Partida Rol por web

Hilos invisibles

Capítulo 0: Resonancia (Ruth)

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07/11/2015, 16:12
Ruth Williams

Internet era inútil y ambos debíamos seguir trabajando, yo no podía seguir perdiendo más tiempo. Habría otras formas de encontrar información, puede, al final la idea de Danny de ir a aquel freak show era lo único que nos iba a quedar. Aunque seguía planeando el ir a hacerme un análisis de sangre en cuanto pudiera, esta tarde quizás.

Con un análisis podían saber si tienes cáncer o cualquiera de esas mierdas, ¿no?

Sigo dándole vueltas a la idea, cuando veo los pies de mi madre con las zapatillas sobre el sofá. Me horroriza la visión y mis dedos de inmediato comienzan a moverse, encogiéndose y estirándose. No podía dejar aquel desastre así, por lo que me acerco y le saco los zapatos. Me tomo mi tiempo en quitar los nudos y sacarlos y luego llevo ambos a su sitio: el armario zapatero de mi madre. No iba a dejarlos sin más en la alfombra, no podía con más desorden. Cuando vuelvo abajo trato de limpiar con ambas manos la supuesta suciedad que deben hacer dejado las suelas de sus zapatos, con movimientos nerviosos y llevando después lo "recogido" a la papelera.

¿Cómo se le ocurre poner los pies sobre el sofá? ¿Acaso ahora somos animales en esta casa?

Retomo de nuevo el ordenador y lo subo a mi habitación, mejor ir por partes. Comenzaba a agobiarme y quizás debería refrescarme, por ello voy al baño al lavarme la cara. Cuando lo hago y me miro en el espejo, no puedo sino dar un par de pasos hacia atrás con los ojos muy abiertos. Tras el susto inicial doy otro pequeño paso hacia el espejo, tocando mi cara que no era realmente mi cara. 

-¿Qué coño...?- digo mientras miro aquella imagen que no soy yo frente al espejo. Mi siguiente reacción es pasar mis manos de mi cara al espejo. -Estoy loca, no, esto no puede estar bien...- musito para mí, casi en shock y salgo rápido del baño a por la tarjeta de mi seguro sanitario.

Algo va muy mal en mi cabeza, muy mal...

Corro escaleras abajo, guardando mi tarjeta en el bolsillo de mis pantalones. Ni siquiera me doy cuenta que los pantalones que llevo son los mismos del trabajo, así como la camisa. Me calzo con las deportivas que dejo al lado de la puerta, pues dejarlas entrar dentro sería permitir a toda la suciedad campar por el resto de mi casa. Y casi huyo hacia el centro médico más cercano, sin decir nada a mi padre o a nadie, pero llevaba el móvil encima en caso de necesitarme.

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11/11/2015, 02:22
Narrador

Tras el primer momento de estupor la chica del espejo da un pequeño respingo y levanta los brazos, protegiéndose. Puedes ver cómo mueve los labios, aunque su voz no llega hasta ti. Tras un instante empieza a relajar sus brazos, bajándolos de nuevo, pero todavía en tensión. Su mirada se vuelve hacia atrás para volver rápidamente a encontrarse con la tuya. Levanta una mano y cuando tú acercas la tuya al espejo, ella también lo hace, con la mandíbula apretada. 

Su expresión de estupor es lo último que ves antes de salir corriendo del cuarto de baño. 

Tus pasos parecen volar más que caminar hacia el centro médico, que está a unas cuantas manzanas de tu casa. Caminas con la premura de quien se teme perseguido y la gente, poco acostumbrada a que se camine con prisa por esas calles, te mira al pasar con curiosidad. Puedes sentir sus miradas y anticipar cómo se extenderá en unas horas el rumor de que la hija de David corría por la calle, vestida con la ropa de trabajo y despeinada. En la zona todo el mundo se conoce y hay demasiadas personas aburridas que tratan de vivir a través de las vidas de otros. 

El centro médico es un edificio de dos plantas en que hasta unos años atrás casi siempre había que esperar interminables colas para ser atendido en recepción. Sin embargo, desde que han puesto uno más pequeño al lado de la playa exclusivo para los turistas la situación se ha descongestionado mucho. Al entrar puedes sentir el frescor del aire acondicionado y el leve murmullo de los trabajadores ociosos con poco o nada que hacer. A tu izquierda está el mostrador de recepción, donde un enfermero te hace un gesto para atenderte con expresión curiosa.

Notas de juego

Centro médico.

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11/11/2015, 02:54
Enfermero Sidney Center

El chico te dedica una sonrisa cordial, aunque puedes sentir su mirada examinando tu atuendo con curiosidad. Te suena ligeramente de haberlo visto por allí la última vez que acompañaste a tu madre al médico, aunque no lo conoces más allá de eso. 

- Buenas tardes -dice, desde su lado del mostrador-. ¿En qué puedo ayudarla?

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11/11/2015, 09:36
Ruth Williams

¿He visto lo que he visto? ¿Una persona al otro lado? Ella me veía... No, no, no puede estar pasando algo así...
¿Y ahora qué? ¿Pongo como excusa que soy vidente y veo gente en el espejo?
Algo va mal en mi cabeza...

Corro como puedo hacia el centro médico, que me vean los vecinos por el camino me da igual, tampoco es que sea muy diferente a como si fuera vestida para salir a dar una vuelta. Seguro que pensarían que me había cortado un dedo o a saber trabajando, que muchos incluso lo deseaban. La envidia era algo muy malo, no podían aceptar que sus vecinos ganaran tal cantidad de dinero solo por el trabajo duro, no. Sus vecinos estaban forrados porque tenían una hija loca, que trabajaba a todas horas y era una maniática que necesitaba un psiquiatra.

Ahora un psiquiatra no, un puñetero neurólogo es lo que necesito.

Entro al centro médico a prisa, sin esperarme a mirar quién hay en la sala de espera. Voy directa al mostrador y miro al enfermero, sintiéndome profundamente perturbada por todo lo que ocurre. -Hola...- digo cuando me saluda, con una mueca. -Quisiera hacerme una analítica, desde hace un par de días... 

... ¿y ahora qué coño le digo? ¿Qué veo gente muerta o viva o a saber?

...- me quedo parada unos segundos antes de decidir qué decir. -... tengo como mareos... quizás alucinaciones. Quisiera saber si tengo algo mal en la cabeza- eso debía arreglarlo, yo de términos científicos no tenía ni pajolera idea, con esa información debía bastarle.

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13/11/2015, 19:12
Enfermero Sidney Center

El chico asiente con naturalidad. No parece extrañarse por los síntomas que le cuentas, probablemente esté acostumbrado a escuchar de todo trabajando en un centro de salud. 

- Perfecto. Déjeme su tarjeta sanitaria, por favor. - Cuando se la tiendes, empieza a teclear en un ordenador que hay bajo el mostrador. - Ahá, veo que su médico de familia es la doctora Stevens. Ella no está ahora, así que tendrá que esperar un poco a que la atienda el doctor Coven... La meteré como urgencias para que no tarde mucho.

Finalmente te tiende un papel por encima del mostrador, junto a tu tarjeta, y te dedica una sonrisa amable. - Vaya a la segunda planta, consulta cuarenta y cinco, y espere a que la llamen.

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13/11/2015, 19:32
Dr. Coven

Ves pasar delante de ti a varias personas en el rato que tu nombre tarda en salir por un pequeño altavoz. El reloj de la pared te dice que has esperado sólo veinte minutos, pero con la impaciencia aguijoneando bajo tu piel, a ti se te han hecho eternos. Un hombre mayor, acompañado de una mujer que podría ser su hija. Una madre con dos niños pequeños. Y una chica joven con la nariz enrojecida que no ha dejado de sorberse los mocos y estornudar. Todos entran y salen antes de que se escuche ese "Ruth Williams" que te hace reaccionar.

La consulta es blanca y limpia, aséptica, como todo el edificio. El doctor Coven es un hombre de unos cincuenta años, con el pelo salpicado de canas, gafas y bata blanca. Te saluda con una cordialidad distante cuando entras en la consulta y te hace un gesto hacia el asiento que hay enfrente de él, al otro lado de una gran mesa. 

- Siéntese por favor -pide, mientras consulta algo en su ordenador, probablemente tu historial-. Así que... ¿Ha estado teniendo alucinaciones? -pregunta, apartando sus ojos de la pantalla para mirarte a ti con curiosidad. - Cuénteme, ¿qué le ha pasado? ¿Ha tomado drogas últimamente? ¿O algún tipo de medicación? -pregunta con un tono neutro, sin que parezca que te vaya a juzgar por ello-.

Y tras la retahíla de preguntas se echa un poco hacia atrás en su silla y junta las manos, esperando tus respuestas con una actitud de escucha. 

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14/11/2015, 10:59
Ruth Williams

Este chico sonríe demasiado...

Cojo mi tarjeta, mirando seria al enfermero. No comprendía a esa gente que estaba de buen humor todo el día, más trabajando en un puto hospital. Era como "hemos tenido un accidente con quince heridos y tres muertos... genial". La gente que sonreía demasiado me hacía sospechar, algo debía andar mal en sus cabezas. Como mi hermana, que delante de sus hijos quería aparentar normalidad con aquella sonrisa nerviosa que tanto me sacaba de sus casillas, como si viviéramos en algún tipo de mundo rosa rodeado de nubes de algodón de azúcar.

Es por ello que cuando me alejo por el pasillo, giro la cabeza para seguir mirando al enfermero feliz. Un escalofrío me recorre mi espalda de pensar que incluso podría ser un robot o algo así.

Demasiadas películas, veo demasiadas. Robots sonrientes tratando de llevarme a un matadero.

Rodeada de pensamientos felices, me siento a hacer cola y esperar mi turno. Tampoco me gustaba esperar, las cosas debían hacerse a su hora, pero los hospitales eran los sitios menos eficientes del mundo. Eso también me desesperaba. Veía como iban llamando al resto, mientras yo seguía sentada sin nada que hacer. Mis dedos tamborileaban sobre mis piernas, en su aburrimiento. Trataba de no mirar hacia el suelo o cualquier otro sitio, los pasillos estaban DEMASIADO sucios y podría tener una crisis ahora mismo. 

No pueden acondicionar propiamente las salas de espera para que al menos pueda esperar EN CALMA.

Chasqueo la lengua, tratando de no mirar la ENORME pelusa que había bajo aquellos asientos que tenía enfrente. Estaba pillada justo debajo de los asientos y captaba toda mi atención. Clavo mis uñas en mis muslos y me remuevo inquieta en mi asiento por la visión desesperante. Estoy a punto de irme a buscar al personal de limpieza cuando me llaman y trato de respirar aliviada.

Paso en la consulta cuando oigo mi nombre, mirando de reojo la pelusa que se quedaba allí, mocándose de mí seguramente. Me siento más tranquila cuando veo que en la consulta no parece haber nada sucio, en teoría, a saber si miraba con detalle. Tomo asiento cuando me lo pide, echando otro vistazo alrededor, solo por si acaso.

-¿Eh...?

... ¿Alucinaciones? ¡Ah!...

-... eso creo. El caso que no siento ningún tipo de mareo ni nada- comienzo a explicar, hasta que sale con la muletilla de las drogas. Siempre eran las drogas. En la punta de la lengua ya estaba preparando una respuesta sarcástica, hasta que me dí cuenta que no era el momento, ni el lugar. -No tomo drogas, ni me medico... No tomo nada. Había pensado... ¿puede que tenga un tumor? ¿Algo en la cabeza que no va bien? ¿No hay una analítica o algo inmediato para eso?- pregunto desde mi desconocimiento.

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18/11/2015, 01:54
Dr. Coven

El doctor escucha tus respuestas con tranquilidad, sin que su expresión cambie lo más mínimo cuando niegas drogarte ni medicarte. Un instante más tarde, sin embargo, tus comentarios le arrancan una sonrisa. - Al contrario de lo que dice Google, no siempre se trata de un tumor. - Comenta antes de tomarse un instante en que su rostro vuelve a ser neutro. - Podría tratarse de estrés, intoxicación, o decenas de cosas más. - Expone antes de negar con la cabeza. - Y no, no tenemos ningún detector inmediato de tumores. - Enuncia, y puedes entrever en su voz un rastro de diversión. - Hay pruebas, pero será mejor que sea su médico de cabecera quien se las pida. - Expone antes de ponerse en pie. Entonces te hace un gesto, indicándote que te acerques a la camilla.

- Ahora quiero que se tumbe y se incorpore en la camilla, y me diga si nota algo extraño, aunque sea sólo un mareo. - Te pide, como si un instante antes no le hubieras informado de que eso estaba descartado. Espera entonces a que lo hicieras antes de darte más instrucciones. Su tono es enunciativo, casi impersonal. - ¿Se ha dado algún golpe recientemente? - Pregunta.

En ese momento extrae una pequeña linterna y la usa para apuntar directamente a uno de tus ojos y luego al otro, observando con atención el lugar iluminado. - Las pupilas tienen una reacción normal. - Comenta antes de dedicarte un asentimiento tranquilo y acercar un bolígrafo.

- Siga este boli con la mirada, por favor. - Pide entonces, mientras comienza a moverlo despacio a un lado y a otro.

- Ahora saque la lengua, por favor. Muévala a un lado. Al otro. Al otro. Bien. - Dice antes de asentir. - Muy bien. Lo está haciendo perfectamente. - Dice antes de tender sus dos manos hacia adelante. - Sujete mis manos y apriete con fuerza. Sin miedo, como si quisiera exprimirlas. - Te ordena sin dar a su voz más expresividad de la necesaria. - Bien, ahora suba las piernas... perfecto.

Luego pone las manos sobre tus hombros. Es evidente por su mirada que estáis a punto de terminar aquella especie de chequeo. - Haga fuerza hacia arriba. - Dice, y espera a que hagas lo que pide antes de decirte que lo repitas un par de veces más.- Otra vez. Otra vez. Bien. - Concluye. Y en ese momento toda su expresión corporal se relaja, apartándose un par de pasos de ti para dejarte espacio.

- La verdad es que no parece que haya nada grave ahí dentro. Dice de manera tranquila, hablando como si con aquellos juegos de niños ya estuviera zanjado el asunto. Entonces camina de nuevo hacia su silla, esperando que tú hagas lo mismo. - Le propongo que vuelva dentro de unos días, cuando el doctor... - Comenta, y busca durante un instante la pantalla del ordenador para comprobar el nombre de tu médico. - Cuando la doctora Stevens esté disponible. Después de todo, nunca se sabe. - Expone como si el momento de dar malas noticias pudiera ser inevitable obrase él como obrase. - Puede pedir hora en la recepción.

Notas de juego

Damos por hecho que sigues sus peticiones. Si no es así, dínoslo y editamos sin problemas. :)

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18/11/2015, 10:26
Ruth Williams

Si tuviera que explicarte qué he buscado en google un tumor sería lo mínimo que pensarías...

-Ya, claro, google, qué cosas...- comento con desinterés, para luego poner el oído a las pruebas que podían hacerme para confirmarlo. Pruebas con mi médico de cabecera, el cual ni estaba en la clínica, significaban que tenía que volver a que me pincharan y me enchufaran a cacharros y a saber qué mierdas más. Aquello me desalienta, esperaba una solución más inmediata que esta mierda de la que habla el doctor.

¿Intoxicación? ¿Estrés?

Mi cara de incredulidad ante esas preguntas lo dicen todo. Llevo con el mismo estilo de vida desde hace años, usando los mismos productos y todo, porque me iba a pasar esto ahora. Yo no estoy intoxicada, ni estresada, ni me he drogado... No últimamente. Tampoco creo que fumarme un porro hace unas semanas a medias con Dan vaya a hacerme ver personas muertas, sobre todo si es varios días después. 

Me levanto cuando lo pide, pero sin perder la vista del doctor. Había oído de esos médicos de cierta edad que gustaban de diagnosticar con tocamientos de regalo. Que no es que me importara que me auscultara, pero para que me tocaran una teta sin darme solución ya podía hacerlo sola en mi casa. Tomo asiento en la camilla. -Ningún golpe...

Si me hubiera dado un golpe no vendría preguntando por un tumor, menudas preguntas tiene el lumbreras.

Luego me deslumbra con una linternita, que aquello tenía pinta de ser lo típico que hacían los médicos de las películas. Sí, esos que no tenían ni puñetera idea de qué hacían y tiraban de tópicos. Tengo que parpadear un par de veces hasta que me dice que todo está bien, cosa que era normal, en los ojos no me pasaba nada. Cuando me pide que siga el boli, no puedo sino resoplar para seguir con gesto hastiado la punta de aquel boli, el cual parecía más una pluma de esas caras.

Es médico, puede permitirse material de oficina que valga una pasta, claro. Espera, ¿la lengua?

Arqueo una ceja, antes de verme abriendo la boca y sacando la lengua. Qué poder tenía una puta bata blanca que nos hacía seguir órdenes sin rechistar. Guardo para mis pensamientos profundos que si algún día quiero hacerme dictadora tendré que hacerme con una, amenazando a todo el mundo con un bajalenguas. Casi me da la risa tonta por esa tontería, mejor que siga haciendo lo que dice sin pensar en nada, o iba a pensar que era gilipollas.

Si supiera lo que pienso... Gilipollas no sé, pero a un psicólogo me mandaba... Mierda, con Heather no.

Aprieto sus manos, como pide, con la fuerza que tengo. Yo no le había dicho que hubiera perdido nada de fuerza, pero aquí estábamos con el chorri-test del doctor. Si no tuviera fuerza no podría cargar la madera para tallar, o la tabla de surf a la playa. Vaya soberana estupidez, como mover las piernas con los hombros. Nada de aquello tenía que ver con mi cabeza, si no fuera por el poder dictatorial de la bata blanca, estaría saliendo por la puerta ahora mismo.

-¿Nada malo? Si no me ha mirado la cabeza...- replico mosqueada, levantándome de la camilla. No vuelvo a tomar asiento, él ya me estaba despachando, sin solución. -¿Dentro de unos días? ¿Y si me da una taque o cualquier mierda? ¿Esa es la solución? ¿Venga dentro de unos días?- resoplo de mal humor, estaba claro que no iba a hacer nada. -Ya, ya, pediré hora para alguien competente- hago un gesto con la mano, entre el "déjelo estar" y el "nos vemos".

Al final debí estudiar medicina o algo así, está visto que la gente no sabe hacer bien su trabajo.

Salgo de la consulta, tomando dirección a la recepción. Me desabrocho la camisa de leñador, la cual acabo de darme cuenta que lleva encima. Me miro entera de arriba a abajo.

Mierda, la ropa de trabajo...

 

Notas de juego

Claro que las sigue, ella no es médico, pero pondrá caras ^^

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21/11/2015, 01:42
Dr. Coven

Durante todo aquel proceso el doctor se había mantenido más o menos imperturbable a pesar de tus gestos y miradas. Era evidente que no confiabas en lo que estaba haciendo, pero eso a él no parecía importarle demasiado. Sin embargo al escuchar tu respuesta su expresión cambia un poco, pasando de la neutralidad a la molestia. Antes de responder se echa un poco hacia adelante mientras tus palabras continúan y se lleva un dedo al centro de las gafas, colocándolas en su posición.

—Con los síntomas y las pruebas realizadas —explica, como si esas pruebas realmente significasen algo para él— la probabilidad de que le de un ataque es tan grande como de que me de a mí ahora mismo —expone con calma, y aunque no llega a dibujar una sonrisa puedes entender que cree que ha hecho un chiste—. Tranquilícese. Lo más probable es que haya sido sólo estrés —valora en voz alta, sin dejar de hablar ni siquiera aunque parezcas a punto de marcharte—, o su imaginación.

En el momento en que abandonas la consulta puedes oír detrás de ti un suspiro de exasperación, y estás caminando ya por el pasillo cuando la voz del doctor se escucha nuevamente, esta vez llamando a su siguiente paciente.

—Evan Fischer.

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21/11/2015, 01:58
Enfermero Sidney Center

En el momento en que tus pasos te llevan a recepción puedes ver ya a lo lejos a aquel enfermero tan generoso en sonrisas. Se encuentra dando indicaciones a una anciana, y su voz suena suave y cadenciosa, como la de quien habla con un niño antes de dormir. Ya con la camisa desabrochada puedes verte al pasar por delante de uno de los espejos del pasillo: lo cierto es que tienes un aspecto horrible. No es sólo la ropa de trabajo, sino la tensión acumulada en tu rostro, tu cabello despeinado y tus ojos hinchados. Casi puedes oír a Dan bromeando como lo hace a veces cuando tienes una pinta terrible. "Así estás mejor que nunca, rubia. Lista para ligar en cualquier bar de bolleras feminazis alérgicas a la ducha."

Ante ti aquella mujer parece haber entendido lo que quiera que el chico le esté explicando, y entonces sus ojos se dirigen a ti. Su sonrisa se amplía al encontrar tu mirada, y por su expresión parece que te recuerde de un rato antes.

—Buenos días de nuevo —dice con expresión cordial—. ¿En qué puedo ayudarla esta vez?

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21/11/2015, 17:26
Ruth Williams

Arqueo una ceja incrédula ante las palabras del doctor, me estaba cabreando de sobremanera. No comprendía cómo podía parecer válida aquella mierda que acababa de hacer. Por esa razón yo misma podía hacerme médico, hacer esas pruebas de mierda y fingir que sabía lo que decía. Menudo incompetente e idiota, tomándome a mí por ignorante.

Ojalá te de un infarto, te quedes en el sitio y te comas tus palabras, no te jode.

Estaba amargada y su intento de broma cae en saco roto, es más, me voy indignada de su consulta. Sus últimas palabras aún resuenan en mi cabeza: alucinaciones y estrés. No tenía ningún estrés y las alucinaciones NO eran normales. Solo faltaba que me recomendara cualquier mierda homeopática, que sería el colmo ya. Como cuando mi padre se fracturó la espalda cargando madera para las tablas y aquel doctor le recomendó curarle con imanes. ¡Con imanes! Como si mi padre fuera la puñetera pared del frigorífico. Aquello estaba lleno de vividores a costa del dinero del estado y de nuestros seguros, había que joderse.

Joder, qué pintas de bollera desquiciada loca debo ir dando.

Pienso cuando veo que tengo la ropa de trabajo. No es que fuera una gurú de la moda, quedaba muy lejos de eso. Me gustaba vestirme de forma cómoda, aunque sabía que había ciertas cosas con las que era mejor no salir a la calle... Como la ropa de trabajar. Chasqueo la lengua, puesto que seguro que mis vecinas ya estaban haciendo correr el bulo: "¿has visto a la hija de los Williams? Corría calle abajo vestida con ropas de hombre y con la mirada perdida. Ha debido perder por completo la cabeza."

Camino hacia el enfermero feliz y enervante, que seguía sonriendo como si su vida dependiera de ello. Algo debía ir mal en la cabeza de ese chico, no podía dejar de pensar en ello, era demasiado feliz. La gente no es tan feliz. -Quiero que me des una cita con un médico competente- respondo a su pregunta. -El doctor lo que sea no me ha solucionado nada, es un inútil y suerte tiene de que no presente una queja al hospital por ello. Quiero una cita con un doctor que haga algo... O con mi doctora de cabecera si no tarda mucho en volver. No quiero que me derivéis más a pseudo-doctores o homeo-mierdas de esas, ¿vale? Quiero que me hagan unas pruebas, de las de verdad, ¿entendido?

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25/11/2015, 00:34
Enfermero Sidney Center

El chico escucha tus primeras palabras con atención, y todas las posteriores con una expresión que es entre tranquilizadora y sorprendida. Parece a punto de intentar interrumpirte para calmarte en más de una ocasión, pero no llega a hacerlo. En lugar de eso espera hasta que has terminado, y aún entonces aguarda un par de segundos, como para asegurarse de que ya es su turno de hablar.

—Voy a volver a necesitar su tarjeta —dice con un tono que parece pedir permiso, como si le diera miedo ser el siguiente objetivo de tu enfado.

Cuando se la tiendes teclea de nuevo en su ordenador, igual que había hecho un rato antes, y tras echar un vistazo a la pantalla vuelve a dirigir su mirada hacia ti. Desde que empezaste a hablar su sonrisa se había ido apagando, y ahora no es más que la sombra de lo que era.

-Ruth Williams, doctora Stevens —enuncia entonces, como dejando claro que sabe de lo que habla antes de proseguir—. Me temo que su doctora no trabaja los martes por la tarde, ni los miércoles, así que tendría que esperarla demasiado tiempo —te dice, y espera un instante en vistas de tu reacción antes de añadir algo más—. Pero puedo darle cita para el jueves. A primera hora —añade al final, como si eso mejorase un poco las cosas.

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25/11/2015, 09:21
Ruth Williams

Le doy mi tarjeta cuando la vuelve a solicitar, me parecía una tontería, acababa de tomar los gatos hace no tanto. Es decir, ¿no debería de tenerlo guardado por darme ahora la cita? Veo que su sonrisa se borra poco a poco, supongo que no todo anda tan bien en Villa Felicidad, no le gustaban que les dijera que su servicio era una mierda o que amenazara con meterles un puro.

Tendría que haberme cambiado hace años a una aseguradora privada, total, la pasta no es un problema.
En cuanto pueda me cambio, menuda mierda de sanidad.

-¿Hasta el jueves nada? ¿¡Estamos locos!?- mi cara de enfado debe ser evidente. -¿Y para que me hagan ahora mismo un análisis también debo esperar? ¿O es que si no entro con los pies por delante no cuenta?- resoplo, la incompetencia de este lugar podía conmigo... ¡Y encima estaba sucio! Un escalofrío me recorre cuando recuerdo la ENORME pelusa atrapada bajo el banco de la sala de espera. 

El lunes a primera hora...
Que si me da una embolia el finde en mi puta casa, a tomar por culo todo...
Putos incompetentes... A ver si al menos me hacen una analítica rápida.

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27/11/2015, 13:02
Enfermero Sidney Center

El enfermero te mira, titubeante, como si le diese miedo responder y que tu ira cayese sobre él. Pero termina poniendo una expresión a medio camino entre la resignación y el deber y poco a poco estira sus labios hasta que vuelven a formar una sonrisa, mucho menos natural que la que tenía cuando entraste en el centro de salud.

—Es que... Las analíticas las tiene que pedir un doctor, ¿sabe? Ellos le dan un volante y viene con él a la mañana siguiente. Además, tiene que estar en ayunas. Si fuera una urgencia la habrían enviado al hospital, pero si no lo es, su doctora podrá ver si la manda a un especialista o le pide los análisis. —Hace una pequeña mueca de disculpa. —Si se pone peor, puede llamar a una ambulancia.

Mira hacia la pantalla, esquivando tu mirada con cierto temor. —¿Quiere que la cite con la doctora Stevens el jueves entonces? De todas formas, puedo garantizarle que el doctor Coven es un gran profesional —termina, forzando de nuevo su sonrisa, como resignado al posible chaparrón que pueda caerle por contradecirte.

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28/11/2015, 17:56
Ruth Williams

¿¡Qué!? ¿¡Qué...

...las analíticas las tiene que pedir un doctor!? ¡Menuda tontería! ¿Y si quiero saber mis niveles de lo que sea? ¿Tengo que pasar por un doctor?- completamente indignada golpeo el mostrador de recepción. No solía enfadarme a menudo, más bien mi forma de ser era muy tranquila, pero tenía la sensación de que se estaban riendo de mí y eso no me gustaba nada. -Si me pongo peor ten por seguro que iré a otro hospital, es más, pienso cambiar mi tarjeta sanitaria. Me parece increíble lo incompetentes que son todos...

... Decidido, contrataré una compañía de seguros para la salud, venir a lo público es una pérdida de tiempo.

-¿Me estás diciendo mentirosa?- frunzo el ceño cuando me lleva la contraria con el doctor. -Mira, no te molestes, me voy a casa. Que os den a todos, al doctor homeo-mierda, a la doctora Stevens y a todos... No pienso venir más, ni nadie de mi familia- anuncio, tomando de malas formas mi tarjeta sanitaria. 

Vuelvo para casa, con las manos en los bolsillos y caminando cabizbaja. La indignación y el enfado me corroen, aunque sé que durará poco tiempo. No era que me olvidara de las cosas, mi memoria no era tan mala, era que las cosas pasadas con el tiempo siempre nos parecen menos malas. Es como si nuestro cerebro tuviera un mecanismo de contención de tanta mierda, para no sobrepasar el límite y que nos acabáramos todos pegando un tiro. Era por ello que un disgusto infantil, como haberse caído de la bici, ahora me hacía incluso sonreír. Nuestras escalas de valores cambian y el enfado que tengo mañana no será más que un pequeño disgusto, pasado una anécdota.

En cuanto llegue a casa llamo a alguna compañía de esas, todo es buscar en internet.
Me importa una mierda pagar lo que me pidan si tengo resultados.

 

Así es como sigo hasta mi casa, con la idea de darme una ducha, buscar en internet una compañía de seguros sanitarios y luego, quizás, volvería a meterle mano a la tabla. Eso pondría mi cabeza en orden y me calmaría.

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02/12/2015, 02:52
Enfermero Sidney Center

En el momento en que tu respuesta llega la sonrisa del chico parece más atemorizada o nerviosa que atenta y solícita como al principio. Tu primera pregunta, esa que no das tiempo para responder, provoca en él un asentimiento con la cabeza, y en el momento en que golpeas el mostrador puedes ver cómo se sobresalta. Acto seguido, cuando continúas hablando sobre la idea de cambiar de hospital él parece a punto de empezar a explicarse, pero al volver a increparle su boca permanece cerrada. Como si no tuviera la iniciativa o el valor de interrumpirte aguanta todo tu chaparrón, negando con la cabeza en el momento en que preguntas si te está llamando mentirosa y observándote como un niño que está siendo castigado por las faltas de otros, o por la histeria de su madre, pero que no se siente capaz de protestar.

No es hasta que terminas que su voz trata de salir, casi en un susurro, en lo que es un intento de disculpa que no llega a producirse antes de que te marches. Los apelativos que has usado, sobre todo al llamar así al doctor Coven, parecen haberle dejado sin habla.

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02/12/2015, 03:07
Narrador

Cuando abandonas el hospital y te diriges a tu casa tus pasos son decididos. La indignación recorre tu cuerpo, impulsándote a seguir hacia adelante. Puedes sentir la mirada de la gente de la zona, observándote con una mezcla de extrañeza y ponzoñosa curiosidad, tal y como habían hecho un rato atrás, cuando hacías el camino contrario. No es difícil darte cuenta de que en cuanto te alejes ya estarán comentando el aspecto que llevas, la expresión de tu rostro y el lugar desde el que has salido.

Así llegas a tu calle, y conforme te acercas a tu casa comienzas una sensación que sabes que no es propia de ti, pero que no puedes evitar: un optimismo inexplicable, que te hace preguntarte a ti misma por qué es necesario ponerse siempre en lo peor: ¿acaso no ha salido todo siempre bien hasta ahora? ¿Por qué iba a ser distinto esta vez? Y estás dando los últimos pasos llegando a la puerta de tu casa cuando le sientes por primera vez. Lo primero que intuyes es su silueta, y de repente es como si el sonido del mar siempre presente y el aroma a salitre cobrasen más fuerza que nunca.

Es un chico de unos treinta años, y aunque al principio camina junto a ti el océano no tarda en captar su atención, llevándole a detener sus pasos. Ese inmenso laberinto sin paredes que es el mar y que sientes como tu hogar parece hablarle en un idioma que él se esfuerza por entender. Su piel es oscura, y eso hace que su sonrisa resalte más. Sus ojos se pierden en las olas, y al contrario que con la mujer que se apareció el día anterior en esta ocasión tienes la completa certeza de que todo está bien, de que ese es su lugar. A tu lado.

Es en el momento en que aparta su vista de la playa para dirigirla a tu cuando sientes cómo su mirada entra a través de ti, así como notas la tuya atravesarle. Y en ese momento en que vuestras pupilas se encuentran algo en tu cerebro y en tu pecho parece conectar con él, como si lo conocieses de siempre, a pesar de no haberle visto nunca, como si pudieras confiar en él tu vida, incluso tu propia alma. Un hilo invisible parece atarse entonces, uniéndoos de una forma que tu mente no puede racionalizar ni explicar, pero que sientes de una forma tan innegable como inexorable.

Es difícil decir cuándo se han detenido tus pasos. Pero al igual que sientes que él debe estar ahí, contigo, también posees de una forma que no puedes explicar la certeza de que tu sitio es a su lado.

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02/12/2015, 10:00
Ruth Williams

Me importa bien poco la cara que pone el enfermero, yo podría tener ahora mismo un tumor en la cabeza y estar muriéndome, mientras él me ponía excusas. Vuelvo para casa y mis pasos son grandes, con fuerza y rabia. Los vecinos cotillas por doquier me miran, pero tampoco me importa. En mi interior imagino que en la cabeza tengo un nido enorme de arañas, que crece a cada día. Un nido a punto de estallar y llenar todo mi cuerpo de arañitas negras y ponzoñosas, como la metástasis que me invadiría de tener una reacción tardía ante un cáncer.

Maldita sanidad, atajo de vagos... Todo es dejar para después... A ver si nos morimos y les quitamos el trabajo.

Por alguna razón mi caminar se vuelve más armonioso de repente, me siento mejor y no tengo razón para ello. Una sensación de bienestar me invade, de que todo va a ir bien. Siento una presencia, al mismo tiempo que huelo el mar. El ambiente marino que tantas veces me calma, me despeja y me hace olvidarme de todo.

Si no fuera porque sé que no, diría que esto es efecto de las drogas.
Pero es bueno, puede que no todo salga tan mal, ¿no? ¿Por qué iba a pasar algo?

Quedo parada casi frente a mi casa, mirando alrededor y viendo el azul del mar. Le veo a él, frente a mí, sonriendo. Esbozo media sonrisa como reflejo a su expresión, sin saber por qué. Como hice con la chica estiro mi mano, tratando de alcanzarle. Algo dentro de mí dice que tengo que estar con él, que él debe estar aquí. Por un momento me olvido de todo lo que me rodea, de lo que soy o lo que fui, tengo que estar con él.

¿Por qué no puedo alcanzarle...?

-Ey...- elevo en un susurro, sin atreverme a levantar la voz. No sabía cómo se llamaba, pero es por seguro que quiero llamar su atención. Hablarle, hacerle partícipe de mi vida. Intentar atraerlo hacia mí, sentir su tacto y hacerlo así todo más real.

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03/12/2015, 11:52
Wamai Saád ú

Las emociones del joven te embargan en esa extraña comunión entre ambos, acariciando con suavidad algún lugar en tu pecho. Puedes sentirlo, del mismo modo que intuyes que él te siente a ti. 

 

Y camino, cuando el sonido de las olas empieza a deslizarse por mis oídos sin ton, ni son, en mi propia crisálida. La luz abarca el terreno. Huele distinto. El sonido es distinto. La gente es distinta. Todo cambia, y sin darme cuenta... me dejo llevar.

No comprendo, pero tampoco lo necesito. Sonrío con ilusión, como los mas pequeños. Estoy viendo un largo mar, Mukuru, y no se ve el final. No puedo creerlo. Y no estoy solo. Su piel parece dorada y su pelo es brillante. Mantengo una agradable expresión cuando me paro a observarlo todo, la arena, la gente. A observarla a ella, atravesando una mirada tan profunda como el mar que nunca había visto. Nuestras sonrisas chocan. Amani.

Adopto su tono – Eres tú... - No se quien, ni qué... pero siento que lo es. Le extiendo una mano lentamente, en claro gesto de querer juntar mi palma con la suya. Siento equilibrio.