Partida Rol por web

Acabar con aquellos muertos había sido pan comido... claro que era obvio que iban a aparecer mas. Los problemas seguían tanto al vaquero como al indio, haya donde iban, y este lugar no iba a ser menos. El vaquero suspiró con resignación mientras su revolver volvía a escupir sus balas contra toda aquella horda de zombis que se acercaban sobre ellos.

Su primer disparo fue directo hacia el sheriff, no fuera el no-muerto a disparar contra ellos. Tras esto, y esperando que fuera suficiente para acabar contra él, centra sus disparos en los enemigos de la puerta. Esperaba acabar con todos antes de que lograsen entrar...

El primer tiro de Frank rompió la ventana y destrozó la pierna del delegado del sherif, que cayó hacia delante. Para cuando el muerto con placa tocó el suelo, sin embargo, ya había recibido un segundo disparo que le había reventado las tripas. El cuerpo quedó pudriéndose sobre trozos de cristal y madera.

La siguiente bala fue directa al pecho del primer individuo que trataba de entrar por la puerta. El cadavérico sujeto se derrumbó sangrando en abundancia. El cuarto plomo del vaquero hizo explotar la mano izquierda de la mujer que iba detrás. Gritando como una enloquecida, la muerta entró en el bar junto al único otro muerto que seguía en pie por ese lado. Se dirigían hacia Frank sin buenas intenciones.

Dakota estaba encarado hacia la puerta trasera. Estaban rodeados, y alguien tendría que cubrir ese lado.

Con la fuerza de un bisonte, el enorme indio lanzó uno de sus tomahawk hacia el mexicano. El arma voló hasta clavarse en el pecho del desgraciado con tanta fuerza que salió disparado hacia atrás y rebotó en la pared. Cuando el mexicano muerto se desplomó boca abajo, la punta de piedra del hacha asomaba por su espalda.

El gigante indio era un muro inamovible contra el que se estrellaron los muertos restantes. El enterrador había quedado atrás, poco espacio para tanta gente, pero los otros tres, niño incluído intentaron sin éxito arrancarle las entrañas. El niño pequeño rasgó el pantalón del apache con su tenedor, haciendo un rasguño, pero Dakota apenas sintió dolor.

Frank, sin embargo, no contaba con un hacha de guerra ni con el tamaño del indio. Evitaba el cuerpo a cuerpo siempre que podía y, a decir verdad, prefería disparar por la espalda siempre que fuera posible. Cuando la furcia se abalanzó sobre él, el vaquero apretó el gatillo para descubrir que el revólver estaba vacío. Su segundo Peacemaker, en la pistolera, tenía otros seis tiros, pero no pudo sacarlo a tiempo. Las uñas de la mujer muerta arañaron la frente y mejilla izquierda del pistolero, haciéndole sangrar. Estaba claro que intentaban sacarle los ojos.

El pistolero odiaba este tipo de situaciones: encontrarse trabado en combate cuerpo a cuerpo. Eso era mas el estilo de su compañero indio. Él prefería disparar desde una buena distancia a sus rivales. 

Por si eso fuera poco, su arma estaba sin malas. Asi que, mientras intentaba mantener a raya a la zombie, sacó con celeridad su otro revolver, y disparó a bocajarro contra la mujer muerta. Tras esto, y esperando que su rival estuviera muerta de forma definitiva.

Tras esto, decidió ayudar a su compañero: su disparo fue directo a impactar al crio del tenedor.

La cabeza del niño muerto explotó como una calabaza con el disparo de Frank, y Dakota hundió su tomahawk en el cuello de otro de esos muertos vivientes.

...

Trece cadáveres, un número de mala suerte, habían quedado atrás en la taberna cuando Dakota y Frank salieron. Fuera del edificio, en mitad de la calle principal de ese pueblucho, los dos viajeros se vieron rodeados por un mar de gente que les miraban con expresión estúpida con un toque de homicida. Al menos tres docenas. Todos muertos.

Hubo un silencio reverente que hasta el viento respetó. Fue uno de esos momentos cuyas víctimas solo pueden pensar en lo injusto que es el mundo en el que les ha tocado vivir. Podían entender que esto fuera una trampa del Jugador; el verdadero misterio era por qué había considerado necesario golpearles con un pueblo entero de caníbales difuntos. Una pregunta que en la mente de los dos forasteros se articulaba apenas con un ¿por qué?

Más balas del 45 explotaron cabezas como calabazas. Más hachas de piedra fragmentaron cráneos y la sangre coagulada fluyó a estanques, como los bíblicos ríos de miel y leche. Nadie les había prometido esta tierra, pero mentirían si dijeran que no se la habían buscado.

...

Veinte cartuchos más tarde, Frank estaba sin munición. Había tenido que recargar un revólver a una mano, rápidamente, mientras disparaba con el otro, pero ahora había disparado su último cartucho. Dakota había perdido dos de sus hachas, lanzadas o incrustadas en algún cráneo pisoteado por decenas de pies muertos.

Las sombras habían avanzado durante la escabechina y la de la torre de la iglesia ya llegaba hasta los defensores.

Grrrmf.

Un círculo de muertos vivientes se cerraba lentamente en torno a Dakota y Frank. Habían seguido llegando a medida que acababan con ellos y ahora parecía haber más que cuando salieron de la taberna. Cuarenta, cincuenta... ¿cuál era la diferencia? Tanto el apache como el pistolero habían recibido algunas heridas ya, y solo estaban vivos porque los muertos se movían muy lentamente y hasta ahora no habían conseguido acorralarles. Hasta ahora.

Frank escupió al suelo mientra observaba con resignación los zombies que se encontraban a su alrededor. Demasiados

Ambos habían luchado con ferocidad: cada ataque era un no muerto que caía definitivamente, pero aún así les superaban el número. Frank se quedó sin balas y su compañero, había perdido dos de sus hachas. Estaban jodidos.

Dakota, hay que buscar una ruta de escape- observaba con detenimiento la zona, buscando un lugar que pudiera servir para mantener a aquellos seres a raya... al menos por el momento. 

El indio jadeaba pesadamente, y con cada inspiración su imponente musculatura se expandía de manera desmesurada e imposible, casi crujiendo sonoramente con cada contracción. Era una imagen bestial y pavorosa, salida de la mente desquiciada de un espíritu diabólico, y resultaba digna de engendrar el más auténtico terror incluso en los corazones más bravos.

Por supuesto, también estaban las abundantes costras de sangre reseca y negruzca, los trozos de carne putrefacta colgando de los restos de sus ropas, y la innumerable cantidad y variedad de vísceras que salpicaban groseramente toda su anatomía.

Todo se conjugaba para que, en aquellos precisos instantes, el indio fuera la imagen viva de la crueldad. Un ser atroz y desesperado, que hacía tiempo había dejado atrás sus últimos restos de humanidad.

En cierto sentido, era una lástima que aquellos pobres diablos del poblado no pudieran apreciar el espectáculo en toda su gloriosa magnitud. Pues, de haber estado solo un poco más vivos, más de uno se habría ganado una muerte dulce y fulminante con solo observar a Dakota…

En cualquier caso, ya fuera por el repentino silencio que parecía haber caído sobre el lugar, o quizás solo por culpa de ese vínculo frío y mudo que había nacido entre los viejos guerreros, las palabras del pistolero consiguieron del algún modo llegar hasta el último refugio de racionalidad que aún quedaba en la mente de Dakota, y el indio asintió en silencio a modo de respuesta.

Luego de ello, indicó con una furtiva mirada en dirección hacia donde se alzaba lo que parecía ser la capilla del lugar. Tras ello, y sin detenerse a pensar si su compañero estaba de acuerdo con el plan (o si lo había comprendido siquiera) se inclinó para tomar el cuerpo inerte de uno de sus enemigos ya derrotados y alzarlo por sobre su cabeza.

Si había que romper el cerco por algún lado, mejor hacerlo con lo que tenía a mano…

Dakota lanzó uno de los cadáveres con toda su fuerza hacia los muertos más cercanos que ya se estaban preparando para saborear al indio. A la vez, Frank evitó a duras penas un mandoble de otro de esos malditos, que cargaba lo que parecía una pata de mesa.

El cuerpo sin vida se estrelló contra media docena de otros cuerpos sin vida abriendo un momentáneo paso que los dos forasteros no dudaron en aprovechar.

La iglesia estaba cerca. Aunque ninguno de los dos se hubiera apostado la vida a que ese lugar sería seguro, parecía que la apuesta estaba sobre la mesa en todo caso. Era una opción y ahora mismo la única. Desgraciadamente los muertos vivientes no eran tan lentos como sería de esperar, y Frank nunca había sido el más rápido del pueblo. Mientras Dakota llegaba al umbral de la capilla, el vaquero notó como una mano tiraba de su chaqueta.

La iglesia se encontraba ya bien cerca y quizás, solo quizás, fuera un refugio seguro para mantener a raya a todos aquellos podridos. En cualquier caso, eso no lo sabrían hasta poder entrar, y el pistolero tenía un problema mas acuciante. Su compañero era rápido, los no muertos sorprendentemente también, y él no tanto. Notó un tirón en su chaqueta pero no hizo caso, simplemente se desentendió del asunto de una forma muy sencilla: tiró con fuerza dejando que aquella criatura se quedase su chaqueta. 

Tras esto hizo un esfuerzo y esprintó con las pocas fuerzas que le quedaban para llegar a la puerta de la iglesia. 

Los dos respiraron aliviados cuando descubieron que nada ni nadie les seguía dentro de la iglesia. Al menos ciertas cosas se seguían respetando, y la mente de los dos viajó por un momento hasta los días en Purgatory con el Predicador. Él hubiera sabido qué hacer en ese momento.

Pero estaban solos y, para hacerlo peor, la iglesia apenas era una capilla. Un edificio de madera con una sola entrada y salida. Un único piso y solo una pequeña habitación además del espacio para rezar: una sala de tamaño armario tenía una cuerda colgando que haría sonar la campana en los días de misa. ¿Qué día era hoy? Ninguno de los dos recordaba. Demasiado tiempo en el camino.

En todo caso no parecía necesario llamar al pueblo. Todos y cada uno estaban congregados en torno al pequeño, claustrofóbico edificio.

Tras cruzar el umbral y aguardar a que su compañero llegara al interior del edificio, Dakota cerró la única puerta de acceso y apoyó toda su maciza anatomía sobre ella, prácticamente derrumbándose en ese preciso instante sobre los descascarados tablados del suelo.

Su respiración agitada y la profunda mueca de dolor que desfiguraba sus facciones demostraban a las claras su calamitoso estado. Sencillamente, había soportado demasiado castigo y durante demasiado tiempo. Por primera vez en mucho tiempo, su compañero Frank pudo notar una leve nota de abatimiento en aquel indomable espíritu salvaje…

Sin embargo, aquello duró apenas unos instantes, los que demoró el indio en recuperar el aliento. Luego de ello, y aunque el dolor aún se hacía evidente en cada uno de sus movimientos, aquella chispa de irreductible fiereza pareció volver a su mirada.

- Ahora Dakota dormir… Frank hacer primer guardia…

Asiente ante las palabras de Dakota. A decir verdad, necesitaba a su compañero bien descansado. Él no tenía balas y el combate cuerpo a cuerpo no era lo suyo. En caso de combate, su compañero debería estar lo mas descansado posible para luchar.

Descansa- le dijo- yo voy a echar un vistazo al lugar- aunque poco iba a encontrar en aquel espacio. Una iglesia pequeña para un pueblo pequeño. Claro que él no tenía mucho que hacer en estos momentos y posiblemente deberían esperar un largo rato allí antes de ¿que? los no-muertos podrían esperarles allí definitivamente y ellos tarde o temprano deberían buscar una ruta de escape. Eso o morir de hambre.

Pero Frank se adelantaba a los acontecimientos. Paso a paso. Ahora lo que le interesaba era registrar la zona. Y a eso se puso.