ACTO 1
Capítulo 1 - Escena 1: Llegada al Valle Ojatara

" Niebla matinal
                 sobre una montaña sin nombre
           Mis pasos se pierden."

Los investigadores llevaban solo un día de viaje desde que abandonaron Ryoko Owari toshi. La comitiva, formada por los cinco samurai, era seguida con distancia por un carromato con un sirviente en la que llevaban provisiones y todo lo necesario.

Los samurai pudieron percatarse de que estaban entrando en la zona montañosa conocida como los valles Ojatara. Al oeste dejaban colinas que apenas podían esconder la frondosidad del linde del majestuosos bosque Shinomen, y al noreste las cadenas montañosas del espinazo del mundo comenzaban a mostrar sus majestuosos picos nevados. A ambos lados del camino numeroso riachuelos y arroyos confluían hacia el sur, trayendo agua muy fría desde las montañas.

Aunque ahora había un sol radiante, había llovido profusamente durante días, y el ambiente era frío; la tierra emanaba olor a tierra mojada; los más expertos podían percibir como el suelo del camino había sido pisoteado por muchas reses y heimin que han huido hacia el sur, escapando de los horrores de la guerra.

Poco a poco se acercaban a una bifurcación en el camino.
Un cartel de madera bien conservado que ha superado malas inclemencias del tiempo distingue claramente dos direcciones:

OESTE <=   Shiro Iuchi                               

                      NORESTE => Shiro no Soshi

Ikoma Kazuo se detuvo frente al cartel para leer en voz alta y grave los nombres de los dos castillos, como si fueran ellos los que se habían presentado ante la comitiva y tuviera que presentárselos a los demás. Después dio un par de palmadas cariñosas en el lomo a su caballo, Daitan, que respondió con un relincho de agradecimiento. Era un pony oscuro, con las melenas del mismo color que las de su amo y, como él, también ligeramente robusto. De hecho, la similitud entre el jinete y su montura era tal que el propio omoidasu, haciendo gala de un desconcertante sentido del humor, había bromeado durante el viaje al respecto, asegurando unas veces que los dos eran hermanos, y otras que los dos habían sido tejidos de la misma madeja, como si fueran dos muñecos, en vez de dos seres de carne. Y aunque la montura no era en absoluto excepcional, sino más bien excepcionalmente corriente, el cariño que su amo le tenía era obvio y rayaba lo infantil.

—Continuamos hacia Shiro no Soshi pues, Mirumoto-sama, si no habéis cambiado de parecer —y dando una vuelta completa sobre sí mismo, encaró el corcel hacia Isawa Satoru con actitud juguetona, sonriente por compartir camino con él una vez más.

Satoru cabalgaba tranquilo, dejando que su vista se moviera a través del paisaje con la misma ligereza y libertad con la que lo hacía la propia brisa, sin detenerse en ningún lugar, ni apresurarse hacia ninguna parte. Abarcando todo lo que observaba, pero sin desear sujetarlo en ningún momento.

El Fénix llevaba unas amplias y cálidas ropas de viaje de un apagado tono naranja que recordaba al color del cielo al amanecer. Y entre ellas, aovillada formando un pequeño bulto justo bajo su pecho, viajaba la pequeña gata anaranjada llamada Tameiki. (Suspiro)

La mascota de Satoru resultaba inusual. No era completamente extraño encontrar gatos en las haciendas rokuganesas, y muchas samuráis los toleraban en sus hogares pues los felinos eran un eficaz método de prevenir plagas de otros animales, pero sí era poco común que viajaran con su amo. En el caso de Tameiki, apenas tendría un año de edad, pero parecía completamente apegada a su dueño, y viajaba satisfecha más tiempo entre los pliegues de su ropa de viaje recibiendo caricias que en la jaula que colgaba de su montura. En cierto modo, tenían una relación tan estrecha como la que el Ikoma mantenía con su montura, si bien Satoru no había dado demasiados detalles sobre la pequeña gatita.

Cuando finalmente alcanzaron la bifurcación, su compañero se adelantó y leyó los caracteres inscritos en la gastada madera con su profunda y cuidada voz, y Satoru esbozó una sonrisa. Lo cierto es que había echado de menos esos días en los caminos, en los que todo el honor era brillante y no había problemas que no se solucionaran con palabras, acero, o fuego.

-Kazuo-san, tal vez aún sea demasiado pronto por la mañana. –Contestó el Isawa, aún sonriente, al bardo. –¿Todavía tenéis sueño? La última vez que miré el mapa, el pueblo de las hojas enterradas quedaba hacia el oeste. –A pesar de la corrección, la voz del shugenja sólo dejaba entrever una alegría contenida por la oportunidad de bromear.

Kazuo recordó entonces que al final se había decidido ir a visitar a las fuerzas del Clan del Dragón en primer lugar, por lo que Satoru tenía razón. Lejos de turbarse, el bardo amplió todavía más su sonrisa. 

—Así es. Como siempre, estáis en lo correcto, Isawa-sama. Mi memoria ya no es la que era... Temo que el sake y el shochu la hayan echado a perder —bromeó, justo antes de ordenar a Daitan que siguiera girando, lo justo para mirar de frente a Megumi—. ¿Al oeste, pues, Mirumoto-sama? Siempre me ha gustado cabalgar hacia el oeste. Me hace sentir como si Amaterasu cabalgara conmigo. Aunque he de reconocer que hoy no hace falta, pues su compañía rivaliza con la de la Dama Sol —y no quedó claro si se refería a los cuatro samuráis, a las mujeres, o específicamente a la investigadora. 

Isshin lleno sus pulmones con el aire fresco que provenía de las montañas, limpio y puro, una considerable mejora si se comparaba con Ryoko no Owari.
Habían dejado atrás la ciudad hacia un día y su silueta ya había desaparecido en el horizonte.

Pero el descanso aunque reconfortante, había terminado en ese mismo instante, al llegar a la bifurcación del camino donde un pequeño cartel de madera indicaba las dos rutas que tenían delante, y también indicaba que habían llegado al linde de los valles Ojatara, y ahí en ese cruce empezaba todo.
Isshin miró de reojo a la magistrada esperando que respondiera a sus compañeros.

- Shiro no Soshi -
murmuró mientras fijaba su vista al oeste.

- Una vez lleguemos a nuestro destino ¿deseais que hagamos algo en particular?- elevó la voz para que le oyeran.

El eta detuvo el caballo que tiraba del carromato mientras mascaba con tranquilidad una pajita que había estado en su boca desde que os habíais reunido con él en las afueras de Ryoko Owari, era una apéndice del mismo hombre y tenía la cualidad de que no se caía de sus labios, como si estuviese pegado a su boca de alguna manera sobrenatural.

- Los caminos han sido muy transitados estos días, mi señor. Los valles Ojatara están llenos de accidentes geográficos y un bosque espeso, no es inteligente salirse de los caminos, incluso en tiempos de guerra. - dijo con voz rasgada tras agacharse y ver las pisadas en el camino.

Satoru se acercó a la bifurcación del camino y pudo atisbar una gran cantidad de huellas de caballos y soldados que han pasado muy recientemente y se dirigen hacia el oeste.

Kazuo se acercó a la bifurcación del camino y pudo atisbar una gran cantidad de huellas de caballos y soldados que han pasado muy recientemente y se dirigen hacia el oeste.

Akodo Isshin se acercó a la bifurcación del camino y pudo atisbar una gran cantidad de huellas de caballos y soldados que han pasado muy recientemente y se dirigen hacia el oeste.

Mientras los investigadores se decidían en la bifurcación en el camino que lleva hacia el pueblo de las Hojas enterrada por el oeste, pudieron percatarse que el suelo embarrado está pisoteado por lo que parecen cientos si no miles de huellas de soldados, caballos y posiblemente refugiados, aunque su dirección era caótica y difícil de predecir.

Apenas habían avanzado un kilómetro,  pudieron observar delante suyo una comitiva detenida al borde del camino, el estandarte del crisantemo Imperial ondeando sobre una pequeña caravana de samurais, tres vestidos de rojo y uno de naranja y fuego, seguidos de un carromato y una pequeña multitud de sirvientes.

Varios samuráis se levantan para proteger a la dama que escoltan. La dama, parece una importante noble escorpión y está descansando de su viaje mientras toma un té al lado de uno de los múltiples arroyos que hay en los valles.

Los hombres que se alzan protegiendo a la Escorpión, uno era un hombre callado y musculoso con cicatrices de duelos, y tres cintas azules y plateadas en su saya, que porta una armadura con el mon de los Bayushi, el segundo es un hombre pequeño y compacto de ojos penetrantes vestido con los colores del clan Escorpión; el tercero es un joven shugenja-monje con el mon del Clan Fénix en su espalda.

-Esos dos son compañeros de viaje tan peligrosos como interesantes. –Contestó animadamente a Kazuo cuando éste bromeó acerca del sake y el shochu. -Sin duda es preferible esta compañía, en eso no puedo rebatiros.

Después, escuchó al Akodo pedir nuevas órdenes a la magistrada, y al eta lanzar su particular y pesimista valoración de la situación. En parte, tenía cierta razón. Salir de los caminos sería peligroso. Pero Satoru se preguntó si sería menos peligroso permanecer en ellos. Mientras lo meditaba, se adelantó hasta el cruce.

-Todas estas huellas son demasiado recientes como para que sean cicatrices de la guerra, y demasiado numerosas para ser de alguno de los magistrados. –Dijo Satoru, observando desde su montura la miríada de huellas que habían dado forma al húmedo barro de los caminos. Sin prisa, hizo girar a su montura hasta que la orientó hacia el Oeste, al camino que llevaba a Shiro Iuchi.-Supongo que las Legiones Imperiales se nos han adelantado, o al menos eso espero.

Pero fuesen las Legiones o cualquier otro ejército el que los hubiera precedido, tanto daba. El camino fluía, y con él ellos. Al menos, hasta que no mucho más adelante encontraron una comitiva que todos reconocieron de inmediato como lo que debía ser el campamento de una magistrada Esmeralda.

La mirada de Satoru recorrió a los samuráis y sirvientes allí reunidos, y fue dolorosamente consciente de la diferencia de imagen que proyectaban ellos mismos, viajando con un único eta cuando la comitiva frente a ellos contaba con una pequeña multitud de siervos. Decidido a no dejar que esa imagen empañara la primera impresión, dedicó un instante más a observar a los samuráis, reconociendo de inmediato el mon de la que había dado por hecho, sería la magistrada Escorpión.

-¡Saludos! –Entonó el joven shugenja, alzando ligeramente la voz, adelantándose ligeramente a la comitiva mientras dedicaba un gesto de respetuoso saludo hacia el grupo que se había levantado. –Por favor, no sintáis temor alguno por nuestra presencia. Entre comitivas de magistrados sólo debe existir el respeto… al fin y al cabo, todos somos siervos del Hijo del Cielo.

-Mi nombre es Isawa Satoru, consejero a las órdenes de la honorable magistrada Mirumoto Megumi. –Se presentó, acompañando sus palabras con un ligero gesto hacia la magistrada Dragón, aprovechando para introducirla a los presentes. Se preguntó si debería añadir que estaban enviados por el Campeón Esmeralda, pero finalmente acabó por decidirse por no hacerlo. Saber si estaban al corriente o no sería interesante, así que en su lugar siguió hablando.

-Perdonad mi atrevimiento al tratar de adivinarlo. Pero creo que sólo habría una opción que pudiera reunir el emblema del crisantemo y semejante belleza. –Su mirada acudió, desde la lejanía, a la elegante silueta de la dama que tomaba el té junto al arroyo. Ciertamente, parecía haber heredado la peligrosa hermosura de la estirpe de la Trueno Escorpión. -Estamos ante la comitiva de la magistrada Shosuro Norie, ¿me equivoco?

-Es un honor poder encontrarnos tan pronto en nuestro viaje. –Terminó, devolviendo su mirada a los tres hombres que se habían levantado, y se fijó especialmente en el desconocido Fénix. -Y un inesperado placer hacerlo con un hermano de clan.

Isshin examinó las huellas desde su montura varios soldados y monturas, levantó su mirada siguiendo el rastro, se dirigían igual que ellos, hacia el oeste.

Cita:

Se giró y miro al Fénix a los ojos
- Puede ser el campeón esmeralda esperaba la llegada de las legiones imperiales en breve- Isshin frunció el ceño mirando de nuevo las huellas dirigirse hacia su mismo destino.

Apenas habían dejado atrás la bifurcación cuando aparecio delante de ellos, detenida al borde del camino una enorme comitiva, portando el estandarte de crisantemo imperial. Tres samuráis protegían a una hermosa dama sin contar con el pequeño ejército de sirvientes.

Kazuo reconoce fácilmente el emblema de Bayushi Norie, una reputada magistrada esmeralda que rápidamente identificó como la otra Magistrada que investigaba los crímenes de los Valles Ojatara.

Norie es famosa por ser muy justa para ser una Escorpión. Aparentemente, en otras ocasiones en el pasado se ha decidido por los intereses del Imperio en general en lugar de los de su clan, y también es famosa por llegar a acuerdos, incluso sobre asuntos que normalmente se considerarían cuestiones de honor y requerirían un duelo a sangre.

Norie es una afamada cortesana de la escuela Bayushi, ha demostrado ser una conversadora con lengua de plata, habla de forma cálida y amistosa, pero cada frase que dice es escogida cuidadosamente. Norien suele tener amigos en todas partes y en muchas ciudades.

Norie fue en otra época la magistrada residente de Shiro Yogo, y está bastante acostumbrada a tratar con intrigas, mentiras y gente con perfiles psicológicos aberrantes. 

Satoru reconoció fácilmente el emblema de Bayushi Norie, una reputada magistrada esmeralda que rápidamente identificó como la otra Magistrada que investigaba los crímenes de los Valles Ojatara.

Norie es famosa por ser muy justa para ser una Escorpión. Aparentemente, en otras ocasiones en el pasado se ha decidido por los intereses del Imperio en general en lugar de los de su clan, y también es famosa por llegar a acuerdos, incluso sobre asuntos que normalmente se considerarían cuestiones de honor y requerirían un duelo a sangre.

Norie es una afamada cortesana de la escuela Bayushi, ha demostrado ser una conversadora con lengua de plata, habla de forma cálida y amistosa, pero cada frase que dice es escogida cuidadosamente. Norien suele tener amigos en todas partes y en muchas ciudades.

Norie fue en otra época la magistrada residente de Shiro Yogo, y está bastante acostumbrada a tratar con intrigas, mentiras y gente con perfiles psicológicos aberrantes.