Partida Rol por web

Fort Doom: Dead Lands

Capítulo 8: As de Tréboles

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29/10/2013, 07:53
Frank

— Trato hecho padre.— respondió.

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29/10/2013, 20:40
Gabriel Sánchez

- Estupendo - Tras lo cual le sonríe y sale por la puerta tras llamar al guardia para que pudiera abrir la celda, en busca de lo prometido, mientras piensa - Pobre hombre... Al final no parece tener mal fondo, o eso me parece... Aunque intuya lo que pueda significar para alguna gente el uso de un arma...

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31/10/2013, 19:17
Gabriel Sánchez

- Al poco rato regresó con una bandejita, y nada más verle, el guardia le abrió la puerta, con lo que se acercó a Frank - Aquí regresé - Y le acerca el plato con un trozo de pan y un vaso de agua - Es lo máximo que he podido conseguir...

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02/11/2013, 10:02
Frank

— Gracias — el viejo vaquero se agarró al plato. Tenia bastante hambre y el estomago se habia estado quejando desde hacia tiempo pero decidió tomarselo con calma. Saborearlo. Disfrutar de aquella que debia ser su ultima comida. Asi que se sentó entre la paja y comió despacio. Cucharada tras cucharada e intercalando de vez en cuando un trozo de pan y un trago pequeño de agua.

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02/11/2013, 23:46
Capitán Rogers

Por un instante el naipe se agitó bajo la cálida lumbre de la cerilla, se retorció brevemente y se deshizo en cenizas. Fue solo un instante, pero pareció acaparar toda la atención del capitán mientras el prisionero hablaba. Luego, se echó hacia atrás y lo escrutó, entornando los párpados. Por su cabeza correteó una duda que pronto se trastocó en certeza.

No lo sabe.

Eso haría el trabajo más arduo, complicado… y arriesgado, concluyó aquel pensamiento con una leve sonrisa apenas perfilada en la fina línea de sus labios. El mestizo ignoraba a qué se enfrentaba y, por engreimiento o mera estupidez, creía que solo acabaría con el “Gran Lobo”. ¿Se habría equivocado con él? No, estaba seguro de eso. Pero tendría mucho trabajo por delante y debía realizarlo con discreción y premura.

El tiempo apremia.          

Ignorando de momento la pregunta de Dakota, se volvió hacia el cabo y murmuró:

—No lo sabe.

El hombre, consciente de lo que implicaban aquellas palabras, solo inquirió:

—¿Será esta noche?

El capitán asintió en silencio, sin apartar la mirada del prisionero, y exhaló unas últimas bocanadas de humo.

Rogers era un hombre de mediana estatura, de contextura fuerte, piel bruñida, frente ancha, ojos pequeños y penetrantes, árido y fatalista, que tenía subordinados, no amigos. Pero a diferencia de otros oficiales, nunca se lo vio hacer proyectos para el porvenir. No buscaba dinero ni gloria. Vivía austeramente  y, pese a su fama de implacable, era justo y generoso con sus hombres. Su sabiduría en el arte de la guerra, su coraje en la batalla y su capacidad para imponer disciplina hicieron que sus hombres le tuvieran una lealtad perruna. Con él se sentían seguros y tratados con equidad.  Y aunque no les exigiera ningún riesgo que él no corriera, no tenía con ellos la menor contemplación. Por quedarse dormidos durante la guardia, por retrasarse en la marcha o robarle a un compañero los hacía azotar. Y al que retrocedía cuando había dado la orden de resistir lo ejecutaba. Además de temerle, sus hombres lo estimaban. Quizá porque jamás había dejado en el escenario de combate a ninguno de sus hombres. Los heridos eran llevados en su propio caballo si era necesario, aún cuando la operación pusiera en riesgo la partida. A sus subordinados les intrigaba ese jefe silencioso, reconcentrado, distinto. Se decían muchas cosas sobre él, muchas ciertas, algunas no. Y otras, muy inquietantes. Pero nada de eso parecía importarles.

Tras un largo silencio, el capitán exclamó:

—Ya has respondido a mi pregunta. —Y una sonrisa sarcástica asomó en su rostro— Dakota cree demasiado, y poco de lo que cree es cierto. ¿En verdad deseas atrapar al “Gran Lobo”? Porque estás equivocando el camino… Pero tengo un trato para ti. Si aceptas, ambos conseguiremos lo que buscamos.

Definitivamente tenía mucho por hacer y su cabeza ya trabajaba en ello. La Agencia había decidido combatir el fuego con fuego y Rogers estaba de acuerdo con eso, pero… ¿cuál fuego? Sonrió para sí y deslizó la punta de su lengua por sus resecos labios. El jugador estaba varios pasos delante de Dakota, estudiando sus movimientos y desorientándolo con sus jugadas, al punto de que el mestizo creía estar tras los pasos del él… cuando en realidad solo era una baraja más del escurridizo tahúr. Pero era hora de cambiar eso.

El Jugador había echado sus cartas sobre la mesa y había subido la apuesta. Mucho. Demasiado quizá.

Y Rogers sabía el porqué.

Era hora de mostrar las suyas: un bonito póquer de ases. Dakota, él mismo, aquello que el mestizo pronto descubriría… y un poco de suerte.

Solo un poco.

—¿Estás dispuesto a hacer un trato?

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03/11/2013, 01:15
Gabriel Sánchez

El padre había rezado en silencio por el vaquero apenas le dio el plato. Esperaba que el condenado se hubiera unido en su rezo. Lo esperaba por su alma inmortal.

Quería insistir sobre escuchar sus pecados, aliviar su carga antes de que el cowboy se enfrentara al amanecer, pero Gabriel sabía que no serviría de nada.

—Te dejaré comer y descansar. Si quisieras hablar o... preparar tu alma para el tránsito... solo tienes que preguntar por mí. Soy el padre Gabriel.

Tocó en la puerta de la celda para que le abrieran los guardias. Entonces pareció recordar algo.

—¡Ah! Un soldado de buen corazón me dio esto para ti. Dijo que te haría la noche más corta. Estar entretenido.

Acompañando esas palabras, el padre Gabriel le dio al vaquero un mazo de naipes gastados.

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05/11/2013, 03:03
Dakota

Dakota reaccionaba muy lentamente a los estímulos presentados ante él. O no reaccionaba en absoluto. Demostraba poco interés en los soldados y en su capitán; en la habitación en la que esperaba ser interrogado o en sus propias heridas. Toda la imponente, aunque sucia, anatomía del mestizo rebosaba sobre la silla de despacho que le habían ofrecido. Sus ojos seguían mansamente cada movimiento de aquel tipo como única señal de que le prestara atención.

La respuesta se demoró lo que pareció una eternidad. El cabo presente fue el que más sufrió la espera, y seguramente estaba pensando soltar la lengua al indio con un golpe cuando la voz ronca y grave sonó.

—¿Qué querer de Dakota?

Acompañó estas palabras con un encogimiento de hombros a la vez que alzaba sus manos, mostrando sus cadenas.

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06/11/2013, 16:33
Frank

Frank cogió los naipes de la mano del sacerdote y los dejó en el suelo, al lado de donde estaba y siguió comiendo del plato. Despacio. Muy despacio. La comida estaba mejor de lo que uno hubiera esperado. Recordaba un par de sitios en la frontera donde le hubieran cobrado dos pavos por algo mucho peor que aquello.

— ¿Cómo está el indio?— preguntó secamente al padre sin separar la vista de la comida

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07/11/2013, 20:36
Gabriel Sánchez

- Mirando al vaquero - Está algo herido pero bien, su vida no corre peligro - Tomando un segundo - Aún así, decir que no se de momento qué harán con él, pues hasta este momento no le han puesto hora para su fusilamiento, en el caso de que ese sea su destino...

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18/11/2013, 20:37
Frank

Frank asintió, sin más que decir al sacerdote. Nunca había sido religioso y no pensaba empezar ahora, a un paso de la horca.

No era esa clase de cobarde.

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18/11/2013, 21:39
Gabriel Sánchez

- ¿Una partida de naipes? Aunque sea para entretener la mente un rato... - Dijo a modo de ruptura del gélido y mcabro silencio que se apoderaba de la celda por momentos

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18/11/2013, 21:53
Frank

-Nunca he jugado sin apostar, padre. Ni tampoco con un cura...

Aun así, el vaquero empezó a barajar los naipes y echó un vistazo desconfiado hacia la puerta.

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19/11/2013, 02:02
Gabriel Sánchez

Curioso ante su respuesta - Bueno, aunque no soy de apostar, la verdad es que no es que tenga mucho que ofrecer, pero en esta situación no se me ocurre nada...

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21/11/2013, 16:59
Capitán Rogers

El capitán se encogió de hombros con un ademán cansado.

—Quiero que saques del juego al “Gran Lobo”.

Se incorporó lentamente y caminó hasta el ventanuco ubicado unos pasos atrás, desde donde se dedicó a observar con detenimiento el trajinar de los soldados, y permaneció abstraído en esa contemplación durante un buen rato. Al fin, como si retomara el hilo de una conversación, dijo:

—Eres un lobo solitario, no obedeces a otra cosa que a tu instinto. Yo en cambio… —El hombre giró la cabeza y clavó en el mestizo sus pequeños ojos grises, como dos rajas de insomnio— Soy un militar: obedezco órdenes y tengo bajo mi mando la vida de estos hombres. Además, de nosotros dependen muchas otras vidas. —Un interminable silencio siguió a sus palabras. Finalmente añadió, con cierto cansancio en la voz. —Estamos condenados. Demasiados años en la boca de este infierno pudre hasta los huesos, pero estamos vivos. Y, mientras sigamos vivos, detendremos el avance de las abominaciones que escupe esta maldita tierra. Pero hay una que está fuera de mi alcance. No puedo deshacerme de él sin desobedecer órdenes explícitas ni comprometer a mis hombres. —Se encogió de hombros, encendió un cigarro y, tras una larga calada, agregó—: Allí es donde entras tú —dijo, señalando a Dakota con el puro. —Quieres lo mismo que yo. Quieres deshacerte de él, pero estás equivocando el camino. Está jugando contigo, llevándote hacia dónde él quiere que vayas. Puedes seguir así. O puedes conocer el juego completo, las cartas escondidas bajo la manga. Será esta noche. Vendrás conmigo y, quién sabe, tal vez hasta te des el gusto de asesinarme… —Una feroz sonrisa se perfiló en su rostro. —Te quiero vivo para entonces. Mientras tanto, no intentes ninguna tontería porque no arriesgaré a mis hombres por ti. Estarán vigilándote, y ante el menor indicio de problemas…

El capitán Rogers dejó que las palabras flotaran a su albedrío, pero no había el menor matiz de amenaza en su voz, ni en su mirada. Tampoco en el aire. Parecía oscuramente interesado en el mestizo. Dio otra chupada al cigarro mientras escrutaba con sus pequeños ojos Dakota.

—¿Qué dices?

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04/12/2013, 15:44
Dakota

Dakota bajó las manos, con un gesto que parecía casi mecánico, incluso aburrido. Indiferente, quizás. El balanceo de sus ojos deteniéndose ora en el puro, ora en aquella mano furtiva en movimiento, era lo único que hablaba de que estuviera vivo. Aquello, y la respiración pesada que envolvía su enorme existencia derramada en la silla que apenas podía sostenerlo. Porque no reaccionó ante ninguna de las palabras de aquel hombre, aunque estaba seguro que eso era lo que esperaba. Demasiadas pausas, demasiados dogmas, demasiados hechos dados por sentado. Una evidencia más de que el morador del edificio no sabía de lo que estaba hablando. Y ahora, lo peor. Ahora, tras todo aquel alarde, ahora el morador quería escuchar.

Sin embargo, le contestó el silencio. La expresión de Dakota era la misma que traía cuando había sido conducido a aquel lugar, y no cambió ni un ápice. El humo de aquel cigarrillo asesinado lentamente continuó sus volutas lentas en el aire que se volvía cada vez más denso, a medida que pasaban cada vez más segundos. La legendaria paciencia de la que hablaba todos los rasgos de Dakota se extendía por toda la habitación volviéndose aún más imponente que su enorme cuerpo atrapado, herido y sucio. Una resistencia pasiva contra la fuerza, no, una fuerza pasiva contra la resistencia.

El Capitán Rogers esperaba, con sus ojos como dos canicas fijos, y los de Dakota no esperaban, transcurrían, apoyados como hielo y espacio en aquellos que le enfrentaban.

- Estar equivocado - dijo, finalmente. Era hora que alguien se lo dijera. Ciego. Sordo.

Se encogió de hombros, nuevamente. Las cadenas rechinaron. No había intriga en su rostro.

- Ir - agregó.

Notas de juego

Gracias por esperarme. Mi vida real no me excusa, pero les aseguro que apenas he podido con mi alma. 

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26/12/2013, 10:57
Capitán Rogers

Rogers sonrió.

—Ya lo veremos— replicó, con el aplomo de quien no conoce la duda.

Sus pequeños ojos escrutaron la monumental silueta del mestizo, inquisitivos. Como militar, estaba acostumbrado a dar órdenes y a recibirlas. Órdenes que se obedecían sin réplica, de inmediato. Las palabras de Dakota le sabían a desafío, y no a lo que realmente eran. Pero eso no importaba. Sonrió divertido y echó una última bocanada de humo. ("Ya lo veremos", repetía aquella sonrisa.) Luego, sin volver la mirada hacia el cabo, ordenó:

—Respondes personalmente por él. Mantenlo apartado del otro y no le quites el ojo de encima— y añadió mientras se encaminaba hacia el escritorio:

—Será después de la medianoche.

Entonces una máscara de hastío desierto ensombreció su rostro y su mirada perdió todo interés en Dakota, como si ya no estuviera allí, frente a él.

Y quizá fuera así.

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08/01/2014, 18:43
Dakota

Dakota se limitó a callar, antes, durante, y después que Rogers escupiera su provocación y su inquisición. El silencio cayó de nuevo sobre el enorme cuerpo del indio como si se tratase de un velo, uno más inexpresivo que el hastío en el rostro del otro, y más profundo que aquella mirada oscura y perdida en algún punto del futuro. O del pasado, quizás. Los ojos de Dakota se mantenían quietos, fijos en el rostro del Capitán, del mismo modo en el cual se habían mantenido hasta el momento. Como si sólo se posaran sobre él para tener algo a lo que mirar, algo presente, que le sirviera de ancla para un espíritu que estaba ya mucho más allá.

Con pesadez, se reclinó en la silla maltrecha que apenas aguantaba su peso. Algo crujió, madera o huesos, pero no le importó a nadie. Dakota apoyó los codos sobre sus muslos y dejó que las cadenas colgaran entre sus piernas abiertas, quietas, faltas de movimiento por no haber allí siquiera una brisa inexistente. Un patíbulo improvisado se formaba en aquella catenaria inmóvil, una imagen devastadora acompañada de dos puños como yunques. Era una naturaleza muerta que podía figurar en las pesadillas de los más paranoicos, acompañada de sangre, asfixia y tierra.

El silencio y la inmovilidad se volvieron, desde entonces, las únicas palabras del indio.

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09/01/2014, 20:27
Director

Los soldados hicieron su trabajo y la presa sobre el medio indio fue férrea. Tampoco es que el gigante pareciera tener ninguna intención de escapar, pero nadie relajó la guardia.

El aislamiento fue total. No solo no pudo ver a Frank sino que ningún sonido le llegaba desde el otro lado de la pared de madera donde el vaquero debía estar esperando su sentencia. Dakota había aceptado su propio destino, y suponía que su viejo compañero habría alcanzado igualmente la paz que tanto eludía al hombre blanco. O eso, o ya estaba muerto.

La luz de la luna pasó entre los barrotes de la celda y penetró por cada grieta en la madera solo durante un instante. La noche estaba nublada y en seguida la oscuridad fue casi total. Probablemente habían pasado varias horas cuando volvieron a por él, pero el mestizo había perdido toda noción del tiempo junto con la desaparición de la luna.

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09/01/2014, 20:42
Cabo

—Vamos— dijo el impaciente y malhumorado cabo.

—Es la hora.

De nuevo, el oficial está acompañado de una escolta exagerada para un solo hombre.

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11/01/2014, 13:27
Capitán Rogers

Rogers giró su montura y observó al grupo que se encaminaba hacia donde él los esperaba, en las puertas mismas del fuerte. Sus pequeños ojos se clavaron en la monumental silueta del prisionero por un breve instante. Malherido y como ausente, aun así irradiaba un aura extraña y sombría que hacía erizar los pelos de la nuca del más templado. Un aura indescifrable, perturbadora.

El capitán asintió en silencio, quizá a sus propios pensamientos, porque los guardias apostados junto a la sólida empalizada de madera que delimitaba aquella construcción no habían abierto la boca. Luego, cuando los jinetes llegaron a su lado y las puertas se abrieron con un lúgubre quejido, Rogers espoleó a su caballo y cabalgó al frente del grupo en dirección al sudeste, bajo la gris noche sin luna.

Maldita noche.

O eso se dice de las noches en que ni la luna quiere asomarse…

Dakota había salido escoltado como cuando había llegado al fuerte: encadenado, prisionero, inmovilizado. Otra vez las puertas del fuerte se habían abierto y cerrado a espaldas del indio, pero en esta ocasión para seguir un derrotero muy distinto. Y, como antes, rumbo a un destino incierto… ¿Pero incierto para quién?