Partida Rol por web

Apenas había alcanzado al Chicles (estaba segura de que no se llamaba así pero su mente había borrado la mayor parte de las palabras que habían salido de la boca del joven y con la mandíbula como se le había puesto estaría una temporada sin poder decir nada más) cuando los gigantes dejaron de pelearse entre sí y uno de ellos tuvo a bien presentarle los nudillos a su estómago. El mundo estalló en un destello blanco de dolor y sus pulmones se vaciaron de aire, lanzando la angustiosa señal al cerebro que no sólo había dolor físico sino también falta de oxígeno. Abrió la boca boqueando para aspirar al tiempo que trastabillaba hacia atrás por la fuerza del impacto pero el mismo que le había doblado en dos el torso y el alma la derribó propinándole un bofetón que tuvo el efecto contrario que el puñetazo: si el primer golpe que recibió lo volvió todo "luminoso" por el dolor el segundo hizo desaparecer el mundo a su alrededor llevándose consigo a la inconsciencia la cabeza del chico pintando con su sangre el suelo de la azotea.

En la oscuridad no había dolor, no había sonido, solo ella y una preocupación que, cuanto más tiempo pasaba, más abstracta le resultaba la causa. Entonces hubo una pulsación dorada, una luz atenuada como la de una bombilla tras la pantalla de una lámpara de pie que parpadea antes de apagarse. Le llegó el pensamiento de que mantennía los ojos cerrados, había dormido, ¿le había sonado el despertador? Si volvía a llegar tarde al trabajo le tocarían varios turnos de limpieza y contarle el sueño de los gigantes chungos y el espontáneo al encargado no iba a servir de nada. 

Sus ojos se movieron bajo los párpados cerrados antes de abrirlos. La luz del día impidió que los abriese del todo, usando las pestañas como última defensa ante el deslumbramiento y, algo tan sencillo como despertar, tuvo el mismo efecto que el romper de una presa que ha retenido agua demasiado tiempo: el dolor en el abdomen, acentuado por la sensación de vértigo al mirar las coronillas de los paseantes de la calle Preciados a varios metros bajo ella; el ardor en la mejilla que había aumentado su tamaño (y que a juzgar por la fuerza del golpe y el sabor a óxido en su boca se había abierto alguna herida por la combinación dentadura+guantazo destruye mundos ); la presión de la sujección de uno de esos gigantes al llevarla consigo como si no fuese más que un fardo. Se revolvió aunque a efectos prácticos aquel intento de huída apenas llegó a espasmo. Al otro lado de la calle, en el edificio en el que había estado momentos antes (o lo que a ella le habían parecido solo "momentos") llegaron curiosos.

No, no eran curiosos. Eran otros metahumanos pero con un metahumano con el cráneo hecho papilla (una parte de su mente se preguntaba si el chicles seguía con vida aunque no veía su cuerpo en el suelo de la azotea que habían dejado atrás) por hacer algo absurdamente heroico era suficiente. Negó con la cabeza y solo ese gesto le mareó como si su cerebro hubiese pasado a un estado líquido y se bambolease libremente con cada movimiento.

-Mmmns-fue entonces cuando se dio cuenta de que no podía pedirles a los otros que se marcharan. Vaya hijos de su madre, los gigantes, ¿Cómo demonios habían hecho para amordazarla? ¿Llevaban un kit de secuestro encima?

Largaos, joder, largaos. Os van a hacer pu...espera.  ESPERA. ¡¿POR QUÉ NADIE LE PARA?!

Desde el otro lado la única voz que llegaba con claridad eran los gritos de uno de los hombres del grupo que, por lo visto, había tomado como una opción infalible el lanzar algo hacia ellos. El ver la barra elevarse en el aire hacia ellos tuvo el mismo efecto en María que el de las luces largas de un camión en un cervatillo que cruza la carretera por la noche: se quedó petrificada mimetizándose con el concepto de fardo que le habían otorgado al secuestrarla inmovilizada y amordazada mirando con horror el metal volante incapaz incluso de respirar.

Salvación por pincho moruno. Era esa parte de ella que hacía llegar los comentarios más inoportunos cuando todas sus defensas estaban bajo mínimos pero por una vez esa parte había definido bastante bien la táctica (no la única en marcha pero sí la única claramente visible) de salvamento del grupo del otro lado.

Cuando finalmente llegaron a la azotea parecía que ya era tarde, los hombres estaban escapando con las personas a las que habían venido a rescatar. Nerea al llegar a la azotea no solo quedo confusa por aquellos mostrencos que cargaban con los jóvenes, como si estos solo fueran parte del decorado miraba el resto de la azotea.

No es que no les prestara atención si no que estaba viendo lo que había ocurrido allí. Duro solo unos momentos pero fue lo que ralentizo las decisiones de la muchacha. Los muchachos vomitando, tatuajes de los gigantes brillando y un golpe en la mandíbula al muchacho dejándolo fuera de combate. Los golpes que les habían propinado no eran palmaditas, realmente podían haber matado al muchacho. Nerea agito la cabeza, las visiones no habían acabado pero había cosas más importantes en ese momento. Intentando evadir el pasado de lo que había ocurrido en aquel lugar se giró hacia sus compañeros.

¡El brillo que vimos son sus tatuajes!.- Gritó hacia sus compañeros sin realmente no tener nada que hacer en un enfrentamiento directo.- Pueden trasportarse con ellos, si los usan los perderemos.- Era lo único que podía hacer y ni si quiera pensaba que fuera de utilidad. O quizá… quizá si podría hacer algo. Ya había ocurrido antes, que hubiera querido negarlo era una cosa pero sabía que su poder no servía únicamente para ver lo que había pasado. Si entraban en un combate con aquellos mostrencos podría… ¿Podría prever los ataques de los gigantes y avisárselos a sus compañeros? Al menos lo intentaría.

Un puñetazo volando a su cara, dolor y oscuridad. Eso era todo lo que recordaba de las últimas ¿horas? ¿días? No tenía ni idea de donde estaba, pero conforme recobraba la consciencia y empezaba a apreciar donde estaba, el dolor también volvía y era como si le hubieran golpeado con un martillo pilón en un lado de la cabeza. Notaba el pulso en la zona donde la mandíbula se unía al cráneo y el ojo apenas podía abrirlo por mucho que se esforzara, además del dolor, que irradiaba por toda su cabeza y lo notaba hasta en los dientes. Cada paso que daba el que le cargaba era como otro golpe y así no había quien se concentrata ni pudiera pensar en nada que no fuera dolor, dolor, dolor y más dolor.

Sara se sintió totalmente fuera de lugar, en parte era culpa de la estúpida organización que la mandó hasta allí sin la debida preparación. Ella era totalmente inutil en esas situaciones si no se preparaba antes y no le habían dado ni tiempo ni medios para hacerlo por lo que no sabía como debía actuar con sus excasas opciones.

Los tipos que tenían a los que parecían sus "objetivos" eran demasiado poderosos para ella, aunque siendo justos casi cualquiera lo sería en ese momento y sus compañeros harían una mejor labor... por lo tanto a ella solo le quedaba una opción, buscar la mejor ruta de escape ya que viendo lo que habían tardado en llegar hasta allí era mejor asegurar una por adelantado.

Sara sabiendose inutil en una pelea en ese momento se centro en revisar los movimientos de gente, si venía alguien de seguridad... dejo el centrarse en aquellos tipos amenazadores a sus compañeros mientras ella se encargaba del "entorno"

Cuando vieron a los dos gigantes escapar con los metahumanos que tenían que salvar, Andrew tomó decisiones por su cuenta y agarró una barra de una antena de la azotea y la lanzó contra ellos. El grandullón era experto en romper cosas, y quizá en lanzarlas, pero la precisión no tenía por qué ser uno de sus dones. Mientras la antena sobrevolaba el cielo de Preciados, Laura estiró uno de sus brazos, y ante sorpresa de todos los presentes el chico que llevaba en brazos uno de los gigantes, apareció sujetado por su mano. Era como si lo hubiera transportado hasta él. ¡Laura había salvado al primer metahumano, Javier!

El gigante se quedó extrañado al ver que Javier ya no estaba en su brazos cuando empezó a gritar a su compañero. ¡No escapes, imbécil, vuelve aquí que te vas a enterar! Sin duda el poder de Bishop había tenido alguna consecuencia, pero no la esperada. 

Segundos después la antena que había volado por los aires golpeó al gigante que escapaba con la chica golpeándolos a los dos y tirándolos al suelo. María volvió a sentir un fuerte golpe en la cabeza por culpa de la caída y se seguía sintiendo igual de aturdida. El otro gigante, continuó gritándole, ¡Si es que eres idiota! ¡Joder!

Los gigantes y la metahumana seguían en la azotea al otro lado de la calle, pero al menos habían impedido que siguieran huyendo y aquello les daba una oportunidad de salvarla.

Javier estaba más perdido a cada instante que pasaba de esa persecución. Ahora tenía que sumar a su eterno dolor de cara esa sensación de mareo y desorientación que había tenido en otras ocasiones, pero que en este momento había sido toda una sorpresa. Las náuseas se apoderaron de sus tripas y una arcada subió por su garganta, pero era tanto el dolor que tenía en la boca y la casi incapacidad de abrirla, que su propio cuerpo decidió que era mejor mantener lo que tenía dentro en su interior a sufrir el dolor de abrir la mandíbula.

A duras penas fue consciente que uno de sus "salvadores" había tirado una barra de hierro hacia la otra chica, por lo que no pudo ni alterarse ni gritar ni nada, aunque no hubiera podido gritar aunque hubiera querido.

La cara de Javier seguía llena de ira, mientras la vara de acero corría el cielo y tras llegar a la otra azotea golpeaba a los secuestradores. Ninguna herida, ninguna perforación, pero al menos el golpe hizo que soltase a la metahumana al suelo. Al unísono, el chico bestia veía como una mano tremendamente larga agarraba al otro secuestrado y lo atraía hacía la azotea donde ellos se situaban.

Uno de los objetivos estaba consigo, pero no estaba todo completo. Debían de seguir hasta poder conseguir rescatar a ambos y escapar.

El viento a penas movía pelo, parecía que el tiempo fuese a cámara lenta, todo se precipitaban en sus mentes, mientras un solo paso en falso daría con todo al traste. Debían de seguir trabajando en equipo; quizás él no fuese capaz de llegar a la otra terraza, o quizás sí; pero sabía quién si podía hacerlo.

Miro a su lado, y buscó más barras de acero, tiestos, cajones de metal, cualquier objeto que lanzado con fuerza pudiese herir a su contrincante o al menos dejarlo aturdido durante unos momentos. Sólo necesitaban eso, un momento.

Empezó a lanzar con ira y furia los objetos, cogiendo como objetivos a ambos metahumanos tatuados; dejando cierta distancia con la chica que permanecía en el suelo, mientras gritaba a la vez, para motivar aún más su ira y fuerza a la vez que dirigir un poco el porqué de sus acciones.- ¡¡¡ YO LOS ENTRETENGO!!! TRAEDLA AQUÍ Y CORRAMOS... 

A medida que aumentaban sus gritos, su gesto se llenaba de furia y sus ojos brillaban como el fuego en mitad de una hoguera. Sus dientes rechinaban al apretarse mientras seguía lanzando cosas de una terraza a otra con toda su fuerza, mientras cada vena en su brazo seguía latiendo y vibrando a cada movimiento, demostrando la fuerza con la que su corazón impulsaba la sangre en cada batida; la misma con la que él impediría a todo coste que se llevaran a aquella chica.

El impacto fue música para sus oídos, aquellos pavos parecían los típicos matones de película... y para que negarlo, los tipos tan musculitos porque si solían ser una panda de creídos que no miraban mas allá de su ombligo... Al menos el tan Andrew parecía que era por una especie de maldición. Bueno, yo a lo mio, que si no me daba prisa los hombres del saco iban a seguir con ganas de secuestrarme.

- Mira que fardo más hermoso tengo aquí. ¿Podría alguien desatarle para que menee la cola y sea útil? Tengo trabajo suficiente para dar y tomar. La chica bombón es la siguiente... y la última. Lo siento por los gigantones, pero no son mi tipo, ya con Andrew tengo suficiente gente fuerte en mi vida, las copias baratas de Hulk que necesitan trajes fosforitos no me interesan.

Tras intentar observar a su alrededor pero simplemente quedarse boquiabierta por lo que habían hecho sus compañeros Sara sale de su ensimismamiento por el comentario de Laura y no puede evitar sonreír.

Yo me encargo, se apura a decir ya que en ese momento no se sentía útil para nada siempre se me dieron bien los nudos... aunque una navaja no estaría mal. Dice Sara ya que con los nervios le tiemblan bastante las manos cuando intenta desatar al metahumano recien rescatado.

Lo cierto era que en una situación normal no habría visto llegar la barra voladora pero para su aturdida cabeza todo sucedía a cámara lenta. Fue así cómo tuvo un asiento de primera fila para contemplar el improvisado proyectil cruzando el aire con la tranquilidad que da el saberse imparable directo hacia ella y su raptor.

Un impacto. Bievenida barra, qué amable por tu parte dejarte caer por aquí.

El siguiente impacto fue tan seguido que ocultó el dolor del proyectil y las líneas de la realidad se desdibujaron volviendo la azotea y lo que allí había en una burla del impresionismo. Se hundió en una suerte de bruma somnolienta e intentó moverse siguiendo algún tipo de instinto. Iban a acabar matándola de una forma u otra, su cuerpo lo sabía mientras su mente ponía el contestador automático. Gruñó una especie de sollozo dolorido y amortiguado que al mismo tiempo tenía tintes de súplica aunque sus oídos no recogieron el ruido que había hecho: solo escuchaba el ensordecedor sonido de su pulso, todo lo demás era ruido de fondo. Voces al otro lado de un cristal.

Intentó arrastrarse por el suelo de la recalentada azotea pero su cuerpo, incapacitado de por sí gracias al trabajo de embalaje de sus secuestradores, pesaba mucho más, de cada articulación colgaban pesas invisibles que hacían que se sintiera torpe e impotente. Siguió intentándolo pero apenas cubrió unos centímetros de su huída. La voz impertinente de su mente sabía que no tenía tampoco a dónde huir pero ese conocimiento estaba muy por debajo de la densa bruma que le embotaba la mente y le dificultaba coordinar los movimientos que el resto de su ser quería realizar para salir de ahí con vida.
 

No sabía si había funcionado o solamente se había enfadado por haberse caído. En cualquier caso había surgido una oportunidad de oro, alterar las emociones funcionaba mejor si ya de por sí podían sentirlas. Aumentarlas era mucho más fácil que provocarlas... o eso creía Christian.

Se agarro con las dos manos al borde del edificio buscando estar los más cerca posible.

- Vamos grandullón, ¿vas a dejar que tu compañero te hable así? - Dijo para sí mismo como si le ayudase a canalizar su poder....

Por el momento los gigantes habían optado por ignorarlos o, mas bien les habían forzado a ello. El rescate de uno de los jóvenes fue tan rápido como sorprendente, Nerea tuvo que parpadear varias veces para comprender lo que había visto. Por un momento pensó que era alguna especia de distorsión temporal, peor no, realmente Laura había alargado el brazo y traído al muchacho.

Por su parte, los gigantes no habían hecho ninguna intención agresiva hacia ellos por el momento y, sin saber si realmente era capaz de aquello se arrodillo junto con Sara. No podía ayudarla a desatar los nudos pues cuatro manos eran demasiadas para una cuerda, pero como mínimo podía tranquilizar al joven y ver si el guantazo que durante su visión había visto recibir al muchacho era tan duro como ella se había imaginado.- ¿Estás bien chico? Venimos a ayudar.- Dijo intentando tranquilizarle.- Todo saldrá bien, ¿Puedes hablar?¿Sabes por qué os persiguen esos tipos?

Intentaba parecer seria y sin temor, pero su actitud era mas una actuación que sangre fría realmente. Si se mostraba tranquila conseguiría que el chico no se pusiera nervioso y con las preguntas, aunque fueran apresuradas y poco oportunas, intentaba mantenerle consciente. No sabia que contusiones podía tener debido al golpe, pero prefería tenerlo "despierto". En cuanto Laura trajera a la muchacha no dudaba que la opción mas certera era la de huir y evitar el confrontamiento directo aunque... Esos tatuajes serian un problema.

Andrew agarró una antena parabólica que había en un lateral de la terraza y la lanzó contra uno de los secuestradores. Por desgracia, el hombre bestia poseía mucha fuerza, pero no puntería precisamente, y aquello terminó cayendo sobre la pobre muchacha a la que habían ido a rescatar. María quedó inconsciente por el terrible golpe sufrido por semejante impacto incapacitada y sin nada que hacer. Andrew había sido demasiado salvaje y no solo no había logrado detenerles, sino que con la metahumana nuevamente inconsciente, el trabajo les resultaría más sencillo.

Por suerte Laura solucionó el entuerto que su compañero acababa de generar. La mujer pareció volverse invisible por un momento y todos pudieron ver como si generara un pequeño portal muy de película. Segundos después, María ya no estaba sepultada por la antena sino que se encontraba junto a ellos, con una terrible brecha en la cabeza sangrante, inconsciente pero junto a ellos. La misión se podría decir que había sido un éxito y ya tenían junto a ellos a los dos metahumanos que habían ido a rescatar.

El haber perdido a María provocó que los dos gigantes se mirasen enfadados y empezaron a pelearse. Sus tatuajes volvieron a brillar con intensidad y uno de ellos golpeó al otro fuertemente. Ambos empezaron a pelearse prácticamente a muerte. Lo cuál serviría de excusa para largarse de allí antes de que se dieran cuenta de lo que Bishop les había provocado.

Mientras tanto, Nerea y Sara se ocupaban de desatar las cuerdas de María y Javier para que quedaran libre de la presión que ejercían sobre su cuerpo.

Christian sonrió. Su poder parecía estar haciendo efecto y Laura había logrado traer junto a ellos a las dos personas que teníamos que rescatar. Ahora llegaba cuando corrían. Bishop dio media vuelta y comenzó a correr hacia sus compañeros.

- No se cuanto tiempo estarán enzarzados hasta que se pase el efecto de mi poder, será mejor que nos movamos rápido hacia los coches y salgamos pitando por donde hemos venido -

Sin esperar que nadie dijera nada al respecto se acercó hacia la escalera y comenzó a indicar que la gente fueran bajando. 

- Andrew y yo nos quedamos hasta el final por si acaso, Laura, baja la primera por si necesitamos que uses tu poder para transportar a alguien abajo directamente - Se detuvo unos instantes, tan solo un segundo y le dijo - Magnífico trabajo con los chicos, ha sido impresionante -

Comenzó a meter prisa al resto para que fueran bajando. Dió un vistazo a todos y se percató de que María estaba inconsciente. - Andrew, supongo que podrás bajar con ella ¿verdad? -

La ira lo incendiaba. Andrew sentía como cada centímetro de su cuerpo se expandía a cada segundo esperando una respuesta tras un golpe contra el enemigo. Un sistema de alerta que no dejaba de preguntarle una y otra vez, cuándo sería el momento preciso en el que la piel de su contrincante se empezaría a sesgar.

Pero entonces sintió aquel sonido sordo y hueco, tras el golpe con la antena sobre la cabeza de aquella chica. El tiempo comenzó a cesar, todo iba lento, cada segundo usurpaba al siguiente su terreno mientras obligaba al resto a esperar.

Desde su posición, el chico bestia observó como aquella chica era golpeada por aquella antena que el mismo acababa de arrojar; sintió como su cabeza sin fuerza caía en un leve respingo al suelo, y como la mirada de la chica se velaba por la inconsciencia.

Andrew se apagaba, como un horno al que le quitan el gas, como una hoguera sumergida en el mar. Sus ojos volvían a su color, su pecho, se acompasaba, y todo volvía a ser normal; todo a excepción de aquel sentimiento de culpa, que se incrementaba al ver cómo la chica traída por Laura, descansaba en el suelo, con sangre en su sien, testigo de la furia sin controlar de aquella bestia que hoy y siempre sería hasta el final.

La mirada de Andrew se cargaba de remordimiento, mientras no podía separar la mirada de ella.

Bishop parecía reaccionar, como un líder, como aquello que todos pensaron sobre él, organizaba la huida; necesitaba premura y eficacia. Las primeras en salir sería Laura, Nerea, Sara y aquel chico; y luego ellos.

Sin fuerza para argumentar nada con la voz, por el sentimiento de culpa, Andrew asintió. Desbridó los pies de la muchacha, y luego se ayudó de las manos atadas, para pasarlas por su cuello a especie de lazo, para ayudarse a mantenerla junto a él en la bajada.

Al colocarla, sentía por la proximidad como la nariz de la chica, despedía un cálido aliento. Una señal de que aún estaba entre ellos, y que seguía viva, al menos.

La cargó entre sus brazos y se alzó con ella, miró hacía una esquina del suelo cercana a Bishop y cogiendo fuerzas articuló palabra y dijo.- Lo siento... 

Sus palabras se arrastraban; dos simples palabras, cortas en el tiempo pero que el sentía que llevaban mucho tiempo recordarlas; pues la maldita sensación de descontrol y frenesí, volvía a hacer daño a los suyos. Como un sino maldito y perjurado que amenaza con estar siempre ahí.

-¿Laura?, hija, ¿qué haces ahí?

Abrió los ojos y pestañeó deslumbrada por el sol para usar su mano como visera. Estaba tumbada en la hierba y junto a ella una mujer. Tenía los ojos oscuros, la piel tostada y un acento curioso que llenaba de musicalidad cada palabra. La mujer se había doblado hacia ella con ambas manos sobre las rodillas para aguantar su peso.

-Chiquilla, nos vas a dar un disgusto-pero no habría reproche en su voz. Ahora que se le había acostumbrado la vista apreciaba su alrededor: un cortijo en un valle, campo abierto, el sonido de un río cerca de donde se encontraba y gente vestida de blanco. La mujer extendió una mano hacia ella, una mano de dedos gruesos y palmas castigadas por el duro trabajo y ella tomó esa mano sin vacilar. Comparada con esa mano la suya era muy pequeña, de dedos cortos e infantiles y cuando se puso en pie comprobó que no era lo único de talla infantil que tenía-Mira cómo te has puesto...-sujetándola por un brazo en alto la señora usó la mano libre para sacudir la tela del vestido de la niña para librarla de tierra y briznas de hierba.

-Lo siento-en su mente la voz era un susurro que se escuchaba con más claridad que la voz de la señora. No le preocupaba eso, era de madre enfadarse por cosas así pero tampoco le duraría mucho ese enfado. La ropa solo era ropa, se podía lavar.

Ambas caminaron juntas por los terrenos del Sudario de Plata sin hablar mucho pero sí saludando a aquellos con los que se cruzaban: devotos que trabajaban esa tierra para La Familia, gente que se acercaba a ellas para besar los nudillos de la Madre con verdadera admiración. A medida que aquel sueño transcurría la sensación incómoda de culpa se iba volviendo más nítida así como los recuerdos. Esa niña supo que traicionaría a la señora que tenía su manita cogida. Supo que su madre biológica ni siquiera era española (¿No lo había sabido siempre ?). Supo que la Madre y el Padre le harían ordenar cosas horrorosas para limpiar el pecado de otros o para ayudar a La Familia.

Supo que aquella felicidad inocente no volvería jamás y que aquello solo era un recuerdo. Laura era su pasado, alguien que en realidad no existió.

-¿Otra vez jugando por ahí?-un tono grave, masculino. Un hombre de barba, gafas de sol amarillentas y brazos abiertos que les recibía junto a unas matas de algo que ella nunca consiguió identificar. Su cuerpo se movió por voluntad propia apartando los malos sentimientos y pensamientos y se refugió en los brazos de él rodeándole el cuello con los bracitos. Sus pies abandonaron el suelo y ella rió con la alegría con la que un pájaro gorjeaba al llegar la primavera mientras que su interior se desgajó por la nostalgia y por el dolor.

Ese mismo dolor se amplió por su cabeza como si alguien hubiese derramado miel tibia sobre su coronilla y al fin ésta se hubiese deslizado hacia su sien, resbalando por el pómulo y la pequeña Laura apretó el abrazo al Padre enterrando la cabeza entre su hombro y el cuello de él deseando que parara el dolor.

Respiraba aliviada mientras veía que funcionaba... y fascinada. Pé siempre decía que su poder podía lograrlo, pero no lo había creido hasta que lo había hecho. Era difícil, como quien obtenía algo sin quererlo pero hasta que no lo veía no era capaz de repetirlo.

Mierda, ojalá estuviese bien. Se notaba un poco cansada, el hacer algo nuevo le había costado más de lo normal, tendría que aprender  a optimizar el esfuerzo. Iba la primera, intentando correr ... y se cayó de bruces. Lanzó un gritillo de dolor.

- Ouch, mierda, parece que me he sobrepasado con eso último. Se me pasará rápido, pero voy a estar torpona unos minutos.

Se incorporó, pero no terminaba de notar la pierna. Joder, no era el momento adecuado.