Partida Rol por web

Concentrado y en tensión, guardo silencio por completo y me mantengo totalmente inmóvil, aguardando la reacción de los extraños y de Frau Helene.

Cartesiano. Dícese del pensamiento relativo al filósofo padre de la duda metódica y las matemáticas modernas.

Al señor Pip no pareció hacerle gracia la idea de Helene en un primer momento. Se volvió y miró al carromato con la frente arrugada. Luego volvió a retomar el interés cuando la mujer volvió a hablar de filosofía.

Sabe, me parece una estupenda idea... ¡invirtamos la máxima! Señor Sikes, haga el favor de atar los caballos al carro. Partimos. Buena suerte con sus disertaciones sobre el frío, señora. Y en cuanto a los muertos vivientes, condición sine qua non para vivir es la capacidad sintiente. Un esqueleto no tiene piel para sentir el frío, ni mente para sentir el dolor. ¿Señor Sikes? ¿Qué hace que no va por los caballos?

Si pe entonces cu, no cu entonces no pe-el señor Sikes detectó una duda en el rostro del señor Pip, así que insistió-. HE DICHO, NO CU ENTONCES NO PE, SEÑOR PIP.

El señor Pip se encogió ante su compañero vagabundo, más grande y más fuerte.

Cierto... cierto, señor Sikes. Pero creo que la fórmula correcta de decirlo es: si pe implica cu, no pe puede implicar cu. Es decir, llegar a la conclusión de que los esqueletos no son sintientes, y por tanto están muertos, no implica que otro tipo de muertos vivientes estén muertos.

Señor Pip, he dicho lo que he dicho. NO PE, NO CU. Aquí no se va a invertir nada. Nosotros nos quedamos.

El señor Pip asintió obedientemente. No pe, no cu, no es una argumentación sencilla de rebatir, y más cuando enfrente tienes a alguien que te saca media cabeza de altura, y la otra media te la puede arrancar de un directo bien dado.

Y sobre el debate de los muertos vivientes... Es tan fácil como que al morir pierdes tu alma. Si los muertos vivientes siguiesen vivos, podrían ser resucitados. Ergo...

El señor Sikes avanzó hacia el grupo. Las fibras musculares de Herr Urik se pusieron tan tensas que se podrían hacer sonar con un arco de violín. El vagabundo extendió los brazos en dirección a Parriwimple.

¿Y bien? La señora ha dicho que el niño vaya a descansar el tobillo al carromato. Yo mismo lo llevaré.

El señor Sikes estaba lo suficientemente cerca como para escuchar a Irina si emitía un nuevo susurro.

La capa molona, chula y guay revolotea en ese momento, al tiempo que la espada se desenvaina un solo milímetro arrancando de la plata un llamativo destello argénteo. Al mismo tiempo miro por el rabillo del ojo a Helene.

Detrás mío, la mini-capa mini-molona, chula y guay de Ivalic revolotea como movida por el mismo viento fantasmagórico propio de un teatro de opereta.

Parriwimple sonrió al señor Sikes, sin sentirse ni mínimamente intimidado por su altura y corpulencia, no superior a la propia de Parriwimple. 

- Parriwimple da gracias al señor amable, pero Helene decir Parriwimple llevar y Parriwimple llevar. Así señor amable poder seguir discutiendo sobre cosas importantes. Como Parriwimple tonto, él solo servir para llevar cosas. Tito decir eso de Parriwimple siempre, y como tito ser inteligente, no como Parriwimple, ser verdad. ¿Donde señor amable querer que Parriwimple se quede junto a su nuevo pequeño amigo. 

Ivalic seguía sin entender el lenguaje que usaban aquellos hombres y al que se sumaba de vez en cuando la Señora Helene, pero intentaba seguirlos con atención. Cuando la voz de Irina resonó de algún lado el niño se desilusionó, Jackie Monosequé no estaba en el carro, solo había una mujer pero que no era gitana... Pegó una pequeña patada en el suelo haciendo que una piedra se desplazara unos metros hacia delante.
Los adultos seguían hablando raro, aunque algo en sus palabras y en sus tonos le hizo pensar que tenían alguna especie de discusión, no se debían poner de acuerdo sobre alguna de sus complicada filosofías.
Cuando el hombre que respodía como el Señor Silkes se acercó con intención de coger a su amigo Vjelkus, Ivalic se estremeció y volvío a tirar de la capa de Herr Urik, aunque no dijo nada temiendo que el hombre pudiera escucharlo.

No le dejéis que lo coja por favor...

Afortunadamente su amigo Parriwimple no estaba dispuesto a ceder su carga a nadie y mucho menos a un desconocido, eso tranquilizó al niño, aunque seguía nervioso por la cercanía del Señor Sikes. Definitivamente a Ivalic no le gustaba estar allí y quería marcharse lo antes posible, no parecía que Jackie Monosequé anduviera por allí y tenían muchas cosas en su lista. Probablemente el desvío que hizo el cuervo a la moneda los había llevado en otra dirección, deberían volver a preguntarle a Ludovico de nuevo si volvían a encontrarlo.

-Señor Sikes, Señor Pip. ¿Han visto ustedes pasar a una gitana que se llama Jackie Monosequé? La estamos buscando, pero si no está por aquí nos marcharemos.

-Gracias, pero Parriwimple se encarga como puede ver -dijo al tiempo que dedicaba una sonrisa a este último. Se acarició la barbilla, aparentemente impasible ante la confidencia de Irina y el gesto de Urik-. De acuerdo, no pe no qu. Pero ¿y erre? ¿Qué pasa entonces con erre en esta cuestión lógica? -en aquel punto los ojos de Helene se alzaron quedando casi en blanco y una mano sujetó el antebrazo del caballero mientras un jadeo surgía de su boca. Cerró los ojos, inclinando la cabeza y se llevó la mano libre al entrecejo-. Veo una mujer. Entre cuatro paredes que descansan en ruedas. Está rodeada de un arco iris de pelo. La siento muy próxima, blanca ella y con un arma -las piernas flojearon y a duras penas se incorporó-. Oh, ha vuelto a suceder. Lo siento -dijo vergonzosa y bajando la mirada. 

Observo en silencio a los dos vagabundos (maleantes en mi mente justiciera) y al furibundo perro, atento a su más mínima reacción.

El señor Sikes, no contento con la exposición de Parriwimple, coge bruscamente de un brazo a Vjelkus y trata de hacerse con él. Parriwimple y el vagabundo forcejean.

¡Mamá, socorro! ¡Me se me llevan! ¡Me se me llevan, mamá!

¡Se dice se me llevan! ¡El primer me es redundante, como tu barrigón!

Cuando Ivalic pronuncia el nombre de Jackie, parece tocar una fibra en el señor Sikes y en el señor Pip. El señor Sikes suelta el brazo de Vjelkus. Como en una melodía, Helene toca ingeniosamente una tecla incluso más importante, gracias a la valiosa información lograda por Irina. El farol de ser una adivina que sabe que está allí, hace que la puerta del carromato se abra.

Botas altas. Pantalón de cuero. Dos dagas al cinto. Corsé apretado hasta hacer rebosar voluptuosidades. La mujer baja un par de escalones y pone los pies en la nieve.

 Retroceda, señor Sykes. Yo atenderé a los invitados personalmente a partir de ahora.

Tanto la voz como el rostro de la mujer son dulcemente jóvenes para ser alguien con unos pechos tan desarrollados. El señor Sykes vuelve obedientemente al lado del señor Pip, ambos a la altura de la hoguera del centro del campamento.

 Dos armas-corrige la mujer, acariciando las empuñaduras de las dagas-. Dijiste en tu visión que llevaba un arma. Son dos. ¿Quienes sois vosotros y por qué estáis aquí? Habéis dicho que buscáis a una gitana llamada Jackie. ¿Para qué? Y hay otra cosa que me intriga. ¿Qué ocurrió en el campamento vistani? Responded.

La aparición de la mujer ha sido provindencial, en más de un sentido. Parriwimple puede ser tonto, y bonachón, pero su cara había cambiado cuando el tal Sikes intentó agarrar a su pequeño amigo Vjelkus. Parriwimple, afortunadamente, era fuerte, y no lo soltó, pero de hecho estaba a punto de golpear a Sikes. 

Aun así, su cara había perdido toda simpatía.

- Preguntar mucho. Él- mira a Sikes- no ser amable. Ser malo. Querer hacer daño a mi amigo. Si mujer escondida querer hablar, responder primero. Buscar Jackie Monosequé. Si mujer responder, nosotros responder.

No, Parriwimple no era el colmo de la inteligencia, precisamente. Pero a sumar uno y uno, llegaba.

Por un momento, está a punto de estallar la violencia, pues cuando el vagabundo forcejea por Vjelkus con Parriwimple, a punto estoy de lanzarme al ataque con intención de rebanarle las zarpas.

La aparición de la extraña mujer blanca armada con dos armas mitiga en gran medida ese momento de extrema tensión.

Relajo mi postura de combate y oculto de nuevo en su funda el centímetro o así de plata encantada que ya asomaba de la elaborada vaina.

Saludo con una cortés reverencia a la mujer y respondo:

- "No hemos sido apropiadamente presentados, mi señora. Mi nombre es Herr Urik von Teudeldorf. Me acompañan Frau Helene, Ivalic y Parriwimple. Decidme, ¿quién sois vos?" -

Helene miró a la mujer como solo otra mujer de pechos pequeños podía hacer. Con envidia.

-Nos equivocamos ambas. Tienes cuatro armas y dos de ellas realmente poderosas, especialmente con los hombres -dijo admirativamente. Dio un paso al frente extendiendo la mano-. Soy Helene como ya ha dicho él. Parriwimple, tranquilo. Simplemente no hemos empezado con buen pie y es algo que podemos cambiar. Estamos buscando a una vistani llamada Jackie con el fin de obtener su ayuda para poner fin a una maldición. Una visión anterior nos ha traído hasta aquí y espero que con buena fortuna -dijo sin faltar a la verdad. Que asumieran sus palabras como quisieran-. Respecto al campamento vistani ha sido asolado por un poder terriblemente fuerte y cuyo origen aunque sospechamos no podemos confirmar. Vi las estelas de los muertos, retales vaporosos de su existencia anterior, de los momentos de su muerte -era la primera vez que comentaba su experiencia en el campamento. Si rostro era terriblemente serio y dudar de los que decía seria una estupidez-. Quien lo hizo o quienes lo hicieron eran muy poderosos. Y no satisfechos con su muerte los condenaron a una muerte viviente como zombis. 

Guardó silencio unos segundos, afectada por los recuerdos. 

-Y ahora buscamos respuestas, curas a ser posible para hechos que superan nuestras capacidades, maldiciones, licantropía... Venimos buscando conocimiento, no peleas ni enfrentamientos. Esta es una tierra dura donde la confianza no es fácil de conquistar, donde en principio todos parecemos culpables y donde la inocencia no se presume. He respondido a tus preguntas lo mejor que sé. ¿Tienes respuestas?

Ivalic se quedó sorprendido cuando la Señora Helene entró en trance y repitió las palabras de Irina, entonces comprendió que había sido un truco, pero lo había hecho tan bien que él mismo se lo había tragado. Eso no impidió que el pobre de Vjelkus gritara como un cochinillo en un matadero al verse virtualmente en los brazos de ese hombre desconocido.

-¡Eh! ¡Deja a mi amigo Vjelkus! Protestó Ivalic. ¡Ya lo tiene Parriwimple!

Dicho eso volvió a esconderse tras la capa chula y guay de Herr Urik, que permanecía impasible dando muestras de unos nervios de acero, eso o se había dormido. Pero por fortuna todo cambió cuando la puerta del carruaje se abrió y de ella salió una mujer rubia, que como Irina había dicho no era para nada una Vistani.

Tenía la esperanza que la vista fantasmal de Irina estuviera borrosa...

-Hola, yo soy Ivalic. Dijo saludando con la mano a la recién aparecida. La vistani Jackie Monosequé maldijo a mi madre y cada vez está más enferma, si no conseguimos quitarle la maldición morirá. Creíamos que estaría aquí...

Ivalic estaba decepcionado, ahora nunca encontrarían a Jackie Monosequé y en su mente resonaban las palabras de Madame Eva diciendo que los vistani que no habían muerto habían desaparecido para siempre hacia tierras lejanas.

La mujer de cara aniñada ladeó la cabeza poniendo morritos. Parecía estar meditando las respuestas, pero a Herr Urik no se le pasó que estaba mirando a las vainas de espada que colgaban de su cinto, como calibrando la fuerza de los recién llegados. Por un lado había dos hombres grandes, como el señor Sikes y sobretodo como el enorme Parriwimple. Por otro lado había dos mujeres, una más joven y otra más vieja. ¿El señor Pip sería un oponente capaz de derrotar a Herr Urik? Y por otro lado, el fiero perro del señor Sikes bien podría dar cuenta de los dos niños. Y después estaban las cosas que cada uno no sabía del otro grupo, como Irina y como...

 Vaya... debes de odiar mucho a los gitanos después de lo que le lanzaran una maldición a tu madre-hizo una pausa larga antes de continuar-. Me aburro... Sois muy aburridos. Perdéis el tiempo aquí. Dentro de esta pequeña cabecita mía no hay ni un solo conocimiento sobre licantropías ni maldiciones.

La desconocida se dió la vuelta y echó a andar hacia el carromato. Así, sin sentirse halagada por las palabras de Helene sobre su tercera y cuarta armas. Sin dignarse a presentarse ante Urik. Sin decir ni una palabra sobre Jackie.

 Espera...

Así, quieta, su delgada espalda dejaba asomar las costuras que vestían sus pechos a izquierda y derecha. Se volvió como un ángel en la nieve.

 Puede que tenga un remedio para la maldición de la madre de... nggg... del niño-remató la frase, sin llegar a recordar el nombre de Ivalic-. Un tónico revitalizante. Podría curar a la mujer de la maldición que le afecta. Pero solo me queda un frasco, y es caro...

Guardo silencio, pues la actitud de la mujer me parece descortés e incluso hostil. Sin embargo, no digo nada que pueda poner en peligro la negociación, pues ahora lo más importante es buscar una cura para la madre de Ivalic.

El pequeño Ivalic negó con la cabeza ante la pregunta de la mujer.

-No, no los odio. Uno me ayudó a llegar hasta aquí, aunque al final no encontramos a quien buscábamos porque cuando tiró la moneda mágica le dio al cuervo y cambió la dirección, pegó en el carro y cayó hasta la rueda donde giró y volvió a levantarse para caer en el lugar del mapa que indicaba esta zona. Ivalic acompañó con movimientos de su dedo índice y la cabeza todos los cambios de dirección de la moneda. Me gustan los vistani, son muy divertidos y saben muchas historias y canciones. Estoy seguro que Jackie Monosequé la maldijo porque estaba enfadada por no pagarle, pero ahora seguro que no dejaría morir a mi madre, tenía esperanzas de encontrarla y convencerla...

Ivalic había sido sincero, como niño que era no había cultivado aún la habilidad para guardar odio o rencor durante más de unas horas o días si era demasiado grave como cuando Parriwimple perdió su canica favorita, luego se dio cuenta que su amigo no controlaba bien su fuerza y no lo había hecho aposta.

-¡De mi, Ivalic! ¡Sí mi madre! Dijo dando tres saltos de alegría. ¿Tienes un remedio para curarla? No tengo mucho, pero te cambio el frasco por todo esto.

Un emocionado Ivalic comenzó a abrise paso entre la Señora Helene y Herr Urik mientras buscaba la bolsa con los ónices y el caliz.

Helene escuchó emocionada a Ivalic, cuya pasión a la hora de hablar decía mucho del adulto que llegaría a ser. Se acercó a él y poniéndose a su espalda, posó ambas manos sobre sus hombros. Un leve apretón demostraba el cariño que había cogido a aquel muchacho en apenas unas horas. Vjelkus tendría en él a un buen amigo y a alguien de quien aprender. Sí, aquel viaje podía ser muy instructivo en muchos aspectos. Miró directamente a la mujer.

-Como ves, Jackie, el pequeño Ivalic es incapaz de guardar rencor o de odiar siquiera a la mujer que maldijo a su madre -las reacciones de Sikes y Pip ante la mención de su nombre antes de su pequeña representación como vidente, su forma de actuar, su innegable dominio de la situación, su negativa a presentarse. Sí, estaba convencida de que aquella tetona de pechos como ubres era la mujer que buscaban-. Puedes ocultarte tras tu cabello rubio y tu aspecto juvenil, decir que te aburrimos, hacerte la tonta... pero no juegues con él. Es un hijo que busca la salvación para su madre. Y ese amor generoso no deja insensible a nadie. Del mismo modo que entiendo que el mal hecho por el Conde a los vistani no te deja indiferente. Porque eres Jackie a fin de cuentas. ¿O me equivoco?