Partida Rol por web

La batalla había acabado. Mientras los xenos rezagados huían despavoridos, los aullidos tribales de los jóvenes garras resonaron por aquella explanada cubierta por los amasijos de lo que una vez fueron las gloriosas calles de Meridian, una de las joyas de la Humanidad.

Los hermanos de batalla, se abrazaron y golpearon sus cascos en un gesto que demostraba la camaradería que los unía y que sería capaz de llevarlos hasta la muerte. La alegría y el gozo de haber vencido en la batalla, les llevaba a carcajearse el uno del otro, dejándose entrever los incipientes colmillos que crecían bajo sus labios. Habían luchado bien... ¡¡Por Russ!!

Recogieron todos sus pertrechos y se sentaron sobre los destrozados restos de la montaña de tiránidos. No había mayor placer que dejar caer tus posaderas sobre toneladas de enemigos yacientes. Las chanzas y las bromas volvieron a surgir, mientras Gabius contemplaba a aquellos chiquillos del capítulo de los Lobos Espaciales.

El apotecario de los Cuervos sangrientos extrajo de un compartimento de su servoarmadura y extrajo un inyectable de gran calibre. Sin perder un segundo, se acercó hasta Gunnar, pues el valiente garra era el marine cuyas heridas más preocupaban al veterano Astartes. Cuando estuvo frente al joven lobo se apresuró a explicar qué demonios contenía dicha jeringa capaz de matar a un craneotorvo:

- Esto es Narthecium. Una droga sintetizada para favorecer la fisiología de los marines espaciales. En breve te sentirás mucho mejor.- concluyó Gabius mientras introducía la aguja en la porción descubierta de vena yugular externa que se apreciaba en el fornido cuello de Gunnar. Los Lobos había decidido quitarse el casco y respirar algo de aire puro. Ulf contemplaba la resquebrajada cubierta de la placa occipital derecha del yelmo. Una de esas criaturas estuvo a punto de quebrar su casco... ¡¡Malditas cucarachas!!

Por su parte, Grimm no dudó en explicar con pelos y señales como cogió un par de aquellos pesados obuses para cargarlos con una sola mano. Mientras adornaba el relato, Sigmund y Björn no hacían más que que reír con las historias del antiguo Skald.

Entonces, una señal advertía del casco advertía de la entrada de un mensaje de voz. Sin dudarlo, todos colocaron sus yelmos...

- ¡¡Soy Elena Derosa!! ¡¡Asistente del Gobernador de Vandis!! ¡¡Emito esta petición de ayuda en circuito cerrado para aquellas fuerzas del Emperador que pudieran apoyar al Octagesimoquinto regimiento de Vendoland!! ¡¡Parte de esta fuerza de la Guardia Imperial ha quedado sitiada en la Forja del Ángel por un grueso de tiránidos!! ¡¡Es importante mantener dicho punto estratégico por la viabilidad del Planeta!!...

- ¡¡Soy Elena Derosa!! ¡¡Asistente del Gobernador de Vandis!! ¡¡Emito esta petición de ayuda en circuito cerrado...- nuevamente volvió a repetirse la demanda de ayuda.

Tocaba moverse.

Saborearon durante unos instantes las mieles del triunfo. Habían salido victoriosos de una situación crítica y la tensión del momento empezó a relajarse. Era el momento del control de daños, alguno de sus hermanos había sufrido heridas de consideración y el apotecario Gabius se puso manos a la obra.

El olor de la victoria embriagaba a Sigmund, que se quitó el casco para deleitarse con el hedor de la carne de xeno pasada por el calor de los obuses del carro de combate... Que bien les había venido el vehículo.

La tranquilidad duró poco y un mensaje les llegó repetidamente. El Octagesimoquinto regimiento de Vendoland estaba siendo acosado por alienígenas y solicitaban ayuda. Los Garras se pondrían en marcha de nuevo.

A la Forja del Ángel, Hermano Gabius guíanos

Los hermanos celebraron la victoria entre rugidos y abrazos. Habían sobrevivido a una horda tiránida en todo su esplendor. Habían mirado, burlándose, cara a cara a la muerte y ahora estaban gritando de puro júbilo.
Eran los hijos de Russ, y jamás les vencerían. Ellos representaban a la élite de una casta guerrera; eran dioses entre simples mortales, y una vez más, la Sagrada Palabra del Emperador prevaleció en el campo de batalla.

En un momento dado, el casco dejó escapar un zumbido: un mensaje a través del comunicador.
Los Lobos quedaron en silencio mientras escuchaban el comunicado.
Björn enseñó los colmillos mientras sonreía ante lo que parecía una nueva oportunidad para mostrar el poderío marcial del Capítulo.

- Nuestro destino nos llama a Forja del Ángel, hermanos. ¡Por Russ y el Padre de Todas las Cosas!

Estaba preparado.

... Tenía cogidos los obuses como cuando agarraba a las gemelas Olsen para sacarlas del salón de la cerveza y cepillarmelas, pero pesaban más las gemelas, diría yo jajajajaja... eh? que es esto? interrumpió su historia al escuchar que un mensaje llegaba. Escuchó y en seguida no tuvo dudas de seguir el entusiasmo de sus hermanos en consecuencia.

Está claro que ya descansaremos cuando nos muramos, hermanos, vayamos a la Forja del Ángel y matemos más xenos deleznables, AUUUUUUUUUUUU

Después de toda la muerte y ajetreo, tenía que reconocer que no se sentía para nada cansado. Quizá algo sediento. Una buena jarra de cerveza sería suficiente. O quizá un barril? Quizá sería mejor esto último.

Necesitaba comprobar los daños del casco para valorar el estado de este. Soltó los seguros de vacío, ahora completamente inútiles, y extrajo su casco con ambas manos. 

Los daños eran de consideración, pero peor habría sido si no lo hubiese llevado. SE HABRÍA QUEDADO SIN SU HERMOSA CARA!!!! El joven garra sonrió pensando en esto último. Estaba a punto de ponerse manos a la obra con la reparación, pensando que no funcionaría, cuando un zumbido resonó en el interior. 

-Vaya, parece que la reparación se tendrá que posponer. Pero esto, no.- dijo mientras se agachaba con el puñal astartes, rebanaba la cabeza de su último enemigo, y se la colgaba del cinto.

Gunnar aulló cuando el contingente tiránido huyo de su posición. Se habían salvado de una buena, y su gloriosa muerte tendría que esperar. Era el momento del júbilo con sus hermanos, y aprovecharon para darse golpes. Golpes que por cierto, le hacían doler hasta el alma.

Gabius debió de observarlo, ya que se acercó para inyectarle un remedio que sanaría sus heridas. Y cierto que lo hizo. Incluso lo dejó en una especie de estado excitado: quería más muerte tiránida.

Como si el destino hubiese escuchado su fuero interno, recibieron todos la comunicación de auxilio en sus cascos. No era momento de descansar:

 - Rápido. Nos necesitan.

Uno tras otro, los hermanos de camada se fueron alzando. Una nueva proeza les aguardaba en un futuro tangible y no muy lejano. Con voz seria y solemne, algo fuera de lo común en unos simples garras sangrientas como ellos, mostraron gran desparpajo cuando le pidieron al apotecario de los Cuervos Sangrientos que les guiara por la ciudad hasta la Forja del Ángel.

Gabius los miró perplejo. Había comprobado de primera mano el gran valor que cada uno de esos lobos espaciales atesoraba, pero cuando decidieron marchar en apoyo de la Guardia Imperial, sus ojos se abrieron de par en par. De largo era conocido, que los marines no gozaban de buena reputación entre las filas de los soldados del Emperador, y eso provocaba, que los Astartes raras veces se preocuparan en apoyar una posición defendida por la Guardia. Muchos eran los antecedentes en la historia que describían la masacre de regimientos enteros, mientras los marines esperaban en sus enormes pecios a expensas de que los líderes de sus respectivos capítulos los activaran para combatir. Pero aquello no sucedía con aquellos jóvenes garras sangrientas.

Parecía como si el olor de la muerte, la adrenalina y la endorfina que circulaba por su cuerpo en la batalla les impeliera a buscar una gesta más difícil y de remotas posibilidades de triunfo.

Gabius se adelantó e informó a la escuadra extraviada - Podemos usar los pasillos del nivel inferior de la urbe.- Meridian era una enorme ciudad colmena, y como tal, poseía diversos niveles bajo la superficie del planeta. Quizás el uso de esos niveles subterráneos permitiría a los Astartes avanzar con mayor velocidad... o tal vez no. 

Entre poco y nada se barajaba la variabilidad de sus decisiones. O marchar por la superficie con el riesgo de topar con grandes contingentes tiránidos en un desplazamiento más largo y agotador, o discurrir por los niveles inferiores sin saber qué peligros les aguardaban... 

mmm murmuró pensativo el antiguo Skald, ir por los pasillos subterraneos como una sabandija le parecía impropio y poco épico, pero claro, no estaban allí por alcanzar la gloria propia, estaban allí para ayudar a acabar con la amenaza xeno... tal vez actuar como una rata era lo más razonable, pero como decía su maestro, Sin riesgo no hay gloria, hermanos. Dijo ya en voz alta. Tal vez sea más arriesgado ir por la superfície, pero me parece más propio de un guerrero lobo que el ir como una rata por las alcantarillas... que me decís?

Tocaba decidir. Ulf sopesó durante unos instantes qué sería lo mejor para ellos. Era tentador ir por la superficie del planeta, matando a diestro y siniestro hasta acabar con la munición y las espadas sin filo, pero no cumplirían su cometido. Y eso tampoco era correcto. Había gente que los necesitaba:

-Opto por ir bajo tierra. Será más fácil poder utilizar los pasillos subterráneos como cuellos de botella y aprovechar la inferioridad numérica, que las grandes calles y avenidas superiores. Amén de que es posible que les cueste más dar con nosotros en la oscuridad. O no. Quien sabe.....

- Creo que, viendo lo que hemos encontrado en la superficie, será mejor tratar de avanzar por los subterráneos. - dijo, entrando en la conversación - Si de diversión se tratase, optaría por seguir por el exterior, pues hallaríamos a cientos de asquerosos xenos... pero, en este caso debemos apresurarnos si queremos llegar a tiempo.

- Como dice nuestro hermano, quizá podamos adelantar terreno moviéndonos bajo tierra.

Aunque la idea de repetir otra masacre hormagante le tentaba, tenían que ser prácticos, y el cobijo que los subterráneos les podría brindar, no lo encontrarían en la superficie.

 - Es mejor ir por los subterráneos. Aunque estos bichos de mala madre actúen como una inteligencia colectiva, y nos acaben encontrando, en los subterráneos tendremos menos flancos que proteger.

La emoción de la caza... la tensión del peligro de caminar al borde del precipicio... la adrenalina volvía a fluir por el cuerpo del astartes como el combustible de su ira. Solo tenía en mente volverse a dar un baño de vísceras xeno. Ese era su único objetivo en aquel planeta infectado de alienígenas, y si sus actos servían para salvaguardar vidas de los ejércitos del Emperador, mejor... pero lo prioritario era calmar su sed de muerte.

Vayamos por donde vayamos... vayamos YA!- dijo enseñando los dientes de manera excesiva.

Gabius asintió con la cabeza. Ese grupo de jóvenes garras tenían arrojo y pelotas. Anhelaban la fama proporcionada por una muerte épica, pero sabían que primero debían llegar para apoyar a aquellos que lo necesitaran. Se alzaron tras recoger todos sus pertrechos y siguieron al apotecario de los Cuervos Sangrientos.

Gabius comenzó a descender por la improvisada colina de restos calcinados de xenos. Habían creado toda una montaña de muerte y destrucción. Alguna de aquellas criaturas, sollozaba y gemía mientras se retozaban entre espasmos de su sistema nervioso altamente dañado. La violencia del fuego ocasionado por el gran carro blindado, había segado a los enemigos como una cizalla rompía la más gruesa de las cadenas. No se dignaron ni a rematarlos.

¡Qué se pudriera la escoria alienígena!

Descendieron por el canal, disfrutando de la gran matanza ocasionada. El olor de los tejidos biológicos quemados era una fragancia que extasiaba la pituita de aquellos Astartes deseosos de más leña.

Llegaron hasta una gran escotilla. La abrieron, no sin esfuerzo. Entonces entraron en un complejo de pasillos que se adentraban más y más en aquel mundo subterráneo. Notaron como la temperatura en el interior subió varios grados. Aquello parecía caldearse. Caminaron y caminaron hasta adentrase en lo que parecía una zona reservada para negocios y centros comerciales. Todo estaba despejado.

En cuanto la gente recibió el aviso de una amenaza xenos, dejó lo que estaba haciendo y huyó. Era normal. Los civiles sólo eran hormigas obreras, y ellos, una raza de guerreros. Se desperdigaron entre aquellos locales y los pasillos de los abandonados supermercados. Necesitaban alimentarse. Necesitaban recuperar energía. Mucho era el esfuerzo desempeñado y comenzaban a notar cansancio...

Sin contemplación, comenzaron a buscar entre las estanterías de aquellos largos pasillos en busca de sustancia y líquido que ingerir. Un Astarte poseía una resistencia extrema a todas las condiciones adversas que podía conocer un hombre, pero si algo estaba claro, es que un marine espacial bien alimentado era un arma de destrucción mucho más efectiva.

Buscaron todo lo que pudiera saciarlo entre aquellos pasillos solitarios donde las cajas de frutas deshidratadas y cereales hipervitaminados y transgénicos se amontonaban en el suelo. Algunas de las luces del lugar, parpadeaban sumiendo a periodos de corta duración de oscuridad.

Se acercaron y abrieron latas de fruta y carne precocinada en conserva. No eran grandes manjares, pero sus aparatos digestivos ultraeficientes, obtendrían las macromoléculas necesarias para mantener su cuerpo en perfecto estado para futuros esfuerzos...

Sentado en el suelo con la espalda apoyada contar una estantería Grimm devoraba una lata industrial de melocotón en almíbar mientras paradójicamente hablaba de aquellos banquetes donde grandes presas de caza grasientas y carnosas que los héroes de la tribu o aquellos que formaban parte de las historias que se pasaban de boca en boca de generación en generación los Skalds zampaban entre litros de cerveza e hidromiel. 

... de un solo trago bebió tres litros directamente del barril, después el muy hijo de mil trolls eructó de tal forma que provocó una avalancha que cubrió el valle casi al completo JAJAJAJA, menudo animal era Rholo!! ...

El antiguo bardo disfrutaba como siempre del cantar y contar historias de tiempos pasados o de leyendas que ahora sabía no eran ciertas para amenizar los momentos de paz, pocos, que tenían los antiguos puños de hierro. 

De vez en cuando, cuando los trozos de fruta eran difícil de capturar por el exceso de líquido, levantaba la lata y bebía como si de cerveza se tratara en un festín, haciendo que parte del líquido cayese por ambos lados de la boca pringando cuello y pechera... después eructaba nostálgicamente... por Russ, como echaba de menos un buen banquete después de una matanza.

Una vez decidido el camino a seguir, el joven garra siguió a sus hermanos a las profundidades de la ciudad. Parecía que el sentido común había prevalecido en gran parte del grupo, aunque una parte de él se lamentaba por no acabar muerto luchando contra una de aquellas criaturas de tamaño gargantuesco, golpeándole con su espada sierra mientras sus garras le hacían trizas. Siguió a Gabius hasta el interior de las cloacas o lo que demonios fuese aquello. Al poco de entrar en ellas, decidieron formar una partida de búsqueda en pos de alimento. Alimento. Ni se había acordado de ello hasta que no se relajaron un poco y su cuerpo se dignó a recordárselo. 

Ulf decidió quedarse en el pequeño campamento improvisado, intentando soldar como pudo el casco reventado por la garra del enemigo. Aún funcionaba, era cierto, pero no sabía si aguantaría otra embestida más de una de aquellas criaturas. Por desgracia el Tecnomarine que lo hubiese reparado había fallecido en el descenso, o eso creía él al menos, pues habían sido los únicos supervivientes, así que decidió trastear un poco a ver si podía solucionar algo. 

Al poco llegaron sus hermanos con algo de comida entre sus brazos. A Ulf se le hacía la boca agua solo de pensar en los suculentos manjares que podrían haber encontrado.

-Esto, hermanos. Alguno se ha acordado de mi?

Los Lobos encontraron algunas viejas latas de comida en conserva.

Ulf quiso saber qué habían hallado y el joven lobo aprovechó para bromear: - Puedes elegir: fruta que ya estaba caducada cuando el Rey Lobo llegó a Fenris, o cereales destructores de vientres.
Sin esperar respuesta, le lanzó una lata.

Cuando Björn abrió uno de los recipientes, sintió que llevaba décadas sin probar bocado y devoró con avidez todo el contenido. El sabor era asqueroso, pero a él le supo a gloria.
Grimm comenzó a tejer una de sus historias y entre gritos y risas, los hermanos recuperaron parte de las energías que de seguro iban a necesitar.