambiar el gesto

Entonces nos echarás...mucho de menos.-Dice haciendo acto de aparición Yuri con una media sonrisa y el equipo a cuestas.

Bueno, que la vida le sea propicia y sigua la luz del emperador y todo eso. Le digo sin mirar atrás con un gesto vago de la mano sin mucho interés, mientras me voy con todo mi equipo colgado del hombro y repartido por todos los bolsillos.

Sebek os conduce hasta la bodega de proa 2/DZ015, un compartimento largo y estrecho con un techo abovedado situado a gran altura en el que hay atracado un transporte ligero de modesto tamaño, un vehículo utilitario diseñado para transportar mercancías y personas desde la órbita hasta la superficie de un planeta. La escotilla de acceso ya está abierta, probablemente en espera de que subáis a bordo, mientras varios estibadores terminan de introducir cajas de suministros y demás cargamentos para la nave.

Entrega una placa de datos al oficial de cubierta y luego os dedica una fría sonrisa: Honorables invitados, ahora deben marcharse, y desaparece por la entrada que habéis llegado.

Cuando el sobrecargo se va la oficial de cubierta se vuelve cabreada y dice: ¿Alguno de ustedes ha saltado antes?

Depende de qué tipo de salto estemos tratando. Digo con una sonrisa que a todas luces recalca el doble sentido de la respuesta. Esperaba que al menos aquella oficial se tomara la broma un poco en coña, y supiera apreciar la picardía. Últimamente parecía que todo el mundo con quien nos cruzábamos respondía siempre con agresividad, y hostilidad, estaba siendo una curiosa temporada, quizás se debía a la conjunción de los astros o vete tu a saber, pero era cosa general.

Nuevamente un nuevo misterio del comportamiento ilógico de la máquina humana. ¿por qué estaría enfadada esa mujer si apenas la acababan de conocer?

Zachariah se queda en segundo plano completamente seguro de que no había saltado nunca...