Partida Rol por web

Vamoss, despierta...

El ya conocido clérigo de Vecna saca a Arkaeron de su coma con solo unas suaves palabras.

No busques la luz. Estás bajo tierra. De todas formas, estoy seguro de que eso no es nada que te asuste. No a ti.

Aún todo es un poco borroso, incluso la cercana cara del sacerdote.

Tienes suerte: mi señor te eligió ahí fuera. Te ha dejado en mal estado, lo sé, pero es lo que pretendía. No matarte; solo hacerte más fuerte.

No intentes moverte todavía, tus piernas están débiles. Te falta un brazo y buena parte del otro.

Y si notas que no ves del todo bien, es porque te falta un ojo. El izquierdo, igual que a mi señor. Lo hizo por eso, supongo. Deberías considerarlo un honor.

Poco a poco las brumas se disipan.

Estás en un templo de Vecna. Apuesto a que no se te ocurrió que hubiera uno bajo Berfôska. Te hemos sacado de los pabellones de los clérigos, porque mi señor sabe que la magia divina no puede repararte tan bien como tu propio poder. Tus amigos y la mayoría de los del Consejo no saben que estás aquí. Tan solo mi superior, Bohemond, lo sabe, pero porque tiene la mente mucho más abierta que la mayoría de los otros caballeros.

El contacto de la piedra fria en la espalda termina de despertar a Arkaeron. Está casi desnudo, más cubierto con vendas que con ropas, y su espalda reposa sobre la losa de una tumba.

Vamoss, levántate continúa el clérigo ¿estás preparado para unos cuantos desafíos? a mi señor le encanta poner a prueba a los que solicitan su ayuda.

Lo ultimo que veo es al poderoso dragón dirigiéndose hacia mi, despues todo se vuelve negro.

Por más que lo intento no se puedo moverme, no se si he muerto o estoy camino de ello, pero no puedo rendirme.

Entre la oscuridad parece que se distinguen dos figuras extrañamente familiares, una de un hombre y otra de un niño. Lentamente me acerco hacia ellas y cuando estoy a unos pocos metros parecen sentir mi presencia y se giran.
Al instante les reconozco, el hombre es Kaeris, mi mentor y el joven, el joven soy yo de pequeño.

-Vaya, parece que ya te mueves. Totalmente atónito le observo sin decir nada Mirate, no vales para nada, estas hecho un asco, ¿y tu eras quien me iba a superar? me das pena.

-Pe...pero... maestro yo... El niño se adelanta y me mira de arriba a abajo.

Puf, ¿y en esto me voy a convertir? ¿En un ser tan patético?, ¿tan débil? ¿En que demonios estás pensando? No pienso tener una existencia tan humillante.

- ¡Pero que coño decís! !He llegado muy lejos¡ !me ha costado mucho esfuerzo¡

El hombre suelta un suspiro de resignación
-¿¿De verdad?? pues no has conseguido nada, todavía no me has superado, ¿a qué estas esperando? Creía que habías jurado terminar mis investigaciones, y muerto no me sirves, más te vale que cumplas tu promesa, Arkaeron. Hazte más fuerte, termina lo que yo empece y entonces podrás decir que un día fuiste mi discípulo, no me falles, hazme sentir orgulloso.

Sin decir nada mas las dos figuras se giran y se alejan, trato de seguirlos pero por mas que corro no me muevo del sitio.

Poco a poco salgo de mi letargo, oigo una voz familiar que me insta a despertar.
Abro el único ojo que tengo, el cuerpo entero me duele y tengo la sensación de que me falta un brazo, lo cual el clérigo de vecna no tarda en confirmar.

Con mucho esfuerzo consigo sentarme sobre la losa sobre la que me han tumbado y miro al clérigo.

Estoy hecho un asco En mi desfigurado rostro aparece una sonrisa irónica. ¿Y dices que ese dragon era tu señor? ¿ Y que me ha hecho esto para fortalecerme? pues podia haberlo hecho mas con mas cuidado Una nueva sonrisa irónica aparece en mis labios.

En cuanto el clérigo me habla de los desafíos me incorporo como buenamente puedo y miro al clerigo a los ojos.

Si tu señor me ha hecho esto, por muy mal que me halla dejado sus razones tendrá, no soy quien para dudar de ello. Adelante, estoy preparado.

Tranquilo maestro, no te defraudaré, cumpliré mi promesa.

De mi rostro desaparecen todas las emociones, y de nuevo mi rostro permanece impasible, como antes, pero con una diferencia, un brillo especial en mis blanquecinos ojos que denotan una resolucion infranqueable.

En lugar de responder, el clérigo rie.

Hace unos gestos con la mano, manteniendo un casi silencioso rezo, y un portal de cuatro pies de diámetro se abre en la pared. Justo en frente de un altar de piedra.

A través del portal, Arkaeron puede ver una sala que no se diferencia demasiado de aquella en la que está ahora. Paredes de piedra, semioscuridad. Parece una caverna, y resulta familiar al nigromante.

Del umbral salen tres pequeños dragones verdes, del tamaño de perros grandes. Sus garras chocan ruidosamente contra la piedra del templo y sus mandíbulas chasquean mirando al nigromante. Recuerda a esas crias de sierpe; las encontraron en la cueva a las afueras de Berfôska. No son poderosas, pero ahora Arkaeron está solo... y malherido.

Bien, allá vamos, lo primero algo de ayuda.

Con el unico brazo que me queda comienzo a conjurar, poco a poco una nube va tomando forma de diablo justo delante de mi.

Que empiece el baile.

Arkaeron comienza a conjurar mientras los reptiles se abalanzan sobre él, tropezando unos con otros. El nigromante invoca un conjuro complicado, cuya finalización requiere al menos unos segundos, de manera que las sierpes tienen tiempo de atacar antes de que el sortilegio actúe. Las mandíbulas de dos dragones chasquean, pero el mago las esquiva, aún manteniendo su concentración. El tercero de los dragoncillos parece más listo, y al ver que la presa se revuelve decide usar su arma de aliento. La pequeña nube de ácido quema la piel de Arkaeron, aunque el brujo se ha apartado a tiempo, evitando lo peor del daño. Sufrir heridas, aparte de poco recomendable en su estado actual, puede desbaratar su conjuro. Aún así, hace falta mucho más que eso para vencer la concentración del nigromante.

La convocación toma forma: un diablo humanoide de piel negra y con una barba tentaculoide. En sus manos, el fuerte engendro tiene una afilada guja, y viendo que el convocador es atacado, se lanza al combate sin esperar órdenes. El infernal enfurecido clava su arma muy profunda en las escamas del dragón más cercano, que gime y aúlla. Su herida sangrará hasta causar la muerte, pues tal era la magia de la alabarda del diablo.

El ácido me provoca heridas leves po todo el cuerpo, pero no son suficientes para acabar conmigo, no pienso permitírselo.

Doy un paso hacia atrás y realizo un nuevo conjuro, esta vez 3 rayos de fuego salen de mi mano para impactar en la mas cercana de las criaturas.

Dos de los rayos impactan de lleno en la criatura mientras que el otro sale desviado hacia el techo

El dragoncillo más cercano queda reducido a cenizas por el conjuro del nigromante. Otro de ellos coge aire y expulsa su aliento contra los dos enemigos. El mago sufre heridas muy leves, aunque dolorosas, pero el diablo convocado parece inmune a esa débil arma de ácido. Por su parte, la pequeña sierpe que antes había hecho lo mismo ahora se lanza a morder al infernal, y aunque logra hacer presa, sus dientes no llegan a dañar el cuerpo del ajeno.

Devolviendo el golpe, el diablo barbado abre una amplia herida en el reptil, haciéndole retorcerse de dolor. La herida sangrará hasta que no quede más sangre en su cuerpo verdoso, pero el dragoncillo todavía puede dar guerra.

Uno de los dragoncillos se desintegra delante de mi, justo unos instantes antes de volver a recivir uno de esos alientos de ácido.

Queréis estaros quietos malditas lagartijas grito en el idioma de los dragones.

Nuevamente comienzo a conjurar y mi mano se torna de un color rojizo, con la furia en la mirada avanzo sin vacilar y sujeto al dragón que esta intacto.
Poco a poco su vida se va desvaneciendo mientras pasa a través de mi mano a mi cuerpo.

Mucho mejor.

El dragón sucumbe ante el conjuro, y su esencia ayuda a curar las heridas del nigromante. Las brechas en su carne se cierran, el dolor desaparece. A decir verdad, el brujo ya se encuentra mucho mejor...

Mientras rie por la ironía de que esos enemigos convocados para desafiarle le hayan servido para restablecerse, el diablo clava su guja de nuevo en el único reptil superviviente y acaba con su ya debilitada vida. Ya no quedan enemigos, y el nigromante se siente ahora mucho mejor que antes del combate. ¿Acaso era eso lo pretendido por el Clérigo de Vecna y por su "Señor"?

Sin tener tiempo para pensar en estas cosas, Arkaeron nota cómo el umbral cambia, o al menos el paisaje que muestra. No es un gran cambio, sigue comunicando con una especie de caverna, pero ésta está mucho más oscura que la cueva de las sierpes. El nigromante reconoce a la primera el lugar donde fue esclavizado por un vampiro, las catacumbas bajo el Pantano de Tun.

Una sombra veloz sale del umbral, y para cuando Arkaeron puede reaccionar ya la tiene justo enfrente. Afortunadamente para el nigromante, el diablo barbado aún le protege, y se interpone entre el enemigo y él.

Nunca debiste acabar conmigo... Tenías más futuro como esclavo.

Con una risa que hiela la sangre, el vampiro lanza un conjuro que Arkaeron reconoce al instante como un protección mágica contra el fuego, la principal debilidad de estos muertos vivientes. El conjurador no-muerto avanza un paso y se dispone a conjurar algo que aplaste al nigromante, sin preocuparse por el diablo convocado, pero Arkaeron no piensa dejar que el bebedor de sangre, su antiguo esclavizador, sea el único que lanza conjuros.

Al ver aparecer al vampiro me viene a la mente viejos recuerdos, y la ira embarga todo mi ser, tras unos instares me consigo calmar.

Mira que eres pesado, te mate una vez y volveré a hacerlo, pues para tu desgracia ya no soy el aventurero incauto de aquella ocasiona, esta vez tu eres la presa y yo el cazador

Mientras hablo camino hasta colocarme justo al lado del barbazu y le hablo en infernal.

Cuando le lance mi conjuro atacale sin piedad.

Comienzo a conjurar, claramente soy superior a el, mi velocidad de conjuracion es claramente superior incluso con un solo brazo. Cuando termino un rayo sale de la yema de mis dedos en direccion al vampiro

Esto es por haberme hecho tu esclavo

El relámpago se dirige hacia el vampiro, aunque el no-muerto consigue al menos no recibirlo de lleno. La magia le ha dañado, pero su carne muerta parece resistir hasta cierto punto la electricidad. Aún no ha perdido su sonrisa.

El diablo barbado, haciendo caso a la orden, golpea con su guja, pero la hoja choca contra el suelo. El movimiento ha sido demasiado lento; es difícil dar con un arma tan grande en un ser tan veloz.

El vampiro ignora las palabras de Arkaeron, y en su lugar rie ligeramente otra vez. Sus ojos centellean con un brillo hipnótico; un resplandor hechizador que Arkaeron conoce muy bien. Sin embargo, el mago no es el blanco de la magia esclavizante otra vez, sino el diablo convocado. Tras haber intentado golpear al vampiro, el infernal se pone en tensión de repente, y luego lentamente, como no siendo amo del todo de sus movimientos, se gira hacia Arkaeron.

Veo como el vampiro esquiva mi conjuro y despues domina a mi diablo.

Valla, ahora que empezábamos a entendernos.

Mientras hablo camino hacia los cuerpos de los tres dragoncillos, mi mano comienza a brillar con un tono negruzco y uno por uno les voy tocando.

Vamos pequeños, en nombre de los vientos de la muerte yo os lo ordeno, levantaos y seguid mi voluntad.

A medida que les voy tocando se alzan transformados en zombies.

Protegerme les ordeno.

Acto seguido las criaturas se colocan delante mio