Partida Rol por web

Desde el asiento de alante Rowan se encogió de hombros.

- ¿Qué no tiene sentido? - Dijo sin comprender -  Si debes crear una identidad es para abandonar o proteger la vieja... El que la poli sepa quien es pero no la trinquen implica que es buena y que tiene contactos. -  Suspiró acomodando se en el asiento nuevamente - Igual antes del 99 no estaba aqui en USA y necesitaba un alterego dentro del país, pues el trafico de antigüedades suelen tener un trasfondo internacional, teorizar sin los datos... Tengamos abiertas todas las posibilidades y no tratemos de eliminar unas u otras antes de tener un motivo para hacerlo. El momento de hacer apuestas arriesgadas llegará. - Dijo aquello sin acritud, solo destacando que era pronto para decir nada y que sugestionarse por una cosa u otra sin ninguna razón no los llevaría a ninguna parte que no fueran confusiones.

- Por cierto, necesito hacer un alto en el camino, espero que a ninguno le moleste si paramos en la siguiente estación de servicio que no nos recuerde a la de la matanza de texas. - Dijo al grupo a modo informativo.

Terminando el pitillo de una larga calada, soltó la colilla de la boquilla y la tiró por la ventana, sin mayor demora le siguió el humo final.

- Padre, mi respuesta contiene toda la información que pide. Tal vez la pregunta no fuera la adecuada. 

Se giró hacia la otra mujer.

- Suele ser así como funciona, te deshaces de una y creas una nueva. No vas a andar sin identidad, eso sí que sería sospechoso. De todas formas no entiendo a que vienen tantas elucubraciones sobre Brenda, si el culto nos ha mandado ya sabemos en que clase de círculos se mueve ¿O acaso ustedes nunca han tratado con este tipo de cosas?- preguntó con curiosidad. Sabía que la cara pública tenía un contacto más indirecto con la Verdad, Mathias, por el contrario, parecía haber tenido demasiado contacto. Brenda era parecida a Mathias, aunque se exponía a ese tipo de conocimiento de forma voluntaria.- La mujer sabe hacer su trabajo, no es la primera vez que nos consigue algo interesante. Aunque la mayoría de las veces sean baratijas desde el aspecto ocultista, se puede seguir haciendo buen negocio con sus artículos. 

Intentó acomodarse sin mucho éxito, así que recurrió a quitarse los zapatos, y apoyar el bolso contra la ventanilla. No pensaba ponerse una de esas almohadas en torno al cuello como si fuera una correa ni loca. 

- Me parece bien, necesito calentar antes de salir a escena. 

Tras un par de kilómetros, encontraron una estación de servicio donde poder hacer la parada que estaban esperando, estirando las piernas una última vez antes de recorrer el último tramo hasta Safford. Se avituallaron y estiraron algo las piernas antes de volver al vehículo y entonces, Mathias se puso al volante y volvieron a ponerse en movimiento.

En un punto intermedio del camino, el teléfono que tenía incorporado el vehículo comenzó a sonar lo que hizo que dieran un respingo sobresaltados. Tras descolgarlo, una agradable voz resonó por los altavoces del coche.

- Hola queridos amigos, soy Brenda Reed ¿Cómo va el viaje? Me han indicado que llegarán sin problema por lo que los veo en Jerry’s Restaurant, en la propia ciudad. Les mando de todas formas la dirección para que no tengan problemas. Estoy deseosa de mostrarles lo que he encontrado. No me hagan esperaaaar –

Esto último lo dijo en tono jocoso pero podíais intuir que hablaba en serio. Entonces la llamada terminó y el coche recibió la dirección del local para el GPS. Había sido todo muy rápido y apenas les había dejado hablar pero estaba claro que lo que decían de ella era cierto, parecía muy escéntrica. Ahora solo faltaba reunirse con ella para conocerla finalmente.

El solo había comenzado a ocultarse en el horizonte cuando la carretera hizo una curva y finalmente vieron un grupo de casas agrupadas a lo lejos y unos montes más allá. Habían llegado a Safford. La localidad no era demasiado grande y no difería demasiado de cualquier otra ciudad de paso en aquellas carreteras. Pequeños edificios rectangulares de uno o dos pisos a lo sumo, una gran calle principal que atravesaba el pueblo y de la quese ramificaba el resto de la ciudad, letreros grandes y llamativos con eslóganes curiosos. Las gentes del lugar que los veían no parecían sorprenderse con su llegada y no era para menos pues la localidad era famosa por sus observatorios ya que gracias a la poca contaminación lumínica que había, era una zona idónea para observar las estrellas. Las gentes estaban más que acostumbrados a los turistas y eso jugaba a su favor. Nadie les haría preguntas inoportunas.

Finalmente detuvieron el vehículo frente al típico restaurante de carretera con un letrero alto de colores naranjas y rojos que anunciaban el nombre del local. Jerry’s Restaurant. Tras aparcar, uno a uno, bajaron del vehículo y una vez todos estuvieron fuera, se aseguraron de cerrarlo y pusieron rumbo al interior. En el ambiente había una mezcla de excitación y curiosidad por lo que fuera que tenían para ellos. Entonces entraron.

Antes de atravesar el umbral, lo primero que pudieron ver fue un gran cartel en la puerta que anunciaba que por ley, estaba prohibido fumar en todo el establecimiento. Luego, una música cañera inundó sus oídos en de seguido, decenas de voces animadas que conversaban por encima de la música.

Una larga barra se extendía frente a ellos. Sobre ella podían verse carteles con lo que podía pedirse tanto de beber como de comer. A ambos lados, se podían ver mesas con sillones separadores tapizados en rojo. Una joven de pelo rubio y corto atendía las mesas mientras que en la barra una mujer de mayor edad, de rostro serio y cansado atendía los pedidos que llegaban a la barra.

Barristeis el local con la mirada en busca de una persona en particular aunque el lugar estaba bastante lleno.

Primero vieron una mano que se agitaba en el fondo, una mujer con un traje amarillo chillón cuyo rostro estaba cubierto por humo que poco a poco se despejó, dejando ver la cara de Brenda Reed que, con una sonrisa, les instaba a acercarse a la mesa que ocupaba.

Rápidamente, buscando no llamar la atención se dirigieron hacia allá, recibiendo un fuerte apretón de manos según llegaban.

- Mis queridos amigos, ¡Como me alegro de veros! Es un auténtico placer conocerlos. Soy Brenda Reed. – Entonces reparó en Samantha - ¡Querida, cuanto tiempo! No nos veíamos desde aquel trabajito en Nuevo México ¿verdad? Me alegro de que hayas podido venir, por favor, tomen asiento –

Mientras todos se sentaban, Reed dio una nueva calada a su cigarro, expulsando grandes volutas de humo. Cuando todos estuvieron en su sitio, levantó la mano. Y la chica que atendía las mesas se acercó con una amplia sonrisa. Brenda dio una segunda calada, esta vez frente a la chica que la miraba agradable.

- Tráigame un Whiskey por favor. – Entonces se giró hacia los recién llegados - ¿Ustedes quieren algo? -

Habían llegado bien y en plazo... la primera parte de sus funciones se había cubierto correctamente; eso es lo que pensó Mat cuando aparcaron al lado del restaurante; como si fuese especialmente tímido o concienzudo, dejó paso a los demás, para verificar que el vehículo estaba correctamente cerrado -manías suyas-, y después, les siguió desde el último lugar del grupo; era algo normal en los cerveros... alguien tiene que cerrar marcha, y ver lo que los demás miran, y mirar lo que los demás no ven... Reparó en el cartel de "prohibido fumar"... ya estaban habituados a verlos por todas partes, pero precisamente eso fué lo que le chocó, pues... cuando la llamativa -vestir de amarillo, no me dirás que no son ganas de llamar la atención sobre sí misma- Miss Reed se hizo de notar, reparó en que estaba fumando dentro del local... o sea, se estaba pasando la ley por el... bueno, por ahí.

Eso no estaba bien, no le gustaba; era el tipo de detalle tonto que está fuera de lugar, y que, lo que es peor, puede llamar la atención sobre sí mismo y sus acompañantes... Bien que Reed era una "persona de interés", de la que solo sabían lo que al Culto le intesaba que supiesen... o lo que les convenía a ellos, pero este comportamiento... en fín, no le extrañaba... ya había coincidido con ella en otra ocasión, siempre discreto, callado, como siempre.

-Miss Reed, es un placer -devolvió formalmente el saludo, se sentó y se volvió hacia la camarera- Un vaso de agua, sin gas ni hielo, por favor.- Y se quedó mirando, con el ceño fruncido, el dichoso cigarro, siguiéndolo con la mirada.... y no pudo evitar comentar....

-Si me disculpa... ¿No resultará llamativo fumar dentro de un recinto como este? Podemos llamar la atención de las autoridades locales....

No es que le importase demasiado... como mucho, le caería una sanción administrativa a la llamativa "comerciante", por poner un nombre el tipo de negocios en que se movía... Pero le molestaba la situación en general: eran una grupo numeroso, demasiado... ni más ni menos que seis acompañantes, incluyendo tres cerveros... era ... llamativo.

"Llamativo", era precisamente lo que pensaba el padre Graham del comportamiento de aquella mujer a la que al parecer, no le importaba lo más mínimo hacerse notar. Todo lo contrario, parecía que disfrutaba con ello una barbaridad. Su comportamiento le indicaba al padre, que aquella mujer estaba muy cómoda en aquel local y el comportamiento de la camarera, al no decirle nada sobre aquel hábito tan malo y tan prohibido, decía que muy posiblemente la señorita Reed fuera una clienta habitual y que habitualmente se saltara la normativa contra el tabaquismo.

Lo cierto era que aquel hombre extraño, Mathias Harris, le había quitado las palabras de la boca. Igual no lo hubiera dicho de la misma manera, pero si que le hubiera recriminado a aquella mujer que fumase en el interior del local. Igual le hubiera dicho algo así como: "¿No ha visto el cartel de prohibido fumar?" o puede que algo más directo con: "Señorita, está prohibido fumar aquí...". Pero tras la intervención del conductor, ya no hacía falta.

- Un bitter... - Dijo el padre a la camarera. Todavía era de lo pocos que tomaban aquella amarga bebida en los tiempos que corrían. - ¿Tienen de eso? Sino, un agua con gas, por favor...

Y dicho aquello, se quedó mirando a quien les había convocado a todos. Esperaba que aquella mujer dejara de menearse como una pavo real y que fuera rápidamente al grano. Su tontería ya le había constado un viaje del todo imprevisto y quería solucionar el asunto cuanto antes.

Rowan llegaba de los últimos y se quedó observando a la mujer con una sonrisa en el rostro que indicaba que le gustaba lo que veía en sus ojos. Aún así salvo el saludo inicial no dijo nada especial.

- Lo que quiero no me lo puede dar el camarero.- Dijo rechazando el ofrecimiento antes de que los demás se sentaran añadió. - ¿Podemos sentarnos en esa otra mesa? - Dijo Rowan - Está igual de recogida y ofrece unas vistas mejores de el local. - Solicitó señalando otra mesa.

Lo cierto era que era una excusa, quería saber como de maniática era, como de controladora y si aquel gesto no había sido casual o por el contrario había preparado aquel encuentro. Además aquella americana amarilla era muy llamativa, su actitud reclamaba atención, atraía miradas, cosa que no debería ser util para los negocios, así que la atención que quería era la de ellos, Rowan creía que entre los presentes podía tener algún socio, algún back up y pudiera ser que no fuera a jugar limpio.

El doctor permaneció en segundo plano durante el tramo final del viaje a Safford.

O eso debieron pensar sus compañeros.

Se limitó a observar. A escuchar. Atentamente.

* * * * *

La llamada de Brenda durante el trayecto resultó algo sorprendente, pero manifestaba singular interés por su encuentro y parecía haberlo dispuesto todo de un modo inteligente. La gente en Safford parecía ajena a su presencia y eso relajó la calma tensa que se dibujaba en el rostro de por sí impenetrable del Doctor J.

Jamal arrugó brevemente el ceño cuando aquella música blanca, terrible y atronadora, golpeó con fuerza sus oídos, más acostumbrados a una música bastante más elegante y sofisticada. Deslizó sus gafas de sol hacia la punta de su nariz para echar una ojeada a su alrededor. Un típico local de carretera en el que aguardaba la nada típica Brenda Reed con una distinguible chaqueta amarilla. Su actitud era vital, pero advertía cierta excentricidad. Jamal concluyó tras su inspección ocular que un negro trajeado allí dentro era tan raro como un desayuno que no incluyese varias cintas de beicon y un par de huevos fritos. Tuvo un mal presentimiento, pero avanzó al encuentro de la mujer a la que habían ido a buscar no sin antes susurrar al oído de Rowan.

-Controla la puerta de acceso y da dos golpes en la mesa con los nudillos en la que nos situemos si ves a la policía o algo sospechoso. Será nuestro secreto-.

Le dio una palmada en el hombro y se dirigió hacia Reed, a quien estrechó la mano.

- Mis queridos amigos, ¡Como me alegro de veros! Es un auténtico placer conocerlos. Soy Brenda Reed. – Entonces reparó en Samantha - ¡Querida, cuanto tiempo! No nos veíamos desde aquel trabajito en Nuevo México ¿verdad? Me alegro de que hayas podido venir, por favor, tomen asiento –

Jamal afiló la mirada, entornando sus ojos rasgados.

-Soy el Doctor Ahmad Jamal. Encantado de conocerla, señorita Reed-, dijo con su habitual tono solemne. -¿La señorita Parker y usted se conocen?-, inquirió dirigiéndose más a Brenda que a Sam. Resulta curioso que no haya dicho nada durante el trayecto, pensó Jamal. En todo caso, era una pregunta retórica para ahondar en la cuestión. Era ya evidente que se conocían.

Se giró al camarero. -Un té helado, si es tan amable. Gracias-.

No perdió detalle de los comentarios de Rowan y de Harris. Observó a Brenda expectante. ¿Cómo reaccionaría?

Mientras se iban acercando, Brenda fue estrechando las manos uno a uno con una amplia sonrisa. Cuando Mathias hizo su comentario al respecto de su tabaco, la mujer soltó una risita burlona.

- No se preocupen por las autoridades, les puedo asegurar que no nos molestarán en toda su estancia en esta maravillosa ciudad. –

Mientras hablaba, la camarera tomaba nota de los pedidos mientras afirmaba ala pregunta del Padre Graham informándole de que tenían bitter Reed les pidió que tomaran asiento cuando Rowan solicitó cambiar de mesa. Y el rostro de Brenda se oscureció. Sus penetrantes ojos se clavaron primero en el joven y luego en el del resto, su rostro parecía haberse tornado más oscuro y un aura de autoridad parecía envolverla mientras observaba al grupo al completo con una expresión fría clavada en ellos.

Permaneció así varios segundos, hasta que casi los integrantes del grupo estuvieron a punto de indicarla que no hacía falta cambiar de sitio cuando la mujer pestañeo, sonrió enseñando los dientes y señaló la mesa sugerida por Rowan.

- Pues claro cielo, que problema va a haber entre usar una mesa u otra.  Si me acompañan. –

Mientras hablaba, le dio otra calada al cigarro. Podían notar que respiraba con dificultad a través de su raquítica nariz. Cuando respiraba, emitía un ligero silbido muestra de lo obstruido que tenía los pulmones.

Su rostro parecía haber vuelto a la normalidad, pero todos recordaban esa extraña sensación cuando Rowan había intentado contrariarla, aunque fuera con algo tan nimio como un cambio de mesa. Fue una sensación no nacida de la magia, sino en la propia presencia de aquella mujer.

Guiñando un ojo, se giró hacia Jamal.

- Lo cierto es que la señorita Samantha y yo ya hemos coincidido en alguna misión de campo y confío mucho en sus habilidades. En las de todos ustedes de hecho ¿Vamos entonces a lo importante? -

Y se sentó en la mesa a la espera del resto.

-Ciao, cara mía. - Samantha se acercó con pasos acelerados y frenó con una multitud de pasitos cuyos taconazos resonaban en el bar.- Mua, Mua.

Lea podría haberse sentido orgullosa del saludo, fue completamente contactless. Los brazos de las mujeres alineados a la altura de las muñecas como si sostuvieran bolsos imaginarios y los besos en las mejillas desde centímetros de distancia, lo convertían en todo un ejemplo de frivolidad de la mediana edad acomodada. 

- Desde Nuevo México, sí. Demasiado para mi gusto, echo en falta tus historias. Además,en la ciudad no hay tanto...movimiento como entorno a tí. 

Lo cierto era que la lenta decadencia de la señorita Reed le resultaba fascinante a Sam, así como sus extensos conocimientos, y porqué negarlo su influencia y poder. Más de una vez había pensado en hacer de su relación algo menos profesional, al menos, por una noche o unas horas. 

El juego de poder entre Rowan y Brenda le pareció fuera de lugar, sin embargo, no por ello menos divertido. Lo que le interesaba a la mujer le atraía hasta el punto de someterse al culto. O era una tarea muy peligrosa o el objetivo era un artefacto real, uno de los buenos y estaba fuera de su alcance.

- Ponme un Shyrley Temple, cariño.- Se sentó al lado de su conocida.- ¿Qué es, quién lo tiene y qué se supone que hace?

El padre Graham estaba intrigado. Estaba intrigado por el motivo que les había traído hasta aquel lugar. Se suponía que aquella mujer maleducada, tenía algo para ellos. Al tratarse de una traficante de antigüedades, sin duda podía ir por ahí. Pero no era lo único que le intrigaba. Quería saber porque les había hecho venir a ellos hasta allí. La respuesta era clara, pos sus habilidades, pero eso conducía a una nueva pregunta. ¿Qué habilidades tenía él, un simple párroco, que le pudieran servir a ella de algo en relación con una posible transacción de antigüedades? Desde luego Graham estaba muy confundido.

Fue a preguntar por ello, por cuales eran las habilidades por las que había sido reclamado por aquella mujer. Entonces, fue la excéntrica mujer de amarillo, quien pidió ir al grano. Casi era lo mejor. Cuanto antes acabaran con aquella locura, antes podría regresar a casa y a sus obligaciones. Si bien, muchos de sus compañeros de viaje o puede que todos, estuvieran entusiasmados con aquello, pero para Graham no era más que un engorro y una total pérdida de tiempo.

- Si, señorita Reed. - Dijo el pastor. - Díganos que hacemos aquí. Me come la curiosidad. - Dijo desganado y mintiendo de forma bastante evidente.

Lea ha notado la incomodidad del padre Graham y siente una ola de cercanía hacia el pobre párroco. Al fin y al cabo, él fue la primera persona que conoció de esta extraña compañía, y le parece como si ese lazo aún los uniera, pese a venir de ámbitos tan distintos. Por esta razón decide sentarse a su lado, incómoda en esta mesa recién fregada con una bayeta sucia en un local de carretera de mala muerte. No es que Lea sea demasiado adicta a las comodidades que proporciona el dinero, pero, por todos los dioses, estas no son maneras de hacer negocios. ¿Es que nadie va a proyectar siquiera un powerpoint?

Mientras sus compañeros y la misteriosa señora Reed intercambian complicidades y desafíos velados, Lea realiza un ejercicio de concentración fijando la mirada en el vaso de agua (por supuesto, no tienen la marca que ella prefiere). Repasa la técnica de jerarquía de prioridades que tantos éxitos le ha dado en los negocios e intenta descubrir cuál es su papel en toda esta extravagante historia. Menos mal, piensa, que siempre he mantenido un perfil bajo y nadie sospecha en este mugriento local que aquí está sentada la desarrolladora de la app BetterMe.

-- Sí, por favor, señora Reed. Díganos que espera de nosotros. Sin información será imposible analizar nuestras posibilidades y los riesgos de la... operación.

- No se preocupen por las autoridades, les puedo asegurar que no nos molestarán en toda su estancia en esta maravillosa ciudad. –

Jamal se recordó que aquella mujer tenía el escenario preparado y, en teoría, era la primera interesada en no atraer a las autoridades. Con todo, algo en su interior insistía en albergar una intuición sobre Brenda, una que apelaba a extremar las precauciones.

Mientras hablaba, la camarera tomaba nota de los pedidos mientras afirmaba ala pregunta del Padre Graham informándole de que tenían bitter Reed les pidió que tomaran asiento cuando Rowan solicitó cambiar de mesa. Y el rostro de Brenda se oscureció. Sus penetrantes ojos se clavaron primero en el joven y luego en el del resto, su rostro parecía haberse tornado más oscuro y un aura de autoridad parecía envolverla mientras observaba al grupo al completo con una expresión fría clavada en ellos.

El doctor J. observó aquel repentino cambio en el semblante de Brenda con una mezcla de interés e inquietud. Tenía algo. Algo sobrenatural. Ahora lo sabía. Y se recordó que debía tener cuidado.

No fue necesario que calmase las aguas entre ella y Rowan, pues la propia Reed recondujo la conversación, aunque tuvo una forma particular de advertir al joven y, por extensión, al resto, de que era mucho más que lo que sugería a primera vista.

Guiñando un ojo, se giró hacia Jamal.

- Lo cierto es que la señorita Samantha y yo ya hemos coincidido en alguna misión de campo y confío mucho en sus habilidades. En las de todos ustedes de hecho ¿Vamos entonces a lo importante? -

-Entiendo-, replicó, lacónico. Más tarde trataría de ahondar sobre la cuestión con la señorita Parker. Detectó una evidente cercanía entre ambas. El tono, las formas -o más bien, su ausencia-, el lenguaje corporal... Sí, más tarde recordaría hablar con Samantha.

-No encuentro motivo para reiterar a mis compañeros. ¿Qué tiene para nosotros, señorita Reed?-. Directo al grano, el doctor agradeció al camarero el té y, mientras se recostaba en el asiento, dio un trago a su bebida, notando un agradable frescor con un toque de limón descender por su garganta, barriendo la sed y el tedio del viaje hasta aquel lugar perdido en ninguna parte. Mantuvo la mirada firme en Brenda, no sin considerar en su fuero interno que aquella mujer tenía un halo insondable, una aureola enigmática en sus ojos verdosos. Algo que la hacía atractiva, pero también peligrosa. Algo que la hacía misteriosa y difícil de leer, incluso para él.

Cualquier hombre puede ser tu amigo o tu enemigo... Depende de cómo te comportes con él, pensó Jamal, atento al discurrir de la conversación.

Brenda sonrió ampliamente ante el interés que todos parecían mostrar por lo que fuera que les iba a enseñar y mantuvo el silencio mientras la camarera llegaba con una bandeja e iba entregando lo que cada uno había pedido. Todos fueron recibiendo lo que habían pedido salvo Samantha que frente a ella vio una bebida roja pero que podía ver a simple vista que no era lo que le había bebido. Tras darle un sorbo, se dio cuenta de que, en efecto, era otro bitter como el que le habían servido al padre Graham. No obstante, no reclamó nada pues la culpa había sido suya por pedir algo tan sofisticado en un sitio tan rural como este.

Cuando la camarera se marchó finalmente, la expresión de Brenda se mostraba seria, dura e impertérrita ¿En qué momento había cambiado? No sabrían decirlo, pero aquella mujer cambiaba de actitud rápida y bruscamente.

- Desde hace un tiempo he estado investigando una vieja leyenda que al principio no di por cierta. La información era vaga y dispersa y no parecía coincidir en el tiempo. Pero mi olfato me decía que debía seguir investigando. Fue así como di con unas cuevas inexploradas en estos mismos montes. En su interior encontré… - Una sonrisa de medio lado se dibujó en su rostro - … creo que será mejor si se lo enseño. –

Entonces se metió la mano en el bolsillo y sacó un móvil que desbloqueó, abrió la galería y mostró una imagen a toda la mesa. Las seis cabezas se inclinaron sobre la imagen para ver que es lo que había suscitado tanta atención e interés en el culto.

En la imagen se veía en primer plano lo que parecía un brazalete colocado sobre jirones de carne momificada. Pese al polvo, podían apreciarse unos símbolos de apariencia jeroglífica realmente extraños. Esos símbolos se alternaban con otros totalmente desconocidos, cuyas reminiscencias arcanas resultaban evidentes.

- Hay un complejo de cavernas en una zona concreta del monte Graham que pudo ser usado como asentamiento por alguna civilización en un pasado remoto. Yo misma he explorado las cuevas y puedo dar fe de que allí hay algo extraordinario. Me faltan conocimientos específicos para reconocer a qué época o civilización pertenecen el arte y las inscripciones que he descubierto, pero estoy convencida de que es un hallazgo de valor incalculable. Y lo mejor son esas momias y brazaletes. Sí, en plural, porque vi claramente varias de esas pulseras que pueden ver en la foto y estoy casi segura de que puede haber más bajo los cascotes de un derrumbamiento que afectó a una de cámaras más profundas que pude visitar. – Brenda sonrió divertida, sus ojos brillaban de emoción mientras hablaba - Esas impresionantes joyas están encajadas todavía en los esqueletos de sus dueños –

Entonces observó a todos para ver sus expresiones mientras esperaba a oír sus comentarios.

Mss Reed le estaba resultando realmente divertida... parecía tener un cierto afán por mantener... ilusoriamente, se temía... el control absoluto de la situación. El afán de control es propio de gente llena de inseguridades. Es algo que sabía bien Mathias. Y, ciertamente, evitó caer en las redes de la dialéctica de la mujer, tanto en cuanto a verbo, como a las sutilezas de otros estímulos visuales; habría sido caer en una... digamos... debilidad, en tanto en cuanto podrían bajar la guardia, y no.., eso no debía, no podía pasar. Eran, al menos tres de ellos, Cerveros; y los otros tres, personas que tenían algo que resultaba útil al Culto. Si no, no estarían aquí, y vivirían felices en la ignorancia.

De modo que, en cierto modo... desconectó de las palabras de la mujer... no le interesaban demasiado, aunque cueste reconocerlo. Su mente iba por otros derroteros; simplemente, se fundía con el local, con los olores, con la gente que veía pasar por el ventanal que daba a la calle; oía los ruidos de fondo, sentía cuanto les rodeaba... estaba, pues, en su mundo...

...Del cual volvió, con un rápido parpadeo, al oir lo de los brazaletes; les invitaba a verlos en el móvil... Probablemente, es lo que debió mandar a la Sede, y lo que ocasionó que les mandaran a ellos aquí... a un grupo tan numeroso... de hecho,... extraordinariamente numeroso; casi más una expedición que un grupo más... "táctico"...

Cuando llegó su turno de ver la imagen... Seamos sinceros; Matt no era Indiana Jones, aunque se sabía los diálogos de la trilogía (sí, solo de las tres buenas); incluso se había molestado en buscar las traducciones literales de lo que debían los personajes no angloparlantes... y las había memorizado también. La parte de los indios amazónicos, los Hovitos, fué la más compleja, pero tampoco un imposible... La gracia fué ver lo que había tras esa tribu ficticia... pero eso ya es otra historia.

Miró pues el brazalete; no sabía qué mirar; él no sabía de bisutería ni de arqueología... sin decir nada, miró, memorizó, y se la pasó al siguiente... y guardó silencio... No tenía por qué saber nada de eso, no era lo suyo... pero quizá fuese de interés para alguien... o "algo", para ser más exacto, más.

Por su forma de ser y su manera de hablar, Brenda Reed había llamado la curiosidad de Jamal al poco de hacer su aparición.

Ahora, sin embargo, tenía su atención.

-Y usted quiere que nosotros le ayudemos con la extracción-, comentó el doctor. -Determinar el origen de los artefactos será un problema. Alguien de Nueva York tendrá que examinarlos, desde luego. Creo... que no tenemos a ningún experto sentado a la mesa, aparte de usted, señorita Reed. A menos, claro está, que la señorita Parker tenga a bien darnos una agradable sorpresa-. Jamal clavó sus penetrantes ojos en Sam un breve instante.

-Por otro lado, la escucho hablar de su hallazgo y no puedo evitar preguntarme... ¿Cuántas veces ha visitado ese complejo subterráneo? Parece conocerlo muy bien. ¿Lo ha hecho siempre sola?-. El doctor estudiaba el rostro, la mirada, los gestos. Todo. ¿Mentía? ¿Decía la verdad?

Lo cierto era que le sorprendió mucho el hecho de que lo que tenían entre manos fueran nada más y nada menos, que uno restos arqueológicos de una extraña civilización que acababan de aparecer bajo unas montañas cercanas al lugar donde se hallaban. Lo primero en lo que pensó el padre Graham, fue en que seguramente serían enterramientos prehispánicos. Alguna tribu indígena que vivía en la zona haría no menos de medio millar de años y que enterraba a sus muertos en aquella zona, aunque podía ser perfectamente posterior a la conquista de América por parte del hombre blanco.

Lo que no entendía Graham, era el porque Brenda Reed les había elegido a ellos para contarles sobre aquello. Al fin y al cabo, ninguno de era arqueólogo. Un doctor, una empresaria, un religioso y luego estaban los otros tres, tres seres extraños e inquietantes, un conductor, una mujer con una estética muy marcada y un hombre con gorra... que era todo o prácticamente todo de lo que sabía de Rowan. Lo que también era evidente es que RAIZ, sabía más de lo que les había comentado, porque, de no saber nada acerca del hallazgo... ¿para que enviarles hasta allí? Sin duda faltaban datos.

Graham agarró el teléfono móvil y se fijó en aquel amuleto. Tenía una simbología característica y pronto empezó a elucubrar sobre su procedencia. Era teólogo y aunque no era un experto en religiones antiguas, tampoco es que fuera un neófito en la materia. Si se trataba de algún artefacto de enterramiento ritual o religioso de algún tipo, podía ser que tuviera algo de interés almacenado en su cabezota y sólo tenía que encontrarlo, ordenarlo y finalmente soltarlo para todos si es que así lo creía conveniente.

- Brenda... - Hizo una pausa. - ¿Puedo utilizar su nombre de pila? - Le preguntó. - ¿Por qué cree que podría interesarnos su hallazgo?

Sam enarco una ceja mientras sonreía satisfecha por lo que consideraba un halago por parte del doctor. 

- Lo lamento, pero mi formación a lo largo de la vida ha sido más práctica que teórica.- Se señalo a si misma a la altura del cuello e hizo un gesto hacia el techo.- De aquí para arriba, hueca.

El culto solo le daba la información que necesitaba, por eso encontraba tan fascinantes a personas como Brenda. Samantha volvió a centrar la atención en las fotos sin mayor detenimiento, y se las pasó al siguiente. Decidió que era más fácil obtener la información de Reed.

-Símbolos desconocidos, se parece a las estatuillas que conseguimos en Nuevo México. ¿Estas también guardan relación con comunicarse con los muertos?

Bisutería antiquisima y sucia... ¿Eso era lo que los había llevado hasta allí? Evidentemetne no lo dijo.

- Venga ya... ¿Momias? ¿Joyas antiquísimas? ¿Extrañas cavernas? La posibilidad de forrarnos o de obtener algo mas valioso que el dinero... y la oportunidad de ganarnos la simpatía de una persona de inestimable valor y carisma. - Dijo sorprendido ante la actitud de sus compañeros.

Rompía el ritmo de la tónica general, para forzar el conflicto y empujar a Brenda a ayudarle a convertir el excepticismo en entusiasmo(al empujar la conversación podía llegar a decir algo más, si se emocionaba puede que algo que no pretendiera inicialmente) y también para tratar de paliar esa mala primera impresión que les podía penalizar, no todos podían estar en su contra en ese momento.

Estaba claro que les enseñaba las menudencias, la paja. Ella perseguía algo mas grande. Según les ahcía saber Sam, algo que llevaba persiguiendo mas tiempo.

- Quizá pudiera preguntar por estas fotos a algunos conocidos... Anticuarios, y esas cosas, siempre aparecen buitres cuando aireas antigüedades. Y a los buitres aunque juegan con cartas marcadas se les puede sonsacar información de un modo u otro.- Dijo examinando las fotos una a una.

Por un instante fantaseó en soñar por aquel lugar, pero pensando las horribles y antiquisimas entidades que podían aguardar en el plano astral aquello se le esfumo rápidamente de la cabeza.