Partida Rol por web

Cojo una cantimplora del morral de Herr Parriwimple y se la ofrezco al bueno de Ivalic para que beba agua y se reponga.

Insto a ambos a alejarnos lo suficiente de la cabaña como para no seguir siendo blanco de conjuros maliciosos lanzados por el niño poseído, o lo que sea que sea esa criatura con aspecto de niño que irradia magia.

En ese momento me resbalo en el vómito de Ivalic y caigo al suelo.

Era todo... tan raro. Claro, que la rareza empezaba a ser algo normal. Parriwimple miró a Ida (finalmente no había llegado a decidirse si besarla o no, pero aun lo estaba meditando, y probablemente siguiera meditándolo al menos unas horas más) y se encogió de hombros.

- Amigos Parriwimple hacer cosas raras. Pero todo el mundo hacer cosas raras- tras las palabras se acerca a Ser Urik y le tiende la mano para ayudarle a incoporarse mientras, mirando a la casona, alza la voz- Niño no deber tener miedo. No ser malos. Querer venir a ver al leñador, y querer ver también niño y preguntar como está. Niño no deber usar magia contra nosotros, no querer hacerle daño. Pero niño poder estar peligro aquí solo.

El cuervo blanco Hack tuvo que saltar del hombro de Urik y salir volando para no caer con el Caballero del Cuervo. Sobrevoló la casa, vigilante. La fuerza de Parriwimple es suficiente para sacar al paladín del charco de sangre, pero el odre o cantimplora se ha caído en el charco de vómito, y ahora está sucio.

Ida se acerca a Ivalic y le tiende algo más folclórico: una vejiga de oso lechuza, cosido por la conexión con los uréteres convertidos en un cordel para colgarlo al cuello o al cinto, y con un corcho en la uretra.

Totototoma agua, Ivavalic.

El niño vuelve a vomitar, pero esta vez en una cantidad normal de grumos y líquido, sin formar un charco como en el que resbaló Urik hace nada. Esta vez, Ida le sujeta de la frente.

El nininiño de la cacacabañ... uy, dije cacacaca. El ninininiño del edifififcio-se corrigió, para no volver a decir otra cochinada-estaba ganananando tiempo p... para hacer algo. Los conjujujuros de grasa sirven papapara eso: papapara ganar tiempo.

El niño raro no respondió a Parriwimple. Al cabo de unos segundos, el charco de vómito mágico se evaporó casi en su totalidad, dejando solo el vómito normal y corriente sin nada en particular. Ivalic también se empezó a sentir mejor del estómago, y ya no vomitaba. Ida volvió a tenderle el odre de vejiga de oso lechuza.

¡Mamá, no! ¡¿Qué pasará contigo?!-Vjelkus se mordió el labio, y finalmente accedió-Está bien. Haré lo que me digas.

Sacarse un camisote de mallas no era sencillo. Por encima del metal de los hombros estaban las asas de la mochila. Por encima del metal de la cintura estaba el cinto. Vjelkus empezó a despojarse de esas cosas como paso previo a quitarse la armadura. ¿Duraría tanto Helene en combate como para que al ternero le diese tiempo?

El dolor de un nuevo zarpazo hace que los susurros del Guardián de los Secretos se esfumen del interior de la mente de Helene, que aún no sabe si ha tomado la decisión correcta. Pero esa oportunidad ya ha pasado. El arma espiritual vuelve a tener la forma nítida de una espada, aunque con el paso del tiempo ha empezado a parpadear, como si la magia estuviese a punto de extinguirse en breve.

Por último, Rafaíl seguía luciéndose en combate, pasando a través de su espada la consunción de energía vampírica que era lo que más daño estaba haciendo al licántropo. Parece que no hay ninguna posibilidad de que ese elfo lobo desconocido venza al vampiro y acuda en la ayuda de Helene. Está sola en esto.

Las palabras de Ida tenían sentido.

- Ir ver que pasa- señaló Parriwimple que trata de entrar en la casa, si es necesario, tirando abajo la puerta. Da unos segundos mientras camina por si Urik o Ivalic, o la misma Ida, le acompañan. Pero él va primero.

Al final el vómito y la combinación con el hechizo resultaron fatales para Herr Urik que terminó cayendo en el charco, quizás si Ivalic no hubiera estado tan malo dolorido la situación le hubiera hecho gracia, pero se seguía sintiendo mal, tanto que incluso había dejado caer la cantimplora al suelo y también se había manchado.

-Lo siento... me encuentro mal...

Acto seguido volvió a vomitar, esta vez una cantidad menor y cuando paró cogió la vejiga que le pasaba Ida y se aclaró la boca con un poco de agua.
Se quedó quieto y callado un momento, lo suficiente para comprobar que no tenía más ganas de vomitar y que su estómago comenzaba a dolerle menos.

-Creo que ya me encuentro algo mejor. Ten cuidado Parriwimple, si el niño sabe hechizos ha tenido tiempo de preparar algo más peligroso. ¿Quieres que te acompañemos? Quizás no quiere jugar con nosotros y sea mejor dejarlo ahí dentro. Mi madre nunca nos deja abrir la puerta a extraños cuando nos quedamos solos en casa, supongo que la suya le ha dicho lo mismo y por eso no nos abre.

Vio que el arma espiritual parpadeaba en el aire para extinguirse completamente sin hacer nada al licántropo. Sabía que este estaba poseído y que ella no podría aguantar mucho más. Las heridas se sumaban, el posible aliado caería en breve y estaría sola en medio de un huracán de violencia en el que ellos serían el único objetivo.

Era ahora una lucha de voluntades o lo sería. De la suya y la de Rafail. Una plegaria musitada desde su asentada fe, como último baluarte de su resistencia y gritó al hombre lobo que la atacaba.

-¡HUYE!

El licántropo dejó de atacar a Helene, y salió huyendo, y al pasar al lado de Rafaíl, el vampiro le atacó a traición. No importaba. Nada importaba en el interior de la mente del lobo, que siguió alejándose por el mismo camino que habían tomado, primero Urik y el resto, y después Ludovico. Seguramente, para cuando alcanzase al medio gitano, estaría lo suficientemente cansado por las heridas como para no suponer una amenaza para la seguridad de Ludovico.

Rafaíl se mantuvo junto a su rival. Una nueva estocada, aunque tibia, permitió drenar suficientes fuerzas al lobo como para matarlo. El vampiro de nuevo decapitó a su víctima.

Rafaíl... Ve a por el que queda, y mátalo. Luego regresa al castillo.

El espadachín asintió e hizo una reverencia. Después de eso, corrió alejándose del puente por el camino viejo de Svalich. Entonces, Sasha centró su atención en Helene.

Sabes que eres realmente irritante, ¿verdad, humana? Y también sabes que no estás del todo segura en ese puente, tengo recursos para hacerte daño. Magia... control mental...

¡Mamá! ¡No! ¡No la mires! ¡O te dominará!

Vjelkus se lanzó a su madre y la hizo caer sobre el puente. Cerró los ojos. No era el control mental lo que debían temer. Sasha empezó a pronunciar extrañas palabras arcanas. Justo después, el vértice de papel de un sobre chocó contra la frente de Helene. Cuando abrió los ojos, el sobre cayó en su regazo. Sasha había conjurado una mano del mago para entregar la carta en el centro del puente.

Sasha ya no estaba. A lo lejos, Helene pudo ver la figura de un murciélago volando hacia el castillo. Tomó el sobre y lo abrió. En su interior había una tarjeta que decía:

Invitación al gran baile de máscaras que tendrá lugar en el

Castillo de Ravenloft la noche del 5 de diciembre, a nombre de:

Herr Urik de Teudeldorf y acompañante.

Helene Maurgen y acompañante.

Maese Parriwimple y acompañante.

Ivalic Yannof y acompañante.

Vjelkus Maurgen y acompañante.

La puerta cedió al empuje de Parriwimple, dando paso a una salita con chimenea y muebles de madera, con una librería pequeña que llegaba a la altura de la cintura, y una jaula aboyada con un cuervo negro dormido... ¡Hurn!

Llamó la atención de Parriwimple una trampilla en el techo que se cerraba justo en ese momento. Ni siquiera Parriwimple llegaba tan alto. Empujando una mesa hasta debajo de la trampilla, Parriwimple pudo abrirla y asomarse al desván. Estaba oscuro, pero eso era peor para el niño que para Parriwimple. El escurridizo fugitivo lanzó unas palabras mágicas para conjurar una luz, y vió en todas sus narices la cara de Parriwimple.

 ¡Aaaaaaah!-Parriwimple lo agarró y lo llevó abajo, porque un desván no es lugar para un niño-¡Soltadme! ¡Soltadme, malditos bufones! ¡No podéis tratarme así!

En la jaula, Hurrn despertó agitando las alas, y sin saber qué estaba pasando.

- Parriwimple no bufón - dijo el enorme bonachón sin soltar al niño, pero tampoco sin apretarle, con miedo a hacer daño a alguien tan frágil- Parriwimple trabajar repartidor y carpintero. Y ahora Brugo...bburro.. burgomaestre. Parriwimple avisar pequeño, pero este no responder. ¿Qué pasar? ¿quién ser muerto y por qué morir?

Helene sintió todo el peso de su hijo sobre ella, lo cual le hizo soltar un bufido que acabó con el poco aire que quedaba en sus pulmones. A duras penas contuvo la vejiga, en lo que hubiera sido un incómodo momento de haberse soltado esta, pues la presión del ternero sumada al alivio de ver que el licántropo había huido, cesando en sus ataques, hacía que la naturaleza exigiera su precio.

Su mirada recorrió rápidamente el contenido del sobre y después miró a su hijo. Suave y largamente, un amor infinito y maternal brotando de sus ojos, haciéndola momentánea e increíblemente hermosa. Sin decir nada, lo abrazó y mantuvo aquel abrazo más de lo que la comodidad de su hijo exigía ante semejante round de amor.

-Vjelkus, mi pequeño -dijo liberándolo finalmente-. Eres el hombrecito más valiente que he conocido. Digno hijo de tu padre -revolvió su cabello, cariñosa y sonriente, un velo de humedad empañando sus ojos-. Te quiero y estoy muy, pero muy orgullosa de ti. Y mereces un premio. En cuanto tenga ocasión, cocinaré para ti mi mejor tarta de manzana y la más grande que haya hecho y podrás comértela entera. Tú y solo tú.

Se puso en pie y miró a un lado y otro del desierto puente. A un lado, nada. Al otro, los restos de los dos licántropos. De Valanthe y de su compañero. Del tercero no había rastro y aun cuando hubiera podido atacarlo in extremis, en el momento de su huída, lo sabía inocente, víctima de la posesión mental de Rafail y merecedor de mejor suerte que la corrida por los dos miembros de su manada. Una más que conocida tristeza la inundó mientras se acercaba a los dos cuerpos decapitados. En medio de aquel tormento vivido, se preguntaba por el porqué de la decapitación y entendía que era para evitar cualquier posibilidad de regeneración, cualquier riesgo.

-Cariño, vuelve a recolocarte tu armadura -pidió mientras dedicaba parte de su tiempo a ella misma. La sangre manaba caliente de sus heridas y se sentía debilitada. Se concentró y con las palmas sobre algunos de los zarpazos, dejó que la magia curativa fluyera. Algún dios debía sentirse satisfecho de su comportamiento, pues todo rastro de los violentos ataques desapareció, dejando leves líneas rosas que desaparecerían a su vez en breve. Reconstituida pero aún entristecida, se acercó a los restos y se arrodilló junto a la cabeza de Valanthe-. Hermosa y valiente Valanthe -habló a la cabeza como si esta fuera capaz de escucharla-, descansarás en los pantanos y bosques en los que viviste, amaste y diste a luz, junto al compañero que yace a tu lado. Te lo prometo -colocó una guedeja de cabello con suavidad maternal tras la oreja puntiaguda. Suspiró. Su mirada recorrió ambos cuerpos, tratando de apreciar en ellos algo significativo.

Ivalic todavía estaba un poco debilitado por las vomitonas y aunque se sentía mejor prefirió dejar a Parriwimple, al fin y al cabo solo buscaban a un niño y además Herr Urik podía ayudarle, aunque finalmente no hizo falta y pronto escucharon las protestas del niño cuando el gigantón lo atrapó. Ivalic asomó la cabeza por la puerta y cuando vio que el nuevo burgomaestre tenía la situación controlada se volvió a Herr Urik e Hida.

-¡Ya lo tiene! ¡Ya lo tiene!

Decidió que como ya no había peligro podía entrar, así que despacito y siempre buscando el apoyo de una pared se adentró un poco en la casa.

-¡Hola! Soy Ivalic. No te preocupes, no queremos hacerte daño. ¿Quien eres? ¿Vives aquí? ¿Donde están tus padres?

Iba a seguir preguntando, pero su próxima pregunta era sobre el cadaver de la cama y solamente de pensar en el le dieron unos pequeños retortijones, así que se quedó callado y no hizo más preguntas para alivio de todos.

Llevo un rato como paralizado por el estupor. Por suerte la grasa ha desaparecido y vuelvo a estar razonablemente limpio.

Me sorprendo al ver a Hurnn enjaulado y por las acciones del niño deduzco que se trata de un mago de bajo nivel, aunque es un tanto sorprendente que un niño pueda lanzar magia arcana, si bien conozco a otro prodigio capaz de ello, el propio Ivalic.

- "Saludos, soy Herr Urik von Teudeldorf, Caballero del Cuervo. Este es Herr Parriwimple Indirovich, Burgomaestre de Barovia. Y este es Ivalic Yannof de Barovia. Cálmate y cuéntanos lo que sucede." -

Observo a Hurnn con curiosidad.

- "¡Maese Hurnn! ¿Cómo habéis acabado en esa jaula?" -

Mientras el Ternero se volvía a colocar sus pertrechos, Helene revisó los cuerpos decapitados. Los elfos estaban desnudos: un macho y una hembra. Y tenían algunos tatuajes tribales en diversas partes de su piel. Sin embargo, en el interior de la boca de Valanthe, Helene encontró un diente postizo. El Diente de Sangre de Serpiente... Helene conocía ese objeto mágico gracias a que se trataba de un artefacto bastante barato para lo que era la economía de un aventurero medio. Entre mil y dos mil piezas de oro, según el mercader.

El Diente de Sangre de Serpiente mejoraba las resistencias contra los venenos ingeridos, y puntualmente podía reforzar el cuerpo, no solo contra los venenos ingeridos, sino contra cualquier tipo de veneno, incluso los que se transmitían por roce, inhalación o herida.

Mamá... Ya estoy. ¿Qué hacemos ahora? ¿Vamos a buscar al señor Urik?

Si tiraban los cuerpos y las cabezas al río desde el puente, la corriente se encargaría de arrastrarlos hasta las zonas pantanosas del este.

¡Urick! ¡Cuánto me alegro de ver a mi queridísimo discípulo, aaaack! ¡Esta gente son bárbaros! ¡Me arrancan plumas para hacer flechas! ¡Abre la puerta de la jaula, y mata al polluelo y a la gallina vieja por haber cometido semejante tropelía a un cuervo sagrado!

¡Ja! ¡Llegas tarde, pájaro de mal agüero! Mi abuelo ya está muerto. Y como murió, yo, Firan Uthurlan, como su legítimo heredero, soy el dueño de esta mansión y los terrenos circundantes. Y exijo que todos los humanos salgan de mi propiedad. ¡Ya! Como si no tuviese suficiente con que los huargos atacasen a mi abuelo y le destrozasen la cara... después de haberle cuidado durante sus agonizantes últimas horas, ahora tengo que enfrentarme a un puñado de vagabundos que viene como ratas a saquear mis cosechas.

Aunque la jaula de Hurrn fuese de metal, el cuello de Firan lucía un cordel atado a una pequeña llave que colgaba de su cuello, del tamaño adecuado para la puertecilla de la prisión del cuervo negro.

Toc, toc, toc, toc...

Era el pico de Hack, que apoyado en el alféizar de la ventana trasera, daba picotazos al cristal para que le abriesen. Las miradas del cuervo negro y el cuervo blanco se cruzaron, destilando odio mútuo.

Desde la ventana, por encima de Hack, se podían ver esas tierras de cultivo a las que hacía referencia con ínfulas de grandeza el pequeño terrateniente: una pequeña huerta, rodeada de una hierba familiar, la belladona o matalobos. Una puerta trasera en aquella misma habitación permitía visitar el huerto, sin tener que salir por la puerta delantera y dar un rodeo a la pequeña cabaña.

A Ivalic volvió a revolvérsele un poco el estómago cuando el niño habló de la muerte de su abuelo, que debía ser el cadáver que él había visto a través de la ventana, pero otras revelaciones dejaron en un segundo plano aquellos hechos.

-¡Firan Uthurlan! ¡Os estábamos buscando! No te preocupes, no pisaremos tus tierras, pero necesitamos tu ayuda. ¿No están tus padres? Herr Urik y Parriwimple querrán hablar con ellos. -Claro que si el niño decía que había heredado todo aquello era porque o bien no entendía como iban los derechos de sucesión o sus padres habían fallecido.- Y no somos vagabundos, vivimos en el pueblo y Parriwimple es el burgomaestre, es la persona más importante del pueblo ahora.

Estaba claro que no le gustaban las visitas, pero en cuanto les diera la información que necesitaban lo dejarían solo si así lo quería.
Por otro lado estaba el reencuentro con el cuervo Hurn, al que habían perdido la pista cuando este los intentaba salvar de los elfos lobos. Ivalic se acercó a la jaula e intentó abrirla, pero la portezuela estaba cerrada con llave.

-Firan ¿Puedes abrir la jaula? El cuervo Hurn es nuestro amigo, no tenías que haberlo encerrado.

Y mientras tanto el otro cuervo picoteaba la ventana, entre unas cosas y otras lo habían dejado fuera y esa era la manera de protestar y llamar la atención. A Ivalic le gustaba más Hurn porque podía hablar, aunque Hack también parecía ayudar a Herr Urik.

-¡Ya voy Hack! ¡Ahora te abro!

El niño se acercó a la ventana y la abrió para que el cuervo blanco pudiera acceder al interior. Desde allí observó las tierras de Firan Uthurlan y vio los cultivos que intentaba proteger.

-¡Es hierba matalobos! Es una buena idea tenerla, ahuyenta a los hombres lobo y a los elfos lobo también. Aunque debes tener cuidado, una amiga nuestra también la tenía en el jardín de su casa y casi la matan igualmente, le quemaron todo el jardín y su casa. ¿No querrás que te quemen el jardín y tu casa verdad? Este no es un buen sitio para vivir, el bosque está lleno de animales peligrosos. ¿Como lo habéis conseguido? Debéis ser una familia muy valiente, pero creo que os habría ido mejor si vivierais en el pueblo. -En ese momento recordó que su pueblo estaba totalmente destruido y se lo pensó mejor.- Bueno, quizás no es mala idea vivir en el bosque, aunque sigue siendo peligroso...

Helene guardó el pequeño adminículo con cuidado. No tenía intención de revelar su existencia de no ser necesario, aunque tenía claro que su uso sería en beneficio de quien llegara a necesitarlo. Urik de saber de él, sería capaz de reducir su deuda para con el grupo o, incluso, de acapararlo como hacía con todo.

-Antes tenemos un trabajo que hacer. Arrojemos los cadáveres al río y que la corriente los lleve a su hogar, donde descansarán. Después, iremos a por los demás.

Entre ambos, tomaron no sin esfuerzo los cuerpos, echándolos a continuación al agua. Las cabezas les siguieron. La de Valanthe fue la última. Helene depositó un beso en la ya templada frente, cerró los ojos y con cuidado, dejó caer suavemente su cabeza que se sumergió en el agua sin salpicar apenas para reflotar algunos metros más allá. Helene, cerró los ojos y oró por su descanso eterno.

-Ahora sí, vayámonos. Cógeme de la mano, por favor. Necesito sentir tu calor y tu vida, hijo mío.

- "Gracias, Ivalic." - Digo cuando el valeroso portantorchas abre la ventana para que pueda entrar el cuervo celestial Hack.

Me vuelvo hacia el niño al que Ivalic ha llamado Firan Uthurlan.

- "Herr Uthurlan, no os deseamos ningún mal. Somos aventureros y defensores del Bien y de la Justicia. No somos vulgares ladrones.

Nuestra amiga, la clériga Frau Helene desearía hablar con vos acerca de su esposo, quien desapareció buscando a vuestra familia, pues sois descendientes del Constructor del Castillo de Ravenloft.

Creo que podemos ayudarnos mutuamente. Los huargos que mataron a vuestro abuelo, tenemos que enfrentarnos a ellos para lograr acceso al hierro frío que necesitamos para derrotar a unos demonios y quizá a un hada demente aliada de los elfos-lobo que han incendiado el pueblo de Barovia.

El pueblo está devastado y sus habitantes necesitan toda la ayuda que podamos procurarles. Tal vez nos venderíais la cosecha para alimentar a los supervivientes de la devastación de Barovia." -