Partida Rol por web

Poco a poco, la terrible sensación de escozor fue desapareciendo. Con el rostro aún empapado, Fernando abrió los ojos, pero todo lo que veía era una neblina gris moteada de pequeñas lucecitas danzantes.

Sin poder fiarse de sus ojos, trató de aguzar el oído para intentar descubrir qué había pasado con sus camaradas... y con los tipos de la cabaña.

¿Estáis aquí? ¿Estáis bien? ¿¡Qué cojones era eso, por Dios!?

El arco se resbaló de mis dedos. Incluso sentí cómo aquel humo se deslizaba entre ellos, y me obligaba, de alguna u otra forma a soltarlo, y a su vez a dejarme caer, pues el dolor que sentí era tremendo. A los pocos segundos de aquella bocanada, caí para atrás, quedándome tumbado en el suelo, bocarriba. El arco, embarrado junto a mi mano, y mi cara, en dirección al infinito cielo, estaba siendo empapada por el agua de la constante lluvia.

Era... era como si una espada me hubieran clavado, por mil sitios a la vez. No sabía exactamente qué parte me dolía más, bueno si... ¡mis ojos! Cuando tuve suficiente capacidad para notar que movía mis dedos, me los llevé a la cara, los toqué, y mis párpados me dolían, provocándome un terror apabullante: estaba ciego.

Hay quien dice que la vista es el mejor de los sentidos, el más útil, no por lo que puedas conseguir, sino por las cosas que puedes seguir viendo. Sin embargo ahora, aún siendo oscuridad (casi igual de oscura) la noche y mi visión, totalmente negra, comprendí aquello que dicen acerca de los que ya no ven: sus sentidos se agudizan. No se si es verdad, pero lo cierto es que mientras la lluvia me azotaba en la cara y el cuerpo, estando tendido, una imagen se me vino a la mente, y tan sólo pude pronciar una palabra.

Zarah..., Zarah, Zarah... -decía susurrante "mirando" las imágenes que lograba imaginarme-.

Completamente cubierto de barro y empapado por la lluvia que seguía cayendo Ordoño, tirado en el suelo, intentaba inútilmente aliviar el escozor de su piel y sobre todo de sus ojos hasta que, lentamente se fue sumiendo en la oscuridad y todo a su alrededor dejó de existir para él.

Pese a que ninguno está particularmente fino de oído en la mañana de hoy, escucháis cómo alguien sale de la cabaña y pasa a poca distancia vuestra. Al estar el extraño cerca vuestro las fosas nasales se os inundan de un olor extremadamente fuerte como a huevos podridos que hace que se os revuelvan las tripas y os den ganas de vomitar.

Escucháis a alguien respirar entrecortadamente e incluso varios de vosotros notáis cómo os echa el aliento en la cara, un aliento nauseabundo que huele peor que la mierda de una vieja  desdentada y diarréica tras comer carne pasada.

El extraño no habla, sino que suelta un gruñido largo y tenido

-´GRHHAAAUUUUUUUUUUUUU -es un sonido a caballo entre un gruñido y un aullido de un lobo, jamás habíais oído un animal que lograra articular un sonido como aquel.

Tan pronto como se detiene el sonido, Guzmán y Fernando recuperan la vista...

Abrís los ojos:

Ya no hay humo amarillo por ninguna parte, pero véis a Rasiq junto a la puerta abierta de la cabaña, el sarraceno está encorvado y casi sentado en el suelo. Poco más hacia vosotros están Amir y Ordoño , éste tirado en el suelo a uno de los lados de la cabaña. No véis por ninguna parte a nadie, el extraño se ha ido, pero al mirar al suelo descubrís horrorizados una huellas enormes que no son humanas

Y que a primera vista no sabéis relacionar con ningún animal. Las huellas salen desde la cabaña y desaparecen junto al cuerpo de Ordoño, que es el que más lejos está de la cabaña. Aún persiste el olor penetrante a huevos podridos...

Sacude el barro de la cara, y comienza a buscar su espada. La agarra con firmeza y se pone en posición de lucha, preparado para la batalla. ¡Ven a mi infesta criatura!, te desgarrare las tripas en nombre de dios. Con la otra mano busca entre sus ropajes las Devociones que siempre le habían ayudado en el campo de batalla, aquellos que le habían ayudado en tantas ocasiones a salir airoso de un mal paso.

Al ver que nada respondía a su llamada, y ver a su compañero herido en el suelo, se acercó a Ordoño. Qué diablos ha formado esas extrañas huellas. ¿De quién podría ser? Esto es cosa de brujas y demonios.

¿Cómo estáis? Le pregunto a Ordoño con la esperanza de recibir una respuesta, pero no obtuvo ninguna respuesta. Juntémonos todos, tenemos que esta unidos, grito al resto del grupo.

La primera idea de Fernando tras recuperar la vista es apretar a correr y no parar hasta haber dejado la niebla, la cabaña y el bosque bien atrás; todo aquello era más de lo que podía soportar el pobre cazador. Asaltos, tormentas, humos misteriosos y horrendas criaturas eran una combinación demasiado terrible para él.

Pero no podía abandonar así a sus compañeros. Quizás hacía poco que les conocía, pero los cinco juntos habían logrado llegar vivos hasta allí, y no era el momento de abandonarles.

Viendo que Guzmán también había recuperado la vista y se estaba ocupando de Ordoño - a las puertas de la muerte de nuevo - él se dirigió hacia la choza, para ver si quedaba alguien en su interior. Para llegar hasta la puerta tuvo que pasar por encima del pobre Rasiq, tumbado en el suelo, extenuado, quien parecía estar murmurando algo que solamente tendría algún sentido para él mismo.

Tensando el arco y con una flecha preparada, Fernando entró en la cabaña...

Cuando todo se hubo oscurecido, intenté volver a la realidad, a la noche, estar juntos con mis compañeros, y verles. Imposible, me incorporé y por mucho que abría los ojos y me los restregaba conl las manos llenas de barro, no podía ver. Había perdido la vista.

Eso fue un terror extenuante para mi, pues no podía pensar en otra cosa. Tanteé hasta tocar mi arco, me lo guardé a la espalda, e intenté ponerme de pie, hasta que lo conseguí.

Siñores... -dije tanteando-, vámonos di aquí... is il Mal..., si llivó mi vista, ¡no dijimos qui si llivi nuistras vidas! -dije tal sin casi saber si iban a entrar en la casa, aunque por el ruido y las voces enseguida lo confirmé. Sin lugar a duda que era un lastre para el grupo, al menos sin visión.

Amir intenta abrir los ojos, el escozor poco a poco se apacigua y siente un alivio que invade todo su cuerpo. Cuando finalmente abre sus párpados, sólo puede distinguir figuras borrosas que se mueven en la cercanía.

De pronto, una serie de raros sonidos gutales seguidos de las palabras de Fernando.

¡Ven a mi infesta criatura!, te desgarrare las tripas en nombre de dios

Tenemos problemas de nuevo...

Entorna sus ojos intentando enfocar la vista, pero sigue sin poder distinguir más que manchas difusas y la impotencia se apodera de su mente.

Amir gatea cerca de dónde intuye que está Fernando por el sonido de su voz, mientras aferra su cuchillo y se prepara para la defensa en caso de que sea necesaria.

No puedo ver bien! si podemos salir de aquí, hagámoslo!! pero creo que es demasiado tarde...

Al entrar en la cabaña ves que...

¡ Está atestada de gente!

Hombres y mujeres en al menos media docena de cada están alineados en el suelo de la choza sentados con las piernas cruzadas sobre el suelo de arena de la choza*

Todos se hayan en el más absoluto silencio y al entrar giran sus cabezas hacia ti pero no dicen nada. En el centro de la choza te llaman la atención tres losas de piedra dispuestas de manera casi triangular (una en horizontal sobre dos verticales), sobre la losa horizontal hay tres viejas especialmente repulsivas vestidas con una especie de túnicas de lana de color pardo.

Es más, al entrar tú las viejas están a medio vestir.

Saqué mi telek. Aunque no pudiera ver, aunque estuviera ciego, cualquiera que se acercase a mi con malas intenciones se llevaría un sinuoso agujero como regalo...

Fernando apunta indiscriminadamente con el arco a la gente que hay dentro de la cabaña.

¿¡Qué está pasando aquí!? ¿Qué era este humo diabólico que ha salido por la puerta? ¡Por Dios que si no me contáis qué sucede os encierro a todos en la choza y mis compañeros y yo le pegamos fuego, con todos vosotros dentro!

Bloqueando el dintel de la puerta con su cuerpo, Fernando se gira un segundo hacia los demás.

¡Eso está lleno de gente! ¡Y hay tres viejas casi desnudas!

Señor, señor... qué diablos sucede en este bosque. Maldita la hora que se me ocurrió apuntarme a defender la caravana.

Por respuesta el silencio más absoluto...

Nadie escucha absolutamente nada, salvo una gran cantidad de pies arrastrándose en el interior de la cabaña.

Las tres viejas terminan de vestirse mientras te miren sonriendo, casi ninguna tiene dientes y muestran unas encías negras como el carbón.

La gente que estaba sentada sobre el suelo se pone en pie y camina hacia la salida sin decir nada, te miran a ti que estás en la puerta, en medio de su camino pero... no te miran, es como si sus miradas te traspasasen...

Asustado por las miradas vidriosas de los pueblerinos, Fernando se aparta de la puerta y deja el paso libre para que puedan salir.

Además, tampoco le hace ni pizca de gracia volver a cruzarse con las tres viejas desdentadas - el pobre cazador está completamente seguro de que son brujas.

Fernando vuelve con sus compañeros.

Chicos... de la casa están saliendo labriegos de todo tipo, y parece que estén drogados o algo... podríamos seguirlos hasta su aldea, quizás.

Y por favor, por favor, no os metáis con las tres viejas sin dientes. Creo que son brujas.

Fernando parece estar sinceramente asustado por todo aquello.