..."mucho se perdió entonces, pero nadie vive ahora para recordarlo"...
La derrota de Sauron en las lomas del monte del destino se cobró un alto precio, las muertes del rey elfo Gil-Galad, del rey de los hombres Elendil así como de su hijo Anarion. El destino de los hombres quedaba bajo la voluntad de Isildur, quién se apoderó del anillo de poder. La traición de este en el desastre de los Campos Gladios acabó con la vida de Isildur, y con el último rey del reino unificado de Arnor y Gondor.
Tras la muerte de su octavo rey el reino se dividió entre sus herederos, los reinos de Arthedain, Cardolan y Rhudaur se fundaron, Arnor había dejado de existir. Las fronteras de los tres reinos coincidían en la fortaleza de Amon-Sûl donde descansaba el último gran legado del gran reino, la Palantir.
La sombra del este reapareció en el bosque negro y envió a su acólito al norte, a Angmar, pues Gondor disfrutaba de un periodo de prosperidad. Era el principio de la caída del reino del norte.
Bien por azar o por magia tenebrosa los linajes de Cardolan y Rhudaur quedaron sin descendencia, propiciando la subida al poder de los montañeses de la región y el fin del reino de Rhudaur.
Lenta pero inexorablemente las huestes del señor del norte asolaron los territorios del difunto reino, siendo detenidos en Amon-Sûl que quedó bajo asedio. Tras la caída de la fortaleza el pueblo de Cardolan fue arrasado y obligado a retirarse a los cementerios de Tyrn Gorthad, las Quebradas de los túmulos. Años más tarde la Gran plaga azotó la Tierra media, no se supo más del reino de Cardolan.
Tras la derrota en Amon-Sûl el diezmado pueblo de Arthedain continuó su lucha contra Angmar en la fortaleza de Fornost, abandonando su anterior capital del reino, Annúminas. En una posición desesperada Arthedain se vio obligado a renovar una antigua alianza, pero Gondor tenía una nueva amenaza...
Los malos presagios se han hecho realidad, el fin está próximo, quizá este mismo invierno... Todo indica que el reinado de Arvedui se enfrenta a sus últimos días pues el último reino del norte, Arthedain, está a punto de capitular.
Arvedui ha sido un gran rey, el último en intentar en vano la unión de los reinos del norte y del sur, del reino unificado de Arnor y Gondor. Su legítimo derecho al trono de Gondor le fue negado, pero no así la alianza con el pueblo hermano. Alianza cuyos votos se ha visto obligado a solicitar recientemente, pues el enemigo es poderoso. La respuesta del rey Eärnil II de Gondor no se hizo esperar, y su hijo Eärnur se comprometió para liderar la ayuda. A día de hoy esa ayuda no ha llegado, y no se sabe si llegará a tiempo...
El avance del enemigo es pausado, seguro, como si respondiera a una planificación concienciuda y maligna, a un plan superior. Un cruel plan que pretendiera aniquilar la descendencia real de los dunedain, que pretendiese poner fin a este glorioso linaje. Uno por uno los descendientes reales han agonizado y la única esperanza del pueblo del norte reside en su rey y en su heredero, cuya madre murió al dar a luz.
Pero el pueblo del norte es fuerte, su orgullo está intacto y varios siglos de guerra no han hecho sino endurecer sus corazones. Una tras otra las oleadas de los señores del norte han sido rechazadas por los valerosos esfuerzos de aquellos que no temen la derrota, pues no tienen opción, la muerte o su hogar.
No obstante esta vez es diferente, está será la última fortaleza, la última batalla, la última resistencia desesperada. Esta vez es diferente, pues su mayor enemigo esta vez es su aliado, el invierno que tantas de sus vidas se ha llevado ahora es la esperanza. Esta vez es diferente, ya que fuerzas antiguas y olvidadas han despertado...
Desde los confines del mundo las criaturas aguardan, los hombres temen, el viento calma, es el silencio que precede a la tormenta. La tormenta que decidirá el destino de los dunedain, un pueblo que ya ha vivido otra tormenta, que consiguió salvar el agua y llegar sano y salvo a la orilla.
31 Octubre. 10 Hísimë (Quenya). 10 Hithui (Sindarin)
Mapa detallado de Arnor (gran calidad) Será el mapa que utilizaré en la partida.
http://images2.wikia.nocookie.net/__cb20120930012318/merp/images/e/ef/Arnor2.jpg
Fornost es una ciudad situada sobre una colina dividida en tres niveles; en el superior se encuentra la familia real y la guardia, en el intermedio la nobleza y clase media acomodada, y el último son los denominados barrios bajos.
A efectos del juego se utiliza la segunda imagen.
En el mundo de Tolkien no se hace referencia (ni una sola si no recuerdo mal) a los sistemas monetarios, más allá de las descripciones de metales y piedras preciosas, o las monedas de oro de los tesoros enanos. Por lo que me tomo una licencia que espero no os disguste.
La Tierra Media es muy amplia por lo que existen diferentes sistemas monetarios que conviven con las formas tradicionales de pago (trueque y piedras preciosas) Los reinos humanos son los que utilizan de forma más activa la acuñación de monedas, no obstante las razas que comercian con ellos se ven obligadas a emplearlas también.
Seguramente la raza enana sea la que más riqueza material (nótese material) posea, con acuñación propia en diferentes metales de elevada calidad. Las monedas enanas son un tesoro en si mismas (desde el punto de vista humano) pero el pueblo de Aulë es un pueblo celoso, por lo que no suelen compartir sus obras con las demás razas.
Los Elfos se han adaptado forzosamente a comerciar con otras razas, aunque lo hacen en menor medida que los enanos. No poseen moneda propia, sino que utilizan sus reservas en monedas extranjeras (divisas) y el trueque (principalmente de piedras preciosas) para sus actividades.
Los Hobbits utilizan sistemas poco desarrollados de intercambios entre ellos, predominando el trueque. No obstante, cuando se relacionan con otras razas emplean monedas humanas. No se tiene constancia de la existencia de acuñación propia, pero es posible que algunos cabecillas hobbits hayan tratado de poner su rostro en monedas propias. Estas iniciativas, de ser ciertas, han tenido muy poco seguimiento y seguramente nunca hayan traspasado las fronteras de ningún asentamiento hobbit.
La raza humana es muy variada, como lo son también sus costumbres y usos monetarios. Cada región cuenta con diferentes medios de pago que van desde el trueque (en las regiones más atrasadas) hasta la acuñación de moneda propia. Así pues, en los reinos del sur se utiliza la Esterilia y la Faruna, y en oriente el Mandor o el Bolte. La penetración de estas monedas en los reinos de Arnor y Gondor ha sido escasa, debido a la fortaleza monetaria de estos reinos. De este modo, la moneda más empleada en toda la Tierra Media es la Dorama.
El sistema monetario basado en la dorama es un sistema decimal (exáctamente igual que D&D) donde se mezcla; la dorama de plata, la dorama de cobre y la media dorama (también de cobre y de menor peso) llamada simplemente "media". La palabra dorama es una modificación de la palabra Oeströn "dorado", por lo que también existe una dorama de oro. En origen la dorama de oro, denominada Seril de oro, era la moneda base en tiempos más antiguos. La decadencia del reino de los hombres (sobretodo en el norte) hizo que fuera insostenible la acuñación en oro por lo que se acuñaron otros metales. En la actualidad es raro ver seriles como medio de pago debido a su elevado valor monetario, la mayoría de estas monedas se encuentran en las reservas de los reyes (sobretodo en el reino del sur, Gondor), en poder de los enanos, y un pequeño porcentaje en manos privadas.
Resumen de monedas utilizadas:
Nombre |
Uso |
Valor |
Seril de oro |
Seril |
10.000 |
Medio seril |
(no existe ni ha existido) |
(1.000) |
Dorama de plata |
La grande |
100 |
Dorama de cobre |
La chica |
10 |
Media dorama de cobre |
La media |
1 |
Podeis pensar, la grande, la media y la chica... Pues no, la media es una décima parte de la chica XD. Por tanto, la relación entre el valor de acuñación de ambas monedas (1/10) y diferente a su valor en cobre (1/2)
Al amparo de la noche pudieron completar su tarea. No era sencilla, pues caminar sin perderse en la total oscuridad a través de las Quebradas era una tarea digna de los más eficaces exploradores, y Aranarth lo era...
La "Quebrada del saliente" era una formación rocosa sin apenas vegetación en su parte alta. Una de las lomas más elevadas del conjunto montañoso de las Quebradas del norte. Era llamada del saliente porque había que rodearla para continuar el camino que bordeaba las quebradas, su mole se situaba en medio del camino impidiendo su recto transcurso, era el lugar perfecto para una emboscada. Su margen oriental constituía la formación rocosa más al este de todo el conjunto montañoso, por lo que consecuentemente el camino se desviaba pasando a sus pies. No obstante, existía una pequeña ruta de caza, ya olvidada, utilizada únicamente por las gentes del lugar en tiempos remotos. Era una de tantas sendas como había en las Quebradas del norte, traicioneras, solitarias, aisladas en la vastedad de sus lomas. Demasiado estrecha para el paso de cualquier avanzadilla e incluso de cualquier hombre montado.
Aquí radicaba el punto clave de la misión. Abandonar los caballos en el lado sur de la estribación montañosa y recorrer la vieja senda de caza hasta lo alto de "la saliente", y esperar. Esperar a que desde la cima del risco pudiese apreciarse el avance enemigo. Y continuar esperando, hasta que la vanguardia del avance se perdiese de vista, para poder atacar la retaguardia enemiga. Matar sus caballos de reserva, a los bueyes que tiran de sus carros, destrozar sus carromatos y quemar sus suministros. Sin suministros no habría asedio, el invierno se cebaría con las huestes enemigas y desistirían en su empeño por conquistar la ciudad.
Para ello era clave crear un pequeño grupo de hombres de armas y exploradores que partiese con la suficiente antelación como para alcanzar la cima y vigilar el camino de bajada por la parte norte del risco. Debían ser hombres fieles a la corona, alejados de toda esa nueva nobleza recién asentada. El principal enemigo del norte era el norte mismo, y la vieja sangre solo podía confiar en sí misma para salvarse. Luchaban contra el invierno y la traición, dos enemigos implacables, dos enemigos que permanecían aletargados para actuar finalmnte en el momento más decisivo y derrotar así a su enemigo.
Mantener el secretismo absoluto no fue fácil, durante meses se preparó esta operación. Durante meses los exploradores fueron enviados en pequeños grupos a la cima, donde sobrevivieron como pudieron a base de frías comidas, refugiados en los salientes montañosos. Todos aquellos que no volvían eran considerados muertos, si se quería una treta perfecta tendría que ser una treta lo más real posible. Solo faltaba el culmen, la llegada del comandante, el príncipe Aranarth, el más cualificado para liderar la operación. Pero no fue fácil hacer que el príncipe desapareciese, hubiese sido más fácil hacer desaparecer a cualquier otro oficial de la guardia, pero el príncipe era obstinado. Salvo algún pequeño retraso, pues tuvieron que ser degollados algunos soldados acompañantes de su majestad por su dudosa lealtad, el príncipe y su escolta llegaron en el tiempo previsto a la cima a través del estrecho camino.
Días después la avanzadilla del enemigo hizo su aparición al alba. Un desharrapado ejército de hombres del norte, montañeses sin tierras, señores feudales con lacios y descoloridos estandartes, levas de campesinos encadenados como esclavos y todo tipo de mercenarios llegados de diversos reinos. Todos ellos humanos, seguramente con algún dünadan traidor entre sus filas, además de un pequeño destacamento de enanos posiblemente atraídos por la soldada, que caminaban con paso ligero y en precisa formación, no más de tres o cuatro filas. Durante el resto de la mañana el ejército enemigo continuó marchando, si es que podía llamarse así a descompasados andares a lo largo de un camino maltrecho por el descuido de varias décadas. No era muy numeroso, lo que animó a los exploradores dünedain que esperaban agazapados entre la maleza de la cara norte del risco. Con ese número no serían capaces de asediar la ciudad, las fuerzas estaban parejas, si esta treta tenía éxito era más que seguro que la caída del norte tendría una prórroga.
Al anochecer se desató la pesadilla. El enemigo, que había sido imprudente, había dejado la retaguardia sin apenas protección. Solo unos pocos soldados, los cansados, lisiados y enfermos, cerraban con sus maltrechos andares el avance del ejército enemigo. Medio día de retraso acumulaba ya aquel burdo y penoso espectáculo de hombres con respecto al grueso del ejército. A este paso alcanzarían Fornost un día después que la vanguardia.
Si el ataque era medianamente preciso barrerían sin dificultad a esos pobres infelices, quienes, aunque superiores en número, se encontraban en clara desventaja táctica. En el peor de los casos, siendo el ataque descoordinado y falto de consistencia, podría concluirse la escaramuza con un empate técnico. Y aún así, los objetivos primarios fijados por el príncipe Aranarth se conseguirían, penalizando lo suficiente a la retaguardia enemiga.
Por este motivo dio la orden de ataque al amparo de la creciente oscuridad, aumentando así el desconcierto de los atacados. Las fuerzas se dividieron en dos grupos, de quince hombres cada uno, cuya función era cortar al enemigo en tres partes, aislando en la parte central el grueso de los suministros. El ataque cogería por sorpresa al enemigo, otorgando el tiempo suficiente para que los diez hombres asignados a las tareas de destrucción de suministros se empleasen a fondo, mientras el resto sembraba el caos. Nada podía salir mal, no ahora, no tan cerca del objetivo, el enemigo no tenía ya tiempo de reacción.
Y fue entonces cuando se desató la pesadilla.
La carga conjunta en dos frentes fue perfecta, cortando al enemigo con facilidad, de forma precisa y certera, llegando rápidamente a la parte opuesta del camino. El primer paso estaba completo. Ahora tocaba el segundo, mantener a raya al enemigo mientras se prendía fuego a la carga, no sería tarea difícil.
El príncipe Aranarth pudo apreciar como un jinete enemigo se acercaba a galope tendido desde el este – Bien, que de la voz de alarma. Para cuando quiera llegar ya será tarde – Fue lo primero que pensó, pero al ver que no cambiaba su trayectoria no pudo ocultar una mueca de satisfacción – Si pretende cargar y no avisar es un insensato
Y llegó la oscuridad.
La puesta de sol se aceleraba, desde el este la oscuridad ganaba terreno de forma innatural. Daba la impresión de que el galope del caballo espantaba la luz a su paso, provocando la llegada de las tinieblas, como si estas perteneciesen a la negra capa del jinete. Ciertamente dolía mirarle, una congoja en el pecho acompañaba su visión. Fue entonces, cuando el jinete se encontraba cerca ya del camino, cuando su mano derecha blandió un negro y pesado instrumento. Su balanceo era hipnótico, cada vez con mayores arcos hasta conseguir una circunferencia perfecta, perfectamente hipnótica. La batalla pareció detenerse por un instante para observar a la negra figura, y fue entonces cuando sonó.
A los pocos metros del camino se escuchó un agudo chillido, desgarrador, seco, gélido, que tomó por sorpresa a los hombres de ambos bandos y los hizo revolcarse en el suelo, implorando silencio con lágrimas en los ojos.
Y el chillido cesó. Y los hombres huyeron.
El día había amanecido turbio, confuso. El cielo encapotado dejaba claro que iba a ser un día de invierno, amenazaba tormenta. Diez mil almas se guarecían en la ciudad, cobijándose del frío aire del noreste que helaba los huesos e incapacitaba las articulaciones. A la hora del gallo comenzaron los rumores...
Transcurrida media mañana el tema de conversación en mercados y plazas no era otro que el fracaso de la última expedición enviada para retrasar el avance enemigo. No había duda, de haber tenido éxito ya se tendrían nuevas. Es más, se piensa que la avanzadilla ha debido ser presa de algún tipo de emboscada, o lo que es peor, traición. Pues aunque la derrota era la mayor posibilidad ya se habrían recibido nuevas en caso de que todo hubiera seguido su curso normal.
Suenan las trompetas y redoblan los tambores. Se hace saber que a mediodía el comandante de la guardia real, el glorioso Ardinwen Lothernen, hablará para el pueblo. No es usual que las nuevas las entregue en persona el mismísimo comandante, sino el pregonero real. Motivo por el cual la expectación es máxima y todos los habitantes se apresuran a cerrar tiendas y tenderetes, terminar recados y recoger bártulos, para escuchar en persona a su comandante.
De noble familia y con una exitosa carrera militar, Ardinwen Lothernen es la esperanza del pueblo. Rivalizando con el mismísimo príncipe, se dice que incluso a ojos del rey, por el favor de las gentes, Ardinwen hace las veces de mano derecha del rey. Es el brazo ejecutor del Consejo real, con asiento propio en el mismo. Dirige con mano de hierro a la guardia real y ostenta el cargo de Guardián del orden público en Fornost. No cabe duda de que la ciudad ya habría capitulado si durante años no se hubiesen seguido sus indicaciones militares y estratégicas. Es la voz y el corazón del pueblo, y su férrea convicción en la victoria el espíritu que mueve a sus gentes.
Desde la almena más imponente del nivel superior de la ciudad de Fornost Ardinwen hace una señal con la mano, la multitud calla y el silencio se apodera de la ciudad norteña. El piar de los pájaros llena un tenso silencio, cargado de temor - ¡Ciudad de Fornost! ¡Os habla vuestro comandante! - Hace una pausa y comienza de nuevo, esta vez con voz menor intensidad - Ante la ausencia de nuevas, hemos de declarar como fracasada la última expedición para detener el avance enemigo. No sabremos de bajas hasta que algún superviviente o el propio enemigo llegue hasta nuestras puertas. Tampoco conocemos la suerte de nuestro príncipe, y aunque me gustaría otorgaros palabras de ánimo no las tengo, no esperamos su regreso. - Comienza un murmullo ante estas afirmaciones que el propio Ardinwen se encarga de cortar con un leve gesto de su mano derecha - La situación es extrema, por lo que decreto el cierre de puertas de forma permanente. Debiendo permanecer los refugiados en el entorno de la empalizada hasta que se les permita el paso. - Sin duda el aumento de muertes y el temor a posibles espías del enemigo han provocado estas reacciones - Además, se establece el toque de queda desde la medianoche hasta el alba, que podrá ser ampliado desde la puesta de sol si así se estimase oportuno. - El comandante hace una última pausa para añadir - Confío en cada uno de ustedes, en cada niño, madre y padre de familia, para que juntos superemos estos aciagos tiempos. Sea así la voluntad real - A lo que el pueblo responde al unísono "sea así".
Durante el resto de la jornada una lluvia constante aunque poco densa cae sobre la ciudad de forma intermitente, acompañando lo que sin duda ha sido un mal día. Los rumores han tomado un matiz más oscuro tras las palabras del comandante, y se da ya como muerto al príncipe. Durante las primeras horas de la tarde se produjeron en los barrios bajos dos robos, una violación y el suicidio de una pareja. Lo que supuso que al anochecer Fornost contase con tres habitantes menos y dos lisiados más. "En tiempos difíciles mano de hierro" era la frase más utilizada en la ciudad al caer la noche, y no sin razón.
11 Noviembre. 21 Hithui (Hísimë)