Partida Rol por web

Era muy difícil definir cómo te sentías tras los acontecimiento de la caza de Vundak y sus hombres. No te podías quitar de la retina la imagen de aquella niña corriendo hacia el padre que acababas de matar. ¿Qué te diferenciaba de ellos? 

Necesitabas romper con todos, Nienna rara vez huye, pero por lo visto si necesitaba dejarlo todo atrás. Estabas escasa de dinero, no lo suficiente como para mendigar un trabajo, pero tal vez en algún lugar necesitaran el acero de tu espada, había sitios en los que se pagaba bien hacer de guardaespaldas o rescatar algo o alguien. Pero tenías dos handicaps. Uno ser mujer y el otro ser medio elfa. No era fácil ganarse una reputación cuando nadie te conoce. Quizá... quizá fuera más fácil uniéndose a un grupo. Aventureros los llamaban.

Tus pasos te llevaron a una población mediana. Quizá de unos 300 o 500 habitantes. En la intersección del caudaloso Anduin y uno de sus numerosos afluentes. Río = comercio = fuentes de ingresos, tal vez hubiera suerte en este lugar.

Pero hoy se te ha hecho tarde, no calculaste bien las distancias y son pasadas las doce de la noche. El pueblo tiene una pequeña fortificación con un guardia, pero este no parece dispuesto a dejarte pasar a estas horas, a regañadientes no le dices nada, pero a unos cien metros encuentras un lugar desde el que trepar y te cuelas dentro. 

A estas horas reina el silencio, solo algún perro acude a tu encuentra en busca de comida. No te cuesta demasiado tiempo encontrar la posada del lugar. "El fuego del gusano del pantano" bonito nombre. Está también está ya a oscuras, maldición ¿Y si aquí tampoco te abren?

Tirado en medio de la calle hay lo que en un primero momento te parece ser un borracho. Pero no tardas en darte cuenta que no es así. Se trata de un chico joven, tal vez de 15 o 16 años, con importantes signos de hipotermia, está totalmente empapado pese a no estar lloviendo; tirita sin cesar, y peor, tiene una flecha clavaba en el hombro. Quizá puedas matar dos pájaros de un tiro, ayudar a alguien y conseguir que te abran la posada.

Celebrasteis el éxito de la anterior misión, aunque en el fondo os carcome un poco que "la pasajera" de la barca lograra escapar. ¿Y si hubierais montado guardia donde se guardaba la barca en vez de regresar al pueblo? El flechero sin duda aprovechó cuando os fuisteis. ¿Y si hubierais intentado cruzar lo más pronto posible en vez de esperar al día siguiente?

Esas dudas no tenían respuesta y el motivo de esos viajes posiblemente no se desvelara nunca. Pero al menos dejarían de ocurrir pues el flechero había muerto. Ahora tocaba beber y celebrarlo. La fiesta se prolongó en la posada.

Aún no habíais decidido que hacer en los próximos días, vuestros pasos parecían llevaros al norte, pero no había prisa y más con la sensación de esa sombra que se alzaba al este. La sombra de las montañas de Mordor parecían proyectarse más de lo normal.

Os retirasteis a dormir, ya con tantos días pernoctando aquí el posadero os alojó en una de las mejores habitaciones, en el primer piso, una en la que cabrían perfectamente 5 camas, pero la teníais solos para los tres. Tocaba dormir la mona y no pensar demasiado.

Era sencillo dejar que el odio creciese en mi interior como si mi corazón fuese una tierra fértil y mis lágrimas bastaran para hacer brotar el deseo de venganza y el horror que causaba. Demasiado fácil, pues bastaba con no mirar atrás y pensar en que nadie merecía mi compasión, pues yo no había merecido la de otros.

Pero tampoco era exactamente así.

La visión de aquella niña sollozando y con sus manitas agarrando el cuerpo de su padre, me hizo entender que aquello no podía continuar y que perderme iba a ser mucho peor que abandonar.

Así que lo hice.

Abandoné.

Me di la vuelta, compartiendo en mi interior el dolor por mi propia pérdida con la de aquella niña, y huí sin volver la vista atrás, sabiendo que cualquier día, podría ser yo quien yaciese en el suelo víctima de la venganza de una hija o un hijo huérfanos y no tendría nada que reprocharle, porque lo merecería.

Mientras me alejaba, no sabía de lo que sería de mi vida, y en los siguientes días y semanas, ni siquiera pensé en ello. Todo el dinero que tenía lo emplee en comer y beber, dejarme arrastrar por el mismo vacío que sentía en mi interior y sopesar si podría continuar así indefinidamente o si por el contrario, debía acabar con mi propia vida.

Recuerdo aquella noche en la que me acerqué al acantilado, pensando en lo sencillo que resultaría dar dos pasos más hacia delante y descubrir que la caída que aparecía ante mí era justo lo que yo necesitaba. Solo dos pasos, uno y dos, y todo habría acabado.

Fue entonces cuando también me di cuenta de que no sería justo no devolver algo de lo que había tomado, no salvar alguna vida, para compensar las que había arrebatado. Seguramente, nada de eso justificaría lo que había hecho, o quizás sí, quién podía saberlo, pero podría sentirme mejor conmigo misma.

Así que seguí el camino hacia ninguna parte, cerca del Anduin, y cuando la noche logró alcanzarme, vi que delante de mí aparecía una población fortificada. No me costó entrar, esquivando la guardia y también su desconfianza, ni tampoco encontrar la posada. Al preguntarme si me abrirían o no a aquellas horas, me fijé en la figura que estaba en el suelo, en mitad de la calle. Al distinguir que era algo más que un borracho, un muchacho herido, tiritando y a punto de morir, saqué la manta de mi bolsa, lo cubrí y no sin esfuerzo, lo cargué entre mis brazos, dirigiéndome hacia la puerta. Me recordaba a una versión menos afortunada que yo, si es que podía considerar que perder a mi familia, no era peor que cualquier otra cosa. Pero al menos, yo seguía con vida y él parecía estar a punto de perderla.

No dejaría que eso ocurriera, si podía evitarlo.

-Tranquilo, chico. No vayas a morirte todavía –le dije, sin esperar respuesta por su parte.

Cuando llegué a la puerta, golpeé con fuerza.

-¡ABRID, DEPRISA! ¡HAY UN CHICO HERIDO QUE NECESITA ATENCIÓN! –grité, esperando despertar a medio poblado si era necesario.

Un pequeño éxito que había que celebrar con unos cuantas pintas de cerveza, buena comida y mejor compañía. Luego un reparador sueño para estar despejado y decidir que pasos seguir, el camino hacia el norte me llama ya que me acerca al hogar pero la sombra no se alza en el norte y puede que necesiten de nuestra ayuda en estas tierras un tiempo más.

Me acuesto tras lavarme bien la cara en la palangana y así al menos no dormiré oliendo a alcohol ya que la noche fue regada con cerveza. Miro si mis compañeros siguen despiertos o ya están en las tierras de los sueños, pero decido no molestar su descanso. Los humanos no suelen tener el aguante al alcohol de un hobbit entrenado en las mejores posadas de La Comarca y suelen dormirse antes.

- Un mundo hay desde aquí hasta mi hogar, y hay tantas sendas por andar... - susurro mientras miro al techo de la habitación e intento conciliar el sueño.

Tauredir Musgoverde no había celebrado mucho la victoria del grupo del día anterior. Se alegraba de que el flechero ya no fuera un problema, aunque hubiera preferido detenerlo con vida y sonsacarle sus planes. Sospechaba que había algo más que se les estaba escapando. Además, la flecha que había terminado arrebatando la vida de aquel hombre había sido suya, lo cual no le creaba especial regocijo, sino más bien todo lo contrario.

El animista fue a dormir en la habitación que les habían dado, y se sorprendió de ver al mediano todavía despierto murmurando en su cama. No pudo evitar escuchar que Mut también pensaba en continuar sus planes.

-¿Pensáis regresar a vuestro hogar, maese Mut? Supongo que Huesos y yo deberíamos continuar nuestro viaje para recolectar hierbas, tengo un contrato con el herborista que cumplir. Huesos no puede estar alimentándose de huesos toda la vida. - Bromeó.

Los uncas agradecieron tener de nuevo un sitio cómodo donde descansar. Los acomodé dándoles mimos y asegurándome de que tuviesen agua y comida suficiente. Sin duda se la habían ganado. Samman me hizo pensar en el bueno de Angainor. El enano estaría bien, pero sin duda tanto los uncas como nosotros lo echábamos de menos.

Mis amigos hablaban de futuros planes antes de dormir, y eso me recordó que yo no tenía ninguno fijo. Errante era, y errante sigo siendo. Algún día volveré a casa, si los dioses lo permiten, pero aún tengo intención de que ese viaje de regreso se posponga.

Viajar me proporciona amigos tan estupendos como los que tengo, y también experiencias de las que aprender. Sí, también de los fracasos se aprende, como bien me aconsejó hace tiempo gente más sabia que yo. ¡Qué razón tenían!

-Musgoverde, creo que el bueno de Huesos no tiene problemas con el menú, aunque sin duda preferirá que esos huesos vayan pegados a sabrosa carne fresca, ¿verdad, amigo? - Huesos era un excelente compañero, sin duda.

-Yo no tengo todavía un lugar al que regresar, y si os parece bien, me encantaría seguir compartiendo camino con vosotros. Quizás mañana podamos hablarlo mejor, delante de un buen desayuno. Eso siempre aclara la mente.

Los Uncas, pese a que no han dado problemas, siguen pasando las noches en el establo, los parroquianos se sienten más tranquilos así. A huesos si lo dejan permanecer con su dueño, mientras este se haga cargo de él y limpie si ensucia algo.

El hobbit, sin pretenderlo, inicia una pequeña charla nocturna en susurros en la habitación. El futuro es incierto y los entresijos de la tierra media grandes. Finalmente el cansancio hace presa de vosotros y quedáis dormidos.

Difícil precisar cuanto tiempo ha transcurrido durmiendo cuando algo despierta a Axe ¿Una pesadilla? 

... NECESITA ATENCIÓN! 

Es lo que escucha, un grito proveniente del exterior de la posada. Presto, enciende el quinqué y se asoma a la ventana. Allí puede ver en la oscuridad de la noche dos figuras. Una esbelta que mira en dirección a la posada y otra un poco menor, postrada en el suelo de la calle.

Los sonidos de Axe despiertan a Mut y a Musgoverde.

Una luz se enciende abajo en el salón y escucháis todos al posadero - ¡¿Quién va?! - Se abre la ventana de abajo.

Rápidamente te quitas la capa que te protege de las inclemencias del tiempo y cubres con ella al chico que la necesita bastante más que tú. 

Lo incorporas un poco pasando tus brazos por debajo de sus hombros y así lo arrastras más cerca de la puerta de la posada - ¡No! ¿Qué... qué hacéis? - El chico parece estar delirando. Balbucea cosas sin sentido y no responde con coherencia. Su cuerpo tirita sin cesar y parece al borde del abismo de la muerte.

Pero tus gritos pronto obtienen frutos. Primero una luz que se enciende en el primer piso, allí una ventana se abre y ves el rostro de un humano de abundante barba que se asoma. Cubre con su mano la luz del quinqué que porta y otea en tu dirección intentando ver en la oscuridad.

No pasan apenas dos suspiros cuando se enciente otra luz, esta vez de lo que debe de ser salón principal de la planta baja. Y otra ventana se abre junto a la puerta, este tiene que se asoma ahora tiene toda la pinta de ser el posadero - ¡¿Quién va?! 

Me resultaba difícil comprender como alguien podía dejar a un chico allí tirado de cualquier manera, pero solo hasta darme cuenta de que la crueldad no tenía límites entre la gente, y que por cada persona que mostraba bondad y generosidad, había al menos otra que actuaba de manera contraria.

En cuanto lo cubrí, noté que tiritaba y que necesitaba entrar en calor rápidamente. Lo que no esperaba era que protestase y se resistiese cuando comencé a arrastrarlo.

Ni siquiera me molesté en contradecirle, sino que continué tirando de él hasta llegar a la puerta y entonces, grité para que me abriesen.

-Acabo de encontrar a un chico muriéndose de frío aquí fuera. Abra inmediatamente o no aguantará mucho –le respondí, mirándole con cierta fiereza. No estaba acostumbrada a tratar con la gente, y mucho menos a pedir algo, pero en aquella situación, se trataba primero del muchacho y luego de mí.

Desde luego, bien pensado, había sido una suerte encontrarlo puesto que de otra manera, mis posibilidades de pasar la noche a cubierto habría sido ninguna.

Pero no tardé en despreocuparme por mí misma y centrarme solo en salvarle la vida a aquel joven, fuera quien fuese.

No sabía si se trataría de un vagabundo, de un ladronzuelo o un huérfano que andaba buscando comida y cobijo sin nada que ofrecer a cambio. Quizás cuando más tarde tuviese oportunidad de registrarle, hallase alguna respuesta.

-¿Va a abrir o dejará que se muera delante de su puerta? –le insistí, sin dejar de mirarle.

El corazón me palpita queriendo salírseme del pecho. Mientras respiro agitado, aún intentando recordar qué oscuro mal sueño me ha despertado de forma tan súbita, escucho ese grito...

Me asomo a la ventana, y mientras miro al exterior noto que a mi espalda Mut y Musgoverde dan señas de estar despiertos. El posadero grita queriendo saber quiénes son las dos figuras que vemos en la calle, y yo me dirijo a mis compañeros, sin dejar de mirar también afuera:

-Amigos, algo extraño pasa. Lamento haberos despertado, pues una pesadilla me estremeció... pero ahora algo más ocurre ahí fuera. Fijáos con cautela. Esas dos figuras y esa extraña escena... He oído cómo alguien gritaba que "necesita atención"... parece que uno de ellos está herido. La otra parece una mujer. Quizás deberíamos socorrerles.

Musgoverde se despertó alertado por los sonidos que procedían del exterior de la posada, pronto notó que Huesos, quien dormía a su lado, estaba bufando con las orejas levantadas y la cabeza erguida. El perro había escuchado antes que nadie el jaleo que había fuera. Eso y los ruidos que hizo Axe terminaron poniendo en alerta al animista. Musgoverde se giró hacia la voz de Axe, que fue el primero en hablar, mirando en las tinieblas de la noche su silueta entrecortada por la escasa luz que se colaba del exterior.

-Vamos. - Dijo el animista levantándose de la cama. - Pero tened cuidado.

Antiguamente, Musgoverde había tenido conocimientos amplios sobre el tratamiento de heridas y diversas enfermedades, pero desde que había adoptado, años atrás, aquella vida de eremita poco recordaba de los libros de medicina que había leído en tiempos y de sus prácticas como curandero. Era un experto en hierbas, y eso incluía las curativas, pero lamentablemente no había gozado de tiempo para forrajear por los alrededores en busca de algo que pudiera servirle para aquella situación.

- Vayamos a ver qué sucede - digo mientras cojo mi espada corta y la cuelgo al cinto además de mi zurrón donde tengo algunas hierbas y cosas que podrían ser de utilidad si hay alguien herido. - Llevo mi zurrón que algunas hierbas y ungüentos me quedan, mañana tocará ir a reponer sus existencias al herborista de la ciudad pero bueno si con ello salvamos una vida se habrán aprovechado bien... 

Con todo ello me preparo para bajar las escaleras el primero mientras les digo a mis compañeros:

- Uno de vosotros debería cubrir al resto por si son malhechores, aunque por lo hemos visto no lo parecen...

-Cierto, yo mismo os cubriré con arco y flechas. Si no hay problema, os ayudaré. Me quedo entonces aquí en la ventana para cubrir más terreno.

No eran tiempos para andarse sin cuidado, el hobbit tenía toda la razón. Saqué mi arco y cargué  una flecha en él, vigilando desde mi improvisada atalaya que no sucediese nada más.

El chico no tenía fuerzas, y estaba más delirando que siendo consciente de lo que estaba sucediendo en realidad.

– Ya voy, ya voy… - Refunfuñó. Cerró la ventana y no tardó en abrir la puerta. Se acercó y le puso la mano en la frente al chico - Cielo santo, si tiene un pie en el otro barrio…

Una mujer apareció abrochándose una bata, con la pinta de ser la mujer del posadero por el tono con el que le habló – Enciende la chimenea, necesita entrar en calor.

El posadero se dirige a la chimenea del salón y comienza a echar unos troncos para prender el fuego. Aún estás delante de la puerta con el chico, pero desde ahí  ves bajar por las escaleras a lo que parece ser un anciano, seguido por un perro, y un ser pequeño del tamaño de un niño pero que lleva una espada corta en la mano.

Rápidamente os vestís y os organizáis, en este mundo toda precaución es poca, así que Axe montará guardia desde arriba, mientras los otros dos bajan a ver qué sucede.

Huesos resopla, protestando, pero no tarda en activarse dispuesto a seguir a su amo.

Bajáis las escaleras. Veis a una mujer alta y esbelta en el linde de la puerta, a sus pies un chico que parece claramente malherido, una flecha sobresale de uno de sus hombros. La mujer lo va arrastrando poco a poco hacia el interior.

El posadero y su mujer también están en pie. El primero le pone la mano en la frente al chico - Cielo santo, si tiene un pie en el otro barrio…

La mujer del posadero  abrochándose una bata le dije a su marido – Enciende la chimenea, necesita entrar en calor.

El posadero se dirige a la chimenea del salón y comienza a echar unos troncos para prender el fuego.

Rápidamente os vestís y os organizáis, en este mundo toda precaución es poca, así que Axe montará guardia desde arriba, mientras los otros dos bajan a ver qué sucede.

Huesos resopla, protestando, pero no tarda en activarse dispuesto a seguir a su amo.

Mientras tus compañeros bajan preparas tu arco y miras de nuevo al exterior. Definitivamente la figura más alta se trata de una mujer - ¿Va a abrir o dejará que se muera delante de su puerta? – Le pregunta al posadero

Ves que el posadero abre la puerta y le pone la mano en la frente al chico que está semi inconsciente - Cielo santo, si tiene un pie en el otro barrio…

Identificas la voz de la mujer del posadero desde el interior de la sala – Enciende la chimenea, necesita entrar en calor.

Oteas los exteriores, no ves nada fuera de lo normal, todo permanece en silencio, ni sombras extrañas ni nada.

El hombre no se lo pensó más tiempo, lo cual era de agradecer porque ya casi parecía que iba a abandonarnos allí en mitad de la noche, a nuestra suerte. Cuando abrió la puerta, se mostró visiblemente preocupado.

-Yo diría que casi los dos -apostillé.

Su mujer, que apareció justo detrás de él, le dijo que encendiese la chimenea y como yo sola tampoco podía arrastrar al chico, estaba claro que le iba a tocar a ella.

-Ayúdeme a llevarlo -le pedí.

De alguna manera, conseguimos acercarlo a la chimenea entre las dos. No era demasiado pesado, pero arrastrar el cuerpo inmóvil de alguien era una tarea más complicada de lo que parecía. Mientras lo hacíamos, vi como otras dos personas y un perro bajaban por las escaleras.

-Lamento haberles despertado, pero es cuestión de vida o muerte. Me he encontrado a este joven en el suelo. No tengo ni idea de lo que le ha ocurrido, pero no podía dejarlo allí -expliqué, terminando de arrastrarlo y levantando la vista para observar bien a todo el mundo.

Al mirar con más atención, vi que la espada estaba empuñada, no por un niño, sino por un hobbit. Si esa era la respuesta ante cualquier ruido, estaba claro que ellos huían de alguien o no confiaban en nadie. Bien, eso era una buena señal, en parte, puesto que al menos no podrían protestar demasiado. El sigilo sería incluso de más valor para ellos que para cualquier otro.

-No os preocupéis. - Respondió el anciano que bajaba las escaleras sujetando su bastón al lado del mediano y el perro. -Deberíamos avisar a Axe. - Le dijo al mediano al ver el panorama.

Vio como entre ambos llevaron al muchacho malherido junto a la chimenea y encendieron un fuego para que entrara en calor. La explicación de la mujer despertó la curiosidad del viejo. Musgoverde se acercó hasta el herido y estudió el estado de su herida, intentaría ayudar en todo lo que pudiera pero no haría nada que excediera sus habilidades, ya que podría empeorar el estado del herido, el cual era grave.

-¿Dónde decís haberlo encontrado? - Le preguntó a la mujer tras examinar al muchacho. -Posadero, ¿sabéis si en los alrededores crece alguna planta curativa?

El anciano se mostró comprensivo y se acercó para examinar al muchacho. Por lo visto, no eran los únicos en aquel lugar y todos viajaban juntos. No era de mi incumbencia, desde luego, pero la vida del chico era mi principal preocupación en aquellos momentos.

-Estaba en mitad de la calle, agonizando. No sé de dónde vino ni si llevaba mucho tiempo de esta manera. Tampoco he tenido tiempo de ver si se trata únicamente de frío o alguna clase de enfermedad, o si ha recibido alguna clase de herida. Lo miraré ahora si me permitís -expliqué, abriéndole ligeramente las ropas y examinando el cuerpo del chico para asegurarme de que no había más problemas de los que veíamos.

A pesar de todo, al verlo en aquellos momentos con mayor claridad, una vez lo acercamos a la lumbre, empecé a pensar que no habría forma de salvarlo. Ya fuese porque aquel era el final de una larga lista de sufrimientos o porque alguien se había encargado de dejarlo listo para recibir a la muerte, se me antojaba complicado.

La esperanza era algo que habitualmente no contemplaba, pero de todas maneras, dejaría que me arrastrase un trecho, como una pequeña corriente en un río de escasa profundidad, hasta que oyese el sonido de la cascada. En ese momento, volvería a tierra firme y recuperaría la visión de como eran las cosas en realidad.

Envaino la espada corta y decido abrir mi zurrón para ver lo que tengo en mis enseres en busca de remedios para salvar su vida:

- Tengo Thurl y algo de Arfandas. También Rewk y una baya mirennas, además de algunas vendas. - miro para Musgoverde y le pregunto - ¿Crees que te servirán? Lo importante es sacarle la flecha pero evitando que se desangre... 

Luego voy hacia la escalera y le grito a Axe:

- Axe, baja y trae lo que tengas de hierbas. Hay un chico malherido y necesitaremos de tu fuerza para quitarle una flecha... 

Miro al posadero y le pregunto:

- Si me permite voy a hervir agua en la cocina, puede que tengamos que calentar en el carbón algún cuchillo bien afilado para ver si se le puede sacar dicha flecha. Y necesitará algo fuerte para retomar fuerzas, aunque de eso sé que tendrá de sobra en su cocina...