Partida Rol por web

Mientras Roberto termina de atar a Brandon, todos logran escuchar un quejido que viene de la puerta contigua a la entrada, parce ser la voz de un hombre, la cual acusa haber recibido bastante daño.

La voz no resulta del todo clara. -Malditos guardianes entrometidos siempre entrometiéndose en donde no deben, juro que pagaran por esto. - dice la voz del osgo que empieza a recuperar la compostura e intenta en vano luchar contra las cuerdas de Roberto.

Tras liberarte de tus ataduras, te pones de pie con cierta dificultad y lo primero que notas es que la bañera está manchada de sangre.

Evidentemente lo que ocurrió en el baño antes de que despertases, no terminó bien para la víctima, incluso encuentras varios dientes en el fondo de la tina y lo que parece ser una oreja.

Cuando tomas el picaporte de la puerta del baño notas que este último está cerrado con llave.

La puerta está cerrada, no me sorprende en realidad, es algo esperable considerando que estoy prisionero dentro del baño. Al estar de pie noto algo que sentado pase por alto, la bandera está empapada de sangre, los restos que están a la vista son la evidencia de la violencia que allí hubo. Soy realmente afortunado de no haber sido herido, pero temo por la salud de cualquiera de los que me acompañaban. Señor, ten piedad de nosotros.

Busco en el saco si tengo mis pertenencias, tal vez me quitaron la pistola, pero dudo que me hayan sacado la cruz de hierro, la gente subestima el poder de la fe en estos tiempos.

Al oír las palabras de Maximiliano, que parecía querer cortar la hemorragia de Neo con un cuchillo incandescente, cauterizando la herida a todas luces, Martina se adelantó y le hizo un gesto con la mano para apartarle tanto de Neo como de aquellos extraños pensamientos.

- Tranquilo Maximiliano, yo me ocuparé. No es necesario causarle más sufrimiento a nuestro camarada. - Le dijo de forma sosegada.

Tras eso, la sacerdotisa levantó su símbolo sagrado y posó su mano libre sobre la herida de Neo, concentrándose para implorar el favor del altísimo. Tras unos segundos, la mano de Martina y la zona de la herida de Neo se iluminó con una luz cegadora unos instantes, mientras se apreciaba como las heridas de su compañero se iban cerrando y el joven recuperaba sus fuerzas.

- Vamos, Neo. Veamos si puedes abrir esa puerta que vimos atrás y seguir investigando. - Le dijo a su compañero una vez hubo terminado de sanarlo.

Escucho lo que decía Martina para luego asentir silenciosamente dejándola trabajar y espero a que el cuchillo se enfrié lo suficiente para volver a guardarlo.

Cuando sentí que estaba perdiendo la conexión con mi hechizo, intente nuevamente retomar el control del mismo para evitar que el Osgo se pusiera de pie.

Con la herida cicatrizándose debido a las curas de Martina, volví a la cocina para ver ese frigorífico y su candado. Me dolía en el orgullo que se me resistiera un candado y presentía que habría algo de interés allí dentro.

Si no puedo abrirlo esta vez, podemos registrar al osgo por si lleva la llave encima. Primero intentaré abrirlo yo. Cuanto menos nos acerquemos a él, mejor.

Me arrodillé de nuevo frente al candado y empecé a trastear en él.

Mis dedos palpan el frío borde del crucifijo de metal y siento un profundo alivio, el señor no me ha abandonado, aún hay esperanzas. Tomo con firmeza el símbolo de salvación y apunto hacia la puerta, recuerdo claramente las llamas azules que brotaron de él cuando por primera vez fui asistido por las fuerzas de lo alto, e invoco nuevamente su protección.

Apunto hacia la puerta del baño, la fuerte intención se transforma en un fuego tibio y luminoso, casi dorado, que envuelve la madera y la degrada lentamente. Claro está lo repito una y otra vez, en algún momento caerá, sin percatarme del humo que comienza a saturar el espacio.

Toso, me doy cuenta que ya es tarde, mis pulmones se han llenado de aire viciado, aún así atino a empapar de agua una toalla y colocarla en mi boca para respirar un poco mejor, y continuo lidiando con lo único que se interpone con mi libertad.

De pronto una pequeña humareda empieza a colarse desde abajo de la puerta que se encuentra a la izquierda de la entrada al tiempo que Neo se interna nuevamente en la cocina de la casa.

Por su parte, el osgo recupera el auto control e intenta librarse se sus ataduras, logrando romper las cuerdas que lo atan, para luego coger su martillo y reanudar el combate atacando a Roberto.

Mientras tanto, Neo lucha inútilmente contra el candado de la congeladora.

- ¡Cuidado Roberto! - Gritó Martina a su compañero, alertándolo de que el osgo se zafaba de sus ataduras.

Sin mediar una sola palabra más, la sacerdotisa volvió a tratar de golpear con fuerza a su adversario, con un tremendo golpe de su martillo y así defender a su camarada.

Roberto estaba totalmente abstraído intentando reformular sus pensamientos para continuar con aquella investigación, habían decidido perdonar al osgo, y aunque a el no le había hecho especial gracia, respeto la decisión de los demás.

Asi que aquel brutal martillazo le cogió por sorpresa al cocinero, que escupió un esputo con sangre mientras trataba de recuperar la compostura.

-Me...me...cago....en la pu...ta madre que te...pario.

Dijo quejándose mientras trataba de recuperar el aliento.

Aquel golpe casi lo deja KO

-Tu... te lo buscaste.

Dijo mientras intentaba recordar como aquella Diosa obro tras de el cuando golpeo tiempo atrás a aquel goblín y descubrió lo que era.

-Mi diosa castigara tu osadía.

Uno tras otro los golpes de Roberto y Martina aterrizan en el cuerpo del osgo reduciendo sus huesos a meras astillas, astillas que causan heridas internas a su rival que cae al suelo vomitando sangre.

Mientras la sangre de Brandón inunda el piso, la pequeña humareda que escapaba por debajo de la puerta que se hallaba a su izquierda empezaba a intensificarse.

Acto seguido, logran escuchar unos cuantos golpes provenientes de dicha puerta, los cuales suenan cada vez más leves.

- ¡Escuchad, hay alguien ahí dentro! - Avisó la sacerdotisa al resto, al oír los golpes. - Alguien debe estar atrapado y eso parece una cámara frigorífica. Neo, prueba a abrir el candado otra vez y si no puedes, trataré de romperlo con el martillo. ¡Rápido! Tenemos que ayudar a quienquiera que se encuentre atrapado ahí. - Añadió.

Oía el jaleo en la habitación contigua y parecía que mis compañeros estaban en apuros. Martina dio un golpe con el martillo al candado y esperaba que no le hubiera dañado el mecanismo interno.

Haría un nuevo intento y si no salía bien, habría que ir en ayuda de los de fuera. El de dentro del frigorífico debería esperar. Volví a coger mis herramientas y a centrsarme en abrir el cerrojo.

Al ver la humareda, Neo regresa rápidamente y con un ágil movimiento logra deshacerse del candado abriendo la puerta del baño, la misma que presentaba diversas quemaduras por dentro.

Al ingresar al baño, Martina y Neo encuentran a un mareado Klauss que intenta llevar algo de aire limpio a sus pulmones los cuales habían sido invadidos por el humo, el inquisidor se encuentra de rodillas en el suelo del baño sujetando con fuerza su crucifijo de acero con ambas manos.