Partida Rol por web

Siento lo de Arik... Yo nunca le guardé rencor. Ni tampoco a ti, Ivalic... Yo... yo te qu...

Los padres de Olga los separaron de nuevo. El resto de los vecinos en aquel patio también estaban muy fríos. Si sus casas siguiesen en pie, se pensarían en volver ya mismo, en plena noche, pero estando destruidas no tenían más remedio que seguir viviendo en aquel campamento de refugiados al menos doce horas más.

Definitivamente, Gertruda no estaba en aquel patio. En la puerta, Cyrus tomaba la invitación y la leía. La memoria iedética de Urik le recordaba de aquella tarde nubosa del treinta de noviembre, cuando el paladín cometió allanamiento de morada, destrucción de la propiedad y hurto, robando el Icono de Ravenloft, esa estatuílla de cuervo que perteneció a su orden, del altar de la capilla de este mismo castillo, ante la mirada atónita de Cyrus.

Bien, bien... todo en orden. Pasad, por favor...

Nos ha llamado "maese"... jijiji... ¡"Maese"! Un simple sirviente tratado de maese... jijiji...

La primera habitación consistía tan solo en un recibidor¹ de planta cuadrangular, de veinte pies de lado. En la pared opuesta a la puerta había una gran arcada que daba a una habitación oscura. La arcada de piedra estaba formada por dos dragones de cuerpo alargado, que entrelazaban sus cuellos en la parte más alta, sobresaliendo sus cabezas en dirección a los recién llegados. Las fauces de las esculturas que formaban el arco emitían luz, orientándola de modo que solo iluminase el recibidor.

Sigan al bueno de Cyrus, si hacen el favor...

A un lado, una mesita supletoria tenía encima un candelabro de velas encendidas que Cyrus tomó antes de avanzar a la siguiente habitación. Las puertas dobles que daban al patio se cerraron solas como por arte de magia.

La segunda sala² era más grande, octogonal, de cuarenta pies de lado a lado. Las velas del candelabro a penas iluminaban el techo, dando formas amenazantes a las cuatro gárgolas que coronaban los pilares de la estructura. Esta sala disponía de varias salidas: al frente, unas puertas dobles permanecían cerradas; a la derecha, un pasillo de veinte pies de ancho estaba sumido en la total oscuridad; y unas escaleras subían al piso superior.

En el centro de la sala octogonal había una gran mesa cubierta de sedas y máscaras...

El amo Strahd nos ha autorizado a informarles de que se trata de un baile de máscaras. Cada uno de ustedes debe elegir la máscara que más le guste. Cuando todos tengan su máscara, deberán seguir al viejo Cyrus escaleras arriba, hasta el salón dónde se celebra el evento.

Cyrus se quedó allí plantado a la espera de que cada uno de los invitados cogiese su máscara. Si había un buen momento para hacerle preguntas al sirviente, el momento era ahora.

- ¿Amiga Gertruda estar aquí?- preguntó Parriwimple al viejito- ¿Amigos abajo y Gertruda y resto gente ser bien tratados por vampiros?- mientras esperaba que le contestaran, el gigantón había visto una máscara con brillantes colores, la del bufón y, con una sonrisa, la tomó entre las manos- Parriwimple gusta esta.

Ivalic miró con frustración hacia los padres de Olga que no la habían dejado acabar su frase.

Justo cuando iba a decirme algo importante, estoy seguro.

¿Pero que era aquello tan importante que Olga quería decirle? No tenía ni idea. Y mientras el viejo Cyrus les dejaba pasar al interior del castillo Ivalic discutía con Firan y Vjelkus.

-¿Lo habéis oído? Me ha dicho "Ivalic yo te qu.. qu..." ¡Te quiero decir algo importante! ¿Será algo sobre el Conde, o sobre Gertruda o sobre mi padre, o sobre el tuyo Vjelkus...? Los mayores siempre se meten por medio y así no se puede.

Finalmente se iba a quedar con la duda y tendría que esperar a salir del baile para preguntarle a Olga que era aquello tan importante que tenía que decirle, le fastidiaba no saberlo en aquel momento porque podía ser una información que pudieran aprovechar durante el baile.
Pronto el asunto quedó en un segundo plano al adentrarse al castillo y fijarse en los detalles que cada estancia les ofrecía.

Me pregunto donde tendrán a los prisioneros... ¿Y si el Conde tiene a mi padre capturado? Es mejor que no le diga nada a mamá, se preocuparía.

Ivalic corrió hacia la mesa llena de máscaras y comenzó a buscar una.

-¡Guaaaalaaaa! ¡Mascaras! ¡Esto va a ser muy divertido! ¡Así no sabremos quien es quien! ¡Yo me quedo esta!

Se puso la máscara y con la discreción que esta le confería se acercó a Parriwimple.

-Parriwimple, ¿A que no sabes quien soy?

Busco una máscara de estilo sencillo, tal vez un simple antifaz, para ponérmelo y después espero al resto del grupo para subir al salón escaleras arriba.

Observo al anciano mientras espero que responda las preguntas de mis compañeros. No estoy muy seguro acerca de la naturaleza del viejo criado, aunque supongo que entra dentro de lo posible que sea un simple humano dominado mentalmente por el Conde vampiro.

Por favor, Ivalic... cómo se nota que no conoces a las mujeres. Esa niña quería decir "yo te quemé la casa". Es una obvia confesión: ella encendió el fuego que quemó las casas de Barovia. ¡Me quedo con esta máscara!-eligió.

A Ivalic no le convencían las explicaciones de Firan. El huérfano no lo sabía, pero la noche en la que se quemó todo, Olga tenía cohartada: ya estaba acampada en el patio del castillo.

Ah... ¿sois amigos Gertruda? Sí. Gertruda está en el castillo. Hace unos días se incorporó como parte del servicio. Es una chica muy trabajadora. El Conde Von Zarovich está muy contento con ella. Servirá las viandas durante la fiesta, así que podréis verla. Pero... ¿eso de los vampiros no es un cuento para meterle miedo a los niños? Llevo toda mi vida al servicio del Conde, y jamás he llegado a ver vampiro alguno.

Pssst...-susurró a los demás, de espaldas a Parriwimple mientras el Burgomaestre se agachaba a coger su máscara-Vuestro amigo no está muy bien de la cabeza, ¿verdad? Vampiros... ya, claro. Y hadas del bosque. Menuda imaginación...

En fin, síganme, por favor, damas y caballeros... ¡Por aquí!-dijo Cyrus, empezando a subir las escaleras.

El grupo fue siguiendo al extraño sirviente. Cuando Ivalic iba a subir las escaleras, Ludovico le sujetó, tapándole la boca con la boca.

Shhh... No grites. Yo me separo de vosotros aquí. Voy a aprovechar ahora para escabullirme, a ver si encuentro algo de valor. Ten-dijo Ludovico, haciendo entrega de un pequeño silbato a Ivalic-. Guárdalo en un bolsillo. Es un silbato mágico. Si me necesitáis, sopla por él. Solo yo lo oiré, y me teleportaré hasta el silbato con vosotros. No le cuentes a nadie que me he ido, ni siquiera cuando se den cuenta de que ya no estoy con ellos.

Ludovico lanzó un conjuro de invisibilidad... o de teletransporte, Ivalic no lo sabría decir con seguridad... y desapareció de su vista, dejando a Ivalic solo en aquella enorme, solitaria, y ahora que Cyrus se había llevado el candelabro de las velas encendidas. Subiendo escaleras arriba...

Subiendo escaleras arriba, llegáis a un gran rellano¹. Arcos de piedra sujetan el techo decorado con frescos, a unos veinte pies por encima de vuestras cabezas. Los descoloridos dibujos representan la montaña que alberga a este castillo, bajo el asedio de fuerzas armadas a caballo. Dos escaleras proyectan luz desde la siguiente habitación; continuan el ascenso desde este rellano en la misma dirección, separadas por un par de alcobas. Cada uno de estos nichos contiene una armadura cubierta por manchas negruzcas, colocada en posición de combate y con una maza tallada con la forma de una cabeza de dragón. Una hermosa música llega desde más arriba...

Cyrus señala el corredor más cercano, y aguarda en el rellano a que los demás suban. El sirviente ya no les acompañará... es viejo, y prefiere no hacer sufrir sus rodillas con más escaleras.

Sin llegar a subir los últimos peldaños, pueden ver la sala de audiencias² dónde tiene lugar el baile sin exponerse...

Dos grandes lámparas de araña en el techo proporcionan iluminación más que suficiente a esta sala alargada. A mano izquierda hay dos puertas cerradas, y a mano derecha, una sola puerta (igualmente cerrada) y una larga mesa pegada a la pared, llena de comida y con jarras, platos y copas de oro para todo aquel que quiera servirse. Una alfombra de gala cruza la sala hasta un pedestal con la silla vacía del trono.

Cinco parejas de hombres y mujeres enmascarados y con trajes de fiesta bailan animados en el centro de la sala, al compás de un vals tocado por un fantasma sin ojos ataviado con un violín.

El fantasma no es lo único sobrenatural de la escena, ya que uno de los hombres enmascarados que bailan luce dos grandes alas de plumas blancas, como si fuese un ángel.

Vjelkus no es de los primeros en subir los escalones, así que todavía no es consciente de la presencia de la comida.

En cuanto a Ludovico... no lo ven por ninguna parte. Jurarían que no llegó a subir las escaleras hasta el rellano.

Ivalic abrió mucho los ojos de sorpresa y reprimió el grito al escuchar a Ludovico. Después asintió tranquilamente con la cabeza. Llevaba esperando el momento de hablar con el medio vistani desde hacía rato pero hasta entonces no se habían quedado nunca solos.

-¡Es una gran idea! ¡Iré contigo! ¡Lo llevo planeando desde esta tarde! Entre los dos podemos hacerlo más rápido y seguro, yo te ayudaré. Además quiero buscar a mi padre, podría estar por aquí en el castillo y también... -Ivalic se lo pensó, era su pequeño secreto pero confiaba en Ludovico, era uno de sus mejores amigos.- ...se que el Conde tiene un libro de hechizos muy poderoso, si lo encontramos podemos compartirlo y aprender los hechizos juntos ¿Que te parece? ¿Hay trato?

Ivalic extendió la mano para sellar el pacto entre amigos pero en vez de la mano de Ludovico se encontró un silbato mágico con el que podía llamar al medio vistani en caso de apuro. Fastidiado por la inmediata desaparición de su amigo Ivalic miró hacia los lados, estaba solo y a oscuras.

-¿Ludovico? ¿Ludovico? -No había respuesta.- Será mejor que suba...

Había perdido su oportunidad y ahora comenzó a subir las escaleras con temor a quedarse demasiado rezagado del resto.

Ivalic miró a Firan y negó con la cabeza, el niño no tenía ni idea de lo que estaba hablando, pero claro eso no podía saberlo porque no estaba allí.

-No tienes ni idea. No pudo quemar ninguna casa porque estaba aquí en el castillo. Seguro que se trata de otra cosa, sigue pensando, puede ser importante.

Siguió pensando en el tema pero no se le ocurrían más cosas, así que comenzó a escuchar las explicaciones de Cyrus. Se alegró al saber que verían a Gertruda aquella noche, quizás todavía pudieran ayudarla. Pero ante la reticencia del criado a no creer en vampiros Ivalic miró a sus compañeros y se llevó el dedo índice a un lado de la cabeza mientras lo giraba dando a entender que debía estar loco, o al menos bajo los influjos de algún tipo de magia.

-Señor Cyrus. ¿Por casualidad habrá pasado por aquí alguna vez mi padre? Se llama Petrov Yannov.

Por intentarlo no perdía nada y con lo loco que estaba aquel hombre quizás fuera el más adecuado para responderle. Si el Conde lo tenía encerrado en algún sitio el criado podría saberlo.
Ivalic se retrasó algo al subir la escalera y tardó un poquito en alcanzar al grupo, Cyrus había avanzado demasiado y estaba oscuro. Cuando por fin los alcanzó ya casi habían llegado al baile y la música sonaba cerca.
Le llamó la atención el espectro que tocaba el violín, tragó saliva ante lo siniestro de su imagen y también le sorprendió ver un par de alas blancas en la sala. Señaló a ambos y luego se dirigió a sus amigos.

-¿Estáis viendo lo mismo que yo? ¿Es que ese viejo no se entera de nada? O está loco o el Conde lo tiene hechizado... ¿Tendrá hechizados también a los vecinos y a Gertruda? ¿Alguien la ve?

Helene recogió su máscara, tal y como se le había pedido y se la colocó. Esperó a que Vjelkus hiciera lo propio y siguieron al anaciano, cuyas palabras hablaban de su desorientación o de su capacidad de anular la realidad para sobrevivir a los horrores que allí vivían.

Las puertas cerradas eran una tentación y en un susurro advirtió a su hijo y a Firan.

-Nada de vagabundear por ahí. Quiero que estemos todos juntos. Nuestra posición aquí es bastante delicada y no quiero dar pie a un desencuentro. ¿Entendido? -dijo con un deje de preocupación. Miró a un lado y a otro y advirtió que el medio vistani ya no estaba con ellos. Frunció el ceño y refunfuñó por lo bajo. Ludovico no perdía el tiempo.

Vio entonces a Ivalic hablar con Cyrus y al acercarse, asintió. El muchacho era despierto y preguntaba con juicio. Esperó a que concluyera y preguntó a su vez por la posible presencia de su marido en aquel castillo. Dio nombre y una descripción y esperó paciente su respuesta.

Me acerco a Frau Helene y a Herr Parriwimple y les susurro:

- "Sospecho que no deberíamos de comer nada de lo que aquí se nos ofrezca. Incluso si la apareciencia saludable y comestible de la comida no es una ilusión; es posible que pudieran hacernos creer que sólo por comer ya hemos contraído alguna clase de deuda u obligación, como ocurría en un viejo mito sobre el Inframundo." -

¿Petrov? Es un nombre muy común... No sabría decir si... Bueno, hay dos prisioneros en las mazmorras a los que llevaba la comida antes de que Gertruda me relevara en esa tarea, pero nunca les pregunté su nombre. ¡Ah, ya me acuerdo! ¿Por un casual tienes una hermana, niño? Una de las lápidas a las que saco polvo en las catacumbas del castillo pone "Tasha Petrovna; luz del oeste, amiga y compañera"-recitó, con inusual memoria para él.

Era un mal juego de palabras. En Barovia las muchachas solteras se apellidan con el nombre del padre, añadiéndole una "-a" al final. Por eso Irina Kolyana era la hija del Burgomaestre Kolyan.

No, señor. Yo soy hija de Petrov, y cuando tenga edad casadera seré Katta Petrova. Petrova y Petrovna no tienen nada que ver.

Ivalic sí conocía a los Petrovna. Bueno, por lo menos había escuchado hablar de ellos en las leyendas. La familia Petrovna, junto a los Kratsky y los Dilisnya eran las tres principales casas nobles en las que se apoyaba el poder de los Von Zarovich. Tasha Petrovna era miembro de la corte. La apodaban la Sanadora de Reyes, y sirvió a los antepasados del Conde Strahd hace mucho.

Jereff tampoco es un nombre que me suene. Si lo desean, puedo ir a las mazmorras y preguntar a los prisioneros si alguno de ellos se llama Jereff o Petrov. Les comunicaré la respuesta al final de la noche, antes de que dejen el baile.

Cyrus asintió con una sonrisa, e hizo un gesto con la mano invitándoles a subir al baile.

Estaba claro que Tasha Pretrovna no era su hermana, como Katta, que sí lo era, se dispuso a aclarar veloz, aunque el nombre le recordaba historias interesantes que había leído.

[B]-Como dice mi hermana Katta, Tasha Pretrovna no es de nuestra familia. La familia Pretrovna era una de las casas nobles principales en la región, también estaban los Dilisnya y los Kratsky, todas ellas apoyaban a los Von Zarovich. Esa mujer era parte de la antigua corte y sirvió a los antepasados de nuestro actual Conde. ¿Sabéis como la llamaban? La Sanadora de Reyes, era una mujer muy querida por todos.[/B]

Sin embargo el tema de los prisioneros parecía interesante. Quizás alguno de los dos hombres que Cyrus decía que estaban retenidos en el castillo podría ser su padre.

¿Que si queremos que les preguntes los nombres? ¡Claro que queremos! Me parece demasiado fácil.

Ivalic se encogió de hombros, no iba a perder la oportunidad y nada tenía que perder. ¿Pero podían fiarse de lo que Cyrus les dijera? Al fin y al cabo parecía que no estaba en sus cabales o quizás simplemente estaba intentando engañarlos.

-Sí, por supuesto señor Cyrus. ¿Podría preguntarles sus nombres? Quizás sean familiares nuestros y en ese caso nos gustaría saber si están bien y visitarlos.

Y sacarlos de ahí en cuanto podamos...

Helene asintió al ofrecimiento. Se sentía desconcertada por el comportamiento de aquel hombre, cuya ignorancia parecía demasiado natural como para serlo realmente, lo cual en sí mismo, era una incongruencia desde su raíz. Dispuesta a no romperse la cabeza con lo que no podía resolver, se encaminó hacia el salón. Ludovico, quien habría de ser su pareja, se había esfumado y seguía sin aparecer aunque estaba convencida de que haría acto de presencia en cualquier momento, materializándose sin dar mayores explicaciones y como si jamás los hubiera abandonado. Suspiró quedamente, contemplando el espectáculo de las cinco parejas danzantes al son del espectral músico. Su anfitrión parecía estar ausente, salvo que fuera uno de aquellos bailarines y nada hacía pensar que se les estuviera esperando con especial interés. ¿Para qué habían sido llamados? Una creciente inquietud se fue apoderando de ella de modo que respiró profunda y silenciosamente varias veces buscando relajarse.

-Vjelkus, cariño, ya has oído a Herr Teudeldorf. Seamos cautos y no comas nada. Al menos de momento -susurró a su hijo-. Katta, ayúdame en esa empresa y haz que Vjelkus no se sienta tentado por la comida.

Se acercó a la mesa con las viandas. El oro que allí había permitiría reconstruir Barovia sin problemas, pero allí yacía, como una inútil ofrenda a la vanidad. Miró en torno suyo, contemplando aquel gran escenario, mientras sus labios murmuraban silenciosamente.

- "Señor Cyrus, soy un hombre religioso y esta noche o mañana me gustaría rezar en la capilla. ¿Sería factible?" -