Partida Rol por web

Parecía que la vía diplomática se había agotado definitivamente. Los trasgos vieron a los recién llegados como una amenaza y desenfundaron sus armas. Efectivamente, no parecía que portaran armas de fuego, pero si llevaban ballestas, especialmente los que se situaron tras el muro defensivo, que no era especialmente alto, pero que otorgaba cierta cobertura. 

Tan solo tres de aquellos trasgos portaban armas cuerpo a cuerpo desenfundadas en el momento de iniciarse el combate y se prepararon para éste. El grupo iba a tener que tener cuidado con los pieles verdes, pues pertrechados tras el muro podían resultar peligrosos, aunque por otra parte, no dejaban de ser pieles verdes...

Era el momento de iniciar las hostilidades y Gorbagog era de todos el que más ganas parecía de verter sangre trasgoide en aquel interminable túnel de roca. Sin duda, aquello iba a ser una masacre...

La lucha estaba por fin allí... y solo yo me interponía entre los trasgos y el resto, así que ni tan siquiera lo dudé. Me abalancé con un grito terrible haciendo girar el hacha sobre mi cabeza, para asestar el golpe más poderoso que fui capaz de dar sobre el enemigo más próximo.

Sabía que al mismo tiempo, serviría de coraza para mis compañeros, y les daría así tiempo a que se posicionaran y atacaran. Ese era mi sacrificio.

Pero estaba allí precisamente solo por una razón y no había nada que me empujase más. El rostro de la mujer por quien luchaba llenó toda mi mente, y mis brazos se convirtieron en los suyos. Con cada golpe que asestara en mis enemigos, estaría un paso más cerca de ella y eso era todo lo que necesitaba.

¡POR ELSABETH! -rugí, mientras atacaba y golpeaba.

La carga de Gorbagog contra aquel trasgo fue demoledora. Le hacha del gran trasgo se incrustó en el pecho de aquel desgraciado, al que le salvó la vida la armadura. Sin embargo, se intuyó el terror en sus ojos al ver como aquella mole de músculos se abalanzaba sobre él con la intención de partirlo por la mitad.

A la vez que Gorbagog cargaba contra uno de los trasgos, otro corrió en dirección a Daito con su espada en lato tratando de asestarle un buen golpe al norteño. No obstante, el gran capitán de la sumaca que fuera llamada Venganza del norte, logró esquivar el embite sin demasiados esfuerzos. Fue entonces cuando una saeta voló en dirección a Tulius. La saeta se incrustó en una de sus piernas a la altura del muslo derecho y casi hizo que perdiera el equilibrio por el dolor. Eso le hizo reaccionar al momento...

Tulius aulló de dolor cuando una flecha se le clavó en el muslo derecho, estando a punto de hacerle perder el equilibrio. Por fortuna para el joven, tenía su ballesta, por lo que, tomándola con ambas manos, decidió realizar un disparo sobre el trasgo que acababa de dispararle.

Tulius no tardó en reaccionar. Agarró su ballesta apunto y disparó. Sin embargo algo falló. La cuerda de la ballesta se rompió y el virote salió desviado y sin fuerza. Podía reparala, ese no era el problema, pero tendría que pasar al cuerpo a cuerpo, pues en ese momento no tenía tiempo para substituir la cuerda dañada.

Mientras tanto, otro de los trasgos se situó tras la puerta del muro y apuntó en dirección a la pelirroja. Disparó una saeta, los trasgos también sabían usar ese tipo de armas. Por suerte para Nadja, el virote salió desviado apenas por unos centímetros. No obstante, de haber acertado, lo hubiera hecho cerca de su vientre, algo que podría haber puesto en serio peligro la viabilidad de su embarazo.

Se fijaron entonces, que el muro estaba preparado con saeteras. Los trasgos podían disparar a través de ellos siendo muy difícil acertarles con armas a distancia. La batalla no iba a ser fácil, aunque con los conocimientos militares y tácticos que tenían todos los intrusos, tampoco tenían porqué tener demasiados problemas.

Kronan se acercó con su hacha enana firmemente agarrada con ambas manos. Su objetivo era el de acabar rápidamente con aquellas asquerosas criaturas verduzcas. No cargó. No le hacía falta, simplemente se acercó con una tranquilidad inusitada y un odio descomunal hacia aquel ser de la raza que ancestralmente era enemiga acérrima de su pueblo y descargó un poderosos golpe contra aquel piel verde.

- ¡Muere sabandija! -  Le ordenó.

Mientras sus compañeros eran masacrados en el cuerpo a cuerpo, uno de los trasgos se ocultó tras una de las saeteras y disparó su ballesta contra Daito. El ataque fue del todo infructuoso, aunque si que es cierto que pasó rozando al norteño. Los trasgos no disparaban mal, pero de momento no habían herido más que a Tulius y no de gravedad. La cosa se ponía fea para ellos.

Era el momento de Daito, el momento de hacer justicia y volver a sentir el olor a sangre de trasgo. Un olor recurrente de su pasado, pues eran muchos los pieles verdes que habían caído bajo la misma espada ropera que estaba utilizando en ese momento.

Daito vio a aquella mierda verde delante de él. Agarró con firmeza su espada ropera y lanzó un golpe devastador contra el trasgo. La espada le atravesó de lado a lado del cuerpo. La herida causada era mortal de necesidad, pero aquel ser mediocre se resistía a morir. El norteño tuvo que desclavar su fiel espada de una patada, dejando en el suelo a aquella bestia hedionda. Al verle agazapado y temeroso en el suelo, no le tembló el pulso. Un nuevo espadazo le seccionó el cuello, matándole al instante.

- ¿Quién quiere más? - Gritó aquel hombre, aquel marinero sediento de sangre verde. - ¡Matar trasgos es mi oficio! - Gritó encolerizado.

Tras la brutal muerte de uno de los trasgos a manos de Daito, otro de los pieles verdes se posicionó ballesta en mano y apuntó en dirección a donde se encontraba el formidable norteño. Una saeta salió disparada hacia éste y se incrustó en su torso. Por suerte, la mayor parte del impacto la recibió su armadura, aunque pese a todo, logró clavarse en su piel causándole una buena herida, que por otra parte encolerizado como estaba aquel hombre, ni la notó.

Nadja se movió rápidamente. Portaba su trabuco negro entre las manos. En otra ocasión se hubiera lanzado a la carga contra aquellas bestias sin dudarlo, pero ahora debía pensar no sólo en ella, sino también el el niño o la niña que portaba en su vientre, así, que escoltada por tan robustos hombres, decidió adoptar una estrategia más conservadora. Cuando tuvo a tiro a uno de aquellos seres, disparó sin más y las balas se incrustaron en el cuerpo de aquel malnacido.

- ¡Muy bien! - Gritó. - ¡No les deis tregua! ¡Acabemos con ellos sin piedad! 

Aquellas palabras le salieron de forma automática. Aunque ya no era capitana de nada, ni siquiera sabía donde estaba su amado Yacaré, todavía le quedaba algún vicio de cuando fue la capitana más temida de todo el océano. Alentar a sus hombres en el combate era algo que hacía bien y algo que le gustaba hacer, por eso le salía sin pensarlo, de forma natural.

Mientras todo aquello sucedía, otro de los trasgos se apostó en una de las saeteras y disparó de nuevo contra Daito. Sin embargo, el disparó fue horrible y no impactó ni de lejos. Los dos trasgos que seguían luchando a las puertas del muro lanzaron sendos ataques, el primero contra kronan que no llegó a golpear sobre el enano y el segundo contra Gorbagog, quien recibió un profundo tajo en el antebrazo. Sin embargo, algo le hacía intuir a ese pobre diablo, que la venganza sería terrible.

El ataque quizás lo había iniciado yo, pero mis compañeros estaban sufriendo sus consecuencias. Lamenté no haber sido más diestro y acabar con mi enemigo de un golpe, porque cada segundo que perdíamos, era una oportunidad para nuestros enemigos. 

A mi espalda, escuché el grito de mi amigo. Por un momento logró que me preocupara, pero estaba bien. Le sonreí y proseguí la lucha con el trasgo que tenía delante. Apenas sentí la herida que me provocó y lo único que consiguió fue despertar mi cólera y hacer que le hundiera el pecho con el hacha, para a continuación, cegado por el ansia de derramar la sangre de los trasgos, girarme rápidamente y ayudar a Kronan con el que estaba luchando.

En aquellos instantes en los que la cólera dominaba mis sentidos, apenas podía detenerme a pensar si lo que hacía era lo mejor o no. Tan solo sabía que había sobrepasado mi tiempo y que si alguien debía morir, era yo. Con aquella idea en la cabeza, inicié la carrera y levanté mi arma para arrancarle la cabeza de cuajo, costara lo que costase.

Y la cabeza del trasgonque peleaba con Kronan salió volando y se estrelló contra el muro alejándose unos metros de su cuerpo. Y no costó demasiado, tan solo dos golpes certeros fueron suficientes para que el gran trasgo de librara del último enemigo que se enconraba en su parte del muro.

No obstante, la amenaza no había cesado. Los trasgos que se ocultaban. Tras el muro y la puerta, todavía tenían saetas suficientes como para ensartarlos a todos como pinchos morunos. Aunque eso se podía solucionar. Debían tirar la puerta abajo o escalar el muro y luego dar muerte resto de pieles verdes.