Partida Rol por web

Kronan no se lo pensó mucho. Empezó a lanzar hachazo tras hachazo contra uno de los trasgos que tenía frente a él. Una dos y tres veces hincó el filo de su fiel hacha enana en su pecho, hombro y espalda. Aquel desgraciado se había convertido en un amasijo de piel, músculos y sangre manando hacia el exterior de su cuerpo en unos muy breves instantes. Sin embargo, era un ser valiente, pues no se amilanaba y seguía empeñado en que aquel enano le rematase de alguna forma.

- ¡Ríndete escoria! - Le ordenó el enano.

Mientras todo eso pasaba, los dos trasgos que rodeaban al norteño, trataron de acabar con él. Daito recibió una estocada. Una leve herida, como las muchas que su cuerpo había recibido en las mil y una batallas que había librado. Una herida más a la que ya estaba acostumbrado y que le dejaría una cicatriz como recuerdo. Sin embargo, eso no le detendría.

Lanzó entonces otro de los trasgos un golpe alto. Esta vez, la ropera del norteño detuvo el ataque con suma facilidad. Era el momento de Daito, el momento de la venganza y el momento de acabar con aquel estúpido combate que no llevaba a ningún sitio más que la a muerte de un atajo de pieles verdes.

Daito se fijó en uno de los trasgos que tenía delante. Todavía no había sido herido, pero eso se iba a arreglar rápidamente. Hizo una finta, el trasgo se cubrió y entonces lanzó un ataque al lado contrario clavando su arma en un golpe demoledor entre las costillas. No le había dado tiempo a reponerse cuando Daito volvió a incrustar su filo entre el cuello y la clavícula.

Era el momento de darle el toque de gracia. Aquel trasgo dolorido y aturdido por la contundencia de los ataques, estaba a merced de Daito y entones el rubio norteño lanzó una certera estocada contra éste. La suerte estuvo de parte del trasgo, pues por pocos centímetros, el filo golpeó contra una placa de su armadura desviando el golpe y permitiéndole vivir un rato más.

Poco podía hacer la pelirroja desde su posición, que seguir disparando. Eso hizo, apuntó y de nuevo disparó. El impacto fue directo al pecho del mismo trasgo de siempre dejándole en una situación muy comprometida para la vida. Por desgracia y aunque le hubiera gustado desenfundar su sable, sus propios compañeros bloqueaban las puertas. Aunque lo cierto era que casi habían acabado con la amenaza ellos solitos.

- ¡Acabad con ellos! - Gritó la capitana. - ¡Ya son nuestros! - Y soltó una risotada.

El pequeño trasgo luchaba contra los poderosos músculos de Gorbagog por librarse de su presa. Pero era una gesta del todo imposible para un ser tan flacucho como él.

- ¡Por favor! - Gritó el trasgo. - ¡Déjame vivir! - Y entonces Gorbagog notó cierto calor a la altura de la entrepierna de aquel ser. ¿Se había orinado?

No estaba en mi naturaleza matar sin necesidad, pero los trasgos no eran de fiar. Sabía por experiencia que darle la espalda a uno era una sentencia de muerte. Así que lo único que podía hacer era ser misericordioso con él.

-No te preocupes -le dije, mientras impedía que se revolviese -. Seré rápido.

Entonces, levanté mi arma ligeramente y la hundí en su cabeza una y otra vez. Al menos así no sufriría más.

Gorbagog no tuvo piedad para con aquel trasgo. No quería sorpresas desagradables y simplemente lo ejecutó. Hachazo a hachazo el trasgo acabó muriendo en el suelo de aquella cueva, terriblemente ensangrentado y desmembrado. Gorbagog se puso en pie dándole la espalda a aquella argamasa de extremidades, sangre, interioridades esparcidas y trozos de carne desparramados. El gran trasgo, manchado de sangre, ya estaba preparado para cargar contra la espalda de sus agresores, pero mientras tanto el combate no cesaba.

El intercambio de golpes era continuo. Sonidos metálicos del chocar de espadas y del golpeó de las armas contra las armaduras eran continuos y se mezclaban con los gritos de dolor al ser heridos y las instrucciones que unos y otros se daban para tratar de vencer en aquel combate tan desigual. Entre aquella lluvia de golpes, uno de los trasgos volvió a alcanzar a Daito. No obstante, el norteño prácticamente ni notó el impacto. Estaba concentrado en su objetivo y un simple rasguño no le iba a despistar.

Únicamente quedaban cuatro trasgos en pie, y Tulius, armado con sus estoques, sabía que la suerte estaba de su lado, aunque no había que tentarla demasiado. Puede que ellos fueran cinco y que se hallaran ahora en ventaja numérica frente a unas criaturas generalmente cobardes, pero no podía evitar pensar que aquellas criaturas podían atacar con mayor fiereza sabiendo que no tenían nada que perder.

Encarándose con el trasgo contra el que se estaba enfrentando, el joven escudero descargó repetidas veces sus estoques intentando infligirle el mayor daño posible.

La intención de Tulius era la de atacar en un primer momento al trasgo que se enconraba frente a Kronan, pero en el último momento cambio de opinión propinando una certeza estocada en el cuello de otro de aquellos pieles verdes acabando inmediatamente con su vida y acto seguido hincó dos veces sus estoques en el cuerpo de otro trasgo perforado su corazón y acabando con él.

Eso provocó que el trasgo al que en un principio pretendía matar, tuviera la oportunidad de atacarle, pero fallo nuevamente quedando a merced de Kronan.

Y Kronan no falló. Un hachazo en el vientre provocó que se doblará sobre si mismo por el dolor dejando su cabeza a la altura perfecta para que el enano le decapitase. No lo dudó y lanzó un certero tajo descendente que seccionó el cuello de aquel ser quitándole la veía y manchándolo todo de sangre.

- ¡Dejad vivo a ese infeliz! - Dijo en referencia al último de los trasgos que quedaba con vida. - ¡Podemos sacar información!

-¡Por favor, piedad! - Imploró aquel trasgo que se veía perdido.

Se tiró de rodillas al suelo, soltó sus armas y mostró las palmas de sus manos en señal de rendición. El combate había acabado y había sido una masacre para los pieles verdes.

Mientras regresaba, vi como mis compañeros acababan con toda la resistencia. Los trasgos habían sido vencidos y nosotros... bueno, solo teníamos algunas heridas.

Estaba algo preocupado por Tulius y su herida, pero ahora mismo, si no era de gravedad, lo importante era saber en dónde nos encontrábamos y lo que nos esperaba delante.

Cuando llegué a donde estaban, vi a Kronan con la vida de aquel trasgo en sus manos.

¡Por favor, piedad! 

-Eso dependerá de que nos resultes de utilidad -le dije en cuanto me coloqué a su lado, para darle mayor capacidad de convicción a Kronan, mientras movía con ansiedad mi hacha delante de él -. Tu amigo allí lejos no quiso ayudarnos y está esperándote, ¿verdad, Kronan?

- ¿Qué...? - Dijo aquel trasgo mirando hacia todos lados mientras aquellos cinco desconocidos le rodeaban.

El pequeño trasgo permanecía en el suelo, asustado y mirando con temor los rostros de los asesinos de sus compañeros. En esos momentos se le veía del todo indefenso y sumiso. Tanto que incluso un reguero que hedía a orín apareció entorno a su entrepierna y creó un pequeño charco a su alrededor.

- ¿Qué que...reís? - Preguntó entonces con la voz entrecortada.

Tulius trató de cubrirse la herida que había recibido en combate mientras se aproximaba al trasgo al que habían tomado como prisionero, el cual se encontraba totalmente atemorizado e incluso se había orinado encima.

-Míralo, Scipio. Está aterrado -dijo el joven escudero, señalando a lo orines del hombrecillo de piel verde-. Podemos llevarlo atado y que nos sirva para ofrecernos información. No creo que suponga ningún peligro.

La pelirroja se acerco, si no conociese perfectamente a los trasgos, casi sentiría pena por él, pero sabía como eran, y si les dabas la espalda te traicionarían sin dudarlo un momento, además siempre suplicaban por su miserable vida, solos no eran nada valientes.

Se apoyo en Daito, había sido una pelea un tanto aburrida y estaba cansada, aunque nunca lo admitiría los esfuerzos ya empezaban a cansarle.

- ¡No, no zoy peligrozo, no! - Exclamó el trasgo al escuchar las palabras de Tulius. - El paliducho dice verdadez... - Añadió. - No... Gargjar no ez un peligro. Gargjar ez un amigo. Oz puedo llevar a donde queraiz. Oz puedo llevar zi. Gargjar conoce Angarkok. Gargjar oz hará de guía. ¿Zi? ¡Decidme que zi! - Gargjar parecía asustado. Tanto como para decir la verdad y ofrecer de verdad lo que estaba ofreciendo. Poco podía perder ciertamente.

Con una mueca de asco por respuesta, miré al trasgo. De buenas le habría cortado la cabeza a este también. Pero sabía que lo necesitábamos. Si queríamos atravesar las defensas y llegar a donde queríamos, él podía ser la diferencia entre conseguirlo o no.

-Si alguien tiene una cuerda, atádsela al cuello con un nudo corredizo -dije en voz alta. Después, agarré el pescuezo del trasgo y apreté -. Al menor problema, en cuanto me huela que tu asquerosa cara está intentando traicionarnos o vea que haces algo que no me gusta, o simplemente porque lo sospeche, apretaré tan fuerte de la cuerda que después de atravesar tu carne y cortarte la garganta en dos partes, se quedará tan incrustada en tu columna que no podrán sacarla si con un hacha.

Y con eso esperaba que fuese suficiente para poder usarlo como nueva mascota.

- Todavía queda un puezto de vigilancia antez de entrar en la ciudad. - Dijo de manera espontánea el trasgo. - Zi no queremoz levantar zozpechas máz vale que limpiemoz toda esa zangre. Yo oz puedo ayudar a pazar. No hay problema. - Añadió. - Zoy el ezbirro Gargjar del cacique Snurrhkomma. Pudo convenzerlez fácilmente...

-Gargjar... -murmuró Tulius, con una sonrisa, al escuchar cómo se presentaba el pequeño trasgo-. Suena como si me estuviera haciendo gárgaras al enjuarme la boca.

El joven escudero buscó entonces una cuerda entre sus pertenencias y le hizo un nudo alrededor del cuello de Gargjar para llevarlo con ellos, como había indicado Gorbagog.

-Vamos, chico -le dijo Tulius al trasgo, con un tono que más bien parecía que llevase a mano un cachorrito y no un trasgo que poco antes les había atacado-. Scipio, ¿lo llevas tú o lo llevo yo?

- ¡Zi me lleváis atado no podré ayudaroz! - Se quejó amargamente al ver que Tulius cumplía con las órdenes del gran trasgo. - ¿Qué van a penzar loz chicoz del ziguiente puezto? ¡Oz atacarán nada máz verme azí!

En eso tenía razón. No ayudaba llevarlo atado a que pareciera que de alguna forma les estaba escoltando. Aunque claro, ese era el plan que había propuesto Gargjar y no el plan que el grupo tenía en mente. Aunque claramente, llevar atado al trasgo, posiblemente provocara un nuevo confrontamiento.