La oscuridad de la noche no te permite ver dos portales más allá de la puerta de la casa, jurarías que nadie te ha seguido pero no lo sabes con certeza... ¿por qué habrían de seguirte? ¿quién estaría interesado en hacerlo? Son preguntas que no tienen respuesta para ti, al menos de momento.
Nada suena, nada se ve... tocas educadamente la puerta solo para observar que cede levemente a tus golpes con los nudillos, no está cerrada. Si apoyas la mano podrás abrirla fácilmente pues las bisagras están caídas y la puerta tiende a abrirse una vez vencido el marco. Por las rendijas puede apreciarse una luz tenue que titila, quizá una vela o un candil que según parece emite suficiente luz para estar en la sala.
Murmullos... tu agudo y entrenado oído es capaz de percibir una conversación muy baja, casi en susurros, de dos voces ligeras quizá incluso agudas, aunque es difícil saberlo. Las voces callan en el momento en que tocan a la puerta... todo es silencio, de repente...
Adelante, adelante... en un momento estoy con usted - No hay duda, una voz de mujer.
Pretendía escribir más pero no se si te decides a entrar.
¿Quién ha de seguirme? ¿Quién estaría interesado en hacerlo? -piensa Foroglîr, receloso. Desecha esos pensamientos al instante-. Si lo supiera me preocuparía menos. Pero nunca se sabe.
La puerta se abre sola. Una voz de mujer. Maldita sea, no esperaba esto. Sigamos con el plan, solo te queda la educación- Foroglîr mantiene el oído atento por si alguno de los... propietarios... de las voces que cuchichean decide largarse cuando no toca. Aún no es medianoche.
- Buenas noches -Foroglîr entra, el puño en la espada disimulado bajo la capa-. Parece una trampa -piensa. Toma aire de golpe. Se relaja-. Si saben tus intenciones no tienen nada que temer, sólo los animales asustados atacan a alguien más grande-. ¿La señora... Mantecona?
Las voces que oigo... ¿dentro o fuera? Imagino que dentro
El silencio es incómodo, cargado de duda, es un silencio de reconocimiento, de incertidumbre. Un silencio más hondo de lo que en realidad es, pero la situación es tensa y transforma las percepciones - Pase, pase, póngase cómodo, siéntese. ¿quiere algo de beber? Mantecona es mi marido, soy la señora Manteca... Llámeme Adra si gusta - Dicho esto despide a su acompañante, de cuerpo menudo y curvado, con rubios bucles bajo la capucha... es una mujer, o eso parece - Que tengas dulces sueños querida, y ten cuidado, ya no son horas - No hay lugar a dudas, al girarse deja ver unos finos rasgos que no consigues observar del todo pues va encapuchada, ¿podría ser bella? quién sabe... se dirige a la puerta de salida pasando cerca de ti, su fragancia es suave, afrutada, algo poco común en las mujeres de hoy en día dadas las circunstancias. Alegra ver que aún hay mujeres que se cuidan... - ¿Y bien? ¿Algo de beber pues? Tome asiento
Los silencios hondos son los escondites predilectos de los gatos encerrados. Era un refrán que no se usaba mucho ultimamente, pero la sabiduría popular lo conservaba aún en su memoria. Con este pensamiento y alerta ante cualquier eventualidad (un estado de alerta bien disimulado por otra parte), Foroglîr tomo asiento de forma que pudiera controlar el acceso a la casa desde fuera y a la habitación desde dentro. La ¿mujer? había logrado llamar su atención pero no estaba aquí para eso así que con premura se dispuso a cumplir aquello para lo que había venido. Como respuesta a las palabras de la mujer, depositó el barrilete en la mesa al tiempo que comentaba:
— En eso vengo servido, gracias... Adra. Buscaba a su marido, tenemos asuntos... privados... que tratar, pero confío en que no nos lleven demasiado tiempo: estar en casa ajena a horas inapropiadas es un abuso de su hospitalidad. Así pues... resolvamos esto cuanto antes, ¿no? —la pregunta se respondía a sí misma.
La mujer encapuchada sale por la puerta tras de ti con paso prudente, dejando un agradable perfume en la sala. Cierra la puerta tras ella, momento en el que Adra se sienta en la mesa y carraspea sonoramente, quizá indicándote que tomes asiento.
Sabía que vendrías - comienza - pero dí por supuesto que sería ayer noche. Los asuntos con mi marido puedes resolverlos en la posada "El Bardo Berde", se pasa allí las horas muertas. Te recomiendo que le hagas una visita, sobretodo si te debe dinero, ese canalla no te lo pagará de buena gana - Vuelve a carraspear, bien por impaciencia o bien por falta de salud - Ahora vayamos al grano...
¿Sabes por qué estás aquí? Estás aquí porque eres miembro del antiguo linaje, y si las horas son difíciles para todos, ¡vosotros si que lo tenéis jodido nene!. Pero la casualidad quiere que nuestra suerte esté ligada a la vuestra, así que u os ponéis las pilas antes de que sea tarde o todos al hoyo.
La vieja se levanta y camina cojeando hacia un destartalado mueble al otro lado de la sala, coge dos jarras que han visto días más felices y vuelve a su silla. Te tiende las dos jarras con una intención muy clara, carraspea, y prosigue - Un día de estos nos despertaremos con la noticia del fallecimiento de nuestro adorado, irreflexivo y barbicorto príncipe, no tengas dudas. Y ese día Fornost llorará amargamente, todo Arthedain llorará amargamente, y por extensión todo el reino de los hombres llorará amargamente. ¿Sabes decirme por qué?
Se sentó, la ocasión parecía merecerlo... o exigirlo.
— La señora se está yendo por las ramas... no me gusta nada, pero por otro lado no parece tener demasiado aprecio a su marido...
Foroglîr sonrió y escuchó educadamente. Las intrigas y los acertijos no iban con él, y menos de labios de una cualquiera, pero decidió seguirle el juego un rato, tal vez sacara algo de utilidad. Los lugareños decían muchas cosas cuando no eran conscientes de que lo estaban haciendo. Y el asunto del cornudo podía esperar lo suficiente:
— ¿Por casualidad? Los destinos de todos los Hombres están unidos desde siempre. Cuando caigan los unos, caeran los otros, y poco dará de qué linaje seamos. El Enemigo no considerará su tarea hecha hasta que todos los hombres sean cadáveres o siervos. Y eso es así desde antes de nuestros primeros ancestros hollaran esta tierra. —Y en verdad era así—. Y mi instinto me dice que el príncipe morirá pronto. Es demasiado impulsivo, demasiado joven y con la sangre demasiado caliente para distinguir valentía estúpida de valiente estupidez*. Los tiempos de las grandes gestas quedaron atrás, ahora uno no puede sacrificar heroicamente medio regimiento de caballeros alegremente. Somos menos, de vida más breve, de entendederas cortas y de honor más leve. Por cada hombre que muere deberían ser media docena las bajas del Enemigo. Es un insensato, y nos costará muy caro. Y lloraremos amargamente, porque Fornost caerá pronto cuando debería resistir largos años.
*Qué bonito quedó
Adra escucha toda tu perorata con paciencia y sin mostrar ningún síntoma de disgusto, es más, observas un deje de sonrisa en su boca. Cuando terminas comenta - ¿Insensato? ¿Y no es la misma insensatez la que te lleva a decir estas palabras ante un desconocido? Por menos que esto los matones de Ardinwen han apresado a algún sujeto y lo han condenado por traición. Cuida tu lengua hijo.
Hace una pausa tras la que carraspea, quizá viendo tu escasa intención de llenar las dos jarras de cerveza. Cambia el gesto a una sonrisa amigable y prosigue - Pero llevas razón en lo que dices, qué demonios. Esta burda maniobra no hará sino acabar con el linaje real... o quizá no, si es cierto lo que cuentan algunos bardos. Hay otras formas de salvar el norte.
Ardinwen Lothernen; jefe de la guardia de la ciudad.
Una mirada rápida y confiada a la espada:
— Bueno, puede ser —dice, en referencia a la advertencia—, pero por eso traje esta.
Con la misma despreocupación, Foroglîr llena las jarras finalmente, cayendo en la cuenta de que antes se le ha olvidado y deja acabar a la anciana mientras tanto. Niega con la cabeza, serio, profundo:
— El Norte no puede salvarse. Estamos condenados. Solo podemos luchar para poder decidir qué día se cumplirá nuestro destino... —Sonríe irónicamente—. A no ser que conozcas alguna otra forma de salvar el Norte —repite, sin burla, sólo escéptico.
Ávidamente toma la jarra de cerveza de la mesa y bebe un largo trago, tras esto, con unos modales púlcramente depurados y una delicadeza sobrehumana, eructa sonoramente y seca sus labios con el dorso de la mano. Ya más relajada, termina la cerveza con tragos cortos y espaciados, entre los que intercala cortas frases - Ciertamente el norte está condenado - da un corto trago de la jarra y prosigue - Al menos tal como lo recordamos. Tal y como ha sido. - otro sorbo, esta vez algo más largo - Seguramente no haya más remedio que huir de estas tierras... no lo digo por mi, lo digo por los jóvenes - termina la jarra y te la acerca para que vuelvas a rellenarla, una sonrisa en la cara demuestra que le gusta su amargor (no es una mala cerveza)
Su sonrisa se torna de repente en una mueca de susto, los ojos bien abiertos y un gesto torcido en los labios... se oyen pasos en la calle. Pasos marciales, pasos conocidos para cualquiera. Es la guardia.
Rápidamente se levanta al tiempo que moja sus dedos índice y pulgar con saliva, se acerca hacia las velas encendidas en la sala y las apaga una a una, dejando la sala en una oscuridad total y absoluta.
El sonido de pasos no se detiene sino que aumenta, se dirige calle arriba o calle abajo, pero acortando distancia con respecto a la puerta de la casa. La pregunta es, ¿se detendrán?
Haciendo caso omiso de los pasos Arda susurra - Más vale prevenir que curar, si no ven luz no verán vida. A eso es a lo que me refiero con salvar el norte, si el enemigo no sabe de tu existencia no tendrás enemigo. El viejo rey no es tan tonto como parece...
Tirada oculta
Motivo: Asustar
Tirada: 1d20
Resultado: 8
Tira escuchar y averiguar intenciones (utiliza el modificador de la habilidad correspondiente) Oculto.
Tirada oculta
Motivo: Escuchar
Tirada: 1d20
Resultado: 11(+8)=19
Tirada oculta
Motivo: Av. Int
Tirada: 1d20
Resultado: 12(+5)=17
No tengo las habilidades aún. No obstante, teniendo Sab +3 y habiendo sido explorador (y siendo cláseas) no es disparatado que tenga bastante en escuchar (pongamos 5 rangos, quedándome corto) y algo menos en A. I. (pongamos 3 rangos)
Espero a ver qué pillo antes de poner post
Escuchas como Adra camina lentamente hacia la mesa, sobre la que se apoya para después volver a sentarse.
La guardia sigue con paso firme y seguro, está en la calle a la altura de la casa, pues el estruendo es mayor que antes.
Crees que Adra no está tratando de engañarte (pues no sabrías decir por qué habría de hacerlo) Te da la impresión de que está dándote consejos como si de un niño pequeño se tratase, no es simple palabrería es una orientación, un mensaje tal vez.
La total oscuridad junto con el sonido de pasos en perfecta formación en la calle haría enloquecer al más cuerdo y correr al más sereno. Pero tu eres un dünedain y permaneces sentado en tu silla con la jarra de cerveza en la mano...
Los pasos se alejan poco a poco calle abajo, es tal la calma que dejan que hasta la oscuridad parece menos densa. Tu respiración se serena, tu corazón comienza a latir a ritmo normal. Sabes que si no has salido corriendo no ha sido por falta de ganas sino por indecisión. Comienzas a comprender que la situación te ha superado, que no has reaccionado, que no has controlado tus emociones... y a pesar de todo has actuado como debías. Eres un dünedain, y aunque no has sabido controlar tus emociones, has obrado como se esperaría de uno, con calma y templanza.
Una vez extinguidos los pasos una leve luz se enciende, una pequeña vela de sebo que no vasta para iluminar la habitación y ahuyentar las negras sombras. La penumbra va perdiendo terreno a medida que la llama se hace fuerte, y un recuerdo cobra fuerza en tu mente. "El viejo rey no es tan tonto como parece..." Las últimas palabras de Adra, previas al tenso interludio interpretado por la guardia.
Adra se sienta mientras llena nuevamente su jarra con el barrilete de la mesa. Carraspea sonoramente, bebe un corto trago y prosigue la conversación - Bien hecho. Temía que fueses a hacer cualquier estupidez. - Un nuevo carraspeo seguido de un corto sorbo - No es seguro que estés en mi casa a estas horas. Dame la moneda que tienes que darme y recoge lo que hay encima del marco de la puerta. No me preguntes qué es lo que abre, pues no lo se. Solo se lo que te he dicho, "el norte puede salvarse, el viejo rey no es ningún tonto" - Hace una pausa y cambia su gesto, sigue siendo un gesto tenso pero sus labios se relajan provocando la caída de sus pómulos - Si aún quieres tratar con mi marido ya sabes donde encontrarle, no es tarde para él.
El dünadan agitó la cabeza como salido de un mal sueño, de un corto mal sueño. Por un momento había perdido la noción del tiempo y el espacio, alertado por el sonido de los pasos acorazados de la guardia. Se había puesto en tensión, en demasiada tensión para una amenaza no tan grande, y la súbita sobredosis de adrenalina le había nublado temporalmente el juicio. Por suerte, su experiencia y su autocontrol parecían haber sido suficientes para superar aquel trance con una resolución aceptable. Su atención volvió a Adria. La vieja parecía mucho más despierta de lo que había supuesto en un principio. La experiencia de la vejez, que dirían.
— Malos tiempos son para los Hombres si las casas de las ancianas no son seguras —las connotaciones eran todas—, aunque no sé qué debe temer un hombre como yo de un lugar con este. Sin embargo, no se lleva la contraria a alguien en su propia casa y no seré yo quien venga a romper tal norma.
No aludió al tema del rey. Sencillamente, no procedía, y no estaba con humor para andarse con acertijos. "El viejo rey no es ningún tonto". Eso parece dejar claro que el hijo sí —pensó, mientras sonreía interiormente.
— Gracias por la velada —finalizó Foroglîr, con tal vez algo de sorna—. Y descuidad, yo pondré remedio a mis asuntos.
Acto seguido y con todas sus cosas, salió de la pequeña habitación y cogió la la llave de encima del alféizar, sustituyéndola por la moneda, y puso camino a la taberna donde esperaba encontrar al señor Mantecona.
¿La llave no abría precisamente ESTA casa?
¿La moneda no había de dejarla en la puerta? Nadie dijo de dársela a nadie. A no ser (cosa posible) que la primera implicada sea esta mujer... pero lo mandado es lo mandado xD
Hace una mueca de disgusto ante tus palabras, parece que le duelen y así te lo hace ver. La mueca de disgusto se transforma en impotencia justo antes de darte la vuelta. Por un momento percibes lo cansada que está, el miedo que tiene, la confianza que deposita en tí... ¿Confianza? Sus ojos, como los de un perro hambriento al que su amo castiga duramente por razones que el animal no entiende. Su semblante es duro, pero sus ojos... En sus ojos se percibe el miedo, el miedo a perder lo poco que tiene, a perder su hogar, a perder su vida. Sí. Es confianza lo que está depositando en tí. Y son esos ojos, los que te llevan a imaginarte que esta mujer es parte de algo más, ¿cómo si no sabía lo de la moneda?...
La confirmación acude a ti segundos más tarde, cuando tus dedos rozan el frío metal de una pequeña llave, la supuesta llave de la casa. Compruebas la cerradura solo para cerciorarte de que efectivamente, esa no es la llave de una puerta. Demasiado pequeña, demasiado ligera, demasiado pulcra y bien fabricada. Sin marcas de herrumbre, sin imperfecciones. Contemplas la llave en tu mano con la certeza de que lo que sea que esa puerta abra ha de ser algo importante.
Las calles están desiertas. El toque de queda cumple su función, al menos por estos barrios. No hay rastro de la guardia que hace tan solo un momento marchaba por la calle. La oscuridad te guarda y el frío te latiga para avanzar con presurosos pasos, hacia donde sea que te dirijas...
Si te diriges hacia el Bardo Berde se cierra la escena. Puedes volver a ella siempre que desees acudir a los lugares aquí narrados.
Foroglîr se encogió de hombros ante el descubrimiento.
— Qué extraño todo —pensó. Era un hombre sencillo y le gustaban las cosas más si podía entenderlas a la primera. No es que fuera tonto, pero las argucias, las dobleces* y los subterfugios le disgustaban si no eran necesarios—. Una vieja intrigante a la que se llega por "recomendación" de una banda de matones y forajidos. Es extraño y preocupante. Pero debería empezar a considerar si estoy metido en esto por mera casualidad o si todo esto está planificado de algún modo. Habrá que actuar con cautela —reflexionó, mientras sus pasos le encaminaban a "El Bardo Berde" por calles secundarias y poco transitadas.
Había guardado la llave en un lugar seguro, en una pequeña bolsa** que llevaba oculta con un par de monedas para casos de emergencia o desvalijamiento**.
— De un modo u otro, una llave siempre abre al menos una puerta. Ahora que ya tengo una, solo me queda encontrar la puerta. Es como... —sonrió—... como tener la respuesta pero no conocer la pregunta...
*que sé que te encanta
**Preferiría un hueco en el calzado donde meterlo pero no sé si es posible
Haz lo que veas escenilmente
Llevas puestas unas botas altas. Entre la piel de dentro y la de fuera acostumbras a guardar una pequeña navaja, un par de monedas y quizá la llave recién encontrada.
*Ojo, en el post anterior te digo que la llave parece/es demasiado pequeña para abrir una puerta. (tu reflexión puede ser una metáfora, solo pongo esto para hacer hincapié)
Te diriges al Bardo Berde.
Escena cerrada. Puedes volver aquí si lo deseas como parte de tu trama individual.