Partida Rol por web

El gigantón no pudo sino mirar con notable sorpresa como el garrote se deslizaba de sus dedos cayendo al suelo. Había intentado golpearla, eso era verdad. ¿Pero por qué se le había caído¿ ¿tal vez la muerte de Arik le había quitado toda la fuerza y por eso se habían convertido sus dedos en mantequilla? Meneó la cabeza, y tomó nuevamente el garrote. Sabía que tenía que acabar con esa muerta mala que había matado a su amigo. Ese movimiento supuso que la muerta viviente volviera a golpear el pecho de Parriwimple que sintió el entumecimiento crecer por su cuerpo. Pero eso no le detuvo. Se repuso a la parálisis, y dejó caer el garrote con su considerable fuerza sobre aquel ser. Sólo fue un golpe oblicuo en realidad, pero la muerta viviente ya estaba muy castigada, y resultó suficiente. Un ruido como de huesos al partirse se oyó con facilidad, y de pronto, la llamada Inka dejó de moverse.

Parriwimple no las tenía sin embargo todas consigo, y volvió a golpear unas cuantas veces el cuerpo ahora inmóvil. Sólo para estar seguro.

- ¿Mala muerta ya no moverse y seguir muerta?- preguntó mirando a Helene y a Urik- ¿Arik poder curarse?

Temía la respuesta a su última pregunta pero tenía que preguntarlo. 

Estando paralizado no puedo hablar, pero mi expresión de tristeza podría ser toda la respuesta que necesita Parriwimple para saber que el bueno de Arik ya nunca se volverá a despertar.

Entonces una sombra de preocupación nubla mis pensamientos.

¿Cómo que no? Ella dijo que le había mordido y que se alzaría como un necrario, aunque uno con el cuello muy torcido... Me temo que tendremos que incinerar su cadáver antes de que se haga de noche...

Tras su ataque fallido, un recuperado Parriwimple propinó un fuerte golpe con su garrote a Inka, tanto que la mujer parecía vencida y muerta. ¿Pero podía matarse así tan fácilmente?
El niño viendo que Herr Urik no respondía tiró de su capa chula y guay para hacerlo reaccionar.

-¿Herr Urik? ¿Está usted bien? Creo que la mujer le hizo algo malo. Y Arik... Creo que no puede curarse Parriwimple, la mujer mala le mordió y le arañó. ¿Tu estás bien? Señora Helene, ¿Usted está bien? Debemos tener cuidado, por lo menos sigue viva otra de esas criaturas.

No sabía si había más, pero una de ella había huído por los túneles, aunque parecía que el trabajo más fuerte ya estaba hecho. Solo esperaba que el paladín pudiera recuperarse.

-Buen trabajo, Parriwimple -dijo Helene al ver el devastador golpe del gigante cuya fuerza ella había aumentado gracias a la magia-. Urik, no te muevas -ordenó a espaldas de este, con una sonrisa traviesa que se permitió a sabiendas de su parálisis. Un pequeño alivio tras el horror vivido. Sus manos se posaron sobre el caballero y el hechizo de curación contenido en sus manos fluyó hacia él, sanando sus heridas-. Y aún hay un trabajo que hacer. Eliminar al ultimo necrario y registrar a este monstruo. Quién sabe qué encierra entre sus ropajes. 

Parriwimple miró unos instantes el cuerpo golpeado de la mujer, asintiendo, y obedeciendo a Helene, sacó de la misma todo lo que llevara, dejándolo junto al cuerpo ya quieto, esperaba, definitivamente. Cuando había sido repartidor su tio le había instruido que había que saar todo, y eso hizo. Lo que la mujer llevaba, en su cuerpo, o entre sus ropas, lo dispuso junto a su cuerpo.

Pero no hizo el menor caso de tales cosas, y tan pronto terminó, se acercó al cuerpo de Arik y se arrodilló junto al mismo. Arik había sido amable. Ahora, era incapaz de dejar de pensar en las palabras que le había dicho su amigo cuando pensó que había matado a su hija. Se las merecía. Era tonto, y bestia, y no hacía nada bien. Y por culpa de eso... si hubiera podido...

Él no había matado a Arik. Se sentía mal, pero no podía cargar con las culpas. Era culpa de esa mujer muerta mala. Él era... tonto. E inútil. Si no fuera tan tonto e inútil hubiera salvado a Arik.

- Parriwimple sentir, Arik- dijo con torpeza, olvidando que su buen Arik podía convertirse (¿y cuando, y como?) en otro muerto viviente- Parriwimple no listo, no hábil. No poder salvarte. Tú salvar muchas veces Parriwimple. Parriwimple sentir mucho- en efecto, los lagrimones, como puños, caían por la cara del gigantón que se había puesto a lloriquear y gimotear como un niño- Tú siempre bueno con Parriwimple. Y Parriwimple no salvarte.

Parriwimple no encontró nada valioso... para él. Pero a alguna gente, por el motivo que fuese, les entusiasmaba las cosas brillantes. Así que el grandullón apartó de Inka los siguientes objetos: sus brazaletes de oro, su anillo de oro y sus pendientes de oro.

Arik también llevaba pertenencias valiosas, fruto de todos esos años pertrechándose para matar al hombre lobo que maldijo a su hija. Sin embargo, el cadáver aún estaba caliente, y daba más reparo saquear su cuerpo.

Herr Urik también empezó a recuperar la movilidad. El veneno había dejado de surtir efecto, y volvía a ser el de siempre. Ya había vencido a la enfermedad del necrario una vez, y confiaba en que los dioses le protegiesen tras haber puesto a prueba su fé. No se podría decir lo mismo de Parriwimple. Los trozos de carne desgarrada por la arpía tenían la misma areola de azul mortecino que presentó el mordisco de Urik hace unos días... Y ahora ya no pueden localizar al párroco Danovich para que les cure con la magia de quitar enfermedad.

Por otro lado, Ivalic iluminó el fondo de la cueva. Había una galería que con toda seguridad había sido la que utilizó el necrófago para huir, pero si dejaban transcurrir los minutos, el monstruo herido superaría su miedo al aura sagrada de Helene y podría (o no) volver hasta aquí para tratar de matarles. Casi se podría decir que podían elegir el próximo campo de batalla: pasaje estrecho o caverna amplia.

Poco a poco supero la rigidez de mis miembros y recupero la movilidad.

Le pongo la mano en el hombro a Parriwimple y le digo:

- "No, amigo mío. Tú no tienes ninguna culpa. El único que tuvo en su mano la elección fui yo. Podía haberle ayudado a él, pero juzgué que tú corrías más peligro estando paralizado por esa maldita harpía no muerta, así que elegí dejarle a él indefenso para ayudarte a ti. La culpa es mía y sólo mía." -

Guardo mi escudo a la espalda y envaino la espada de acero encantado de Frau Ashlyn. Me acerco al cadáver de Arik y le cierro los ojos.

- "Arik, fuiste un buen hombre. Que los Poderes Benignos te acojan en su seno. Lamento haber llegado a dudar de ti. Tu hija Layla es una pequeña mentirosa muy convincente y confieso que me dejé engañar por ella.

Me prometiste tu alabarda de plata si te ayudaba. Sé que es pronto para cobrar esa deuda, pero planeo usarla contra los hombres lobo y otros monstruos vulnerables a la plata. Creo que preferirías que la cogiera ahora en vez de dejarla en estos túneles, o enterrarla en tu tumba." -

Recojo la alabarda con reverencia y respeto.

Ivalic se acercó a su amigo y le dio un fuerte abrazo, todo en grupo parecía sentirse muy triste por la muerte de Arik, y no era para menos. Después dio un abrazo a la Señora Helene y a Herr Urik mientras alguna lágrima salía de sus ojos, por fortuna la capa chula y guay del paladín le quedaba muy a mano para secarse un poco la cara.

-Pobre Arik... Creo que debemos hacer todo lo posible por encontrar a Layla y matar a ese hombre lobo para librarla de su maldición, por Arik, es lo que él querría. ¿No os parece? Ya no podemos hacer nada por él, pero si salvamos a su hija habrá merecido la pena.

Esperaba que esas palabras y una nueva perspectiva de como compensar su muerte animaran un poco a su amigo y al paladín. No dijo nada mientras el Paladín despedía a Arik y observó como cogía la alabarda de plata del posadero, al fin y al cabo estaría mejor en las manos del guerrero.

-¿Sabe usted usar una alabarda Herr Urik? ¿Cuantas armas sabe utilizar? ¿Muchas?

Sentía curiosidad por la capacidad marcial del paladín, pero ahora en la oscuridad de la cueva iluminó el hueco por donde el otro necrario había huído.

-¿Que hacemos Herr Urik? No podemos dejar que el necrario ande suelto si queremos refugiar aquí a la gente. Además deberíamos comprobar que no hay más aún, aunque espero que no, con estos hemos tenido más que suficiente.

Me acerco a Parriwimple y toco varias de sus heridas mientras un aura blanca y pura aparece en mis manos y mejora un tanto su estado.

- "Sí, Ivalic. Trataremos por todos los medios de ayudar a Layla y liberarla de su maldición, de un modo u otro." -

Después sonrío a Ivalic mientras hago una pequeña demostración de destreza marcial con un par de hábiles cortes de alabarda al aire vacío de la caverna.

- "Sí, mi pequeño amigo, mi reverenciada maestra me entrenó en el uso de multitud de armas y sé manejar toda suerte de cuchillos, filos de diversos tamaños, hachas, mazas, arcos, ballestas, hondas, y gran parte de las armas de asta más conocidas. Incluyendo, por supuesto, la poderosa alabarda, que es a la vez lanza y hacha." -

Me alzo dispuesto de nuevo para la batalla.

- "Tenemos que acabar con esa criatura y explorar el resto de estas cuevas. Pronto, Ivalic, recoge las riquezas que tenía esa maldita necrófaga, con suerte nos servirán para comprar pociones y otros suministros que necesitaremos en nuestras aventuras.

Vamos, amigos, veamos si quedan más de esas odiosas bestezuelas." -

Saco de mi mochila una poción de curación y me la bebo. Después, sujetando la alabarda con ambas manos, me interno el primero en el pasillo, seguido por Ivalic portando la antorcha, y espero que por Parriwimple y Frau Helene.

El niño asintió ante la disposición de Herr Urik para ayudar a Layla, él no creía que la niña fuera tan mala y tampoco le extrañaba que hubiera hecho todo lo posible para escapar de aquella celda tan deprimente.

-¡Guuuuuauuuu! ¡Hágalo otra vez Herr Urik!

El niño parecía entusiasmado con los movimientos que el paladín parecía poder imprimir a la alabarda y después cuando este le recitó la lista de todas las armas que podía manejar otra expresión de sorpresa y admiración se dibujó en el rostro de Ivalic.

-¡Vaya....! ¡Esas son muchas armas! Yo se usar el tirachinas, intenté usar una vez la ballesta ¿Se acuerda? Pero no fui capaz de tensar la cuerda siquiera. Mi madre dice que tengo que comer más para crecer y hacerme fuerte. ¿Usted cree que cuando crezca podré ser tan fuerte como Parriwimple? Además ahora estoy practicando con la espada de Liddo y su escudo. Antes había luchado con mis amigos y unas espadas de ramas de árbol, pero no es lo mismo. ¿Usted sabe también luchar con ramas de árbol? ¿Su maestra? ¿Le enseñó una mujer? ¿Como la Señorita Irina o Ashlyn?

El niño parecía comenzar a comprender que había un mayor número de mujeres aventureras del que había imaginado en un principio, eso debería quedar reflejado en su futuro libro, al igual que la forma en la que habían vencido a Inka, aunque el trabajo aún no estaba completo.

-Sí, vamos. ¿Quiere que vaya delante con mi antorcha Herr Urik?

Ahora que la espada del paladín estaba iluminada quizás no hiciera falta que el niño fuera primero.

- "Sí, Ivalic, la Dama Cuervo Vey Rallen era incluso más impresionante que nuestras difuntas amigas. Era la Paladina más poderosa que jamás haya conocido. Ella me recogió de las calles y me enseñó todo cuanto sé.

Sí, Ivalic. - Digo con otra sonrisa. - Si esa rama se parece lo bastante a un bastón o a un garrote también sabría usarla. Aunque no con el poder abrumador que es capaz de desplegar nuestro amigo Parriwimple.

En cuanto a ti, cuanto seas mayor serás un erudito sabio y bondadoso, experto tanto en las artes como en las ciencias, y en muchos conocimientos. Serás un benefactor del pueblo y ayudarás a estas tierras a convertirse en un lugar mejor y más seguro para todos.

No, Ivalic, quédate detrás de mí y no te separes. Permanece muy alerta, no queremos que esa cosa nos coja por sorpresa, en especial si tiene más amiguitos. Y ahora por favor, guarda silencio." -

-¿Más impresionante? ¡Vaya...! Me hubiese gustado conocerla. ¿Y como es eso de que lo recogió de las calles? ¿Usted no tenía una casa y una familia como todos?

Le costaba imaginarse a Herr Urik, con su sonrisa llena de dientes y su capa chula y guay como un niño de las calles, además allí en el pueblo todos los niños tenían sus casas y sus familias, incluso después de que Arik volara medio pueblo todos encontraron un hogar.

-Me gustaría que mis amigos pudieran verlo, se quedarían con la boca abierta. Y no se preocupe, es que Parriwimple es la persona más fuerte que conozco, nadie es más fuerte que él. ¿Verdad Parriwimple?

A Ivalic no le convencía del todo la definición que Herr Urik estaba dando de su yo futuro. Siempre había soñado más con aventuras y luchas caballerescas rescatando princesas en apuros, cosas que luego al llegar a su casa pudiera escribir en sus libros. Para su gusto faltaba algo de acción en las palabras del paladín. ¿Quizás su mentor lo había encontrado inútil para la lucha? Ivalic pensaba que solo era por el hecho de ser un niño, pero ¿Y si verdaderamente no tenía las cualidades para ser un buen aventurero? El niño se quedó algo desanimado ante todos aquellos pensamientos.

-Vale... me quedaré aquí detrás sin hacer nada...

Un rubor rojizo teñía las mejillas de Helene. Se sentía avergonzada. La victoria había hecho que olvidara lo importante. Arik. Y solo Parriwimple, con la humanidad que lo caracterizaba y que lo hacia tan especial, con aquellas pocas palabras dirigidas al compañero caído, habían despertado en ella una profunda vergüenza. Se acercó al gigante y lo tomó de la mano al llegar a su lado. El cuerpo yacía en el suelo, la cabeza en una postura imposible. Una mala muerte cuando aún tenía toda una vida por delante y la esperanza de salvar a su hija, su gran proyecto vital. Una lágrima cayó por su mejilla, anticipo de otras que no reprimió. Guardó silencio cuando Urik tomó la alabarda de plata y su silencio se volvió más pesado ante la interminable cháchara del caballero y el proyecto de escudero. Su desapego ante la tragedia, la insistencia de Urik en la maldad de Layla, la inconsciencia de que aquel deseo de matar constante que los atenazaba y reconcomía había supuesto la muerte de Arik... Habían dejado atrás a todo un pueblo en peligro para enfrentarse a un poderoso enemigo que no era una amenaza inmediata. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que bajaran? ¿Los licántropos estarían ya en las cercanías del pueblo para satisfacer su necesidad de sangre, idéntica a la que parecía devorar el cuerpo y alma del caballero? 

Se arrodilló en el suelo, junto a Arik. Puso su cabeza bien, cerró sus ojos y su boca abierta en una expresión de dolor, espanto y terrible incomprensión. Había muerto en una batalla que no era la suya y aquella que debería luchar ya no podría llevarla a cabo. Cruzó las manos del posadero sobre el pecho y las lágrimas de Helene cayeron sobre su rostro, tiñéndose de rojo con la sangre que lo manchaba. 

De rodillas aún, entonó una sentida oración dirigida a dioses vivos y a dioses olvidados, a dioses buenos y a dioses neutrales, a dioses de amor y comprensión para que el alma de Arik viajara tranquila y hallara su destino. Y tras ello cantó, suave y dulcemente, una canción que pocos conocían en una lengua primitiva y madre de la suya.

A la dança mortal venid los nascidos
que en el mundo soes de qualquier estado;
el que non quisiere a fuerça de amidos
facerle e venir muy toste parado.
Pues ya el freire vos ha pedricado
que todos vayais fazer penitencia,
el que non quisiere poner diligencia
por mi non puede ser más esperado

-Adiós mi buen amigo. Yo Helene, prometo esforzarme en salvar a tu hija y liberarla de su maldición. Hago mía tu empresa. Así pues, descansa en paz allí donde no hay dolor ni pena y sí amor y alegría. 

Tras aquellas palabras se puso en pie y miró a sus compañeros. 

-Acabemos con esto. Un pueblo entero nos aguarda para protegerlo y me temo que nuestras fuerzas no son las que eran al principio de este despropósito que ha acabado con la muerte de nuestros enemigos a un precio muy caro. 

El grupo avanzó por el pasaje. El pomo de la empuñadura de la espada envainada de Urik perfiló el contorno del necrófago al que perseguían en un ensanche de la gruta sin más salida que el túnel por el que llegaron. Estaba arañando una pared, como tratando de cavar y seguir huyendo. La pared estaba tallada desde hace mucho, mucho tiempo, con extraños jeroglíficos, lo que demostraba lo antigua que era Inka, y que probablemente aquí reposó durante muchos años antes de despertar.

De pronto, el no muerto dejó de arañar el mural. El efecto de la expulsión de Helene se disipó, y el monstruo herido cubrió la distancia que había con los mortales para poder arañarlos con su garra envenenada...

El necrario viene corriendo hacia nosotros, e intento recibirle con la alabarda de plata de Herr Arik, pero todavía no me he acostumbrado a su peso y la diferencia de manejo con respecto a la familiar espada, por lo que fallo el golpe.

Parriwimple no había vuelto a hablar desde que dejaron atrás a Arik. Era evidente que el grandullón seguía pensando en su amigo fallecido y, aun cuando lanzó un golpe potente, que de acertar sin duda hubiera acabado con la parodia de vida que alimentaba al no muerto, no tuvo éxito.

Pronto encontraron al necrófago que había huído y comprobaron que seguía intentando escapar arañando los túneles, pero las paredes donde se encontraban parecían resistentes y antiguas.

¿Cuanto llevará viviendo la mujer mala aquí? Este sitio parece muy viejo...

En cualquier caso no le dio tiempo a prestar mucha más atención pues el necrófago pareció intuirlos o algo y como si hubiera recuperado el valor se acercó a atacarlos. Tras los intentos fallidos de Herr Urik y Parriwimple de acabar con él, el niño probó fortuna con su espada corta. Esta vez el acierto fue pleno y el golpe para rematarlo suficiente. El niño dio un salto de alegría al ver caer a su enemigo.

-¡Lo maté! ¡Lo maté! ¿Lo habéis visto?

- "¡Muy bien hecho, Ivalic! Tal vez, si en algún momento tenemos un respiro, debería de enseñarte a manejar toda clase de armas, desde la noble espada larga a la basta hacha de dos manos." - Sonrío ampliamente, totalmente orgulloso del heroico muchacho.

- "¿Y qué me dices de esos jeroglíficos? Eso parece realmente antiguo y misterioso." -

El niño sonrió orgulloso ante las felicitaciones de Herr Urik.

-¿De veras me enseñaría? ¡Eso me gustaría mucho! Pero no se si podré manejarlas, no soy tan fuerte como Parriwimple y apenas soy capaz de sostener esta espada pequeña. Quizás cuando crezca y si sigo comiendo mucho pueda aprender.

El niño se acercó a las marcas que el paladín señalaba, ahora que no estaba el necrófago podían observarlas con tranquilidad.

-Si que parece antiguo... ¿Sabe lo que ponen o para que sirven Herr Urik?

Parriwimple sigue triste, es evidente, pero aún así se las arregla para componer una sonrisa al ver la felicidad de Ivalic por haber matado a ese cadáver malo.

- Ivalic ser gran combatiente algún día- afirma para luego mirar hacia la pared llena de arañazos raros- ¿Muerto que anda hacer todo eso arañando la pared?- preguntó estúpidamente sin disimular su mirada de sorpresa, para luego darse un golpe en la cabeza- Si haber cogido amigos cosas que llevaba la mujer mala muerta, poder guardar si querer mochila Parriwimple. Así poder tener cosas guardadas hasta necesitarlas.