El suave viento mece los blancos cortinajes mientras remueve con su agradable brisa el olor de multitud de ungüentos. Lejos de ser una escena desagradable la mezcolanza de olores invita a la calma, al descanso, invita a la paz. Confundidos por la embriagadora esencia se olvida el fin último de la estancia en este lugar, la curación. Apartados de las salas más abarrotadas de cuerpos sudorosos, constantes quejidos, gestos adustos, la sala principal de las casas de curación es un agradable paso intermedio entre la vida terrenal y el más allá. Invita al descanso eterno, una última alegría para los sentidos en estos tiempos difíciles.
La situación se complica, cada vez son más los heridos que provienen de las zonas de conflicto. Valientes anónimos que tratan de retrasar el avance enemigo vendiendo caras sus vidas, para tratar de forzar la llegada del invierno en plena refriega. Anónimos que no llegarán a estar jamás en una sala como esta, pues el tranquilo tránsito hacia la otra vida es exclusivo de los privilegiados. El resto abrazarán la muerte de forma no menos digna, pero si menos lujosa.
Y poco más puedo hacer. Descansa hermano, que tu sabiduría te guíe en el camino hacia la casa de tus ancestros. Que compartan con tu presencia su banquete eterno, y que os saciéis con el amor y el descanso - Y con estas palabras Eviathar "el sabio" el médico más importante de la ciudad de Fornost y posiblemente de todo el norte pone fin a su actuación - Su luz se apaga.
Eviathar, gran conocedor de la medicina y de las artes de la reconstrucción del cuerpo, sabio entre sabios, e importante figura en estos días previos al asedio. Consejero de la mesa del rey y médico personal de su casa. De carácter aún más firme que sus expertas manos, si él no ha podido salvar una vida, esa vida no podía salvarse. Su pasión por la medicina lo convierte en una persona algo alejada de las costumbres sociales aceptadas, sus ojos, siempre ávidos de conocimiento, parecen mirar "más allá". Tan allá que los rumores cuentan de un reciente viaje a las tierras inhóspitas del norte, en busca del conocimiento de las tribus bárbaras que allí moran. Parece curioso pues, que un maestro en la medicina realice un viaje de tantas millas en pos de conocimientos a priori inferiores a los que "el sabio" Evithar posee...
El oficio de médico en estas horas de infortunio no es plato de gusto, al menos para los comprometidos con sus votos y con el dolor ajeno. Noches sin dormir, trabajo excesivo, material escaso y en malas condiciones, comidas las justas y ningún dinero. Todo por el principio de servir al prójimo, no de ejercer una profesión. Quizá fue esta la causa que desmejoró la amistad entre Eviathar y Khrothim "el tuerto", los principios, el servir... la voluntad, la codicia. Antaño dos de las figuras relevantes de la ciudad, el médico y el comerciante, pero sus caminos siguieron distintas sendas, distintos principios...
Muchas gracias maestro, por tu dedicación y paciencia. Nuestro hermano descansará en paz gracias a tus cuidados - Afectuosas palabras las de Ardinwen, capitán de la guardia y en la práctica el hombre con más poder de la ciudad, salvo el mismísimo rey - Nada se podía hacer y mucho ha sido hecho, hermano Eviathar.
De anchas espaldas, fuertes brazos y voluntad sin igual, Ardinwen Lothernen porta en cada una de sus expresiones todo el peso de la desesperada situación. Actuando como el brazo armado del rey, como el defensor del orden, como el caudillo al que seguir, demasiado peso por muy anchas que sean las espaldas. Arvedui el rey envejece a pasos agigantados en los últimos tiempos, y su heredero se encuentra en el mismísimo frente de la batalla, como todo futuro rey debe hacer para ganarse el aprecio de su reino. En estas circunstancias Ardinwen no puede fallar, y no lo hará.
Tras abandonar pausadamente el cabecero de la cama se dirige al rincón de la habitación, donde acaba de hacer su entrada, calmada y silenciosa, un robusto enano de duro gesto. Hablan en susurros, una conversación importante, pero tampoco hay nada que ocultar que no se sepa ya en la ciudad - Ese era uno de mis mejores hombres Khrothim. Va a morir por tratar de defender a su pueblo, y es su pueblo quien lo ha matado. La situación en los barrios bajos es desesperada, necesito más colaboración de tu parte. Necesito el orden dentro si pretendo resistir el terror que se originará fuera.
El robusto enano apodado "el tuerto" es uno de los personajes más ricos y respetados de la ciudad. Su riqueza es objetiva, ganada en otra época a base de correr incontables riesgos con el comercio, convirtiéndose en el mayor proveedor de mercancías de la ciudad. En cambio el respeto hacia su persona varía según con quién se hable y cómo se hable. Antaño fue sin duda respetado y admirado en todas las regiones del reino, no así en la actualidad, pues su pasión por la riqueza se ha desatado. Acaparador de más y mejores mercancías saca partido de cualquier situación, siempre a beneficio propio. Se ha convertido en un hombre temido, sobre todo en los barrios bajos, que controla a voluntad. Es por esto por lo que en este momento se encuentra conversando con el jefe de la guardia, pues su influencia llega hasta los más altos niveles.
Entiendo tu posición capitán. Perro comprrende tu que no soy omnipotente, me esfuerrzo y dedico numerrosos hombrres a tu causa, perro no es posible mantenerr un orrden total y exhaustivo, no puede hacerrse. Además me prregunto, ¿qué hacía tu hombrre en mis barrios? Se que quierres mantenerr las aparriencias perro tienes que entenderr que este es el prrecio porr mantenerlas.
Alejada del rincón donde charlan el capitán y el enano la dulce y agradable Ivi se despide del sabio médico - Aquí termina mi labor maestro, parto a atender el negocio. Sabed que como siempre tanto Ela como vos estáis más que bienvenidos a mi humilde posada, por si necesitaseis descansar de tan duras labores.
Ivorwen Tolman, "Ivi", dueña del Bardo Berde, posiblemente la posada con ambiente más reposado de la ciudad, y con la mejor cerveza, no excesivamente lujosa, pero si muy hogareña. La posadera, Ivi, es una mujer comprometida con las casas de curación, pues todos los días antes de abrir su negocio ofrece guisos, trabajo y una ración nada desdeñable de alegría. Amiga de aquellos que le acompañan en su día a día, tímida pero siempre sonriente, siempre con las palabras adecuadas en los labios, siempre Ivi.
Me acerco a Ivi y Eviathar "el sabio", expresando una gran seriedad en el rostro: a ningún médico que se precie le sienta bien perder a un paciente, y Eviathar era, sin ninguna duda, el mejor médico que había conocido jamás. Por ello lo aprecio y le tengo en la más alta estima, a pesar de que no siempre sea la persona más agradable. Es comprensible que, trabajando tan duramente como trabaja y prestando toda su dedicación y apoyo en las casas de curación, esté de vez en cuando cansado e irritable.
Mientras camino hacia Eviathar, me cruzo en el camino con Ardinwen Lothernen (que se dirige hacia Khrothim "El tuerto"), a quien saludo educadamente con una leve reverencia, y ambos proseguimos nuestros caminos. Apenas lo conozco, y pocas son las palabras que alguna vez he intercambiado con él (más allá de los saludos indispensables para no parecer una maleducada y hacer quedar mal a mi maestro). No he hablado más con Ardinwen porque, a mi parecer, es una persona de gran importancia que poco tiene que ver conmigo. Sin embargo parece que es una buena persona, y sin duda aprecia mucho el trabajo que realizamos en las casas de curación, por lo que resulta de mi agrado. No así Khrothim "El tuerto", el avaricioso enano al que se dirige. Los enanos me ponen enferma y su sola presencia me asquea, y "El tuerto" no es ninguna excepción. Ese asqueroso enano parece haber desarrollado su avaricia incluso más que los otros de su raza. Es un enano sin escrúpulos, y aunque parece que todos le temen, a mí no me asusta. Evidentemente no sacaría ningún provecho enemistándome con él, por lo que lo saludo como a cualquier otro, procurando no poner mala cara, aunque preferiría que no estuviera aquí.
Me dirijo en primer lugar a Ivi para despedirla. Ella es una de las primeras personas que conocí al llegar a la ciudad, y me alegra mucho que así fuera, pues es una persona buena y agradable.
—Muchas gracias por tu ayuda, Ivi. Eres muy amable. Si tengo tiempo, voy a ir a visitarte más tarde. ¡Hasta pronto!
De no ser por Ivi, me habría sentido incluso mucho más perdida de lo que estuve al llegar, pues siempre fue comprensiva y amable conmigo. Es verdad que las posadas que tanto se llevan en esta región no suelen ser de mi agrado, pero he de reconocer que la suya es tranquila y reconfortante. Además, su compromiso con la casa de curación en señal inequívoca de su bondad.
Tras despedirme, me dirijo hacia Eviathar:
—Maestro, habéis hecho lo que habéis podido. No os lamentéis más por él. Ahora no sufre. Por favor maestro, descansad. Os hace ahora falta descansar, mucho descansar.
Quizá tengas razón querida, pero no será hoy ni mañana cuando ambos podamos permitirnos ese lujo... más pronto o más tarde todos acabaremos como él - dice señalando el cuerpo que reposa en la cama - Lo importante es llegar con dignidad hasta ese nuestro destino - hace una pausa para terminar de limpiar sus manos y su sudorosa cara y añade - Pronto será la hora para muchos. Deberán resistir ferozmente pensando que la única opción es elegir entre la vida y la muerte. En caso contrario su lucha sería una más, no la última batalla, no la última opción... - un gesto sombrío cruza su cara, retira la mirada y baja la cabeza. Se vuelve para continuar con su tarea, caminando fuera de la sala, y añade entre dientes - Pero nunca es la última opción...
Durante esa mañana "el sabio" realiza su tarea de forma metódica y precisa, como cada día. No obstante su actitud no es la de siempre, algo turba su pensamiento, y aunque sus manos continúan siendo una herramienta perfecta, casi mecánica, su mirada está vacía...
¿Que quizá tenga razón? ¿Habré entendido mal? ¡Por supuesto que tengo razón! ¡Pero qué cabezón es este hombre! Si no descansa pronto le va a dar algo... Aunque tengo que reconocer que su esfuerzo y dedicación son admirables. No recuerdo haber visto a ninguno de los míos trabajar así de duro durante tanto tiempo nunca, y los lossoth no somos precisamente un pueblo holgazán. Pero me muero de cansancio... Este hombre me hace trabajar y no me da tregua. ¿Debería pedirle descansar un rato? No, no, no; de eso nada, nadie podrá decir que los lossoth somos un pueblo perezoso. Si Eviathar a su edad puede, yo no voy a ser menos...
Tras algunas reflexiones, sigo haciendo mi trabajo atendiendo a los heridos y enfermos, pero las palabras de mi maestro siguen deambulando sin descanso por mi cabeza, como si del mismo Eviathar se trataran. Me doy cuenta de que, en un pequeño arrebato de rabia inicial, había ignorado por completo lo que éste había dicho después.
¿¿Qué es eso que ha dicho al final?? ¿Qué es lo que ha querido decir con eso de las "opciones"? Creo que ha dicho algo de morir y vivir, ¿pero qué tiene eso que ver? Y sobre todo, ¿por qué me lo ha dicho a mí? No entiendo nada...
Miro hacia Eviathar, y compruebo que mientras trabaja, su mente parece estar muy lejos de aquí.
¿Qué será aquello en lo que está pensando que lo tiene tan absorto? ¿Tendrá que ver con lo que comentaba antes? ¿Tendrá... ¿Tendrá que ver con lo que lo llevó hasta mi gente? Porque ya he comprobado que de nuestra medicina Eviathar tiene poco que aprender. ¡Cómo echo de menos a mi familia! Pero no es momento ahora para eso... ¿Debería preguntarle? ¡No seas tonta, Ela! ¿Qué le vas a preguntar?
Tras reflexionar un poco, finalmente decido acercarme a Eviathar.
—Perdonad, maestro —digo intentando llamar su atención. Carraspeo—. ¡Maestro! Perdonad que lo interrumpo, pero... Yo he tenido curiosidad por lo que habéis dicho antes. ¿Qué opciones?
Tus palabras sacan al viejo médico de sus ensoñaciones de forma tan brusca que lo hacen toser estruendosamente. Pasado un rato se calma y con ojos ávidos y precavidos se explica - ¿Opciones? Querida, no recuerdo... No prestes atención a todo lo que diga un viejo... - dice mientras sonríe. No obstante sus ojos continúan al acecho, alejados del corte que está tratando se suturar en la pierna derecha de un joven soldado. Su precisión es increíble aún sin prestar atención a la herida, la experiencia es un grado dicen, en este caso la experiencia lo es todo.
Con la breve frase anterior Eviathar puso fin a la conversación. No obstante, a pesar de que su figura ya da muestras de avanzada edad y sus rasgos faciales ponen de manifiesto que tiempos mejores pasaron muchos años atrás, "el sabio" jamás aceptaría que lo tratasen como un viejo. De hecho suele evitar de forma tajante cualquier calificativo que signifique el no encontrarse en plenas facultades, y sin duda, su ayudante Ela lo ha percibido.
Momentos más tarde el gran médico se encamina tranquilamente hacia la puerta que da a las escaleras que descienden a la habitación que utiliza como almacén. Un cuarto frío y oscuro donde se guardan a temperatura constante, en ambiente seco y alejados de la luz del sol, un "sin número" de frascos y cofres con sustancias de variopinta textura y olor. Un fino haz de luz se proyecta en diagonal desde un pequeño agujero en la pared que hace las veces de ventana aunque desmerece dicho nombre. La luz del mediodía ilumina una polvorienta mesa sobre la que descansa un viejo tomo, el último volumen de una vasta colección que, a modo de diario médico, "el sabio" rellena concienciudamente día tras día. Una colección en la que están anotados todos y cada uno de los tratamientos, curas, nacimientos y demás azares de toda una vida sirviendo al prójimo.
Tirada oculta
Motivo: Sabiduría
Tirada: 1d20
Resultado: 12(+2)=14
Si claro, es un lugar que visitáis a menudo cuando necesitáis una medicina o preparar algún ungüento. El libro es un registro de pacientes que lleva a diario el médico, incluso tú has anotado alguna vez en el. En los tomos está de alguna forma la historia de las casas de curación día tras día.
He tirado por ti. Sabes que no se considera a si mismo como un "viejo", por lo que resulta curioso que haya empleado dicho calificativo. También resulta curioso que diga que no recuerda algo, Eviathar tiene memoria de elefante, tu lo sabes...
¿Acaba de decir Eviathar que no recuerda algo y que es un viejo? ¿Una cosa detrás de la otra? No es posible... Esto es muy raro, muy muy raro... Quizás picándole un poco pueda sacar información, je je je.
Sigo escaleras abajo a Eviathar. Mientras escribe en el libro, carraspeo la garganta para llamar su atención.
Disculpad, maestro. A veces olvido lo mayor que sois. Es normal que con vuestra edad olvidáis muchas cosas. ¿Necesitáis ayuda? Dejadme escribir a mí.
Me acerco hasta Eviathar y extiendo la mano para recibir la pluma con la que está escribiendo, aunque en realidad no creo que vaya a dármela.
La próxima vez, si puedes, estaría bien que me remarcaras las cosas que debo tener en cuenta en notas :)
¿Puedes borrar mi anterior mensaje?
El médico retira rápidamente la mano para evitar darte la pluma y continúa escribiendo al tiempo que dice - ¡Condenada muchacha, no soy un viejo! - Tras concluir sus anotaciones cierra el libro y deposita la pluma en el tintero, camina hacia la puerta y la entorna sin prestarte atención. Coge aire y te susurra - Perdona querida que me ande con cautela sobre el asunto, pero no me fío ni de mi sombra. Quería decírtelo cuanto antes pero no encontraba el modo, pues los espías del enemigo están en cada rincón estos días, y las paredes escuchan - se aleja susurrando entre los oscuros pasillos del almacén, repletos de estanterías con tarros y vasijas de diferente tamaño - He enviado de madrugada a mi familia a la antigua capital, Annuminas, antes de que sea demasiado tarde. Estamos en una situación delicada, y seamos sensatos, es lo mejor. No para ti ni para mi querida, nosotros no tenemos esa opción, hemos de permanecer hasta el último momento en la ciudad para ayudar. No obstante, si llegara el momento, cuentan en algunos círculos que aún hay otra opción.
Hace una pausa y se detiene, volviéndose y cogiendo tu mano - No se quién lo sabe, pero puedo decirte que pocos, pues de saberse luchar o morir no serían las únicas alternativas antes del amargo final. Cuentan que existe una ruta de huida que deja atrás la ciudad y se dirige a los páramos. Yo ya estoy mayor Ela, ahora te lo digo en serio... - hace una pausa, como si la aceptación le doliese - ...pero tú eres joven, tienes mucho por delante, trata de salvarte querida. Descubre el cómo, pero no confíes en nadie, solo en aquellos que consideres puros de corazón.
Camina lentamente hacia la puerta, se detiene y comenta - "Sigue al zorzal" querida, es lo que dicen los mayores de la ciudad en estos casos, es una expresión popular pero puede que te sirva.
Me conmueven las palabras de Eviathar.
Vaya, es increíble el aprecio que me tiene este gran sabio, a pesar de que no hace tanto tiempo que nos conocemos. En ocasiones los sureños me sorprenden. Pero... ¿de verdad es tan desesperada la situación? Aunque él espera que yo ayude en esta guerra que no es la mía... No puedo defraudarlo, él me ha ayudado mucho, a su manera, y se preocupa por mí.
Maestro, ¿qué decís? ¡No estáis viejo! ¡Nada de eso! Antes sólo he bromeado, ya lo sabéis. Si de verdad existe ese camino del que habláis, no hay razón para que conmigo no vengáis. Pero debéis dar más datos. Decidme dónde podemos encontrar a ese "zorzal" y venid conmigo cuando llegue el momento.
No sabía yo que este hombre me tuviera tanto aprecio como para no fiarse ni de su propia sombra pero sí de mí :D
Parece que se pone interesante la cosa...
Poco más puedo decirte Ela. Sabes que me encuentro cerca del rey y actúo como consejero, pero esa información es demasiado privilegiada si fuera cierta, incluso para mi - resignándose a la evidencia baja la cabeza, suspira y te mira fijamente - Querida mía, aún con todos los designios de nuestro lado la huida no es una opción para mi. Aún si fuese cierta la vía de escape, aún si consiguieras encontrarla... no podría aguantar el duro invierno lejos de la ciudad, es un hecho. Si quisiera huir me iría ahora, antes de la posible derrota, no lo hago porque aún hay esperanza. Mi esperanza es la victoria, la tuya aún va más allá, pues aún en la derrota puedes lograr salvarte si encuentras como.
Eviathar comienza a subir torpemente las escaleras. Es en estos momentos cuando la evidencia se hace patente, la vida es breve y el viejo sabio ya ha disfrutado de largos años de vida azarosa. Claro está pues que la única esperanza es la victoria, al igual que para el resto de los habitantes de Fornost.
En cuanto al zorzal, es un simple pájaro, pero todo dicho tiene un comienzo supongo. Y es curioso que este solo se diga en Fornost, y no en otro lugar de Arthedain. Pregunta a los viejos querida, en los años descansa la sabiduría.
Piensa que llevas poco en la ciudad, puede que dude de que tengas otros intereses, como podría tener un espía ^^.
Mi rostro delata la tristeza que siento al oír las palabras de mi maestro. Yo también lo conocía hace poco, pero le había cogido mucho cariño. Verlo en una situación como aquella, en la que prácticamente había asumido que pronto moriría, me partía el corazón, pero las cosas estaban más claras ahora.
Sí, maestro. Comprendo... Gracias por todo.
Reflexiono sobre las palabras que acabo de oír. Con un poco de suerte, no tendría que encontrar a ese Zorzal, pero si me viera en la necesidad... Tenía que encontrarlo.
Ivi no es anciana ni mucho menos, pero habla cada día con hombres de todas las edades y de muy diversos tipos. Tal vez sepa algo sobre el tema, y si no, conocerá a alguien a quien preguntar. Pero, ¿debería comentarle lo que me ha dicho Eviathar? Seguramente sí, confío en ella... o tal vez no... esto no debo ir diciéndolo por ahí. Bueno, eso ya lo vería más adelante. Primero iré a preguntarle.
Me despido del maestro y me voy a la posada de mi amiga.
Comenzamos escena en la posada El Bardo Berde. Puedes volver a las casas de curación cuando lo desees, al fin y al cabo es tu lugar de trabajo ^^