Partida Rol por web

No te preocupes Beren, tengo cuerda. Dicho esto comienzo a aproximarme hacia la muralla moviéndome todo lo sigilosamente que pueda, y aprovechando cualquier oportunidad para esconderme y pasar desapercibida. Trato de detectar si algún vigía pasa por ahí.

La cara de Bauglir deja ver la preocupación por el plan de T´rijss , pero asiente con la cabeza cuando su amiga se decide a marcha.
Espera .- dice el mago mientras realiza unos sutiles movimientos .- arcamodones landar casinoseteve.- susurra. .- Creo que esto te será muy útil, ten mucho cuidado T´rijss.

Tran pronto como el elfo solar concluye su encantamiento, T´rijss desaparece por completo. Por supuesto, sabéis a ciencia cierta que todavía se encuentra en el mismo lugar que hace un instante, pero ahora es totalmente invisible gracias al Arte de Bauglir. Por su parte, la intensa lluvia continúa arreciando con fuerza.

Lluvia

Rápidamente, para aprovechar al máximo la duración del conjuro, la elfa oscura se aleja de vosotros con enorme sigilo, las ligeras huellas que deja junto a vosotros son el único testimonio de su marcha. Al cabo de unos segundos, los tres aventureros pierden cualquier rastro de la espadachina sombría y aguardan acontecimientos mientras permanecen inquietos observando bajo una gran tensión la parte derruida del muro y los guardias apostados en las cercanías. Alguno de ellos incluso llega a elevar una silenciosa plegaria a Tymora, la Dama de la Buena Fortuna. Únicamente cabe esperar.

T´rijss comienza a escalar el risco con decisión, pero enseguida se percata de que el trabajo va a ser más costoso de lo esperado. En efecto, la copiosa lluvia dificulta en extremo la escalada sobre las resbaladizas rocas mojadas.

De pronto, el sonido de unos guijarros aún en la parte inferior del risco, a unos pocos metros de vuestra posición, y afortunadamente bastante amortiguados por la intensa lluvia, os indica que T´rijss está teniendo dificultades para iniciar el ascenso hasta la zona superior junto a la muralla.

Desenvaino mi espada y la utilizo como apoyo para ir ascendiendo. Espero que la lluvia y la invisibilidad ayuden a mantenerme alejada de esos orcos.

T´rijss intenta ascender hasta la muralla, pero la lluvia ha formado un torrente de lodo y barro que hacen imposible la ascensión por ese lado.

Habrá que buscar otra solución, dice T´rijss molesta. Me voy corriendo al puente principal y asciendo por la cuesta. Luego salto a la base y dejo ya el camino de los orcos. Entonces me dirijo al hueco de la muralla desde arriba. Cuando esté en el puente me muevo con más precaución no sea que haya alguna trampa desagradable.

Sumergiéndose de nuevo entre las brumas, T´rijss corre hacia la base del paso elevado que lleva a la entrada principal de Xûl-Jarak. Se trata de una rampa de unos 7 metros de ancho y unos 30 de largo con una cornisa de piedra de algo más de medio metro de altura que recorre ambos laterales.

Una vez inicia el ascenso, la espadachina se mueve con mucha más cautela y sigilo. Desde su nueva posición, la elfa oscura observa dos grandes puertas de roble que se yerguen hasta unos cinco metros de altura. Reforzadas con bandas de hierro oscuro, parecen desafiar a aquél que trate de henderlas. Un escalofrío recorre la médula de nuestra valiente aventurera cuando descubre un enorme ojo sin párpado tallado en la oscura superficie de la puerta. El símbolo de dios orco Gruumsh...

Con gran agilidad, T´rijss salta hacia el exterior de la fortaleza y se aproxima en el más absoluto de los silencios hacia la zona en la que se encuentra la muralla derruida. Montones de escombros, con alguna que otra roca con un tamaño superior a los 3 metros, yacen esparcidos por doquier. Después de retomar el aliento y tras cerciorarse de que los guardias no miran particularmente en su dirección, la valiente joven decide iniciar su escalada por el muro colapsado.

T´rijss no tiene dificultad en atravesar los inmensos sillares de la derruída muralla. Una vez alcanzado el punto donde la muralla se abre a las brumosas sombras, T´rijss se adentra para observar con más detalle la situación, con mucho cuidado ante la posibilidad de que el conjuro expire en algún momento inoportuno. Examina lo que hay y busca un lugar donde poder atar una cuerda para que el grupo pueda ascender con mayor facilidad.

Lluvia

Cuando T´rijss llega hasta la mitad de la malograda muralla ya puede observar su interior. El patio de la ciudadela se ha limpiado de escombros en su mayor parte. Sin embargo, la incesante lluvia crea charcos allí donde las losas se han hundido. Muros grises de unos siete metros de altura cercan el recinto en cuya esquina nordeste hay una pila de cascotes de más de tres metros que parecen ser los restos de alguna sección derruida de la construcción. A modo de puente, un solitario tablón cruza el vacío entre las murallas exteriores occidentales a unos tres metros sobre las piedras en las que se encuentra la elfa oscura. En el patio también encuentras un pozo y una plataforma elevadora de madera suspendida por dos gruesas cuerdas desde una gran grúa que corona el muro exterior.

Varias entradas te invitan al interior. En el muro oriental observas que una puerta doble ha sido arrancada de sus goznes y yace ahora en el suelo. Por otra parte, la puerta doble más septentrional, que parece adentrarse en la ciudadela en sí, cuelga abierta dejando al descubierto sus oxidadas bisagras. Más allá de ambas entradas ves el titilar de la luz de una lumbre.

En el centro del patio, un enorme reptil duerme sobre una pequeña pila de escombros con las alas plegadas sobre su elegante torso. La larga cola de la criatura se enrosca en la base del montón y acaba en un perverso aguijón. La bestia porta una silla de monta. De vez en cuando parece moverse como si luchase contra alguna pesadilla aún más terrorífica que él mismo.

Observo atentamente cómo y qué vigilan los orcos. Otra cosa, cómo escalar la muralla sin ser vistos, especialmente para subir al que sobresale al lado de los cascotes. Bonito bicho!!

Me adentro por el pasillo interior que va hacia el norte y tiene una apertura a la izquierda. Me muevo silenciosamente, busco trampas y escucho atentamente asumiendo que en cualquier momento puede aparecer un orco. Me interesaría encontrar una escalera, porque trepar lo veo algo difícil.

Si alcanzo la apertura echo un vistazo.

T´rijss empuña la espada con cierto nerviosismo, pensando que sus compañeros pueden preocuparse si no les hace una señal. Además el conjuro puede que no dure mucho más, por lo que se maldice (tendría que habérselo preguntado a Baulgrir, por el segundo ojo de Grummsh!) Después se arrepiente de mentar a ese dios en este lugar... por lo que cruza dos dedos y mientras los agita susurra Tate!!

El fuerte aguacero amortigua los sutiles movimientos de la camuflada elfa cruzando el mar de rocas que alguna vez fue una parte de la muralla. Con gran agilidad a pesar del miedo a la bestia que duerme en el patio, T´rijss logra introducirse en la fortaleza de Xûl-Jarak a escondidas.

Al adentrarse en el pequeño pasillo, la espadachina contempla varias puertas cerradas y unas escaleras en la parte más occidental por las que desciende un riachuelo de agua a borbotones. El muro de la parte sur del pasillo a las escaleras se ha colapsado, dejando un feo hueco que apenas muestra el interior de una oscura sala.

Examino el pasillo con detenimiento por si tiene alguna sorpresa, y tratando de no hacer ruido. Luego subo las escaleras buscando trampas y con cuidado porque el orco estará bastante cerca. Me imagino que los olores deben ser nauseabundos, así que tal vez sea mejor quedarse por fuera...

Sigilosa como ella sola, T´rijss asciende por las húmedas y resbaladizas escaleras en el más absoluto de los silencios. Al llegar arriba, la elfa descubre a uno de los vigías apostado en su almena dándole la espalda. Según parece, el pobre infeliz está completamente ajeno a la realidad que se le avecina.

La insistente lluvia forma charcos sobre el piso empedrado, escapando por los ocasionales parapetos diseñados para evacuarla hacia el exterior.

T´rijss siente en su mano izquierda la húmeda frialdad del agua que corre por su guante y en su derecha la metálica frialdad de su espada. Lentamente, como felino que acecha su presa se aposta junto a su víctima, mientras prepara su ataque.