Partida Rol por web

Cuando Urik preguntó de quién era el cadáver, Ida se hizo la loca.

¡Yo no sé nada, yo no vi nada, dejadme en paz!

El Caballero del Cuervo tuvo la idea fugaz de que quizás Elyzabeth hubiera usado el cuerpo de Lugdana y la cabeza de Walterly. Ida devolvió la pala a las alforjas de Lucifer.

Por su parte, dos mandoblazos de Urik mataron al lobo terrible y aún le quedaron fuerzas para atacar a uno de los huargos. El otro combatiente demoledor fue Pincitas, que interceptó al huargo antes de que pudiera completar el rodeo para hostigar a los caballos. Reluë con su arco y Ashlyn con la espada de Walt también empezaban a encarrilar el combate.

- ¡No te habrás atrevido! - casi gritó el paladín cuando una idea insidiosa penetró en su mente. Descargó su furia en el lobo que tenía a su espalda, dando un par de tajos rápidos de izquierda a derecha. El segundo ataque se le fue ligeramente alto, dada la desconcentración que sentía por la posible noticia de que los dos cuerpos de sus amigos hubieran sido profanados por Beth y su magia necromática. 

- ¡Beth, dime que no son Lugdana y Walterly! - exigió, casi con un tono de súplica. No quería creer que su compañera hubiera atravesado aquella línea justo después de haberlo hablado largo y tendido. Cuerpos de enemigos malvados era aceptable, cuerpos de aliados nobles que merecían un descanso, no. 

...pero si vas a usarla para intentar menoscabar mi confianza y la conexión con mi Dios...dímelo y la haré añicos ahora mismo. Si alguien tiene que darle órdenes, no seré yo.

-¿Cómo puedes pensar eso de mí, bobito mío?- Respondió con cariño, pero al mismo tiempo fingiéndose ofendida. –A los paladines os gusta mandar. Sólo quiero hacerte feliz. – Aseguró mientras se movía entre el combate.

Ida no dio pistas del origen de Ulrika y su mentora dejó que el caballero se torturase un poco más con la terrible pregunta.

- ¡Beth, dime que no son Lugdana y Walterly! -

-¡Walterly era un alma libre, jamás ingresaría en tu orden…Y menudo cuello tenía!- Protestó por la evidencia morfológica. Después se acercó al paladín aun a riesgo de recibir un zarpazo o incluso un mandoble del atormentado Urik. –Lugdana, en cambio, era la última de tu orden. Consagró su existencia a combatir por tus ideales. ¿No es lo que defiendes?- La joven se acercó tanto a Urik que sintió chipas saliendo de los ojos del guerrero y este puso sentir el abrazo dulzón de Elyzabeth embriagándolo como respuesta. De fondo, un lobo aulló al ser triturado por una pinza. El caballero sintió la misma presión en la garganta. Entonces Ely se movió a un lado para evitar ser alcanzada por otro lobo y confesó: -Tampoco puede ser Lugdana. ¿Y sabes porqué?- La clériga continuó combatiendo antes de respoder: -...Porque Lugdana YA era un muerto viviente- Explicó con una sonrisa radiante. (Sólo le faltó decir “ZASCA”). Ely dribló una vez más y añadió: -Como te he dicho, Ulrika está un poco verde.- Su sonrisilla maléfica indicaba que aquello era todas las pistas que le daría al caballero. Llevarlo al límite era su juego, y no quería que acabase tan pronto.

Ulrika parecía estar esperando a que el paladín la mirase. Justo cuando el caballero lo hizo, sus ojos atormentados parecieron conectar emitiendo un fulgor verdoso. La escudera rugió bajo su máscara y ni siquiera se levantó del suelo para atacar. Se lanzó a por las patas del lobo que flanqueaba a Urik y hundió sus manos bajo el pelaje del animal, buscando su corazón.

No comprendo bien el juego que Elyzabeth se trae. Joder, que estamos en mitad de un combate.

Miro a mi oponente. Se aleja, buscando flanquear a mis compañero. No lo permitiré, y doy Un paso hacia él, persiguiéndole.

Cuando Urik y Pincitas exterminaron a la mitad de los huargos, los dos que quedaban se dispersaron a la desesperada. Uno de ellos pretendía retroceder hacia los arbustos para esconderse, pero Urik le cortó la cabeza antes de que eso ocurriera. El otro trató de pasar entre Ashlyn y Elyzabeth, pero la paladina logró darle muerte antes de que fuese a por Ida. La sectaria miró a Ashlyn con nuevos ojos.

Gra... gracias... Espera, déjame ver esa herida de la pierna...

Ida se arrancó un jirón de capa con los dientes y usó la tela para vendar la herida del muslo. Cuando la chica terminó, Ashlyn sintió que podía volver a caminar con facilidad, más allá de una ligera cojera que solo se ponía de manifiesto en algunas ocasiones. Después, Ida ayudó a Ulrika a ponerse en pie. Por su parte, Pincitas empezó a comer carne de huargo. El escorpión era demasiado grande como para acompañarles al interior de la cueva.

Por último quedaba pendiente la identidad de Ulrika. La diferencia entre ser un paranoico afectado por el síndrome de la Locura de Strahd y ser una persona sensata que piensa mal de Elyzabeth con razón, era una linea muy fina. El sendero se estrechaba y continuaba pegado al acantilado. La catarata haría que cualquier fuego de antorcha se apagara si se encendía antes de tiempo, con lo cual les esperaba una caverna oscura del otro lado...

    Ely asintió al ver el vendaje que la novicia le estaba haciendo a Ashlyn con sus propias ropas. –Cuando pasemos por Barovia iremos de tiendas. Un día de chicas para comparar capas nuevas- La clériga se acercó para acariciar la melena revuelta de la paladina: -Y ese pelazo se merece un buen peinado…Algo que no se estropee por llevar casco- Añadió en tono confidencial. Ely aún no se había ganado el corazón de la cazadora de muertos vivientes, pero había cambiado su expresión ceñuda (por otra de desconcierto). –En lugar de una escudera, a ti había pensado regalarte un corcel esquelético- Soltó Elyzabeth con la ingenua esperanza de ganarse la simpatía de la paladina, o por su afición de escandalizarla. –No hacen pipí ni popó y los puedes meter en casa- Justificó con fingida inocencia.

Pincitas había acabado con el huargo que amenazaba a los caballos y su macabro plan tendría que esperar a un error táctico. Ely ató el tórax del enorme escorpión a las rocas de la entrada de la cueva como si fuese un perrito y regresó junto a Ulrika

-La pobre escudera- susurró examinando la terrible herida. –Ulrik también está un poco verde, pero será un buen comandante, ten fé- La clériga pasó su mano sobre el muslo destrozado de la enmascarada y recompuso los tejidos con la gracia de sus dioses, aunque la piel quedó verduzca y arrugada. -¡No es un conjuro de rejuvenecer, querida!- Se exculpó.

El medallón de su diosa brillaba ahora con fuerza iluminando 20´y otros 20 más en penumbra.

-Ahora vamos a entrar en la caverna con los ojos muy muy abiertos y sin hacer demasiado ruido. Por cierto ¿dónde nos dejamos a ese bribón del señor Rodolfo Richtenov?- Se preguntó echando en falta a su supuesto guía -No, Tampoco es Ulrika- Explicó mirando a Urik. –Travestirla sería aberrante- murmuró como si revivir a los muertos no lo fuese.

Mientras Elyzabeth curaba a Ulrika, sonó otro ruido seco de cepo de oso cerrándose. La nueva víctima fue Pincitas.

Agh...-suspiró Ida, resignada-Ya voy yo a por la pala... Otra vez.

Sacó de nuevo la pala de las alforjas y se acercó al escorpión mientras Pincitas agitaba la pinza para zafarse del cepo. Como hiciera con Ashlyn, la palanca hecha con la pala fue suficiente como para liberar al animal. Ida, Valanthe, Pincitas, Lucifer y Aurius esperarían fuera.

Caminaron con cuidado por si acaso había más trampas en los alrededores... Avanzaron por el acantilado sin mirar al vacío... Cruzaron la cortina de agua de la cascada... ¡ZAS! Un horrible monstruo les esperaba al otro lado.

Ni uno solo de los cinco aventureros se asustó por la presencia del guardián. Ulrika ni pestañeó. Se trataba solo de un oso disecado. Tras el pequeño recibidor de las cuevas, las escaleras labradas en la roca subían hacia la izquierda.

Agradezco a Ida con un gesto su intención, pero luego tiene que venir Elyzabeth a joder lo todo. La miro con ojos fríos, casi con odio. ¿Y para qué iba yo a querer un caballo en casa? Y no me iría contigo ni a la iglesia hubiera querido añadir, pero lo callé. Me di la vuelta y seguimos.

Entramos en la cueva con un enorme oso de guardián... disecado. Chasqueo la lengua, vaya chorrada, y sigo. ¿Alguien tiene luz?

¿Y para qué iba yo a querer un caballo en casa?

-Puedes cepillar sus crines, pintarlo de colores, contarle un cuento...-

La mirada de la paladina dejaba claro que sería la última en abrir su corazón a sus locuras. Elyzabeth levantó las manos y se guardó sus mordaces respuestas para mejor ocasión.

La clériga asintió de nuevo al ver como Ida se implicaba con el grupo. A pesar de sus recelos iniciales, la novicia era uno de los pocos personajes de Barovia en los que no veía la sombra de Srtrhad.

Ayudó a liberar a Pincitas de la trampa, le acercó otro cadáver de huargo y se aseguró de que su “correa” no le permitiese alcanzar a los caballos si aún tenía hambre. -Veré si puedo curarlo- Dijo abriendo su maletín y sacando unas vendas. –También te compraré uno de estos para que no tengas que usar más trozos de tu capa- Ely levantó la vista hacia Urik y bromeó: –Con una licántropa nudista es suficiente-

Al toparse con el Oso disecado, la pálida muchacha se acercó para apreciarlo mejor. -¿Habéis visto lo bien que se conserva con esta humedad?- Acercó su delicada nariz para tratar de reconocer los ungüentos empleados en la taxidermia. Su mente empezó a maquinar cómo sacar partido a aquel cuerpo, cuando se le ocurrió que sería un buen sitio donde esconder algo. Dedicó unos momentos más para examinar el oso con la ayuda de sus poderes antes de proseguir.

¿Alguien tiene luz?

Ely levantó aún más el madallón sobre el que había lanzado el conjuro de iluminación para que Ashlyn viera su brillo. Un impulso temerario quiso ofrecer el medallón a la paladina para que esta acariciase el oscuro ídolo, pero se limitó a caminar al frente del grupo para no caldear más sus ánimos.

–Como Ulrika ha demostrado ser la más valiente, la dejaremos ir delante- Y no pudo evitar susurrar a la enmascarada –Seguro que así te ganas el respeto de Ashlyn-

Don Urik no contestó a Beth, pues él mismo tenía ciertas dudas con respecto a unos conceptos y estaba concentrado en la lucha, pero la afirmación de que Lugdana ya era una muerta viviente lo cogió desprevenido. Casi falló el último golpe que hizo trizas a otro enemigo. - Beth... - susurró, intentando controlarse. - Siempre y cuando me asegures que es el cadáver de una persona malvada, no tengo problemas en que emplees tu magia para ayudarnos contra Stradh, pero te repito que no pienso comandarla, así que deja de insistir, por favor. Te lo pido a buenas. - le dijo con convencimiento. No es que le gustara ése uso, pero era una ayuda contra Strahd, y visto lo visto iban a necesitar toda la que pudieran reunir...siempre con unos límites, claro. El paladín tenía claro cuales eran los suyos, y esperaba, por todo lo que les importaba, que Beth no sobrepasara ninguno...o tendría que actuar. 

Las miradas recelosas de Ashlyn le dijeron que la paladina estaba peligrosamente cerca de sus límites, y esperaba poder mantener la cohesión del grupo hasta al menos acabar con Strahd. Era una empresa demasiado importante como para discutir entre ellos a menos que se cometiera algún pecado irremediable o abominable. 

- El vistana quedó abajo, vigilando. Me dio su palabra, hicimos un trato y confío en él. - contestó a Beth, limpiando su espada en el pelaje de los lobos muertos. - Dejémonos de monsergas y acabemos con ésto, tenemos prisa. - y dicho y hecho avanzó hacia la cascada...pero el entretenerse en limpiar la espada hizo que Pincitas fuera quien pisara otro cepo de metal. Dejó a Ida liberando a la bestia y siguió avanzando hasta atravesar la cascada y encontrarse de cara con un oso. 

A punto estuvo Don Urik de darle un espadazo, pero la inmovilidad de la bestia le hizo estar en guardia hasta que se percató de que era un oso disecado, de mentira, de adorno. No le gustaban esas prácticas, pero tampoco estaba en contra. Se encogió de hombros mientras su excéntrica compañera husmeaba en él, y se fue adentrando en la caverna detrás de Ulrika, apretando los labios en una fina línea. Su cuervo, apoyado en su hombro tras el combate, miró hacia la oscuridad sin realizar ningún sonido...

Cada vez me siento más y más molesta con Elyzabeth. Que hable tan a la ligera de levantar muertos, precisamente aquello con lo que lucho, me hace hervir la sangre, aunque me controlo.

Sé lo que está en juego, pero enfrentarlo con una nigromante... Niego y avanzo, tras Urik.

Elyzabeth encontró una costura algó más floja en la espalda del oso. Sería genial encontrar un par de pociones en el relleno, pero solo encontró una especie de algodón con olor dulzón. La luz del medallón de Elyzabeth quedó atrás mientras Ulrika, Urik y Ashlyn avanzaban en fila india, perfectos para un aliento en linea.

¡Fsssh!

Lo que vino fue un proyectil volando a gran velocidad. Ulrika se giró para mirar atrás, y tenía un virote clavado en uno de sus ojos sin que ello le importase lo más mínimo. La cueva se ensanchaba hacia un espacio más amplio. A pesar de la falta de luz, Urik y Ashlyn distinguieron un poco más adelante una figura humanoide a la derecha, en las sombras, a unos veinte pies de distancia. De los que quedaron junto a la entrada de la cueva (Elyzabeth y Reluë), solo Elyzabeth se dió cuenta de esa presencia.

 Hemos sido demasiado ruidosos. No debimos ponernos a hablar en la entrada. ¿Y si nuestras palabras ponen en guardia a un enemigo?-dijo Reluë, desatinadamente tarde.

-Me recuerda a mi perfume- Ely hizo una pelotilla con el relleno del oso disecado y la sopló pidiendo un deseo. Los dioses la escucharon y Urik volvió a protestar atormentado:

-Siempre y cuando me asegures que es el cadáver de una persona malvada, no tengo problemas en que emplees tu magia para ayudarnos contra Stradh, pero te repito que (…)-

-¡Te lo asguro!¡Te lo aseguro!- Interrumpió al paladín. La clériga se sintió tentada de anotar las palabras del paladín y pedir que lo firmase, pero Reluë los regañó por hablar tanto. Ely siguió divagando en silencio sobre los distintos puntos de vista del bien y del mal. Concluyó que no había mentido al paladín, pero no se sintió mejor por ello. –Verde y mala. ¡Lo tuyo no son las adivinanzas! Sire-del-cuervo-parlanchín- Resopló en voz baja cuando el caballero desistió de averiguar el origen de Ulrika.

La advertencia del mago llegó tarde y un saetazo apagó una de las hermosas cuencas verdes de su macabra creación.

-¡Haish!- Se horrorizó Ely al ver aquello. La sacerdotisa trató de distinguir a su atacante, pero la penumbra sólo le dejó atisbar una silueta a su derecha. La joven no dudó, colgó su brillante medallón al cuello de la escudera y la ordenó contraatacar con una orden mental. Ulrika no necesitaba la luz para ver, pero era mejor iluminar al enemigo, que a sí misma.

Ulrika escuchó la voz de Elyzabeth en su cabeza. Era tierna y agradable, aunque sus órdenes consistían en lo contrario.

La zombi se lanzó a la carrera de inmediato. Se movía mucho más rápido que Jack, pero padecía el mismo bamboleo de cabeza y la saeta de su ojo se agitaba como la batuta de un director de orquesta. El conjuro de recitación ya no potenciaba sus movimientos, pero lo compensó con el ímpetu de la carga.  Abrió los brazos, pero se cerraron sobre el aire antes de llegar a su objetivo. La escudera seguía verde en el combate…Una excusa más para torturar a Urik para que la entrenase, se consoló Beth.

Al ver pasar a la "escudera" de Urik, cargo detrás de ella. Quien sea lo va a pasar mal.

Mi mano se mueve por la inercia, describiendo un potente arco, que gira para intentar acertar al enemigo.

La charla quedó para luego, ahora tocaba lucha, pues una saeta se clavó en la no-muerta levantada por Beth.

- ¡El enemigo está aquí dentro! - dijo nada más clavarse la saeta. Era una evidencia, pero la luz no era muy buena allí hasta que la clériga tomó cartas en el asunto y le puso su medallón refulgente a la zombi, que cargó hacia el ballestero misterioso, Ashlyn salió corriendo detrás, y Don Urik hizo lo propio.

- ¡Depón tus armas y tendrás un trato justo! - dijo el caballero, cargando hacia el combate. Con su carrera, se posicionó de tal forma que el enemigo no pudiera huir hacia el interior sin pasar por encima de él. Al llegar a su lado, terminó su ultimatum - Sólo te lo diré una vez. Tira tus armas y ríndete. -

La espada en la mano de Don Urik brilló reflejando la luz del colgante de Ulrika.

 ¡El enemigo está aquí dentrooooooooh...!

Urik sintió que el suelo se abría bajo sus pies. La baldosa cedió y el paladín cayó desde la nada despreciable altura de veinte pies. Los dioses debían de odiar mucho a Urik. Eso sí, el daño fue tan leve que ni lo sintió, aterrizando de pie sobre el fondo del pozo. Los dioses debían de amar mucho a Urik. Pero estaba atrapado y tenía muy complicado salir del foso trepando, así que definitivamente los dioses le odiaban.

Mientras, Ashlyn y Ulrika se desquitaban contra un poderoso enemigo que ni se inmutaba con unos golpes incapaces de hacerle sentir dolor. Lo primero que la luz del colgante de Boccob destacó era que el humanoide no portaba una ballesta. Lo segundo era que tenía cosida una cabeza de lobo en la cabeza, como queriéndose hacer pasar por un licántropo en su forma híbrida. Lo tercero, es que su falta de movimientos empezaba a hacer sospechar que, al igual que el oso de la entrada, estaban ante un ser disecado con una expresión de la cara realmente estúpida.

Otro virote volvió a volar desde la oscuridad, clavándose en el cuello de Ashlyn. La luz del medallón también permitió ver que cerca del hombre disecado había un gran precipicio que llevaba al más oscuro de los abismos, y al puente colgante que lo salvaba hasta el otro lado. También permitió ver a un lobo, acechando desde un recoveco más a la derecha, que emprendió la carrera para abalanzarse sobre Ashlyn.

 ¡Maarël ludigvar udverenström!

Desde la retaguardia, Reluë creó con su hechizo un charco de grasa ante el lobo.

 ¡Auuuuuuuuh...!-exclamó el lobo, antes de resbalar hasta el precipicio y, después, mientras caía por el abismo.

Tras la última jugada empezaban a tener una visión más completa del entorno. La cueva se abría hacia el oeste en dos tramos: por el suroeste, una estrecha gruta demasiado lejos del medallón luminoso como para que pudieran sondear esa oscuridad; por el oeste y el noroeste, la gran grieta por la que se había caído el lobo. El puente que llevaba al otro lado, de aspecto precario y antiguo, llegaba a la oscuridad lejana de la parte más occidental de la gruta, precisamente el lugar desde el que disparaban los virotes. Elyzabeth percibía magia también desde el otro lado del precipicio, pero aún era pronto para saber el tipo de aura y su posición exacta.

    -¡No se os ocurra cruzar ese puente!- Advirtió Elyzabeth. –No a pie, al menos- Dijo avanzando hasta ponerse a cubierto tras Ulrika y el hombre lobo disecado. Tuvo cuidado de seguir los pasos de la escudera para no caer en otra trampa.

-Presiento algún tipo de magia al otro lado del precipicio. Ese ballestero ha preparado este lugar a conciencia. Nos tiene donde quiere y si hacemos lo obvio…- Dijo señalando el precario puente sobre el abismo, -…lo pagaremos caro- Hizo una seña a Ida y Reluë para que se pusieran a cubierto siguiendo sus pasos y miró hacia Urik, atrapado en su coqueto hoyo. –¿Alguien más tiene una cuerda?, dejé la mia amarrando a Pincitas, pero con tu armadura, lo tendrás difícil en cualquier caso.

La clériga alzó las cejas al tener una idea y torturó al paladín con su tono irónico–Voy a asegurarme de que Ashlyn no acaba en un abismo y luego me ocupo de tu pequeño problema- Urik era el único que no corría riesgo de recibir un saetazo. Elyzabeth arqueó la ceja formando una curva siniestra y sonrió a la paladina: -No podrás pintarlo de colores, pero te va a gustar- La clériga cerró los ojos y convocó una montura espectral mediante cánticos e inquietantes jadeos.

El ciervo de aspecto etéreo se materializó entre ambas mujeres. El astado miró a la paladina sin emoción alguna, esperando que lo montasen. Ely en cambio, se mordió el labio con gesto ansioso. –No es ningún esqueleto- Matizó con media sonrisa.