Partida Rol por web

His Last Hope

00 - Primer contacto

Cargando editor
06/11/2022, 20:54
Director

La historia empieza cuando cada uno de vosotros recibe una carta postal sin sello ni remitente. El breve mensaje no tiene firma y está escrito a máquina, con un tipo de letra antiguo y de aspecto extraño. Dice así:

¡Reuníos valientes aventureros! Hace muchos años que los Arcontes vagábamos por el bosque detrás de nuestra escuela, y a pesar de que con el paso del tiempo nos hemos distanciado, te imploro que te reúnas conmigo en el Café Underground el próximo sábado a las siete y media. ¡Necesito que vuelvas a empuñar las armas a mi lado y juntos matemos al dragón que mora en el Nido de Cuervo!

Una avalancha de recuerdos inunda vuestra mente. Los Arcontes. Vuestra vieja pandilla, la pandilla a la que los otros niños llamaban Frikis. Erais un grupo muy unido, formado y mantenido por vuestro estatus de inadaptados y marginados. Ahora sólo quedáis vosotros cuatro; Gabriela, Úsula, Rafa y Miguel. No tenéis ni idea de cuál de los otros envió esta carta, pero recordáis los veranos de vuestra infancia, las partidas de D&D en el sótano de Rafa, la casa abandonada a la que llamabais el Nido de Cuervo, y las cosas que experimentasteis en ella...

Notas de juego

Buenas, vamos a empezar con un pequeño preludio. Un post de cada uno para dar una pincelada de vuetra vida adulta. tras haber recibido la carta. Me tomo la libertad de colgar el MP de Hugin para Gabirela, que va en esa línea.

 

Cargando editor
06/11/2022, 21:13
Gabriela

—Se acopla.

El chaval de la mesa de mezclas lanzó una mirada de incredulidad a través del vidrio de la sala. Al igual que el chico del micrófono, tenía rasgos árabes, llevaba joyas de oro bastante ostentosas y ropa deportiva cara.

—¿Qué? ¡No me mires así! — dijo Gabriela entre risas mientras apretaba el botón del micro — Estáis en un estudio profesional, macho: si te digo que se acopla es que se acopla. Bájalo — ordenó.

No lo dijo en tono agresivo, pero su voz sonaba tan cargada de autoridad que los dos aspirantes a "gangsta" asintieron con la cabeza. Tenía razón: era una profesional. Podía hacer que sonara bien incluso la cacofonía plagada de insultos, groserías y amenazas que aquellos dos se disponían a perpetrar.

El aspecto de Gabriela no podía contrastar más con el de los dos chicos, jovencísimos, diez años menos que ella: la joven menuda vestía una sudadera negra de manga larga en la que destacaba en color blanco la leyenda NI?, vaqueros negros ceñidos y botas militares; no era elegante, pero era cómodo para trabajar, el mismo motivo por el que apenas iba maquillada, y llevaba su larga cabellera negra recogida en una trenza.

Suspiró. Iba a ser complicado trabajar con esos dos, pero la música que le gustaba a ella no daba dinero desde hacía treinta años, y sus grupos no podían permitirse grabar en estudios como ese. Amaba "la escena", pero tenía que pagar facturas.

Al lado de su mano había un sobre, y Gabriela lo apartó con cuidado antes de coger su taza de café humeante.

—Hey, Gabi, ¿qué es? — le preguntó Víctor, su compañero: un chaval regordete con la cabeza afeitada y barba, vestido con una camisa de leñador — ¿Una carta? — y, ante el asentimiento de ella, continuó — ¿No la vas a leer?

—Ya lo he hecho, Víctor. Varias veces.

—¿Y qué? ¿Buenas noticias?

Gabriela frunció los labios, con la vista perdida en los controles del estudio.

—No lo sé, tío. Noticias viejas.

Había pasado lo que parecía toda una vida desde aquello. Había superado muchas mierdas desde que se largó de Lakeside, lo había pasado mal en la ciudad, y ahora que simplemente estaba tranquila... ¿"El nido de Cuervo"? ¿En serio, otra vez, como si fueran unos críos?  Ni siquiera sabía qué había sido del resto de los Arcontes.

Tomó un sorbo de café, y le hizo un gesto de OK a los dos personajes que atentaban contra el buen gusto encerrados en el interior de la pecera.

Iba a acudir, desde luego: la nostalgia era capaza de vencer a todos sus temores. Pero no tenía claro si reencontrarse con esa parte de su pasado era una noticia buena o una mala. Ni siquiera sabía si lo que sentía era dolor o alegría.

—Noticias viejas — repitió, antes de añadir en tono enigmático: —Todavía quedan dragones a los que matar.

Cargando editor
08/11/2022, 19:34
Úrsula

Hoy era azul, no sería negro desde el momento en que su cabello pasó por tantos colores y cada día que pasa más se le notó lo arruinado que ya lo tiene, al punto de usarlo con una coleta mientras aquella capa de maquillaje esconde más estados y preocupaciones de lo que debería, considerando que era una esclava de su propia vida sin objetivos, monótona y aburrida. Lo cual se arrastró al infinito de imposibilidades, donde el cambio estaba por florecer pero se reseca ante el arrebato, ante la provocación de situaciones desventajosas que ella misma se predispuso a crear por el miedo a lo nuevo. Manteniéndose en la delicada línea de la cordura, sostenida por su resiliencia, una que ni siquiera es consciente de que allí en su interior tenía su propia luz. 

Pero ya lo sabe, ésta rutina de trabajo era solo un placebo para compensar su buena conducta consigo misma mientras seguía faltando a sus terapias, huyendo del verdadero problema que le acecha y se replanteó en más de una vez dejarlo todo, quizás coger su coche todo viejo y desvencijado para irse por ahí, hacer ruta, tal vez mirar el mar o estar en una situación tan jodida que no implique a ese otro que de alguna cruel manera le devolvía esa imagen en el espejo tan cruel y tan sincera que duele. Es que Úrsula era una persona que padece al ser una negadora compulsiva de su realidad mientras vive ese día a día como si fuera una inhalación permanente tan necesaria para su supervivencia y el enfrentamiento es la vía de desagote para quitarse toda la impotencia que la recubre como si fuera una cebolla. Tal vez podrida. 

Y allí estaba, fumándose el único cigarro que le quedó en el paquetecuando siempre supo que comprarse otro es atarse a una adicción que al fin de cuentas quería dejar. Lo mismo el cabello, su apariencia en sí, es que le resultaba imposible encontrarse con su cuerpo, con la vívida imagen de lo que fue y lo que debería ser. Pero ante ello sí que tenía la solución en sus manos, ese pequeño salto de fe cuando el color de pelo cambia y ante la llegada de un nuevo día, inicia otra vez. Proponiéndose no ser la misma que ayer, dejando atrás las soluciones y arreglando en físico todo lo que en su vida jamás podrá. 

Todo sea por la supervivencia, la misma que implantada como dogma, le profesa sin que exista un Dios que la escuche. Y como si fuera un milagro de la vida, en medio de su vagabundeo ocasional por las desoladas calles de aquella ciudad, recordó que tenía un mensaje en el bolsillo de su chaqueta que ni siquiera había leído. Lo curioso de todo esto es que sintió un huracán de emociones en su interior, sonrió, se ensombreció y también sintió tristeza, más que nada porque hacía mucho tiempo que no los veía y se culpó por ello. Más allá de que esta posibilidad, no la desecharía. Sin importar el gasto, sus situaciones internas y su gris realidad, iría al encuentro. 

Cargando editor
08/11/2022, 21:07
Miguel

Miguel tenía un día de perros. Sumado a su acostumbrado insomnio, se había levantado demasiado temprano por la tarde, después de la hora del almuerzo, porque los chicos del piso superior acostumbran a poner la música a todo volumen. Esta noche le tocaba rutina de trabajo y necesitaría tener las pilas recargadas para sobrellevar el aburrimiento nocturno. Por mucho que se fuera al salón a descansar en paz, su cuerpo sabía que luz diurna es igual a estar despierto. Malditos niñatos de mierda, dan ganas de subir arriba, darles un bofetón y que luego vengan sus padres a quienes también tenga que reventarles la cabeza, o peor aún, inicien una guerra fría judicial por haber educado a sus niños como hay que hacerlo. El dinero no le sobra en estos días de escasez, pero se quedaría tan a gusto que luego lo recordaría con orgullo. En su lugar, dio un golpe a la mesita, engrosando la raja que ya había de otras veces. Luego se hizo una taza de café con doble de azúcar y agarró de sus mancuernas, a ver si con eso conseguía engañar al cerebro cansado.

El resto del tiempo ya estaba decidido: abrir el foro de rol donde suele jugar y continuar con las historias diferidas. No era muy bueno escribiendo, aunque a los de su quinta les daba igual. Lo importante es que con la tecnología podía echarse unos D&D a distancia, su turno e irse, sin necesidad de quedar para 6-8horas. Eso era cosa del pasado. La carta extraña reposaba encima de su escritorio y cada vez que la sostenía con sus manos surgía una odisea de pensamientos, no solo porque hacía años que no recibía ninguna por correo físico. Notaba los latidos de su corazón lleno de coraje y la carta temblaba con él. Joder, era una invitación como las de aquellos años. Iría, por supuesto, ya estaba impaciente. ¿Lo envió Rafa? Dudó si comentárselo por mensaje privado sería buena idea, ya que hacía mucho tiempo que la relación se enfrió y la confianza había desaparecido, tan solo se mantenía para jugar en escasas ocasiones.

En el trabajo hizo su primera vuelta, rozando su porra contra las puertas y las paredes, cerciorándose de que el eco del edificio vacío le respondía. Gozaba cuando se sentía dueño de los pasillos de ese edificio empresarial. Era dueño de la noche, parecía un Dios poderoso sin rival que lo tumbara. De regreso a la oficina con las cámaras de seguridad, el aburrimiento llamaría impaciente. Mientras tanto, un movimiento se presentó en los monitores, llamando su atención. No supo de qué se trataba porque fue rápido y estaba distraído, pero su experiencia le decía que eran humanos. Dejó lo que estaba haciendo y salió de nuevo con la porra y una mano en el bolsillo donde tenía algo más sanguinario. Al llegar a las afueras del edificio, deseó tener un revolver, por si necesitaba disparar contra un zombie.

—¿¡Quién hay ahí!? ¡Salid fuera! ¡Esto es zona restringida! —gritó con voz bárbara. Esperó unos segundos y dio pasos adelante, temiéndose que fueran ladrones armados. Los susurros del grupo se hacían de más audibles a menos peligrosos, porque se notaba que no eran adultos. Finalmente un grupo de niños salieron de su escondite con un tablero y un cubilete de dados. Suspiró y les miró con cada de pocos amigos—. ¿Estáis tontos o qué os pasa? No podéis entrar al edificio ni estar aquí fuera, es zona privada. Anda... marchaos y no llamaré a la policía.

Los críos volvieron por donde habían llegado sin decir nada más, atemorizados por la amenaza. Antes de meterse de nuevo en el edificio, volvió a mirarles, jurando que ese grupo de niños le levantó recuerdos de la infancia. 

Cargando editor
09/11/2022, 13:14
Rafa

El pececillo naranja nadaba sin descanso en aquella enorme pecera. Atrás había quedado su pequeño habitáculo ovalado y carente de filtros u adornos que ahora si podía disfrutar. Sus movimientos eran elegantes, al menos eso pensaba Rafa mientras le lanzaba algo de comer.

— ¿Quién será el remitente, Beholder III? dijo mientras se agachaba para poner sus ojos a la altura del pececillo, que ahora comía con voracidad.

Tras varios golpecillos al cristal a modo de despedida, Rafa comenzó a caminar sobre la moqueta de su habitación, dando pequeños círculos mientras su cabeza iba a mil por hora. La persiana estaba bajada y la estancia estaba únicamente iluminada por las tres pantallas que presidian su escritorio y la pequeña luz de la pecera.

Lanzando un fuerte soplido, sacó su teléfono iluminando su rostro al desbloquearlo y rápido, comenzó a toquetearlo nervioso. Tras varias contraseñas y carpetas encriptadas una imagen apareció en la pantalla. En ella aparecía un joven Rafa sonriente tras una pantalla de director, presidiendo una mesa con más chicos a su alrededor.

— Gab, Miguel, Úrsula… Los Arcontes… — fue nombrando, murmurando, mientras sus ojos se movían entre los rostros de los chicos que le acompañaban en la foto que estaba observando. — ¿Quién será…? ¿Quién nos quiere reunir de nuevo?

Su dedo comenzó a deslizarse sobre la pantalla, pasando imágenes y archivos mientras su corazón se acelera. Su rostro se había endurecido, perdiendo la ingenuidad que había adquirido tras ver la primera foto, tirando el teléfono sobre la cama.

Moviéndose más pausadamente se sentó en su silla acolchada de escritorio y desbloqueó su ordenador mostrando en una de las pantallas el foro que utilizaba para jugar a rol. Ya tenía un privado escrito para Miguel, preguntándole si había recibido esa nota él también.

— Si no le escribo para que no se retrase tanto en sus posts… — murmuró mientras cerraba el mensaje sin enviar.

Sobre el escritorio descansaba aquella nota. La nota que había sacudido todos los recuerdos de Rafa, haciendo que todo lo que había vivido volviera a su mente. Una mente que le hacía vivir de nuevo todas las bromas y abusos de los abusones, pero también los buenos momentos con sus compañeros.

"¿Rufus estás disponible? Tenemos que hacer la Dungeon con el resto del clan, llevas un par de días desconectado total del juego" — un mensaje emergente apareció en otra de las pantallas.

"Buenas Fisicul" — escribió rápido Rafa en su teclado mecánico. — "Imposible, tengo que marchar unos días fuera. Me surgió algo importante en mi pueblo natal, pero cualquier cosa tienes me tienes por aquí, me dices. Vamos hablando y dales duro a esos malnacidos."

Sin escribir más, apagó el ordenador y colocó bien las piezas de PC que descansaban sobre una pequeña mesa auxiliar. Las cosas que necesitaba ya preparadas, esperaban al lado de la puerta. Tras coger un par de comics para el viaje y la nota que había recibido, miró la mochila llena de chapas de videojuegos y superhéroes.

Todo estaba listo para dar caza a ese dragón…