Partida Rol por web

Niego con la cabeza ante los comentarios que oigo, no me gusta esta disputa sin sentido.

Lady Talashia, nadie niega ni vuestro valor ni vuestra habilidad para resurgir de entre los muertos, tal como lo hacía la mítica ave Fénix. - Digo con una reverencia - Pero, sin ánimo de ofender y aún a riesgo de hablar delante de alguien que no es de fiar. Creo que vos debéis tener en cuenta lo que vos misma nos explicásteis. Tuvísteis que huir de los Montes Milenarios donde Baesa y Dacen murieron, donde Rendam casi muere y donde Ragkrul tuvo que quedarse para poder distraer a los monjes que os atacaban y que pudiérais conseguir el libro. Desde allí fuisteis a las Tierras Sombrías, en donde os encontrásteis con Abaliv, Adaeric y Vladia, tres asesinos acólitos del Mal Supremo, por lo que tuvísteis que volver a huir. - Me encojo de hombros antes de continuar. - Ahora bien, si vais a ir allí, decidme, por favor, ¿cual es el límite de vuestra habilidad?, ¿podéis volver de entre los muertos una vez al día?, ¿una vez durante el día y otra durante la noche?, ¿Cuanto tiempo pasa antes de que volváis de entre los muertos?, ¿podéis volver tantas veces como sean necesarias? ¿Que ocurriría si al volver de entre los muertos os mataran una y otra vez, sin pausa y sin descanso? Tened en cuenta que es lo que pasará si estáis rodeada por asesinos que os quieren ver muerta. - Miro a Rendam antes de continuar - Maese Weispell es vuestro defensor y protector, pero ¿cuanto tiempo podrá aguantar él frente a tres asesinos y acólitos del Mal Supremo? Dacen y Baesa ya murieron, Rendam casi lo hace y Ragkrul estaba dispuesto a hacerlo. - La voz me baja una octava antes de continuar - Yo no soy el más indicado para deciros nada, ya que yo querría ir allí a matar a los asesinos, pero a los goblins nos inculcan desde pequeños que la Caravana es más importante que los individuos, la Caravana no se puede sustituir, los integrantes de ella si. Ahora me he dado cuenta de que mi nueva Caravana está formada por los que luchamos contra el Mal Supremo y por la propia Umbría, y por tanto mi deber está allí donde estén los Elegidos ya que debemos ir juntos. Me he tragado mi orgullo, me he tragado mis ansias de venganza, me he tragado el odio e incluso he aceptado que Maxra puede que sea una Elegida y por ello debo respetarla y perdonar que atacara a Gys. - Miro a Talashia directamente a los ojos antes de continuar. - Tal vez vos también deberíais aceptar por fin el hecho de que ahora sois una Elegida y que deberíais dejar de comportaros como una niña mimada y aceptar que los Elegidos somos mucho más fuertes juntos y que debemos pensar en el interes de Umbría y en el del Bien Supremo, no en nuestras propias metas, y que tanto Umbría como el bien común está por encima del orgullo y de los deseos personales.

Tras decir esto, hago una profunda reverencia y me alejo unos pasos para poder preparar mi escaso equipo para el viaje. Guardo mis cosas en la mochila y en un petate, cargo la ballesta y me llevo una flecha a la boca, para poder recargar la ballesta con rapidez si es necesario, al no saber lo que nos vamos a encontrar al otro lado es mejor ir preparado. Maxra se acerca y me pregunta por el cofre de Julius, por lo que saco la flecha de la boca, ya que no es fácil hablar así, y le hago una breve reverencia antes de responder a su pregunta:

Por desgracia, Lady Maxra, el Cofre de Julius fue destruido por acólitos del Mal Supremo, y por lo tanto está perdido para siempre. Ojalá tuviera tiempo para poder explicaros con más detalle todo ello, pero en estos momentos debemos decidir a dónde nos dirigiremos. Eso sí, si nos acompañais al Castillo del Rey Cail, os prometo sacar tiempo para explicaros todo lo ocurrido con todos los detalles que recuerdo sobre el asunto.

Termino mi breve explicación con una nueva reverencia y finalmente vuelvo a meter la flecha en la boca mientras vuelvo a sujetar bien la ballesta, para estar preparado.

Sólo podía hacerlo una vez, aunque con tiempo y materiales podría volver a hacerlo.

Respondo a Maxra mientras guardo la ración que me ofrece Gys. Entonces miro a los que han sido mis compañeros de viaje y vuelvo a alzar la voz.

Al final... ¿Dónde preferís que me dirija? ¿las Tierras Sombrías? ¿El Valle de la Desolación? ¿Otro destino? Necesito una respuesta pronto.

Entonces miro de soslayo a los protectores.

Podéis mirar en mí cuanto gustéis, no encontraréis nada de utilidad.

- Acompaña a los dos orcos al valle de la desolación - respondo al escuchar la pregunta de la elfa de ébano.

Cruzo la sala, y poco después las conversaciones se detuvieron. El sonido de la mejilla de Gys al ser abofeteada rompe el sonido de los chascarrillos que se extienden por tantas bocas hablando a la vez. No le hería en otro lugar que su orgullo, pero hay cosas que no iba a tolerar.

-Nunca más... ¿Ha quedado claro?.- En silencio me vuelvo a colocar el guante en la diestra mientras la marca de mis dedos enrojece la tez del mercenario.- Id a apoyar al Rey Cail. No os lo voy a negar, me aliviaría saber que sigue con vida y que termine todo con él en el trono. Pero iré al Valle. Punto.

Recojo mis cosas y el libro. 

-Donde quiera que vayamos, habrá luchas en las que arriesgaremos nuestras vidas. No puedo permitirme ver a mi padre morir si he de seguir adelante. Los dioses no lo quieran. Os deseo la mejor de las suertes en el asedio. ¿Cuando nos vamos? Maese Pispas, si os preocupa y tenéis curiosidad, puedo resurgir de entre mis cenizas cada vez que muera. Además, cuento con cierto seguro de vida.- Pienso en la poción que obtuvimos en el monte milenario.- No os preocupéis, no soy sólo una niña.

Me mantengo al lado de Talashia, un paso atrás. Estoy mirando al suelo escuchando las palabras de todos. Es cierto que deberíamos ayudar al Rey, pero la hija del fuego parece convencida de su decisión.

- Entiendo lo que decís. Y en cierta manera estoy de acuerdo con vosotros... pero si Talashia decide ir al valle, yo debo acompañarla. Si no podemos acceder a él iremos a la Ciudad del Fuego. No puedo hacer mucho más. -

La reacción de Talashia ante nuestras palabras me hace negar con la cabeza y suspirar de pena al ver su reacción, más infantil que otra cosa, a pesar de que lo niegue. Pero lo que me deja totalmente desconcertado es el comentario de Rendam, lo que me hace girarme hacia él con una ceja levantada y mirarlo entre sorprendido y preocupado.

Disculpad, Maese Weispell, pero estáis mintiendo, y lo sabéis. - Digo tras quitar de mi boca el virote. - Fuisteis vos quien dijo que iba a ir al Valle de la Desolación acompañado de Lady Talashia, no fue ella quien lo propuso, ella sólo ha confirmado que iría allí con vos. Y ahora, con una actitud mucho más propia de una niña pequeña, mimada y consentida, que de una Elegida de Umbría no quiere entrar en razón, a pesar de saber, como sabe, que los Elegidos somos más fuertes al ir juntos, y prefiere arriesgarse de forma innecesaria. - Miro a Rendam a los ojos fijamente antes de continuar. - En cuanto a vos, esta burda excusa de “Lady Talashia quiere ir yo no puedo hacer nada” no me la trago, ya que fuisteis vos quien lo propuso, no ella, y por lo tanto me hace replantearme algunas cosas que daba por supuestas y preocuparme por las consecuencias que han tenido sobre vos vuestros últimos actos.

Vuelvo a ponerme el virote en la boca y me muevo para tener un buen ángulo de visión sobre el resto del grupo, especialmente sobre Pia, confiando en el alcance de la ballesta.

Las discusiones se suceden, algunos demuestran que la inteligencia y el raciocinio brillan por su ausencia. Unos que no discurren, otros que parece que se quieren suicidar y otros... que parece que son más idiotas de lo que aparentan. 

Pero las palabras de Ela me reconfortaron, al parecer alguien me valoraba en aquella sala y contaba conmigo, aparte de aquel orco, al cual miré extrañado al llamarme de aquella manera. -Lo siento Ragkrul, no te negaré que la idea de ir a esas tierras a repartir un poco de amor es más que tentadora... pero creo que mi destino es estar junto a Gys, Pispas y Ela. Puede que no sea un protector, ni un elegido, pero no le temo a la muerte y prefiero dar mi vida protegiéndolos para así tener alguna posibilidad de vencer. -miré entonces a los interpelados. -Voy con vosotros. -dije antes de guardarme la poción y la coraza que me dio Gys.

No añadí nada más, pues estaba claro que allí no pintaba mucho más. Como había dicho, ni era un elegido ni un protector por lo que mi opinión no iba a ser escuchada por casi nadie. Aunque la señorita "yo renazco y soy más chula que nadie" se está ganando una colleja para que deje de hacer el gilipollas.

Miro a Pispantorín, suspirando con resignación. - Recordar que el Rey está en peligro en la Ciudad del Fuego me ha hecho recapacitar. Estaría dispuesto a ir allí si Talashia así lo decide, pues no puedo separarme de ella. Sin embargo, antes de poder cambiar de opinión ella ya ha dejado claro que va a ir sí o sí al Valle. Espero que lo entiendas ahora. - comento cruzado de brazos

- El agua apaga al fuego – respondo en primer lugar apartando su mano antes de que me golpee en la mejilla - A ver estúpida niñata, aquí todos tenemos libertad para decir las cosas que estimemos oportuno. ¿Qué te crees que eres más que el resto? ¿Por que eres una princesa y una elegida? Madura de una jodida vez, maldita niña caprichosa y consentida. Si mueren los héroes que te protegen y van a ayudarnos en el combate final, ¿que reino vas a gobernar cuando llegue el día de hacerlo? Yo te diré ninguno, porque por mas que puedas resucitar, que podrás hacer sola contra el hechicero supremo. Con un poco de fortuna te quitara la vida para no despertar jamás, pero si es el cabrón que imagino, te matara todos los días para que renazcas de nuevo y veas la desolación y la ruina del que antaño era tu reino - clavo mis ojos en ella, es una mirada fría – Hablas del sacrificio y la muerte con ligereza, como alguien que no sabe realmente lo que significa. Lloras por las esquinas por la muerte de Dazen, pero desprecias y escupes sobre su sacrificio comportándote como alguien que no tiene dos dedos de frente. Dio su vida para que vivieses y tú que haces, malgastas su sacrificio y su vida lanzándote a una tarea, que no es tuya. Tú misma dijiste que los elegidos tendrían que batirse contra el hechicero oscuro, esa es nuestra misión y debemos estar listos para ese momento, mientras que el resto debían cumplir con otras tareas. Ir a ese valle es una de ellas, protegernos es otra. ¿Acaso crees que voy a dejarte sacrificarlos porque te ha dado el maldito antojo de ir al valle y te crees mas capacitada que nadie? Lo llevas claro - Avanzo hacia ella - Si hace falta, te dejare inconsciente a golpes, te encadenare si es preciso y te llevare al castillo por la fuerza, ten por seguro que la gran mayoría de personas, que están aquí me ayudaran a hacerlo si hace falta. Y en el castillo delante de tu padre te daré la azotaina que el debió darte hace mucho tiempo, para que dejes de comportarte como la niña malcriada que eres.

Creo... no, sé que necesitáis algo de disciplina.

Digo mientras observo cómo se dibuja una pelea sin sentido ante mí.

Son cinco elegidos. Uno de ellos era Fladnag, y yace en las Tierras Sombrías. Tal vez deba de ir allí y traer su espíritu para que corte las hostilidades, por que con lo que veo, el Mal Absoluto no lo va a tener nada difícil.

Hablo con suavidad, aunque mis palabras bien podrían ser cortantes como el acero que blando con habitualidad.

Miro a Rendam a los ojos fijamente durante unos interminables segundos, antes de volver a quitarme el virote de la boca. Tal vez sería mejor si lo dejara en el carcaj hasta que nos vayamos, pienso mientras sujeto el virote con la mano que sostiene la ballesta para así poder tener la mano buena libre, ya sea para poder disparar la ballesta o para desenfundar.

Si habéis reconsiderado vuestra postura, Maese Weispell, - Digo con un tono de voz lo más neutro posible. - Tal vez en lugar de lamentaros deberíais tratar de convencer a Lady Talashia de la necesidad de viajar a la Ciudad del Fuego, ya que de poco servirá detener al Mal Supremo si no tenemos un lugar al que volver. O de que es mejor que los Elegidos vayan juntos. Al fin y al cabo vos sois su defensor y su protector, y ella confía en vos. Decís que vos no podéis separaros de ella, ¿entonces ella sí puede hacerlo por su cuenta y riesgo, Maese Weispell? - Suspiro decepcionado ante la situación y su actitud. - Que fácil es decir a los demás lo que tienen que hacer, pero que difícil es hacer uno mismo lo correcto, ¿no os parece?

No tengo otra que colocarme entre Gys y Talashia, de lado para colocar una mano sobre el hombro de la elegida. - No voy a tolerar ningún tipo de amenaza por ninguna de las dos partes. Los seguidores del mal ahí fuera están preparándose para acabar con nosotros y discutir no va a ayudarnos a acabar con el Mal Supremo. -

- Quizá sea mejor que lo hagamos, Lady Talashia. Si sigue firme en su convencimiento iremos allí, sin embargo es posible que nos quedemos solos junto a varios sirvientes del mal. Los Elegidos están mucho mejor unidos y si nos dirigimos allí, podremos combatir desde allí una vez que hayamos descubierto al cuarto elegido. - le dijo a la elegida del fuego - No me perdonaría jamás perder al Rey. -

Braka se hallaba ya listo para partir cuando las palabras de la elfa de oscura tez le atraviesan los pensamientos con el poderío de su mejor hachazo. Entonces el desconcierto fue tal para él que su mente se colapsó, eliminando todo nervio y tensión que dichas palabras le habrían causado. -Amm...buen detalle el comentarlo, sí. Yo...no tenía ni idea de que fueran cinco, quizá es algo que todos sabéis pero yo no. ¿Y uno yace ya muerto? ¿Podremos acabar con el Mal Supremo aun así? Y...¿los elegidos no lo son por los elementos? ¿No hay solo cuatro elementos? Y el hecho es que en el Reino de los Muertos nunca ha habido un Fladnag. Esto es un lío... -acabó diciendo el orco negando con la cabeza sin comprender casi nada.

Mi silencio denota el cansancio que siento. Esto está abocado al fracaso se mire por donde se mire, y yo cada vez tengo menos ganas de nada. Lo cierto es que nos veo débiles, frente al enemigo que nos amenaza. Miro el arco y las flechas que hay en el suelo. Flechas tengo en mi equipo, pero no arco, por lo que me dirijo a recogerlas, echando previamente una mirada a Ela y sonriendo, a la espera de que ella sonría también frente a esta broma privada y acaben finalmente las desavenencias surgidas. Maxra está muy callada también, en cierto modo me siento responsable de ella, puesto que ha sido la única que ha confiado en mi sin ambages y le debo un cierto respeto, pero no voy a emprender un viaje que me lleve directa a la muerte. Mi conciencia dubita unos minutos pensando qué actuación es la más adecuada, seguirla o despreocuparme y dejar que sean otros los que la guarden.

Miro a los presentes. Veo descontrol, veo desorganización y no me gusta. Lady Talashia exigiendo y mandando sin preocuparse de nada ni nadie. Un nuevo compañero surgido de la nada... Pero esta es nuestra vida.

Me acerco a Maxra en mitad de todo este pandemonium tras coger el arco, y más para sus oídos que para los del resto, susurro:

- Iré con vos a donde vayáis y os intentaré proteger con todas mis fuerzas, siempre y cuando allí quepamos todos. En caso contrario, no me arriesgaré. Espero que de ser así, podamos reencontrarnos en otro momento, y os trate de elegida. - Termino con una sonrisa.

Decido permanecer inmutable a todo lo que se diga a partir de ahora -no pienso tener en cuenta las mentiras, tonterías o insultos que se puedan decir hacia mi persona. Nada me alterará a partir de este momento.

Pero eso me duró poco...

Según empiezo a oir hablar a Raenhmi mi cara cambia de rictus -no puedo creer lo que estoy oyendo. Esta elfa no se entera de nada. ¿Acaso ha vivido la misma realidad que el resto de nosotros cuando estuvimos en las tierras sombrías o en los montes milenarios?

Tengo que decir algo ante el asombro de los presentes -Por favor no hagáis caso a Raenhmi, no sé si estará aturdida de tanto viaje por diferentes portales o si el juicio de los enanos ha nublado su mente, pero eso que dice de un quinto elegido es incierto. Los elegidos son cuatro. Fladnag es un mago que conocimos pero no es ningún elegido, estaba loco y decía muchos improperios, pero os puedo asegurar que sólo existen y existirán cuatro elegidos. Que no cunda el pánico. -termino con mi explicación y me quedo mirando a Raenhmi con ojos de estupefacción.

Como bien dije antes, considero necesario ir al valle pues dejar que los servidores del Mal Supremo se apropien del poder que allí se esconde podría inclinar la balanza a su favor. Sin embargo, que los elegidos se separen es una locura...

Cassandra parecía preocupada.

Sino somos capaces de llegar a acuerdos entre nosotros, será nuestro fin. Recuperar la ciudad del Fuego y salvar al Rey es también necesario. Recordad que en una guerra importan los números. El Rey tiene un ejercito, debemos ayudarles y reclutarles para nuestra causa. ¿Acaso creeréis que el Mal Supremo no traerá un ejercito? Necesitamos el nuestro.

Sino empezamos a pensar con la cabeza, la perderemos pronto, me temo.

Rendam se interpone entre la elegida del fuego y yo, y por fin toma partido en la discusión, decantándose por ir al castillo del rey, ahora solo queda la elegida del fuego entre en razón. No es que me sienta muy orgulloso de haber sido tan cruel con ella pero no había otra manera. Solo espero que las últimas palabras de Cassandra ayuden a que renuncie al ir al valle de la desolación y se una al grupo del resto de elegidos y protectores.

- Cassandra, en principio Braka, Ragkrul y Raenhmi son los que están dispuesto a ir al valle, si quieres acompañarles serían cuatro. El resto iríamos a la ciudad del fuego, si Talashia finalmente decide acompañarnos, lo bueno de esta opción es que cada elegido contaría con alguien que cubriese su espalda, si llega el momento de combatir. Personalmente creo que es nuestra mejor opción, los cuatro elegidos juntos ayudando a levantar el asedio de la ciudad del fuego, y tres valientes que se arriesgan por evitar que el poder del valle caiga en manos del mal supremo.

Mientras los aventureros discutían dónde ir o dónde no ir, los enanos fueron entrando con varios cacharros de esos para transportar. La cuestión para el viaje era sencillo, simplemente uno se subía a uno de esos cacharros, este se cerraba con una cúpula de cristal y diciendo el nombre bien alto de la zona a la cual se desea ir entre las tres opciones, el transportador hacía que el cuerpo viaje instantaneamente tras darle el botón de inicio que estaba junto al trono de Tuk.

Todos y cada uno fueron subiendo a los transportadores, y estos, se fueron cerrando herméticamente. Pero una brisa fresca recorría el interior, por lo que no quedariáis ahogados de ninguna manera. Y así, uno a uno fueron diciendo en voz alta el lugar a dónde querían ir...

Pero cuando le tocaba a Talashia, una gran explosión sacudió la sala.

Todos los enanos comenzaron a correr con las armas alzadas, justo cuando otra explosión hizo retumbar toda la chabola. moviendo los transportadores. Claro que ninguno de los aventureros podía salir de allí, ya que estaban cerrados y sólo un enano que supiera la combinación podría sacarlos de allí.

Una flecha enorme, disparada de la oscuridad, golpeó el pecho de Tuk, haciendo que cayera del trono entre estertores. Zik corrió hacía él, mientras las defensas enanas comenzaban a repeler el enemigo. El Anciano Tuk escupía sangre, al mismo tiempo que os miraba con los ojos llenos de lágrimas.

Sonrió por lo que sería su última vez y alzó la mano para darle al botón.

En ese momento, Talashia, gritó a viva voz: ¡A Fuego!

Rendam no lo podía creer, golpeó con fuerza el cristal y gritó entre dientes: ¡Fuego!

Lo último que pudistéis ver antes de desaparecer fue al viejo Tuk dándole al botón y cerrando lentamente los ojos, al mismo tiempo que Zik se giraba, con los ojos completamente en blanco y con dos enormes espadas de luz brillante en sus manos...