Partida Rol por web

En el principio de los tiempos, los Hombres Lobo vivían en los bosques remotos. 
Allí, alejados de todo lo que oliera a civilización, cazaban, se apareaban y en los claros bañados de luna llena... se casaban. 

Su forma humana solo les servía para infiltrarse entre los rebaños de aldeanos y cada cierto tiempo seleccionar a un humano que llevara su sangre y expandir así su raza. 

Ni siquiera aquellos seres tristes y mezquinos eran su fuente principal de alimento. ¿Quién quiere comerse a un humano si tiene a todas las criaturas del bosque? 

En el principio de los tiempos, los Hombres Lobo se equivocaron.
Y con el tiempo, lo que vieron, es que era el principio de su fin. 

Porque aquella civilización se expandía, destruía los bosques, horadaba las montañas y empezaron a matar a los de su raza. Porque aquellos seres obcecados siempre odiaban lo que más temían.
Y no hay nada a lo que puedan tener más miedo que a seres que de día caminaban entre ellos y de noche podían devorarles. 
Y no hay nada que no puedan hacer con tanto odio:
Como recurrir a la magia para crear unos muñecos con lo que poder vencerles. 

Aquel día de hace más de 500 años, empezó una guerra y aunque ganaron varias batallas y colonizaron el continente no pudieron hacerse con los muñecos que también llegó al Nuevo Mundo a bordo de un barco.
Hasta que hace 50 años, en un Festival de Música no solo pudieron destruir aquellos títeres sino que aprendieron que aquella magia se transmitía por la sangre. Y que no entendía de humanos o de lobos.
Con ese poder pudieron volver a Castroviejo y eliminar a los descendientes de sus enemigos originales y garantizarse que solo ellos pudieran tener la magia de su parte. La misma que probablemente un día los engendró. 

Y aquel milagro solo lo pudieron lograr cuando entendieron que su licantropía era su mejor arma, que el transformarse no era un escondite sino una manera de vencer el alma de los humanos, suplantándolos y finalmente venciéndolos. 

Por eso, ahora en el principio de la nueva era, los licántropos tienen empresas y viven en las grandes ciudades. 
La tecnología les permite disfrutar de la noche con los humanos a los que devoran, a los que conquistan. 
Y en el lujo de su civilización, a plena luz del día, ahora los Hombres Lobo se casan. 

El viento y el oleaje provocaron más risas que preocupación en el trayecto que trajo a los invitados a la isla.
Incluso aquellos que habían alquilado lanchas deportivas para hacerse distinguir así del resto del pasaje que iba en el ferry acabaron bastante empapados. 
Pero en el acontecimiento que reunía a los dos grandes clanes de Hombres Lobo del mundo tratar de impresionar era el dress code. ¿Cómo si no poder codearse con todas aquellas leyendas? Los humanos sólo lo entenderían si pudieran ir a una fiesta que reuniera a toda la gente famosa... sin importar a qué época de la historia pertenecieron.  

Al llegar al photocall a la entrada de la carpa que bordeaba la mansión muchos se dieron cuenta que la cola era mayor que la de seguridad en el puerto de salida. Tenía sentido. Ningún gobierno o ejército del mundo aún sabía de la existencia del verdadero imperio que se apoderaba del destino del planeta. Y ningún mercenario se atrevería a atacar a 200 Hombres Lobo. 

En la cola ante el fotógrafo muchos sacaban sus propias fotos para inmortalizar a Xi Lao, el Hombre Lobo multimillonario, a Camila Von Laughten, Duquesa de Prusia o a la legendaria Adela Lastra, que iba a oficiar la ceremonia entre los Onieva y los Lue. 

El cóctel de bienvenida se dispuso en el centro de un ir y venir de invitados que terminaban de prepararse para el evento que lucía majestuoso, pero casual, juveni, pero lujoso entre la mansión y el mar. 

Los wedding planner trataban de movilizar con extrema educación a los invitados y que tras las fotos cogieran su copa y fueran entrando en el jardín para que el final de la ceremonia coincidiera con el atardecer frente a la costa californiana, como era deseo de los novios. También por orden expresa de los anfitriones debían entregar sus móviles, algo que no gustó a la jet set licántropa. Afortunadamente el sentarse en los bancos del jardín junto a las dos familias que tantas portadas del corazón habían protagonizado daría a sus relatos en las siguientes semanas la emoción que no podrían mostrar sus stories. 

Cuando parecía que la multitud se iba organizando para entrar en el templete al aire libre donde se oficiaría la boda, la música ambiente se paró y se organizó un pequeño revuelo. 

Los invitados miraban el programa de la boda. Aquello no estaba en el orden del día. Una actuación sorpresa en un evento de semejante calibre solo podría ser un número que se quedaría para siempre en la retina de los asistentes. 

Y se quedaban cortos. ¡El mismo DADDY DOPE apareció en el tejado de la mansión con el micrófono en mano! 

Aquel hombre había sido clave para atestar el golpe definitivo a los humanos. Su música literalmente les había dado la magia. 

Las campanas y los primeros acordes empezaron a sonar y Daddy Dope empezó a cantar mientras la mayoría de los invitados se desviaron de nuevo para congregarse a las puertas de la lujosa casa agitando los brazos y coreando aquella canción de amor. 
Aquella canción de boda. 

El novio, Lorenzo "Sunny" Onieva, acababa de ver a su futura esposa caminar hasta el altar del templete al aire libre cuando la actuación de Daddy Dope demoró un poco la ceremonia.  Sonrió a Lori, la novia más guapa del mundo, por aquella sorpresa que le había preparado. La sacerdotisa aguardaba impertérrita, pero no se atrevía a charlar con la mismísima Adela Lastra así que dirigió una mirada cómplice a su bancada. A la derecha estaban los Onieva.

Un linaje europeo y ancestral que se vertebra alrededor de su matriarca, AMANDA ONIEVA, y sus tres hijos varones. Su madre le había acompañado del brazo hasta el templete frente al mar

- RAFAEL, su hermano mayor, era el vivo retrato de su difunto padre. Triunfador y responsable.  Un seductor nato. El Majestuoso Príncipe de la Casa Onieva. Venía acompañado de su flamante esposa, MARTINA, cuya boda fue la última vez en la que se habían reunido todos, aunque como la familia de ella no era lupina fue un acontecimiento más privado. 

- VICENTE era el otro querido hermano de Sunny. No podía ser más distinto a Rafael, siendo "el artista de la familia. Con su nombre artístico VAD, sus excentricidades solo eran toleradas por la inocencia de su espíritu. 

Su madre tenía varios hermanos y cada uno de ellos una prole de hijos convirtiendo a los Onieva en el típico clan de primos donde se acababan mezclando todos y se olvidaba la relación del parentesco. Casi todos estaban viendo la actuación menos dos, que se habían sentado ya. 

PELAYO, probablemente estaría disgustado con Daddy Dope porque a él no le habían dejado pinchar. Pelayo estaba dispuesto a demostrar esa noche que el estatus y la clase podía acabar diluyéndose en la familia. 

La pequeña LUNA. Que anduviera sin sus padres pese su corta edad no le importaba tanto por lo que le pudiera pasar sino porque nadie la vigilara

El otro familiar que le preocupaba era su tío paterno, AMADOR, Su madre siempre decía que todo lo que le había quedado de la familia de su marido era un cuñado, que eso sí, era el perfecto ejemplar de cuñadismo hombre lobo. 

Por último estaba la familia elegida. Aquellos sin parentesco. Era de esperar que aquellos dos no se hubieran levantado tampoco de los asientos para no separarse un minuto de él: 

JOSELU, mejor amigo desde la infancia, siempre ejercía de su conciencia. 

Y JENNIFER, su asistenta personal, su agenda, su sombra, siempre volcada en él. 

Sunny observó cómo los parientes también hablaban entre ellos. Seguramente habría tensiones, rencillas y afinidades, pero todos parecían felices de estar allí. Eso, como boda, ya es un triunfo. 

Lori hizo la entrada triunfal de la novia sintiéndose orgullosa de sus invitados. No era fácil estar a la altura de los Onieva y desde siempre los Lue habían sido una familia mucho más desestructurada, en parte por su dificultad para engendrar hijos pero también por su carácter mucho más libre.

Ella había entrado del brazo de su padre, BILLY LUE, quien sin duda estaba encantado con aquella fiesta. Poder y locura con un montón de gente a la que seducir. ¿A quién no le va a gustar? 

Y es que hasta Lori sabía que cuando su madre ZELINA se quedó embarazada de él ni siquiera eran novios. Ella adoraba a su madre como quien adora a una hermana mayor que es un desastre. 

Al menos ya estaba divorciado por aquel entonces de OLIVIA. La exmujer de su padre era un personaje con tal carácter que en otra familia ya le hubieran puesto una orden de alejamiento. Pero aparte de que Billy siempre sintió debilidad por ella, le había dado un hijastro que hasta que nació Lori fue su sucesor y después de nacer ella, había sido el mejor protector que pudiera tener: LIAM

Evidentemente a su abuelo, ANTHONY, ninguno de los matrimonios de su hijo le satisfacía y probablemente hoy no habría acudido por desatender sus negocios si no fuera porque veía en los Onieva la oportunidad de poner orden en su linaje

Porque su otra hija, ANNE era aún más desastre que Billy. Lori la adoraba. Era su tía preferida ajena por completo a los politiqueos de su hermano, tan dulce como la tienda de pasteles que regentaba. Había hecho lobo, y luego marido, a su tío SATURN porque se apellidaba Glue y eso le hacía mucha gracia. Su único tío era jovial y algo pesado. Ambas cosas aumentaban con el alcohol.
Ambos no podían tener hijos pero habían acabado adoptando a un bebé hombre lobo que además de feo y torpe había resultado un tanto psicópata. A CHARLIE Glue Lue le veían ahora solo en Navidades y en algún acontecimiento familiar como aquel. 

Una familia que incluso con adopciones y ex de por medio era tan corta, se había suplido con la increíble vida social de Lori. 

Allí estaba diciéndole con gestos qué chicos eran buen partido su amiga de la infancia, GRACE. 
Al lado de ella y diciéndole con gestos a qué chicos se había tirado ya estaba DAVID, su amigo de la universidad. 
Y cerraba el trío TEO, un claro ejemplo de que dos personas pueden estar enamorados cinco años y luego ser solo amigos ¿no?
Los cuatro habían vivido tantas aventuras y confidencias e intercambios de parejas que pedían a gritos una sitcom

Justo cuando se quitó el velo sonó la canción de Daddy Dope: "I think I'm gonna marry you" susurró feliz de aquella sorpresa que le había preparado Sunny y que tanto disfrute estaba dando a todo el mundo. 

Seguro que la gente de los bancos no tendría problema alguno en interactuar entre ellos. 

Anne estaba muy nerviosa, se había pasado varios días preparando la mejor tarta de boda de la historia.
Toda su vida preparándose para algo así, cuando su pequeña Lori le pidió que la hiciera se tomó el encargo con una emoción embriagadora.

Miró a la numerosa familia del novio con algo de recelo.

- Por favor, muchacho, un vino blanco. - Le dijo a un camarero.

Siguió escuchando la ruidosa música que hacía el muchacho del chándal mientras buscaba entre la multitud unos ojos amigables.

Atención: me gustaría decir unas palabras a todos para daros la bienvenida a la boda de mi preciosa hija Lori. Bebed y comed lo que queráis que para eso he pagado yo. Ja, Ja, Ja.

Zelina, Olivia, estáis preciosas pero hoy me debo a mis deberes como padrino. 

Disfrutad de la fiesta y vigilad a vuestras mujeres, queridos amigos. 
 

¡Vivan los novios!

Rafael caminaba sin soltar la mano de Martina. Si bien ella conocía bien a todos, o a la mayoría, era lo apropiado. Se había puesto su mejor traje para la ocasión. Si bien tenía sus reservas acerca de las elecciones de sus hermanos, las aceptaba y si ellos eran felices él también lo sería. Estaba allí para apoyar a Sunny y celebrar su boda, como había hecho su ilustre hermano cuando quien se casaba era él mismo. La historia del triunfo de Sunny era legendaria ya en su familia.

Saludó a todos a quienes encontró en su camino, de una y otra familia, y luego se quedó cerca de su madre, atento a si necesitaba algo.

Escuchó a Billy y aplaudió de manera comedida sus palabras, con una cordial sonrisa en su rostro.

Vista una boda... vistas todas. Eso decían por ahí. Y sería cierto, si no fuera por un detalle. Un pequeño y jodido detalle. La novia era Lori. Y eso, queridos, era decir... impredicibilidad.

Si, si es que existía esa palabra. Sabíamos como empezaba esto pero, ¿cómo acababa? Demonios, no. Era del todo imposible saber que nos depararía el futuro. Yo vine con una sola idea en mente... dejarme llevar. Y eso estaba haciendo. Copas, música, gente guapa... ¿podía pedirse algo más? Quien sabe... igual terminaba la función entre sábanas, con algún buen maromo y la cartera llena de billetes.

Mientras... ¿un trago? Si, porque la entrada de los novios se estaba haciendo de rogar.

¡Garçon! Póngame un poco de ese excelente Laphroaig de veintisiete años... mejor, que sea doble - no todos los días tenía una la posibilidad de echarse a la boca tan exquisito elixir... y gratis.

La opinión que Saturn Glue tenía al respecto de toda aquella unión se le podía notar en la cara, su expresión no era de especial alegría puesto que el contacto que este mantenía con su familia política era un tanto extraño, quizás porque aún con los años juntos, se sentía un foraneo dentro del grupo y, para asistir un evento en donde no solo él sería foráneo para los de su propia familia política sino para además otra familia a mayores; eso era demasiado para él. Prefiriría estar en el bar o en su casa antes de estar ahí.

Aunque todo esto cambió cuando escuchó la palabra mágica "Vino Blanco", su rostro se iluminó como el de un bebé que estaba a punto de tener una pataleta pero, de la nada, llegó a su visión un enorme sonajero que sonaba melodiosamente frente a su nariz; esa era la pasión que este hombre sentía por aquel dulce nectar... y aunque tenía sus preferidos, no le hacía ascos a ninguno.

-Que bien me conoces, amor. -Comentó asumiendo que la copa de "Vino Blanco" iba a ser para él- Pero creo que esta ceremonia será muy larga, ¿No te pides nada para ti?. Estoy seguro de que lo disfrutarás más con una o dos copitas encima... y no te preocupes, cuando estés cansada de bailar, yo te sujetaré los tacones.

Liam llegó con su madre agarrada del brazo. Su rostro era serio, observando detenidamente a unos y a otros, expectante y atento a cualquier posible mirada o comentario sobre ellos. Sabía que su presencia no sería de agrado para todos los allí presentes, pero le daba igual. Su madre no quería perderse tal acontecimiento y Liam no iba a dejarla sola entre tanto colmillo afilado. A fin de cuentas, Lori había pasado a formar parte de su, particular eso sí, "familia". Y si bien le había quitado el primer puesto en la línea de sucesión, Liam no era de enfrentarse a mujeres ni ansiaba el poder. Prefería mantenerse en la sombra y poder así seguir enriqueciéndose con sus propios negocios. Así que metió su mano en el bolsillo interior de la chaqueta de su traje, sacó su petaca personal y le dio un trago... Allá vamos, pensó.

- ¡Deux! ¡Que sean dos! - David se unió a la petición de Grace. Ya estaba unido a ella por el brazo, la agarraba con firmeza mientras ojeaba al resto de invitados y comentaba la situación -  ¿Ese perro es el hermano de Sunny? Aufff - le dijo al oído a su amiga mientras simulaba un escalofrío con su cuello y hombros.

David funcionaba mejor en el tú a tú que en grupo. Cuando se encontraba en situaciones sociales en las que no controlaba a toda la audiencia sentía que estorbaba y que no caía especialmente bien, pero en las distancias cortas conseguía apabullar lo suficiente como para que la otra persona se interesase. Y era insistente. Dos habían sido sus cúpulas, diecisiete sus intentos de apareo desde que aterrizó y llegó al hotel. Pero en grupo, con esa gente. Eso era otra cosa. Y el alcohol ayudaba.

Cuando apareció Liam, su sola presencia ya hubiera bastado para llamar la atención de David. Siempre le había gustado. Pero ese traje tan elegante, ese corte de pelo que exudaba confianza, esas vibes de morder en la intimidad, esa cara de enfermedad y desapego fingido... y esa petaca. Se acercó a él con su vaso vacío mientras llegaba el camarero.

- Liam, cariño. ¿Cómo estás? ¿Un refill? Para el interim...

Anduvo hasta el templete del brazo de su hijo como un buque insignia, orgullosa, erguida. Con un brillo de satisfacción en los ojos que sus sempiternas gafas de sol no podían disimular. Amanda estaba encantada. Y no es que ella hubiera orquestado demasiado de esta boda, lo que aún la satisfacía más. Un espectacular giro en la historia de los licántropos, la unión de dos continentes, dos familias ilustres cada uno a su modo, con raíces muy profundas. Y que habían sobrevivido y prosperado en sus ambientes a tantas y tantas vicisitudes y amenazas de los hombres, esa especie que les quería a todos muertos. 

Por eso al pasar sonrió a Adela Lastra, todo un símbolo que estuviera allí, como sacerdotisa para la unión.

Sonrió también a sus hijos, su sucesor y magnífico Rafael, y su artista estrella, Vicente. Les amaba más que nada en este mundo, junto con Lorenzo, el más apuesto novio que podía imaginarse. Eran su tridente, y ninguno la había decepcionado, ninguno, a pesar de idas y venidas, y decisiones polémicas.

Con una copa de champán una vez ya en la carpa, Amanda pasó la mirada de lado a lado, de Onieva a Lue. Y sonrió de nuevo. Le guiñó un ojo a Billy cuando éste habló, pero algo en su gesto pareció decir que su broma le parecía de mal gusto. 

Seductora, su estupenda figura vestida de rojo y negro, el pelo plateado que lucía suelto con pequeños destellos brillantes, y sus stilettos Louboutin que llevaba con el aire de haber nacido con ellos la proclamaban femme fatale. Sin embargo, su tiempo había ya pasado. O puede que no.

Por lo que sea nadie habia ido a buscar a Charly y digamos que las pintas con las que habia llegado a la ceremonia no eran las mas adecuadas para una boda, pero claro Charly no es la persona más docta de la familia Lue....

Mamááááááá, ¿puedes ayudarme con la corbata? Uyyy, ¿y mi corbata? Mejor será que vaya a por vino....

-Te veo luego, cielito - dijo dando un par de palmaditas en la cara a su hijo y dejando a solas a Liam en la coyuntura con David.

Caminó unos metros y sacó de su (sorprendentemente pesado para su reducido tamaño) bolso un par de pastillas para la acidez que empujó garganta abajo vaciando una copa a medio beber que alguien había abandonado sobre una de las mesas de canapés. Alzó la vista para admirar a la feliz parejita, tan perfecta, ajenos a las amenazas que acechaba a su relación, radiantes y confiados en lo alto de aquella tarta tan cursi que había preparado Anne. A lo lejos pudo ver a Lori agitando los brazos a modo de saludo, a lo que ella respondió sonriendo moviendo arriba y abajo sus largas uñas rematadas en manicura francesa. La sonrisa duró exactamente el mismo tiempo que tardó Olivia en darse la vuelta.

Detestaba a esa niña que encarnaba todos sus sueños frustrados del mismo modo que detestaba a toda esa familia que tanto daño y humillación le habían procurado a ella y a su hijo, pero si algo le había enseñado la vida a Olivia era a aprovechar las oportunidades y esta unión era la ocasión perfecta para reescribir la historia.

Cogió tres o cuatro tentempiés de una de las bandejas que paseaba uno de los muchachos del catering y preguntó mientras se metía el primero en la boca si es que en esta fiesta no había opciones crudiveganas. El chico no supo qué responder, pidió disculpas y siguió con su trabajo.

-¡Bdzelina, bquerida! - Se lo tragó entero mientras se limpiaba la mano en el vestido antes de abrazarla. - ¡Te veo estupenda!, te has hecho algo distinto…mmm, no me lo digas, el maquillaje no es, ¿te has peinado? ¿Es eso? ¡Estás preciosa, cuánto me alegro de verte!

Olivia iba a hacer lo que fuese necesario para volver a sentirse segura porque sabía que en alguna parte del mundo, a menudo más cerca de lo que cabe imaginar, hay personas dispuestas a hacernos daño y estaba preparada para buscar esa protección en los brazos de un hijo, en el beso de un antiguo amor, en la plateada punta de un cañón e incluso en las garras de la que años atrás había sido su amiga.

La llegada en el ferry (no eran de ostentación fácil y renunciaron a llegar en lancha deportiva) demostró ser un acierto que evitó estropear el vestido y el peinado que tan cuidadosamente le había costado elegir para tratar de causar buena impresión -dado que Martina no tenía pedigrí lupino, quería estar a la altura de la celebración-

La realidad parecía superar cualquier expectativa que pudiese tener y no pudo menos que sentirse abrumada por el espectacular entorno y la magnitud de los preparativos de la boda que se vislumbraban. Inconscientemente apretaba la mano de Rafael mientras caminaban al encuentro de los invitados, y éste le iba presentando aquellos que aún no conocía, hasta que llegaron cerca de Amanda, donde se detuvieron junto a ella.

La bienvenida de Billy Lue y la actuación de Daddy Dope la relajó un poco y se propuso disfrutar de la fiesta, pero evitando dejarse llevar del todo. En ese momento vio a un camarero cerca con bebidas y como tenía la boca seca por los nervios, Amanda no tenía copa en la mano, y sabía que a Rafael también le apetecería, le dijo en perfecto inglés:

- Por favor, acérquese por aquí. ¡Gracias!
 

Se trataba de estar presente en el probablemente día más importante de mi hija y claro, no me lo podía faltar. Para ello tras hablar con Billy, decidí acudir a mi boutique favorita a proveerme de un vestido especial para la ocasión. Había vestidos de todo tipo, con escote, sin, con flecos, sin, cortos, largos, colores vivos, cálidos, negros, de noche, de día, de tarde. Un sinfín de modelos, todos maravillosos y terriblemente caros.

Ante mi indecisión acabé comprando un modelo más armónico con mi figura en unos grandes almacenes. El buen gusto no tenía porqué estar sometido a la dictadura de la plutocracia internacional. Me vi elegante y conociendo a Billy tampoco quería desentonar mucho. Mi marido era un hombre demasiado clásico, no se saldría de esos trajes de ralla diplomática. Un anticuado.

Durante algo más de media hora traté de memorizar el árbol genealógico de los familiares de Billy, otro tanto con la familia del novio, pero al final desistí. Necesitaba imágenes, gracias a las nuevas tecnologías pude relacionar rostros con nombres, a mi manera: la vieja, el anciano, la estirada, el judío, la niña, la bruja, el borde... Por supuesto, tendría cuidado de no referirme a ellos así; lo intentaría.

Busqué a quienes me sonaban o conocía de antemano, aunque antes pasé a probar la bebida. Nunca se puede saludar a alguien con la garganta seca - un whisky, por favor - sí, iba a saludar a los invitados aunque me pareció oportuno probar algunos canapés que los camareros estaban sirviendo - Mmm qué delicia - las croquetas estaban de muerte. Por supuesto, no ponía peros a la carne ni al pescado. Pero sinceramente si en un ágape no servían croquetas no era lo mismo. Las croquetas son patrimonio de la humanidad.

Me acerqué a los invitados con mejor ánimo - ¿Qué tal, cómo estáis? - resultó ser una pareja que no conocía, no me salían los nombres y por los rostros estaba entre los hermanos del novio o amigos. Ya me costaba identificar a los familiares de Billy como para encima acertar con los demás.

Fue una suerte que Olivia me saludara, pude situarme y aparentar mis dotes de anfitriona - ¡Olivia, cuánto tiempo! - hacía ya varios años que no habíamos coincidido, normal que me encontrara distinta - el vestido seguramente, estás acostumbrada a verme con ropa de cuero, jeans. Algo más real - había que mantener las apariencias, pero a mí todos aquellos disfraces me daban bastante risa - no sé cómo haremos para bailar luego. Sino has traído, te puedo dejar un short - no me iba a perder el baile, si al final era lo más divertido de las bodas, junto con la barra libre.

- Ibérico - lo había visto en revistas y no pude escapar a la tentación, una bandeja con todo tipo de embutidos ibéricos paso delante de mis narices, aunque fueron mis ojos quienes primero lo avistaron. Las bodas no solían repetirse, así que, fui tras esa bandeja y de paso probé un par de canapés de salmón y caviar que encontré por el camino. Descubrí que la forma más rápida de interactuar, presentarse y conocer gente era apostarse cerca de una buena bandeja de aperitivos.

Sentado en la bancada Onieva, Joselu Garcés disfrutaba del momento de felicidad del que era, y siempre había sido, su mejor amigo. Tuvo que levantarse las gafas de sol para hacer un guiño cómplice a su compañero de fatigas, que ahora estaba a punto de poner fin a sus locuras de juventud y que por fin sentaba la cabeza. Y Joselu le alababa el gusto en la elección de con quién se había decidido a hacerlo. Miró a la bellísima novia, exultante en su elegancia, y pensó que ambos formaban una pareja ideal.

Joselu conocía personalmente a prácticamente todos los miembros de la familia Onieva, al haber estado tantas veces en la casa y ser considerado casi como un hermano para Sunny. De la parte de la novia, Joselu conocía a Lori, naturalmente, pero el resto le eran totalmente desconocidos.

Echó un vistazo a la bancada de enfrente. Las novias guapas suelen tener amigas que están a su altura y, a pesar de que Joselu era consciente de que su propia vida de correrías detrás de las faldas no estaba lejos de terminar como la de Sunny, no tenía que hacerlo precisamente en el día de hoy. Por los viejos tiempos.

Sus ojos se detuvieron en una chica que solicitaba un whisky a uno de los camareros y pensó que no estaba nada mal. Quizás no era ahora el momento oportuno de acercarse, a punto de iniciarse la ceremonia, pero el día iba a ser largo y ya encontraría la ocasión propicia para hacerlo.

El viaje en barco hasta esta islita ha sido un rollo. No había mas que viejos, y mis padres me habían prohibido usar el móvil para hablar con mis amigas durante el trayecto. Y lo peor: al llegar se han roto todas mis esperanzas de encontrar a más niñas y niños de mi edad con los que jugar, ¡y nos prohiben usar el móvil a todos!

Así que a la primera de cambio me suelto de la mano de mi madre mientras esta se dirije presta a dar buena cuenta de los canapés y el vino, y me voy corriendo hasta la costa.

No está muy lejos, pero el viento en mi pelo y el sol en mi cara me ponen de buen humor y me pongo a tararear una vieja canción de cuna que me cantaban de más pequeña.

- la la la la la la laaaaaaa -

Acuclillada en las rocas junto al mar, me pongo a jugar con los guijarros mientras los adultos hacen "sus cosas".

Jennifer estaba con su mejor y mas caro vestido, aquel que se había comprado hacia poco mas de una semana y valía casi tanto como un vestido de novia, pero no podía ir de cualquier manera a la boda de los Onieva y aunque le tocara currar seria la currante mas despampanante de la boda. Por eso mismo estaba sujetando una fina carpeta y pluma dorada, comprobando que el día mas importante fuera perfecto.

-Pastel check, invitados check, catering check. -Una lista que ella misma había confeccionado aunque nadie se lo hubiera pedido, pues no pensaba relajarse simplemente por estar presente en el convite. -Vestido despampanante check, actuación de Doble D super-check... -Orgullosa de ver las reacción de los invitados ante la sorpresa que fuera la actuación en el tejado, aun sin ser una idea expresamente suya, se sentía orgullosa que hubiera salido sin percance alguno, todo estaba sucediendo como debía, sin una sola cruz en su lista y ella estaba allí, perfecta, lista, eficiente, entre la crème de la crème, además de la familia de la novia.

Anthony miraba a toda esa gente que había acudido al enlace de su querida nieta con el pequeño de los Onieva y, aunque esa unión podía venir bien para sus negocios, ningún Onieva estaba a la altura de su pequeña Lori. Aunque bien pensado, para él nadie en el mundo estaba a la altura de Lori.

Realmente hacían muy buena pareja, dos jóvenes con toda la vida por delante. Su debilidad por Lori era evidente y Anthony no se preocupaba por disimularlo. Bien era cierto que de la familia, la muchacha era la que más se parecía a él.

Vio pasar a uno de los camareros y lo llamó: -"Muchacho, por favor, acércame una copa de champagne"