Partida Rol por web

ESTANCIA DE DULCE LOTO:

- "Mi señora, ¿deseáis bajar al salón principal? Los caballeros que antes os atendieron están preocupados por vos. Si lo preferís puedo avisarles que de queréis permanecer a solas en vuestra habitación, para que no os esperen." -

Mazo terminó de comer su comida gratis y esperó sentado en la mesa que alguien dijera algo.

Estaba claro que había algo más detrás de esta invitación, y tampoco era que el grandullón necesitara que le pagen la comida, tenía todo pago hasta dentro de una semana, así que con más razón, esperaba interesado.

Pero no decía nada, simplemente, esperaba.

Cogió una taza de shochu y comenzó a beber lentamente, con los ojos perdidos en una de las paredes de la posada.

Parecía distraído, pero eran sólo apariencias.

Estaba atento a todo lo que sucedía.

POSADA DEL VIAJERO FELIZ: SALON PRINCIPAL.

- El arroz con pollo está sencillamente sensacional, lleva curry.

- Y el pescado de río con setas excelente.

- Esta posada usa en su cocina especias muy valoradas y apreciadas, como el curry, la guindilla o la pimienta.

- Tras la comida, os sirven té aromático.

El baño me ha sentado bien, cuando entra la chica a mi habitación estoy mirando por la ventana, he intentado quitar el barro del kimono, aunque no lo he conseguido demasiado, el manto ya no está en el suelo, sino doblado encima del camastro. Sigo sintiéndome sucia, pero he descansado un poco, en esta tranquilidad. Me encuentra arrodillada encima de la alfombrilla, mirando al vacío. Levanto la vista y asiento. Me pongo de pie gracilmente, por lo menos ya no me duele tanto todo.

No, está bien, bajaré, han sido muy amables.

DULCE LOTO:

La muchacha te trae un kimono blanco muy sencillo y te ayuda a ponértelo. Te dice que lavará el tuyo y te lo entregará mañana.

Después bajas al salón y ves en una mesa cubierta de platos vacíos a los siguientes personajes:

- Un hombre risueño de cuarenta y tantos años, canoso y algo entrado en cintura, pero que aún se mantiene razonablemente fuerte. Lleva puesta una armadura que parece una antigüedad de museo, y sus ropas son raras y en general de aspecto exótico y lujoso.

- Un enorme automatón.

- Un monje con una túnica sencilla y la cabeza afeitada.

- Un hombretón de aspecto terriblemente fuerte que lleva ropas de mercenario y viste una coraza de jade. A su espalda cuelga un gigantesco martillo de jade mágico. El hombretón irradia fuerza y poder incluso estando sentado tranquilamente bebiendo té.

- En otra mesa cercana, bebiendo sake con cara malhumorada hay un hombre vestido con ropas de sensei de artes marciales.

- Veis a la doncella bajando despacio las escaleras. Se ha bañado y ha cambiado su lujoso kimono algo embarrado por un kimono sencillo color blanco puro que le sienta de maravilla.

- Su mirada se centra en vosotros y parece examinaros unos segundos a cada uno.

- Después se acerca lentamente a la mesa donde los comensales están disfrutando del té aromático que les ha traído el Posadero.

- "¿Os traigo algo de comer, señora? ¿Tal vez unas verduras salteadas acompañadas de kuo-tie a la plancha relleno de ternera?" -

Tras apartarme del resto guardé silencio. Lo único que me quedaba en propiedad eran mis pensamientos, por ello aproveché la mayor parte del tiempo sumergido en ellos escuchando a mi espalda las mandíbulas batientes de los comensales que disfrutaban de las viandas costeadas por Emisario del Dragón. Qué conveniente resultaba trabajarse sus estómagos mientras esperaban el regreso de la joven mujer que los había reunido, un regreso que me pareció que se retrasaba más de lo deseable por la impaciencia de obtener lo que quería.

Una hora tardó en regresar envuelta en sobrios ropajes que no hacían desmerecer para nada su belleza, incluso con su sencillez la ensalzaban. Las cenizas ya no oscurecían su rostro y con el baño también se habían marchado las lágrimas que empañaban sus ojos.

Tras el primer vistazo volví a bajar la cabeza y agucé el oído para escuchar cualquier cosa que se fuera a decir en la otra mesa.

Por fin había bajado la joven doncella y se unía en la mesa para cenar. Aún había mucho de lo que hablar, pero el automatón pensó que la joven querría al menos cenar de forma tranquila, sin tener que responder a demasiadas preguntas que trajeran malos recuerdos. Así que lanzó una sugerencia:

- Permitidme, si os place, contar la historia del Romance de Arroyo Claro y Flecha Relampagueante... - habló en voz alta para que todos en la mesa pudieran escucharle pese al ruido de la taberna.

Ocurrió en los primeros días de la Primera Edad, cuando los cuervos aún eran grises y el Hu era solo un riachuelo.
Flecha Relampagueante aún tenía su nombre de niño pues era todavía muy joven. El joven decía "Quiero crecer y ser más fuerte". Y Madre le decía "Pues cómprate un perro y un arco y sal a cazar".
Así que lo hizo, y salió al bosque a cazar. Pero volvió al anochecer, agotado y hambriento. "Madre, no he cazado nada y no soy más fuerte". Y Madre le respondió "Debes ir a cazar durante muchos días para aprender".
El joven salió al día siguiente, y al siguiente, siempre volviendo con las manos vacías. Ya no quería ir más al bosque, pero Madre le hacía volver.
Y al décimo día escuchó, camuflado en el fluir de un arroyo, el lamento de una joven. El joven siguió el rastro pero cuando intentaba acercarse sólo veía una sombra desaparecer...

PATAN SABIO:

- No viviste los primeros días de la Primera Edad, que según las crónicas debió durar eras y eones.

- En el principio sólo estaba el Kaos, entonces llegaron los Primordiales, seres de inmenso poder, no se sabe si de fuera del Kaos, del interior del propio Kaos o procedentes de otro tiempo.

- Los Primordiales, especialmente Gaia y Cicelyne dieron forma a la Creación. Gaia creó a los Cinco Dragones Elementales y usó sus elementos para llenar de cosas el recién creado mundo: mares, lagos, ríos, montañas, volcanes, tormentas, corrientes de aire y vientos, y las primeras plantas y bestias.

- Los demás Primordiales tomaron interés por este mundo desde su morada celestial en Yu-Shan y contribuyeron al esfuerzo creativo, a veces de forma productiva, otras mucho menos. Crearon infinidad de razas servidoras monstruosas (pues muchos no sabían diferenciar la fealdad de la belleza, y mucho menos entendecer conceptos como el bien o el mal). También crearon infinidad de criaturas únicas (hoy llamadas Behemoths, y terriblemente peligrosas). Y a los propios dioses, creados como burócratas celestiales encargados del mantenimiento del mundo.

- En aquel entonces, la Creación era mucho más grande, aunque también más inestable. La tierra era sacudida por continuos terremotos, erupciones volcánicas y otros desastres naturales.

- En aquel entonces la raza dominante no la humana, que ni siquiera existía, sino la raza pre-humana de los Reyes Dragón. Una especie dotada de una fuerte magia, gran ingenio e intelecto, enorme resistencia física y varias tecnologías extrañas, como la del cristal.

La comida había transcurrido con gran sosiego. Todos parecían haberse mostrado reacios a entablar una conversación, algo que Riqueza asoció al mutuo desconocimiento y al deseo de que la muchacha, que era la verdadera razón de su reunión en la misma mesa, llegara y procediera a dar alguna explicación sobre las razones de su actual estado.

La llegada de la doncella al pie de las escaleras coincidió con la del té que Riqueza procedió a servir en silencio.

- Mmm, diría que melocotón y flor de hibisco - murmuró para sí aspirando con ruidosa fruición los vahos que el té desprendía -. Magnífica elección pues calma los espíritus intranquilos y proporciona sosiego.

Cuando la muchacha se aproximó a la mesa, Riqueza le sonrió con aire paternal, levantándose para ir a su encuentro.

- Ven, muchacha. Siéntate a nuestra mesa. Hay espacio suficiente y es la generosidad del monje la que cubre estos gastos - dijo al tiempo que retiraba una silla para que ella pudiera sentarse -. Sí, posadero. La joven necesita recuperar fuerzas y tu propuesta me parece acertada - comentó al posadero -. Vaya, Patán. Esa es una historia magnífica, pero no te interrumpas y sigue deleitando a los presentes con ella. Mientras, aprovecharé para ausentarme unos minutos ya que la historia me la conozco y la naturaleza exige que cumpla con sus tributos - señaló con una sonrisa.

Cuando el posadero se retiró hacia las cocinas para dar cuenta de la nueva comanda, Riqueza le siguió mostrando signos de cierto apuro en su rostro ante la vehemencia con la que sus intestinos parecían exigir una liberación, apuro que acompañaba de grandilocuentes suspiros y apretones de sus manos a la cintura. Sin embargo, cuando era evidente que ya nadie podría verle, su gesto se transmutó por otro de absoluta seriedad.

- Posadero, un momento, por favor - dijo deteniendo al mismo -. He visto que obrabas con natural generosidad hacia la recién llegada doncella, cuyos signos de riqueza, a la vista de sus prendas, parecen ser evidentes. ¿O tu generosidad no es tal y esperas recuperar tu inversión? Calculo que fallecidos sus padres y destruida su hacienda, necesitará de un lugar donde alojarse y qué mejor que esta magnífica posada, ¿verdad? Aunque también intuyo que tu generosidad concluye en algún momento, si es que ha llegado a existir en algún momento, y es en ese punto donde quiero que dé inicio la mía. No quiero que la hermosa muchacha tenga que preocuparse por algo tan vil como su sustento y alojamiento tras su triste pérdida, de modo que seré yo quien cubra con sus gastos. Pero no le digas nada de esto a ella. No deseo que piense que está obligada hacia mí, de modo que si en algún momento te preguntara dile que un desconocido benefactor procupado por sus actuales cuitas, corre con los gastos. Igualmente, quisiera formularte una cuestión, referida en este caso al Maestro Garra de Halcón. ¿Tiene deudas contigo? - preguntó enarcando una ceja.

Estiro la manga del kimono, que muestra claramente mi pérdida, tan claramente como mis ojos. Agradezco con una mirada y un suave gesto de mi cabeza el que la hija del posadero haya tenido ese detalle conmigo.

Camino hacia la mesa donde reconozco a los que se aproximaron a mí, y alguno más, mis pasos son cortos, mis tabis rozan apenas el suelo de madera, inclino ligeramente la cabeza, para mirar al suelo y no a la mesa.

Desde el final de las escaleras me he permitido examinarles, de lejos, no ahora. Tomo asiento.

Cualquier cosa estará bien. Respondo suavemente, aspiro el aroma del té, pero mis manos se apoyan en mi regazo, levanto un momento la mirada para observar al monje. Gracias. Ya no vuelvo a bajarla, sino que observo de nuevo al resto de los que están aquí. Pero qué descortés soy, ni siquiera me he presentado, mi nombre es Dulce Loto.

El posadero se emociona visiblemente ante las palabras de Riqueza Efímera y se deshace en reverencias:

- "¡Gracias, mi señor! Sois increiblemente amable a la par que bondadoso. Tenéis razón en que he supuesto que la muchacha es de buena familia y que algo terrible le debe de haber sucedido. Mas es todo lo que se desconoce de ella y comenzaba a temerme que sería muy difícil recuperar estos gastos.

En cuanto al Maestro, me debe cinco Koku de alojamiento y comida, y, aunque mi hija trata de ocultármelo, sé que debe al menos otros cinco en sake. La razón de que no haya querido montar un escándalo por sus cuentas es que de joven fui alumno durante dos años del viejo Maestro, el padre del actual Garra de Halcón, y me apena mucho saber que la Escuela del Halcón está en la ruina. Ver a su hijo tan derrotado, tan públicamente humillado, es algo que me produce mucha pena y pesar." -

La hija del posadero sirve un bol con verduras salteadas a la doncella Dulce Loto.

- "El kuo-tie llegará enseguida, mi señora." -

- Ya veo, posadero. Has sido un hombre paciente y tu paciencia se ha de ver recompensada - dijo Riqueza moviendo la cabeza -. No es bueno que alguien como el Maestro Garra de Halcón se vea humillado por algo como diez kokus pero tampoco es bueno que un hombre dedicado a sus honestos quehaceres vea su trabajo pagado con deudas difíciles de cobrar. Ten pues estos quince kokus - dijo tendiendo al posadero la cantidad tras rebuscar afanosamente en su bolsa -. Con ellos amortizo la deuda que tanto la muchacha como el Maestro Garra de Halcón tienen contigo y algo más. En cualquier caso, vela que no les falte de nada a ninguno de los dos. Ah, y que al Maestro no le falte una botella de sake a su lado aunque no la pida. Cubriré todos sus gastos. Y ahora, que disfrutes de un buen día.

- Mmm, eso huele maravillosamente bien - dijo Riqueza que regresaba de su expedición a los baños con cara de aliviada satisfacción -. Uno casi se siente tentado de pedir una ración, pero mucho me temo que mi estómago ya no acepta nada más - comentó al tiempo que se sentaba con una gran sonrisa -. Dime, muchacha. ¿Qué tal te encuentras? Confío en que mejor pues el color ha regresado a tus mejillas. Mi nombre es Riqueza Efímera, ilustre nombre que hace clara referencia a lo volátil de mis economías, tal y como corresponde a todo buen Lord Carroñero - dijo con una leev inclinación de cabeza -. Y permite que te presente al resto de los aquí presentes. Nuestro anfitrión se ha presentado como Emisario de Dragón. Él es Patán Sabio, mi automatón - dijo con un indudable orgullo en su voz ante la calidad de su propiedad y un brillo posesivo en sus ojos -. El robusto joven del gran martillo responde al nombre de Martillo Blanco. Y a tus espaldas, con un oído puesto en esta mesa, el Maestro Garra de Halcón. ¿Cuál es tu nombre, pequeña?

El Posadero acepta los quince Koku con una reverencia y después se va a la cocina a preparar el kuo-tie.

Los humeantes platos cubrieron la mesa y poco a poco fueron desapareciendo en el interior de las bocas de todos los que estaban sentados en ella. Una comida silenciosa y tranquila, como a él le gustaba, que el Maestro Garra de Halcón se negó a compartir y el resto agradeció y disfrutó.

La llegada del caliente té precedió a la aparición de la muchacha, vestida con un kimono blanco que supuso que sería prestado hasta que el suyo propio fuera lavado.

Se levantó brevemente mientras la muchacha tomaba asiento en la mesa y el Lord Carroñero se ocupaba de realizar las presentaciones, saludándola con una pequeña inclinación cuando este pronunció su nombre.

-Me alegra verla más tranquila y recuperada. No podemos negarle que a todos los que estamos reunidos en esta mesa nos ha preocupado ver en la situación en la que llegó a este tranquilo lugar. Siéntese y coma tranquila.

- "Aquí tiene el guo-tie, mi señora. Espero que lo disfrute, es una de las especialidades de la casa." -