Partida Rol por web

El apartamento se encontraba en una calle bohemia, donde se refugiaban artistas y proyectos de serlo. No eran pobres pero casi. Alguna vez alguno daba con el estrellato y se convertía en la persona a la que visitar. Pintores y escultores en su mayoría, músicos y hippies de la nueva era se mezclaban en una amalgama social que revitalizaba a Sam. Veía su barrio como a un pez, aunque era ella la que tenía todo el cristal alrededor. Había creado esa disonancia a posta, recordándose a sí misma que ya no era parte de ese mundo, si no de uno paralelo que vivía al margen. 

Con su dinero había reformado la casa, y era un piso de grandes ventanales, moderno y minimalista. Las paredes blancas, los electrodomésticos negros en contraste y los muebles en madera clara. Las únicas notas de color eran una butaca verde y su reposapiés a juego, la cara interna del marco de las puertas y el borde de la hoja de madera tenían colores chillones que sólo se veían al abrirlas, las paredes estaban decoradas con ilustraciones y pinturas enclaustradas en cuadros de marco negro, como si estuvieran conteniendo el color y manteniendo el estilo del piso.

 Esa sensación a luz, a limpieza, a lienzo en blanco a punto de convertirse en el soporte de su obra, la complacía mucho. Por eso tenía una asistenta contratada que mantuviera ese orden. No obstante, con el paso del tiempo su lienzo se había llenado de más elementos que eran parte de la composición. Estanterías con recuerdos de sus aventuras, viajes y golpes, juguetes sexuales en la cómoda del dormitorio, libros, guiónes y folletines, de las obras que había hecho, un cajón con los recuerdos de todas esas parejas que cambiaba con cada estación... Todas eran piezas de su vida.

Al recordar lo sucedido lo primero que hizo fue buscar su movil y abrir la aplicación de Raíz, esperaba conseguir respuestas. Pero después se lo pensó mejor y mandó un mensaje al grupo que habían usado durante su expedición. 

"Tenemos que reunirnos, estamos en peligro".

Miró alrededor con pena. Bunny iba a perseguirla, y no sabía cuando iba a terminar de contar hasta cien. Preparó una mochila con todo el efectivo del que disponía, ropa, maquillaje, pasaporte, un neceser.... Llenó la bolsa de deporte y salió de allí con paso firme hacia las calles de la ciudad. 

Raíz le había hecho esto, tenía que ver si el resto de los que tenían brazaletes también habían sido traicionados, o de que lado estaban ahora mismo. Ella tenía claro, que si le habían puesto un cazador tras ella, ella también cazaría a los miembros del culto. No llevaba bien las traiciones, y tocaba cortar cabezas.  

El doctor J. siguió realizando anotaciones con su calma habitual.

Salvo por el episodio cercano a la muerte vivido en aquella cueva, Harris podía jurar que el psiquiatra era prácticamente imperturbable.

Respuestas imprecisas y ambiguas.

Hablar sobre la Voz genera un sentimiento abrumador en el paciente X.

Voz ambivalente. Hombre y mujer. Dualismo. ¿Conexión con posible trauma de la infancia? Investigar.

Obediencia ciega. El paciente X confía total y absolutamente en las órdenes de la Voz.

Jamal escuchó a Arthur susurrarle al oído y esbozó una media sonrisa.

-Paciencia, amigo mío. Vamos por buen camino. 

Volvió su atención a Harris y prosiguió el cuestionario con frío rigor científico. Al fin y al cabo, era un profesional. En la esquina de la página del cuaderno, empezó a dibujar.

-A juzgar por su explicación, usted sería algo parecido a un receptáculo. Un, si me permite la expresión, Portador. Dígame, Harris: ¿Se siente especial en algún sentido? ¿Le ha traído felicidad su don? Quiero que me hable de su infancia. Hábleme de sus padres. ¿Tiene familia? ¿Se reúne con ellos alguna vez?

Una pregunta para confundir. Quería que Harris empezase a sentirse algo incómodo, que hablase de su persona. Indagar en su pasado para comprenderle mejor.

-¿Le habla en estos momentos? En caso afirmativo, quiero que mire al Dr. Wheeler. Fíjese bien en él. ¿Qué le dice de él?

Guardó un silencio dramático.

-Ahora míreme a mí. ¿Qué le dice la Voz, Harris?

Otra pausa cargada de suspense.

Jamal entornó la mirada ligeramente mientras comprobaba las constantes de Harris. Estable.

Paradójicamente, aunque Lea estaba golpeando las puertas para ver si había alguien dentro, el sonido de los lastimeros sollozos le hizo sentir un escalofrío. Por alguna razón, no le encajaba la anomalía: después de un patrón de puertas sin respuesta, el hecho de que una celda -pues de celdas se trataba, al parecer- estuviera equivocada, la sobresaltó.

La empresaria dudó si golpear también en esta celda ocupada, pero finalmente se decidió. Trató de ser suave y, cuando el ruido de sus golpes se apagó, preguntó, tratando de ser amable:

-- ¿Hola? ¿Quién hay ahí? ¿Por qué llora?

Estaba en casa. No sabía como había llegado hasta allí, pero estaba de nuevo en casa. La misma casa en la que antaño fue feliz y en la que en esos momentos se sentía agobiado, aprisionado y con ganas de huir, aunque por otra parte, seguía estando muy ligado a ella. Katherin era ese nexo que aún le quedaba con su hogar. Por una parte, quería a esa mujer o quiso a la mujer que fue cuando la conoció y se sentía en la necesidad de cuidarla. Por otro lado, odiaba que Katherin se hubiera convertido en los grilletes que le ataban a la mediocridad. 

Se puso en pie rápidamente y salió disparado en busca de su esposa. No se trataba de una casa enorme, pero si era lo suficientemente grande como para tener que gritar el nombre de su esposa para encontrarla de inmediato al entrar. Era una casa con un patio delantero y otro trasero, de dos alturas y con un sótano que databa de la guerra civil. Vivía en uno de los mejores barrios de la ciudad, no por nada era el llamado "obispo" de Nueva York. 

Corrió por los pasillos de la casa camino de la sala y alzó la voz.

- ¿Katherin? - Preguntó esperando una pronta respuesta.

Quería una respuesta y no la quería. Amar a una mujer como su Kath se había convertido en una tortura, casi prefería que hubiera desaparecido. En ocasiones, cuando se sorprendía a si mismo pensando de aquella manera, se fustigaba mentalmente. No era de buen cristiano desear algo así, aunque lo cierto era que él... no era un buen cristiano, aunque mucho creyeran lo contrario.

No estaba en la sala. Aquella sala decorada con muebles antiguos, demasiado para su gusto, pero que eran recuerdos de tiempos felices. Katherin no estaba en la mecedora donde solía quedarse horas y horas en silencio. ¡Que deprimente! Fue a la cocina. La habían reformado recientemente. Podía ser que Kath estuviera cocinando algo, pero no. 

- ¿Qué hora es? Igual duerme... - Se dijo a si mismo. No tenía ni idea de en que hora se encontraba. 

Subió las escaleras de madera camino del cuarto de ambos. Si no estaba allí, podía ser que estuviera en la salita donde cosía planchaba la ropa o limpiando el polvo en su despacho. Pero nada. Se detuvo pensativo. Podía ser que hubiera salido a comprar, aunque no solía salir demasiado de casa. Igual su cuñada... Corrió al final del pasillo y abrió las ventanas que daban al patio trasero. ¿Y si estaba allí?

Negó con la cabeza

-No... no soy nadie especial... no tengo ni habilidades especiales, ni ningún don. Simplemente... por algún motivo, decidió que yo escuchaba mejor que otros; o tal vez, tenga una especie de puerta entreabierta, que el resto de la gente tiene cerrada. No se si eso es algo bueno, si le soy sincero... pero es algo que me sucede desde que recuerdo. Mi infancia... mis padres... murieron ya hace años, cuando ya no vivía con ellos; eran mayores, ¿sabe?... y mi padre fumaba.. Los bomberos me dieron que fué por eso; probablemente, se durmió con el cigarrillo en la mano, y no pudieron escapar del incendio. Eso queda ya tan lejano...  Me pregunta por mi infancia... la normal, supongo; un niño enclencle -cosa que no ha cambiado mucho- en un colegio del Bronx... me llevaba todos los golpes, y terminé por aislarme del resto; siempre iba solo... me creé una especie de burbuja para que los demás niños ni pudiesen entrar en ella y hacerme daño. En esa época... fuí a varios procólogos y psiquiatras, porque me volví muy introspectivo... demasiado, y temieron que fuese a más.

Hizo una pausa... eran recuerdos que quedaban lejos en el pasado

-Me dieron pastillas y me intentaron convencer de que cambiase... pero el mundo era duro, ¿sabe? el barrio era complicado, y con el tiempo me he ido enterando de que mucha gente que conocí terminó metiéndose en líos, incluso alguno acabó muerto por reyertas entre bandas.

El pasado... ese viejo arcón de donde salían muertos...

-En las sesiones... los psicólogos se empeñaban en preguntarme si había subrido malos tratos en la familia o algo así,... como si eso fuese la única razón de que a la gente les pasasen cosas, y no, la respuesta es no; mi padre se mantenía un tanto ausente, alejado de todo, y mi madre era la que mantenía la familia unida; no teníamos problemas de broncas ni nada, aunque por las ventanas nos llegaban las discusiones familiares de todos los vecinos... es increible la mierda que puede echarse la gente, unos a otros....

Hizo un silencio ante las últimas preguntas del Doctor... se ve que era a donde realmente quería llegar... lo anterior, era solo estudiar el envoltorio, pero negó con la cabeza...

-No; no me está hablando en estos momentos. Desde "el evento aquel", no me habla de forma tan espontánea como solía... es como si su atención estuviese centrada en otro asunto más importante, y no en algo tan insignificante como pueda ser yo. ¿Sabe? me ha servido para ser consciente de que no somos realmente nada... ante él somos insignificantes, y a veces no se digna ni a prestar la atención que antes me prestaba. Se que sigue estando ahí... pero también que no es tan locuaz como fué en otras épocas.

Se notaba pesar en su forma de hablar...

-Y preguntarle, por mi marte, empieza a tener un coste... lo siento; cada vez que quiero algo de él,... es como si perdiese algo de mí mismo. No sucede así cuando él es quien toma la iniciativa de hablar... o de ordenar algo. Empiezo a verme como el esclavo que teme preguntarle algo al amo, y solo espera a hablar cuando él le dirige la palabra.

Sin embargo, no fue capaz de salir de su casa, pues cuando ya tenía bolsa y todo preparado para salir, escuchó un golpe en la puerta principal de su piso. Fue un sonido fuerte y seco al que sobrevino un silencio incómodo. Samantha quedó inmóvil esperando ver si escuchaba algo más o si quien fuera que estaba al otro lado se marchaba.

Tras unos minutos que se le hicieron eternos, nada ocurrió por lo que se ajustó la bolsa y se dirigió hacia la puerta. Pero entonces…

BOUM

Un fuerte golpe en la puerta, como si la hubieran embestido.

BOUM, BOUM, BOUM

Uno tras otro, algo parecía estar embistiendo con fuerza la puerta y los goznes ya habían empezado a resentirse, mostrando pequeñas grietas. Algo grande y violento estaba intentando entrar en su piso.

Entonces, cuando se asomó por la ventana de la habitación hacia el patio trasero fue cuando vio el origen de aquel llanto. Allá abajo, de espaldas a él y arrodillada en el suelo estaba su cuñada. Mirando algo más allá de su vista pues se lo tapaban varios árboles. ¿Pero donde estaba su mujer? Intentó llamar la atención de la hermana de su mujer desde donde estaba, pero no le escuchaba.

El llanto se intensificó mientras le hablaba a aquella puerta. Las sombras a su alrededor parecían crecer, tragándose el resto del pasillo.

- Estoy atrapada -

Fue toda la contestación que tuvo. La puerta parecía maciza y firme, y sin embargo, el pomo parecía endeble.

- ¡Sophia! - Gritó el religioso desde la ventana. - ¿Qué... Qué haces allí? ¿Por qué... estás llorando?

Nunca se había llevado bien con ella. No congenian, no obstante, la enfermedad de Katherine les había unido. Lo cierto era que nunca había visto reír a su cuñada y que la palabra diversión no iba con ella. No es que la vida de un párroco y su mujer enferma de la cabeza fueran sinónimo de diversión, pero Sophia iba un paso más allá.

De hecho, cuando Graham comenzó a salir con su esposa, Sophia nunca lo aprobó. Fue a la boda a regañadientes y Graham estaba seguro de que, cuando el cura pronunciarse aquellas típicas palabras: "si alguien tiene algo que decir hablé ahora o calle para siempre", ella levantaría la mano. Pero no lo hizo y pudo respirar tranquilo.

De hecho, durante los primeros años trató de acercarse, pero al ver que reunirse con ella no causaba más que continuo conflicto, acabó por querer evitarla y durante una segunda etapa practimente no coincidieron en ninguna reunión familiar. Sólo cuando pasó lo que pasó y Katy enfermó, volvieron a trabar relación. Una mucho más estrecha que nunca.

Fuera como fuera, en aquellos tiempos que corrían, Sophia era su mayor apoyo con Katherine y su relación había cambiado mucho. Era hasta cordial, aunque seguía sin querer depender mucho de su ayuda, pues no sabía cuándo se volverían a cambiar las tornas y se lo echaría todo en cara.

Ver aquel rostro de pez le dejo en shock, por un lado se olvido de la sierra y pronto volvió a estar como había, pero joder, no podía peritir que le quitaran la puta mano.

- Algo tiene que poder hacerse para conservar la mano, esto es tan excesivo como innecesario- 

No sabía si aún estaba dentro de una alucinación o en el mundo real, todo estaba siendo demasiado extraño. Sin embargo siempre había sido una chica precavida, y no se quedó para comprobarlo. Con paso rápido fué hasta la cocina y abrió la ventana que daba a la escalera de incendios, pero no bajó por ahí. Fue al baño y dejó la puerta entornada, abrió la ventana y se preparó para bajar por la cañería, apoyándose en los cuadros eléctricos y otros anclajes de cuerdas de ropa. 

Podría ganar tiempo con su don felino, saltar y asegurarse que caería de pie y sin hacerse daño, pero tampoco quería hacer un salto de fe. Si se caía sería su último recurso. 

Por suerte su ocurrencia fue bajar y no subir, con los tacones en una mano, sus pies buscaban esos puntos tan familiares que más de una vez le habían sacado de apuros parecidos. Como cuando consumió la cocaina que tenía que llevar a los camellos en una fiesta y vinieron a partirle las piernas. Suerte que sus invitados le pagaron más que el beneficio que habitualmente hacia su jefe de la época y todo quedó como un malentendido. Al llegar al suelo, volvió a calzarse y miró desde el callejón cuál era la situación fuera. Alguna marca en el suelo de algo tan grande y pesado como lo que intentaba entrar en su piso, un coche fuera de lugar, algo que le indicase cual era la amenaza. O gente.

Estaba convencida de que no podía ser real lo que estaba ocurriendo, tal vez fuese una ilusión al estilo "Abre los ojos", pero por ahora lo único que le preocupaba era el juego en el que se había metido. Le habían dado una condición de victoria, si, pero no un tiempo límite. ¿le perseguirían para siempre? Si ese era el plan tendría que matar a sus perseguidores. No le gustaban los acosadores, y menos los peligrosos.  

Jamal escuchó con cautela a Harris, uno de sus largos dedos surcando la mejilla de su rostro hasta la sien. Había entornado la mirada y sus ojos rasgados, negros como la obsidiana, advertían melancolía en las últimas palabras de su paciente. Él mismo se había percatado de que era prescindible para esa... Voz.

Con su trazo elegante, el doctor hizo unas últimas anotaciones en su cuaderno.

Refiere episodios de violencia escolar. Posible maltrato psicológico durante la infancia intermedia y la adolescencia.

No refiere problemas con sus padres. Sus recuerdos parecen muy lejanos. Posible desapego emocional. Síntomas de autismo.

El paciente refiere un precio a pagar por la comunicación con la Voz. Sigue pudiendo contactar con la entidad, pero no controla el flujo de la información. Se siente un peón. ¿Lo es realmente? ¿Ignora su propósito?

Jamal guardó un largo silencio. Tan largo que casi dio la impresión de que la sesión había concluido. Nada más lejos de la realidad.

-Dígame, Harris. ¿Alguna vez la Voz se le ha presentado con un nombre? ¿Tiene alguna forma de... denominarla?

El doctor introdujo con disimulo su mano en el bolsillo interior de su chaqueta y prosiguió el interrogatorio. Tenía algo en la mano.

-A menudo, los pacientes que sufren alucinaciones de tipo auditivo refieren también sueños conectados a diversas escalas con esas mismas alucinaciones. Una paciente, hace años, me aseguró que un perro invisible la perseguía a todas horas. Estaba totalmente convencida de que el perro la seguía de algún modo allá donde fuera y escuchaba su ladrido con intervalos de tiempo irregulares e impredecibles. Llegó a asegurarme en una sesión de terapia que, mientras dormía, había llegado a escuchar el jadeo del perro junto a su cama-. Jamal no sonreía. Estaba hablando en serio. No era una broma de psicoanalista. Era un caso real. -La mujer tenía una casa en las afueras, una mansión de estilo colonial con una torre. Le sugerí, a modo de experimento, que cambiase su dormitorio de modo provisional. Hizo tres cambios. El primero fue al sótano, en el convencimiento de que el perro no la seguiría a una habitación subterránea. No funcionó. Volvió a intentarlo una segunda vez en el salón de la planta baja, junto a una chimenea. Esta vez, razonó que el fuego espantaría a la bestia. Antes al contrario, fue la ocasión en la que sintió el aliento del perro junto a su oído. Finalmente, le recomendé probar la torre...

Jamal hizo una pausa dramática. Desde luego, el psiquiatra se implicaba con sus pacientes.

-¿Sabe qué? Durmió profundamente y dejó de escuchar al perro. Aquello me hizo pensar... ¿Había dejado de escuchar al perro por una auténtica sugestión mental inducida por la terapia? ¿O había algo en la torre que alejó de algún modo al perro?

De nuevo, un silencio. Jamal no explicó qué quiso decir con aquello. A decir verdad, no había una conexión evidente entre un perro onírico y Harris, ¿no? O quizás, el doctor J. simplemente quería relajar el ambiente. Aunque también era posible... Que estuviese preparando el terreno. Como hace un mago con su auditorio.

-Dígame, Harris... ¿Ha visto el rostro a la Voz en alguna ocasión? ¿Ha soñado con... Ello?

Las luces se apagaron súbitamente por acción de un mecanismo que había bajo la mesa, al alcance de Jamal.

Un halo de luz blanquecina cayó sobre la mesa metálica, donde ahora había una figurita de azabache. Recordaba a una esfinge, con la particularidad de que parecía haber quedado desfigurada. No, no desfigurada. Para ser exactos, parecía que le habían rebanado el rostro desde la frente al mentón y le habían vaciado el cráneo. Con todo, había algo en el interior de su diminuta cabecita. Algo que Jamal había visto en ya demasiadas ocasiones.

El cosmos.

Omega.

Negó lentamente con al cabeza...

-No, nunca me ha dicho su nombre..., ni ninguna forma de dirigirme a ella... simplemente, la llamo... le pregunto "¿Estás ahí?", y ya sabe que me refiero a ella. Extrañamente, el otro día,... cuando le pregunté abiertamente si era Nyarlatotep, pues el nombre había aparecido, creo recordar, a labios de Samantha... creo que estaba en los brazaletes. Pues en ese momento... me dijo que tenía muchos nombres, y enumeró algunos... Athu, El Caos Reptante, el Faraón Negro... Era la primera vez que le oía hablar directamente de sí mismo, algo distinto a todo lo que había hablado antes con él... bueno, realmente nuestas conversaciones... solían más ser una serie de órdenes que otra cosa.

Reflexionó... era curioso...

-No, no le tengo asociada imagen alguna... es algo tan... abstracto para mí... es, simplemente una voz que está ahí. Si es una voz, tiene que tener sustancia, eso está claro, pero nunca se me ha manifestado de un modo visual.... En sueños... tampoco hablo con ella; es más cuando estoy consciente... se ve que mi parte subconsciente carece de interés para ella -sonrió de mala gana...

Calló... se había quedado mirando fijamente la figurilla... más concretamente, su cabeza, su contenido...

Atrapada estoy yo, pensó Lea. Era ella la que había sido arrancada de su cómodo salón y arrojada a este pasillo infernal. Lea nunca fue caritativa (todo lo que tenía lo había conseguido con esfuerzo y determinación), y no pudo evitar desconfiar de la voz.

-- ¿Quién te ha encerrado? ¿Quién eres tú? ¿Dónde estamos?

Mientras hablaba a través de la puerta, Lea encendió la linterna del móvil y apuntó a las sombras, tratando de intuir lo que se escondía en ellas.

El haz de la linterna del móvil deslumbró momentáneamente a Lea cuando se puso en marcha y la obligó a entornar los ojos. Su vista tardó unos segundos en acostumbrarse a la nueva luz y entonces intentó ver más allá de las sombras que se cernían sobre ella. Sin embargo, como una especie de broma macabra o como si la realidad no entendiese de luces y su comportamiento, las sombras se mostraban como un terrible manto de incertidumbre.

El ambiente estaba frio y aunque no veía nada más allá de la puerta en la que estaba (¿Dónde estaban las demás puertas? ¿Acaso ya no tenía más posibilidad de elección?) su cuerpo permanecía inmóvil. Una sensación de amenaza la asaltaba cada vez que sentía el impulso de adentrarse en aquella oscuridad.

Un fuerte chasquido la hizo dar un respingo. Tras de ella, la puerta antes cerrada a cal y canto parecía haberse abierto. Los llantos y sollozos eran cada vez más altos y una fuerte luz blanca se comenzó a filtrar por el resquicio de puerta abierta que no la dejaban ver el interior. Fue entonces cuando Lea hizo sus preguntas. Los sollozos se detuvieron un instante.

- Esa es la gracia de todo. Nadie y todo. Siempre estuvimos encerrados. Siempre fuimos prisioneros. La historia no carece de humor… -

Y la voz se apagó y rompió a llorar. Las sombras parecían cerrarse aun más a su alrededor.

El rostro del doctor quedó cubierto por las sombras cuando se echó hacia atrás y solo el brillo de la baba que le colgaba del labio resaltaba en aquella asfixiante semi oscuridad.  El silencio se hizo en la habitación mientras el ambiente parecía cargarse de energía. Las sombras parecían expectantes ante lo que pudiera ocurrir a continuación.

- Tienes razón chico… es excesivo -

La figura aun aferraba la sierra circular entre sus manos mientas tamborileaba la herramienta con los dedos. De pronto, un rugido estalló en la habitación y la sierra se puso en marcha.

- Pero lamentablemente necesario -

Y de un movimiento rápido, Rowan contempló totalmente aterrado como el frio metal alcanzaba su brazo, la sangre lo salpicaba todo y un dolor indescriptible se apoderaba de él.