Partida Rol por web

Bristo es un pequeño pueblo pesquero situado en la isla Kuwayo. Algunos de vosotros sois de aquí, otros venís de fuera y algunos sois... lo que llaman "visitantes", llegados de otro lugar y otro tiempo que habéis rehecho vuestra vida en Caribdus. Hace una semana un tal Bill Bonlo puso un cartel en el poste de la plaza donde prometía riquezas a los aventureros que le ayudasen a recuperar una herencia familiar.

Os encontráis ahora en El Pajar, la taberna y centro de ocio local.La música de la zanfoña que toca un hombre tuerto en un rincón se escucha desde la puerta antes de entrar.  Es un lugar rústico según los estándares de las tabernas de los grandes puertos, pero sirve a las necesidades de los lugareños. Buena comida, cerveza fuerte y camas limpias, con disponibilidad a lo largo de todo el año a precios razonables. Nathaniel, el dueño de la taberna, sirve bebidas sin parar tras la barra donde exhibe orgulloso un ajado mapa con una gran X roja marcando un lugar no muy lejos de Bristo. La taberna esta a estas horas a rebosar y la tabernera va llevando jarras de cerveza y platos de madera con tierna carne y verduras que tapan un poco el olor a tabaco. Fuera una suave llovizna cubre el pueblo, mojando a todo el que para mucho rato a la intemperie. Lo normal el Caribdus.

Sentado en una mesa esta Bill Bonlo en la mesa que indicaba en el cartel, haciendo un gesto para que os acerquéis

Bill Bonlo es un Masaquani de piel oscura, vestido con ropas de calidad aunque no muy llamativas. Os espera junto a una mesa algo apartada del ruido y la música y agita una copa de vino haciéndoos gesto para que os acerquéis a medida que vais llegando a la taberna. Cuando estáis los cuatro reunidos y parece que ya no va a llegar más gente hace un gesto a la tabernera para que se acerque y pide una jarra de buen vino y cuatro copas más. 

-Disculpad amigos-dice amable- ¿alguno quiere otra cosa?-os ofrece.

Mies pies no llevaban demasiado tiempo en tierra firme, pero el caso era que me aburría si no tenía nada entre manos y bueno, cuando escuché que había quien buscaba gente para recuperar algo me pareció que podía ser lo mío. No es que le viera demasiadas diferencias a los términos "recuperar" y "sustraer". 

La taberna la conocía de sobra, así que no tuve problema alguno para llegar a ella y además, apenas tuve que preguntar quién era el que ofrecía trabajo, pues a parte de ganarme un par de respuestas de babosos diciendo que ellos podían darme un trabajo aquella noche, hubo gente más amable que me indicaron quién era. 

Nos juntamos cuatro personas en aquella mesa, mientras el hombre nos ofrecía vino. 

- Nunca le hago ascos a un buen vino. - Respondí con una sonrisa en los labios. 

Si el trabajo no me convencía por lo que fuera, al menos me llevaría la copa de vino entre pecho y espalda. 

Después me centré un poco en estudiar a aquellas otras personas que habían acudido para el trabajo, a fin de cuentas, tendríamos que conocernos un poco si íbamos a trabajar juntos ¿no?

Un poco de dinero extra no me vendría nada mal y si, en lugar de poco se trataba de grandes riquezas como prometía aquel cartel, entonces tenía que apuntarme sin dudar, sólo esperaba que fuera un trabajo... limpio, aunque trabajos de ese estilo pocos había en aquel lugar.

No tuve que preguntar por la taberna en cuestión pues, a pesar de ser un tugurio un tanto cochambroso, daban buena comida, no tan buena bebida y sus aposentos no estaban frecuentados por pulgas y chinches, todo un detalle que se agradecía si alguien quería pasar una noche allí, ya fuera solo o con compañía.

Cuando entré en el local tuve que entrecerrar un poco los ojos pues el interior estaba mejor iluminado que la luz que hacía fuera ya que no había dejado de caer una fina lluvia en casi todo el día. Una vez que me acostumbré a la luz, al ruido y a la mezcla de olores busqué a la persona que había conseguido que yo me encontrase allí en aquellos momentos. Debía ser aquel hombre que hacía una seña para que me acercara. El tipo se lo montaba bien ya que se encontraba muy bien acompañado.

—Caballero, mademoiselle —saludé con una ligera inclinación de cabeza antes de sentarme con ellos—. Vino estará bien —contesté agradecido por la invitación. Un buen trago era lo que necesitaba y si encima era gratis muchísimo mejor—. Por cierto, ya que quizás seamos compañeros no estaría de más que me presentara. Mi nombre es Claude, Claude DuPont para serviros —añadí con una sonrisa de medio lado mirando fijamente a la mujer. No estaba mal, nada mal y sería muy agradable para la vista tener una compañía como aquella a mi lado, aunque seguramente sería tan peligrosa como bonita.

Me parece que es la primera vez que entro en esta taberna, y mantengo la cabeza agachada mientras cruzo entre las mesas y los parroquianos, intentando alcanzar la mesa donde está sentado el tío que ofrece la misión. Las cosas no me van del todo mal, pero nunca se tienen suficientes suministros y tengo algunas necesidades bastante caras. De todas maneras si la misión no es de mi agrado no dudo que podré conseguir trabajo donde lo necesite, la gente con mis habilidades suele ser bastante reclamada en los barcos.

Creo que llego la última, ya que hay otro chico presentándose. Con gesto tranquilo me escurro hacia un lado y me siento tras saludar ligeramente con la cabeza. Acepto la copa de vino con una sonrisa tranquila, y miro fijamente a los otros tres que se han presentado. Un hombre mayor, un chico y una chica más o menos de mi edad. A saber en qué nos metemos. El chico joven parece muy interesado en la otra mujer sentada a la mesa, así que espero en silencio a ver si alguien más se presenta, observando sus posturas y pensando si serán el grupo correcto para mi. Igual hasta cuela y nos da más información de la misión antes de que nos apuntemos al bombardeo...

Pete llega a la mesa, renqueando al son de su pata de palo acompañada de la bota derecha de cuero duro, se encuentra joven y fuerte pero la sal del mar ha castigado su piel y el jabón jamás le fue presentado. Luce una lustrosa y sucia barba donde los restos de las comidas del día anterior se podrían adivinar para un observador muy meticuloso. Pete toma la copa de vino y la vacía de un solo trago y señala el plato de carne de los comensales de al lado - *Hombre pues si pregunta jejeje

*Un plato de eso por favor y una botella de ron

Deja a un lado de la mesa un mosquete y se arremanga su camisa barata de tercera mano. Lleva un morral de cuero, bastante abultado pero sin nada de interés.

**Yo soy Pete el Inglés

Cogió la botella de vino y rellenó su copa para dar otros dos tragos y dejando la botella de tinto a su alcance mientras traían lo pedido, girándose continuamente para observar al músico y asentir con ganas haciéndole aspavientos.

*Dinos Bill, ¿Cual es la recompensa? - Conseguir una reliquia familiar y blablabla, pormenores que no interesaban a Pete, él quería algo que empezara a hacerle mover las piernas, y lo primero era una promesa de oro. Si Bill empezaba explicando su lacrimógena historia Pete iba a necesitar más ron.

Bill os mira a los cuatro durante unos segundos mientras prueba el vino. Parece satisfecho con vuestra presencia.

- Parece que ya estamos todos-dijo el hombre inclinándose hacia delante y apoyando sus brazos en el borde de la mesa-. Como ya sabeis mi nombre es Bill y quiero contraros a los cuatro. La recompensa será generosa, os lo aseguro. Pero antes dejadme contaros una breve historia - el hombre se volvió a acomodar en la silla, su cara cambio borrando la sonrisa cálida de su rostro-. Hace trece años -comienza-, lo perdí todo por culpa de la gran inundación - en ese momento la joven camarera trae un plato con carne y verduras estofadas y lo sirve en silencio. La gran inundación sepultó cientos de pueblos y ciudades en el océano y está claro que Bill sufrió ese destino igual que muchos otros. El hombre continua su narración mientras la camarera se asegura de que todo el mundo tenga lo que ha pedido-. Entre los tesoros perdidos se encuentra una vieja herencia familiar, una brújula propiedad de nuestra familia durante generaciones. Es valiosa pero su valor sentimental para mí es superior al económico.

Hace poco descubrí que mi ciudad natal se encuentra mas o menos intacta, si bien, está bajo cincuenta brazas de agua marina-os confirma-. Me gustaría contrataros para que vayáis al lugar y recuperéis mi brújula. A cambio, podéis quedaros con cualquier otra cosa que os encontréis en el lugar.

Bill hace una pausa para beber y después os mira volviendo a sonreir.

- Puedo proporcionaros un balandro y la tripulación necesaria para dirigirlo. No tendréis que preocuparos de nada hasta llegar al lugar. Además puedo entregaros dos pares de pociones de las profundidades, suficientes como para que realicéis la inmersión-el hombre hace una pausa mientras observa como reaccionáis-bueno, ¿Que me decís?

Parecía que uno de mis nuevos compañeros iba a resultar bastante entretenido, al menos, me hizo sonreír divertida cuando me observó de aquella manera. 

- Rheena Sutton. - Respondí antes de guiñarle un ojo. 

No estaría tan mal tener un compañero al que poder echar un ojo de vez en cuando, pues me resultaba atractivo y en los barcos no era algo que viera demasiado. 

- Seguro que se me ocurre algo en lo que me puedas servir, sí... - Me reí después de usar sus palabras para llevarlas a mi terreno. 

No tardó en acercarse otra mujer, que no parecía tener intención alguna de entablar conversación y poco después, un hombre que venía hablando en varios idiomas. 

- No sabía que hubiera que mostrar nuestras habilidades antes de aceptar el trabajo. - Pensé. 

Nos sacaron de comer también, a lo que comencé a dar buena cuenta mientras escuchaba lo que nos contaba Bill. Al tener la boca ocupada, no le interrumpí en ningún momento mientras daba su explicación. El trabajo parecía sencillo, pero... 

Al final, tuve que preguntar, no iba a aceptar un trabajo sin saber dónde iba a pasear mi bonito trasero. 

- ¿Y de qué zona marina estamos hablando? 

Claramente no era lo mismo ponerse a bucear en un sitio que en otro. 

El hombre asintió.

-No está muy lejos-dijo dandoos las coordenadas- está a unas cincuenta leguas naúticas al este de aquí. Si el capitán no me informó mal son solo unos cinco días de viaje si el viento no está en contra-explicó

Lo sabía, una historia lacrimógena. Suerte de la moza, que se llevó una palmada en el trasero tras dejar la botella de ron, centro de la devoción de Pete que apenas la cogió dió un sorbo demasiado largo para sus propias capacidades, dejando que el calor subiera por el esófago en un efluvio ligeramente nauseabundo y traducido en un eructo tras su mano izquierda 

BoooooorP~

Se rascó allí donde debería estar su gemelo izquierdo, ahora una pata de palo que aún así le daba picores. Donde quiera que estuviera su pierna fijo que tenía un cangrejo correteando por el gemelo.

Si hay tesoros que compensen el peligro tendrás tu reloj o brújula o lo que sea, si no hay nada y el pago es lo que haya alrededor, se quedará durmiendo con los cangrejos.  Un balandro será perfecto, a pie de cubierta soy todo un lobo de mar pero si me haceis subir por jarcias mal trueno me parta que no valgo ni un real

Dió otro trago a la botella de ron y la ofreció a quienes serían sus compañeros. Dando una palmada con su mano izquierda sobre la mesa - Yiah, yo no necesito saber más

Echó otro vistazo a sus compañeros. Parecían muy jóvenes, grumetillos de libros y cuadernos, de duelo rápido y fácil, de orgullo alto y dignidad elevada.

Estoy con mis pensamientos involucrados en otro sitio, pero cuando oigo al hombre barbudo hablar en otro idioma y presentarse levanto la cabeza. Los largos mechones sueltos de pelo castaño claro me acarician los hombros desnudos, y sonrío de medio lado.

Comprendo totalmente al hombre. Si a mí me hubiera pasado eso también querría recuperar mis recuerdos a cualquier precio, pero no es mi caso: mi familia está bien y a salvo. Sigo atendiendo a la conversación mientras tiro de un hilo que se ha soltado de mi falda.

-Yo soy Nera.- Escucho en silencio la explicación mientras me pongo cómoda. No me apetece mucho comer, así que subo ambos pies a la banqueta y apoyo la barbilla en mis rodillas. Ante lo que dice el hombre que se hace llamar Pete me encojo de hombros.- Supongo que si no sabemos exactamente qué hay sólo tenemos que ir y mirar, ¿verdad?

Acababa de dar el primer trago de vino cuando otra joven se acercó a nosotros. Enarqué una ceja encantado de tener a dos bellas señoritas como compañeras y, si aceptaban la propuesta de trabajo, iba a resultar una interesante aventura sin lugar a dudas. Estropeó un poco la idílica imagen que me estaba formando la aparición de un cuarto interesado en el asunto, un hombre feo, sucio y de modales un tanto rudos. Estaba claro, me tendría que conformar con las señoritas, en especial con Rheena, o así se presentó, aquella hembra era puro picante.

—Eso podremos hablarlo en privado —murmuré en tono malicioso, acercando ligeramente mi cara a la mujer antes de volver mi atención a nuestro anfitrión.

En ese momento fue cuando llegó la explicación por parte de Bill que escuché a medias, todo hay que decirlo, centrado como estaba en la comida que nos acababan de poner en la mesa. No está nada mal y seguí comiendo, mostrando mejores modales que los de Pete, al cual acabé rechazando con un gesto de la mano su invitación a un trago de ron, prefería seguir con el vino.

—Reconozco que mi cabeza me hace estar de acuerdo con el… caballero —casi me atraganto al pronunciar aquella palabra refiriéndome a Pete—. Aparte de la brújula no sabemos qué más puede haber de ese tesoro, lo mismo son cien monedas de oro que un puñado de piedras, aunque… —esta vez mi sonrisa fue dirigida a la otra joven llamada Nera a la que comparé con algo más dulce. Pimienta y caña de azúcar, bufff… menuda combinación más explosiva—. Mi corazón acepta las palabras de mademoiselle Nera. Tenemos un barco y tripulación, vayamos a echar un vistazo —dije con énfasis mientras alzaba mi vaso de vino y daba un largo trago—. ¿Estáis de acuerdo mis bellas damas? No me rompáis el corazón diciéndome que tenéis negocios más importantes que tratar que ir al rescate de un tesoro hundido —miré a Pete sabiendo que aquel viejo lobo de mar, seguramente acabaría aceptando la propuesta—. Seguro que te mueres de ganas de vivir una buena aventura ¿a que sí, viejo?

-Si os preocupa que os podáis quedar sin tesoro-dijo el hombre anticipándose- podéis calmaros, como os dije la ciudad se mantiene más o menos intacta lo que significa que en las casas seguirán teniendo los objetos de valor y las monedas que tuvieras sus habitantes... antes de morir-dijo bajando la cabeza un segundo- podéis entrar en todas las casas que queráis y coger lo que podáis cargar. Yo solo busco la brújula de mi familia-dijo sacando un viejo papel, algo sucio con varios garabatos dibujados en él. Distinguís varias casas alrededor de lo que parece ser la plaza principal. Algunos de los edificios están marcados con números los cuales os explica que edificios son: La taberna, la herrería... y su propia casa marcada con el primer número- En cualquier caso -os dice-, tenéis la posibilidad buscar en cualquier casa en busca de vuestra recompensa... y no son pocas.

Intenté hacer memoria a ver si me sonaba aquel lugar, pero siendo sincera, enseguida se me olvidaba donde había estado y donde no a menos que no a menos que me las hubiera visto putas para salir del lugar. Sí, así era, sólo recordaba los lugares que me habían dado problemas, que tampoco eran pocos. 

- Pues parece que ya has encontrado quien vaya a por esa brújula. - Dije dirigiéndome a Bill en vista de que todos habían aceptado y bueno, a mí la posibilidad de encontrar un tesoro ahí abajo me parecía de lo más tentadora como para no apuntarme. 

Sí, había ignorado un poco a Dupont pero así el juego resultaba más divertido. 

- Contamos con esas pociones que nos has comentado entonces. - Sí, nos serían de gran utilidad. 

Seguí comiendo, pues a pesar de que estaba delgada comía tanto como dos marineros gordos y al cabo de un rato volví a hablar. 

- ¿Cuándo está previsto que zarpemos?

Bill sonrió conforme.

-Desde que os he visto entrar sabía que erais las personas que buscaba. ¡Menos mal!-dijo aliviado- Quedé con el capitán Davis que partiríais mañana temprano. Reuníos con el en el puerto, su barco es la Moza Valiente. Un buen balandro-dijo y entonces se levantó y alzó su copa de vino- Y ahora, ¡Brindemos! ¡Por que esta empresa llegue a buen puerto! ¡Por los tesoros!-dijo animando al resto a brindar. Incluso algunos hombres de alguna mesa cercana se sumaron al brindis, sin saber muy bien por que, animados por la música y el alcohol.

Habíamos cerrado el trato y, a pesar de que mi subconsciente me emitía señales de aviso sobre aquel trabajo, preferí ignorarlos dejándome llevar por la música, el vino y la comida y, sobre todo, la contemplación de las dos bellezas que nos acompañaban Sabía que debería interrogar mucho mas al tal Bill ya que todo lo que contaba sonaba bastante raro, pero la recompensa ofrecida conseguía que las dudas quedaran disipadas... por el momento.

Porque ¿quién arriesgaría tanto dinero contratando marineros, barcos y provisiones para rescatar una simple brújula? Allí había gato encerrado sin lugar a dudas y esa brújula debía ser mucho más de lo que Bill nos había dicho. Además, ¿por qué no iba él? Eso sólo podía significar que la zona a la que íbamos, y que yo desconocía por completo, era altamente peligrosa. Sí, debería haber planteado muchas más dudas y haber efectuado más preguntas pero el vino seguía calentando la sangre y las cabezas y la música invitaba a cantar y bailar.

Habíamos cerrado un trato que esperaba resultase muy beneficioso para todos, en especial para mí. Sonreí ampliamente y levanté mi vaso para brindar.

—Por el éxito de este fructífero trabajo —pronuncié antes de beber todo el contenido del vaso de golpe.

Miro a Bill absorbiendo la información que nos está dando y asiento con la cabeza.

-Entonces ya está todo dicho, mañana zarpamos.- Bajo uno de mis pies y al cabo de un par de segundos vuelvo a subirlo a la banqueta, sonriendo ante la idea de una nueva aventura. Siguiendo el ejemplo de nuestro contratador y del chico joven levanto la copa en un brindis.- ¡Por una singladura tranquila y buenas ganancias!

Pete gira la cabeza para ver el mapa. Menuda chorrada. Para ver que el pueblo hundido tenía casas bastaba con la inmersión, el mapa no aportaba nada excepto....  Pete colocó el dedo sobre el tiburón que había dibujado en la parte superior del mapa - Tendremos que tener mucho cuidado, parece un monstruo gigantesco - Paseó sus ojos por los presentes pero no destacaba el arma de ninguno de ellos - Hahahahaha bien engalanados para el tiburón sí señor, brindemos pues

Llenó su copa vacía con el ron y brindó con el resto - Cuatro tras el cofre hundido - Vació la copa en su gaznate y la lanzó bien lejos por encima de las cabezas del resto, haciendo cuatro aspavientos a los más cercanos para que se animaran a cantar mientras levantaba su botella - Yoho ho ho, y una botella de ron - Acababa sus estrofas con un largo trago de la botella

Hasta la mañana la noche es joven y el ron corre por parte del bueno de Bill, la noche es generosa con nosotros.

Por el tesoro, y por la Valiente Moza - decía animando a todos en aquella taberna a brindar

Bill pidió otra botella de vino y de ron, no de las caras precisamente, y hizo que las llevaran a la mesa. Al cabo de un rato decidió que ya era hora de irse, no sin animarles antes a que se divirtieran y aprovecharan la noche en conocerse entre ellos.

- Eso si-dijo- mañana por la mañana no lleguéis tarde a la hora acordada. No bebais demasiado.

Se despidió con una sonrisa, apurando su copa de vino y dejando a sus recien rontratados que bebieran y charlaran entre ellos.

- ¿La moza valiente? - Me reí al escuchar el nombre del navío. - Creo que me estaban esperando. - Ahí ya reí con más ganas. 

Pues nada, que parecía que todo el mundo tenía ganas de brindar, así que yo fui levantando el vaso cada vez que alguien brindaba por algo y ya de paso, iba bebiendo claro. ¿Cómo era eso de "oveja que bala, bocado que pierde"? En este caso era trago que pierde, pero que venía a ser lo mismo. 

Apenas terminamos de cenar, Bill nos envió a la mesa una botella de ron, lo cual era todo un detalle. 

- ¿Es cosa mía o está siendo demasiado espléndido? - Dije mientras abría esa botella e iba echando en los vasos de todos. 

Sí, no quería ser la agorera, peeeero algo me decía que nos íbamos a encontrar con algo que no nos iba a gustar un pelo. Eso sí, ahora ya me veía en la obligación de saciar mi curiosidad y ver aquel pueblo submarino y sus correspondientes peligros.