Partida Rol por web

Para ser un motel de precio moderado, lo cierto era que las habitaciones tenían muy buena pinta Coloridas, luminosas, espaciosas y muy limpias. El padre Graham se acomodó en una de las dos camas de sábanas anaranjadas y no tardó demasiado en quedarse dormido como un tronco. Ya tenía cierta edad y aquel viaje le había agotado. Más tras patear media ciudad en busca de ropa adecuada para la expedición y regresar junto al resto con algo parecido a una broma de mal gusto, aunque involuntaria totalmente.

Al despertar se dio una buena ducha y se vistió de nuevo, aunque no con aquel atuendo de explorador de carnaval, que ahora incluso a él le parecía tan absurdo, sino con ropa cómoda, aunque no de deporte precisamente, pues de esa carecía en su armario y se dispuso a salir a la aventura, que para nada había buscado. 

Cierto era que en su juventud pasó algunos años viajando por sudámerica ne diversas misiones. También estuvo en áfrica, aunque allí sólo estuvo de pasada y no llegó a vivir con los más necesitados. En sudámerica tuvo en muchas ocasiones que caminar muchos kilómetros por la selva, ayudar a construir cabañas para los parroquianos y en resumen, ser lo más parecido a un boyscout posible, aunque todo aquello había quedado atrás en el tiempo y ya casi ni lo recordaba. A la vista estaba tras su elección en la compra de "ropa adecuada" para la expedición.

Cuando todos se reunieron, se percataron de que habían comprado material en exceso. Iba a sobrar la mitad de todo aquello y llevarlo todo iba a ser del todo contraproducente. Al fin y al cabo, tenían que llegar con fuerzas a la cueva donde se encontraran aquellas extrañas "momias" y los artefactos de los que Reed les había hablado. 

- Creo que podemos dejar en el coche mucho del material que hemos comprado... - Por suerte, los rajes de explorador habían quedado en el motel para quien los quisiera para algo. Eso sin duda lo iba a tener que pagar de su bolsillo, pues no creía que RAIZ se hiciera cargo de los gastos en disfraces. - Creo que podemos dejar alguno de los botiquines, esperemos no ncesitarlos todos. - Sonrió. - Y tenemos mucha cuerda... - Dijo abrumado ante la ingente cantidad de cuerda. - He comprado varios picos y palas, aunque puede que no tengamos que desenterrar nada... y pinceles por si hay que retirar el polvo de los objetos sin dañarlos... - Ahora aquellas compras le parecían absurdas. - También he comprado cajas acolchadas para meter los objetos... - Se llevó la mano a la barbilla pensativo. - Las podemos dejar en el coche y ya meter los objetos después, cuando volvamos a los vehículos. ¿Qué pensáis?

Aunque Samantha había hecho sus propios preparativos para pasar la noche, la determinación del grupo y de Lea le habían dado una noche en un lujoso hotel a cambio de no pasarla en el mugriento y oscuro motel al que pensaba invitar a pasar la noche a Rowan. Mientras la empresaria se duchaba, la actriz se dedicaba a embolsar todo lo que corría peligro de estropearse si se mojaba en las bolsas para congelados que había comprado horas antes. 

Ahora que ojeaba el contenido de sus bolsas mientras se soplaba el amarillo fosforescente que se había aplicado en las uñas de los pies creía que había cumplido su objetivo. Nadie podría imaginar cuales eran sus objetivos si hacían un seguimiento de sus compras. 

Le dejó unas cuantas de las bolsas a Lea

- No es lo más estiloso, pero es de lo más eficiente para mantener tu móvil seco.

Un buen desayuno y pasarse por el club de escalada y espeleología la dejaron completamente preparada para el viaje...excepto por que el cura no había cumplido con la tarea que había asumido.

- No creía que este tipo de fetiches fueran de su estilo, padre.- No parecía una reprimenda, por como lo decia era más parecido a una sorpresa que acompañaba a quitarse la ropa. Pero tenía que darle la razón, llevaban demasiadas cosas, demasiado peso, y tenía que entrar en una cueva en tacones. Preparó su mochila con lo que consideraba necesario. Le alegraba ver que algunos de los otros cerberos habían tenido ideas parecidas a las suyas. 

En el coche se había comido uno de los doblones de chocolate y con sumo cuidado, envolvió el que estaba entero con medio papel del otro, de forma que quedase un doblón con dos caras y sin cruz alguna. 

-¿Todos listos?- Comentó mientras desplegaba el mapa que le habían dado de la región. 

Dormir en el coche, no era la primera vez que lo hacía... así que no le supuso ningún problema ni incomodidad. Por la mañana, temprano, salió a estirar un poco las piernas, y a desayunar y asearse en una cafecería, la más sencilla que encontró, para evitar repetir sitio. Después, se reunió con el resto, y efectuaron su viaje al monte Graham

No fué un trayecto de especial dificultad, y tampoco es que hubiese nada que reseñar... bueno, quizá el paisaje, para quien no tuviese que preocuparse por la conducción, pues a partir de cierto momento, se dejaba la carretera, luego la pista de tierra, y se terminaba en un camino, o como quiera llamarse a un sendero de rodadas de todo terreno, polvoriento y pedregoso, donde había que redoblar la atención ... Pero era necesario para ahorrar unas cuantas horas de duro camino a pie.

Llegados al punto en que se extinguía la ruta, y dejando el coche en un lugar adecuado... no fuese que sobreviniese una tormenta, se formase un torrente, y al salir de la cueva se encontrasen sin coche, se equiparon...

-Si me permiten un consejo... dejen lo supérfluo en el coche. Siempre se puede volver.

Miró alrededor; no había indicios de nadie en las proximidades... Quizá fuese mucho pedir que siguiese todo así hasta que se fuesen de este lugar... Pero no podían pensar en esos temas ahora. Cuanto antes lo hiciesen, mejor. Eso pensaba mientras llenaba la mochila con lo que pensaba llevar, y otras cosas se las metía por el cinturón y bolsillos; pesaba, pero... allá abajo no sabían lo que podrían necesitar.

La cosa no empezaba precisamente bien, el doctor y el padre habían decidido ir juntos por libre sin Matias o él, cosa que le encabronaba, se suponía que una parte de sus asignaciones eran protegerles ¿Pero como obligarles? Matt no hizo nada por hacer valer la misma posición que Rowan así que Rowan no se encontró con ningún respaldo para iniciar una discusión, había dicho lo que tocaba y habían pasado de él.

Fue a comprar y llevó las cosas que creía que podían necesitar de espeleología al punto de reunión.

Estaba levemente de mal humor(seguían todos de una pieza, casi que mejor no poder escenificar un "te lo dije tan pronto") así que espero que a sus colegas cogieran lo que les pareciera de todo lo que habían reunido entre todos y se pusieron en marcha.

Asintió a Matias cuando dijo de dejar el material no indispensable. Luego le pidió antes de salir del coche a Matias

Comprueba que el GPS del coche funciona, para que nos puedan encontrar si nos quedamos atrapando, además .... - Se volvió al resto de los ocupantes - ¿Alguien ha contactado con nuestra asociación para decirles el plan? ¿O para indicar que el primer contacto se dio sin incidentes?

Dentro de lo impenetrable del rostro del doctor J., se le veía especialmente silencioso aquella mañana. El padre Graham podría haber jurado que el chiste de los disfraces el pasado día le había disgustado bastante, aunque Jamal no mostraba de un modo abierto su enfado o su ira. Mantenía una apostura calmada, serena, neutra. Rara habilidad era esa, sin duda.

En sus pensamientos, Jamal consideraba un tremendo error iniciar la expedición sin los ropajes adecuados. En parte la premura que imprimía la señorita Reed y, de otro lado, darle una excusa al Corintio de excluirlos del asunto le incitaba a avanzar, a pesar de sus considerables reservas.

No se fiaba de Reed. No del todo. Y había algo más. Algo difícil de calibrar. Una intuición.

* * * * *

Replicó a las últimas palabras del joven Rowan.

-Están enterados. Me encargué personalmente-, dijo escueto, pero su voz era tranquilizadora. Cuando observó la cantidad de equipo que habían reunido y ni una mísera prenda útil para la espeleología, se pinzó el entrecejo con sus largos dedos y negó con un gesto tenue con la cabeza.

Dejó la corbata en el coche y las gafas de sol en la guantera. Se quedó la americana y el abrigo largo. Miró con cierta sorna sus zapatos e hizo un gesto de cabeza. Qué duda cabía de que era el explorador más elegante del elenco. Y qué duda cabía de que eso no servía de nada. Cargó su mochila con lo justo: raciones, una linterna con pila para 48 horas, un walkie talkie, un bastón para ayudarse caminando, una navaja suiza, una cuerda y varios mosquetones y un piolet. Miró con recelo el casco. Concluyó tras un instante que toda precaución era poca y lo cogió. Tenía una linterna muy potente y podría ser útil en la oscuridad de una gruta. Él no era escalador, así que la mayoría de las cosas que tomó lo hizo por precaución. No pretendía utilizarlos.

-Si estamos todos listos, avancemos-. Miró al equipo, evaluando sus gestos. -Mantened los ojos abiertos-. Dio una palmada en el hombro a Rowan y asintió mirando a Mathias, como si aquellas últimas palabras fuesen, de algún modo, especialmente destinadas a ellos.

Lea sonríe mirando el maletero del coche, con cuyo contenido se podría montar una tienda para los excursionistas que vengan al monte Graham. La joven empresaria no sabe nada de espeleología, y espera que los hombres de acción, como Mathias y Rowan (¿por qué será que Samantha parece en realidad la más capaz?), se ocupen de esas cosas. Así pues, mete en su mochila un rollo de cinco metros de cuerda, pero solo por capricho, por asegurarse de que de verdad va a entrar en una cueva, como si de una película se tratase.

Lo que sí mete en la mochila es todo el material electrónico que ha conseguido. El móvil de repuesto, los bancos de energía, la antena, el walkie. Añade además unas barritas energéticas de quinoa y tamarindo y dos botellas de litro de agua mineral. Comprueba que la disposición de los objetos en la mochila permite el flujo adecuado de la energía según el modelo feng-shuei, realiza un breve ritual de relajación respiratoria que acompaña con un complejo movimiento de manos y, cuando ha terminado, se vuelve al grupo y pregunta con tono de CEO esperando un briefing de sus subordinados.

-- Muy bien. ¿Cuál es el siguiente paso?

Los grandes prados verdes fueron quedando atrás a medida que el bosque a su alrededor se iba haciendo más frondoso, acercándose más y más a la sinuosa carretera. La montaña que hacia un rato era una silueta en el horizonte, se perfilaba ahora enorme frente a ellos. Mientras recorrían el sinuoso sendero ahora de tierra, se encontraron de manera esporádica de viajeros y turistas que o bien subían andando o se habían detenido en algún mirador para contemplar las vistas.

Finalmente detuvieron el vehículo en una enorme explanada de tierra vallada por unos maderos y un cartel que anunciaba:

“Le damos la bienvenida al Parque Natural del Monte Graham”

Aparcaron el vehículo algo alejados del resto, aunque la intimidad era algo que no podía tenerse en aquel lugar donde familias, senderistas, grupos de escolares y otros se agolpaban para iniciar sus andanzas por el lugar. Cuando bajaron, pudieron sentir que algunas miradas se desviaban hacia ellos y no es porque fueran un gran número (Era algo común allí) sino por las pintas que traían. No era normal ver gente de traje, bien vestida y en definitiva, poco preparada para el senderismo. Por suerte para ellos, las miradas suspicaces duraron unos pocos segundos tras lo cual, el interés por ellos se despejó por completo.

Tomaron todos los elementos necesarios para la caminata y mientras se dirigían hacia el inicio del sendero, se preguntaban como encontrarían a Brenda entre tanto bullicio. La respuesta sin embargo, llegó de repente.

Una sonora carcajada comenzó a resonar no muy lejos de los cultistas. Cuando dirigieron sus ojos hacia el artífice de semejante mofa, vieron a una mujer esbelta, con una camisa de tirantes, shorts ajustados, botas de montaña y el pelo recogido que parecía al borde de un ataque de risa. Brenda suspiró contenta.

- ¿No les dije que trajeran equipo adecuado? No se yo si el Tweed forma parte de la vestimenta estándar de los montañeros. – Entonces sus ojos se dirigieron a las mochilas. – Al menos veo que van bien equipados. Algo es algo. No es un camino demasiado malo, pero tampoco está a la vista de todo el mundo –

Entonces señaló el sendero.

- Debemos seguirlo 5 kilómetros, entonces cogeremos… un desvío y tras 3 kilómetros más, llegaremos a nuestro destino. Caballeros, si están dispuestos, podemos ponernos en marcha. –

E hizo un gesto para que la siguieran hacia el sendero.

Rowan se dejó llevar por el momento y dejó que una sonrisa, eco de la risa de la señorita Reed, aflorara en su rostro.

- Y yo que pensaba que era que el amarillo le quedaba especialmente bien, va a ser que todo le queda especialmente bien - Dijo zalamero para relajar un poco la situación.

- Trataremos de seguir le el paso - Dijo modesto. - Usted guía ¿Alguna precaución en particular que debamos tomar? ¿Consejo de última hora? Su experiencia es nuestro mejor arma. - Dijo mientras ella tomaba camino

Quien le viera, pensaría que era un turista despistado... mientras la señorita Reed les contaba como sería el camino, él miraba alrededor, como ausente... pero solo "como", pues tomaba buena nota de las referencias de distancias y direcciones, para calcular, a su vez, tiempos... manías suyas.

En silencio, se hizo un poco a un lado, como quien no quiere la cosa; prefería ir a cola del grupo, ver que todos los de delante iban bien; si hubiese algo importante, algún peligro significativo,... confiaba en que "sería avisado" de algún modo... simplemente, tenía que ir concentrado... lo cual implicaba que los demás pensarían que era catatónico o similar pero... no le importaba

Allí estaba aquella mujer le a cada momento le parecía más y más insoportable. No le gustaba pensar así sobre nadie, pero lo cierto era que le costaba aguantar a según qué tipo de gente y de cada vez le pasaba más. Cosas de la edad, suponía. Pediría perdón a Dios por ello, pero no en ese momento, no al menos hasta que que se alejara de ella, pues sin duda seguiría haciendo cosas que le resultarían molestas y no iba a pasar todo el tiempo que permaneciera a su lado pidiendo perdón.

Cuando abrió la boca todavía fue peor. Les esperaba una gran caminata. Tenían por delante no menos de ocho kilómetros campo a través. Ya había empezado a sudar antes de comenzar la excursión solo de pensarlo. Resopló. Seguía sin entender para que necesitaba un sacerdote en aquel lugar.

- Por mi podemos marchar. - Dijo con resignación. Hubiera preferido rendirse y volver a casa, pero RAIZ no parecía aceptar un no por respuesta. - Cuanto antes salgamos antes llegaremos... - Lanzó un gruñido. - Supongo. ¡Ya no estoy para estos trotes!

La risotada de Reed no le gustó, pero su rostro pétreo no reflejó emoción alguna.

Para Jamal era evidente que el atuendo que lucían era, siendo generosos, inapropiado; pero albergaba cierta esperanza en que el conocimiento de Brenda de la zona agilizase la situación lo máximo posible. Caminar ocho kilómetros y regresar les iba a llevar un buen rato y veía la resignación dibujarse en el rostro de Graham. La verdad es que no tenía muy claro qué hacía aquel cándido hombrecillo allí, con ellos. Y a juzgar por la mirada nerviosa del sacerdote, él tampoco.

-No hay tiempo que perder. Adelante-, comentó decidido. Desde luego, al doctor no le gustaba la idea de que la noche les cayese encima dentro de aquellas cuevas, así que era mejor ponerse en marcha.

Lea recuerda una de las máximas más importantes en la gestión de empresas: "El éxito de un proyecto depende fundamentalmente de la idoneidad del equipo designado para llevarlo a cabo." La risa sarcástica de la señorita Reed le hace pensar a la joven multimillonaria que Raíz, como multinacional, no sería un negocio saneado.

Pero en ese momento recuerda las visiones y sensaciones que tuvo el día anterior en la cafetería. Aquí hay asuntos que los manuales de gestión de empresas no contemplan, eso está claro, piensa. Y de pronto la seriedad del asunto se le hace evidente. A pesar de lo variopinto del grupo, a pesar de la absurda perspectiva de pasarse un par de horas caminando por el campo como si de un grupo de scouts se tratara, a pesar de que la presencia de excursionistas y papeleras en el parking dan una sensación de vulgaridad muy alejada de cualquier trascendencia, a pesar de todo ello, Lea revisa por tercera vez que el peso de su equipo esté bien distribuido en la mochila según las reglas feng-shuei y comienza a caminar, controlando el ritmo de su respiración, con la barbilla levantada y la mirada atenta.

Con todos preparados y el equipo listo y repartido entre todos, finalmente comenzaron la caminata a través del parque natural del Monte Graham. Al principio, muchos otros turistas y familias pasaban a su lado, ignorantes y felices ante los misterios del mundo. Los cultistas casi sentían lástima por tan pobres almas, seres que muy seguramente se perderían en la transición al mundo mejor que todos buscaban.

Tras un par de horas caminando, el paisaje comenzó a volverse más agreste y empinado. Los árboles eran más altos y proyectaban sombras más amplias. El número de personas se fue despejando y cada vez se pasaban más tiempo a solas hablando entre ellos. Y entonces, llegados a un punto del camino, Brenda les hizo un gesto y abandonaron el sendero marcado para internarse en campo a través. Fue entonces cuando Rowan solicitó recomendaciones o consejo a Brenda.

La mujer caminaba en cabeza, con su negra mata de pelo recogida en una cola de caballo perfectamente peinada. Sus muslos eran firmes y no parecía aquejarse de cansancio, una mujer que a pesar de su refinado porte, estaba en forma para este tipo de acciones. Giró levemente la cabeza hacia su interlocutor.

- Sobre todo que se anden con cuidado en las cuevas. Está muy oscuro y no se ve apenas nada. Y teniendo en cuenta que... indumentaria no es la más adecuada, vigilen bien donde pisan. –

El camino siguió durante una hora más, el sol alcanzó el punto más alto y el poco calor que se filtraba en esta época del año y la leve calidez del mismo se agradecía en este final de otoño. A medida que avanzaban, el camino se volvía más empinado ¿Cuánto habían subido? En las frentes de algunos podía verse gotas de sudor resbalando ligeramente y alguno ya empezaba a sentirse cansado. La arboleda era cada vez más frondosa y costaba ver más lo que tenían delante.

Entonces, de forma abrupta, los árboles se despejaron y ante ellos se abrió una hermosa vista. El camino terminaba abruptamente en un precipicio que se extendía muchos metros hacia abajo. Al fondo, el paisaje se mostraba en tonos ocres y podía verse a kilómetros desde donde se encontraban, el aire acariciaba sus rostros. Sin embargo, no vieron ninguna entrada a cueva cercana.

Brenda se quitó la mochila y suspiró alegre.

- Me encanta estas vistas, este paisaje. Al final, el ruido de la ciudad puede ser agotador. –

Miró a sus acompañantes que la observaban extrañados ¿Era solo un alto en el camino? Entonces se aproximó al borde, la tierra arrastrada con el pie resbaló con el borde y algunas piedras cayeron resonando contra la pared. Entonces la mujer señaló hacia abajo.

Uno a uno, se fueron asomando y como a unos 100 metros, pudieron ver un pequeño saliente y lo que parecía la pared que se introducía en la montaña.

- Como les dije, no era de fácil acceso y equipo de montañismo era necesario para acceder a él. ¿Qué les parece? ¿Bajamos? –

Caminar en tacones tanto tiempo era demoledor para Samantha. En cuanto empezó el terreno empinado dejó de hablar, y ni se le ocurría fumar. Iba la última, no resoplaba ni se quejaba, pero su mirada taladraba el cráneo del padre Graham, con una dureza que no daba lugar a dudas. Le responsabilizaba del sufrimiento de sus pies.  Por suerte, sabiendo a donde venían, no se había maquillado, porque el sudor chorreaba por su frente y el moño se le había ido deshaciendo dándole un aspecto a secretaria fuera de lugar que además es una loca de los gatos. 

Al llegar al claro se agarró el costado y comenzó a respirar de forma profunda y pesada, doblándose por la cintura se masajeó los tobillos. Repaso a su grupo. "Ahora mismo os odio a todos". Era el tipo de persona que desayuna en silencio, odiando cualquier ruido o persona que se acerca hasta que estaba preparada para socializar. En este momento se sentía como antes de desayunar. 

- A partir de ahora empieza lo interesante. 

Sacando cuerda del pack que le dieron en el club de montañismo, ató una de las cuardas al árbol. 

-Por mi bien.

Graham se fijó a Samantha. Aquella joven parecía de todos, la que más había acusado la dureza del camino. Aquella costumbre tan fea de fumar era sin duda alguna la causa. No obstante, enseguida que llegaron a aquel claro, se puso manos a la obra para comenzar el descenso.

- Se lo ve agotada, Samantha. - Le dijo de forma bonachona. - Eso le pasa por fumar. Es un vicio muy feo... - Acostumbrado a dar sermones, ni fue menos en ese momento.

¡Un descenso vertical! Para eso sí que ni estaba preparado el padre Graham. Dios le había dado muchas virtudes, pero al de la escalada no era una de ellas. De eso estaba más que seguro. No obstante, no le iba a quedar más remedio que bajar si no quería quedarse allí solo. Lo cual no era tan mala idea.

- Si quieren puedo quedarme a vigilar aquel arriba. - Dijo entonces. - Alguien tendrá que cuidar de las cuerdas, ¿no? - Se encogió de hombros mientras cruzaba los dedos. Le daba un miedo terrible tener que bajar por aquella pared y se volvió a preguntar en esos momentos que carajo pintaba él allí.

A Samantha se le torció el gesto

- Mire, padre, no me caliente que bastante tengo con lo mío. Además, con calzado adecuado, estaría tan feliz.

Sin embargo, parecía que la venganza se iba a servir como comida rápida. Con una sonrisa más afilada que la de un diablo, al mujer se acerco al cura mientras soltaba metros de cuerda.

- No se preocupe, usted solo tiene que encomendarse al Santísimo. ¿Ha desayunado antes de venir?- Le preguntó mientras le empezaba a enrollar la cuerda entorno a la cadera, empezando con un nudo y después circundando sus caderas. Solo tendrían que tirar al cura barranco a bajo, para que se fuera desenroscando. Había que calcular los metros de cuerda, y en el pero de los casos solo echaría hasta la cena de ayer al llegar abajo revolucionado.