Partida Rol por web

Al verte tan nervioso, Eire puso suavemente su mano en tu hombro y comenzó a susurrarte.

- Tranquilo Rowan, ya estás a salvo. Nos han dejado que volvieras con nosotros. Ya estás en casa. Estás a salvo. -

Entonces se giró hacia la mesilla y tomó una toalla empapada de un pequeño barreño de plástico lleno de agua en la que flotaba, la escurrió y se la acercó a la frente. El frio recorrió rápidamente la cabeza de Rowan que sintió como si se le helaran las ideas, pero lo cierto es que también le calmó y pudo empezar a relajarse. La mente seguía dándole vueltas pero ahora un poco menos.

- Tienes fiebre, será mejor que descanses. Han sido unos días duros.-

Entonces la puerta se abrió y una enorme figura apareció en el umbral. Al verle despierte sonrió cariñosamente, la barba le tembló mientras te miraba.

- Por fin abres los ojos. Nos tenías en vilo a Eire y a mí -

Entonces se acercó también a la cama y le dio una palmada en el hombro. Un hormigueo le recorrió todo el brazo hasta donde tenía el brazalete.

- Curioso artefacto ese que tienes ahí ¿Nos vas a contar que ha ocurrido? Así a lo mejor podemos ayudarte. -

Asustada, comenzó a alejarse de aquella puerta y dejó que la oscuridad la devorara. Sin embargo no lo hizo. Sin entender bien como o por qué, la zona que ella pisaba siempre estaba iluminada, como si tuviera sobre ella un foco que no podía ver. Pronto los llantos se acallaron y solo estaba ella, el pasillo y dos puertas, una a cada lado, del mismo color y forma. Y pasillo sin fin.

En un momento indeterminado, un ruido le llegó del fondo del pasillo. Era muy tenue y casi no podía identificarlo, pero entonces se acercó un poco más y lo reconoció. Era un llanto. Pero no uno cualquiera. Estaba segura. Era el mismo llanto de antes. Entonces se fijó en una puerta que se veía incluso más allá de la oscuridad. La misma puerta.

-Eres tan predecible.-Sonrió la acróbata. Un balanceo y convirtió sus manos en garras afiladas. Un segundo balanceó y ella también salto, sin embargo sus manos sesgaron las cuerdas del balancín en el que se apoyaba. Se catapultó hacia las alturas mientras que el trapecio caía contra la pista. Giró en el aire, se contorsionó, pasó por encima de Bunny y se agarró al trapecio que éste había dejado libre con sus pantorrillas.

Su cuerpo en el aire era grácil y armonioso, el de el conejo era más propio de un dibujo animado, y tendría un final apropiado, viendo como su salvación y apoyo desaparecía frente a él, precipitándose contra la pista. En cuanto el impulso que le mantenía en el aire desapareciera, así lo haría él. Y por un momento casi estático, Sam disfrutó la imagen.

-Eso es to, eso es to, eso es todo, amigos.- se rió mientras el conejo caía.

- ¡No Sophia! - Alzó la voz el religioso alejándose unos pasos de ella. - Aunque voy más caliente que una moto, no es el momento. - Pensó. - Tengo que... - Dio dos pasos más hacia atrás. No creía lo que estaba sucediendo. No podía asimilar todo lo que estaba pasando en esos momentos. Su mujer muerta y su cuñada... - tengo que asimilar... - Tragó saliva y dio otros dos pasos atrás. - Tengo que asimilarlo...

No había sospechado nunca que su cuñada quisiera algo con él. De hecho, parecía más interesada en follárselo allí mismo que en cualquier otra cosa y eso bueno... le ponía mucho. Tener sexo con su cuñada, sobre la lápida de su recientemente fallecida esposa, era una fantasía que nunca hubiera pasado por su morbosa cabecita, pero ahora que se lo planteaba sonaba... excitante.

- ¡No! - Alzó la voz de nuevo. Aunque esta vez fue más para si mismo que para Sophia. Todos aquellos pensamientos sádicos que pasaban por su cabeza le dolían y poco a poco iban consumiendo la poca humanidad que albergaba todavía. - ¿Cómo pasó? No lo entiendo... estaba bien. Yo... - Comenzó a caminar hacia la casa, de espaldas, sin dejar de mirar a Sophia. ¿Era Sophia? Ya hasta de eso dudaba.

No encontraba ningún sentido a nada de lo que estaba ocurriendo, ni a sus palabras, ni a sus previas visiones, ni a lo del sapo cirujano corta manos, lo único que tenía presente era que raíz le había drogado.

- Usted es el que sabe de estas cosas, dígamelo usted ¿Qué cree que es? - Contestó a Allan mirando el brazalete y conteniendo su lengua para no decirlo en el tono que le gustaría .

Acto seguido miró a la pelirroja.

- Siento que mis problemas se hayan vuelto vuestros problemas... - Dijo despacio meditando sobre las palabras previas de Eire. - ¿Que os han dejado que volviera....? ¿Quienes? - Dijo Suspicaz a Eire.

Pedían información, la misma que pediría raíz, podía seguir drogado y sugestionado para que pensara que estaba a salvo mientras  que realmente estaba cautivo todavía.

Desde luego, Jamal no estaba en su mejor momento. 

Y aún así, el buen doctor se las arreglaba para lucir el traje en perfecto estado.

¿Cómo lo hacía?

Un misterio casi tan insondable como la razón por la que el experimento se había descontrolado completamente. 

- No sabía que tenías algo tan curioso ¿Crees que ha podido tener algo que ver en lo que ha ocurrido? ¿Sabes lo que es? -

Jamal se enjugó el sudor de su frente con su pañuelo de seda antes de responder.

-Definitivamente... Es decir... No estoy seguro...-. Tragó saliva y bebió un vaso de agua fría para recomponerse tras la aterradora experiencia. Tenía la sensación de haber agitado un avispero. Sólo que no eran avispas lo que había contactado con él. Era algo mucho, mucho más sobrecogedor.

Jamal recuperó su figura de las curiosas manos de su amigo Arthur y la introdujo en su chaqueta sin mirarla siquiera.

-No sé qué es exactamente, pero... No la encontré yo. Podría decirse que...-. Jamal pensó bien las palabras que diría a continuación. -Me fue entregada-.

Eso le hizo plantearse por qué. Y quizás algo más inquietante. ¿Para qué?

-¿Se encuentra bien, Harris?-, inquirió algo ausente, mirando a su paciente de soslayo. Cuando este le preguntó qué había ocurrido, Jamal notó un sudor frío manar por su espalda.

-¿Lo que ha ocurrido...?-. El rostro del doctor J. era una máscara impenetrable, pero sus ojos brillaban en lo que parecía una mezcla de desconcierto e incomprensión. -Que hemos tenido éxito, mi buen amigo. Hemos tenido... éxito.

El rostro de Sophia se tornó oscuro mientras su labio temblaba y sus ojos te miraban atónita.

- ¿Me… me rechazas? –

De pronto comenzó a apretar los labios muy fuerte mientras rayos de ira parecían salir disparados hacia Graham que seguía sin entender nada.

- Tú… malnacido… quién… te crees que… eres –

Y entonces apretó con fuerza el cuchillo que llevaba en las manos. Espera. ¿Desde cuando tenia ese cuchillo en la mano? El hombre no pudo pensar en ello porque la mujer se abalanzó sobre él alzando el arma. La fuerza con la que le embistió le sorprendió pues nunca hubiera imaginado que aquella mujer pudiese poseer semejante fuerza. Ambos cayeron al suelo y Graham sintió una punzada de dolor en el hombro donde se había hundido el filo. La ropa comenzó a tornarse más oscura a medida que la sangre manaba de la herida. La mujer se sentó sobre él y alzó el arma sobre su cabeza dispuesta a clavarle el cuchillo en el pecho.

El cuerpo de Sam surcó el aire hasta alcanzar el segundo trapecio mientras se imaginaba el rostro de aquel extraño conejo contraído en un rictus de terror. No alzó la voz mientras caía y cuando finalmente la mujer se estabilizó, escuchó un fuerte golpe al terminar aquella patética criatura estampándose contra el suelo. Finalmente dirigió su vista hacia abajo y contempló que el conejo tenía el cuerpo en una extraña postura. Parecía haberse golpeado contra una estructura de madera que había en la pista y sus brazos se encontraban revueltos, cual muñeco de trapo.

Por un instante se planteó que tal vez había muerto. Sin embargo, cuando había empezado a descender, le vio agitarse un poco, sin poder apenas moverse y un sonido llegó a los oído de la mujer. Aquel loco se estaba riendo. Aún estaba vivo.

- Na… nada MAL pequeña ji-ji…ji -

- ¡Maldita zorra hija de puta! - Excalmó el sacerdote.

Estaba tirado sobre el suelo panza arriba. Sobre él estaba su cuñada, sentada sobre él y encajando entrepierna con entrepierna. Sentía como la suya latía con fuerza y caso notaba la humedad en la de ella (aunque quizás solo era una jodida imaginación. No comprendía como podía estar tan jodidamente enfermo y empalmar en una situación como aquella y no cuando tenía a su mujer desnuda y dispuesta sobre la cama.

Pero no era momento de follar. Mucho menos después de haber hecho enfadar como lo había hecho a la demente de Sophia. Además le dolía el hombro y aquella mujer le había cabreado. No, no iba  a meterla en caliente. Había dicho que no. Por una vez su moral había vencido a su lujuria. Estaba orgulloso de si mismo. Pero no lo estaría por mucho tiempo si se dejaba matar.

Agarró un puñado de tierra y se lo lanzó a los ojos a aquella diablesa y acto seguido un cabezazo directo a la frente. Con suerte soltaría aquel cuchillo que había aparecido por arte de magia y podría revolverse y salir corriendo de allí. Era lo único que quería hacer en ese jodido momentos.

-¡Ah, bueno!, me alegro,... supongo. De que lo que quiera que hiciesen fuese un éxito. Yo estoy bien, no se preocupen pero... tal vez... esté usted peor que yo... Me sentía ligeramente mareado, pero ya se me ha pasado, estoy .. creo que perfectamente.

Poco a poco la confusión inicial había ido desapareciendo; ciertamente, no tenía ni idea de a que ... tipo de éxito .., se refería el Doctor, pero... el estaba bien, ... o al menos, normal, como siempre, tras los momentos iniciales de desorientación y un cierto mareo.

Sea lo que fuese... parece que había sido... extraño, al menos para ellos... Por su parte, poco más tenía que aportar...

La actriz bajó hasta la pista, y se acercó un poco al individuo, manteniéndose a un metro o dos del alcance de sus brazos, ya que no sabía que trucos podía esconder bajo la manga. 

- ¿Qué te voy a decir? Una, que tiene muchos talentos. ¿No crees que deberías rendirte ahora y despertarnos a los dos? He ganado, no puedes alcanzarme. 

- suponGO que… *blurg*… tienes razón. YA hemos jugado bas-tan-te -

Y con un de los brazos, aquel ser se llevó la mano a la máscara de conejo que cubría su rostro, metió los dedos por debajo del borde del cuello y tiró, arrancándose la grotesca cabeza de conejo que llevaba puesto. Lentamente un rostro humano comenzó a aparecer, ensangrentado, con los labios teñidos de rojo por toda la sangre vomitada. Y los ojos inyectados en sangre. Tenía una sonrisa dibujada en el rostro. Y Sam tembló.

Su cuerpo se había quedado paralizada al contemplar los ojos que ahora la miraban con cariño y dulzura a pesar de la sangre que seguía manando de su cabeza y su boca. Ese pelo desgreñado, esos ojos miel, hacia mucho tiempo que nos los veía y no esperaba volver a ver. Y sin embargo, ahí estaba.

Su hermano la sonreía divertido pero claramente dolorido.

- Supongo que no HA Sido el encuentro que… teníamos en MENTE ¿Eh? Jijiji -

Allan negó con la cabeza.

- Cabezota hasta el final. Ojalá lo supiera. RAIZ parecía muy interesado en ello. Solo han dicho que no salgas de la ciudad y esperes órdenes. -

Allan parecía intentar mantener una actitud profesional, pero no podía dejar de mirar el brazo y el brazalete que en él brillaba. A pesar de que luchaba por mantenerlo oculto, parecía estar muy preocupado.

- De acuerdo, voy a prepararte algo de comida. Ahora necesitas recuperar fuerzas. ¿Te encargas de vigilarle? -

rie asintió mientras veía como se marchaba y solo cuando les dejó a solas se volvió hacia Rowan.

- ¡No vuelvas a hacer algo así ¿De acuerdo? Pensábamos que no lo contabas. -

Parecía querer decir algo pero también parecía temer decirlo en voz alta, por lo que tras pensárselo un poco, se acercó a Rowan y comenzó a hablarle más bajo.

- Te trajeron los de RAIZ, bueno. Un tío muy raro con un disfraz de conejo, solo la cabeza, pero muy grotesco. Y… -

Se mordió el labio inferior.

- …Con el brazo amputado. Nos dijeron que habías perdido el brazo por el bien de RAIZ. Tenías mucha fiebre y pensamos que no pasarías de esa noche. Te la pasaste gritando sin parar. Entonces, por la mañana, simplemente te callaste… y temimos lo peor - Hizo una pausa para recobrar el aliento. - Pero cuando fuimos a tu cama, dormías plácidamente y… no sabemos como… volvías a tener dos brazos, con este extraño brazalete pegado a él. Entonces recibimos una llamada de la organización y nos dijeron lo que te ha dicho Allan. Que no podías salir de la ciudad. Y que habías sido elegido. No pude averiguar más -

Entonces cogió de nuevo el paño, lo humedeció y volvió a apoyarlo en su frente.

- Todo esto es muy Raro Rowan -

Graham forcejeó con la mujer pero esta vez, toda la fuerza que parecía haberla invadido antes, ahora la había abandonado y solo era una pequeña mujer más. Con fuerza, el Padre la sujetó, la zarandeó hasta hacerla soltar el cuchillo. La mujer continuó forcejeando en un intento por clavarle las uñas, pero Graham consiguió encoger un poco la pierna y la usó para lanzar a Sophie lejos de él.

El cuerpo de la mujer surcó el aire con el rostro aun desencajado por la rabia y el rímel corriéndose por sus mejillas por las lágrimas derramadas. Y de pronto, su expresión se tornó sorpresa, su cuerpo golpeó el suelo, su cuello chocó con una roca, lanzó un último suspiro, como si se la vaciasen los pulmones y quedó inmóvil en el suelo.

Graham se levantó rápido para irse de allí cuando algo le hizo girarse hacia el cuerpo inerte de su cuñada. Estaba demasiado inmóvil, con los ojos perdidos en el infinito. El Pater se fijó más atentamente, en busca de cualquier señal de vida pero no vio ninguna. Su pecho no se movía, no pestañeaba, no reaccionaba. Y entonces entendió una terrible verdad. Estaba muerta.

Y él la había matado.

-¡Tu no eres Klaus!- Grito en ruso sin quererlo siquiera. Se apartó, horrorizada.- ¡No eres Klaus!.- Esta vez en inglés. 

Sin poder apartar la vista de tan dantesca escena, buscaba un apoyo al que asirse con su zurda mientras que la diestra le tapaba la boca, en un vano intento de contenerse.

- ¡Solo estás hurgando en mi memoria, intentando atraerme para que te atienda y atraerme para cogerme! ¡Sal de mi cabeza! ¡Has perdido!- A medida que hablaba, el susto iba dejando lugar a la rabia. Una ira ciega y salvaje. Busco a su alrededor. Si aquí estaba todo lo que recordaba del circo, y si quería jugar a ser su hermano, le iba a dar un placer que no se esperaba. Se puso a buscar un cuchillo del lanzador*.

Los recuerdos del lugar y el rostro de su hermano, habían barrido por completo la esperanza y suficiencia que había sentido al superar a su perseguidor. Sin embargo, llevaba años huyendo de sus recuerdos, de sus propios fantasmas, enterrados bajo una vida de excesos, aventuras y adrenalina. Se había valido por sí misma para llegar muy lejos, era la dueña de su destino y no permitía que nadie la dirigiera. 

Ni el Doctor ( aunque estuviera dispuesta a ceder de vez en cuanto para fomentar un acercamiento), ni el Culto (al que se había adhesionado para tener acceso al poder de los mitos), ni una pesadilla personal la subyugarían. No había llegado tan lejos para sacrificar uno de sus brazos ahora, ni siquiera por Klaus.