Partida Rol por web

Hilos invisibles

Capítulo 0: Resonancia (Milka)

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08/01/2016, 23:00
Aharon Cohen

Aharon sonríe a tu calidez y casi puedes sentir cómo la calma se va extendiendo por sus entrañas, cómo parte de sus ansias se apaciguan, al menos las que tenían que ver con tus reticencias, y cómo cuadra los hombros, dispuesto a cumplir con sus promesas de permanecer a tu lado. Puedes entender con claridad en sus gestos que con tu aparente resignación has pasado de ser uno de los problemas a convertirte en la víctima de la que debe cuidar y proteger. 

Un leve resoplido de risa sale de su nariz cuando utilizas aquel apodo y puedes ver en sus ojos un brillo de esa ternura que se ha acostumbrado a contener, pero que no puede ocultar. Ladea entonces la cabeza, ampliando la zona de contacto entre tu palma y su mejilla y acerca tu otra mano a sus labios para besar el dorso de tus dedos con un cariño que parece tan infinito como indestructible.

Pestañea cuando apartas la mano rompiendo esa breve intimidad, pero se sobrepone con rapidez. —Tus cosas las tienen las enfermeras en una taquilla. Me dieron un papel con un número para recogerlas cuando salgamos. Tampoco me dejan traerte nada de comer y se supone que no puedo dejar ningún objeto que no haya sido autorizado y marcado por ellos aquí dentro cuando te quedes sola. —Hace una pequeña mueca con la que expresa su disgusto por aquellas normas tan estrictas, aunque ni siquiera se plantea oponerse a ellas. —Es por tu seguridad —añade, como si esas cuatro palabras pudieran justificar absolutamente todo.

Con tu petición, mete la mano en el bolsillo y saca el teléfono móvil para tendértelo sin dudar. —No han pisado el hospital, quédate tranquila. Los dejé en el coche mientras hablaba con Dallas y luego ella se los llevó directamente desde el aparcamiento. Están preocupados por ti, sobre todo Dorian. Pero les aseguré que les llamarías en cuanto se pudiera, así que estarán pendientes de tu llamada.

Con esas últimas palabras, camina hasta la butaca y se deja caer en ella, dejándote la falsa intimidad de aquella posición junto a la ventana para que puedas llamar a tu amiga.

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11/01/2016, 11:55
Milka Bendij

Rio con su leve resoplido por el apodo, tan escuetamente como él, y encuentro en sus ojos un brillo que conozco muy bien y llenaba mi estómago de cosquilleo y mis días de sentido en otros ojos. Y, en ese momento, alimento el egoísmo y me permito disfrutar esa mirada, el contacto de su mejilla y el beso en mi mano; y del mismo modo que lo disfruto, no lo añoro cuando las conexiones de mi cerebro me llevan a preguntar por mis cosas, por aquellos instrumentos que me den una centella de esperanza de que esta noche podré ver a mis hijos, en mejor lugar y libre de todos esos aparatos del demonio.

- Bienvenidos a 1933. -  pienso ante la gran restricción y control de lo que entra o sale de la habitación ¿Cómo lo ha hecho él? ¿Desde Nueva York?- vuelvo a preguntarme viajando a ese momento en el que, simplemente, su contacto a desaparecido y con él toda evidencia de su visita, salvo por una promesa que ni siquiera podía saber si era real . - Ya. - concluyo sin convencimiento ni aprecio por esa coletilla que parecía justificar pisotear mi condición de persona.

Levanto los ojos a las esquinas superiores de la habitación, y recorro todo el marguen distraídamente, comprobando si hay cámaras dentro de la habitación, si además de mi voluntad quieren llevarse mi intimidad, y no es hasta que mi marido vuelve a hablarme cuando bajo la mirada al presente - Gracias. - le digo por más de un aspecto, en una palabra pesada pero sentida que casi arranca el sufrimiento por lo que les estoy haciendo pasar a mis hijos y esa pequeña ilusión de oír el nombre de uno de ellos, y de volver a confirmar que Dorian es un buen chico.

Cojo, entonces, el teléfono e introduzco el pin de desbloqueo de modo mecánico, le había visto varias veces teclear su código y al tener sus teléfono en las manos me bombardean sus recuerdos, incluidos aquellos en los que no era necesario el pin, como sus múltiples llamadas de la notaría nada más sentarnos a cenar; pero aun sin esas memorias el código es fácil de adivinar pues ambos usamos el mismo para todo: 2001.

Mientras marco el número de Dallas veo mis dedos temblar nerviosos y me doy cuenta que algo en mi interior me oprime al pensar en hablar con Dallas, metiéndola en su saco de traición mucho más profundo que el de Aharon, y, que, sin embargo, estoy más dispuesta a ignorar, no solo porque tiene a mis hijos, sino porque sé que la necesito en mi vida. Dudo al pulsar el último número y busco a Aharon con la mirada para encontrarle en la butaca, lejos de mí, animándome con su ausencia a seguir con mi llamada. Presioné la tecla de llamada y con el corazón latiendo en mi oído esperé a que la americana contestara.

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13/01/2016, 02:54
Teléfono

El teléfono da un tono. Dos. Y antes de que termine el tercero alguien descuelga al otro lado y la voz familiar de Dallas suena, preocupada como nunca la has escuchado antes. 

—¿Aharon? ¿Cómo está? —pregunta, sin dar tiempo a que llegues a decirle que eres tú—. ¿Le hicieron ya las pruebas? 

De fondo escuchas ruido ambiental, con lo que te parece una cafetería o algo así y entonces una voz aguda, en la que reconoces a Ariel, se acerca lo suficiente como para que puedas escucharla con claridad. —¿Es mi madre? Tienes que llevarnos a verla, Dallas —ordena con tono autoritario, hablando al parecer en nombre de los tres—. Tenemos derecho a ir a verla. 

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14/01/2016, 16:39
Milka Bendij

Recibo el primer tono con un sobresalto que no tiene más reflejo que en la dilatación de mis pupilas y una respiración suspendida en el arrepentimiento por esa llamada. Una arrepentimiento que no es más que el producto de no querer afrontar mi angustia por el enfado con la única hermana que he conocido.

En el segundo tono, mi respiración se enlaza en su ciclo normal y, aun sin estar todavía convencida de lo que estoy haciendo, mis ojos apresuran a la morena a descolgar dirigiéndose hacia el móvil reprochantes de esa escueta respuesta que no era la esperada.

Y cuando, finalmente, ella responde, me quedo muda; ocupada en sufrir su traición como la noche en que Aharon se confesó no he pensado que debía decirle, o como actuar, y esa es una decisión que jamás he sabido tomar.

Escuchar el nombre de mi marido de su voz, sin pizca de mofa o desaprobación en él se me hace extraño, y me desubica casi tanto como la idea de que no muestre remordimientos por haberme encerrado en ese infierno, sino, que al contrario, apoye esa violación de mi persona en forma de pruebas.

La escucho con la voz encasquillada en mi garganta. Siento mi sangre agriarse, y, sin embargo, mis recuerdos no me permiten sentir hacia ella más que gratitud, aprecio y deuda.

Mis labios empiezan a separarse forzándome a hablar cuando escucho a Ariel al otro lado y vuelven a caer pesados como rocas - No.- Iré yo. - Dallas,- sigo de perdidos al río - soy Milka. No traigas a los niños.- insisto de nuevo en mi cruzada para alejarlos de todo mal como buena sierva del señor - Diles- Diles que les veré pronto y que les quiero mucho.

Doy la espalda a Aharon girando con suavidad, como si fuera más producto de un movimiento casual que de una voluntad - Aharon le pedirá a su madre que los cuide, ¿los llevas allí?- cubrí entonces mis labios con una mano, separada lo justo para no entorpecer mi voz - ¿Y tu vendrás a verme? Hoy

Notas de juego

No sabía hasta dónde hablar. Pero luego pediré que me pase con Ariel y Dorian e intentaré que Vivian lo coja. No me colgéis, pliiiis.

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16/01/2016, 01:20
Teléfono

—¡Milkybar! —exclama tu amiga, con un más que evidente alivio al escuchar tu voz—. Oh, joder, me tenías completamente acojonada.

Entonces escucha tus primeras palabras y cuando habla de nuevo no lo hace hacia ti. —Ya hemos hablado de eso antes, Ariel. Esta noche no vais a ir. Os voy a llevar con vuestra abuela  y mañana ya veremos.

—Es nuestra madre. —Y puedes visualizar con una perfección casi dolorosa a Vivian enarcando las cejas en un claro gesto de desacuerdo con esa afirmación—. No puedes mantenernos al margen, tenemos derecho —escuchas de fondo a tu pequeña leona peleando por lo que considera justo y en tu mente reproduces sus rasgos y expresiones al hablar—. Te exijo que nos lleves, Dallas. 

Igual que puedes imaginar el gesto de tu amiga, levantando la mano para pedir silencio a tus cachorros antes de volver a hablar contigo. —Milka, cielo. No te preocupes por ellos, los llevaré a casa de mamá osa. Si no me muerden por el camino —añade y sabes que esas últimas palabras van con intención de que las escuche tu primogénita.

—Oye, la gente de ese hospital está loca. No me dejaban subir a la habitación a verte. Pero pienso ir en cuanto deje a los niños y montarles el pollo. ¡Eso tiene que ser ilegal! Como no me dejen pasar, pienso hablar con algún abogado. ¿Qué tal tu maridito? —pregunta entonces, con cierta sorna. Te da la impresión de que tu amiga ha decidido que si puedes llamarla tú misma debes estar lo suficientemente bien como para tratarte con normalidad. O quizá a su carácter le resulta imposible hacerlo de otra forma. —¿Y tú, nena? —termina, poniéndose un poco más seria—. ¿Cómo estás? ¿Qué te han dicho?

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16/01/2016, 12:58
Milka Bendij

La preocupación de Dallas me provoca todavía más angustia, no estoy acostumbrada a ese sentimiento en ella, y mi cuerpo lo traduce como un claro indicador de problemas. Mayores que creer a Adam muerto, cabrear a un chino en el sótano de su restaurante o temer la pintura salmón de mi cocina. Intuyo por ello que está vez he hecho algo gordo y he roto su extrema calma. Y, aun así, me cuesta entender como ha podido dejarme en manos de fanáticos.

- Dal...- protesto en su "joder" recriminándole ese tipo de expresiones con los críos delante y mi voz vuelve a apagarse para no entorpecer en mis oídos que encuentran infinitamente más interesante la débil melodía de la voz de mis hijos a nada que yo tenga que decir. Veo a Ariel en mi cabeza, con el peso del mundo sobre sus hombros y la espalda bien erguida orgullosa de ello y, junto a ella, a Vivian, empuñando ese cuchillo de hielo que es su mirada y que va hundiéndose en mi día tras día directo al saco de culpabilidad por no estar con ellos, por obstaculizar el que ellos estén conmigo; y a punto estoy de ceder a las exigencias de Ariel que ni siquiera son dirigidas a mi pero aprieto los labios para tragarme esa completa perdida de la poca autoridad que me ha dejado Aharon.

Sonrío con aprobación a la confirmación de que va a llevar a los trillizos a casa de Judy, y sé que aunque no me vea eso es todo lo que ella necesita.

- Dicen que no eres familia.- le entrego la mala noticia de la realidad como pequeña venganza a su traición aunque sin ánimo de seguir por ese camino, con tono completamente plano, apático e informativo- Es culpa suya.- aseguro cuando pregunta por Aharon y entorno mi cabeza para asegurarme que sigue lejos - Ha firmado algo- añado sin descubrirme los labios con la adrenalina de las noches de juventud en las que esperaba el primer ronquido de mi padre para escaparme por la ventana -y ahora legalmente decide por mi.

Empiezo un caminar distraído y, en cuanto tengo oportunidad, me meto en el baño - Quieren mi cerebro, Dal.- dejo que me escuche agobiada una vez más, y mi mano abandona esa posición de privacidad para enredar un mechón de cabellos entre los dedos - Me han hecho de todo, y me quieren pegar a más tubos. Me da tanta rabia que te aseguro que no incluiré a la doctora Geller en mis oraciones.

- ¿Qué hace Dorian? - me ataca la duda de pronto añorando su presencia en mi. 

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19/01/2016, 22:31
Teléfono

Dallas ni siquiera parece entender que tu protesta sea con respecto a su palabrota, sino más bien como antesala de todo lo que vendrá después, una introducción a una sucesión de malas noticias. Finalmente, cuando continúas, puedes sentir su respiración pausarse un instante, como reflejo de su espera por las siguientes palabras.

Al llevar tu vista hacia Aharon le ves aún en la butaca, con la espalda un poco torcida y una mano repiqueteando sobre el reposabrazos, pensativo. Sus ojos se cruzan con los tuyos un instante, y te dedica una sonrisa realmente triste.

—¿Algo? —pregunta tu amiga mientras tanto, citándote, antes de que expliques que ahora es él quien toma las decisiones. Su alivio inicial parece haberse tornado en preocupación, y con cada detalle posterior esta va cambiando a enfado. —¡¿Pero cómo se le ocurre?! —dice alzando la voz acto seguido, aunque su tono se corta a media frase, probablemente por los niños.

Entonces habla una vez más, dirigiéndose hacia ellos. —Niños, aquí no se oye bien, voy un momento fuera a hablar con vuestra madre —les dice—. Pero mi helado ni tocarlo —advierte después, y no tardas en sentir el cambio de ruido al otro lado de la línea.

Ahora se oyen sonidos de la calle, coches y voces que son síntomas de una libertad que ahora a ti te falta. Mientras tanto entras en el baño, ganando una intimidad que sólo es real a medias.

—¿Cómo ha podido firmar algo así sin hablar contigo? —pregunta entonces, exaltada.

Sin embargo no tarda en guardar silencio para volver a poner atención a tus palabras. Un resoplido sale por su nariz en el momento en que dices aquello sobre la doctora Geller, aunque sabes con seguridad que de no estar tan enfadada sería sustituido por una risa con respecto a aquella fútil venganza.

—Que le den por culo al a doctora —responde de inmediato, casi como un acto reflejo a lo que has dicho. Entonces toma aire un instante—. Milka, Dorian está bien: los niños están bien. Dorian está súper mono, intentando ser fuerte y no parecer preocupado, pero preguntando por ti cada dos minutos —expone, cambiando de un tema a otro de forma errática. 

Pero vamos a lo importante: ¿qué es lo que te van a hacer? —dice, antes de especificar la pregunta a una que parece resultarle más relevante—. ¿Tú quieres que te lo hagan? Porque me da lo mismo lo que haya firmado tu marido, yo no voy a dejar que toquen esa cabecita sin tu consentimiento. Como si tengo que prenderle fuego al hospital, o sacarte por la ventana.

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20/01/2016, 01:34
Milka Bendij

Mis pupilas se dilatan con el deseo de Dallas para la doctora, y esa mano que buscaba ocultar mis palabras cae sobre mis labios con el peso del escándalo y con su contacto transforma esa incomodidad por la expresión tan sentida de mi amiga en una risa que no termina de formarse, pues, a su vez, fluye a una dulce sonrisa, enamorada de mi hijo.

Sé que he dejado preguntas filtradas en mi desahogo sin respuesta, pero tampoco sé responder a ellas, ni poseo el tiempo necesario para intentarlo. Lucho por cerrar las puertas de cada recuerdo que puede justificar o fundamentar la decisión unilateral de Aharon, así como todos aquellos que pretenden mostrar la capacidad física de mi marido para firmar, y cuando mi jaqueca termina me presionó los lados de los ojos con el pulgar e índice de una mano y centro mi atención en recuperar el hilo de las preguntas de Dallas.

Mi corazón se detiene con su promesa y, por primera vez desde que ese hombre inexistente ha acariciado mi mano, vuelvo a sentirme segura, respaldada, fuerte. - Sigues estando en mi equipo.- me sorprendo e ilusiono, y casi puedo sentir esa idea pesar sobre mi pecho con la suavidad de una almohada estrujada por mis brazos en un silencioso estallido emotivo que, en esta ocasión, purga el veneno de nuestra amistad.

- ¿Recuerdas la primera noche que pasaste en casa?- respondo a su última pregunta - ¿Cuando conociste a Adam, aunque él a ti no llegara a verte?- levanto la mirada al espejo y en él mis ojos me devuelven la expresión de los de Budy - Quiero que ahora conozcas a Aharon.- le pido deseando que comprenda que necesito que me entregue esos somníferos, ya sean los de mi cajón o de los suyos.

Cubro avergonzada la mirada del espejo con la mano libre y me volteo casi en el mismo gesto. Puedo sentir como los genes paternos se apoderan de mis decisiones y me obligan a andar por sendas de las que he pedido a Dios que me guarde y me salve. La mano del espejo sigue mi giro y cae finalmente al lado de mi cuerpo marcando con su golpe el fin de mi silencio - Trae una botella de agua. - me acerco a la puerta del baño y espero a abrirla para seguir pidiendo - Y tráeme tampones. Jumbo.

Escucho la calle como una nueva promesa de libertad y un anhelo al abrazo de mis valientes - ¿Puedo hablar con ellos? Luego.

Notas de juego

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22/01/2016, 22:52
Teléfono

En cuanto das respuesta a las palabras de tu amiga ella vuelve a guardar silencio, prestando una atención completa a cada cosa que dices. Los sonidos al otro lado del teléfono permanecen fluctuando de una manera constante, hablando de coches, humo y aire. En el momento en que le dices aquello sobre tu marido Dallas apenas tarda un instante en contestar, sin cortarse ni un pelo.

—Ay, Milky, pero qué mal estás ya —enuncia como si pensase en voz alta —. Yo ya conozco a Aharon desde hace años, nena —te explica, haciendo evidente que no ha entendido tu analogía —. Pero no te preocupes, que por muy mal que te pongas tu amiga Dally no va a dejar que te rapen ni un sólo pelo sin que tú digas que quieres. —asegura aún convencida.

Después de eso se toma un instante para hacer repaso mental antes de repetir —Agua y tampones jumbo, ahora mismo me encargo. Puedo llevarte un libro o algo también si quieres —se ofrece. De inmediato oyes un par de golpes rápidos, como si ella misma estuviera golpeando un cristal.

— Ahora te los paso —promete antes de tomar aire—. ¿Necesitas algo más? Supongo que tu móvil lo tendrá Aharon, voy a hablar con él para que te lo dé, pero si no te puedo colar uno de tarjeta que tengo por casa.

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26/01/2016, 00:23
Milka Bendij

La respuesta de Dallas desafina por completo con la melodía de promesas que hace los coros a su voz. Me decepciona, por segunda vez en un día, y asimismo segunda en la vida. Siempre había creído que ella sabía lo que había que hacer en cada caso, por inverosímil que fuera la situación pero, hoy, está claro que da palos de ciego y apunto estoy de poner el grito en el cielo por ello pero lo comprimo en el banal gesto de poner los ojos en blanco.

- Llegas tarde.- le recrimino cuando exhibe su placa de ángel guardián - Pero te tomaré la palabra en adelante.- le sonrío en la distancia, con todo el cariño que ella sabe que poseo hacia su persona.

Escucho la confirmación de las herramientas que le he pedido, y mis dedos buscan un mechón de cabello cerca de mi cuello para enredarlo entre ellos - Sí.- respondo al libro sin otra voluntad que aferrarme a ese tema y volver a lanzar los dados sin hacer a Aharon consciente ni participe de ello - Más fácil. Traeme todo lo que encuentres en el cajón de mi mesita de noche; ¿Puedes Dal?

Entonces oigo la percusión de los finos nudillos de Dallas sobre el cristal, y mi corazón se adelanta a mi mente escuchando en ese tímido tintineo la llamada a mis pequeños.

- Gracias.- entrego un pedazo de mi alma a mi amiga sin llegar a responder a lo del teléfono, mi cabeza ya no se encuentra en ello, y sé que ella se autoresponderá a lo que yo olvide. O lo espero, sin demasiada confianza. Pero ni siquiera mi preocupación se encuentra en ese asunto.

Todos mis sentidos parecen amontonarse contra el altavoz del teléfono, y mi corazón se prepara para parecer fuerte frente a sus dueños. Incluso suelto el mechón de pelo al que mis dedos tienen atormentado y contengo la respiración tres segundos para luego soltarla lentamente.

Notas de juego

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26/01/2016, 21:44
Teléfono

Tu amiga responde afirmativamente a tu petición sobre el contenido del cajón. Después escuchas de nuevo la voz familiar de Ariel de fondo, con un tono entre exigente y acusador, y puedes imaginar a la perfección a Dallas poniendo los ojos en blanco.

—¿Mamá? —te llega entonces a través del altavoz. Ariel suena preocupada, aliviada, molesta y exigente. Todo al mismo tiempo y en tan sólo esas dos sílabas. Y no se molesta en dar rodeos antes de ir directamente al grano—. ¿Mamá? ¿Se puede saber por qué no podemos ir a verte? Ya somos mayores, no nos vamos a asustar por ver un hospital. —Hace una pequeña pausa antes de matizar algo más.— Ni siquiera Dorian. 

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28/01/2016, 19:42
Milka Bendij

La voz de mi hija pronunciando esa palabra es un auténtico santuario de paz, una caricia para el alma por la realidad de mi hija y la fantasía de que su doble vuelva a pronunciarla alguna vez. Mis labios se separan de inmediato y se curvan con la más amplia de mis sonrisas. Puedo ver en mi cabeza todas las expresiones de las emociones con que mi primogénita envuelve esa palabra inconsciente del tesoro que me está entregando, y en su imagen encuentro una fuga de mis nervios y frustración. 

¿Cómo ha ido el colegio leonina? — ignoro las exigencias de la fiera como Dallas me ha enseñado, haciendo patente que seré yo quién decida en qué momento entrar a dar explicaciones o si quiero darlas.

Clavo mis ojos en los de Aharon y vocalizo con esfuerzo para romper mi sonrisa "es Ariel" mientras señalo hacia el teléfono para acto seguido agitar la mano en indicación de que espero la llegada de una de sus broncas y guiño un ojo a mi marido para hacerle cómplice de aquella pequeña predicción.

- Y no te metas con tu hermano. - protesto cansada de esa frase sin poder morderme la lengua para no entrar en absoluto al trapo, a esa trampa que Ariel ha preparado para que no puede ignorar sin más su protesta. - Os veré pronto, vale. Papá va a quedarse en el hospital conmigo así que dormiréis en casa de la abuela Judy ¿Entiendes? Y sí, mi amor, TU estás al mano hasta que vuelva. - respondo a ese pregunta que mis recuerdos me aseguran que viene a continuación, a pesar de que preferiría oírla de nuevo, ésa o cuantas ella quisiera pero que su voz no se extinguiera nunca. Lo deseo, pero sé que no es momento de discutir, no cuando piso tan cerca del terreno al que quiere llevarme. 

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30/01/2016, 15:24
Teléfono

La pregunta con la que recibes las exigencias de tu hija parece dar resultado, pues no tarda ni un segundo en empezar a parlotear a toda velocidad.

—Oh, pues muy bien. Hoy teníamos que elegir los temas para los proyectos de ciencias y me dejaron escoger la primera de tooodo el curso. Todo entero. He elegido hacer un tornado con un electroimán, así que me espera mucho trabajo esta semana. Pero merecerá la pena. ¿Y sabes qué ha escogido Esa? ¡Derretimiento de hielo con sal! ¡¿Se puede ser más cutre?! Me voy a llevar el premio de este año en la feria de ciencia. Lo sabes, ¿no? Te lo digo para que vayas haciendo sitio para el diploma que me darán. ¡Ah! Y estuve hablando con las chicas sobre lo que me dijiste, lo de que debería presentarme para delegada. Y ellas también creen que lo haría superbien. Así que creo que es definitivo. Voy a tener que presentarme.

Aharon te devuelve una sonrisa ante tu gesto, todavía sentado en la butaca junto a la camilla. Parece más tranquilo y cómodo desde que tu fingida resignación apaciguó sus temores y en el brillo de sus ojos puedes ver con claridad que disfruta contemplándote hablar con tus hijos.

Mientras tanto, has conseguido meter esas pocas frases entre la cháchara imparable de Ariel y ella se calla un instante, uno que sabes que no es otra cosa que una preparación para continuar hablando, un segundo para tomar impulso y recuperar el tema inicial del que se había desviado. 

—Oye, pero si no me he metido con él —protesta con un tono que te permite imaginar a la perfección la mirada determinada que debe estar cubriendo sus ojos—. Pero mamá, Dorian necesita que le des un beso antes de que vayamos donde la abuela Judy. Si no, no podrá dormir el pobre. —Chantajea utilizando a su hermano sin despeinarse. Y después baja la voz hasta volverla un susurro cómplice. —No le digas que te lo he contado, pero antes le pillé llorando porque quería ir a verte. —Y su tono vuelve a la normalidad mientras adopta su posición al mando en tu ausencia. —Deberías decirle a Dallas que nos lleve a verte. Deberías —insiste—. Así nos quedaríamos más tranquilos.

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01/02/2016, 18:07
Milka Bendij

Mi corazón se deleita por mi hija y con la emoción que transmiten sus palabras pronto aprendo a latir con el suyo. Cierro los ojos solo un segundo para agradecer la bendición de aquella vida por la que mi madre había dado la suya y por lo bien que la estaba viviendo.
 
- Qué maravilla, hija.- sonrío a sus logros y sueños y por más que me sienta debida a la modestia no puedo evitar sentirme orgullosa de ella y desear que llegue el momento en que su abuela vea ese diploma que Ariel sabe que va a conseguir, y, por extensión, yo también.
 
Casi puedo saborear la calma antes de meter la pata y abogar por mi hijo. Soy débil con ellos, lo aprendí cuando ni siquiera conocían mi nombre y llevo aprendiendo desde entonces a ser lo que merecen, lo que precisan, lo que se supone que soy; pero tengo claro que jamás dejaré de ser aprendiz. Y, en realidad, no quiero dejar de serlo, sé que Ariel me manipula pero sus motivos me halagan por más que su susurrada confesión rompa mi corazón en cientos de recuerdos en los que siempre juro que no permitiré que ninguno de mis hijos vuelva a llorar ;pero ni siquiera Dios es infalible en su misericordia y manto protector.
 
- No, leonina,-
niego con extremado esfuerzo- no podéis venir aquí. Sé que sois fuertes pero no quiero que os peguen nada.-Aunque una gripe es el mejor de los escenarios que puedo imaginar.-aprieto los dientes mientras todo mi interior se remueve ante la imagen de mis ángeles entubados, de radiografías de sus cerebros colgadas junto a la mía, y un maldito clavo reservado para sus cabecitas -Sé un escudo sobre nosotros, aleja a cualquier enemigo, enfermedad, violencia, hambre y dolor.Mañana, si no os he visto, le dices a Dallas que he dicho que os traiga, ¿trato?

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03/02/2016, 01:25
Teléfono

Tu hija guarda silencio y no te cabe duda de que está valorando los pros y contras de tu oferta, con la actitud decidida de la mejor de las negociadoras. 

—Trato —finalmente cede, pero incluso en ese momento su voz suena firme y autoritaria—. Tienes veinticuatro horas para salir —añade, matizando los términos del acuerdo. 

Una voz suave parece dirigirse a ella y Ariel resopla.

—Oye, mamá. Dorian quiere ponerse. Te lo paso. —Hace una pequeña pausa antes de añadir algo más. —Y no te olvides del trato. Veinticuatro horas.

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03/02/2016, 01:39
Teléfono

Y lo siguiente que llega a tus oídos es la voz de tu pequeño, tan dulce y suave como las caricias de sus manitas cuando era un bebé y las pasaba por tus mejillas mientras murmuraba "Guapa, guapa, guapa" con su lengua de trapo. 

—¿Mami? —dice con un tono cargado de esa entonación con la que parece expresar que todas las preocupaciones del mundo cargan sobre sus hombros—. ¿Cómo estás?

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03/02/2016, 23:53
Milka Bendij

A Ariel le resulta extremadamente fácil robarme suspiros, ya sean de admiración, añoranza, enamorados o cansados, y esta vez, como otras seiscientas anteriores, suspiro con todos esos sentimientos vibrando en la misma gota de aire.

Detengo mi mano a medio camino entre dónde la creía y su planeado encuentro con mi pelo y descubro en ese gesto que ese silencio deliberante me pone nerviosa. Hago caer mi mano con un golpe seco, negándome a esa posibilidad que mis nervios han abierto de obtener de mi hija otra respuesta que no sea un asentimiento.

Y entonces llega su voz con la autoridad que puede permitirse creer tener y la respuesta que esperaba y que deseo sea una tregua para Dallas y mis suegros.

- Menos de veinticuatro.- la corrijo guardándome mis planes para mi misma y la culpabilidad me lleva a desviar mis ojos hacia mi marido. Le observo y recuerdo cuantas veces me ha cubierto la espalda, las veces que ha dado la cara por mi, y, -en un rastrero intento de justificarme- se mezclan en mis memorias las dos grandes puñaladas de Aharon.

Dejo de mirarle para sentir la prisa de la huida golpearme desde dentro y busco con los ojos esa salida que mi enfado recordado me exige junto con el anhelo de sentir las cartas entre mis dedos. El dolor de cabeza vuelve a mi con esa competición de pepitos grillos extrayendo desordenadamente de sus carpetas recuerdos que me incitan a huir, y otros que abogan por ser franca, volver a intentar que su decisión sea la mía, que me saque de ahí, que viva disfrutando el cómo sin importar cuánto, que sea Adam.

- Te quiero, hija.- digo apresuradamente cuando mis labios reaccionan a aquello que está pasando en mi oído con la esperanza de que haya llegado a tiempo.

- Hola cielo.- mi sonrisa se amplia con su voz y mi dolor de cabeza parece calmarse, o cuanto menos, se apacigua para no perturbar mi atención a mi hijo. - Estoy bien, cielo, gracias. - apoyo la otra mano sobre la que sujeta el teléfono en un gesto inconsciente que busca retener aquel momento - Se lo he dicho a tu hermana, pronto estaré en casa, no es nada grave, un golpe de calor.

Escondo los labios y los humedezco ligeramente para limpiarme las mentiras antes de seguir - ¿Cómo estas tu? ¿Cómo ha ido el colegio?

Notas de juego

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06/02/2016, 00:31
Teléfono

En cuanto comienzas a hablar puedes sentir al otro lado de la línea cómo los pulmones de tu benjamín liberan un largo suspiro de alivio. Es difícil saber qué podría estar imaginando, pero está claro que el hecho de escucharte ha sido de ayuda.

—Bueno, bien... —enuncia, dejando esa frase en el aire de una forma que conoces de sobra. Probablemente hayan pasado cosas, y en condiciones normales te las contaría de inmediato, pero ahora la prioridad es otra—. Si es un golpe de calor tienes que beber mucho —te recomienda entonces con su vocecilla, como un consejo aprendido en algún lugar. De alguna forma parece intentar ayudar de la manera que puede, a pesar de que los médicos ya deberían estar encargándose. Entonces guarda silencio unos segundos, dubitativo.

—¿Cuándo vuelves a casa, mami? —pregunta antes de contener la respiración, haciéndote cerrar los ojos en un gesto dolorido ante la dulzura de su pregunta.

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06/02/2016, 02:23
Narrador

Tan sólo tardas un instante en pestañear, pero es suficiente para que todo se desvanezca. Cuando abres los ojos te das cuenta de que algo extraño ha sucedido. Te cuesta algunos segundos llegar a ubicarte. Ya no estás en el hospital, lleno de la luz artificial de los fluorescentes del techo. Ahora estás en lo que parece ser una chabola, iluminada tan sólo por la luz de una bombilla que cuelga solitaria de un cable en el techo. Un aroma a café parece flotar en el ambiente a pesar de estar en un interior y la temperatura es agradablemente cálida.

Es un cuarto pequeño y debajo de ti el asiento está mullido: es un sofá. Junto a ti, sientes la presencia dulce de una joven y, sin embargo, no es ella la que hace tu corazón palpitar en una nueva frecuencia.

Es a tu izquierda donde está él. No necesitas buscarlo con la mirada para saber que está ahí, junto a ti. La chica acaricia su mejilla y sientes el escozor que curará una herida en la tuya. A pesar de eso es un gesto dulce y también sientes una tierna calidez creciendo en tu pecho. Aún así, no tardas en mirar en su dirección y cuando vuestras miradas se cruzan puedes sentir en sus ojos pardos la misma sorpresa que tú sientes. Y como sucedió con el oriental al que viste durante el concierto, sientes una extraña familiaridad también con él. La certera sensación de estar en casa, de que este es tu lugar. A su lado.

Es un chico de unos treinta años, su piel es oscura, y eso hace que su sonrisa resalte más. Incluso en la oscuridad puedes percibir la firmeza de sus músculos, definidos de una forma que sólo el trabajo físico puede conseguir. 

Sientes de nuevo cómo una mirada atraviesa la tuya, entrando en tu interior al mismo tiempo que la tuya entra en el suyo. Tu cerebro y tu pecho conectan con él a través de la conexión de vuestras pupilas y te sientes como si le conocieses desde siempre, a pesar de no haberlo visto nunca. Te invade una certeza, la de que puedes confiar en él tu vida, incluso tu propia alma. Ese hilo invisible que ya conoces parece atarse también a él, uniéndoos de una forma tan difícil de explicar como de negar. 

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08/02/2016, 11:53
Milka Bendij

El suspiro de mi hijo marca una primera victoria en ese espantoso día, no por la mentira que va a quemarme por dentro eternamente -por corta que la doctora Geller aventure esa eternidad-, sino por la tranquilidad que intuyo en Dorian y que plagia mi corazón. Por el contrario, su respuesta me inquieta en aquello que calla y que me lleva a lanzar una mirada inquisitiva a Aharon exigiéndole una respuesta a una pregunta que desconoce; la cual se vuelve retórica ante mi falta de explicación e intención de ello.

-Eso debería hacer.- respondo a lo del agua sin querer darle gran importancia a su recomendación, es absolutamente encantador que quiera ayudar y sepa qué hacer además de preocuparse, pero después de apartarse de la religión solo me faltaría que de mayor quisiera ser médico.

Escucho su silencio, tan tierno como las suaves contracciones de sus párpados mientras duerme, y tras él llega esa pregunta que suena como el tapón de su champú de coco, de olor extremadamente dulce pero dañino cuando cae en el sitio equivocado.

Cierro los ojos, en un gesto reflejo por ese escozor recordado, y por el dolor recién gravado de verme en la tesitura de tener que callar. Sé que no puedo decirle que esa misma noche estaré allí para verle dormir, como sé que no va a creer que todo va bien si de mis labios sale que depende de que los médicos me den el alta.

-Pronto.- opto por el comodín de la evasión en ese pestañeo solo para descubrir tras levantar ese telón de pestañas que el hospital ha desaparecido y que mis palabras son lanzadas a un teléfono fantasma que todavía ahueca mi mano sin contener nada en ella.

Mis ojos quedan clavados en esa pared que sustituye la vidriera a los árboles que limitan mis opciones y reducen las de Dallas a la mitad. Parpadeó cuatro, cinco veces seguidas para que mis pupilas se ajusten al cambio de luz antes de pasear mis ojos por la estancia; primero al techo, para encontrarme con esa bombilla desnuda y solitaria  colgando de un techo que solo se mantiene en su sitio por la gracia del altísimo, y en mi pecho un latido descompasado me insinúa que, en un sueño, esa bombilla sería la metáfora que mi subconsciente me regalaría de mi vida. Pero esta vez no recuerdo el hormigueo ahogarme en la inconsciencia, no recuerdo nada que me lleve a creerme en un sueño.

Más desorientada todavía, en segundo lugar, devuelvo mi mirada a esas paredes descuidadas, y es, tal vez, por lo poco que tienen que ofrecerme que en ese momento me percato del arma a café que flota en el ambiente, tan fuerte y tostado que no puede ser alemán. Cierro los ojos para atender en exclusiva al recuerdo de la mañana siguiente a mi primera boda sonora y encuentro en esa taza de café que no debería haber tomado una graciosa explicación al carácter de mi leona. Sonrío con una felicidad ya inexistente y retiro esa mano inútilmente levantada en el aire junto a mi oído aferrada a un deseo que parece haberse esfumado junto con mi jaula. -Cuídate de lo que deseas. - hubiese dicho mi madre.

Y con ese pensamiento escruto con la mirada a la mujer sentada a mi lado, parece agradable, dulce, y a pesar de no tener ni idea de quién es pondría en sus manos mis heridas abiertas; exactamente como él está haciendo. No le veo, ni le busco, pero le siento a mi izquierda y eso me basta por ahora, me basta para apretar los dientes y no quejarme cuando el escozor llega a mi mejilla y mi mano corre a palparla para aliviar la molestia.

Aprieto todavía más fuerte mis dedos contra mi mejilla, y aquello que me había bastado deja de ser suficiente cuando el horror de la medicina se vuelve tierno agradecimiento. Entorno mi cabeza hacia ese nuevo latir de mi corazón con mil preguntas bailando en mi mirada pero sin que ninguna encuentre el camino a mi voz. No obstante, algo dentro de mi intuye en él la misma sorpresa.

Sonrío contagiada por la familiaridad que desprende y reconozco en sus ojos ese mismo sentimiento que no sé explicar, y que, sin embargo, no me empuja a huir, sino que me da un hogar que hace tiempo que solo conozco en mis hijos.

-Hola- saludo finalmente sin demasiada convicción, sintiéndome como un fantasma traspapelado-. Echo de nuevo una mirada a la muchacha del ungüento, fugaz y evitando adentrarme directamente en sus ojos, para cuando vuelvo al chico del corte empático aparto mis dedos de mi mejilla para alargaros hacia la suya y me detengo antes de tocarle la piel al caer en lo poco educado que era aquello-¿Cómo ha sido?- cambio una falta de tacto por otra sin dejar de observarle con ojo analítico.