Partida Rol por web

Al ver el gesto de Konrad y que se detiene hacemos lo mismo. El que no desenvaine o intente huir me tranquiliza relativamente, aunque si no tuviera dudas no se habría detenido, y menos nos hubiera indicado que lo hiciéramos.

Me acerco al lado de mis sobrinas con mi montura al paso mientras disimuladamente desato la cinta de mi espada para poderla desenvainar rápidamente.

Una vez al lado de ellas contesto en voz baja. – No lo sé Lylian, pero estemos atentos no estén a la vista para distraernos y si son bandidos nos atacaran por otro lado mientras estamos pendientes de esos dos. Recordar lo que encontramos ayer.

Al ver el gesto de Konrad y que se detiene hacemos lo mismo. El que no desenvaine o intente huir me tranquiliza relativamente, aunque si no tuviera dudas no se habría detenido, y menos nos hubiera indicado que lo hiciéramos.

Me acerco al lado de mis sobrinas con mi montura al paso mientras disimuladamente desato la cinta de mi espada para poderla desenvainar rápidamente.

Grisel se quedo muy quieta, al lado de su hermana. No sabía que estaba pasando fuera pero le daba un poco de miedo despues de lo visto el día anterior. Se pego a Lylian buscando su calida protección mientras prestaba oidos a cualquier ruido o voz que pudiera escuchar.

-Gracias.- Dijo en un tono que sólo su interlocutor y su hermana quién se había aproximado lo podían escuchar. -A ver si esto termina y llegamos a Cimera

Yoren siguió adelantando su caballo solo unos pasos, quedando mas cerca de lo que había marchado, cuando este se detuvo. Desde su posición detrás no alcanzaba a ver bien lo que sucedía, pero siguiendo con su plan oteo a los lados del sendero precavidamente e incluso volteo a ver a sus espaldas.

Confiaba en que Konrad daría la alarma si ocurría algo peligroso al frente; por esa razón se había quedado atrás, para cuidar los flancos y la espalda de la caravana. Todo lo demás, lo que pudiera resolverse charlando, estaría mejor en sus manos.

-¡Buenos días! - Respondió el caballero cuando Konrad estuvo lo suficiente cerca. -Mi nombre es Ser Ander, supongo que ya conocéis a mi escudero, el buen Corvin. - El hombre de la tos alzó una mano y saludó entre carraspeos de garganta. No era raro que algunos escuderos nunca llegasen a ser nombrados caballeros y envejecieran en ese oficio. 

La sobrevesta de Ser Ander era roja y bastante engalanada con borlas negras en los hombros y un blasón con la figura de una estrella fugaz, también en negro. Debajo se adivinaba una cota de malla que asomaba por los hombros hasta los codos. El caballero llevaba un cinto de cuero ajustado a la cintura y de él colgaba una vaina con una espada larga.Una capa encarnada caía por su espalda desde los hombros hasta la grupa del caballo que montaba.

-Nos dirigimos a Cimera, Corvin me habló de un grupo que había conocido en la posada que también se dirigía a la boda. ¿Podría hablar con vuestro señor para negociar nuestra presencia en la compañía? Estos caminos no son nada seguros, abundan los asaltantes.

Konrad seguía observando como de costumbre, al oir las palabras de aquel caballero no puedo evitar pensar que lo poco sabía de las gentes de aquí, o de las que vendrían a la boda, y en realidad no tenía ni idea de si era caballero o no, ni de sus intenciones, desde luego el tema del escudero le raspaba. Pero por eso mismo tampoco tenía motivos ni autoridad para negarle la petición.

Tras guardar silencio un par de segundos miró a su alrededor y accedió. -No creo que pueda negarme, acerquémonos al resto entonces.- una vez más era un tono alegre pero dejaba claro que seguía en guardia. -A mi me llaman Konrad, por cierto- añadió, por un momento iba a dar una puntilla sobre la escenita de anoche, pero con el resto por delante seguramente sería menos violento, seguro que todos tenían preguntas.

Mientras esperaban, vieron como Konrad se dirigía hacía el soldado aquejado de la sempiterna tos y al caballero que lo acompañaba en esta ocasión. Tras cruzar unas palabras con ambos, Konrad se giró hacía el grupo e indicó a los dos hombres que lo acompañaran.

La sobrevesta del caballero era roja y bastante elegante, engalanada con borlas negras en los hombros y un blasón con la figura de una estrella fugaz, también en negro. Debajo se adivinaba una cota de malla que asomaba por los hombros hasta los codos. El caballero llevaba un cinto de cuero ajustado a la cintura y de él colgaba una vaina con una espada larga.Una capa encarnada caía por su espalda desde los hombros hasta la grupa del caballo que montaba.

No acabo de entender la actitud de Konrad. Permanezco en silencio, aunque mi cara no puede más que expresar estupefacción ante el que los invite a viajar con nosotros.

Giro mi montura hacia Yoren de forma que vea mi espada tocando su pomo para indicarle que esté preparado por lo que pueda ocurrir.

Konrad se acercó con aquellos hombres detrás. Al acercarse ya vio al resto encogerse un poco. Así que prefirió tomar la delantera y abrir primero la boca.

Cuando estuvo otra vez cerca paró un momento, para indicar con lenguaje corporal a los otros dos que se detuvieran.

Habló directamente, para que todos se dieran por aludidos, especialmente Normand y Lylian -Estos caballeros son Ser Ander y su escudero Corvin, al cual ya conocimos en la posada. Quieren... solicitar compañía para el viaje- terminó con algo un ligero retintin, ya que estaba usando textualmente las palabras de Ser Ander.

Hecho esto Konrad inclinó un poco la cabeza, en un gesto que esparaba órdenes, para dejar claro que eran otros, Normand y Lylian en su opinión, los que tenían que tomar esa decisión.

Anselminus observó con curiosidad a la extraña pareja de caballero y escudero. Al tal Corvin, con quien ya había hablado, nunca le habría tomado por un escudero por su avanzada edad, aunque cosas más raras se habrían visto. El desdichado tampoco parecía haber mejorado en salud, lo que era de esperar habiendo abandonado la posada en plena noche antes de que la tormenta amainase. De todas las sensaciones que le inspiraba ese hombre, la que más destacaba era la de que se trataba de un simple necio, más imprudente que cauto.

El tal Ser Ander, por el contrario, llamaba más poderosamente su interés. Desde luego tenía el porte de un auténtico caballero; tal vez demasiado engalanado, pero caballero al fin y al cabo. Mientras le observaba sus ojos se dirigieron al bordado de la estrella fugaz, intentando recordar de qué le sonaba ese blasón.

Al no mencionar Konrad a la casa o su título lo miro extrañado de que los traiga sin saber nada más que el nombre.

Me quedo mirando en silencio al que según Konrad es Ser Ander intentando reconocer su escudo para saber a qué casa pertenece.

Tras observar el escudo de armas que portaba Ser Ander en la sobrevesta trataron de recordar si pertenecía a alguna casa conocida, pero aquellos que eran nombrados caballeros podían escoger su propio blasón y colores y ciertamente era difícil poder distinguirlos entre los muchos otros blasones, tan parecidos en algunos casos. Especialmente cuando se trataba de caballeros errantes o de casas muy pequeñas y casi desconocidas.

Corvin continuó tosiendo durante todo el rato que estuvieron dialogando, pero salvo eso no abrió la boca para pronunciar palabra. Miró de reojo al maestre con cierta desconfianza, debido al brebaje que le había hecho ingerir y que no le había servido más que para cargar con un fétido aliento todo el día. En principio les extrañó que Corvin fuera el escudero de Ser Ander, pues aparentaba ser incluso más viejo que éste. Pero no era raro que algunos escuderos nunca llegasen a ser nombrados caballeros y envejecieran en ese oficio. 

-Saludos, buenas gentes. -Dijo con una pequeña reverencia el caballero. -Como le decía a vuestro Konrad, nos dirigimos a Cimera para la boda y esperábamos poder solicitar que aceptarais nuestra compañía en el viaje. En estos caminos abundan los asaltantes y tan sólo somos dos. Uno, si contamos a los que saben manejar la espada. -Ander miró de reojo a Corvín con una sonrisa socarrona y éste le respondió con una tos.

La joven por su parte permaneció en el interior del carro escuchando todo lo que se decía. No diría nada ni haría ademán de asomarse al exterior lo dejaría en manos de su tío tal y como había quedado antes.

Intento indicarle a Lylian que permanezca atenta aprovechando el ser capaces de entendernos prácticamente con la mirada al haber convivido desde que nació. Intento que Grisel no se dé cuenta de mi advertencia ya que no se si reaccionaria de forma calmada o pidiendo que no vinieran con nosotros.

Respondo a las palabras del caballero. – Buenos días, Ser Ander. Como os ha debido indicar Konrad casualmente tenemos el mismo destino, la boda de Cimera. Podéis unidos a nosotros si así lo deseáis.

No me uno a las bromas sobre su escudero y me hace dudar de su sinceridad al indicar que su acompañante no sabe usar las armas. O Ser Ander tiene una buena bolsa y un corazón aún más grande para mantener un escudero incapaz de cumplir con su deber de ser el escudo de su señor. O lo dice simplemente para que solamente lo vigilemos a él sin prestar atención a su “escudero”.

Grisel no dijo nada. No le gustaban los extraños y aun menos cuando de camino había visto dos muertos. Se pego a su hermana y miro al caballero fijamente, sin perder detalle a sus movimientos o gestos.

Normad le dijo que podía unirse al grupo y aunque eso fue lo que menos le gusto de todo siguio sin decir nada, pegada a su hermana y en espera de llegar de un vez al sitio al que iban.

-Muchas gracias, milord. -Dijo el caballero entusiasmado inclinando su cabeza. Ser Ander tiró de las riendas de su caballo y lo obligó a girar sobre si mismo para enfilar el sentido de la marcha que llevaba el grupo. Corvin hizo lo propio sin dejar de toser, tratando de sujetar el caballo con una mano mientras se cubría la boca con la otra.

Ser Ander les preguntó qué tal el viaje, si habían tenido algún problema y mientras conversaban iba tarareando una cantinela antigua que a muchos de ellos les sonaba pero que no lograron recordar en ese momento, o al menos no de la forma en que el caballero la tarareaba.

Apenas habían transcurrido quince minutos cuando doblaron un recodo del camino y vieron una gran roca que surgía de la tierra y obligaba al camino a bordear ligeramente hacía la izquierda. Cuando se estaban aproximando a ella, Ser Ander iba hablando sobre los peligros de los que había oído hablar en el camino.

-...y los bandidos, esos son los peores de todos. Hay mucho pillaje en estas tierras. En el bosque...- En ese preciso momento una flecha surgió de entre los arbustos cercanos a la roca y se clavó en el carruaje de las damas. Justo en la escuadra que se formaba entre la madera que subía de las ruedas del carruaje y la que servía para dar firmeza al techo. Ser Ander desenvainó la espada y apretó las espuelas de su caballo para situarse de un gran brinco frente al grupo.

-Oh, vaya... mis señores. Lo lamento mucho pero me temo que habéis caído en una emboscada. -La sonrisa socarrona no se borraba de su rostro. -Mis hombres están a ambos lados del camino, apuntándoos con sus arcos en estos momentos. Yo no me arriesgaría a que vuestras damas sufrieran peligro. Os aseguro que esa flecha ha sido clavada en esa madera a propósito. -Dijo señalando el astil que todavía se agitaba tembloroso. -Si tenéis a bien poner vuestro oro a nuestra disposición, no habrá ningún problema. 

No puedo decir que me sorprenda ya que no había ninguna explicación para que hubieran salido horas antes de la posada para encontrárnoslos, y viajando al ritmo del carruaje. ¿Cuánto le habrá contado Konrad de nosotros? Se supone que se dedica a averiguar cosas de los demás y evitando que las averigüen de nosotros.

Le lanzo una dura mirada a Konrad mientras desenvaino mi espada colocándome entre Ser Ander, que no debe llamarse así, y mis sobrinas. – Estas damas, además de serlo, son mis sobrinas. Estoy dispuesto a morir por ellas, ¿lo estáis por unas monedas a confiar en vuestro arquero para evitar que llegue a vuestra altura?

Puede que ya no os importe, o estéis hartas de que vuestro tío os diga que no podéis… Pero nunca permitiré que nadie os dañe.

Konrad sabía que la situación iba a ser tensa, pero simplemente despachar al hombre tampoco iba a ayudar, le tenía que haber hecho caso a su paranoia la noche anterior, y detener al maldito Corvin. Bastante extraño era que hubiera vuelto, pero quiso dejar la decisión a quien le correspondía. Igualmente la emboscada les habría caido encima, seguramente llevarían un tiempo aprovechándose de los que van hacia la boda.

En su cabeza el plan era dejar que se relajaran un poco y hablar con Normand y Yoren, pero se ve que debío actuar antes.

Konrad permaneció en su sitio, echando un vistazo alrededor, a ver si lograba ver cuantos eran.

La unión de aquel caballero no le concernía directamente, sino a los líderes de la comitiva, por lo que no dijo nada al respecto y se mantuvo en la retaguardia, detrás del carro como venia haciendo hasta ahora. Si aquel sujeto se revelaba una ayuda o un problema ya se vería mas adelante.

Por supuesto, cuando la flecha apareció y las palabras se hicieron manifiestas, Yoren tuvo más que claro de que lado se inclinaba la balanza. Sin perder tiempo en palabras, con frialdad espoleo su caballo para salir por el flanco y avanzar lanza en ristre sobre el malhechor. Ciertamente no tenía una de caballería, pero la normal de todas formas no haría mal trabajo.

Después podría preocuparse por el o los arqueros.